Iris de acero


Iris de acero

Por Txelleta

Renuncia: Los personajes de Shingeki no kyojin no me pertenece. Son de Hajime Isayama.

Calificación: 16+

Advertencias: Historia ambientada en el mundo de Shingeki no kyojin. Palabras malsonantes. Contenido sexual explícito.

Resumen: Año 835. Han pasado tres largos años desde la batalla de Trost. Hemos luchado durante este periodo para trazar un camino hacia el muro de María y averiguar los secretos que esconde el sótano del doctor Jaeger. Nos ha costado sudor, sangre y lágrimas, pero al fin conoceremos la respuesta. ¿Encontraremos allí la salvación de la humanidad o todo nuestro trabajo habrá sido en vano? [Levi, Mikasa].


Capítulo 1. Buscando esperanzas


Año 830. Dentro del Muro de Sina.

El aire era opresivo. La sala, situada en el sótano del cuartel militar, no tenía ventanas. Estábamos sentados tres tenientes de la policía militar, dos científicos y yo, alrededor de la mesa, ojeando parcialmente los informes de la legión de reconocimiento y las libretas que habían encontrado fuera del muro de María. La séptima persona reunida en aquel lugar, un comandante, caminaba en círculos con las manos en la espalda mientras argumentaba su decisión sobre aquel asunto.

— Se llevará esta investigación en secreto —. Colocó las palmas de las manos encima de la mesa —. Escogeremos a varios soldados para realizar los experimentos. Si sale bien — nos miró a los ojos —, seremos los salvadores de la humanidad. Ustedes tres — dijo señalándonos a los dos científicos y a mí —, serán los encargados de los experimentos. Buena suerte.

(...)

Año 831. Un año y medio más tarde. Dentro del Muro de Sina. Misma sala.

— ¿Y bien? — preguntó el comandante presidiendo la mesa —. ¿Hay algún progreso como mínimo?

— No —. Tragué saliva —. Ha sido un fracaso en todos los sentidos. Todos los sujetos han muerto. Inicialmente pensábamos que el problema tenía origen en la fórmula y modificamos ciertos parámetros. Entonces, la vida de los soldados fue más duradera. Pero, la diferencia fue de uno o dos días.

— Excepto esa chica... — dijo en tono casi inaudible uno de mis compañeros, Thomas.

— Sí, excepto una jovencita. Duró casi una semana —. No quería exponer la conclusión que se deducía de aquel detalle. Pero, todo era por un bien mayor. Así que cogí aire y lo dije —. Esa chica tenía diecisiete años. Era la más joven de todos, la que duró más y lo aguantó mejor. Pensamos que tal vez los chicos más pequeños sean capaces de aceptar mejor el tratamiento —. Esperé la respuesta del comandante.

— Bien, les traeremos niños de la ciudad subterránea. Nadie los echará en falta. Espero progresos.

(...)

Año 833. Dos años más tarde. Dentro del Muro de Sina. Misma sala.

— No ha funcionado — repitió el comandante repiqueteando los dedos sobre la mesa —. Además, uno de vosotros ha muerto y el otro está infectado —. Soltó un suspiro de resignación —. Cuéntamelo todo otra vez.

— Los niños más mayores han muerto. Los más pequeños han sobrevivido pero no muestran ningún signo de cambio. Parece que no funciona — dije resumiendo.

— Lo de tus compañeros —. Realizó un gesto con la mano para que continuara —. ¿Le gustaban los niños a Keiji? — frunció el ceño.

— Keiji estaba obsesionado con un crío, de unos diez u once años — miré hacia un lado nervioso y repugnado a la vez —. Siempre se lo miraba de manera lasciva. Intentó forzarlo y el niño lo apuñaló repetidas veces con un bisturí hasta matarlo. Thomas y yo oímos los gritos. Corrimos hacia la sala y el niño se lanzó contra Thomas con una jeringuilla. Soy médico y mi reacción fue sanar a mis compañeros, aunque todo fue en vano. No pensé que el crío fuera capaz de huir.

— Ese niño... ¿dio positivo? — preguntó el comandante mirando a la pared.

— No, señor.

— Fue un fracaso, entonces.

— Sí, señor.

— Tendrás que probar con niños aún más pequeños.

— Señor, con todos mis respetos, no creo que funcione, ni aunque usáramos bebés recién nacidos —. Intenté razonar con aquel hombre —. Hemos sacrificado muchas vidas a cambio de nada. Lo mejor sería...

— He oído que te has casado, Jaeger — habló cortando mi discurso. Me observó y esperó una respuesta por mi parte. Asentí —. Una mujer muy bonita. Estoy seguro que no tardaréis mucho a tener hijos, ¿me equivoco? —. Sentí la amenaza implícita que había detrás de aquellas palabras —. Eres médico. No te será difícil asistir algunos partos y que los niños nazcan... muertos. Tú ya me entiendes. Invéntate alguna enfermedad. Consuela a los padres. Te pagaremos una buena casa con todo el equipamiento que necesites. Así podrás estar cerca de tu familia e ir progresando —. Se levantó, se acercó a mí y me palmeó el hombro —. Cuando estés instalado, te mandaremos personal que te asistirá en las investigaciones — me entregó una lista de parejas recientemente casadas en el muro de María —. Serás el salvador de la humanidad, Jaeger.

— Sí, señor — contesté bajando la mirada y resignado.

(...)

Año 835. Dos años más tarde. Dentro del Muro de María.

La estancia olía a sudor, sangre y desinfectante. Oía los gritos de la mujer. Luchaba por su vida y por la de su bebé. Su marido le cogía de la mano mientras le apartaba el cabello de la frente. El hombre le murmuraba palabras cariñosas y de apoyo. Yo sólo podía pensar que aquella pareja estaba en la lista que me habían entregado. La comadrona, enviada especialmente por el comandante para estos casos, estaba sentada entre las piernas abiertas de la mujer y le daba palabras de ánimo. La mujer empujó con fuerza por octava vez y luego maldijo. Echó la cabeza hacia atrás y emitió un sonido entre un grito y un sollozo. Volvió a empujar y esta vez el bebé nació. La comadrona lo cogió, me entregó con rapidez aquel pequeño bulto manchado de sangre y me aparté para lavarlo. Era una niña. Empezó a llorar con fuerza, hinchando por primera vez sus pulmones de aire. Oí la risa de dicha de sus padres. Le di los primeros cuidados, comprobando que estaba sana. La niña dejó de llorar, hizo un pequeño ruido con la boca y luego abrió los ojos de un color grisáceo. Miré a los padres que estaban radiantes de felicidad. Observé la pequeña de cabello negro y tragué saliva sabiendo qué debía hacer a continuación. Mis manos temblaron mientras sacaba una jeringuilla y le introducía el líquido adormecedor. Sentía cómo se me acumulaba el sudor en la frente. "Lo siento, pequeña. Eres tu o mi futuro hijo". Pensé en Carla, embarazada de casi ocho meses. La niña dejó de moverse apenas unos segundos después. Entonces, me moví de manera frenética, asustando a los padres, y realizándole algunas prácticas inocuas a la pequeña. Un par de minutos más tarde, cubrí a la pequeña y me giré a los padres con cara pesarosa.

La mujer de rasgos exóticos abrió los ojos llorosos, sabiendo lo que iba a decirle. Sus labios temblaban y alargó una mano hacia mí. Pronuncié aquellas palabras que tanto temían. La mujer negó con la cabeza mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas pálidas. Luego se tapó la boca con las manos y gritó llena de angustia y dolor. El marido la abrazó, apoyando su mentón en la cabeza de ella y llorando silenciosamente. Limpié los objetos y ayudé a la comadrona a acabar el trabajo. Me acerqué a la pareja y les di el pésame.

— Me ocuparé del cuerpo de la pequeña. Realizaré los trámites —. El marido me miró con los ojos anegados en lágrimas —. ¿Cómo... cómo la hubieran llamado?

— Mikasa — respondió la mujer, apretando la sábana con fuerza —. Mi niña se llama Mikasa.

Me alejé de ellos, dándoles intimidad. Recogí mis cosas y las llevé afuera para colocarlas en el caballo. Volví a dentro de la casa y cogí a la niña bien dormida entre mis brazos. Me dirigí a la puerta y coloqué mi mano encima del pomo. No obstante, la voz masculina del marido me detuvo.

— Gracias, Doctor Jaeger —. Me miró con verdadera gratitud —. Muchas gracias por todo. Es usted un buen hombre.

Asentí con la cabeza y salí. Miré a la pequeña que estaba raptando. Aquel hombre no podía estar más equivocado.

(...)

Año 845. Diez años más tarde. Dos días después de la caída del Muro de María. Dentro del Muro de Rose.

Estábamos en un bosque frondoso, alejados del resto de refugiados. Me perseguían. La policía militar deseaba mi cabeza clavada en una pica. Tenía a mi hijo cogido por un brazo mientras buscaba en mi maletín el botecito con el líquido.

— ¡Papá! ¡Suéltame! ¡Me haces daño! — Se removió intentando soltarse.

— Eren, tranquilízate y estate quieto —. Encontré el bote, lo dejé en el suelo y busqué una jeringuilla —. Guarda bien la llave del sótano, Eren.

— ¡Papá! Suéltame — sollozó —. Desde la muerte de mamá estás muy raro. Por favor, ¡me haces daño!

— Eren, escúchame bien — clavé la jeringuilla en el tapón y tiré del émbolo para rellenarla de líquido —, esto te hará más fuerte y te ayudará a sobrevivir. Lo sé — atraje el brazo de Eren hacia mí.

— ¡Para, papá! ¡Para, por favor! — forcejeaba llorando —. ¡Papá!

— Tranquilo, no te dolerá. Perderás algunos recuerdos, pero para quieto — introduje la aguja en su piel y presioné el émbolo. El líquido comenzó a entrar. Eren gritaba de dolor mientras yo lo mantenía inmovilizado con mi brazo libre —. Algún día serás la esperanza de la humanidad, Eren. Cuando puedas, vuelve a casa y entra en el sótano. Recuerda que nuestro sótano es muy grande. No dejes que te engañe.

Eren cayó al suelo de rodillas, con los ojos verdes llenos de lágrimas y la mirada ligeramente pérdida. Acaricié los cabellos castaños de mi hijo y deposité un beso en su frente. Lo cogí en brazos y volví al pueblo mientras buscaba un lugar seguro para esconderlo.

— Eren — le dije mientras buscaba su mirada —. El sótano, ¿de acuerdo? Encuéntralo —. Lo abracé con fuerza. Oía los gritos de la policía militar. Nos pisaban los talones. Dejé a mi hijo en el suelo, medio escondido entre las raíces de un árbol —. No hagas ruido. Te quiero mucho, Eren — lo abracé por última vez antes de salir corriendo.

(...)

Año 853. Ocho años más tarde. Cerca del Muro de María.

El viento golpeaba mi rostro. Los cascos de los caballos eran el único sonido a nuestro alrededor. Avanzábamos en línea recta, siguiendo el camino, despejado de titanes. Eché la mirada atrás y observé a los mocosos que formaban mi escuadrón. Tenían la mirada fija y decidida a cumplir, por fin, nuestro objetivo: recuperar el Muro de María. Habíamos tardado tres largos años en limpiar una ruta desde el distrito Karanese, situado al este del Muro de Rose, hasta el distrito de Shinganshina.

En media hora llegaríamos a la puerta destruida por el titán de la armadura. Treparíamos por los muros, nos adentraríamos en Shinganshina, limpiaríamos la ciudad de gigantes y Eren cerraría la puerta destrozada por el supertitán. Finalmente, nos dirigiríamos al sótano de la casa de Jaeger. Ese era el plan.

Una estela de humo rojo surcó el aire. Había un titán de diez metros que se acercaba por el flanco izquierdo. "Desviarnos ahora nos hará perder mucho tiempo". Braus, situada más a la derecha, iba a lanzar una bengala roja cuando se lo impedí. Con dos gestos, mandé a Kirschtein i Jaeger que fueran a por el titán. Era primordial llegar cuanto antes al muro. "Uno solo no nos detendrá".

Jean y Eren se coordinaron realmente bien. Eren se lanzó al galope hacia el titán atrayendo su atención. Lo desvió del grupo y consiguió que nos diera la espalda. Jean los alcanzó en poco tiempo, se enganchó en la nuca del gigante y le realizó un corte mortal.

Miré a Braus, asentí con la cabeza y la castaña lanzó una bengala amarilla para indicar que habíamos acabado con el peligro. Continuamos cabalgando sin descanso hasta el Muro de María.

Estábamos a un par de kilómetros de la puerta cuando nos desviamos ligeramente hacia un lado. Iban entrando titanes poco a poco por la entrada interior del muro de María. Lanzamos bengalas de humo rojas. Pocos segundos más tarde vimos bengalas verdes, señal de un cambio de rumbo de nuestro avance. No obstante, Arlelt ya había previsto esta situación en la reunión de estrategia. Me acuerdo muy bien de sus palabras: "Probablemente habrá un gran número de titanes reunidos alrededor de la puerta interior. Si nos adentráramos por esa puerta, tendríamos que combatir contra los titanes y esto provocaría una gran cantidad de bajas. En cambio, si nos desviamos un poco y trepamos el muro, evitamos un enfrentamiento directo e innecesario por el momento".

Dejé mis recuerdos atrás y vi que la primera hilera de soldados comenzaba a trepar por el muro. Giré la cabeza y pude ver que mis mocosos me seguían de cerca. Desenfundé los mangos del equipo, presioné los gatillos y me enganché al muro. Oí el sonido metálico de sus equipos. Comenzamos el ascenso.

(...)

El sol del mediodía iluminaba la ciudad medio destruida y despoblada. Desde la altura del muro, veíamos la enorme cantidad de titanes reunidos en aquel espacio tan reducido y cómo, poco a poco, se iban congregando a nuestros pies. Observé a Eren que miraba el horizonte con los dientes apretados y los ojos tristes. Jaeger apretó la llave que le colgaba del cuello con una mano. Kirschtein se acercó al mocoso de ojos verdes, le dio una palmada en el hombro y le contó algún chiste malo, al cual Eren respondió con mala cara. "Jean ha conseguido relajar al mocoso". Miré atrás y vi a Hange discutiendo con Armin, probablemente sobre el próximo movimiento a realizar. Historia y Springer estaban hablando con otros reclutas. Braus se asomaba por el muro, observando a los titanes. Me acerqué a ella. "Verás qué susto se lleva", sonreí mentalmente. La empujé con suavidad por la espalda. Movió los brazos de manera frenética para evitar caerse del muro. La cogí por los cinturones, devolviéndola a la seguridad del muro. Se sentó con un suspiro de alivio.

— ¡Casi y me mata! — dijo Braus.

— ¿Aún te dan miedo los titanes, mocosa? — pregunté con burla.

— No — frunció el ceño pensando en una respuesta conveniente —, es sólo que... — me miró con aquellos ojos grandes marrones sentada desde el suelo — ¿no le parece un desperdicio de carne todos esos titanes que exterminamos?

Me quedé sorprendido. "Esta chica no es normal. Está pensando en com... ".

— Sasha — habló Armin desde nuestra espalda —, los titanes no se pueden comer. Ya te lo he explicado varias veces.

— Nunca lo has probado — se cruzó de brazos indignada.

— Pero si... — Armin sonrió suavemente y se resignó a justificar su respuesta. Entonces, se giró y me miró a los ojos —. Cabo... — se corrigió rápidamente — Sargento Levi. Hange y yo hemos repasado la estrategia a seguir a partir de ahora. No habíamos previsto que hubiera tantos titanes, pero seguro que lo conseguiremos.

— Aligera, no tenemos todos el día — lo corté —. Mocosos, venid aquí — y el resto de mi escuadrón se reunió a mi alrededor.

— Hange y los demás oficiales, con sus respectivos escuadrones, se quedarán cerca de este muro atrayendo la mayoría de titanes hacia este lado. Así, la zona más cercana a la casa de Eren estará despejada.

— Vamos, que usaremos una estrategia parecida a la que usamos en Trost, ¿no? — comentó Jean.

— Sí — respondió Armin —. Pero tiene ligeras diferencias. Los escuadrones de Petra y de Erd nos apoyarán desde la seguridad de los muros laterales. Se dividirán en grupos reducidos para no atraer titanes — Armin nos miró seriamente —. Nosotros iremos al frente. Nos dividiremos en dos grupos: el primer grupo irá fuera del muro y evitará la entrada de nuevos titanes; el segundo grupo se quedará cerca de Eren dentro de la ciudad y entablará combate contra cualquier titán que se acerque a Eren. Mientras tanto, Eren sellará el agujero creado por el supertitán.

— ¡Bien! — Sasha se levantó del suelo y se sacudió el polvo de los pantalones —. ¿Cómo nos dividimos?

— Jean y el sargento Levi irán fuera de los muros. Ellos son capaces de acabar con un titán en solitario y en un terreno adverso. Nosotros cuatro — Armin señaló a sus compañeros restantes menos Eren — estaremos en la ciudad y trabajaremos en parejas para eliminar los titanes. Usaremos la estrategia básica de señuelo y ejecutor. Sasha vendrá conmigo y Conny e Historia iréis juntos. ¿Alguna pregunta?

Asentimos con la cabeza y nos pusimos en marcha hasta llegar al extremo más al sud, justo debajo de la obertura. Allí, obtuvimos una vista absolutamente diferente a cada del lado del muro. A un lado, se encontraba la ciudad destruida, llena de titanes y cadáveres putrefactos. Al otro lado, una llanura de hierba verde salpicada de robles, pinos y abetos. Hasta se oía el piar de los pájaros. Una ráfaga de viento me agitó el cabello. Era fresco y aspiré hasta llenarme los pulmones. "Tiene un olor diferente". Me giré para dar comienzo a la misión y me di cuenta de que no era el único que miraba más allá. "Probablemente, es la primera vez que ven el paisaje que hay detrás de los muros".

— Chicos — dijo Armin para llamar nuestra atención —, los titanes parecen distraídos por Hange y el resto. — Miró a Eren —. Danos tiempo para limpiar la zona y te avisaremos con una bengala amarilla. Después transfórmate y crea un muro de cristal con el poder del titán para sellar la abertura. Sargento y Jean, lanzad también las bengalas cuando creáis que es seguro que Eren se transforme. Si alguien necesita ayuda, que lance una bengala roja — Armin nos miró uno a uno —. ¿Preparados? — mi escuadrón asintió listo para comenzar.

— Mocosos — empecé diciendo —, acordaos de que no sois héroes. No cometáis ninguna locura. Priorizad vuestras vidas, ¿entendido? — Miré a Jaeger —. Eren, no hace falta que crees un muro muy sólido por el momento. Con que impida la entrada de más titanes, será suficiente —. Me acerqué a Braus y la cogí por el hombro suavemente —. Obedece a Armin en todo, mocosa. No intentes comerte ningún titán — la solté y miré al resto —. Vamos, mocosos, está noche cenaremos todos juntos y podréis repetir.

Oí un grito de alegría proveniente de Braus y empecé el descenso por el muro. Kirschtein me seguía de cerca. Me paré justo encima del agujero en el muro y le indiqué al mocoso que no se acercase. Descendí aún más y quedé colgado en la parte superior de la abertura. No había ningún titán dentro. "Bien. Siguiente paso". Volví a subir, rodeamos el agujero por un lado y bajamos hasta tocar el suelo. A la derecha había un grupo de robles bastante cercanos y envié a Jean allí. Mientras, yo me dirigí a la izquierda. En mi banda los árboles estaban más separados y eran más pequeños. Llegué al pie de un pino, presioné los gatillos del equipo y subí a una de las ramas más altas. Estaría a unos siete u ocho metros del suelo. Miré hacia a la derecha y vi el humo del equipo EDM3D. El mocoso ya se encontraba escondido entre las copas de los robles cuando miré en su dirección.

Cogí mi pistola de bengalas, cargué un cartucho amarillo y lo disparé. "Eren, tienes vía libre. No dejaremos pasar ni uno". No tuve que esperar mucho para ver aparecer a mi primera víctima. Un titán de cuatro metros se acercaba desde mi lado. "Fácil". Caminaba con apacibilidad hacia mí. Se acercó al árbol donde yo estaba y me miró con aquella sonrisa imborrable en el rostro. Alargó ambas manos para intentar cogerme. Enganché los pistones al tronco del árbol, descendí esquivando sus dedos y mis pies tocaron su frente. Ejecuté un salto girando en el aire grácilmente, preparé mis espadas y le corté la nuca. Me impulsé desde su espalda hacia arriba y accioné el equipo para volver subir. "Uno menos".

Miré a Kirschtein, que estaba entretenido con dos titanes. Realizó correctamente una maniobra y uno de ellos cayó muerto al suelo. El otro tardó poco en tener el mismo destino. Se oyó un ruido sordo a mis espaldas. Una línea de vapor ascendía a los cielos. "Eren se ha transformado". Devolví la vista al frente. Se acercaban tres titanes hacia mí. Moví mis dedos entre los gatillos de las espadas, preparándome. "No quedará ni uno", pensé lanzándome contra ellos.

(...)

Horas más tarde, había perdido la cuenta de la cantidad de titanes que había exterminado. Desde lo alto de las murallas, regresábamos de nuestra misión. A nuestra espalda, el sol se ponía. Armin, Historia y Conny iban detrás de mí extenuados y magullados. Jean, Eren y yo íbamos a la par. No obstante, Eren, en su forma humana, llevaba en brazos a Sasha. La castaña estaba encogida con una brecha en la cabeza y la pierna rota. "Sigue viva". Arlelt se acercó por detrás de nosotros y tropezó. Jean evitó su caída cogiéndolo por el brazo.

— Lo... lo siento — Armin se apoyó en Jean y desvió la vista hacia un lado —. Ha sido mi culpa que Sasha haya salido herida. He fallado y, por eso, el titán ha...

— Cállate, mocoso. Lo importante es que sigue viva — respondí con brusquedad.

— Vamos, Armin — comenzó a decir Sasha asomando la cabeza por encima del hombro de Eren —, te perdono si me das la mitad de tu cena — esbozó una gran sonrisa.

Los mocosos sonrieron por la broma de Sasha. Arlelt murmuró un gracias con la cabeza agachada. Continuamos caminando hasta reunirnos con el resto de escuadrones. Nos encontramos con ellos en la intersección entre los muros de Shinganshina y María. Hange nos saludó con la mano, agitándola como si le fuera la vida en ello. Algunos soldados observaron nuestra llegada. Otros continuaron con la mirada perdida, pensando en sus compañeros caídos.

— ¡Ha sido todo un éxito, chicos! — gritó Hange cuando nos acercamos —. Lo habéis conseguido. Hemos cerrado la grieta del muro. Ahora, volvamos al campamento para descansar. Mañana continuaremos con la misión — se giró para dar las órdenes de empezar el descenso del muro.

(...)

La sala de reuniones de los oficiales era fría. Los muros de piedra sin ventanas no dejaba pasar ni el viento ni el calor. El suelo de madera era antiguo, pero limpio. "Por suerte". Varios de los oficiales al mando estábamos sentados alrededor de la mesa central. Me froté las manos mientras hablábamos del éxito de la misión de hoy.

— La capa de cristal que ha creado Eren no deja pasar ningún titán — comenté —. Aunque mañana tendríamos que reforzarla. A pesar de que Braus está incapacitada, podremos defender a Eren sin problemas.

— De todos modos — intervino Hange —, enviaremos los escuadrones de Petra y Erd para que os ayuden, igual que hoy.

— Hange, el escuadrón de Erd ha quedado reducido en la mitad y el de Petra a una tercera parte — comentó Mike —. Deberíamos enviar a otros grupos. Los escuadrones de Nanaba y Greger casi no han sufrido bajas. Ellos los pueden sustituir.

— Mierda — soltó Hange —. ¿Tantos han muerto?

De repente, la tensión en el ambiente aumentó. Nos miramos los unos a los otros pensando en la cantidad de compañeros que perdíamos al ir avanzando. Erwin removió algunos papeles, nos miró a todos y comenzó a hablar.

— Recapitulando, mañana brindaremos protección a Eren para que pueda reforzar el muro de cristal. Al igual que hoy, para evitar pérdidas, se atraerá la atención de los titanes a un lado del muro. Mike, te encargas de decirle a Nanaba y Greger que serán los grupos de apoyo. Levi, cuando creas que el muro es suficientemente grueso, da una señal con la bengala verde y procederemos a cerrar la abertura creada por el titán de la armadura usando la misma estrategia — Erwin se levantó de la silla dando por terminada la reunión —. Dormid tanto como podáis. Mañana será un día largo.

Salimos de aquella sala congelada. Me dirigí hacia la estancia que usábamos como enfermería. Los mocosos estarían allí, cuidando de Braus. Recorrí unos cuantos pasillos del cuartel que utilizábamos como refugio. Empujé la puerta y olor a medicinas y sangre golpeó mi nariz. Entré y me dirigí hacia la cama donde estaba Sasha. Los mocosos estaban bastante contentos pese a las circunstancias que nos rodeaban. La castaña tenía la boca llena de la cena, llevaba un vendaje en la frente y la pierna enyesada. Eren y Jean estaban a un lado de la cama hablando con ella. Historia y Armin estaban sentados al otro lado. Me acerqué para hablar con ellos. Le pregunté a la mocosa qué tal estaba y luego les conté la misión de mañana. Todos asintieron de acuerdo con el plan. Di media vuelta y me dirigí a mi "cama". "O sea, una puta manta en el suelo".

Una vez allí, me quité la chaqueta, el pañuelo, las correas, las botas y la camisa. Dejé mis prendas bien dobladas a un lado. Capté un suave movimiento a mi espalda y sentí una mano fría y pequeña en mi hombro. Miré y me encontré con Petra. Delineó mi brazo suavemente con su dedo índice. Luego, se acercó a mí y depositó un beso suave en mi cuello. Fue dejando pequeños besos por mi cuello y mi hombro mientras sus manos tocaban mi pecho y abdomen. Le cogí las manos para separarla de mí.

— Hoy no, Petra — la miré a los ojos —. Estoy agotado.

— Pero, Levi — vi cómo tragaba saliva —, te necesito — me apretó las manos —. Sólo un poco —. Los ojos se le humedecieron, a punto de llorar —. Es que, hoy... ellos... yo, supongo que, debería... — se llevó una mano a la boca y me dio la espalda.

La abracé por detrás y besé su cabello cobrizo. "Busca consuelo por la muertes de los soldados a su cargo". Froté su cuerpo con suavidad. La oí sollozar y sus lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Pasaron unos minutos y la arrastré conmigo a mi "cama". Le quité la chaqueta, las correas y las botas. La acuné entre mis brazos, ofreciéndole consuelo. Poco a poco se fue relajando.

— Te quiero, Levi — murmuró Petra antes de dormirse.

Yo no respondí.

(...)

Dos días más tarde, aún corría por los tejados de casas abandonadas exterminando los titanes que quedaron encerrados en Shinganshina. Presioné el gatillo, los cables salieron disparados y crucé la calle de un salto directo hacia mi siguiente víctima. El titán, de unos 12 metros, se fijó en mi presencia y lanzó un puñetazo en mi dirección. Lo esquivé y su mano quedó encallada entre los escombros del tejado. Me subí por su brazo, enganché el cable en su nuca y realicé un corte profundo. El gigante se desplomó muerto.

Dos titanes más pequeños se acercaron hacia a mí. Me dirigí a su encuentro. Enganché un cable del equipo en el brazo de un titán y el otro cable en el brazo del otro titán, justo para pasar por en medio de los dos gigantes. "Esto va a ser divertido". Presioné el gas, acercándome rápidamente al peligro. Los titanes estiraron sus manos para cogerme cuando pasaba entre los dos. Chocaron y cayeron al suelo como el amasijo de carne que eran. Desenganché los cables, di una vuelta en el aire y acabé con ellos.

Eché un vistazo a mi alrededor. Los escuadrones iban avanzando, poco a poco, pero con seguridad. Cada vez quedaban menos monstruos. Kirschtein se paró a unos tejados más al norte, limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano. Arlelt apareció justo detrás suyo y señaló otro titán. Eren, un poco separado de ellos, asintió con la cabeza y se fue en busca del titán. Unos segundos después, el rubio y el castaño ceniza siguieron a Jaeger. Sacudí mi cabeza y volví a centrarme en mi trabajo. Apreté los mangos del equipo y fui en busca de mi siguiente víctima.

(...)

Apartaron otra viga de madera del suelo y la dejaron con el resto de escombros. Otro grupo de soldados quitaron más tochos y rocas esparcidos por el suelo. Intentaban despejar la entrada del edificio. "Un poco más y podremos entrar en la casa de Jaeger". Eren estaba a mi lado mirando su casa. Aunque tenía el rostro sereno y tranquilo, no paraba de mover los dedos. Se llevó una mano al cuello, toqueteando el cordón del cual colgaba la llave del sótano. Hange, impaciente, entró en la casa medio derruida. Poco después salió y nos hizo gestos con las manos para que entráramos. Eren comenzó a caminar de manera insegura.

— Oye, mocoso — dije, y el castaño se giró para mirarme —, tómate el tiempo que necesites, ¿de acuerdo? Recuperar el muro de María ha sido todo un éxito.

Eren asintió con la cabeza. Empecé a andar seguido de Jaeger, Arlelt y Kirschtein. Pasamos al lado de Hange y entramos en la cocina. Había una neblina de polvo en toda la estancia que acentuaba el aire tétrico del lugar. A mi derecha había un sofá, con una manta sin doblar y dos cojines. En el centro de la sala había una mesa coja con algunas sillas a su alrededor. Al fondo, la cocina propiamente dicha, algunas encimeras bastante intactas, el fregadero y varios armarios. Había algunos platos, vasos y cubiertos en una de las encimeras. Más allá, había una chimenea llena de leña a medio quemar y con dos fotografías enmarcadas en la repisa. En el suelo, un jarrón roto con flores secas a su alrededor.

Jaeger se acercó al hogar y cogió una de las fotografías con las manos. La apretó entre sus dedos hasta que el cristal se resquebrajó. Se mordió el labio inferior y sus ojos se empañaron. No tuve que acercarme para saber quiénes aparecían en la imagen. Eren acarició una parte del retrato con el pulgar. Arlelt se acercó por detrás, le puso la mano en el hombro y apoyó su cabeza contra él. El rubio habló en voz baja con él durante algunos minutos. Al final, Eren decidió quitar el marco de la fotografía y se la guardó en el bolsillo. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y se giró hacia nosotros.

Jaeger abrió una puerta y lo seguimos por un pasillo. Una de las paredes estaba medio derruida; no obstante, un grupo de soldados ya había retirado gran parte de los escombros. Giramos a la izquierda y bajamos por unas escaleras. El mocoso cogió una lámpara de aceite y la encendió. Nos encontramos con un pequeño sótano lleno de cajas, muebles viejos y víveres, entre otras cosas. Al final de la estancia había una puerta cerrada con llave. Eren le dio la lámpara a Arlelt, se desató el cordel con la llave y la introdujo en la cerradura. "Ahí van todas nuestras esperanzas".

La puerta se abrió mostrando el oculto secreto de su interior.


Hola a todos!

Espero que os haya gustado este capítulo y hayáis disfrutado leyendo!

Como habréis visto, la historia está ambientada en el mundo de Shingeki no kyojin, pero no todo ha pasado de la misma manera que en el manga! De ahí que algunas veces habrá parecidos. Para aclarar un poco, digamos que mi historia es casi igual que el manga hasta la batalla de Trost y el juicio posterior. A partir del juicio, el manga y mi fic siguen caminos diferentes (o eso espero XDDD)

Bueno, qué os ha gustado más? Qué no os ha gustado? Qué habrá en el sótano? :DD Espero que me escribáis algún review con vuestra opinión. Ya sabéis que será bien recibida. La espero! Muchos besos!

Nos leemos!

Txelleta