Notas importantes antes de leer:

1- Esta historia está dedicada a las amantes de Severus y a las que logran echar a volvar su imaginación de maneras asombrosas.

2- Si ya leíste esta historia alguna vez, te invito a hacerlo de nuevo. Está editada y transformada a un fanfiction de calidad.

Bienvenido a todo aquél que se una a esta trilogía. Disfruten.

Leo todo los comentarios y los solía contestar todos, hasta que me borraron cada una de mis respuestas. Así que no tema a dejar sus palabras por aquí.


EN PIE DE GUERRA

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Capítulo 1: El nuevo trabajo

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Merlina Morgan, en muchos sentidos, era una bruja bastante especial, con más defectos que virtudes en el rango de cualquier persona normal. A primera vista todos decían que era demasiado buena persona como para vivir sola, tener un novio bueno para nada y mal genio, y no tener trabajo digno o al menos estable. Cuando le llegaban a conocer más profundamente, esos mismos individuos que la compadecían irremediablemente, acababan diciendo que era una chiquilla torpe y que con razón no tenía un novio decente, a unos padres o hermanos que la soportaran, o un trabajo donde la aguantaran durante más de un mes.

Ella por su parte hacía lo posible por llevarse bien con la gente y nadie podía decir que no era una muchacha agradable, pero era tan inútil en algunas cosas que comenzaba a estorbar al poco tiempo, además que su ingenuidad era tan ridícula que parecía ser una farsa. Era ahí cuando erraba: ella se daba cuenta de que caía mal y trataba de repararlo cargoseándose en la gente, invitándolos a salir, incluso ofreciendo pagar ella (aunque no tuviera el dinero suficiente). Los agasajados, por supuesto, se negaban rotundamente como si tuviera algún tipo de peste contagiosa. Luego la joven se preguntaba que qué había hecho mal. Y, es que en realidad, nadie la comprendía en su totalidad porque ninguno estaba al tanto de su historia. Salvo su novio, claro, aunque no en todos los detalles, porque a ella no le gustaba recordar demasiado, o esa era su excusa, porque no recordaba nada. Lo tenía todo bloqueado. Su mente le impedía vagar en sus propias memorias pasadas.

Merlina había tenido episodios desagradables a partir de su adolescencia. Desde su nacimiento vivió en Inglaterra con su toda su familia. Fue a Hogwarts y llegó a cuarto año como cualquier niño normal, pero siendo muy exitosa en algunas cosas. Aunque nunca llamaba demasiado la atención, solía ser regularmente inteligente y soñadora; si quería destacar, lo lograba, pero también conseguía pasar desapercibida si lo deseaba. Sin embargo, durante las vacaciones de ese año, en 1986, un evento cambió su vida por completo, volteándola de pies a cabeza: sus padres y hermano mayor murieron en un accidente de incendio en su casa de madera, en el campo, viéndose incapaces de apagarlo porque eran muggles: ella era la única bruja, pero todo había sucedido muy rápido como para hacer algo. Por esa razón, a sus quince años, fue trasladada donde su otra familia que vivía en Estados Unidos, quienes la intentaron criar como a una hija más. La ayudaron durante un año con terapias muggles para que se recuperara de la impresión y para que le perdiera el miedo al fuego. La recuperación emocional no fue difícil, pero nunca pudo recuperarse de la nueva fobia. A la simple mención de "fuego" o "incendio" quedaba completamente paralizada, aunque nada comparado con las arañas, pero eso era otra historia. Luego, fue inscrita en el Instituto de las Brujas de Salem, donde tuvo que rehacer sus estudios. Repitió dos veces quinto año, sexto lo hizo dos veces también, y séptimo lo pasó a duras penas. Terminó saliendo a los diecinueve años del Instituto, pronto de cumplir los veinte, siendo la más humillada de sus compañeros, ya que era la única que se había quedado pegada tanto tiempo. Ni si quiera se molestó ir a su graduación, para ahorrarse la vergüenza.

A diario extrañaba a su familia. Su hermano, Drake, había sido un gran apoyo y para él ella había sido su preferida, y desde luego, ya que era la única hermana. Sus padres… mejores no pudo haber tenido. Pero desde que se había recuperado del triste evento, no lloraba por ellos, ya no le quedaban lágrimas. Tampoco deseaba morirse, como en algún momento lo había pensado. La vida le había arrebatado cosas, pero vivir era lo mejor, y eso era lo que hacía ella por su familia. Ya había pasado suficiente tiempo en la oscuridad. Además que se sentía demasiado cobarde para hacerse daño a sí misma.

Después de haber salido por fin del Instituto de las Brujas de Salem, tocó la gracia de buscar trabajo. Para qué decir que con un currículum de ese tipo no fue aceptada en ninguna parte donde ofrecieran una labor como corresponde. Trabajó tres años en tiendas de túnicas como promotora y luego tomó su decisión final: ser independiente. Sus tíos la apoyaron, le desearon buena suerte y la dejaron marchar a su tierra natal, Inglaterra.

Y allí estaba en esos instantes. Habían transcurrido tres años, apenas cumplido los 25 años hacía un par de semanas. Durante todo ese tiempo había estado siendo parte de trabajos esporádicos, como la ayudante del ayudante del empleado del subgerente del jefe, la que se preocupaba de los reclamos de los clientes, la que limpiaba los baños y las bodegas, y a la que le terminan gritando por todo. Pero ella era feliz. Era feliz porque vivía sin familia que la mantuviera; porque, a pesar todo había sobrevivido a sus desgracias, porque ganaba algo de dinero que le alcanzaba para comer y las necesidades básicas, y porque tenía un novio, que a pesar de que fuera algo bipolar, la quería. O eso era lo que ella creía. Al fin y al cabo a cada situación lograba encontrarle su lado provechoso. Cualquiera pensaría que había tenido una adolescencia normal, porque tenía un excelente sentido del humor. Quizá, demasiado bueno.

A Craig, su novio, lo había conocido en el Callejón Diagon cuando buscaba un lugar donde alojarse, algo que no fuera caro. Por suerte él arrendaba unas piezas a buen precio, que en realidad eran de sus padres, en el mismo Callejón. Y ahí se "enamoraron". Llevaban seis meses de noviazgo y hasta el momento todo marchaba bien. El mantenía las piezas haciendo aseo en cooperación a sus padres y ella trabajaba en La Botica como acomodadora, empaquetadora y embotelladora, donde solía manipular sustancias extrañas, viscosas, hediondas y asquerosas. Estaba en su salsa, porque de tiempos remotos Pociones había sido una de las materias que le agradaban. No así Defensa Contra las Artes Oscuras, para la que no era muy buena.

— ¡Merlina! Ya vamos a acostarnos. Hiciste suficiente hoy. Mañana sigues, ya embalaste suficientes cajas—dijo su jefa cuando eran cerca de las once.

Merlina dejó la botella a la que le estaba vertiendo una sustancia azul humeante de un gran matraz.

— ¡Gracias! — Gritó contenta desprendiéndose de los guantes de piel de dragón, sacándose las antiparras y la gruesa capa que le daban un extraño aspecto de extraterrestre. Corrió a besar a su jefa en la mejilla.

—Ya, ya, basta, es hora de que te fueras más temprano. Has llegado a las nueve de la mañana y te has ido a las tres todos los días y eso nos ha perjudicado a nosotros también, ya que no nos dejas descansar.

Merlina sonrió con sus blancos dientes regulares y volvió a decir un jubiloso "gracias". Fue al baño antes de irse para volver a peinarse, haciéndose una coleta en su largo cabello castaño oscuro. En el espejo vio el reflejo de una persona demasiado blanca y de mejillas muy coloradas, producto del arduo trabajo. Se despidió de su jefa y salió de La Botica, a la oscura y fría noche nublada sin estrellas. Tarareando se fue hasta una de las últimas casas al final de la calle, muy antigua, muy grande y de dos pisos. Sacó las llaves y abrió la puerta sigilosamente. Los demás inquilinos debían estar durmiendo. Caminó por un largo pasillo y fue a su habitación. Había luz. Abrió la puerta y vio que Craig estaba allí, en su cama, durmiendo, con un pergamino en la mano.

Se aproximó y lo sacudió del hombro.

— Craig... Craig... ¡Craig, despierta!

— ¿Mm? ¿Lina? ¿Qué hora es? —Balbuceó entreabriendo sus claros ojos soñolientos — Creo que me quedé dormido...

Merlina se sentó en la orilla de la cama.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Te estaba esperando... —Se sentó y estiró la mano en la que tenía el pergamino—hoy te llegó esto.

Los ojos de Merlina pasaron del sobre rasgado que estaba en la cama, a la carta arrugada. Frunció el entrecejo y le arrebató la carta.

— ¡Estuviste viendo mi correspondencia! —Le reprochó ofendida.

—Tú misma me dijiste que estuviera atento si...

— ¡Sí, pero no que te dedicaras a leerlas! —Le cortó con brusquedad.

—Bueno, para la otra ya lo sé... —Susurró cariñoso y la besó —léela. Creo que es una buena noticia.

Los dedos de la joven temblaron al abrir la carta. Una buena noticia... ¿Qué podía ser una buena noticia, a esas alturas de la vida? Bueno, abriendo la carta lo sabría.

Sus ojos marrones recorrieron rápidamente las palabras de la carta, que decía:

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Estimada Señorita Merlina Morgan:

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Cordialmente se le hace recordar que, aproximadamente hace un mes, usted envió un informe con sus datos personales solicitando trabajo. Pues le queremos comunicar que ha sido aceptada en el área que se ha apuntado. Nuestro ex celador, el Señor Argus Filch, ha sufrido problemas de salud y en dificultades familiares que requieren de mucho cuidado, motivo por el que se ha decidido llamarla a usted. Si acepta el empleo como Conserje, entonces envíenos la respuesta lo antes posible, ya que es muy necesario tener a alguien a cargo en ese puesto. Cualquier cosa, como su salario y sus atribuciones, se conversará el día de su llegada, el 1º de Septiembre, a primeras horas de la mañana.

En el sobre se adjunta su pasaje de ida a las 11 de la noche del 31 de agosto en la estación King's Cross, andén 9 y ¾, y el vale de comida gratis en el Expreso.

Se le desea un buen verano.

Se despide atentamente

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Albus P. W. B. Dumbledore

Director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

Orden de Merlín Primera Clase.

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Leyó dos veces la carta. Y la iba a leer una vez más cuando Craig le exigió que hablara luego.

— ¿Es una buena noticia o no?

—Es... —Merlina miró a su novio con los ojos brillantes, envolviéndose por unos maravillosos segundos en la burbuja de la felicidad — ¡Es una excelente noticia! ¡Ir a Hogwarts otra vez! ¡Estar en banquetes! ¡Limpiar el castillo! ¡Es como volver a mi verdadero hogar, Craig!

El muchacho sonrió y le acarició la cara.

—Pero...

— ¿Pero qué? —Dijo Merlina un poco brusca producto de la emoción.

—Eso no afectará nuestra relación, ¿verdad?

— ¿Qué quieres decir? —La burbuja se encogió

—Que... estaremos diez meses sin comunicarnos.

—Está el correo, Craig —apuntó Merlina, divertida y algo ofuscada. Eso era lo único que le molestaba de Craig, cambiaba muy rápido de idea, como llevándole la contra. La burbuja se pinchó.

—Sí, pero... me refiero en cuanto a vernos. Podemos escribirnos, pero vernos no. Y sabes que en vacaciones de Navidad y de Semana Santa es cuando más se trabaja, así que dudo que puedas venir para acá.

Merlina no contestó. Era verdad que no se verían durante muchísimo tiempo, pero si la relación era sólida ni la distancia ni el tiempo importaba, ¿o no? ¿Cuánto la esperaría Craig? Y de todas formas, no podía negar un trabajo como ese cuando se le presentaba en bandeja, y con mayor razón si venía de Albus, quien había sido alguna vez su director, y de su amado colegio, Hogwarts, donde había pasado sus mejores momentos. Momentos que apenas podía recordar, pero que sabía que estaban ahí...

—Ve —dijo Craig, sonriendo otra vez, como dándose cuenta de los pensamientos de su novia—, has esperado por años un trabajo fijo y bueno y... ve —concluyó.

—Gracias Craig... gracias... —Dejó la carta un lado y lo abrazó fuertemente. Craig le acarició la espalda con la sonrisa pegada en la cara, bastante falsa.

Se separaron luego de unos segundos.

—Bueno, ya es tarde —dijo Merlina —, es mejor que vayas a tu cuarto.

—Buenas noches —se despidió Craig dándole un mezquino beso en la mejilla.

—Qué duermas bien, Craig.

El muchacho, tres años menor que ella, caminó hacia la puerta y salió, cerrando la puerta tras él. Se fue por el pasillo oscuro, sin residuos de sonrisa o felicidad sino que totalmente serio y con brillo de rabia y envidia en los ojos.

Merlina cayó de espaldas a la cama con una gran sonrisa dibujada. De la mesita de noche, sin mirar lo que hacía, extrajo una foto vieja y gastada, al estilo muggle, porque no se movía ninguno de sus personajes. No podía estar más contenta. Volver a Hogwarts. Era un sueño. Ella había enviado la solicitud de trabajo sin jamás pensar que sería llamada. ¡El viejo loco de Filch se había enfermado! Qué suerte tenía. Mañana mismo presentaría su renuncia a su jefa. Quedaban solo dos semanas para que fuera 1º de septiembre, así que en ese tiempo podría mantenerse con un poco de dinero y pagar el último arriendo a los padres de Craig.

Recorrió a las cuatro personas de la foto, entre ellas, ella misma. Ahí no tenía más de trece años.

—Fantástico, ¿no lo creen? —Susurró a la foto e imaginándose que le respondían un "sí" a coro.

Extrañaría a Craig, era cierto, pero el trabajo era importante. Y si quería llegar a formar algo más concreto con él, tendría que ganar un sueldo digno y así no estar bajo el cargo de sus padres. Ojalá ella tuviera a los suyos... pero bueno, tendría un trabajo. ¡Ahora sí que nada podría salir mal! ¡La aceptarían, porque Dumbledore aceptaba a todo el mundo! Y no tendría gente que la odiara. No. Esta vez sí que no. Tendría un futuro asegurado y una vida normal. Empezar de cero. Todo se veía tan ideal... Pero no tenía idea de cuán equivocada estaba.

Y sumida en sus felices pensamientos se quedó dormida, sin siquiera ponerse el pijama.

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A la mañana siguiente Merlina se despertó muy animada y temprano, y eso que poco había dormido, pero al parecer eran las ansias de hacer los trámites de la manera más rápida posible la que le mantenía con energía. Sin embargo, en un principio había creído que todo había sido un sueño, de esos que son demasiado lindos como para ser verdad, pero que aún así son reales. Su pecho se infló de orgullo y llegó a sentirse diez años más joven. Sí, diez, porque el simple hecho de pensar que iba a volver al colegio que la había hecho feliz y donde había tenido amigos de verdad, le hacía sentirse más pequeña e inmadura. Era lamentable el no poder estar en las clases, pero ya había repetido cursos suficientes como para volver a pasar por lo mismo. Con ver a la juventud floreciente y alegre se conformaría.

A las ocho ya estaba bañada y arreglada, así que bajó a desayunar. El comedor era grande, y eran precisamente los padres de Craig los que cocinaban. A veces él ayudaba, pero en ese momento no estaba.

—Señora Griselda, ¿no ha bajado Craig? —Preguntó con cordialidad.

—No, querida, la verdad es que no le he visto—. Merlina se encogió de hombros, extrañada, y se tomó el vaso de leche junto con unas galletas.

Luego de acabar subió a lavarse los dientes y aprovechar de despedirse de Craig para que le deseara buena suerte con la renuncia.

Golpeó dos veces. Nadie contestó. Entró con cuidado. Craig estaba a medio tapar con su pijama de rayas rojas, en un profundo sueño. Se acercó en silencio y le dio un beso en los labios. No quería despertarlo.

—Deséame suerte —susurró en un tono casi inaudible y se retiró de la habitación. Apenas sonó el chasquido de la puerta cerrar, Craig abrió los ojos como un autómata y farfulló:

— Perra.

Y se volteó con los brazos cruzados como un chico mimado y volvió a dormirse. No volvió a salir durante el resto del día.