Emma sabia que algo no estaba bien. Lo supo cuando vio la mirada asustada de su padre. Era su culpa que ahora estén aquí, cerca de enfrentar su posible muerte; ella había querido volver a la cabaña donde creció, su padre no quería. Y ahora ellos nos encontraron.

Mi padre había sido miembro de la guardia de los Volturis hace unos años, matando mucha gente y obedeciendo sus reglas luego de que ellos lo convirtieran. Pero con el correr de los años se dio cuenta de que eso no era lo que quería, y luego de escuchar de vampiros que vivían junto a los humanos en paz pensó que a pesar de ser un monstruo podría tener la posibilidad de adaptarse a la vida de los humanos así como quería. Los Volturis lo dejaron ir, resignados, pero aun así mi padre se sintió observado todo el tiempo. Sabía que no lo iban a dejar vivir en paz, que algún día iban a encontrar la forma de que vuelva a su guardia, ya que su don era muy importante para ellos. Entonces fue cuando les hizo creer que lo habían matado. Nunca me dijo como lo logro, pero desde ese día los Volturis no lo siguieron más y lo dieron por perdido.

Mi padre ya había oído de los vampiros que se alimentaban de animales y probó lo mismo, aunque le resulto muy difícil. Siguió escondido hasta que estallo la segunda guerra mundial. Estaba en Alemania, trabajando en una librería frente a un hospital, donde mi madre trabajaba de enfermera. Se enamoro de ella a primera vista, primero siguiéndola a escondidas hasta que se animo a hablarle. Me dijo que ya para la primera cita no podía estar lejos de ella ni por un minuto. Se llamaba Anneliese y estaba tan enamorada de mi padre como el de ella; hasta que mi padre le dijo la verdad: el era un vampiro. Y aunque al principio se sintió aterrada, su amor fue más grande. Al siguiente año se casaron y se fueron a vivir al norte de Inglaterra, en un campo apartado del resto de la civilización. Se mantuvieron felices hasta que se quedo embarazada y al mes nací yo, matando a mi madre en el proceso. Mi padre se sintió devastado con su muerte, culpándose a sí mismo, pero sabiendo que tenía que seguir adelante por mí. Aunque tenía miedo al no saber que era yo, me crio en la cabaña hasta que se dio cuenta de que mi crecimiento acelerado se detuvo. Hasta ese entonces él me había enseñado todo lo necesario sobre vampiros y humanos, pero luego nos mudamos al centro de Londres, donde adoptamos nuevas identidades, lo que me permitió ir a un instituto normal.

Me acuerdo que el primer día yo estaba muy nerviosa por conocer a chicos de mi edad, hacer los amigos que siempre desee. Pero las cosas fueron muy diferentes cuando me di cuenta lo superficiales que eran todos.

Pero eso fue hace muchos años. Luego de viajar por el mundo por distintas ciudades manteniendo distintas identidades, al único que consideraba mi mejor amigo era a mi papa. Es el que siempre me hacia feliz, y por eso mismo no me importo no tener otros amigos, el era lo único que necesitaba para ser feliz, el único que me conocía de pies a cabeza y me aceptaba como era.

Yo le había preguntado a mi papa si podíamos volver aquí, al lugar de mi infancia, y ahora íbamos a morir por eso. Mi padre dijo que jamás permitiría que nos uniéramos a la guardia de los Volturis, pero ahora nos encontraron y no teníamos opción. Era unirnos o morir.

-Papa, ¿Qué vamos a hacer? – pregunto tratando de que no se note el miedo en mis palabras. Estábamos adentro de la cabaña, rodeados de muebles llenos de polvo y escuchando sus pasos en el bosque viniendo a nuestro encuentro. Eran dos.

- Emma, sabes lo que tengo que hacer. Una vez que ellos lleguen, yo los voy a distraer y tú vas a correr. Vas a tomar un avión y te vas a reunir con los vampiros de los que te hable, recuerdas? Los que viven igual a nosotros. Es la única salida que hay, no voy a dejar que te acerques a ellos. – dijo acercándose a la ventana. Ya estaban a unos metros, y yo no entendía porque venían tan tranquilos caminando.

Me dio un abrazo y un beso, y salió a su encuentro. No me dio tiempo de responderle, de decirle que no importaba si nos uníamos mientras estuviéramos juntos. Y mientras observaba su encuentro, empecé a correr hacia el lado opuesto.

Las lágrimas obstruían mi visión. Yo no quería dejarlo solo, pero sabía que era la única opción que tenia para no defraudarlo. Nos íbamos a volver a ver. Lo sabía, yo no me iba dar por vencida hasta que volviéramos a estar juntos.