A falta de fics de Shoko, quise hacer uno, exponiéndome al extraño y violento que es este fandom de Saint Seiya. Pero también es variado y hay para todos los gustos y como yo no sigo modas. Hago lo que se me da la gana. Decidí escribir sobre estos dos… y tres con la afectada. No tengo mucho que decir para el intro. A diferencia de los otros fics que he hecho con las Saintias este NO contiene escenas hot, sólo un ligero toque.

A veces yo escribo más porque quiero leer una historia así más que por otros, así que… siempre habrá a quien le guste y a quien no.

NOTA: Antes de comenzar quiero especificar algo para que no haya malos entendidos. A los personajes les aumente 3 años más de los que tienen, es decir Shoko tiene 14 yo le subí a los 17, para que no haya cosas de que... ¿cómo es que a una niña menor le pasa eso? y aunque haya casos, no se trata de normalizar algo que no es básicamente correcto como lo dicta la sociedad. De cualquier forma especifico para que no se preste a malos entendidos.

Me tarde en encontrar un título, así que… espero sea el adecuado.

Disclaimer: Los personajes pertenecen siempre al creador menos mi loco fic

Advertencias: ligero hentai, muy suave casi nada.

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El armario

Esto no estaría pasando si hubiese atendido las advertencias, los avisos, las sugerencias de sus compañeras y de su conciencia. No estaría metida en el armario de la recamara, de la casa, de un hombre comprometido. Esa maldita impaciencia y las hormonas que la hicieron caer a las primeras palabras bonitas que un hermoso caballero dorado le dijo. ¡Ay Shoko, eres una pendeja! Se dijo así misma tratando de disminuir su respiración. Tragó saliva al escuchar la voz de Shaina de Offiuco dentro de la casa. Por su tono de voz supo que estaba alterada o lo que seguía, encabronada. Claro que sospechaba, debía ser, el sexto sentido de una mujer no falla, sí estuviera en su lugar, haría lo mismo.

Cerró los ojos y apagó su cosmo cuando los pasos se dirigían a la recamara. Afortunadamente, Milo, con ese excelente tacto y astucia de los escorpio consiguió detenerla y llevarla de nuevo a la sala. Shoko, Shoko, ¿en qué estabas pensando? Claro que no piensas, son tus hormonas, esa calentura de puberta de diecisiete años que aún no cumples. ¿Qué tiene Milo de Escorpio que vuelve locas a todas? ¿No se supone que el hermoso es Afrodita? ¿Por qué siempre me meto en problemas? Se decía para no pensar en su próxima muerte.

Las voces dejaron de escucharse. Respiró con facilidad, relajó sus músculos y se dejó caer en las cajas de zapatos. El closet de Milo olía a él y se sintió más miserable. Avergonzada de sí misma comenzó a llorar. La luz entró de golpe a su cueva cuando la puerta del closet se abrió. Ella gritó asustada y se agazapó en el rincón, con las manos cubriendo su rostro y: "No me golpees, te lo puedo explicar Shaina"

Al escuchar la musical risa de Milo, abrió los ojos y descubrió su rostro. Abochornada le lanzó un zapato a la cara.

― ¿De qué te ríes? Casi muero a manos de tu novia.

― Jamás dejaré que te pase nada, Shoko… ― Milo le dio la mano para ayudarla a salir del escondite― me gustas, ya te dije― la atrajo a su pecho.

La niña estaba sonrojada y sintió los dedos de Milo tomar su barbilla para depositar un beso apasionado. A él le gustaba mucho esta situación. Le parecía tan excitante, emocionante y peligroso ser infiel a una mujer tan temperamental como Shaina. Y es que Shoko no disimulaba ni tantito su atracción por el dorado. Siempre que lo veía pasar se iban los ojos, mojaba las bragas, babeaba como una niña que ve su helado favorito. Muchos dirían que Milo se aprovechó de la situación y de ella, pero siempre fue honesto. "No quiero nada serio y tú tampoco por obvias razones y yo quiero a Shaina. ¿Juegas o no?" Las cosas fueron claras desde el inicio. Shoko aceptó más por curiosidad y la calentura que porque estar enamorada de él.

Le gustaba como le gustaba Afrodita y Aioria. Aunque Milo siempre tenía ese algo que enloquecía a cualquiera. Le llamaban sensualidad, cachondearía… ¡Que rico estas, Milo! Así que no pudo decir que no. Ya ni porque vio los problemas que tuvieron sus compañeras, una por obsesionada y la otra por sentimental. Shoko no se comparaba a ellas, no caería como ellas. Sabía jugar o eso creía.

― Lo mejor será, vernos en otro lado. Un hotel… ¿te parece?― dijo Milo rodeando su pequeña cintura― deja de preocuparte, Shaina no va a regresar… tiene guardia― la volvió a besar mientras metía sus manos bajo la blusa y rozaba sus sostén.

Shoko brincó y lo alejó un poco.

― ¿Dónde? Yo también debo volver con Saori― se lamió los labios, acomodó su cabello y el vestido. Miró al mayor con expresión de impaciencia.

― Reservaré una habitación en el Continental que está cerca de la playa, donde van los turistas.― acompañó a la Saintia a la puerta trasera― A las nueve. Inventa algo creíble, no como la vez pasada que casi te descubren.

Antes de salir, Milo revisó que no hubiera nadie cerca. Al verificar, volvió a besarla. Después, Shoko se deslizó pecho tierra para poder salir por las escaleras y hacerse la tonta, como de costumbre.

Una vez llegó a su puesto de trabajo dentro de los aposentos de Athena. Comenzaron las preguntas: ¿dónde estabas? ¿A dónde fuiste? ¿Por qué tardaste? ¿Hueles a perfume? ¿Por qué traes el cabello revuelto? Como experta, dio respuestas creíbles a cada pregunta. Aunque a Katya no la engañaba, eso porque ella misma decía esas excusas y ella misma invento las mentiras.

― Ándate con cuidado, Shoko― aconsejó la mayor una vez todas se marcharon― si juegas ese juego sin precaución vas a salir perdiendo y no sólo la dignidad… ¡cuidado!

Shoko no pudo refutar nada, estaba de acuerdo. Asintió y caminó a su habitación. Necesitaba bañarse, aunque no pasó nada esta tarde, estaba apestando a loción y no quería levantar sospechas. Además tenía que inventarse algo bueno para escapar por la noche. Afortunadamente, siempre tenía las tardes libres cuando Mii la relevaba del cargo.

Desapareció del Santuario a paso veloz. Nadie hizo preguntas cuando la vieron pasar por los templos, en el de Milo ya no había nadie, lo pudo notar. Una vez cruzó Virgo sintió la presencia de Shaka. Ese hombre a veces era aterrador porque nunca se sabía que pensaba o si ya conocía todos tus secretos. Al pasar Aries le dijo adiós al pequeño Kiki que agitaba su manita.

El mencionado hotel, siempre estaba lleno a causa del turismo. Si Milo se dio el lujo de reservar era por su posición como Santo o porque era cliente frecuente, con Shaina o con vaya a saber quién más.

Mientras caminaba hacia la playa por un camino de piedras en medio de la arena. Un grupo de amazonas la seguían con la mirada, puso sentir sus ojos en la espalda, las piernas, el cabello. "Cálmate Shoko, que no te intimiden, no te pongas nerviosa o lo van a notar" Se decía mientras se ponía a brincar las piedras como niña y esa acción hizo que las amazonas pasaran de ella. Sí algo sospechaba Shaina estaba segura que era una de las sospechosas.

― ¿A dónde vas?― la voz de la cobra la paralizó como si hubiera inyectado su veneno.

Miró enseguida la parte donde se encontraban sus ojos. Recordó los rumores que decían sobre ella. De haber estado enamorada de Pegaso y ser rechazada no una, ni dos, hasta cinco veces. Él vio su rostro. Dicen que es muy, muy bonita. Shoko no lo dudaba, debía ser, para que Milo la amara tanto, bueno ni tanto porque si así fuera, no andaría tras ella. Río para sí misma.

Le regaló una sonrisa y dijo que caminaría por la playa. Le gustaban los atardeceres y la música de los bares. Podía a veces darse ese lujo de querer ser una muchacha normal de su edad.

Tal vez fue la seguridad con la que se hizo la tonta, la forma de reír que le hicieron notar a Shaina que era una boba. Obvio que Milo no se fijaría en una boba. La dejo marchar sin dejar de clavar su mirada en ella. Era igual a los colmillos de una serpiente, con el mismo efecto venenoso. Aterradora como su reputación.

Finalmente llegó al hotel, dio el nombre de Milo y la recepcionista le asignó una habitación. En el lobby antes de subir al elevador, sonaba una música lounge. El hotel era lujoso y lleno de extranjeros. Miles de idiomas y cabellos dorados por todas partes. El mozo dirigió el elevador a una suite en el piso nueve. Al salir no supo para donde caminar, si a la izquierda o la derecha. Antes que el elevador de cerrar, el mozo habló: A la derecha.

Sus pasos eran lentos, ya no estaba tan segura de cruzar la puerta. Tragó saliva. Llevaba dos meses con ese juego, no pasaba de besos, abrazos, caricias fuera de la línea de colorear. Esta vez iba en serio, ya no quería besitos, ni encuentros a escondidas para una o dos tres caricias, quería más. Milo se lo dijo: ¿Quieres acostarte conmigo?

Lo pensó durante dos semanas. Pudo decir que no, que el código de una Saintia… pero bien sabía que hasta su mamá se pasó ese código por… Tampoco había otro chico para poderse negar. Y ella de verás quería hacerlo, experimentar, saber de lo que hablan las de su edad. "Sólo será una vez" se dijo caminando a la habitación. Porque de alguna manera debía terminar ese juego, si Shaina la descubría…

Frente a la puerta, pudo sentir la presencia de Milo y suspiró. Su mente decía, regresa, pero sus caderas ya estaban sobre las piernas del dorado y tocó la puerta. "Perdóname mamá, pero… sí me gusta, tal vez no me quede con él, pero haré algo que quiero. Eso también es respetar las ideas propias"

Milo abrió, sostenía el celular en su oreja derecha mientras abría la puerta. Llevaba unos jeans y los pies descalzos. Su cabello enmarañado. Hablaba descuidado mientras se metía un cubo de queso a la boca.

Mientras hablaba, ofreció asiento a Shoko. Ella observó la lujosa habitación. Había cerveza en la mesa y queso en cuadritos en medio de rollitos de jamón. Comió un par de cubitos. La vista debía ser espectacular. Comenzó a anochecer, caminó a la ventana y el mar se estaba oscureciendo mientras la luna se reflejaba sobre él. No escuchó cuando Milo colgó el teléfono. Sintió sus manos rodeando su cinturita. A él le gustaba mucho esa parte de su cuerpo, todo en ella era pequeño, desde su edad, hasta los ojos. Besó su cuello, sus enormes manos cubrieron sus hombros.

― Me gusta que vistas a la moda― le dijo, refiriéndose a sus shorts, playeras holgadas, tenis y calcetas de colores.

Su voz cerca de su oído erizó su piel… comenzó a temblar como si la temperatura bajara. Sus piernas se acalambraron cuando sus enormes manos tocaron sus pechos. Cerró los ojos. Las manos de Milo eran frías y ásperas. Giró su cabeza para besarla. ¿Valía la pena? Pensó al sentir su erección chocar con su estómago. Okey, sí, es guapísimo, besa riquísimo, pero… ¿Quiero que él sea el primero y quizá el único?

Pasó un brazo por debajo de sus piernas hasta levantarla. Así pudo llevarla a la cama. Era hermoso, alto, fuerte, atlético, de cabello largo y con novia. ¿De verdad esto quería? ¿Ser la otra? ¿Un premio? ¿El placer de un hombre que sólo la ve como algo bonito y nuevo? Tampoco es que quisiera su amor, pero… ¿así? De una forma fría y superficial.

Al menos Katya y Erda lo hicieron con un sentimiento de por medio, uno fuerte, bien encarnado en su alma. Obsesión y Admiración. ¿Y ella? Sólo creía que Milo era guapo, fuera de eso… estaba agradecida, claro, siempre terminaba rescatándola como si fuera su guarda espaldas. ¿A caso debía darle su virginidad como paga?

― ¿Qué tienes?― preguntó Milo. Había desabotonado su pantalón y bajado completamente el short de Shoko pero ella no pareció quejarse o notarlo― ¿estás bien?

― Puedes… poner música. De pronto me aturdieron mis pensamientos.

Milo obedeció, tomó el control remoto cerca de la mesa de la cama y encendió el estéreo. Sonó una canción en inglés con un ritmo suave que le hizo cerrar los ojos mientras las manos de Milo escalaban sus piernas. Las abrió ligeramente para acomodar sus caderas en medio de ellas. Su erección estaba al límite, rozaba la tela de su pantaleta y como si ya la hubiera penetrado en dos tuvo un orgasmo y detuvo a Milo.

― Espera… espera― agitada se levantó de la cama y se recargó en la pared, resbaló de ésta como lo hace una gota de pintura.

― ¿Qué sucede? Shoko, ¿hice algo mal? ¿Te lastime? ¿Qué pasa?

El rostro de angustia del escorpio la hizo llorar. Él la abrazó. Sentir su abrazo fue suficiente para detenerse. No era simple atracción física u hormonas pubertas. Sentía cariño por ese hombre, no un cariño romántico, era un cariño de hermano, de amigo.

― Te quiero― musitó ella rodeando el cuello del escorpio. Éste suspiró y la abrazó de la misma manera.

― Significa que ya no vamos a hacer nada, ¿cierto?

― Lo siento― respondió secando sus lágrimas.

― Te aprecio mucho Milo, hacer esto sólo va a destruir ese cariño que siento por ti. Te preocupas por mí, me cuidas, eres amable… No quiero perder eso.

― No lo perderás, ve esto como… como que el sexo puede fortalecer los lazos de amistad. Muchos lo hacen… Incluso entre hombres― Milo cerró el ojo izquierda.

Shoko rió bajito y negó con la cabeza.

― No quieres que yo sea el primero… entiendo.

―Claro que sí, si no, no hubiera llegado hasta aquí… es sólo que me parece algo tan banal. Creo que prefiero ser tu amiga. Además… tengo miedo.

― ¡Lo sabía! No estas lista…

Shoko buscó su ropa. Milo se dejó caer en la cama.

― Tal vez en otro momento, cuando lo esté …

El escorpio no respondió. Shoko no entendió porque se sintió ofendido. Debía ser porque él sólo la veía como un pedacito de carne al que sacarle placer. Se sintió miserable. Aceptó su culpa. Ataba sus agujetas esperando escuchar alguna palabra de Milo.

― Avísame si cambias de opinión― dijo.

Caminó a la puerta. Le hubiese gustado que la detuviera antes de salir. Volver a sentir sus brazos alrededor de su cintura. Sabía que eso iba a ser imposible. Había dado en el orgullo del macho, en la virilidad herida por no poder… Abrió la puerta. "Hasta pronto, Milo" su voz sonó ronca. ¿Llanto? Se estaba volviendo más sentimental. Mientras caminó al elevador, vio pasar una pareja a su lado.

― ¿Te diviertes, Shoko? O de plano no te duro el arranque… ¿tan malo fue? Qué pena por Milo, ¿Dónde quedo el orgullo de ser un semental?― observó Shaina antes de entrar a una suit tras de Algol, un caballero de plata sabía era su compañero y amigo. Él sonrió burlonamente mientras abría la puerta de una habitación― Dile a Milo que no me esperé… tal vez no regrese.

La puerta se cerró. Era evidente que Milo no podía engañar a una mujer así. O tal vez ellos tenían sus propios problemas. De cualquier manera a ella que le importaba, sólo es una Saintia. Además ya era noche, debía regresar a casa o empezarían a preocuparse.

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Yo no sé cómo se me ocurren estas cosas, es más no sé si alguien comparta estos debrayes… pero siempre alguien aparece y opina, para bien o mal. Aunque hay pocos fans de las Saintias. Y no, Shoko en mi fic NO es una niña de 14 años.

Gracias por el tiempo en leer.