Mi vida por un sueño I

Quizás ha sido la llamada más difícil que haya tenido que realizar en mi vida.

Llevo días sin conciliar el sueño porque una idea me lo ha arrebatado. Desde el momento en el que decidí que mi vida no podía continuar por el mismo sendero y que debía tomar las riendas de mi destino, entendí que debía hacerlo sin dudar; por mí, por él y sobre todo por mis hijos.

Espero a que la mañana siguiente todo mundo salga a realizar sus labores cotidianas y cuando me cercioro de que me encuentro totalmente sola en casa decido tomar el teléfono, no sin antes dar vueltas como león enjaulado tratando de acumular el valor suficiente para hacer lo que tengo que hacer.

Entiendo a la perfección el desconcierto de la voz que atendió del otro lado de la línea y del mundo, yo misma no hubiera podido reaccionar de manera distinta. No tengo claro del todo el por qué lo he hecho, pero definitivamente mi intuición me indica que no existe otro camino.

Quizás he enloquecido, quizás es la desesperación la que ha hablado por mis labios, quizás me arrepienta el resto de mi vida por la decisión que acabo de tomar. Nadie conoce mis planes, yo misma ignoro si existe alguno en realidad.

Mi voz al tratar de explicar los motivos de mi petición ha pretendido ser clara, serena y firme, pero en el fondo presiento que el temblor y la duda se hicieron presentes durante los interminables segundos que duró la llamada.

En cuanto concluyo la primera parte de mi plan, pongo en marcha la segunda y obvia, debo hacer la reservación en el primer vuelo en el que encuentre espacio, así que me comunico con mi agente de siempre y le encargo encarecidamente que lo consiga ya, no sin antes advertirle que de ninguna manera puede permitir so pena de muerte que alguien se entere de mi intempestivo viaje.

Mientras empaco lo poco que puedo necesitar para un viaje repentino y sin pretensiones de estadía, trato de analizar con la mayor calma posible lo que le diré. Mientras doblo un pantalón aquí y guardo ropa interior por allá, me percato de que ninguna idea viene a mi mente y comienzo a preocuparme, "¿estaré haciendo lo correcto?" No puedo, bajo ninguna circunstancia, echarme para atrás en este momento, pero aún así, me siento incapaz de articular un pensamiento coherente, así que decido dejarlo para después.

Otra preocupación asalta mi mente, con suerte y nadie notará mi ausencia, aunque quizás sea prolongada, es muy posible que pase desapercibida o por lo menos pretendo que así lo sea. Ruego a todo Dios, que me ayude a que así sea. Sé que tendré tiempo suficiente para pensar con calma durante la larga travesía, lo que no sé si tendré es la cordura para hacerlo. Tendré que resolver muchas cosas durante el trayecto.

Finalmente, la última llamada que tendré que hacer desde casa. Llamo al taxi que me llevará al aeropuerto y cada paso dado me sabe a un tramo de arrepentimiento, pero desisto de mi primer impulso cada vez que mi cerebro pretende dar marcha atrás. Desconozco ahora mismo mis motivaciones e incluso me parece la locura más grande que haya cometido en mi vida, aún a sabiendas que han sido demasiadas hasta este punto.

No espero demasiado la llegada del automóvil y por primera vez desde que desperté puedo otorgarme un momento de respiro. Mientras comenzamos nuestro trayecto hacia el aeropuerto me permito apreciar lo que en pocas ocasiones tengo oportunidad, observo a través de la ventana el transitar del mundo allá afuera y agradezco las bondades de vivir en una gran ciudad, pero a pesar de ello no puedo evitar sentir las miradas del mundo sobre mi espalda. En ocasiones el mundo me parece tan pequeño que percibo la clara sensación de pérdida de anonimato o quizás sea paranoia, quizás la vida gira totalmente ajena a mi presencia en ella, pero mi megalomanía me impide asimilar esa verdad.

El tráfico en ocasiones puede ser hasta disfrutable cuando tu alma se niega en el fondo a alcanzar su destino. El taxista me ayuda amablemente con la pequeña maleta y antes de cruzar la primera puerta automática me detengo, pero por enésima ocasión me niego a dar marcha atrás.

Para mi infinita fortuna, el día y la hora me permiten pasar casi de inmediato ante el mostrador. La mirada en la chica detrás de éste me indica que no tiene ni la menor idea de quién soy y eso me brinda una bocanada de aire fresco, su tono amablemente ensayado es música para mis oídos. Revisa mi pasaporte y ni se inmuta al leer mi nombre, quizás aunque utilizara el nombre artístico pasaría completamente desapercibida. Me sonríe al extender el pase de abordar acompañado de mi pasaporte y culmina su labor con un ameno "Que tenga buen viaje."

¿Por qué habría de tener relevancia un hecho tan insignificante y tan cotidiano para ambas?, para ella no lo sé, para mí puede significar el viaje de ida sin retorno, el vuelo que cambie por completo mi vida.

En la sala de espera recuerdo que no tengo a donde llegar, que no he pensado en uno sólo de los detalles, que mi impulso me ha traído hasta aquí sin reparar en nada. A pesar de no pretender quedarme por mucho tiempo en el lugar al que voy, seguramente tendré la necesidad de asearme antes de acudir a mi cita y es entonces donde reparo en el siguiente punto, "mi atuendo". ¿Será importante la forma en la que me presente? ¿Dirá algo de mí, develará mi condición antes de que yo logre articular una palabra? No he empacado ningún tipo de ropa adecuada para la ocasión. "¿Qué ropa será adecuada para enfrentar al destino?" Lo ignoro y no he pensado en ello, "Ahora tendré que correr a una boutique o lo que sea para comprar algo por lo menos decente." Mi tren de pensamientos es detenido por mi voz interior que me indica que todo eso es una estupidez, pero mi femineidad me azota con golpes al ego.

Esto comienza a ser infinitamente cansado; mental, emocional y físicamente. Lo pero es que el viaje acaba de comenzar.

Casi por inercia busco el celular dentro del bolso y una vez que lo encuentro, atino a marcar el número de información. La voz amable de la operadora atiende a mi pedido, aunque éste parezca más a una llamada de emergencia que a un simple trámite de reservación.

Un poco de tranquilidad llega a mi alma cuando he conseguido reservar la habitación. Por lo menos ahora tendré un lugar de refugio. Aunque esto podría pintar como una vía de escape en caso de emergencia, no pretendo que lo sea, pero me recuerda el por qué en principio mi subconsciente se había negado a hacerlo.

En la primera escena que imaginé, había evitado cualquier posible pretexto para no confrontarme con la vedad, cualquier maldita escusa que me ayudara a escapar y ahora tendré que hacerlo a valor en mano a pesar de saber que puedo no hacerlo. Es una idea revestida de estupidez pues desde siempre he tendido el poder de no hacerlo si me place, pero lo testaruda me viene de sangre, así que sé que lo haré pase lo que pase, aunque sienta a cada instante que el valor me falta.

La última llamada para abordar mi vuelo me saca de mis pensamientos, no sin antes recordarme que al parecer mi subconsciente pretende sabotearlo todo y por esa razón no había escuchado las primeras llamadas.

Busco y localizo mi asiento, coloco mi equipaje de mano en el compartimiento destinado para ello y me desplomo sobre el cómodo sillón de primera clase. Acomodo mis piernas y a pesar de no poder reclinar el asiento, trato de encontrar la posición más confortable. Me abrocho el cinturón y el sonido que produce me remonta a un pensamiento "Es el cierre de algo, la culminación enmarcada por un sonido característico."

El avión comienza su marcha y sólo el hecho de viajar en primera clase sin tener que compartir mi espacio vital con ningún toro ser viviente, me ayuda a relajar un poco la tensión en el cuello. Miro a la ventanilla y observo el suelo y la civilización alejarse de a pocos y me parece una pintura perfecta que corona este preciso momento de mi vida. Puede ser que mi mundo se aleje de esta manera y a la misma velocidad en muy poco tiempo.

Sé que el camino es largo y que tendré el tiempo suficiente para repartirlo en las tres actividades que tengo previstas; morir de miedo, pensar en miles de panoramas catastróficos y dormir. Decido que lo primero que haré será lo último en que pensé, quizás el dormir un poco me ayude a olvidar que estoy a punto de cometer la peor estupidez de mi vida o el suicido emocional más devastador de mi historia.

Pido a la azafata que venga a mi presencia y su cara me parece un poema mal recitado al momento en el que le solicito me traiga dos vasos de whisky puros, sin hielo. Hace el intento de rebatirme pues no es el horario destinado para ello, pero supongo que mi cansancio mental es evidente y no pretendo discutir ni armar un escándalo de titulares de prensa, así que con la mayor decencia y el tono más sutil que encuentro le recuerdo que pagué por un servicio de primera clase y que sus horarios de atención me importan un carajo.

La chica rezará a todos los dioses que conoce para que ese par de tragos logren desterrar mi conciencia de la faz de la tierra y yo le pediré a los míos lo mismo. En cuanto los recibo, junto el líquidos en un solo recipiente y de inmediato le hago entrega del sobrante para que no ose molestarme de nuevo hasta que yo misma lo desee. Mientras engullo el líquido le indico con la mano que puede retirarse y supongo que por mis malos modos no le quedarán ganas de volver en un buen rato.

Hemos ganado altura considerable como para que el whisky haga efecto lo suficientemente rápido como para que haga las veces de un golpe en la cabeza. Mis párpados comienzan a pesar una tonelada y agradezco mi pleno conocimiento sobre mi cuerpo, sé que a esta altura y a la velocidad que he tomado, el único resultado posible es el sueño inmediato. Caigo rendida sin intermediación de pensamiento alguno, no me ha dado tiempo ni de analizar si gusto acomodarme con mayor confort, simplemente me dejo llevar a la posición menos incómoda y el universo desaparece en ese instante.

Para mi mala fortuna el remedio ha sido peor que la enfermedad, en cuanto logro abrir los ojos, el desfase mental es brutal y no sé dónde estoy ni por qué estoy donde estoy. Un dolor en el cuello me indica que la posición que he adquirido ha sido la pero posible, a pesar de que un alma caritativa y muy posiblemente la pobre azafata maltratada por mí, ha tenido piedad y me ha cubierto con una manta para que el frío no acabara con mis pulmones o de lo contrario hubiera despertado antes con toda seguridad, pero como no ha sido así, he dormido lo impensable.

La voz profunda del piloto le informa a mis neuronas que comenzamos el descenso y ellas aún no alcanzan a comprender nada. Estoy molesta, muy molesta conmigo y mi falta de previsión, no creí por un segundo que esto pudiera pasar, pero quizás las cosas pasan por algo y esto me ha evitado la tortura de eternas horas de pensamientos, lo que quizás me hubiera orillado a tomar el primer vuelo de vuelta a casa, pero no fue así, no he logrado pensar en nada y ahora no tengo la menor idea de lo que voy a hacer.

El tono de falsa amabilidad de mi querida azafata, me despide y me recuerda tener una linda estadía. No sé si golpearla o agradecerle los buenos deseos pues creo que mi viaje ha sido todo menos placentero, pero de ni ninguna manera ha sido su culpa.

El sinnúmero de sellos en mi pasaporte agiliza mi paso por aduana y migración, el hotel ha enviado un vehículo a recogerme lo que me evita mayores complicaciones. En el tránsito hacia el hotel, no puedo evitar pensar en que todo en mi vida se encuentra como esta ciudad y en el paralelismo de mi estado de ánimo con el clima.

El fío recibimiento del chico de recepción del hotel me ayuda a poner distancia con mi paranoia, es evidente que nuevamente otro ser humano no tiene ni idea de quien soy y eso me tranquiliza sobre manera, lo que me da la confianza de pedirle asesoría a cerca de mi problema de vestimenta. El chico me propone algunas opciones para solucionarlo y decido que la mejor será que me lleven a la habitación algunas propuestas de la boutique de confianza del hotel. Realmente no necesito gran cosa, con una camisa, un saco sport y quizás un abrigo esté hecha.

En lo que tomo una rápida ducha espero a que el botones llegue con las propuestas y me pregunto nuevamente en el inter ¿cuál será la manera adecuada de vestir para enfrentar al destino? Sé que ya me lo he preguntado, pero parece ser un pensamiento recurrente y obsesivo en mi casi traumatizada mente.

El tiempo paremia y realmente no he considerado los tiempos de traslado, así que en cuanto el chico deja los cambios en el sillón y le agradezco con una considerable propina por la molestia, es entonces cuando me dedico a discutir con el espejo. El reloj no detiene su marcha y me lo recuerda cada que cruza frente a mis ojos, comienza a exasperarme su insistencia. El espejo no ayuda a mi estado de ánimo pues me recuerda que el tono de mi cabello no me agrada del todo y que debí retocarme el tinte o que mi peso no es el ideal para vestir tal o cual cosa.

Finalmente cobro consciencia de que no puedo aplazar lo inevitable y me encuentro a nada de cruzar el umbral del punto de no retorno, o me enfrento o huyo. Visto el esfuerzo y la cascada de malas decisiones que he tomado desde que abrí los ojos el día anterior, no pretendo volver sobre mis pasos ahora, así que tomo el teléfono y pido a la recepción que me tengan listo el auto que he rentado, no quiero testigos del destino al que me dirijo y menos ojos pendientes de mi regreso, pues desconozco el estado en el que lo haga.

Mi corazón comienza a enloquecer en el momento en el que el valet me entrega las llaves del auto, sé a donde me dirijo pues he recibido las instrucciones necesarias, pero una duda comienza a revolver en mi cabeza "¿Y si no llega, si todo esto ha sido en vano?"

Lo que me lleva al siguiente pensamiento que debió haber ocupado mi mente todo este tiempo y huidizo se negó a aparecer desde el inicio "¿Qué diablos le voy a decir?"

El trayecto no es lo suficientemente largo como para llegar a la respuesta que busco, eso y lo difícil que es manejar aquí me ha distraído lo suficiente como para calmar la taquicardia, pero poco dura la distracción pues en cuanto desciendo del auto todo vuelve a su curso anterior.

El recibimiento del capitán de meseros es exquisito, una de las cosas que adoro de esta ciudad es eso, pero todo cobra otro tono en cuanto le informo el nombre al cual está hecha la reservación, una ceja levantada y un tono bajo me indica que existe una cierta suspicacia en su actitud. No sonríe abiertamente, pero su mirada lo hace en un tono indefinido. Me indica el camino a la mesa reservada y lo lejano que se encuentra del resto me hace pensar "¿Por qué habrá escogido este lugar y esta mesa en especial?" Definitivamente nuestro encuentro está fuera de toda cotidianidad, pero aún así no puedo evitar sentir que existe un trasfondo en esto. Ese pensamiento es cuartado de inmediato al percatarme de que fui yo la que propició el encuentro y sin visos de ninguna premeditación, por lo que no tuvo ni un instante para pensar en acciones rebuscadas.

Me tranquilizo hasta que me doy cuenta de que desde la posición en la que me encuentro no me podré percatar de su llegada. Nuevamente la inseguridad me asalta "¿Y si no llega, me quedaré como estúpida esperando? ¿Cuánto tiempo será prudente esperar?" La respuesta no tardó en llegar. Apenas el capitán atinó a tomar mi abrigo y colgarlo en el perchero, cuando su figura irrumpió en mi campo visual.

Si tuviera que definir un sentimiento para ese instante me sería imposible identificarlo. No supe si extender mi mano para saludar, aproximarme o esperar. Finalmente el instante decidió por mí. Entregó su abrigo al mismo capitán, quien lo recibió, acomodó con premura y se retiró de inmediato. Entonces todo comenzó y mi voz fue la que dio paso al preámbulo.

-Hola. Toma asiento ¿o piensas permanecer de pie?.

Maldije a mi boca por haber articulado tan escueto recibimiento rayano en lo grosero, no era mi intención en lo absoluto, pero mi voz decidió saltar el filtro de mis pensamientos y pasar directo a mis labios articulándose sin permiso. Cerré los ojos y no pude alcanzar a ver su reacción, corregí o por lo menos lo intenté.

-Discúlpame, lo que sucede es que estoy muy nerviosa. Toma asiento por favor.

Siento que un escalofrío recorre mi cuerpo cuando me encuentro con su mirada y lo único que alcanzo a leer es una enorme interrogante. Hasta ahora no me había percatado de que no ha pronunciado una palabra y supongo que pretende que yo sea la que comience a hablar, lo que es completamente lógico al haber sido yo la que propició u obligó el encuentro, pero no deja de parecerme descortés de su parte. Trato de omitir ese pensamiento y continúo.

-¿Quieres ordenar algo?

Entonces el detonante dispara, su voz es profunda e increíblemente serena. Pasa sus dedos por sus labios en una acción que extrañamente reconozco y suelta la primera frase del día.

-No entiendo para qué me has citado.

La sentencia es directa, sin rodeos y a diferencia de lo que había pensado, eso le quita una significativa cantidad de peso a lo que seguiría. Así me parece mucho más fácil hablar sin rodeos ni tapujos, así que pago con la misma moneda y respondo sin más.

-Te cité aquí por él, por mí y por mis hijos. Necesitaba hablar contigo… necesito decidir mi fututo.

Su expresión cambia de inmediato y no entiendo por qué, dudo mucho que hubiera pensado que esto podía tratarse de otra cosa, dudo mucho que supusiera que esto se trataría de una visita social. Retira un poco la silla y hace el amago de levantarse por lo que poso mi mano sobre su antebrazo en un esfuerzo por detener lo que parecía inminente y yo no podía permitir que esto terminara sin siquiera comenzar, a mi movimiento lo acompaña la voz más serena que logro encontrar.

-Por favor no lo hagas Gillian, por lo menos escúchame y si después de eso te quieres ir lo entenderé.

Ella dirige su mirada hacia mi mano que la retiene y yo la retiro de inmediato, quizás he sobrepasado el límite del contacto, pues si mal no recuerdo ella tiene cierta animadversión a eso, cosa que debería no importarme en lo absoluto, pero en este momento tengo un objetivo y no quiero irme de aquí sin que me escuche. Ella se reacomoda un poco en la silla y emprende su discurso, quizás más preparado que el mío.

-No sé a qué viene todo esto. No entiendo qué puedo yo influir en las decisiones sobre tu futuro. Si no mal recuerdo nosotros apenas si podemos considerarnos personas conocidas, en el mejor de los casos. Si tiene dudas de algo bien puedas preguntarle a él. No entiendo qué puedo decirte que él no pueda responder. Es tu marido.

Guarda silencio un instante y clava su mirada en la mía, no logro identificar lo que me quiere decir con ella, yo no poseo la capacidad que mi marido tiene para leerla y si pretende que yo lo haga está equivocada. Mi respuesta está cargada de significado y creo que nadie mejor que ella para comprenderlo.

-Es "mi" marido, pero tú lo conoces mejor que nadie.

Se recarga sobre el respaldo de la silla y contesta en un tono cansino, como si hubiéramos tenido esta conversación miles de veces. No sé si pretende cubrir una mentira o tiene miedo de que yo logre leer en ella la verdad.

-No es verdad Tea… sabes que eso no es verdad.

Sonrío y guardo silencio en espera de algo más, pero no lo hay. En claro lenguaje corporal de confrontación, reclino mi cuerpo hacia delante para acercarme lo suficiente para que me escuche sin tener que levantar la voz y que el resto del universo se entere de lo que por lo menos para mí, es evidente.

-Por favor no lo hagas Gillian, no comencemos esto de esta manera. Por lo menos has el favor de no subestimarme.

Rudo de mi parte quizás pero logro que ella reaccione con una mirada centellante. Aproxima su rostro muy cerca del mí, pero contrario a lo que yo misma hubiera pensado, no me echo para atrás y le sostengo la mirada.

-¿Qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que según tú necesitas saber y que yo te puedo decir?

Para no estar preparada las cosas fluyen de mi boca sin pensarlo, pero de ninguna manera me acercan a mi objetivo y esto es porque no tengo idea de cuál es. Su pregunta es totalmente válida y me toma desprevenida, pero aún así dejo que mi cerebro conteste con honestidad y por mí, de otra manera no podría articular palabra.

-La vedad. Necesito saber la verdad.

Sus ojos azules demuestran cansancio, es evidente que llegó a la defensiva y sin ánimo de darme réplica. Quizás yo haría lo mismo en su lugar, pero no estoy yo en la tarea de ponerme en sus zapatos en este momento, soy yo la que necesita respuestas, es mi vida la que está en juego, es el futuro de mis hijos el que ahora está en sus manos. Claro que lo está porque yo lo he puesto ahí. Su voz al contestar es pausada y totalmente calma.

-Lamento mucho que hayas tenido que hacer un viaje tan largo para no encontrar respuestas, pero no soy yo a la que le tienes que preguntar.

Esto se me está yendo de las manos y necesito hacer algo urgente para recuperar el camino. Efectivamente no pretendo irme con las manos vacías después de todo lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí. No me importa ahora lo que ella piense y mucho menos si tengo que transgredir los límites del contacto o de mi dignidad. Alargo mis manos y las poso sobre las de ella.

-Por favor, comencemos de nuevo. Discúlpame si he ido demasiado lejos pero estoy desesperada. De mujer a mujer te lo pido.

En principio le noto un una reacción defensiva, pero para mi propia sorpresa encuentro una chispa de compasión en su mirada y siento que ha abierto una puerta que no pretendo dejar sin traspasar. Su rostro cambia de semblante y su mirada antes centellante cobra una clara tonalidad que me descoloca, ¿cómo es posible que esta mujer hable así con la mirada y que además logre cambiar la percepción del tono de color de sus ojos? Ahora el azul de sus ojos parece más claro. La sensación que me produce me obliga a soltar sus manos y entonces soy yo la que echa el cuerpo hacia atrás. "¿A caso me ha respondido con la mirada y yo he recibido el mensaje fuerte y claro?" La extraña sensación me toma desprevenida, es casi como si me hubiera hablado con la mente y yo la hubiera escuchado. "¿Qué diablos es esto?" Su voz me saca del embrujo o el espanto.

-Está bien, te escucho. No sé como yo pueda ayudarte, pero si crees que puedo hacerlo entonces haré lo que esté a mi alcance.

Lo dice en un todo casi fraternal, dulce y totalmente lejano al felino arranque de nuestra conversación. Yo sé que la situación se presta, pero esto está cobrando una sensación de vértigo de montaña rusa. Casi en tono de ruego le pido.

-Cuéntame la verdad.

Su lenguaje corporal vuelve a la defensiva de inmediato y antes de que pueda responder en el mismo sentido que antes, nos vemos interrumpidas por el estúpido mesero que pregunta si estamos listas para ordenar. Yo soy honesta y lo único que pido es un trago, porque mi cuerpo no sabe qué hora es y desconozco si la costumbre manda lo contrario en estos casos, pero me importan poco los modales en este momento. Ella pide sólo un agua gasificada.

Sin necesidad de insistir ella retoma la conversación, su cuerpo se inclina hacia delante y recarga los antebrazos sobre la mesa como tratando de hacer hincapié en su respuesta.

-No entiendo a lo que te refieres, desde el inicio has insistido en una verdad que… no sé qué verdad es la que quieres escuchar.

Su respuesta me parece hasta simpática y mortalmente irónica "¿A qué verdad me refiero?" creo que la verdad es una sola y no hay más.

-Gillian, te pedí que no me subestimaras y creo que lo estás haciendo de nuevo. No hay muchas verdades, sólo hay una y es la que quiero escuchar de tu boca. Él y tú, cuál es su historia, cuál es la verdad sobre ustedes dos.

La respuesta inmediata a mis preguntas es la negación rotunda con su cabeza y posteriormente pone sus dos pequeñas manos sobre su rostro y contesta detrás de ellas. Nuevamente parece cansada de responder, ¿a caso le hecho la misma pregunta millones de veces? Nunca lo había hecho, ¿a qué viene su cansancio?

-Conoces nuestra historia, tú estuviste ahí. Tienes razón y sólo hay una verdad y esa se la puedes preguntar a él. Sigo sin entender por qué he de ser yo la que te responda, ¿a caso le has preguntado a él sobre "la verdad" a la que te refieres?

El mesero interrumpe nuevamente colocando las bebidas sobre la mesa y espera de pie a un lado de la mesa, pareciera que al igual que ella está expectante de mi respuesta. Mi mirada debe haber sido suficiente para que el chico entendiera que aquí no habría más hasta que se le llamase. Espero a que el mesero esté a distancia prudente para yo poder arremeter con mi respuesta.

-Claro que le he preguntado y no he recibido más que evasivas como respuesta, algo parecido a lo que haces tú ahora. ¿Sabes lo que es dormir a lado de un ser humano que no está ahí? Que por años ha parecido atento, cordial, cariñoso, apasionado, pero nada más. Que cunado comparte conmigo la cama lo hace con su pensamiento a miles de kilómetros de distancia. ¿Sabes lo que es vivir a lado de un hombre que pretende ver partidos de béisbol o básquetbol, sólo para dejar volar su imaginación a los futuros imposibles que no pudo vivir?

Es evidente que cada una de mis palabras parecen una daga clavándose en alguna parte de su alma y su respuesta lo confirma.

-No es necesario… no quiero saber eso.

Creo que el estrépito de mi carcajada la ha sacado de balance y al capitán de meseros también, pues se asoma discretamente dirigiendo su mirada hacia el lugar donde nos encontramos. Después de mi abrupta y sonora interrupción arremeto de nuevo.

-Justamente a eso es a lo que me refiero. ¿Por qué te molesta saber eso? ¿por qué diablos parece que duele cada una de mis palabras? Si sólo fueran viejos compañeros de trabajo, nada de lo que digo tendría por qué afectarte y es evidente que no es así.

Se remueve en la silla y toma un sorbo del agua que acaba de traer el mesero. Mueve su cabeza en sentido negativo, pero parece más tratar de controlar un impulso que negar realmente mi afirmación.

-¿Qué relevancia tiene eso? Estoy lejos, estoy al otro lado del mundo. ¿Qué importa ahora?

Algo está sucediendo en mi estómago aunado al calor que siento recorre mi rostro en este momento. La furia crece en mi interior, pero sé que debo controlarme. No vine a confrontarla, realmente necesito saber y no continuar con mi vida a ciegas como lo he hecho durante tantos años.

-"Tú te fuiste, pero nosotros vivimos con lo que dejaste."

Achica los ojos y su expresión de asombro se magnifica, no sé si es estupefacción lo que hay en su rostro, incredulidad o desconcierto. Mi frase ha surtido efecto pues lo que sigue es más una cascada de sentimientos que un cúmulo de palabras.

-¿Me estás citando? ¿Estás repitiendo lo que escribí para un maldito capítulo? ¿Qué es eso? Creo que no vamos a ningún lado, ¿entiendes lo irracional e ilógico que resulta todo lo que dices? Si viniste aquí par armar una escena de celos o no sé qué diablos, podemos terminarlo de una vez, yo no pretendo tener nada con tu marido si es a eso a lo que tienes miedo, vivo al otro lado del mundo y no pretendo por un instante quitarte lo que es tuyo. No me conoces si piensas que soy esa clase de mujer, yo no pienso entrar en un juego de novela barata. Quédatelo, es tuyo. Nunca he pretendido nada… francamente siempre te tuve en otro concepto y me parece que después de tantos años tus recelos no vienen al caso. Si crees que tu marido tiene una aventura con alguien entonces tienes la brújula muy perdida y estas mirando para donde no debes. No es conmigo si es a lo que te refieres. Lo estás tratando como un objeto y él no es un objeto, no es moneda de cambio de la que tengamos que pelear la propiedad. Es una estupidez.

Mis ojos se llenan de lágrimas al escucharla, el nudo en la garganta enronquece mi voz, sé que está a punto de levantarse e irse y lo que digo es más para mí que para ella.

-No es mío, nunca lo ha sido. Sueña contigo, piensa en ti todo el tiempo. Cuando pretende pasar tiempo conmigo su mirada perdida en el pasado me lo arrebata. Eres tú en su mirada. Perdí más yo con tu partida que nadie en esta historia; yo y mis hijos. Está perdido desde que supo que te habías ido. No tengo idea él sabía que te irías, pero eso no tiene la menor importancia, te fuiste y contigo se fue todo él. En el fondo siempre lo supe pero no quise darme cuenta, hizo todo lo posible para convencerse de que lo mejor era olvidarte, pero la verdad es que no ha podido. Desde el día de tu partida es más doloroso verlo intentar que perderlo definitivamente. No lo entiendes, el trató desde el primer día de acostumbrarse a la idea, hizo su mejor esfuerzo por ser el mejor esposo, el mejor padre, el mejor amante. Pero fue el inicio del declive hasta que hemos llegado a lo que somos a hora. Hoy está mal, está muy mal. Se ha perdido en el abismo, se hunde más y más cada día. Estoy segura de que ha tratado de olvidarte metiendo su cabeza en cada entrepierna que ha encontrado, te busca a ti en todas la mujeres que encuentra… te buscó a ti en mí. ¿Sabes qué es lo peor? Que no lo acepta, que él mismo se niega a ver la verdad. La maquilla, se niega a aceptarla… él te ama.

Se hunde en la silla y sus ojos azules se hacen agua, su respiración se vuelve más profunda en vano afán de controlar lo que parece irremediable, pero estoicamente resiste, sólo una lágrima corre por la comisura de su ojo derecho y de inmediato la limpia con un movimiento casi furioso, únicamente alcanza a articular una oración que se refiere directamente a lo que le ha impactado más. Para mi sorpresa, no ha sido la declaración de amor a través de mis labios la que ha movido sus fibras.

-¿Está muy mal? No quiero saber… por favor ¿por qué has venido hasta aquí a decirme todo esto?

Se levanta intempestivamente de la silla y yo doy por hecho que hasta aquí ha llegado todo, pero no toma ni su abrigo ni su bolsa, se gira de inmediato y alarga su pequeña mano.

-Voy al baño… sólo voy al baño.

Y se aleja. Su pequeña figura se dibuja a contraluz y deja en evidencia nuestras diferencias físicas; su estatura, sus piernas cortas y bien torneadas, su breve cintura… no comprendo que siendo tan distintas de alguna forma no pueda evitar encontrar un parecido entre nosotras. Ignoro lo que es pues mis ojos y la lógica me indica lo contrario, pero quizás hay un algo que nos conecta más allá de él.

En el fondo me niego a aceptar que vivir y convivir todos los días en el abismo junto con él, me ha hecho apreciar nuestras similitudes. Ella ha sido mi infierno por tantos años y la mayoría lejos de mi conocimiento, he llegado a pensar que sin saberlo aprendí a conocerla a través de los ojos de él, a que permeara la admiración que él siente hacia ella y lo peor de todo es que ni siquiera él se percata de ello, se lo ha negado tantas veces que ha logrado perder noción de ello. Hay algo extraño en admirar a tu rival, en definitiva me cuesta odiar a ese pequeño ser humano y creo saber la razón, aunque no lo quiera admitir con todas sus palabras.

Ahora no sé si esperar o salir corriendo, creo que poco he logrado hasta ahora y no sé si esto me llevará a algún lado. No sé lo que quiero. Ahora ya no estoy segura de querer seguir escuchándome, porque no es lo que ella dice lo que duele, es todo lo que calla y hace evidente que desde siempre he tenido la respuesta en mi mente. Quizás este haya sido el viaje más absurdo de mi vida, pero en definitiva era necesario.

La espera se prolonga y me parece que no volverá. De cierta forma me suena razonable así que comienzo a hurgar en mi bolsa para buscar la tarjeta y pedir la cuenta, pagaré el trago más caro de la historia con vuelo redondo a Londres incluido, más impuestos y propina. No encuentro la maldita cartera en el mundo de mugres que guardo en mi bolsa y me recuerdo que debo poner orden en algún momento de mi vida en eso también. Me encuentro ensimismada en la labor cuando escucho que la silla se mueve y su voz baja me obliga a poner atención.

-¿Está muy mal? ¿Qué tan mal está? Debe ser grave donde te decidiste a volar hasta aquí. Por que no sólo me lo dijiste por teléfono, yo hubiera…

La voz se le quiebra nuevamente y trata de controlarse, no sé si enternecerme o matarla en este momento pues es evidente que ha tardado tanto tiempo en volver porque fue a llorar copiosamente al baño, su piel y sus ojos enrojecidos la delatan. Aprieto el objeto que se encuentra en mi mano dentro de la bolsa, aunque desconozco lo que sea, lo estrujo con fuerza. Pero es mi culpa, esto es la consecuencia de lo que acabo de hacer. Termina por morderse el labio inferior y retomar lo que decía.

-… yo hubiera ido si me lo hubieras pedido. ¿Qué quieres que haga?

Mi cabeza da vueltas, realmente no venía a esto. Yo pretendía encontrar respuestas más no pedir ayuda. Yo no quería que ella se ofreciera a ayudarme y mucho menos pretendí ser testigo del maldito derroche de amor que ahora veo salir por sus ojos de manera incontrolable, el dolor que emanan parece lejano al mío por mucho y me hace cuestionar mis propios sentimientos. La odio por eso, por qué diablos tiene que mostrar ese despliegue amoroso en mi cara, le brota por cada maldito poro de la piel. El cosmos me traslada en un infernal viaje al otro lado del universo y me pongo en sus zapatos y me pregunto "¿Si yo estuviera en su posición, realmente lo amaría tanto? ¿Lo amo tanto como ella?" y la respuesta evidente e inmediata que salta todas mis barreras mentales es no, definitivamente no lo amo como ella.

Su mirada casi suplicante se clava en la mía y he olvidado lo último que ha dicho, no tengo idea de qué respuesta espera de mí. Me he quedado estupefacta con ver el espectáculo de amor que acabo de presenciar y el viaje al que me ha transportado. Odio el tren descarrilado de pensamientos que me ha producido, ¿qué han hecho este par de imbéciles para desperdiciar lo que sienten? ¿yo he sido un impedimento? ¿quiero ser la causante de algo así? ¿yo tengo la culpa de que no puedan estar juntos?

Ella a echado su cuerpo hacia atrás y es entonces cuando me percato que la última pregunta no sólo a surcado mi mente, sino que ha alcanzado mi boca y se ha materializado y lo sé no solamente por la lividez de en su rostro, sino porque mi propia voz resuena en mis oídos.

-…no puedan estar juntos?

Las palabras en su boca trastabillan, su descontrol es total. Evidentemente la he tomado por sorpresa y no sabe que decir.

-No, no, no… No sé a qué… ¿qué dices?

Y nuevamente sin permiso la pregunta se repite desde mis labios.

-¿Yo tengo la culpa de que no puedan estar juntos?

Ahora su respuesta es tajante y segura, pero la implicación es algo que ella no considera. Por parecer firme termina admitiendo algo que en principio no quiso hacer.

-No.

Es un "no" que incluye tantos síes que acaba admitiendo un sinnúmero de cosas con tan sólo dos letras. Soy una mujer inteligente y conozco el significado de una doble negación. Se percata de inmediato y trata de recomponer, pero cierro los ojos y muevo la cabeza en sentido negativo, quizás ella haya negado una sola cosa, pero el resto queda aceptado.

Está bien, podré aceptar que no sea yo la causante de que no puedan estar juntos, pero ha aceptado que "no pueden estar juntos" "juntos." Ahí está develada la primera verdad que vine a buscar. Un rayo ilumina mi mente y recuerdo una sentencia que viene al caso ahora, así que desisto de mi intento inicial de tratar de sacar una verdad huidiza y sustituyo la estrategia. Contaré mi historia entonces.

-Yo me había divorciado cuando lo conocí. Bueno no. Cuando lo conocí yo aún estaba casada y no reparé en él en ese momento. Años después busqué conocerlo. Su fama le precedía… tú me entiendes. ¡Excelente amante! ¿Habrás escuchado de ello?...

Su rostro enrojecido me responde, creo que comienzo a encontrar la forma de conseguir lo que vine a buscar. Continúo.

-…Pues alguien me contó, seguramente alguna "amiga" del medio, tú sabes… "los rumores vuelan en este mundo tan pequeño…"

Vuelvo a hacer una pausa y aunque no ha sido deliberado, la doble intención de mi última frase ha llegado lejos, pues intenta rebatirme a algo a lo que ni siquiera la he implicado directamente. No la dejo hacerlo y prosigo. Es evidente que da por hecho que yo he escuchado rumores acerca de ellos dos. Hago caso omiso de sus reacciones y me pierdo en un viaje interior, nuevamente hablo más para mí que para ella.

-…No importa. ¿Sabes? Ahora que lo pienso, hay cosas que no tenían sentido y que justo ahora comienzan a cobrarlo. Un día me dijo que había llegado a su vida en el momento justo…

Mi mente vuela en ese instante al momento aquél en el que me lo dijo y que yo estúpidamente asumí como descomunalmente romántico. Observo la reacción en el rostro de ella y aunque no es mi intención sé que le está doliendo. Lo único que pretendo es una respuesta de su parte, necesito escuchar la verdad y me parece que estoy acercándome mucho o por lo menos esa impresión me da, así que sigo.

-Qué estúpida fui, creí que se refería a mí… a nosotros y ahora me queda claro que se refería a ti. Estaba desesperado por sacarte de su vida… ¿fue eso verdad? No me contestes, no es necesario. ¿Cómo no lo vi antes?

Trato de presionar más, al parecer con ella funciona eso, me comienzo a percatar que no soporta la injusticia o que se le acuse de algo que no ha hecho. Pretendo llevarla al límite si es necesario, así que la acuso.

-¿Qué le hiciste?

Al parecer está transformándose en un libro abierto frente a mis ojos, el fuerte rubor en su rostro ahora aparenta provenir del enojo y su respuesta me indica el por qué.

-¿Yo? ¿eso fue lo que él te dijo?

En ese momento me esclarece una verdad que no había considerado antes y que ahora se develaba ante mis ojos con una claridad apabullante, el amor es muy frágil y la inseguridad que causa a los implicados es mortal. Comenzaba a quedar en evidencia la fragilidad de su relación y el por qué del desastre. Ella se muestra terriblemente frágil ante lo que él haya dicho o no de ella y eso me recuerda innumerables ocasiones en las que le escuché comentarios poco amables en relación a ella.

La sola suposición de que ahora él haya dicho que fue ella la culpable la descoloca sobremanera. Siempre tuve claro que lo de ellos era complicado, yo misma lo definí como una mezcla extraña entre un viejo matrimonio y una relación de hermanos, por más descabellado que sonara, así lo percibía.

A sabiendas del daño que podía causar al guardar silencio ante su pregunta, decidí arriesgar. Comenzaba a ser un juego de meter aguja para sacar hilo, pues ella por decisión propia no diría nada. Ella asumió mi silencio como una respuesta afirmativa y se descoció como hilo de media.

-¿Yo? No fui yo y si eso te dijo no sé que diablos le pasa por la cabeza, creí que eso había quedado claro hace muchos años. Fue la cadena, la maldita vida, pero yo no hice nada. Fuimos unos malditos títeres en manos de los intereses del poder y unos estúpidos impulsivos por dejarnos llevar y manipular sin pensarlo. Pasaron muchos años para que yo me diera cuenta de ello, pero no puedo creer que él no lo haya entendido aún. Tú misma fuiste parte de ello, no me digas que no lo sabías.

Es la primera noticia que escucho al respecto y me cae como balde de agua fría. Su afirmación implica algo grave y no estoy dispuesta a dejarlo pasar así como así ¿Yo, parte de qué?

-¿Qué quieres decir? ¿Yo de qué diablos fui parte?

Comienza a levantar un poco la voz y es porque yo misma lo he hecho. Esto está tomando un tono serio y quizás no sea el lugar apropiado para hacer lo que estamos haciendo, pero por otra parte, quizás sea el único en el que medianamente nos podamos moderar.

-¿Cómo me puedes preguntar de qué fuiste parte? Lo sabes perfectamente… de nuestra separación.

Ahí está, con todas sus letras y a pesar de esperar esa verdad no pensé que atravesara mi corazón de esa manera. Mi rostro debe decirlo todo porque se ha quedado callada de pronto, la expresión en su rostro lo dice todo, se ha arrepentido de lo dicho apenas ha terminado y nuevamente lleva sus manos al rostro cubriéndolo por completo y desde ahí continúa.

-Me dijiste que no te subestimara, ahora no pretendas hacerlo conmigo, no me digas que no lo sabías, por el amor de Dios… ¿Él nunca te lo dijo? ¿no lo intuías por lo menos? Por favor, todo el mundo lo sabe. Tú lo sabías.

Cierro los ojos y respiro profundamente. Mi respuesta no puede ser la misma para todas sus preguntas. A pesar de sentirme el ser humano más estúpido del universo, atino a contestar sin un dejo de sentimiento en ello. No sé si estoy en shock o esto comienza a importarme cada vez menos en el fondo y no sé cual de las dos pociones me asusta en mayor medida.

-No lo sabía, sí lo intuía y no, no me lo dijo.

Levanta la mirada por encima de sus manos, suena determinada.

-¿Te mintió? No lo creo, él no es así.

Prosigo con esta dolorosa dinámica pues comienzo a conseguir lo que vine a buscar, pero no pienso hacerlo por medio de mentiras.

-No me lo dijo y no dije en ningún momento que me haya mentido. Cuando lo conocí o me lo presentaron o lo que sea, me pidió evitar temas del pasado y yo estuve de acuerdo. Yo venía de un divorcio y lo menos que quería era ahondar en aguas peligrosas, ya había transitado por ahí y no quería que una nueva relación iniciara así. Otro de nuestros acuerdos desde el inicio fue mantenerlo oculto hasta ver si algo pasaba entre nosotros y finalmente el último acuerdo fue que nuestra relación sería libre. Ahora entiendo absolutamente todas sus peticiones, no quería cerrar la puerta contigo a pesar de querer sacarte de su vida y yo estúpidamente me tragué todo el cuento de que ustedes dos se odiaban, que su relación laboral era pésima… soy una imbécil, hasta intenté ayudarlos a mejorarla.

Toda la represa de sentimientos y pensamientos se desbordó arrojando luz un sinfín de verdades que me negué a aceptar, a pesar de que en el fondo las sabía. No soy una mujer estúpida, pero en este preciso momento me siento la más imbécil de los seres humanos sobre la faz de la tierra. Una carcajada se gesta desde la boca de mi estómago y es el producto de mi incredulidad. Todas las piezas comienzan a encajar en el rompecabezas. Ella trata en vano de justificar.

-Pero es verdad, nuestra relación laboral fue pésima y llegamos a odiamos. Sabes que nos odiamos y que todo fue muy difícil desde entonces, tratar de recomponer...

Quizás nuestro tono ha perdido el control pues alcanzo a percibir miradas sobre nosotras y el mesero que desde hace mucho no se ha atrevido a aproximarse lo confirma, pero mi consciencia de ello no me limita y contesto en la misma tónica.

-Pero eso fue después de que él decidió casarse conmigo ¿o me equivoco?

No piensa en la respuesta pues he logrado hacer que únicamente reaccione ante mis aseveraciones a pesar de que insiste en guardar las apariencias.

-Él cambió… todo cambió. Sus decisiones fueron las que desgastaron las cosas en el trabajo, su necedad de mudarse…

Ambas estamos fuera de control y lo sabemos, por mi parte no pretendo detenerme.

-Por el amor de Dios Gillian, no me des versiones oficiales, para versiones oficiales con las de él me bastan y sobran, necesito la verdad.

Su tono cambia drásticamente, baja la voz y habla como si se dirigiera al vacío.

-¿Para qué quieres la verdad?, la verdad es que él está contigo, que tienen dos hijos, que la vida pasó, que yo tengo una vida aquí, que mis hijos me necesitan como los tuyos lo necesitan a él. Esa es la única verdad, deja el pasado en paz que a nadie le hace bien hurgar donde ya nada se puede cambiar.

Guardo silencio por un momento, lo que aparentemente le hace pensar que el tema ha sido concluido y que nuestra reunión también. Nada más distante de eso. Tomo el whisky que se encuentra servido desde hace mucho tiempo frente a mí y lo hago de un solo trago pues necesito el impulso para terminar con esto. Hurgo en mi bolsa y saco mi teléfono celular. Mi voz es más baja de lo que quisiera pero no encuentro fuerzas para elevar el tono sin que el nudo en mi garganta rompa el cristal de mis cuerdas vocales.

-¿Esta es la verdad a la que te refieres?

Saco las gafas y busco en mi teléfono mientras me percato que ella comienza a colocarse el abrigo aún sin levantarse de la silla, no me apresuro pues sé que no podrá irse después de ver lo que le tengo que mostrar. Con lo que ahora sé sobre lo que siente, no será capaz de irse. Quizás en un inicio pude pensar lo contrario y ahora sé que sería incapaz de reaccionar de manera distinta. Encuentro la fotografía, giro el aparato y se lo muestro.

-Esta es la verdad Gillian, esto es lo que es ahora. Yo no quiero ese padre para mis hijos o peor aún, yo no quiero a mis hijos sin su padre. Aunque sea lejos, pero por lo menos lo necesito vivo. El se escusa diciendo que es exceso de trabajo, tú lo conoces y lo has visto trabajar a morir y cuándo lo habías visto así.

Ella achica los ojos en el intento de enfocar, mete su mano al bolso del abrigo y saca los lentes. En el momento en el que se los coloca puedo ver como las lágrimas se agolpan en sus ojos y su rostro se descompone, no lo puede evitar, es superior a ella y cubre su boca con su mano.

-¿Pero qué tiene, qué le pasó? ¿Está enfermo?

El llanto no la deja proseguir, suelta el teléfono, se quita los lentes y de inmediato cubre sus ojos con una de sus manos. Nuevamente trata de justificarse y entre sollozos apenas alcanza a articular.

-Perdona… yo… Sólo me preocupa. ¿Qué sucede, dime qué es lo que está pasando?

Al verla reaccionar de esa manera me mueve el mundo y se esclarece para mi la verdad que realmente vine a buscar, yo no lo amo de esa forma. Si en un rato antes lo vislumbré, ahora me queda tan claro como el agua. Si en algún momento yo sentí lo mismo por él ahora parece muy lejano, creo que ni de cerca sería lo que ella siente en este momento. Otra verdad me golpea el rostro de frente, realmente estoy aquí por mis hijos, porque en verdad me preocupa que sufran la pérdida de su padre. Ellos no se merecen pasar por algo así.

-¿Sabes? Me considero una mujer inteligente y te considero de la misma manera. Quisiera que habláramos sin tapujos. Quizás vine en busca de una verdad pero me llevo otra mayor. Él está muy mal y necesita ayuda. Yo he intentado de todo, he discutido con él infinidad de veces, he tratado de hacerle ver que esa carrera autodestructiva no lo va a llevar mas que a la muerte, creo que ni el que sus hijos lo vean así lo ha hecho reaccionar. Debes saber y seguramente lo sabes, hace dos años le puse un ultimátum y más allá de salvar un matrimonio ahora sólo pretendo salvar al padre de mis hijos. Eres mi última opción. Quizás no estoy viendo con claridad todas, pero créeme, me parece haber intentado de todo. Sus amigos más cercanos han hablado con él, he llegado al grado de pensar en hacerlo público como lo hice la última vez y pareció funcionar… sabes que si algo le mueve es la opinión de los demás, pero seamos honestas, la única opinión que realmente le interesa es la tuya.

Pareciera que le estoy revelando una epifanía, su mirada llena de lágrimas me cuestiona y me recuerda que yo ya ni ganas tengo de llorar, no sé si me ha endurecido la situación o simplemente he llegado al grado de que lo único que me importa es salvar al padre de mis hijos. Ella parece no poder articular más, así que continúo.

-Así es, eres mi última esperanza… eres su última esperanza… "sus hijos" y tú.

Sé a lo que ha sonado lo último y sus ojos asustados me indican que he tocado otra fibra sensible, pero francamente eso no quiero saberlo y se lo digo con todas sus letras.

-No quiero saber, eso es asunto de ustedes y no necesito… no quiero saber. Sólo te pido que hagas lo necesario para hacerlo reaccionar…

Un pensamiento surca mi mente y esa otra posibilidad podría ser una de las tantas razones de su sufrimiento. Será posible que este par se haya metido en ese… prefiero evitar mis propios pensamientos, no me llevarán a nada.

Ahora que lo pienso con calma, la propia vida me ha traído aquí por alguna razón. En principio tenía la certeza de que había sido yo y mi propia determinación, ahora no me parece tan claro. La extraña sensación de ser un simple instrumento del destino comenzaba a invadir mi ser y pensamiento. Ahora era yo la que sentía que esto había terminado y no sólo en un sentido o en lo que a esta reunión se refiere, quizás en todos los sentidos.

-Yo ya hice lo que estaba en mis manos hacer, ahora te toca a ti.

No tengo nada más que decir o escuchar. Me levanto sin decir nada más. Ella me sigue con la mirada pero no atina a decir o hacer nada, así que culmino la reunión.

-No te levantes, yo pago la cuenta.

Mientras me coloco mi abrigo, busco en el bolsillo una de mis tarjetas personales, la pongo sobre la mesa y concluyo.

-Aquí puedes localizarme, supongo que a él sabes donde encontrarlo. No me despido pues confío en que sabremos de ti pronto.

Me dirijo a la salida para encontrarme con el capitán y pedirle que cargue a mi tarjeta la cuenta e incluya una cuantiosa propina por no haber ordenado nada más. Mi madre me mataría si no lo hiciera, pues es de mala educación no ordenar en un restaurante de ese nivel o en cualquiera.

Me dirijo a la salida sin mirar atrás, ya en una ocasión lo hice, a él le di una segunda oportunidad y ahora me prometo no volverlo a hacer. Creo que esto fue tan fructífero como pagarle a un psicólogo por escucharse uno mismo. La verdad sea dicha, no he escuchado nada que en el fondo no supiera, pero lo que sí me ha ayudado es a escuchar la voz de mi consciencia y confrontarme a un mar de verdades que tenía frente a mi y que me negaba a ver.

En este momento lo único que tengo claro es que solamente esperaré a verlo salir de este abismo y por mi bien y el de todos, retirarme para no hundirme con ellos, pues creo que no lo merezco.

Continuará...