Ni siquiera sabía que hacía allí, él jamás hacía cosas como esa.

No tenía un motivo razonable para estar ahí, con una copa de alcohol en la mesa escuchando la música estridente que saturaba el lugar, decorado con tenues luces doradas y un telón rojo que esperaba el momento propicio para abrirse y develar los secretos que pudiera ocultar tras él.

Después de su tercer sorbo de esa bebida que hacía que le ardiera la garganta, la música se volvió más rítmica y la pesada tela comenzó a levantarse. Un par de luces un poco más intensas se encendieron e iluminaron el centro del escenario.

Al ritmo de la música, unas largas piernas enfundadas en un par de medias de seda negra hicieron resonar unos altísimos zapatos de tacón. Con las manos en las caderas y la cintura enmarcada por un ajustado corsé, esa mujer era la viva imagen de la sensualidad.

Cuando la miró con atención, la reconoció. Una de las chicas más hermosas de su Distrito, era ahora una bailarina del más moderno cabaret del Capitolio. Como si representara a su lugar de origen, todo en ella tenía los matices del carbón: negro, gris, un polvo brillante cubriéndole los párpados.

Siguiendo perfectamente el ritmo de la canción, caminó directo hacia donde se encontraba él y lo miró directo a los ojos. Sin dejar de bailar al compás de la música que marcaba sus pasos entonó una pequeña estrofa con una armonía perfecta: Voulez-vous coucher avec moi ce soir?

Al terminar la porción perfecta de la melodía se dio la media vuelta y desfiló por el camino de cristal iluminado hasta perderse detrás del telón.

Ojalá se hubiera quedado medio segundo más, solo para leer de sus labios un 'si'.


Pequeño drabble inspirado en la película Moulin Rouge, y aparte de todo, después de haber leído la historia de Finnick en Sinsajo, se quedó en mi mente la idea de que el Capitolio tenía un montón de cabarets con personas de todos los distritos... ¿Quién sabe? Si gusta mi historia probablemente la continúe con más chicas de Panem. La hermosa saga de Los Juegos del Hambre no me pertenece a a mi, tristemente, sino a Suzanne Collins.