Kuroshitsuji no me pertenece, es propiedad absoluta de Yana Toboso.

¡Yay! ¿Qué tal todos? Aquí con otro Fanfic. Aquellos que leen Falling in Red – Rise in Blue, no se preocupen, pienso seguir la historia; pero como mi mente siempre está maquinando cosas, (muchas cosas) algunas buenas, otras malas y otras MUY PERVERSAS no tengo más remedio que plasmarlo XD.

Pero bueno, hablando de cosas MUY PERVERSAS que pasan por mi mente, voy a categorizar a este fic así. ¡He hecho la peor imaginación del siglo XXI jajaja! O por lo menos Claude-chan quiere matarme y su mirada me dice: cuando estés durmiendo te ahogaré con la almohada. Nuestro tan sexy y demoniaco Sebass-chan solo me sonríe cual maniático recién salido del manicomio…Algo me dice que no voy a salir viva de aquí jejeje.

Sin más palabras de aburrimiento (y que sé que no leyeron) ¡empecemos!:

Capítulo 1:

Mis demonios-mayordomos: Sebastian Michaelis & Claude Faustus.

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No sabía si llorar como una imbécil a la que le habían roto el corazón o reírme del papel en mis manos. Me sorprendí al ver aquellas dos I que significaban Suspenso en las asignaturas de Química y Matemática. La verdad, es que nunca fueron mis fuertes, pero nunca había suspendido ninguna de ellas. Dejé el papel en el escritorio de la dirección y salí sin siquiera despedirme de la sub-directora. Me senté en uno de los bancos del gran jardín que poseía la escuela completamente deprimida.

Apenas estaba en 12vo°, tenía solo 18 años recién cumplidos; pero quería la carrera de Filología y últimamente este año ha sido un completo desastre para mí. Me ausentaba casi todo el tiempo, no sacaba las mismas notas que saqué en 10mo° y 11no°, blablablá. Pero todo eso tenía una justificación muy válida.

Mi madre murió hace unos tres meses por lo tanto llevo tres meses viviendo sola, con mi hermana pequeña ingresada en el hospital por cáncer pulmonar. ¿Mi padre? Sí, tengo un padre (obvio ¿no?); pero él y mi mamá se separaron hace 5 años y se casó con una golfa de primera (lo digo con el mayor sentido de ofender a la muy descarada n.n) que no hacía más que gastar el dineral de mi viejo y pegarle tantas infidelidades que vaya; a mi padre no le cabía una florcita más en la cabeza. ¿Por qué no vivía con él? Pues porque mi querido y viejo padre está "ciego de amor" (o el gigante trasero de implante no lo dejaba ver bien) que hacía todo lo que ella decía sin rechistar, así fue como le convenció para que no fuera a vivir con ellos a Inglaterra. ¿Hermanos mayores? Todos en el extranjero, casados y con niños. ¿Tíos? no pienso vivir con la tía Margarett ni muerta. ¿Primos? No tengo ninguno.

Bueno, resumiendo. Llevo tres meses viviendo sola a base del dinero que me mandaba mi padre para mi vida y pagar el tratamiento de mi hermana el día 8 de cada mes. Llevo tres meses con malas calificaciones y si no hacía algo rápido iba a repetir grado y eso NO PODÍA SER.

Tendría que ir a Re-ordinario, no quería llegar a Extra-ordinario. Pero para eso tendría que estudiar mucho, DEMASIADO; y díganme con entera sinceridad. ¿QUIÉN en su sano juicio QUIERE estudiar en plenas VACACIONES? Porque claro, no podían poner las re-clasificatorias antes, ¡no-no-no-no-no!, tienen que ponerlas en plenas vacaciones; ¡Vacaciones JODER! (nótese el desprecio, gracias n.n)

Me levanté sin ánimo de ningún tipo y salí de la gran escuela mixta con un aura deprimente a mí alrededor.

– ¡Dine!–El grito a mis espaldas hizo que me volteara aún con una cara depresiva al escuchar el diminutivo de mi nombre– ¿Pero, y esa cara?–Preguntó mi mejor amiga observándome con puro terror.

–Suspendí química y matemáticas–Dije en un suspiro caminando a su lado para salir de la escuela.

– ¡¿Qué?! Pero si te presté mis apuntes–

–No entendí un carajo–

–Diane, cuida esa lengua. –Me regañó ella jalándome un cachete–No pareces ser una Vennomania–

–Perdón, perdón–Supliqué para que dejara de jalarme por los cachetes. Me sorprendía que aun viviendo aquí en España, donde aquel vocabulario debería ser normal, ella era recatada y fina. Incluso yo, que era de una familia de linaje noble cercana a la sangre de la familia Real no tenía un buen vocabulario, era grosera hasta cierto punto.

–Debes de estudiar ahora en vacaciones, que mala suerte–Una tercera voz, esta vez masculina, hizo que nos volteáramos encontrándonos con el gordo profesor de Matemáticas.

Casi de inmediato se me subieron los colores a los cachetes al notar que mi profesor de Literatura, Ash Landers, lo acompañaba. Creo que ya debes imaginarte lo que sucede, ¿no?

Me gusta mi profesor de Literatura. Sí, muy tarado como lo lees, pero así era, no me importa que él tenga 7 años más que yo que tengo 18. Era alto, atlético sin exceso, albino, blanco como un armiño y de ojos violetas. ¿Cómo querían que me concentrara en la asignatura poniendo a ese trozo de carne como maestro? ¿Eh? Explíquenme, necesito una explicación o por lo menos díganme que no soy una cochina depravada por babear como una estúpida cada vez que se me acerca a preguntarme dudas y yo -como la muñeca que me convierto- simplemente niego.

Tan blanco, tan puro que te hacía sentir sucio a su lado.

–Sí, siempre ha tenido mala suerte para algunas cosas–Mi amiga me dio unas palmada a los hombros–Me voy por este camino, voy a quedarme en casa de mi abuela–

Abrí los ojos mirándola con terror. Ella no estaba… ¡Maldita! ¡NI SE TE OCURRA DEJARME SOLA CON ESE BOMBÓN QUE NO RESPONDO DE MIS ACTOS!

–Adiós–Se despidió de nosotros.

El profesor de Matemáticas y el de literatura se despidieron de ella agitando su mano, mas yo la observaba irse con mi mandíbula desencajada. Lo había hecho…

–Parece que tendrán que repasarte, Diane– La suave voz del profesor de Literatura me hizo voltearme hacia él completamente avergonzada–No entiendo, no eras así en 11no°. Entiendo lo de tu madre y tú hermana, pero debes seguir adelante–

–Lo siento–Me disculpé

Lo escuché suspirar y sentí como se me apretujaba el pecho. Él me sonrió despreocupadamente mientras se pasaba una mano por sus cabellos blancos y me sentí morir.

–Ren–Nombró al profesor de matemáticas que simplemente le observó– ¿Por qué no la acompañas a su casa?–

– ¿Eh? No, no, no. Tranquilo profe, puedo ir sola–Negué efusivamente retrocediendo dos pasos.

–Pero ya son las 7:27pm. Está oscureciendo muy deprisa y las calles de Madrid se han vuelto peligrosas–Y dicho se acercó a mí para acomodar aquel único mechón negro azulado de todo mi cabello rubio tras mi oreja con una hermosa sonrisa. Me sonrojé al sentir su piel contra la mía–Vamos, no podría dormir si al otro día te encuentran en una fosa. Me sentiría culpable–

–Si…–

–Ren te acompañará, yo debo ir a resolver algo. Nos vemos– Y con la misma se fue.

-o-o-o-

– ¡Diane~! ¡Sal de donde estés pequeña!– ¡Maldita sea mi vida de mierda y maldita sea mi suerte de los cojones! ¡¿Cómo coño ese hombre pudo haber sido mi maestro?! Tal vez porque nadie sabía que él era el maldito asesino serial violador asqueroso cochino del que hablaban en las noticias todas las mañanas desde hace dos años.

Dejé que mi cuerpo se escurriera por la pared hasta quedar sentada en el suelo del oscuro, sucio y apestoso callejón en el cual me había escondido, justo al lado de grandes tanques de basura. Respiré agitadamente llevándome una mano al pecho tratando de normalizar mi respiración y los pulsos alocados de mi corazón que parecía querer estallar del terror.

Apenas habíamos llegado a Getafe* para coger la parada que me dejaría en Toledo**-mi ciudad-, ya que por alguna extraña y rara casualidad todos los medios de transporte de la capital se vieron interrumpidos, y aquel imbécil había comenzado a actuar extraño. Primero comenzó a coquetearme y yo obviamente lo negué. (A ver, recordemos que estaba enamorada de Ash, por eso lo hice y porque daba asco) Pero el muy degenerado tuvo que sacar el maldito cuchillo con el cual ahora me perseguía como un maniático e incluso llegó a herir mi brazo derecho. ¡Hasta su forma de hablar había cambiado!

¿Quieres salir de ahí?

Aquel susurro hizo que mi piel se erizara y sintiera el escalofrío más fuerte que sentido bajar y subir por mi columna vertebral. Era una voz malditamente infernal, parecía venir del más oscuro rincón. Y, por mucho miedo que tenía del maniático profesor asesino, algo me decía que esa voz no pertenecía a mi perseguidor.

¿Quieres vivir?

Parecía que salía desde los confines de la tierra, ahí, donde Hades gobernaba

Dejé de respirar al instante que sentía sus pasos acercándose al callejón donde yo me encontraba, incluso tapé mi boca con mis temblorosas manos sintiendo la ardentía y el dolor de la herida en mi antebrazo, pero poco me importaba, ni siquiera me fijé si era profunda o perdía mucha sangre.

Como si dios se hubiera apiadado de mí, sentí que sus pasos se volvían a alejar mientras refunfuñaba algo en un idioma completamente inentendible para mí. Destapé mi boca mientras suspiraba de alivio. Creo que no debí haber hecho eso.

– ¡AQUÍ ESTÁS!–Grité horrorizada al verlo frente a mí con una sonrisa que casi le llegaba a los ojos que parecían querer salirse de su lugar. Me pegué más a la fría pared mientras negaba histéricamente con mi cabeza viéndolo casi borroso por las lágrimas que caían estrepitosamente de mis azulados ojos.

–Me causaste muchos problemas, mocosa–Él se agachó a mi altura aún con la sonrisa en su rostro y clocó el cuchillo impregnado de mi sangre a un lado de mi rostro sintiendo el frío metal quemar mi piel, haciéndome dar un respingo sin poder apartar mi mirada llena de terror de aquel rostro que ahora me daba repugnancia y miedo–No pensaba que corrieras tan rápido. Me has hecho gastar mi tiempo, si lo hubieras puesto más fácil desde un principio no estaríamos ahora así. Yo te mataba, te violaba muerta, picaba tu cuerpo en pequeños trozos de carne y ¡olé! Después vendría la policía y otro caso más para el asesino serial–Su sonrisa desapareció por una mueca de molestia que no me afirmaba nada bueno, más aún al sentir como deslizaba suavemente el cuchillo por mi mejilla hiriéndola de paso–Pero no, la niña estúpida tenía que correr–

Estaba asustada. Me sentía un pequeño ratón frente a su depredador, no tenía escapatoria. Moriría ahí. Algo me lo decía, algo me decía que lo haría…Algo me susurraba que solo había una forma de salvarme. ¿Pero cuál? Era como estar buscando una aguja en un pajal a toda velocidad porque se acababa el tiempo. Así me sentía al ver como mi asesino alzó su cuchillo con la misma cara de maniático poseído y dejaba caer su mano hacia mi pecho.

Solo tienes que aceptar…

No recuerdo si grité, no recuerdo haber escuchado algún sonido. Simplemente todo comenzó a ir en cámara lenta; hasta el viento parecía ir lentamente. Y, en vez de calmarme, sentí más miedo. Era como si el de arriba hubiera decidido que viera mi muerte a cámara lenta, saber y sentir el dolor del cuchillo atravesando mi piel, reventando mis órganos.

Acéptala…

¿Acéptala? ¿Aceptar qué? ¿Qué era esa voz distorsionada, diabólica, oscura, maldita? Era como si todo lo malo, todos los pecados se fusionaran y crearan esa voz que me hablaba en mi interior que solo yo podía oír.

Puedo salvarte

Salvarme…Salvarme… ¿Cómo puede salvarme si solo faltaban 20 centímetros y el cuchillo se encajaría en mi desbocado corazón, dejaría de vivir, mi sangre mancharía el callejón el rostro del hombre y mi propio cuerpo sin vida?

– ¿Puedes salvarme?–Pregunté a la nada sorprendiéndome al notar que aún todo se movía en cámara lenta, que no hablaba yo, era mi mente.

Si mi aceptas

.

Yo lo haré

.

Puedo cumplir cualquier deseo

.

Lo que tú quieras

.

Serán órdenes para mí

.

Lo haré sin rechistar

.

Estaba confundida, aterrorizada, temblando. Me planteé que tal vez esas voces, porque parecían dos voces que hablaban en conjunto con diferentes ideas, eran producto de mi imaginación, de la locura por la que estaba pasando. Pero soy humana y como humana soy débil, soy frágil, y no deseo morir. Si hay un hilo de esperanza, un pequeño hilo, lo tomaré, y así lo harás tú y cualquier otro humano.

Yo tenía mis razones para seguir viviendo. Quería seguir estudiando, terminar la carrera que quería, llegar a ser grande en la vida y, por sobre todas las cosas, salvar a mi pequeña hermana gemela. Me aterré de solo pensar que si yo moría, ella se quedaría sola. ¿Quién cuidaría de ella? ¿Quién estaría ahí para ella cuando lo necesitase? Si no era yo ¿Quién? Podía incluso decir que lograba verla, sentada en la cama blanca del hospital, podía ver sus largos cabellos negros azulados, con aquel único mechón rubio en su flequillo en el mismo lugar donde yo tenía el negro, removerse por el viento que entraba por la ventana a lado de su cama que dejaba que los rayos solares la bañaran, podía ver como observaba con tristeza por aquella misma ventana el cielo, tratando de alcanzarlo, tratando de volar.

–Sálvenme–Susurré mientras todo volvía a ser más rápido, todo volvía a su velocidad natural– ¡Haré lo que quieran, solo sálvenme!–Grité a la oscuridad del callejón cerrando fuertemente los ojos para no ver como el asesino incrustaba el cuchillo en mí, preparándome para sentir el dolor.

Pero nunca llegó. Lejos del dolor que debí haber sentido, escuché el aterrador y desgarrador grito del hombre que quería asesinarme, como el grito de un cerdo en un matadero. Abrí mis ojos derrumbada sintiendo el nudo en mi garganta al escuchar el cuchillo rebotar por el suelo de piedra. Alcé mi vista hacia al frente y creo que vomité.

No sé si estaba en el mismo callejón, pues todo estaba consumido de negro, se veía más oscuro, como si hubieran tirado petróleo por todos lados. Sin embargo, se notaba en todo aquel oscuro callejón dos figuras, sombras que bailaban y mi ex profesor de Matemática siendo devorado por algo, una de esas dos sombras, que tenía forma de una gigante araña negra, mientras la otra lo picaba en pequeños trozos sin siquiera moverse. Salpicando todo de sangre, manchando el negro de un rojo carmesí que parecía brillar en la negrura.

Los observé voltearse hacía mi lentamente, sintiéndome minúscula bajo esos dos pares de ojos violáceos que parecían brillar aún más, como los ojos de un gato en la noche. Esos seres eran horribles, eran asquerosos; pero lejos de sentirme aterrada, por alguna razón los encontré exquisitos, naturales, de alguna forma retorcidamente familiares, como si hubieran sido parte de mí todo el tiempo.

Y me ardió el corazón en aquel momento, observando como las sombras comenzaron a cubrir mi visión y sus figuras deformes y terroríficas cambiaban a una más humana, pero que aún no lograba definir del todo más que los pares de ojos violáceos, que fueron convirtiéndose en otro color –un par en rojo carmesí y el otro en ámbar- y una sonrisa que se expandió por lo que serían sus rostros mostrando los colmillos a cal y canto.

Creo que susurraron algo, dos nombres diferentes, pero las sombras me engulleron y no supe más de mí, ni de ellos, ni del callejón, ni de la sangre que bañaba el lugar.

-o-o-o-

Me removí para encontrar una posición más satisfactoria. Me sentía cómoda bajo las sabanas de mi gran cama, la temperatura climatizada me relajaba. Entonces, como si de un robot se tratará me desperté agitada quitándome las sabanas de golpe y gritando como una loca.

Detuve mi gritería al notar que sí, efectivamente me hallaba en mi habitación. Los colores mates solo lograron confundirme aún más en vez de hacerme sentir segura. ¿Cómo había llegado ahí? Recuerdo estar en Getafe, el profesor de Matemática que quería matarme violarme y picarme en pequeños trozos de carne. Las voces en mi cabeza, la oscuridad, las figuras, la muerte del profesor, las sombras engulléndolo todo. Las figuras tomando forma humana y acercándose a mí susurrando nombres que no logré escuchar.

¡¿Qué cojones había sucedido?!

–Veo que ha despertado–La voz solo logró asustarme haciendo que me levantara de pie aún sobre la cama y me pegara a la pared a la velocidad que lo haría un gato cuando llega un perro a gruñirle.

Lo escuché reírse de mi acción. Algo enfadada y a punto de gritarle las peores groserías que seguramente hubiera escuchado en su vida me quedé pasmada observando incrédula al hombre que ahora me observaba aún con una sonrisa pintada en su rostro, casi le llegaba a los ojos.

Era alto, de complexión delgada, sus cabellos eran de un negro noche, lacios y aquel flequillo le cubría un tercio de su perfecto, terso, y blanco rostro. Sus rojizos ojos hacían contraste con su figura. Parecía tener entre 21 y 25 años. Vestido como si de un mayordomo del siglo XIX se tratara, con el esmoquin negro, camisa blanca, corbata negra, guantes a la par y el pantalón negro. ¿Cómo podía ser tan bello? Era demasiado exquisito, demasiado tentador para ser normal. Ese perfume extraño que no sabía cómo definir, es esencia parecía querer arrastrarme.

¡¿Pero qué coño hago?! ¡Hay un extraño en mi casa! ¡En mi casa! Aunque no me importaría si me amarrase y- ¡¿Qué carajo estoy hablando?!

– ¿Quién coño eres?–Pregunté arisca pegándome más a la pared.

–Pero que señorita tan mal hablada–

–Cállate y respóndeme–

–Disculpe mis modales–Lo vi hacer una reverencia hacia mí con una mano en el pecho y la otra pegada a su costado–Soy su mayordomo, estoy para servirle en todo lo que usted- –

– ¡Espérate ahí!–Lo señalé con mi dedo índice y el pareció muy decepcionado de mi acción–Yo no he contratado a ningún mayordomo, no lo necesito. A parte, ¡mira cómo estás vestido! Pareces de la época de mis tatarabuelos cuando usaban corsés y toda esa mierda inservible–

–Que mal hablada–Otra voz que me hizo dar otro brinco aun sobre la cama. Miré hacia la puerta y otra vez mi mandíbula se desprendió.

Otro hombre, de igual complexión delgada, de iguales cabellos negros pero con el corte irregular y el flequillo enmarcándole la parte derecha del rostro que era tan perfecto como el anterior. Sus severos ojos dorados estaban protegidos por los anteojos que portaba, y no iba a negar que le quedaban súper bien. Pero este también estaba vestido como un mayordomo del siglo antes mencionado solo que sin la corbata, en su lugar portaba un listón oscuro. Creó que dejé de respirar. El aire se convirtió denso cuando entro, tratando de ganar el espacio de la esencia del otro, el mismo perfume me mareaba y no precisamente en un mal sentido. ¡¿Qué coño pasaba aquí?! ¿Ahora mi casa era un circo de disfraces?

–Modere su vocabulario–Me regañó entrecerrando los ojos mientras se acomodaba sus anteojos. Temblé; esa mirada daba miedo, era muy severa.

–No me des ordenes, imbécil–Aún contra mi miedo le respondí mordaz observándolos a ambos desconfiada–Aún no me han dicho quiénes son ustedes y que hacen en mi casa–

Escuché suspirar al recién entrado y observó al otro que sonreía como un niño pequeño– ¿No le has dicho, sucio?–Le espetó el de ojos dorados.

–Estaba en eso, ocho patas–Tensé mis músculos incomoda, la atmosfera entre ellos era muy pesada, se observaban con odio y molestia, la rivalidad se notaba.

–Yo no he contratado a ningún mayordomo. Lárguense o llamo a la policía–Amenacé.

– ¿Así trata a quienes le salvaron la vida?–Otra vez la voz del segundo mayordomo hizo que diera un respingo.

Ladeé mi cabeza tratando de recordar. Ellos no podían ser las figuras asquerosas que se comieron al profesor de matemáticas. Era ilógico, aquellas sombras eran monstruos. Y lo que tenía en frente era adonis salidos de un libro de fantasías

–Dejen de joder–me reí de ellos–no es como si ustedes fueran demonios o algo así–Bien, no debí haber dicho eso.

El lugar fue absorbido por la oscuridad. Ya no había cama, ni tapizado, ni muebles, ni coquetas ni la puerta al baño. Caí abruptamente al frente teniendo que llevar las manos al frente para caer como si fuera un perro. Me incorporé quedando sentada en lo que supuse era el suelo en toda aquella negrura. Lo extraño de todo era que podía verme, era como si yo desprendiera un brillo.

–Somos demonios–La voz del primer mayordomo logró que dejara de verme las manos y alzara la vista hacia ellos.

Ahí estaban ambos, con el esmoquin y todo, podía verlos en la oscuridad; pero sus ojos, los ojos de ambos ahora eran de aquel hipnótico violáceo que relampagueaba como un mar de oscuridad y maldad. Me recordaba al juego The Legend of Zelda: Breath of The Wild, cuando llegué al Castillo a rescatar a Zelda de las manos del violador Ganon; como todo estaba casi lleno de aquella esencia viscosa a la cual llamaban esencia del mal, aunque a mí me parecía baba que Ganon escupía. Pues tenían el mismo color.

Tal vez y si era esencia del mal después de todo.

–Nos invocaste cuando tu vida estuvo en peligro–habló el segundo.

–Estamos aquí para servirle hasta que usted cumpla con su objetivo–

–Haremos todo lo que usted diga–

–Sus órdenes serán acatadas sin ninguna queja–

–Muy bello todo, pero estoy segura que esto no es gratis–Razoné en voz alta y sus ojos parecieron brillar con más intensidad, pero no dejé que eso me asustada–Los demonios como ustedes no van por ahí haciendo caridad ni mucho menos–

–Tu alma–Dijeron ambos casi con placer en su voz.

Tragué grueso. Me miraban como si fuera un manjar de primera, el platillo más esperado y exótico de toda la mesa. Comencé a pensar a toda velocidad en mi cerebro. ¿Había una razón sumamente fuerte para hacer un contrato con un demonio? ¿Mi carrera? No, eso podía conseguirlo aun sin ellos, solo tenía que esforzarme más y listo. ¿Ash Landers? Eso era imposible…El rostro de mi hermana difuminado por la luz del fondo me sonrió con ternura.

Si, tenía un motivo muy fuerte para hacer un trato con un demonio. Quería que mi hermana viviera más, quería que ella siguiera, saliera a las calles, corriera, riera e hiciera amigos como todos…Que volara como siempre lo ha deseado.

– ¿Cómo voy a estar segura de lo que dicen, de que cumplirán cualquier cosa? Son demonios, no tiene ética ni moral–

–Un contrato–El de ojos dorados se acomodó los anteojos.

–Con el contrato usted puede asegurarlo–Aclaró el de ojos rojizos.

– ¿Ya hice un contrato cuando los invoqué?–

–No, la fuerza de su objetivo nos atrajo a ambos aquí–otra vez el primer mayordomo.

–No puedo hacerlo con los dos, ¿cierto?–Ambos se miraron de reojo con miradas retadoras, era obvio que no podía.

Esto era algo difícil. Tenía que elegir por uno de los dos. Quizás tu hubieras elegido a uno y punto, quizás yo hubiera elegido al de ojos rojos (el otro me daba miedo). Pero ahí estaba el problema, si elegía a uno, el otro bien podía irse a buscar otra presa o podría tratar por todos los medios de quedarse con mi alma en un arrebato de rabia contra el otro, incluso si tenía que robarla.

Tenía que conocerlos, ganar tiempo, saber la actitud de cada cual, hacer que convivan juntos y así tengan algo más de confianza el uno del otro. Así, cuando yo eligiera a uno de los dos, el otro aceptaría y se iría. Aunque siendo ellos de naturaleza demoniaca no sé si esto funcionaría, pero debo intentarlo.

–Es una lástima–Me llevé una mano al mentón–Los dos se ven muy buenos demonios capaces de conseguir lo que sea–Los observé con duda–No sé a cuál elegir–Encogí mis hombros resignada.

–Solo elija a uno–Exclamó el segundo.

–Tengo una idea–Exclamé dando palmadas de felicidad– ¿Qué tal si me demuestran que tan buenos son?–

– ¿Demostrar?–Preguntó el de ojos ambarinos.

–Sí–Me levanté cruzándome de brazos–Quiero que me muestren cuál de los dos es mejor. No quiero a un demonio cualquiera conmigo–

–Con gusto puedo matar a esta escoria–El de ojos rojos sonrió feliz mente mientras se reverenciaba ante mí.

–Acabaría contigo primero, basura–Retó el otro haciendo la misma reverencia.

–No quiero que se maten–Suspiré–Hablo en habilidades–Inspeccioné la negrura.

– ¿Quiere que le demostremos…?–

– ¿Nuestras habilidades…?–

–Eso tomaría mucho tiempo–El primer mayordomo llevó una mano a su mentón mientras en mi mente me carcajeaba diciendo "Eso es lo que necesito, imbécil"–Puedo hacerle una lista de todo lo que he aprendido en más de 3000 años pero- –

– ¡¿3000 AÑOS?!–Pregunté incrédula– ¡ERES UN VEJESTORIO! No, eso queda corto ¡UNA MOMIFICACIÓN! Y aún creo que te queda corto–Me recompuse de inmediato–Pero no quiero palabras, quiero hechos. Si no pueden con este obstáculo retírense y dejen de llamarse orgullosamente demonios porque hasta un niño de cuatro años puede hacerlo–

Ambos se quedaron callados y se observaron por unos minutos que me parecieron eternos. El de ojos rojos suspiró mientras el otro se acomodaba los lentes. La negrura comenzó a dispersarse dejándome de nueva cuenta en el cuarto, y yo aún estaba sobre la cama de pie, por lo que de un salto llegué al suelo y me coloqué unos pasos delante de ellos.

– ¿Y bien?–Pregunté cruzándome de brazos.

–Va a ser duro trabajar con personas inservibles; pero no hay nada más que hacerle–El primer mayordomo me sonrió–Le demostraré que yo soy el mejor, señorita–

–Quisieras que tus palabras se hicieran realidad, sucio. Yo seré el elegido–

–Bueno, ya todo está arreglado–les sonreí a ambos– ¿Cómo se llaman? Yo soy Diane Vennomania–

–No tenemos nombre–Afirmó el de ojos dorados.

– ¿Cómo qué no?–Pregunté confundida.

–Nosotros obtendremos el nombre que usted quiera darnos–El primero seguía sonriendo, aquella sonrisa tranquilizadora me parecía falsa.

¿Un nombre? Bueno, no creo que sea la más indicada para esto. Recuerdo que hablando con mis amigas sobre el futuro y todas esas cosas, llegamos al tema del matrimonio y con eso al embarazo. No sé cuántos nombres y de más iban y venían de todas ellas, pero cuando me preguntaron cómo me gustaría ponerle a mi hijo o hija en el futuro dije: –si es niña: Chicatocapelotas. Si es niño: Chicotocacoño–Ya pueden saber que no soy buena para los nombres.

–Cojan el anterior que tuvieron, no sirvo para eso–

–Insisto–La sonrisa de ese hombre me tenía incomoda.

–Ok, pero deja de sonreír–

– ¿Puedo preguntar porque?–

–Me incomoda, es muy falsa–Respondí sin más y el dejó de sonreír casi al instante, parecía hasta molesto. Creo que el segundo le sonrió burlón, tal vez por haberle dicho lo anterior–Veamos…–Comencé a dar vueltas por la habitación pensando un nombre– ¿Don Quijote y Sancho Panza?–Pregunté observándolos.

–Déjelo–El segundo me detuvo alzando su mano en señal de que parara–Tomaremos nuestros anteriores nombres–

–En ese caso–El de la sonrisa falsa se arrodilló ante mí tal y como lo haría un mayordomo en el siglo XIX–Puede llamarme Sebastian Michaelis, My Lady–Y él volvió a sonreír, pero era con arrogancia, era real.

El otro también se arrodilló–Claude Faustus, Your Highness

Y así fue como conseguí dos mayordomos-demonios, donde uno de ellos robaría mi alma una vez termine mi deseo.

El deseo de ver a mi pequeña hermana gemela feliz de nuevo.

-o-o-o-

¿Qué tal quedó? O-O ¡Déjenlo en los comentarios! En el próximo capítulo Diane les contará a Sebastian y a Claude su objetivo, las reglas y demás.

Getafe*: Una pequeña ciudad al lado de Madrid.

Toledo**: Una gran ciudad que queda justo al lado del río Tagus

¡Nos leemos en el próximo!