Un duelo salvaje advierte
Lo cerca que ando de entrar
En un mundo descomunal
Siento mi fragilidad
Lucha de Gigantes – Antonio Vega
El día era más helado que de costumbre, se sentía agradecido de estar bajo calefacción y con su café matutino entre las manos. Aun por su cabeza pasaban los años en que el frío era su mayor temor… el frío y la incertidumbre. Alejó esos pensamientos mientras terminaba el balance del mes, ahora por suerte las cuentas de su trabajo eran su mayor y único problema.
Siguió trabajando hasta que su reloj señaló las siete de la mañana, en media hora tocaba abrir y aún no había rastro de nadie. Sacó su celular y marco el número de la encargada de meseras. Luego de un par de tonos contestaron del otro lado con una frase bastante inteligible.
-¿Alicia? – Preguntó
-¡Jefe! Hola, disculpa el retraso, ha sido una mañana horrible, ninguna de las meseras trabajará hoy. Manuela está con amigdalitis, Sonia está en el hospital… - habló apresuradamente la mujer del otro lado de la línea
-¿Qué le sucedió a Sonia?- Interrumpió alarmado
-A ella nada pero su hijo despertó con fiebre sobre 40° y me llamó a las cinco de la mañana para informarme que trataría de llegar lo antes posible. Y bueno Carmen renunció-
-¿QUE?- Esto ya parecía una desgracia total pensó el hombre mientras se frotaba el puente de la nariz.
-Eso, renunció y no me dio muchos detalles, de hecho no volverá a la cafetería ni siquiera por sus cosas, siendo sincera jefe yo creo que es por el asunto de su novio-
-¿El simpático?- Ironizó al recordar al hombre de casi dos metros que hace algunas semanas había hecho un escándalo en plena cafetería al ver que Carmen sonreía al recibir su propina –¿Y tú? ¿Por qué aún no has llegado?-
-Bueno jefe anoche me quedé hasta tarde- Habló la joven con un tono que delataba más de lo que decía - pero voy en camino, en 10 minutos estaré allá-
-Está bien…- Escuchó algunos ruidos en la parte baja del edificio- Parece que Pavlóv y Lébenev llegaron, espero que ellos tengan menos dramas que mis queridas meseras-
-Está bien jefe, estoy en 5, hasta luego- Y cortó la llamada
El hombre solo pudo suspirar y presagiar en su cabeza que definitivamente hoy no se salvaría de la migraña que ya amenazaba en asomarse en todo su esplendor. Bebió lo poco que quedaba de su café y ordenando las facturas del día decidió bajar al primer piso de la cafetería que comenzaba a llenarse de olores proveniente de la cocina.
- Buenos días caballeros- Saludó a los hombres que con uniforme de cocina se desenvolvían preparando lo que diariamente se servía en el local
-Buenos días jefe- Saludó el mayor, Yuri Pavlóv era su nombre. Un ruso de veintiocho años fuerte y bastante alto. Poseía un rubio propio de los nórdicos con ojos azules pero lo que más llamaba la atención era su voz gruesa y marcada que le daba una apariencia fría y distante, muy lejana a lo que era en realidad. Hace tres años había llegado a Estonia junto con su compañero; más bien hace tres años que había arrancado de Rusia para poder estar junto a su amante, no había que ser adivino para notar ciertas cosas.
-Buenos días jefe… ¿las chicas aún no llegan? Ya casi es hora de abrir- Preguntó Valentín Lébenev, pareja de Yuri. Valentín o Valya para los amigos era un joven ruso de veintidós años, con cabello y ojos oscuros, de sonrisa fácil y con modales atentos. No sabía mucho de ellos, sólo que hace tres años habían pedido trabajo y a punta de esfuerzo se habían ganado la confianza de que nadie preguntara sobre el pasado.
-No, de hecho ha sucedido un desastre con las meseras, Manuela está enferma, Sonia llevo al pequeño al hospital y Carmen renunció-
-¡¿Que?!- Preguntó Lébenev dejando la mezcla que estaba preparando y concentrándose en lo que su jefe le decía
-Eso, renunció. Seguramente su novio no la dejó volver o por lo menos eso me dijo Alicia hace un momento- Señaló
-¿Y Alicia?-
-Se quedó hasta tarde… y no quiero pensar en qué significa eso- Y tratando de encontrar una solución se quedó mirando lo que estaba haciendo Pavlóv
-Jefe con Yura* dejamos más o menos armadas las preparaciones de hoy, si quieres comienzo a ordenar mientras llega Alicia- Preguntó el menor
-Ok, gracias Valya, yo terminaré un poco del papeleo pendiente y luego bajo a ayudarles con los clientes de ser necesario- Y diciendo eso volvió a su oficina. Hoy era lunes y por ende uno de los días más ajetreados para una cafetería en pleno Tallin. Sirviéndose otro café miró por la ventana y viendo caer la nieve fue inevitable volver al primer día que puso los pies en este país a más de tres mil kilómetros de su natal Londres.
Al igual que hoy era un día frio y se acrecentaba con el miedo a lo desconocido, había sido una suerte que el amigo de su madre lo ayudara, suerte seguramente ligada a la ignorancia del mayor con respecto a la guerra. Cuando llegó a Estonia solo podía pensar en lo cruel que era la vida. Él, que siempre vivió en la riqueza, ahora estaba prácticamente exiliado y con solo 50 euros en el bolsillo y que con su nulo conocimiento local no sabía para cuanto tiempo le alcanzarían. Rápidamente había tomado las indicaciones que el viejo Joseph le anotó en un pergamino y se dirigió a la recién inaugurada Elusolev, partió siendo quien limpiaba por las noches y por el día aprendía de Joseph todo lo que dirigir un lugar así conllevaba, facturas, tratos, insumos y un sinfín de cosas que el dueño del local quería que aprendiera pronto para poder dirigirse y erradicarse a su América, luego de año y medio se había convertido en el gerente de Elusolev, lo que le había dado a su familia y a él una tranquilidad impensada en Inglaterra.
Su familia… que lejos y a la vez que cerca se escuchaba ese término. Ser un Malfoy en un país tan lejano no era más que un apellido desligado de artes oscuras y asesinatos. Decidió dejar esos pensamiento de lado había mucho que hacer y poco tiempo para ahogarse en los recuerdos.
Tomó algunas facturas y las guardó en la carpeta que debían retirar los distribuidores que llegarían por la tarde. Luego se concentró en unos informes que debía mandar a Joseph para ampliar el local, si algo había aprendido con su padre era como manejar negocios, desde los más pequeños y que podían verse insignificantes hasta los más grandes ligados a corporaciones. Tenía olfato para el dinero y sabía cómo conseguirlo. Gracias a eso la cafetería se mantenía en un buen nivel pero él sabía que podían llegar a más. Y la idea de abrir un restaurant de concepto lo seducía hace bastante tiempo; los números eran lo bastante alentadores como para correr el riesgo pero la última palabra la tendría Joseph Harris, quien a pesar del tiempo de conocerse y las ayudas prestados no conocía realmente, solo tenía vagas ideas de la relación que él y su madre tenían, el mayor rehuía la conversación y él no era quien para insistir. Estuvo en eso alrededor de una hora hasta que una cara muy conocida se hizo presente
- Draco...- La voz de Alicia lo sacó de su concentración
-¡Alicia! Yo pensé que lo de estoy en cinco minutos sería verdad y no que llegarías tan tarde- Señaló un poco molesto
- Llegué hace bastante pero Valya estaba muy atareado con las mesas, me escapé ahora que Sonia llegó-
-¿Cómo está el pequeño?-
- Mejor, lo dejó en casa con una vecina que le hace de niñera a veces, ya sabes…con fiebre los niños no van al colegio- Respondió a la vez que se sentaba frente al rubio. Alicia Vilcanomami era una muchacha que había llegado junto a él a trabajar al café como mesera. Tenía diecisiete años en ese entonces, de origen latino había llegado huyendo de la constante amenaza del gobierno de su país contra su pueblo, como ella misma le había contado casi al conocerse. Tenía unos rasgos muy distintivos con ojos pequeños y oscuros, al igual que su piel canela y bastante exótica en esta parte del mundo. Ya hace cinco años de eso, en los cuales se había convertido en una gran amiga y fuente de toda inspiración, siempre había algo en ella que denotaba convicción y alegría.
- Entonces amo ¿nos hará el honor de servir mesas el día de hoy junto a sus esclavos?- Se burló
- En realidad tengo ganas de azotarlos por generar tantos problemas pero creo que por el día de hoy me conformaré con hacerlos trabajar horas extras.-Respondió el rubio en el mismo tono - Necesito que Valya ayude Yuri en la cocina, sino el almuerzo será una tortura-
-Oh, que Viracocha escuché mis clamores…- Rio por lo bajo la mujer al tiempo que le entregaba un delantal negro al mayor una vez que estuvieron en la primera planta – Adoro cuando cocinas pero te vuelves maniático y haces que todo se vuelva una tortura, aunque tu ultima preparación fue un éxito… eso no hay que negarlo-
-Gracias, pero con tus halagos no te salvaras de las horas extras de hoy. Mejor ayudemos a Sonia que la veo un poco atareada con toda la gente-
Y efectivamente Sonia, la mayor de todos sus empleados, una mujer de treinta años proveniente de Colombia, se veía atareada con todos los ejecutivos impacientes de recibir su orden. Rápidamente el rubio tomo una bandeja y un block de pedidos, por suerte no se le había ido la práctica de atender mesas y en cosa de una hora la cafetería ya estaba con el flujo normal de día lunes, los pedidos salían en los tiempos y no había ninguna queja en el libro cercano a la caja registradora. Miró su reloj de pulsera que marcaban las once de la mañana, en cualquier momento recibiría la llamada de su mujer hablándole por algún cambio en el itinerario del día o simplemente para charlar un rato, a veces Astoria era predecible… "Querido, soy confiable. No te confundas" recordó cómo una vez ella le reprendió por llamarle así. Y como por obra de magia su celular comenzó a vibrar, tomó el aparato y haciéndole una seña a Alicia, salió a la parte posterior de la cafetería para hablar tranquilamente.
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-Puto Frío Estonio- pensó para sí un hombre de pelo azabache y ojos verdes mientras salía de un callejón poco concurrido y mientras verificaba que no hubiera nadie cerca murmuro unas palabras a la vez que hacía un pase de varita que lo hicieron sentir de inmediato más cálido. Odiaba el frío y a pesar de que en Inglaterra siempre estaba un poco helado nada era comparable con estas zonas, debía haberse preparado cuando lo citaron a una convención de seguridad en la Academia de defensa Mágica de Estonia.
Camino largamente y conjuró un hechizo de reloj en su varita… -Mierda de cambio de horario- Otra vez su descuido lo hizo salir del itinerario que le había entregado su secretaria antes de salir –Tendré que pedirle a Sally que me anote las diferencias horarias-Caminó hasta que se dio cuenta que no sabía dónde ir y antes de perderse prefirió entrar al primer lugar cálido y que le ofreciera algo para beber miró hacia su izquierda y leyó "Elusolev… Ni mierda saber que dice, mientras tengan un café decente soy feliz" Rápidamente entró, dejó su abrigo en el respaldo de la silla y se sentó en un mesa del centro. Una muchacha bastante exótica se le acercó con un block en la mano
-Bienvenido a Elusolev- habló la mujer en un idioma que el hombre no reconoció mientras le entregaba una carta - ¿Puedo Tomar su orden?-
-Disculpe ¿Habla inglés? – Respondió
-Ah sí, disculpe, aquí la mayoría habla Estonio o Ruso- Alicia trataba de pronunciar lo mejor que podía, el inglés no era su fuerte– Decía, Bienvenido a "Elusolev" ¿Puedo tomar su orden?-
- Sí, quiero un cappuccino doble y una "hogaza del día" ¿está bien dicho?- Preguntó el hombre mientras devolvía la carta
- La hogaza del día es el emparedado del día, el de hoy tiene palta*, tomate, queso fresco aderezado con oliva a la albahaca, todo en pan centeno- Explico la mujer divertida del acento de aquel hombre, se le hacía extrañamente familiar
-Ok, quiero eso entonces- La morena inclinó la cabeza en señal de entendimiento al tiempo que iba a un mesón cuadrado al fondo del local, tomó algunas cosas y volvió con un pedido de una mesa cercana, una vez terminado volvió con el extranjero.
-Disculpe, ¿de qué parte es usted?- Preguntó la mujer al tiempo que dejaba el vaso sobre la mesa y procedía a depositar cubiertos y una servilleta de tela.
-Reino Unido, Londres para ser exactos- Respondió el moreno, si bien tenía que viajar constantemente debido al trabajo, le era extraño que la gente no lo reconociera, aunque debía reconocer la mirada sincera y no queriendo agradar de la mesara –El precio de la fama- pensó con ironía.
-Bastante lejos- Respondió la mujer a la vez que retiraba cosas de la mesa contigua – En seguida vuelvo con su orden- el hombre la siguió observando más que nada porque no tenía mejor opción, estaba pensando en lo de la conferencia del día cuando de la puerta contigua al mesón apareció algo irreal –no puede ser- pensó – Draco Malfoy?! P-ppero sí está m-muerto!
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Habló largamente con Astoria, esta vez sí había un cambio de planes. Reunión de padres le había dicho y que llegaría después de la cena. Cada vez que había una reunión de padres y coincidían las madres terminaban organizando algo en casa de una de ellas, el mismo grupo de siempre Las tías les decía su hijo Scorpius.
Su hijo ya de seis años, aunque pareciese que fue ayer cuando lo tomó temblorosamente por primera vez y vio aquellos ojos tan grises como los propios, fue en ese mismo instante que juró protegerlo y amarlo por sobretodo… incluso por sobre sí mismo. Fue por su hijo y por Astoria que había elucubrado todo un plan para poder salir del mundo mágico en el cual había crecido y que debido a los errores pasados no lo dejarían en paz.
Su familia en ese momento estaba en un mal pasar, mientras que su padre estaba en Azkaban cumpliendo los tres años de prisión remitida, su madre se ocupaba de salvar la fortuna familiar de las garras del ministerio, fue en esa crisis que Scorpius cumplió su primer año.
Volvió tan ensimismado en sus pensamientos que no se fijó en la mirada desconcertada de un hombre sentado en las mesas centrales del café, tampoco reparó en que Alicia iba directamente a hablarle hasta que fue demasiado tarde
-Jefe- Llamó la mesera una distancia prudente pero como el rubio no le tomó atención y ella que estaba un poco atareada con las dos bandejas en las manos le llamó un poco más fuerte, suficiente para que un cliente muy interesado escuchara – ¡Malfoy!- El aludido pegó un imperceptible saltó y se volteó a ver a la mesera – Jefe disculpa pero estabas como perdido-
-No te preocupes Alicia ¿Qué necesitas?-
-¿Puedes llevar esta bandeja a la mesa seis? Estoy esperando lo último de la ocho y la cuatro- Dijo la mujer mientras llenaba aún más si fuera posible su bandeja de servicio
- Claro, pero después de esto debo volver a la oficina- Y diciendo esto toma la bandeja oscura, la mesa seis era una bajo el ventanal sur que daba directamente a la acera iba mirando la mesa cuando noto que alguien de las mesas centrales lo estaba mirando con asombro.
-¡No puede ser!- Exclamó al tiempo que quedaba de piedra entre las mesas.
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Notas de la Autor:
Primero agradecer el que hayan leído este primer capítulo de lo que yo espero sea una historia con tintes de realidad y cotidianidad, la cual ha sido fruto de una larga preparación.
Subiré un capitulo por semana, y responderé los mensajes a medida que sepa cómo hacerlo, jajajaja… Así que espero con ansias sus comentarios, buenos o malos. Todo sirve para aprender.
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Yura= Diminutivo en ruso de Yuri
Palta= Aguacate, avocado, cura, pagua. Fruta muy rica que en mi país se come muy madura con sal y limón… en un rico pan.
