Prólogo 1: Traición

- Diría que lo siento… pero estaría mintiendo.

Esas fueron sus últimas palabras antes de apuñalarme en el pecho con una daga negra. Pude sentir como una especie de chispazo me recorrió y mi conexión con el Averno súbitamente empezó a debilitarse, provocando así que la energía del lugar dejase de regenerar mis heridas, las cuales eran bastante graves. Cada vez me sentía más y más débil y me estaba costando permanecer consciente.

¡Traición! Una emoción que no había sentido desde que había sido pequeño. Primero cuando mi madre me abandonó en Nordberg. Después cuando los aldeanos de esa maldita ciudad me vendieron al imperio sin contemplaciones. No obstante nada de eso se asemejaba a lo que estaba sintiendo ahora: Traicionado por el ser que me había guiado por tantos años y por una de mis amantes, a quién había salvado la vida en aquella isla remota. Ellos habían planeado mi muerte… y habían logrado llevarla a cabo.

En un último acto intenté reunir todo el poder que me quedaba y lancé un rayo de energía hacia ellos. Gnarl (Krazak) se apartó con una rapidez inusitada dada su edad y aspecto decrépito; sin embargo Juno no y fue alcanzada. No pude ver si fue suficiente como para llevarla conmigo a la tumba, pues a continuación caí inconsciente.

No sé cuánto tiempo transcurrió, pero lo siguiente que recuerdo fue una voz a lo lejos en medio de la oscuridad.

- Despierta…

Al principio no era más que un murmullo. Y con lo cansado que yo estaba lo ignoré.

- ¡Despierta! ¡No queda mucho tiempo! -escuché más alto y fuerte esta vez.

Y en mi estado somnoliento seguí sin hacerle caso.

- ¡Por favor, despierta! -insistió la voz mucho más fuerte y con cierto tono de desesperación-. No quiero que mueras, hijo…

Hijo… se me hacía familiar esa palabra, pero ahora mismo no caía. ¿Dónde la había escuchado antes? No recordaba que me hubiesen llamado "hijo" alguna vez…

Varias memorias me asaltaron de mi niñez, de cuando yo observaba con envidia a los otros niños con sus familias, siendo llamados hijos por sus…

- …padres.

Algo en mí reaccionó y conseguí abrir los ojos. Todo estaba oscuro, pero era capaz de distinguir una tenue y brillante figura sobre mí con apariencia incorpórea.

Volví a cerrar los ojos antes de abrirlos nuevamente.

Ahora la habitación no estaba tan oscura como creía. Estaba débilmente iluminada por algo a la distancia. No obstante esa luz estaba desapareciendo lentamente.

- ¡Despierta! ¡No te queda tiempo! -me gritó la figura, lo cual consiguió espabilarme y hacerme recordar.

- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Por qué me has llamado hijo?

- Soy tu padre…

- ¿Mi padre? –le interrumpí casi gritando-. No me hagas reír. Mi padre me abandonó y después murió. Es imposible que tú seas mi padre.

- ¡Esas son las mentiras que esa sabandija de Gnarl te contó! –exclamó el hombre con furia, no hacia mí, sino hacia… ¿Gnarl?

Fue entonces cuando recordé como me había traicionado y asesinado… lo cual me hizo sentirme furioso una vez más.

- ¡GNARL! ¡Maldito traidor…!

- Te lleva mintiendo toda tu vida –me dijo él habiéndose calmado ligeramente-. Y te ha traicionado, al igual que me traicionó a mí.

- ¿Cómo puedes estar aquí? Si no estás muerto, ¿por qué no viniste a por mí antes? ¿Y dónde diablos estamos? Lo último que recuerdo es…

- No, aún no estás muerto –me interrumpió con cierta prisa-, ni yo tampoco. No tenemos mucho tiempo para explicaciones en este instante porque a cada segundo estás más cerca de la muerte. Mi poder es lo único que te está manteniendo con vida, no obstante estoy demasiado lejos físicamente como para hacer gran cosa.

- ¿Por qué no me hablaste antes tal y como estás haciendo ahora?

- Porque tu conexión con el Averno me lo impedía. Y antes de eso ni yo sabía cómo ni era lo suficientemente poderoso. La única ocasión que tuve fue cuando fuiste atrapado por el imperio y luchaste en el coliseo completamente aislado de la conexión. Sin embargo estabas inconsciente y lleno de heridas realizadas por los guardias, por lo que tuve que emplear todo mi poder para curarte mínimamente y que no murieras. Después estaba demasiado cansado como para hablarte.

- ¿Y cómo es que ahora si puedes? –pregunté desconfiado pero recordando cómo en aquella ocasión me había despertado sintiéndome mejor de cómo sabía que debía estar.

- Porque tu conexión con el Averno se está desvaneciendo –recordé la daga con la que me habían atravesado y aquella sensación de aislamiento y pérdida de magia. Era cierto-. Eso es lo que simboliza esa luz en la distancia que se está apagando. Por eso debemos actuar antes de que se apague del todo.

- ¿Dónde estás? ¿Cómo estás pudiendo contactar conmigo entonces en esta especie de limbo?

- Prometo explicártelo todo después. Ahora lo que voy a hacer es crear una conexión entre nosotros y te enviaré todo el poder que pueda. Eso te hará regresar nuevamente al mundo real. Mi poder combatirá lo que sea que te está haciendo perder la conexión con el Averno. Entonces tú debes llamar todo el poder posible del Averno y pasármelo a mí a través del vínculo. Al hacerlo se afianzará la conexión y yo mismo tendré acceso al Averno, por lo que podré comunicarme contigo en todo momento…

- Ya me han traicionado una vez. ¿Por qué debería confiar en ti? ¿Cómo no sé que esto es algo que intentas hacer para escapar de donde quiera que estés y que yo tome tu lugar?

- ¡No tienes otra opción! ¡Es esto o la muerte! ¡Te prometo que no es una trampa! ¡Sobrevivirás! ¡Y podrás vengarte! ¡Sólo tienes que confiar en mí!

¿Confiar? ¿Justo después de ser traicionado por mi "leal" consejero y una de mis queridas? ¡Quería venganza!

Sin embargo él tenía razón. Él era mi única forma de seguir vivo. Ya veríamos hasta donde llega esto.

- ¿Y qué diablos quieres a cambio?

- Lo discutiremos después. Te juro que no saldrás mal parado.

- …muy bien.

- Transferirte mi energía de golpe va a doler –me advirtió.

Varios rayos de luz azules salieron de sus manos e impactaron en mi pecho. Concentrándome en mi furia conseguí, más o menos, ignorar el dolor.

- Durante la transferencia de energía serás vulnerable. Repite el siguiente hechizo para formar un escudo mágico temporal para protegerte, ya que si mueres, se acabó para los dos.

Asentí. Una luz blanca me embargó y me encontré de nuevo en el mundo real, donde un "héroe" estaba a punto de darme el golpe de gracia.

Hacía unos pocos meses había surgido una nueva pandilla de "héroes" empeñada en acabar con mi reinado "maligno". Al principio sus intentos habían sido penosos; sin embargo de un día para otro habían empezado a tener un éxito abrumador. Ahora entendía el porqué: Gnarl y Juno. Ellos los habían ayudado.

De un puñetazo lo envié por los aires hacia atrás y me levanté como pude. El dolor de mis heridas era abrumador.

- ¿Sigue vivo? ¿Cómo? –preguntó uno de ellos con los ojos abiertos.

- No importa. No está en condiciones de combatirnos. En cuanto muera nos uniremos a Mark y al resto de nuestros hombres en acabar con las putas, destruir este lugar y saquear sus riquezas. Sólo entonces habremos eliminado toda maldad del Overlord.

Ignoré sus palabras por el momento. Tenía cosas más importantes de las que ocuparme:

Podía sentir dentro de mí la conexión debilitada con el Averno y una nueva con mi padre. Sentía como la magia de mi padre combatía el veneno que me aislaba del Averno. Pero no tenía mucho tiempo, era capaz de notar cómo se estaba cansando muy rápidamente. Si estaba tan lejos como decía… transferirme su poder debía ser muy difícil.

Invoqué el poder del Averno y lo canalicé al vínculo con mi padre. Noté como mi padre parecía recuperarse y su lucha contra el veneno se hacía más fácil.

Otro de los héroes intentó atacarme, pero usé el hechizo que mi padre me dijo y el escudo mágico lo paró en seco. A lo lejos pude ver a Gnarl mirarme atónito.

"¡Ahora!" –gritó mi padre en mi mente-. "¡Nuestra conexión se ha afianzado! ¡Usa el poder para curarte mientras sigo combatiendo el veneno!"

Hice lo que me dijo y mientras los héroes intentaban romper el escudo que me protegía, mis heridas se iban regenerando. De una de ellas empezó a salir una substancia púrpura: el veneno.

Pronto me sentí casi como nuevo. Bajé el escudo y antes de que pudiesen reaccionar lancé el conjuro de "presencia maléfica" sobre uno de los héroes. Como sospechaba realmente no eran más que mentecatos de mente débil, ya que su mente apenas opuso resistencia y antes de que los otros pudiesen reaccionar, se encontraba bajo mi control.

- Atácalos.

- Sí señor –respondió éste en una voz muerta antes de lanzarse hacia los otros.

Sus "amigos" no tardaron en atacarlo sin contemplaciones al verlo obedecerme. Sin embargo fue la distracción que necesité para rematarlos yo mismo.

"¡Cuidado! ¡Por detrás!" –exclamó la voz de mi padre en mi cabeza.

Esquivé al mismo tiempo que me daba la vuelta para ver a Gnarl atacarme con la misma daga envenenada.

- ¿Por qué, Gnarl? –pregunté.

- Has dejado de ser un auténtico Overlord. Ahora te contentas con pequeños actos de crueldad y con gobernar tu dominio lúgubre. ¡Eso no es maldad! Un verdadero Overlord debería estar continuamente causando caos vez y expandiendo su dominio. Debes ser eliminado para hacer sitio a un nuevo mal más puro. ¡Esbirros! ¡Atacad!

Una marea de esbirros salió de todas direcciones y vino a por mí. Rápidamente realicé mi nuevo hechizo de escudo para defenderme.

- No sé de dónde has sacado el hechizo del escudo defensivo –replicó Gnarl-, pero no durará mucho.

"¿Es eso cierto?" –pregunté mentalmente a mi padre a través del vínculo.

"Sí. Esta versión es la más básica y sencilla de realizar. Las más complicadas requerirían mucho tiempo de aprendizaje."

"¿Qué hago entonces? ¿Cómo diablos es que me están atacando mis propios esbirros?"

"Gnarl, como maestro esbirro, puede invocar nuevos esbirros y controlarlos, normalmente para el cuidado del lugar. Estos son los esbirros que siempre están por la torre en diversas tareas. Busca un portal al criadero arcano y convoca esbirros bajo tu propio control. Éstos te obedecerán."

Haciéndole caso, corrí hasta el portal más próximo. No me quedaba mucha ánima. Había estado siendo "utilizada" en misiones contra los nuevos héroes lideradas por Gnarl que casi siempre fallaban. Otra cosa que explicaba su traición.

Convoqué a mi propio ejército y los mandé atacar a los esbirros. Además realicé el hechizo de halo siniestro para aumentar enormemente su fuerza y vitalidad.

Con los demás esbirros ocupados, yo fui a por él.

- ¿Cómo lo has hecho? –preguntó Gnarl atónito y temeroso-. ¿Cómo has anulado el veneno y curado a tiempo?

- No eres digno de tal información –le di una patada con la bota de la armadura.

- L-lo siento, maestro. T-tenía que comprobar que seguías siendo lo suficientemente malvado como para seguir siendo el Overlord.

- ¿Quién te crees que eres? –le pregunté con furia.

- ¿Eh? –preguntó confuso.

- ¿Quién te crees que eres para decidir si yo he o no he dejado de ser un buen Overlord?

- ¡Soy quién elige al siguiente Overlord! –respondió con una arrogancia inusitada que me sorprendió ligeramente, lo cual aprovechó para lanzarse hacia mí nuevamente con la daga. Esta vez lo estaba esperando. Lo esquivé y le lancé mi electricidad para torturarlo, lo cual le hizo soltar la daga.

- ¡Falso! ¡Eliges candidatos cuando no hay un Overlord! ¡Es el Averno el que luego los elige! ¡El Averno me eligió, y aún me acepta como tal! ¡Así es como fue desde el inicio con el Barón Black! ¡Así está escrito en los libros que él legó y vosotros, esbirros, conservasteis! ¡Libros que me hiciste leer desde pequeño! ¡Tú fuiste el que intentó cortar mi conexión para que me considerase muerto!

- H-has d-dejado d-de ser m-malo –tartamudeó durante la tortura-. Has d-dejado d-de c-causar m-mal.

- Falso. He dejado de causar caos. Me he dedicado a consolidar mi dominio -paré con la tortura mágica, lo agarré del cuello y lo alcé en el aire.

- ¡CAOS ES MALDAD!

- ¿Según quién? ¿Tú? ¿Quién eres tú para decidir qué es maldad? ¡TÚ! ¡ERES! ¡UN! ¡ESBIRRO! –grité mientras con mi arma iba cortando sus miembros uno a uno-. ¡TU MISIÓN ES SERVIR Y OBEDECER AL OVERLORD, NO CUESTIONARLO!

- ¡LO SIENTO, AMO! –suplicó.

- Demasiado tarde –y le corté la cabeza.

De su cuerpo empezó a salir una enorme nube negra.

- ¿Qué es eso? –pregunté en voz alta, acostumbrado como estaba a preguntar a Gnarl mis dudas en todo momento a través del casco. Me sacudí la cabeza.

"Energía maligna concentrada" –me respondió la voz cansada de mi padre sobresaltándome. Ya no me acordaba de él-. "Intenta absorberla como si fuese ánima."

No teniendo nada que perder le hice caso. La nube negra fue hacia mi guantelete y se concentró hasta que, de alguna manera, obtuvo forma física y cayeron al suelo lo que reconocí instantáneamente como 5 cristales oscuros. Rápidamente ordené a mis esbirros que los cogiesen y guardasen.

"Gracias" –le dije a mi padre.

"De nada. Ahora acaba de restaurar el orden en el Averno. No deberías tener más problemas. Yo necesito descansar. Crear el vínculo y luchar contra el veneno ha sido agotador tanto mágica como mentalmente. Mañana hablaremos y te explicaré mis planes. Pero si me necesitas llámame a través del vínculo y responderé."

"Muy bien…" –respondí algo dubitativo. ¿Qué iba a responder? Me había ayudado… pero aún así desconfiaba de él. Tendría que ver que quería a cambio. Si no me gustaba, me negaría. Después de todo, soy el Overlord.

Miré a mi alrededor y vi los cadáveres de tantos esbirros.

- ¿Alguno más ha olvidado el deber principal de un esbirro de ser leal al Overlord por encima de todo? -pregunté a los supervivientes.

Ninguno respondió.

- Echad todos los pedazos a la lava de la forja –ordené después de invocar a más esbirros-. Que no queden restos.

Como muchas veces en el pasado, usé mi conexión con el Averno para solicitar un mapa mental de la zona y ver dónde quedaban enemigos. Me mostró muchos Gnomos y un último héroe en mis dependencias privadas. Ellos, al parecer, habían sido los que habían escavado el túnel que había permitido a los héroes llegar hasta aquí. También me indicó algo que me dejó en shock durante unos segundos: mis queridas estaban muertas.

Convoqué a más esbirros y me dirigí hacia allí. Observé cómo me estaban poniendo patas arriba el lugar mientras que el "héroe" se dedicaba a robarme mi oro. Sigilosamente fui a por él y con mi poderosa hacha le abrí el cráneo.

Después envié a mis esbirros a por los Gnomos. Dada la poca ánima que me quedaba, me venían muy bien.

Recorrí todas las dependencias hasta que llegué a la zona donde se habían atrincherado mis 2 leales queridas. Lo primero que vi fue el cadáver de Fay (la Ninfa Reina). Estaba rodeado de muchos cadáveres humanos, lo que significaba que había caído luchando y defendiendo a Kelda, tal y como le había pedido. ¿Qué por qué le había pedido eso cuando la propia Kelda era de armas tomar y podía defenderse sola? Pues porque estaba embarazada.

La encontré más atrás, caída en medio de un mar de sangre con una espada atravesando su abultado vientre.

Esa imagen me caló el alma.

Grité de furia. Kelda, mi Kelda. Puede que no supiera lo que era el amor exactamente, pero desde mi infancia la mayoría de mis buenos recuerdos habían sido con ella. Me importaba mucho. La quería.

"¿Qué?" –escuché en mi mente la voz de mi padre, sobresaltada por mi repentino grito-. "Oh…"

No dijo nada más.

No hacía falta.


Esta es una de las ideas que tuve sobre Overlord hace años cuando jugué a los juegos. La primera parte de esto, concretamente, la tenía escrita en una libreta.

La semana pasada decidí pasarlo a ordenador y a partir de ahí decidí acabar el prólogo (dividido en 2 partes).

Si decidiese continuar la historia, se dividiría en 3 arcos o libros:

Arco 1: El renacimiento de un Overlord. (Historia del Overlord 2)

Arco 2: La reencarnación de un Overlord. (Crossover con Fable I, II, III)

Arco 3: La venganza de un Overlord. (Historia Overlord 1 + ... sopresa)