Este conjunto de episodios recoge escenas que me habría gustado ver en el desenlace de "Águila Roja" sobre todo estará centrado en la relación de Gonzalo y Margarita pero aparecerán más personajes con el tiempo. Mi historia no va a alterar nada de lo ya acontecido en el argumento de la serie, pretendo que sea una ampliación del final para dar más coherencia al cierre de la misma. Espero que os guste ;)
SUEÑOS ETERNOS
1. Revelaciones
La luz brillante del sol les había acompañado desde que abandonaron la capilla. Gonzalo y Margarita, recién convertidos en marido y mujer no se soltaban de la mano. Anduvieron la mayor parte de la mañana y la tarde contándose muchas cosas que no se habían podido decir durante todo el tiempo que estuvieron separados. Desde atrás, caminando campo a través a la vera de Sátur, Alonso les observaba con atención. Estaba feliz por su padre y por su tía, al fin podrían ser todos la familia que siempre habían estado destinados a ser. Habían pasado tantas cosas durante estos últimos días y tantas palabras que deseaba decirles a ambos, pero sobre todo a su tía Margarita a la que tanto había echado de menos durante este tiempo de ausencia. Así seguía el chico, perdido en sus pensamientos cuando llegaron cerca de una ladera protegida del viento por una formación rocosa.
- Bueno, mañana seguiremos hacia Zaragoza. Pero no podemos seguir andando cuando oscurezca, sería peligroso. En esta pradera podremos descansar y si llueve, guarecernos debajo de la roca. Sátur tenemos que intentar llegar a ese pueblo que se ve a lo lejos y conseguir más provisiones y algunas mantas para pasar la noche. Es mejor que vosotros nos esperéis aquí Alonso. Hoy ya ha sido un día agotador para tu tía Margarita.-la miró.- Quiero que descanses.
- Gonzalo, no te preocupes por mí puedo caminar un poco más, me da miedo que nos separemos. Con nuestra suerte podría pasar cualquier cosa.-suspiró su esposa mientras ambos intercambiaban una mirada de comprensión mutua.
- Lo sé. Pero tranquila, no tardaremos mucho. Lo primero es tu bienestar. Bastante duro será pasar la noche al raso, pero es que no llevamos nada encima. Tienes que comer algo, Margarita. No va a pasar nada, lo prometo. Alonso quédate con tu tía. Hazle compañía y protégela ¿de acuerdo?
- No te preocupes, padre. Y ten mucho cuidado.-dijo el chico acercándose a abrazarlo.
- Lo haré hijo, no te preocupes.
- Yo cuidare de que no le pase nada al amo.-agregó Sátur decidido.- Quedaros tranquilos.
- Bueno, nos vemos en menos de una hora aquí mismo.- agregó Gonzalo al despedirse.
Besó a Margarita en los labios y le revolvió el pelo a Alonso, después emprendió la bajada de la ladera con Sátur a su lado.
Alonso y Margarita los observaron alejarse en silencio, sentados sobre una enorme roca. La mujer había asido a su sobrino a su lado, a modo protector y le pasaba el brazo por los hombros con cariño, como siempre solía hacer. Cuando Gonzalo y Sátur se perdieron de vista, fue el chico en primero en romper el silencio.
- Me alegro de que decidieras venir con nosotros tía. Ni te imaginas cuánto… Sólo pensar que no vendrías me ponía un nudo tremendo en el estómago…
Margarita miró a su sobrino amorosamente.
- Tengo mi orgullo, Alonso pero acabé por comprender que si no perdonaba a tu padre y os marchabais sin mí, mi vida nunca sería plena. Además quiero a tu padre, él me quiere, vamos a tener un hijo. No hubiese sido justo para nadie seguir negándonos la felicidad por la que tanto hemos luchado. Los malentendidos se han aclarado y he comprendido que todos cometimos errores en el pasado.
- Tienes razón.-aseveró el muchacho.- Por cierto, gracias por curarme las heridas de los latigazos y por salir a por ese ungüento cuando volvieron a apresar a padre, tía. Ya me duele mucho menos la espalda.
- De nada cariño mío. Sabes que siempre velaré por ti.
- Lo sé, se me hace raro seguir llamándote "tía" ahora que padre y tú os habéis casado… Pero tampoco me siento cómodo llamándote madre. Al menos no todavía…
- Puedes llamarme como tú quieras, mi sol…
- Creo que por el momento seguiré llamándote tía Margarita.-aseveró el chico, cuya mirada se iluminó al ver sonreír a su tía.-Te eché tanto de menos cuando te fuiste… Primero no sabía que había pasado entre tú y padre. Y después cuando me escribiste y él descubrió las cartas, me contó la verdad de lo que pasó. Siento mucho lo que te hizo, no estuvo bien que te traicionara con otra mujer, pero quiero que sepas que se arrepintió mucho y nunca dejó de buscarte. Estaba como loco. Yo no quería decirle donde habíamos quedado, discutimos mucho. Al final le di tu carta pero es porque le vi tan triste, le veía sufrir y es mi padre. Pero nunca quise traicionar tu confianza…
- Lo sé mi vida, no te preocupes. Me sorprendí mucho cuando vi a tu padre allí porque no me lo esperaba. Las heridas estaban muy recientes aún y yo seguía dolida. Quedé contigo en el bosque porque quería saber cómo estabas, y contarte que ibas a tener un hermano o hermana. Hacía poco que me había enterado de que iba a ser madre y necesitaba compartirlo con alguien. Supe que tú sabrías consolarme y guardar el secreto. Pero ahora pienso que no debí ponerte en esa situación.
Alonso suspiró.
- Todos tenemos secretos. Fíjate en padre si no… Me pasé toda la vida echándole en cara que era un cobarde y luego resultó que el héroe al que tanto admiraba era él. Nada menos que el "Águila Roja".
- ¿Has hablado de esto con él?
- Si, entiendo que mintió y llevó una doble vida para protegerme. Aguantó muchos desprecios míos. Créeme que me sorprendió que me dijera con total tranquilidad que no importaba. Yo pienso que si hubiera sido al contrario... Si alguien a quien apreciara me hubiese llamado a mi cobarde y me hubiera despreciado así… Habría tardado más en perdonarle lo sé… ¿Soy mala persona, tía?
- Alonso, a veces hacemos cosas de las que nos arrepentimos. Por eso hay que pensar muy bien lo que decimos a las personas que queremos. Pero no te angusties. Tu padre te perdonó porque te quiere. Siempre has sido lo más importante para él y él haría cualquier cosa para que tu fueses feliz ¿lo entiendes?
El chico asintió con la cabeza.
- Me lo dijo. Pero es que no sé porque le hice tanto daño. Padre siempre fue inteligente, bueno… Siempre le quise y valoré. No es que ahora le quiera más por saber que fue el "héroe del pueblo" y que en realidad nunca miró hacia otro lado cuando se cometían injusticias. En realidad él salía a remediarlas cuando yo dormía en mi cama tranquilamente… Me arrepiento de todo lo que le dije durante estos años. Creo que en el fondo le culpaba por la muerte de madre…-terminó el chico con impotencia.
- Estoy segura de que tu padre no te guarda rencor por nada de eso Alonso. Es tu padre y te quiere más que a nada en el mundo. Y sé que todo lo da por bueno porque tu estas bien. Incluso tenía un plan secreto para que Sátur cuidara de ti si a él le pasaba algo. Hace un rato me lo dijo.
- Sé que escribió una carta, por si lo cogían, para que al menos yo supiese la verdad. Para él lo más importante era que yo estuviera bien. Por eso sé que si padre te hizo daño a ti no fue a propósito. Me dijo que lo que pasó con esa mujer no significó nada para él y yo le creo…
- No te preocupes cariño, que mi corazón ya le ha perdonado. No me habría decidido a irme con vosotros y a casarme con él de no ser así.
- Lo sé tía. Eres la mejor persona que conozco...-dijo el chico inclinándose para darle un beso en la mejilla.-Así que voy a tener un hermano o hermana ¿no?-preguntó animado acercando la mano al vientre de Margarita.
Su tía le sonrió con dulzura.
- Si, cariño, eso parece. Vamos a ampliar la familia.
- Si es un niño le enseñaré a pelear y jugaremos todos los días y si es niña la protegeré de todos los peligros.
- No me cabe duda, Alonso.-contestó ella revolviéndole el pelo.-Os vais a querer mucho, ya verás.
- ¿Y tú me seguirás queriendo a mí?-preguntó dubitativo.- Cuando llegue el bebé… Estarás muy ocupada…
- ¡Pues claro cariño! Tú siempre serás un hijo para mí… Te quiero mucho Alonso y eso nunca cambiara por muchos bebés que lleguen. Tú siempre tendrás un sitio especial en mi corazón.
El chico sonrió.
- Creo que pronto podré empezar a llamarte madre…
- Y a mí me hará mucha ilusión que lo hagas mi niño…
Margarita lo estrujó contra su pecho henchida de felicidad y ambos esperaron pacientemente el regreso de Gonzalo y Sátur.
Al poco de empezar a anochecer les vieron llegar colina arriba, con nuevos utensilios amarrados a zurrones y alforjas. Cuando llegaron hasta ellos les enseñaron la ropa, los enseres y la comida. Todos se sintieron felices de tener lo básico para poder seguir huyendo un poco más confortablemente. Margarita se alegró de tener algo con lo que cocinar una buena sopa para la cena de los cuatro y en ello estaba cuando Gonzalo se asomó por encima de su hombro. Su pelo un poco goteante de agua delató su presencia.
- Que bien huele… Ya casi no recordaba lo bien que cocinas… Ahora vienen Alonso y Sátur con más leña.
Margarita sonrió.
- Te has lavado y… ¿No piensas quitarte el traje de Águila?-dijo levantando la vista del fuego y señalándole un par de camisas y pantalones apelotonados en un ovillo.- No es que te quede mal, al contrario… Estás muy guapo.-le sonrió la costurera con un punto de pillería.-Pero es un poco llamativo, no ¿Gonzalo? Seguramente todo el reino lo conoce…
Su marido sonrió y se le iluminaron los ojos. Le gustaba que ella le encontrase atractivo.
- No hasta que lleguemos a Francia. Es verdad que llama más la atención pero también estoy más protegido por si tuviera que entrar en combate. Mira.-dijo desabrochándose el coleto y poniéndole el cuero en la mano.-Es difícil que las balas o las espadas puedan atravesarlo.
- Ah…- Exclamó ella dejando que el cuero rojo se deslizara entre sus manos, analizando el material con ojo crítico.- Ya veo. Muy práctico para evitar que te maten, Gonzalo. Veo que has pensado en todo.-le reprochó graciosamente.
Él le devolvió la sonrisa.
- El fajín ajustado hace que los pantalones se queden fijos y tengo más libertad de movimientos y agilidad.
- Claro que sí, para subir por los tejados más deprisa ¿no?-contestó medio guasona.
- Pues aunque no lo creas, sí. Y con carga extra incluida. ¿O ya no recuerdas nuestros paseos por los tejados?-dijo inclinándose para robarle un beso a traición.
Margarita, que no se lo esperaba, no pudo reaccionar. Y antes de que pudiera darse cuenta se lo estaba devolviendo. Pero pronto volvió en sí misma y se separó levemente de él.
- Anda… anda… Ve a ponerte una camisa limpia al menos para dormir esta noche y mañana recoges el resto antes de salir. No pienso dejarte dormir con el traje de guerra puesto. Y es una orden, señor Águila.
Gonzalo rió abiertamente la ocurrencia y solamente la atrajo otra vez hasta él para darle otro pequeño beso en los labios.
- Sus deseos son órdenes para mi.-dijo después.
Margarita negó con la cabeza.
Todo había salido bien. Parecía que su suerte seguía mejorando.
Horas más tarde, la luna llena se elevaba sobre el hermoso valle proporcionando luz a los dos esposos que se arrebujaban juntos debajo de una gruesa manta, sobre la hierba de la ladera del bosque. Gonzalo miró una vez más a su derecha donde descansaban hacía ya un rato su hijo y Sátur. Seguían dormidos apaciblemente. Después se volvió hacia su izquierda.
- ¿Margarita, recuerdas la última vez que dormimos al raso?-dijo mientras acariciaba con ternura el brazo de su esposa. "Su esposa" el agradable pensamiento recorrió la mente de Gonzalo de Montalvo con deleite.
- ¡Como para olvidarlo!- Contestó ella sonriéndole y clavándole sus ojos oscuros.- Sobretodo recuerdo el dulce despertar a la mañana siguiente.
- ¡Yo también!-le sonrió su marido juguetón, atrayéndola un poco más hacia él.- Me encantó despertar pegado a ti. Te observé durante unos segundos dormir. Estabas muy hermosa… Y después cuando te ruborizaste porque habíamos dormido tan pegaditos, buscando el calor humano, aún más…- siguió soñador, recordando.
- Desde luego, eres de lo que no hay ¿eh? ¿Águila Roja? Y yo creyéndote tan modosito. Y Catalina siempre diciéndome que eras un parado…-le propinó ella un ligero codazo para sacarlo de su ensoñación.- Que yo era novicia en ese entonces… Iba para monja…
- No me lo recuerdes que me trae muy malos recuerdos.-apostilló su marido ligeramente apenado.
Margarita atrajo su cara con ternura.
- Gonzalo, mírame. En el fondo son buenos recuerdos, porque a nuestra manera nunca hemos dejado de querernos ¿no? Y ahora estamos juntos…
- Tienes razón. Para siempre. No pienso dejarte ir nunca más.
Las palabras resonaron en el aire nocturno durante un par de segundos. Hasta que Margarita lo besó. Fue un beso tierno, cargado de amor. Una vez se separaron, se miraron a los ojos y fue entonces cuando el maestro reunió el suficiente valor para sacar la caja con las alianzas del nuevo zurrón que había conseguido esa misma tarde.
- Sátur me ha buscado unas alianzas. Se ha asegurado de que las bendijese el cura del pueblo. Tendrías que haber visto lo que tardó. Estaba empezando a preocuparme de que alguien le hubiese delatado, o se hubiese metido en algún lío de los suyos… Y cuando aparece me da la cajita y me dice "que no puede ser que un matrimonio cristiano ande por ahí sin alianzas ni ná"
- Es único, nuestro querido Sátur y está en todos los detalles, eso hay que reconocérselo.-apostilló Margarita.
Gonzalo sonrió tímidamente y abrió la cajita para enseñarle los dos aros dorados a su mujer.
- Dudo mucho que sean de oro, pero mientras tanto… Servirán. Y si te soy sincero hasta que los he visto no me he dado cuenta de que necesitaba que tuviésemos esto Margarita. Quiero poder mirar mi mano cada día y recordar que eres mi esposa. Y que tú puedas hacer lo mismo.
El maestro le puso el anillo a su amada en el dedo anular de la mano izquierda y después le dio el otro más grande y le cedió su mano para que ella pudiese ponérselo. Cuando ambas alianzas estuvieron en su lugar correspondiente, simbolizando la unión de sus dos almas, los esposos suspiraron hondo y después sus frentes se tocaron dulcemente. Una lágrima solitaria se deslizó por la mejilla de Margarita. Y Gonzalo le besó las manos y la alianza repetidamente. Ambos rebosaban de la más pura emoción. Cuando al fin se recobraron, él le habló de nuevo.
- ¿Cómo estás? Siento mucho todo esto. Que hayamos tenido que huir y tú, en tu estado… Sólo espero que podamos alcanzar pronto Francia y allí buscar un mejor acomodo. Esto no es vida para una mujer embarazada. Lo siento tanto amor mío. Tanto… Tendría que haber dejado tranquilo el tema de mi padre…
Margarita se removió en su abrazo y le habló con dulzura, intentando tranquilizarle. Tomó sus manos en las suyas y las acarició con suavidad.
- Yo te entiendo, mi amor. Sé que sufriste mucho y durante mucho tiempo. Si tenemos una hija podríamos llamarla Laura como tu madre… ¿Eh? ¿Qué te parece? Así te podrás resarcir un poco de todo el daño que le hicieron. Lo que más me duele es no haber podido estar ahí para consolarte cuando lo pasaste tan mal. Que te cerraras tanto hacia dentro. Pero doy gracias a Dios de que al menos tuviste a Sátur a tu lado.
Gonzalo la miró conmovido.
- Margarita… Soy un torpe para los sentimientos… Yo también siento no haberte contado nada. Ni lo de mi verdadera familia, ni del linaje Montignac, ni lo del desalmado de mi hermano, ni de las crueldades de mi padre el Rey… Nunca te conté que fue Hernán quién torturó y mató a tu hermana Cristina y que en el último momento, cuando le tenía a mi merced, le perdoné la vida. Después de todo el mal que hizo, a tantos inocentes que mató… Y sólo lo hice porque llevaba mi misma sangre, porque era mi hermano…
- Gonzalo…
- Lo sé, escucha. No quiero guardarle más rencor a ninguno de ellos. Espero que vivan su vida bien lejos de nosotros. Pero me arrepiento de haberte ocultado tantas cosas. Sólo espero que comprendas que todo lo hice para protegerte. Que mentí para protegeros a ti y a Alonso. Jamás me hubiera perdonado que os hicieran daño por mi culpa. Cuando Sátur me descubrió en la calle estuve a punto de matarle…
La mirada de Gonzalo se endureció levemente al recordarlo. Pero su esposa le sonrió.
- No… Gonzalo ¿en serio?-Margarita rió abiertamente.-Pobre Sátur, me lo imagino ahí suplicándole por su vida al "Águila Roja" muerto de miedo el pobre…
- Después le amenacé con cortarle la lengua si hablaba…-Gonzalo rió un poco al recordarlo.- Pero ha sido el más fiel de los amigos durante todos estos años. Y sé que tú habrías sido la más leal de todas las personas, Margarita… Sé que jamás me hubieras delatado. Pero no podía arriesgarme a que te hiciesen daño o te utilizasen contra mí. De todas formas pensaba contártelo todo una vez nos hubiésemos casado. Pero por no ponerte en peligro quise alargar ese momento todo lo posible y al final…
- Al final lo supe igualmente, mi amor.-Le acarició la mejilla.- Y sé porque callaste. Eres un buen hombre Gonzalo… Y odias las injusticias, siempre has sido así, desde que te conozco. Y sé perfectamente que noble sentimiento te impulsó a convertirte en el héroe del pueblo. Es sólo que ahora me encajan muchas cosas de tu personalidad, como cuando te encontraba en el lago practicando esos movimientos tan raros...- le sonrió tiernamente.- O cuando el "Águila Roja" me besó en el tejado y algo en mi interior me decía a gritos que eras tú… Claro que eras tú…
Gonzalo sonrió al recordar aquel intenso momento en que se dejó llevar por sus sentimientos en el tejado de su casa.
- Fue un impulso, mi amor. No me pude controlar. Quise darte un beso de despedida. Pero estuviste a punto de cazarme, cuando bajaste a mi alcoba llevaba puesto el traje de Águila bajo las sábanas…
Margarita pareció reflexionar con su mirada clavada en él.
- Me salvaste de tantos peligros, Gonzalo… De tantos… En el fondo de mi corazón yo sabía que era importante para el "Águila Roja". Por lo menos ahora sé porque siempre acababas apareciendo a tiempo de ayudarme. Y óyeme bien, Gonzalo de Montalvo, nunca te arrepientas. Sé que te preocupa que huyamos, y mi salud pero escucha, estoy bien. Te lo prometo.
- Si te encontraras mal, no esperes a decírmelo Margarita. No soportaría que nada malo te pasase. Y menos por mi culpa.-aclaró protector acariciándola suavemente en el vientre.
- Te lo he prometido ya mil veces.
- Lo sé es sólo que… No puedo evitarlo después de todo lo que nos ha pasado y sobretodo. Lo que nos han hecho.-levantó las manos para acariciar sus hombros protectoramente.- Margarita todavía no soy capaz de asimilar todo lo que me contaste sobre Lucrecia. Jamás hubiese podido imaginar de lo que esa mujer fue capaz con tal de separarnos, de todo el daño que te hizo. De que llegaran a sus manos esas cartas que yo escribí para ti… Y la prenda de amor que tú me diste cuando éramos niños y que yo te mandé desde tan lejos…
- Con lo poderosa que siempre ha sido, quien sabe que artimañas utilizó, quizá contra mi familia, para hacerse con ellas, Gonzalo. Y todo lo que inventó para separarnos. Creo que si hubiese podido hasta me hubiera matado. El caso es que ahora sé lo que me decías en esas cartas. Y si yo lo hubiera leído te habría esperado. Nunca dejé de quererte mi amor. Cuanto sufrimiento nos podríamos haber ahorrado.
- Y yo pensando durante tanto tiempo que ya no te importaba. Todo por culpa de Lucrecia. Si hubiese sabido todo aquello, Margarita jamás la habría dejado acercarse a mí. Siento mucho todo el daño que te hizo, siento haber tenido que ver con ella. Es culpa mía que arruinara nuestra boda… Estuve al borde del suicidio, después de pasar la noche con ella… No soportaba mirarme al espejo…
Margarita se sobresaltó, y lo miró muy preocupada.
- Mi amor, por favor… ¡No me digas que casi cometes una locura!
- Estaba roto por dentro. Tú me habías rechazado, estaba solo y deprimido. Bebí demasiado alcohol. Fueron momentos tan difíciles. No veía una salida honrosa a mi estúpido comportamiento aquellos días… Y después, cuando ya pensaba que lograríamos ser felices, que íbamos a casarnos… Todo se destruyó. Y yo sabía que era mi culpa.
- No te culpes más, Gonzalo ella era una arpía. Te manipuló a ti, me manipuló a mí, con tal de lograr humillarme. Descubrí que me odiaba tanto porque soy mejor que ella, Gonzalo. Ella destruye todo lo que toca. Lo único es que me alegro de que por fin se te haya caído la venda de los ojos. Lucrecia es malvada. Nunca ha sido de fíar y jamás fue nuestra amiga, todo lo contrario. Nos hizo todo el daño que pudo e intentó separarnos por mil medios.
Gonzalo cogió las manos de Margarita en las suyas y las besó amorosamente.
- Siento haber estado tan ciego durante tantos años. Haber siquiera pensado que sólo era esa mujer inteligente pero aburrida en su opulencia y sumamente caprichosa. Y no la serpiente venenosa que era en realidad. Pero al fin nos libramos de ella, y espero no volver a encontrármela durante el tiempo que nos queda de vida, porque no respondo de mi reacción.-terminó airado.
Margarita notó aquella ira familiar anidar en el corazón de su esposo, y una vez más, quiso atemperarlo, como sólo ella sabía hacer.
- ¿Sabes a quién si me hubiese gustado que trataras más? A la señorita Irene. Tu hermana era un pedazo de pan, Gonzalo. Era la persona más buena en ese palacio. Siempre tenía una palabra agradable para Catalina y para mí. Respetuosa y cariñosa. Si la hubieses tratado Gonzalo, si la hubieses querido como hermana… Me entristece tanto el final que tuvo esa pobre chica. No se lo merecía. Tu hermana era un sol. Se parecía mucho a ti. Cuando se ponía guerrera intentaba mejorar un poco el mundo en la medida de sus posibilidades. Su nobleza era natural, sin imposturas.
Los ojos del maestro se iluminaron de nuevo al pensar en la hermana que nunca conoció en profundidad, pero a la que podía recordar perfectamente. Y esbozó un amago de sonrisa.
- Al menos tú la conociste y la trataste, Margarita. Me gusta mucho que me cuentes tantas cosas sobre ella. Y siento no haber podido ayudarla, no haber podido evitar que…
- Nadie pudo. Era un alma demasiado bondadosa para las mezquindades de este mundo. A mí me gusta pensar que está en un lugar mejor, junto a tu madre.
Gonzalo suspiró profundamente, incrédulo. Era en momentos como aquellos cuando más deseaba que su escala de valores y creencias fuese otra. Poder sentir la esperanza que Margarita y Sátur depositaban en Dios y su fé de que algo mejor aguardaba en otro lugar. Él sabía que jamás sería capaz de compartir ese consuelo.
- Te quiero tanto, Margarita. Tanto… Y siento haber sido tan torpe al expresarlo.-susurró en su cabello azabache abrazándola hacia su pecho.-Perdóname mi amor, si te hice daño.
- No importa Gonzalo. Ahora ya no importa. Yo también te quiero, más que a mi vida. Estamos juntos y todo va a salir bien, ya lo verás. Ten esperanza, mi amor.
- La tengo, cariño mío. Por ti y por nuestro hijo que pronto nacerá tengo toda la esperanza del mundo.-contestó el maestro visiblemente emocionado, mientras se inclinaba ligeramente para darle un profundo beso en los labios.
Tras lo que parecieron horas, se separaron y se arrebujaron juntos bajo las mantas. La mano de Gonzalo reposaba sobre el vientre de Margarita de modo protector, y así, se durmieron profundamente entrelazados bajo las estrellas.
