5 de mayo de 2016…
Salté de mí silla y del vaso saltó un poco de agua que fue a caer en la madera gastada. Lo miré con los ojos entrecerrados y él me miraba con una sonrisa que seguramente había quebrado ya más de un corazón femenino. Rodé mis ojos, tanto, que fueron a mirar dentro de mi cráneo.
No era ni más ni menos que el cirujano conocido por todos en el hospital. Era egocentrista, codicioso, conquistador y mujeriego a mas no poder. Pero era un buen amigo cuando quería.
Su rostro era extraño y tenía unos ojos que parecían mirar dentro de ti. El color de esos ojos era indefinible y diferente a los que hayas visto. Su pelo negro, estaba cubierto ya por canas plateadas, que solo le daban un toque más atractivo. Me siguió sonriendo con esos labios finos y luego hizo una mueca graciosa.
-Mi querida Watson, ¿hace cuento que no comes una comida apropiada?- Entrecerrando los ojos hacia él, otra vez, lo miré por unos segundos. El a veces sorprendía cuando se preocupaba por alguien más que por el mismo o sus pacientes. Apreté los labios.
-Eso no quiere decir que acepte una cena contigo, Sherlock.- contesté con todo el ingenio que pude encontrar. Esto de llamarnos Watson y Sherlock, era solo un chiste interno que teníamos en el hospital. Yo era la única, la única doctora que lo podía aguantar o que no se ponía a babear cuando lo miraba. Y no estoy hablando de solo este piso, sino de todo el hospital.
Él se alejó de mi lado, donde había estado fijándose en mi estado, hacia la heladera, o como le decíamos allí, la tardis. Pues era más grande por dentro que lo que parecía por fuera, y también porque era una heladera muy anciana. El Doctor abrió la heladera y sacó un paquete blanco, y cerrando la heladera, volvió a sentarse a mi lado. La diversión por mi contestación no había dejado sus ojos.
-¿Tan extraño es que me preocupe por mi asistente preferida?- bufé, mientras el contenía la risa y abría el sándwich de jamón que comenzó a mirar con todo el deseo del mundo. Él siempre me decía asistente. Y yo me molestaba, a él le gustaba pincharme para que yo reaccionara.
Terminé por fin mi agua, y me levanté de la silla rápidamente para no reaccionar frente a él. Tiré el vaso descartable en la basura bajo la ventana que había en la pared en frente a todo lo demás y otra vez me volví a perder en mis pensamientos. Hasta que un olor muy característico llegó a mi nariz. Me di la vuelta, dejando de mirar el patio trasero gris del hospital y al girarme, vi como Stephen se volvía a sentar, esta vez, en su mano izquierda, llevaba una taza humeante de café.
Di unos pasos hacia la puerta deseando ser yo la que tuviera un recreo para poder cenar como Stephen, pero un brazo tomó mi muñeca y al mirar hacia abajo, vi que la cara extraña de mi compañero, Stephen, -el doctor egocéntrico-, me miraba preocupado.
-Siéntate a mi lado, no estoy bromeando, Linda.- Y luego, mientras yo me sentaba, el, en un movimiento fluido, separaba su sandwich de jamón en dos mitades casi iguales y me tendió la más pequeña.
-Vamos, tómalo antes de que me arrepienta, Carter-Sousa.- yo aunque seguía pasmada, tomé lo que me ofrecía, con una sonrisa. El asintió con aprobación. Yo comencé a comer tranquilamente. Era delicioso. No sabía si era porque en sí lo era, o porque estaba tan hambrienta que mis sentidos estaban muy sensibles. Stephen terminó el sandwich antes que yo y cuando estaba por probar el último bocado, pasos apresurados se sentían desde el corredor que llevaba a la cafetería del servicio. Donde nosotros dos estábamos. La tranquilidad se rompió cuando una de las enfermeras a mi cargo, la señora Doris, entró respirando pesadamente, yo suspiré cansadamente. Me hubiera gustado hacer la llamada desconocida que tenía esperando en el móvil.
-¿Qué sucede Doris?- Dije con voz cansada, pero demandante.
-Una niña salió herida de un accidente automovilístico en el centro…- dijo revolviéndose las manos. Estos casos siempre eran los más complicados. Me levanté de mi silla, mientras Stephen ponía la taza de café en la tina para lavar. Y se acercaba a mi lado. Miré a Doris con mucha seriedad y comencé a hablar con frialdad y rapidez. Yo tenía pocos años de experiencia pero era una de las mejores enfermeras del hospital y estaba a cargo la mitad de las camas de la sala.
Casi siempre yo pasaba por cada cama y revisaba a mis enfermeras a cargo, viendo si ellas hacían un buen trabajo o necesitaban ayuda, pero de este caso, me iba a encargar yo personalmente. Chau al descanso, chau a llamadas por teléfono.
Doris esperaba pacientemente por órdenes. Tenía pelo rubio ceniza y ojos vedes, me miraba a mí, pero la sentía nerviosa por el personaje que seguía mi lado, como una estatua.
-Dime todo lo que sepas de la paciente, Doris.- ordené fríamente. Comencé a caminar fuera de la cafetería, Stephen a mi lado y Doris al otro.
-Tenemos una fémina envuelta en un accidente múltiple de coches, de unos veinte años, estatura y peso normales, Posibles contusiones, heridas, laceraciones en la cabeza, un brazo roto, estamos esperando por usted, recién llegó y queremos su opinión, Señorita Sousa.
Pronto bajamos por el ascensor al piso de emergencias y llegamos al área de entrada. El hospital tenía 839 camas, y teníamos unas cien disponibles. Justo en ese momento la estaban pasando a una cama moderna
-3, 2, 1…- los ayudantes enfermeros o estudiantes haciendo prácticas, hicieron todo lo que pudieron para que la víctima no sufriera más de lo que ya lo hacía.
Comencé a deducir su estado. Su cara estaba toda cubierta de sangre de color escarlata oscuro, casi negra, pues se estaba secando, eso quería decir que las heridas en la cabeza se estaban cerrando y no eran profundas. Había perdido mucha sangre, pero era normal con heridas en la cabeza. Le toqué la cabeza intentando que ella solo sintiera un pequeño tacto. Mis dedos trabajaron con gracia y tranquilidad. Seguramente no habría sentida nada. Dos contusiones. Una en la parte frontal y otra cerca del oído derecho. Era verdad que tenía el brazo quebrado. Más precisamente el derecho, seguramente el golpe se lo había llevado todo su lado derecho pues los golpes me dejaban deducir aquello. El brazo se doblaba de una forma extraña. Luego me ubiqué a su costado para ver la parte del pecho y la abdominal. Respiración normal, el corazón latía lentamente. Para una persona que había tenido dos paros en el camino, estaba perfectamente. La zona abdominal derecha tenía un color violeta, seguramente tenia golpes allí. Al igual que mi vista revisaba el color pálido de sus piernas largas, su tobillo izquierdo estaba inflamado y comenzaba a tener color azul violáceo. Recién se estaba dejando ver esa herida, tenía doblado el tobillo, pero por lo demás, sus piernas estaban sanas.
-Ella tiene heridas y laceraciones en la cabeza, además de dos contusiones, frontal y derecha, confirmo el brazo derecho quebrado, y descubrí un doblez bastante grave en su tobillo izquierdo. Tiene heridas abdominales, necesitamos mandarla al ultrasonido para estar seguros que no tiene sangrado interno. – grité, mientras las demás enfermeras corrían de un lado para otro.
-Noche bastante ocupada, será esta…- me giré y Stephen seguía allí. Me ponía nerviosas a las practicantes.
-Me retiro a cuidados intensivos, veré a tu paciente más tarde.- lo salude con la mano y él se dio la vuelta.
-Y Stephen, no soy tu asistente- le grite a su espalda en medio del pasillo, vi que sus hombros se movían con una risa y desapareció luego de pasar unas puertas dobles.
MI móvil comenzó a sonar, cuando recordé que tenía que ponerlo en silencio, ya fue tarde y tuve que contestar de mala gana. Mi paciente estaba bien atendida, así que desbloquee la llamada, del mismo número, un número desconocido. Por suerte no era Marshall. Mi ex.
-¿Diga?- contesté secamente al ponerme el móvil en el oído.
-¿Hola? Linda, ¿eres tú?- Era la voz de mi madre. Sonaba preocupada.
-Sí, Mama, ¿está todo en orden?- Pregunté con urgencia, era la forma normal y secreta de preguntar si había un ataque terrorista o aliens bajando del cielo.
-Esta todo normal… Te llamaba para informarte que tu hermana Sharon llamó y me comunicó una noticia que hubiera destrozado a tu padre…- escuché su respiración cortada. Estaba tratando de no llorar, estaba tratando de ser fuerte. Y solo con eso, supe lo que había sucedido.
Mama solo lloraría por mi o por alguien que amaba o admiraba mucho, tanto así como a mi abuela, la Agente Peggy.
-Tu abuela Peggy murió de un paro cardiaco hoy a la mañana, Linda.
La gente a mi alrededor seguía caminando y haciendo su trabajo, y los veía fugazmente, el hombre que había provocado el accidente múltiple, era alto, musculoso, su pelo rubio, tenía ojos azules y pedía con urgencia saber sobre la victima de sus acciones. Mientras que en mi mundo privado yo veía a una mujer con pelo hasta los hombros, de color gris oscuro, ojos negros cálidos, profundos. A mi abuela la había visto muy pocas veces, pero siempre había sido muy amable e inteligente. Una vez me había llevado a una plaza de juegos cuando ella vivía en New York. Y me había llamado a casa cuando supo que me acababa de graduar de la universidad, estaba muy orgullosa. Era la única nieta que tenía, que no era agente o militar. La única que parecía agradarle un poco mas. Últimamente ella tenía una grave pérdida de memoria por su enfermedad y nunca había querido ir a verla, aunque hubiera podido.
-Fue en la casa de retiro en Washington- siguió mi madre, sin saber que estaba recordando a mi abuela.- ¿me estas escuchando, hija?- su pregunta no fue cariñosa, más bien fue fría y calculadora. Siempre había sido así. Me rasqué la garganta sonoramente y volví a la realidad.
-¿Cuándo es el funeral?
Dos horas después estaba armando mis maletas para un viaje de ida y sin una vuelta definida. Tuve que despedirme de mis compañeros- especialmente de Stephen-, pedir vacaciones que tenía atrasadas, buscar mi pasaporte y mi ID de EEUU. Pues yo tenía dos nacionalidades, inglesa y estadounidense. Media hora después estaba en el aeropuerto, esperando que llamaran para llenar mi vuelo. Tenía un largo viaje, llevaba mi Ipod, música ilimitada, algunos dulces de los cuales era adicta desde pequeña y unos chocolates que me compré en una tienda en el aeropuerto.
Pedí agua y una frazada, pues luego de comer algo, tenía frio y aunque no pude dormir, pensé en mi abuela y en mi padre.
Siempre me habían dicho que aunque mis ojos eran de color celeste, mi cara y mi postura siempre les había recordado a mi abuela Peggy. Tenía su mismo color de pelo, pero más lacio y más largo que el de las fotos que había visto de ella.
Obviamente sabía todas las historias de la segunda guerra mundial, de capitán américa, y luego me comprometí a llamar a Sharon, que tenía casi mi misma edad. Aunque tenemos una relación parecida a la que tengo con mi madre, ella siempre me llama y hablamos de muchas cosas. Ella también trabajaba para una agencia, ahora lo hace para la CIA, en Estados unidos, pero antes había trabajado para la vieja Shield.
También estaba bien informada de todos los desastres que había provocado Shield, luego de que Peggy se hubiera retirado de su mando. Nadie hubiera osado poner en práctica planes tan oscuros con mi abuela al mando.
Había querido no parecerme a mi madre, pero creo que no pude evitarlo. Y ahora lo aceptaba, pues era cosa biológica, estaba en mi sangre ser una obsesiva del trabajo, sin amigos.
Suspiré y seguí mirando por la ventana del avión.
El funeral y el entierro fueron el día después de mi llegada. En el aeropuerto me había encontrado con una sorpresa, que claramente nunca me habría imaginado. Sharon estaba allí, entre la multitud de gente. Luego de borrar de mi mente la forma en la que de seguro averiguó en que vuelo estaba, la cual seguramente había sido investigar la línea de aviones y esas cosas, nos dimos un pequeño abrazo de bienvenida.
Le sonreí calladamente y ella formó una gran sonrisa con sus dientes blancos brillantes. Estaba vestida con un traje negro. Llevaba unos lentes negros donde podía ver mi reflejo, su pelo rubio estaba atado en una coleta alta.
Yo iba vestida con un canguro de rayas negras y grises, un pantalón vaquero un poco ajustado y unas zapatillas también oscuras. Llevaba mi maleta mediana que ya había sacado del equipaje. Odiaba viajar en avión, pues siempre estaba lleno de gente y tenía miedo de perder mi maleta.
Luego de que Sharon buscara sospechosos de atentado de bomba en el hall del aeropuerto, comenzamos a hablar.
Ella era la única de la familia que se había quedado en el país americano, además de Peggy. Mi madre y yo somos las únicas -además de Sharon -que quedaban de la familia. Mamá no podía venir, porque estaba ocupada, como siempre.
Fuimos hasta su apartamento en la gran manzana, el cual era grande y acogedor. Ya era de noche y me había puesto un piyama viejo de seda rosada que había podido traer. Miré por la ventana, New York siempre estaba en movimiento.
-Mañana a las nueve es el funeral de Margaret- me comunicó Sharon, luego de colgar una llamada que había tenido con su móvil. Yo seguía mirando por la ventana y no di señal de haberla escuchado.- Linda, ¿me escuchaste?
-Emmm… Si, te escuché. ¿Sabes quienes irán?- Ella se sentó en un sillón y apoyó su cabeza rubia en el respaldo beige. Parecía muy cansada. Me volví hacia ella y caminé hasta sentarme a su lado. Le tomé la mano.
-Algunos amigos, algunos conocidos, Steve, el hijo de Howard, el presidente Ellis, Hank, el secretario de defensa, agentes de Shield, y nosotras dos, las únicas que quedamos de la familia.- me miró como si estuviera a punto de llorar, ella tenía los ojos de Peggy. Me dio tanta pena, que miré hacia otro lado e hice como si no pasara nada.
-Eso es suficiente para comenzar la nueva guerra mundial.- dije en broma. Logré mi objetivo y ella se rio un poco.
Muchas horas después estábamos en el cementerio, era un día soleado y despejado, no muy británico, todos alrededor del ataúd color caoba con la bandera británica encima. La milicia estaba allí y dispararon por el recuerdo de mi abuela. Sharon lloraba a mi lado, mientras yo me mantuve fría y tranquila, miraba a mí alrededor.
En mis manos tenía una rosa blanca, al igual a la que todos tenían. Había miles de arreglos florales. Del lado frente al mío estaba el presidente Ellis, el cual estaba muy pálido y al costado del mismo, estaba una figura alta, rubia y de ojos celestes enrojecidos. A veces me le encontraba lanzándome miradas y el miraba luego hacia el suelo, avergonzado. En alguna de las veces me dio tanta gracia que sonreí. Claramente no tenía que tener un sticker con su nombre, ni un traje de tres colores y un escudo con una estrella para darme cuenta quien era.
Tampoco tenía que pensar mucho para saber quién era el que estaba del otro lado de Sharon. Un hombre de traje y corbata, una barba dibujada perfectamente, de lentes negros y postura engreída que me había saludado con un apretón de manos al llegar. Era igualito a su padre, Howard Stark. Su mujer era pelirroja y muy amigable. Ella me abrazó al llegar y yo quedé de piedra, pero luego de unos segundos le respondí el abrazo.
Flashback…
La mujer pelirroja, vestida con un vestido entallado muy negro me dio la mano, luego de un abrazo.
-Lo siento por la pérdida, Señorita Sousa.- había dicho ella, mientras el señor Stark, miraba sus alrededores. Le pegó disimuladamente en el brazo para llamarle la atención. Rápidamente los ojos negros me miraron, cuando se sacó los lentes, no lagrimas habían allí.
-Lo siento yo también, Peggy era la mejor amiga de mi padre, siempre la recordaré… Miren quien viene allí… ¡capipaleta!- La novia de Tony miró avergonzada al suelo y luego desvió la mirada hacia Sharon y a mí.
-Perdón por esto también…- dijo mirando duramente a Tony. Él le devolvió la mirada como preguntándole que había hecho él ahora.
-¿Qué sucede, Pepper? Cuando Rogers vea a… - me señaló como preguntando mi nombre.
-Linda.- Yo le respondí con una sonrisa, este hombre era de lo peor, pero sabía cómo manejar a hombres de este tipo, me hacía acordar a Stephen.
-Cuando Steve vea a Linda,- dijo apuntando hacia mi.- le dará un ataque cardiaco, el cual no me quiero perder.- Yo entrecerré los ojos. Esta conversación era extraña.
-Tony, no seas así con Steve, él llora por la pérdida de Margaret… Lo siento por él, puede ser un niño a veces.- luego de eso, Pepper se llevó a 'el niño' lejos de nosotras dos.
-Igualito al tio Howard.- Apuntó certeramente Sharon, y yo asentí repetidamente.
La verdad es que era bien hijo del Tío Howard, como el siempre había dicho ser. Un tipo duro y seguro por fuera, pero por dentro lleno de inseguridades y sufrimiento. No era un mal tipo, era Iron Man, había salvado miles de vidas, pero seguía siendo insoportable. Pepper parecía quererlo, incluso amarlo y eso me hizo sonreír, él se merecía a alguien con los pies en la tierra. Ella era todo lo que él no era.
Saludamos a más personas, Hank Pym, antiguo compañero de mi abuela y amigo de la familia, estaba muy dolido, también con él estaba su hija Hope, me gustaron mucho los dos, aunque era la primera vez que los veía en toda mi vida.
Todos me decían que les hacía recordar a Peggy, incluso hice llorar a una mujer, una vez que comencé a hablarle a su marido, pues con mi acento, le hacía acordar a la joven Peggy.
-Solo te falta llevar el uniforme que llevaba ella en la segunda guerra, Querida. Aunque hay algo en tu mirada que no tiene nada que ver con la calidez que ella tenía.
-Gracias, supongo.- Tartamudee fríamente, mientras la señora me tomaba la mano y la acariciaba.
Cuando la pareja se fue, dos personas más tomaron su lugar, los miré y desee no haberlo hecho. Los dos eran altos, uno rubio y el otro era morocho, los dos musculosos.
Saludaron a Sharon cariñosamente y luego se volvieron hacia mí. Yo sonreí incómodamente.
-Steve, Sam, les presento a Linda, mi hermana. Ella es la nieta de Peggy, también.
-Un gusto, Linda.- dijo Sam, mientras Steve, con ojos rojos y sufrimiento en su cara, me seguía mirando como si estuviera viendo un fantasma. Pero cuando nuestros ojos se encontraron, el fantasma ya se había ido.
En sus ojos celestes había angustia, tristeza, soledad y duda. Yo sabía todo sobre él. Noticias de él llegaban hasta los colegios de Reino Unido. Sabia del romance que casi había sucedido entre él y mi abuela y me dio un poco de pena.
-Lo mismo digo, señorita… ¿Linda?- Yo me rei por su incomodidad. Me parecía tierna.
-Exactamente, Señor Rogers.- le dije yo, con una sonrisa solidaria.
El abrió los ojos como platos, casi podía ver el flashback que él estaba teniendo y luego sacudió la cabeza, nervioso.
-Por Dios, Eres…- se rascó la garganta.- Usted es muy parecida a la antigua Peggy, una gran amiga, una gran persona. Una tristeza perderla. .– Yo asentí, mientras veía que los ojos celestes de él y los ojos de Sharon se llenaban de lágrimas. El hombre se aclaró la garganta. -Sharon nunca me dijo que ella era nieta de Peggs, y ahora me entero que tiene dos…
Sharon se rio un poco, a expensas del hombre, mientras Sam nos miraba a todos con una sonrisa calida.
-Pense que contártelo seria no se… Un poco raro…- Confesó mi hermana, con cara de disculpa, Steve respondía con un asentamiento de cabeza y una sonrisa sincera.
-¿Cuándo fue la última vez que vio a mi abuela, Señor Rogers?- él sonrió tristemente.
-Llámame Steve, por favor…- Yo le devolví una sonrisa genuina- Hace ya un tiempo, fui a la casa de retiro y ella me recordó perfectamente…- Por su mirada paso una sombra oscura y luego pareció dudar de decir algo pero no lo dijo. Estaba casi segura que era algo sobre la enfermedad de mi pobre abuela.
-Un amigo nuestro le manda sus condolencias también, en este momento no puede estar aquí.- Dijo el amigo de Steve, Sam. Yo asentí.
-Ah sí, James Barnes, manda saludos, el en este momento… está pasándola bastante mal… Ya sabes Sharon…- Recordó inseguramente el rubio, a mi hermana. Ella asintió, dándole una mirada que transmitía más de lo que decía. Luego le preguntaría.
-Ahora si nos disculpan voy a saludar a Stark, antes de que me siga gritando cosas… - Dijo Steve con una sonrisa tristemente brillante que me sentó como un golpe en el estómago. Yo seguí asintiendo como una idiota.
-Si quieren luego de todo esto, tomamos un café en algún lugar cerca de aquí… Y hablamos de cosas más felices, ya saben.- Propuso Sam, a mí me gustó la idea, era hora de hacer amigos. Si a la abuela le había gustado tanto Rogers, el de seguro era un buen hombre, como mi abuelo.
-Claro que sí, ¿saben de algún lugar?
Quedamos los cuatro para tomar algo en una cafetería cerca de allí. Luego El general Ross y otras personas importantes pasaron para saludar a la familia. Había gente allí, que había conocido a mi abuela mejor que yo y a algunos les pregunté alguna anécdota y ellos me correspondieron contándomela.
Pero los únicos que quedaban vivos de la guerra eran Steve y ese tal Barnes, y ninguno de ellos estaba todavía disponible para más anécdotas.
Decidí preguntarle a Rogers cuando tomáramos el café.
Junio 2016…
Eran los días de otoño los que más me gustaban. Esos en los que hace fresco, pero no tanto como para abrigarte mucho. Hace calor, pero no ese calor que me ponían de mal humor.
A principio de mayo, es lo que uno se encuentra cuando viaja al viejo y cálido país de Nigeria.
La fría briza ya te encuentra cuando pasas a la ayudante de vuelo y la saludas con una media sonrisa como saludo. Esa va a ser la última muestra de afecto que tendrías de las personas de tu ciudad natal por largo tiempo.
Por los altavoces del aeropuerto, sientes la voz de un hombre que habla con un inglés que tiene una acento diferente.
Ibas a extrañar el calido acento británico de toda tu vida. Inserte tono sarcástico aquí. En realidad lo único que iba a extrañar de mi calido país, era mi trabajo.
Estaba bien estar todo el dia mirando el móvil esperando que el hospital llamara para una urgencia cuando era tu dia libre, o cuando tratabas de dormir las pocas horas que te daban de descanzo.
Y la verdad, mientras tomaba mi maleta de la cinta transportadora, yo aunque me quejaba, por que eso era lo que gustaba hacer, diría mi amigo Stephen, amaba mi trabajo.
Cuando era tiempo de elegir hacia adonde quería llevar mi vida, mi gran y orgullosa familia me imponía un camino diferente.
Con mi apellido y el destino que mis dos hermanos mayores habían tomado, mis padres creyeron ver obvio mi tren de pensamiento.
Pues no fue asi. Creo que podría haber dicho que me quedaban cinco días de vida y el resultado no habría sido tan catastrófico.
MI madre se puso a llorar, mi padre tenia la boca abierta y ojos desorbitados. MI hermana y hermano no podían haberlo creído ni que les hubiera escrito un cartel y lo hubiera colgado encima del Big Ben.
''Familia, he elegido mi camino en la vida, he decidido ser Doctora.''
Las medallas de mis antepasados, mi padre y hermano vibraron con la tensión, la cual se podría haber cortado con una galletita de manteca.
MI madre hasta era subdirectora militar del país de la querida reina. Mi hemana habia elegido seguir en la agencia que habia fundado mi abuela. Mi hermano era militar y estaba por volver a Irak, mi padre vivía por la milicia. Era todo un capitán redecorado y blablablá.
Esto era como una cachetada en la cara.
No me habia importado si al final lo habían aceptado, yo siempre fui una cabeza dura. Se me ponía una idea en la cabeza y la seguiría como el soldado a su capitán.
La verdad es que habia crecido con las historias de mis antepasados, las dos guerras seguidas por la fría. Mis hermanos pedían a gritos la historia que habia pasado hasta mis padre de como Peggy, mi abuela, habia estado lado a lado peleando a los Nazis, con el primer y único super-soldado, Capitan America.
Yo rodaba los ojos con cansancio, y me arropaba hasta que la historia terminara, príncipes rescatando a princesas en apuros, nunca habia sido lo usual en casa, una princesa nunca hubiera necesitado un príncipe, la chica ya era una maldita princesa. Ella aventaría una silla a la ventana que se interponía entre su prisión y su libertad, rompería los vidrios con sus propias manos y saldría pitando una canción que hubiera escuchado en la radio esa maldita mañana.
Los Carter eran personas duras, con carácter, intachable valentía, sabrían luchar con un arsenal ya desde que aprendían su primera palabra… - Bueno, eso no es cierto, pero entienden a donde quiero llegar.- pero yo, la normal, Linda Carter, era eso… Solo normal. Le tenia miedo a los fantasmas que sabia que no existían, me habia costado mucho tiempo saber defenderme a golpes por mi misma, las armas me daban pavor, era una terrible espia, no sabia la diferencia entre un comentario o un secreto.
La seguridad de mi país no podría esra en los hombros de una chica tan normal y torpe.
Y no, no digo que sea torpe como dice que la protagonista lo es en algún libro, yo era solo un poco torpe. No me caia de la nada, a veces solo tropezaba con una baldosa o se me caian papeles de las manos por que si, pero el orgullo lo habia heredado bien de mi abuela y si quería podría hacer cosas como una maldita experta.
Como salvar vidas.
Se me daba bien la biología desde la primaria, me sabia los nombres de todos los malditos huesos, el nombre de vitaminas y proteínas que podía hallar en un cuerpo.
Cuando se me dio la opción de una beca en la universidad mas prestigiosa de Inglaterra me anote y quede.
Lo mas difícil, seria contarle las buenas nuevas a la familia. Ellos luego de un tiempo aceptaron mi rumbo.
En si, seria la misma meta, solo que tomando un diferente camino.
Queria salvar vidas, lo que menos me importaba era ganar dineron con ello, ni fama, ni premios, nada de eso. Queria ver las sonrisas que veía en niños con cáncer cuando después de todo el tratamiento y sufrimiento habia una buena noticia o cuando la hija de un hombre que habia tenido un accidente te vio salir después de la milagrosa operación y le diste las buenas noticias y lloro en tu hombro, pues su padre era lo único que le quedaba de su familia.
Tu iq te dejo estudiar varias especificaciones y variantes medicas. Hasta eras bioquímica y viróloga.
Con 29 años estabas de pie en la entrada de el aeropuerto en lagos, la capital mas importante de Nigeria. No estabas allí por vacaciones, aunque quisieras eso mas que con el corazón, estabas allí por negocios.
24 horas antes…
Senti que mi pierna estaba como atada con las sabanas transpiradas de la cama. No querias levantarte, querias seguir durmiendo, pero el ronquido de tu compañero de cama te termino de despabilar. El maldito si que tenia un grave problema de apnea del sueño.
Te moviste un poco en la cama para no despertarlo y poder ver el reloj en tu móvil. Toque el botón home y la luz de la pantalla era tan fuerte que me tape los ojos un poco pues parecía que me quedaría ciega.
Las siete de la mañana. Me tenia que ir al aeropuerto.
Estaba desnuda y tapada solo con la sabana. Era primavera en Londres. El frio ya se estaba yendo al fin, no que lo odiara.
Me movi para poder sacudir el hombro de mi acompañante. Este solo gruño algo gracioso que me hizo sonreir ironica pero no se despertó.
-STEPHEN! Despierta maldita sea, son las siete am…- el hombre se dio vuelta y me miro con sus ojos azules entre sus pestañas un poco abiertas e hinchadas por el sueño.
-Justo estaba soñando contigo, Linda.- NO, linda era mi nombre, no era que el me dijera linda. Vamos, que solo eramos dos amigos y compañeros de trabajo sacándose la lujuria alguna vez por mes.
Stephen era todo un mujeriego. Y sabíamos que esto era solo esto, no iba a durar nada, yo lo quería pero solo como amigo, y el me tenia un respeto ya rayando lo asfixiante.
-Lo siento- Dijo al darse cuenta lo que le habia intentado decir. ''largate, me tengo que ir del país, joder'', asi que mientras el estaba ya sentado en la cama, yo me comencé a levantar de la cama, llevándome la sabana para cubrir mis partes privadas.
Si, me habia visto desnuda, si lo habian hecho un par de veces, pero igual me resultaba vergonzoso estar desnuda caminando por mi propio apartamento.
-Me ire a cambiar, tu prepara el desayuno o lárgate o lo que desees, Stef! – Dije, con una voz sonando a tierna, cuando en realidad eraba jugando con el. Me puse mis pantuflas, frías, de color gris, peludas y me levante de la cama, dejándolo solo en ella.
El sonrio hasta las orejas y puso sus manos tras su cabeza mientras su torso y todo lo demás quedaba expuesto. Tenia una cara tan pomposa, que si no lo conocieras mejor, pensarías que es un arrogante de mierda.
Y es que lo era, pero tu ya te habias acostumbrado. Sacaste de tu gran armario, la ropa de viaje que habias armado la mañana anterior, y te comenzaste a vestir.
Habían ido a la universidad juntos. Eran colegas y amigos. Eras la única que lo habia visto llorar con la muerte de su padre y hermano hacia tan poco tiempo.
-Tan bonita… -Dijo con la voz rasposa, somnolienta y los ojos cerrados.
-Estas pensando en otra chica mientras yo estoy aquí, Strange? Qué mal educado! ¿Qué dirían nuestras abuelas?
-No, seas tonta Carter, lo decía por ti.- corroboro, mientras se levantaba y se ponía los pantalones.
Si, como sea, aparte de que ya sabia que era bonita, déjame decirte que se te hace tarde y deberías hacerme el desayuno, me quedan horas de vuelo…uff!- me queje poniéndome, ya vestida con la ropa de viaje, los tacones de mediana medida.
Luego de unos minutos, los dos estaban en el comedor tomando te y comiendo scones caseros. En tus ratos libres cocinabas.
-me alegro de que haya surgido la posibilidad de que ayudes con este problema sanitario, la verdad, pero lo puedes hacerlo desde tu oficina? – me pregunto molesto, mi compañero de trabajo. Se metio un scon entero con crema y mermelada en la boca.
-Me temo que no, tendre que ir a Nigeria… pero estare aquí antes de que te enteres!.- Stephen solo me dio un asentamiento pequeño con su canosa cabeza y sonrio un poco, trago la comida, mirando mis tres maletas negras normales para viajes.
-Te llevas la vida en ropa, eh?- Se rio, mientras yo negaba fuertemente y ponia un poco de la crema en mis scones.
-Para nada, la mitad de esas cosas son materiales de trabajo. Ya sabes, este virus ya está yéndose de control, es un problema que voy a resolver, no importa si se me va la vida en ello.
En este momento…
Movi mi mano para llamar a un taxi. Era una suerte que en este país hablaran en ingles, pues era malísima para aprender otros idiomas, a no ser que fuera latin.
Le dije la dirección donde quería llegar y el hombre de piel morena y sonrisa blanca y amable me llevo seguramente hacia allí, yo no tenia apuro.
Todo el mundo habla de Africa como si la conocieran, pero es diferente verlo en carne propia.
Habia personas pobres, como en todos lados, y también personas de mediana economía, asi como también los mas adinerados. Mientras en las calles pasaban mire con atención la arquitectura y el paisaje del lugar. Era mas colorido de lo que imaginaba. La gente se vestia con colores vivos y habia arboles y palmeras por todos lados.
Las casa y edificios eran normales, parecían bastante nuevos y cuidados. En la radio del taxi habia una música entre salsa y reggae, supuse que era música popular de allí. Su letra estaba en ingles, pero no preste atención a las palabras.
Habia viento y el cielo estaba todo encapuchado en blanco y gris, si esto era un poco como Londres, iba a llover pronto.
Tenia un paraguas a mano, cuando llegue a mi destino y le entregue l dinero por el viaje al conductor que me saludo graciosamente, mientras yol le daba una sonrisa.
Y Cuando me di la vuelta con mis maletas en mano, vi el gran edificio en el cual trabajaría por tres semanas.
The Institute for Infectious Diseases y sus siglas IFID. Era un gran e imponente edificio de unos nueve pisos de color gris amarronado que me esperaba expectante.
YO también esperaba, esperaba que esas tres semanas se fueran rápido.
Casi tres semanas después…
Estaba en mi oficina, tipo de oficina, que habían arreglado para mi mientras estaba allí. Tenia todo el maldito escritorio lleno de papeles que habia visto y re visto por estos tres meses que no habían pasado volando.
En ese hospital teníamos personas infectadas con el virus mas letal que habíamos visto hasta ahora.
Habia empezado todo hacia ya un año. Las personas con ese virus iba perdiendo sus cinco sentidos a medida que la enfermedad avanzaba y era urgente para el universo que se encontrara una cura.
Se la llamaba la enfermedad de los 5. Por debilitar a una persona, primero haciéndole perder la habialidad del gusto y luego la de audición y asi seguía, hasta perder los cinco sentidos.
Experimento tas experimento, mi cabeza dura no dejo de estar como siempre lo fue, mirando el camino hacia la meta. En esta no podía fallar.
La vacuna, luego de los tres meses, estaba en mis manos y en unas cajas entre todas las montañas de papeles.
Me habían llamado hacia unos meses, por ser la mejor viróloga en Europa y al lado de otros virólogos de otros países, habíamos encontrado la debilidad de dicho virus.
Yo era la única que tenia las muestras, para posterior observación, los pacientes que habían recibido los dardos, ya estaban mejorando, se les habia devuelto las habilidades que habían perdido simultáneamente y ahora el edificio gris y oscuro estaba llenos de luz y felicidad.
Yo me quería ir a casa y volver a mi trabajo. Pero estar aquí me habia gustado mucho. La gente era calida y ayudar a las personas era un gusto enorme para mi.
Un sonido a vidrios rotos a golpes y gritos de susto hizo que me dejara de deambular por mis pensamientos y levantara del asiento alarmada.
El ruido venia de unos pisos mas abajo. Y me fui pitando hacia las escaleras, pues el asesor no era seguro en caso de terroristas. Eso lo había aprendido duramente en mi casa.
Cuando estaba a una vuelta de escaleras, donde escuchaba voces calladas y gritos asustados, saque el revolver que tenía en mi túnica blanca y le saque el seguro, con una habilidad que no sabía que tenía.
Pero antes de que pudiera hacer algo, una voz rasposa y dura llego desde el piso de debajo de las escaleras.
-Sabemos lo que tienen aquí… Sabemos lo que están haciendo y quienes están haciéndolo.- espasmos salieron de mi cuerpo. No podía ser posible. Maldita sea… la voz retomo el discurso que estaba bastante aprendido y su tono era más duro que antes, amenazante, tanto que los pelos de tu cuello habrían quedado estáticos.
-¿Dónde está la doctora principal? ¿Dónde está Linda… Carter?- preguntó arrastrando las palabras, como si estuviera tragando un terrón de azúcar y le diera un placer enorme.
Nadie se dio por aludido, pues los que estaban allí no eran Linda Carter, lamentablemente yo era mala espiando, era mala haciendo cosas militares y no podía saber cuántos de ellos habrían allí, ni si todos mis colegas o ayudantes estarían allí con ellos.
Era una situación de rehenes, era más que eso, estaban peligrando la seguridad sanitaria del país y del mundo.
Y por mi santa abuela que esto no iba a terminar con ellos ganando y terminando con mi trabajo y los de muchos otros.
Tenía un plan.
Un disparo fuerte sonó haciendo eco, mientras la gente en la gran sala de abajo gritaban con horror. Me dio rabia y mis ojos se llenaron de lágrimas de determinación.
Tome mi celular, dejando mi pequeña arma en mi media de la pierna derecha, quedado tapada por mi pantalón vaquero claro.
Marque el número de emergencia. Sabía que si estaba cerca de la muerte o en problemas, ese número era seguro y era el que me iba a salvar el pellejo.
Sonó una, sonó dos y la persona a la que llamé, atendió. Se sintió su voz, su voz determinada y alegre, pensando que yo solo la llamaba para chequear, como siempre hacia.
En la pantalla se leía el número de mi hermana Sharon Carter.
-Hola… Linda, estas ahí? Linda? Hola? HOLA?
En ese momento camine esos escalones que me quedaban. 5, 4, 3, 2, 1… ya estaba en ese piso y lo que mis ojos vieron me lleno el corazón de odio y más determinación.
Habían cinco tipos vestidos de negro, solo que había uno, el que sobresalía, estaba vestido de forma diferente, como con una armadura negra y blanca cruzada sobre su enorme pecho, al igual que una máscara con una pintura blanca, a semejanza de una calavera y sus huesos.
Mis colegas y enfermeros, al igual que algunos recuperados pacientes con vías todavía puestas en sus venas, estaban en medio de la sala tirados en el suelo o arrodillados.
Ellos todavía no me habían visto. Solo alguno de los míos había volteado sorprendidos a verme, algunos incluso me miraban enojados o preocupados y me hacían señas para que me volviera a esconder, pero eso no estaba en mis genes ni en mi forma verdadera de ser, la que me había formado yo misma en mis años.
Tome el momento de distracción de los terroristas para sacar mi arma y apuntarle al que tenía más cerca. Había apuntado a su espalda, pero le di a su pierna, bueno, que se le iba a hacer. Uno menos, faltan cuatro.
Pero antes de que pudiera hacer algo, dos de ellos me tenían en sus manos en unos segundos.
Me tomaron de mis brazos, con mucha fuerza y me dieron un golpe en mi estómago que me hizo querer doblar sobre mi misma, pero no cedi tan fácil.
-Aquí tienes a Carter, Crossbones…- le dije con mi voz angustiada de dolor al hombre enmascarado que se me había aproximado hasta poder olerle el aliento. Olia a sangre y mugre.
Mi teléfono seguía grabando todo para que mi hermana lo oyera e hiciera algo para ayudarme a mí y a los demás rehenes.
NO sabía quién era el mísero terrorista y lo bautice con el nombre Crossbones, al no saber cómo llamarlo.
El tipo ser rio a mi expensas y bajo su cabeza hasta poder hablarme más de cerca, podía ver su sonrisa dura, malvada y degenerada desde fuera de la máscara, me dieron ganas de vomitar.
Me moví salvajemente tratando de soltarme de los agarres fuertes, que seguramente me harían hematomas o heridas.
-Tan salvaje y peleadora como tu hermana…- eso me sentó más fuerte que el golpe que me habían dado hacia unos segundos.- Si, conocí a tu hermana muy bien…- me dijo el hombre, al ver mi cara de desconcierto. El hombre que yo había disparado hacia un minuto, seguía retorciéndose en el suelo.
-Digamos que ella eligió un lado que yo no seguía, y ella Eligio mal. Esto no depende del modo en que lo veas, solo hay un camino y el camino del dolor es el único.
-¿Qué es lo que quieres?- dije con mis labios pegados a mis dientes, reteniendo el escupitajo que le tenía preparado si hablaba mal de alguien más de mi familia.
-Esto del virus, era un plan de Hydra, el único que nos queda después de la devastadora tragedia que nos dio tu hermana en el Triskelion, con ayuda de Rogers, queremos quemar este lugar, hasta los cimientos y con ustedes dentro…
-Si te doy la cura, podrías perdonar las vidas de estas personas… Si te doy la vacuna y doy mi vida, es suficiente para ti?
El hombre enmascarado sin vergüenza, se rio en mi cara, como si le hubiera contado el chiste sexual que Stephen me había contado unos meses atrás.
-Hermosa la valentía que tienes, me recuerda a Sharon.- respiro hondo, saboreando el momento.-Tu eres solo la carnada, para peces más gordos- mi mirada se disparó hacia su cara y luego hacia mi bolsillo.
-Has llamado a tu hermana, o mejor has llamado a tu amigo Rogers, que viste en el funeral de tu abuela, la famosa Peggy. Oh, esto fue tan fácil…
Eso era lo que esperaba, que mi hermana viniera, que Steve con ella y si se pudiera con todo el grupo de héroes que Steve tenía en su cola.
-Pues espero que vengan y te pateen el trasero, maldito bastardo! Hijo de… - Y con tus palabras en la lengua, sentiste como algo fuerte y huesudo toco tu cara con demasiada velocidad y fuerza. TU mandíbula sonó con el impacto y el toque te hubiera mandado volando al suelo si no estuvieras sostenida por los dos hombres de tus costados.
-Llévenla a un costado y ténganla vigilada.- dijo Crossbones. Sentí su mano tomando mi móvil, quise detenerlo pero eso solo mando un espiral de dolor a mi columna al sentir como me quebraba dos dedo o más con solo un agarre.
Mierda, ¿Cómo iba a salir de esta?
