Cada mañana al despertar veo su pelo rojo desparramado por la almohada, veo y toco sus cicatrices, de arriba a bajo, acariciándole suavemente.

Espero a que se despierte y me sonría, y entonces también lo hago yo. Me levanto y sacudo el pelo, y el me sigue intentando agarrarme por la cintura, mientras se ríe y dice que mi pelo le hace cosquillas. En las escaleras nos tomamos de la mano, entrelazo mis dedos con los suyos y salto los últimos escalones.

Juntos llegamos a la cocina. Yo abro las ventanas y la parte de arriba de la puerta, y miro el mar.

-¿Qué te parece si hoy desayunamos fuera?- Me pregunta mientras se acerca y me abraza.

-Me encantaría, ¡Tonto el último!- Agarro la botella de leche que hay junto a la puerta y salgo corriendo por el jardín.

Miro hacia atrás y veo a Bill corriendo detrás mío con un paquete de galletas en la mano. Llego junto a uno de los árboles del jardín, y me siento a esperar que él se acerque. Es el momento para hablarle, decírselo.

-Hoy estás preciosa Fleur- dice mientras se sienta a mi lado.

-Bill… tengo que decirte algo…- Mi voz ha sonado muy débil, en el fondo tengo miedo, no es el mejor momento de la historia.

-¿Qué ocurre?- Me mira con preocupación y me toma de la mano. Pese a las cicatrices sigue siendo igual de maravilloso que siempre.

-Vamos a tener un bebé. Vas a ser padre Bill.

No creo que en toda mi vida vuelva a ver una expresión tan increíble como la de su cara en este momento. Sus ojos, su sonrisa. Por un momento parece como si todas sus cicatrices desaparecieran dejando solo el cariño que destilaba.

-Va a ser una niña-dice muy bajito, como si quisiese que nadie más se pudiera enterar.- Se va a llamar Victoire, y será tan guapa como tú.

Después de eso, me abrazó y beso el la frente, mientras olvidando el desayuno, mirábamos el mar desde nuestro jardín.