Hola a todos!
Bueno vengo de regreso con un nuevo proyecto que estuve pensando muchísimo tiempo, ocurrió después de muchos pensamientos abstractos en mis horas de ocio. Normalmente eso es raro pero inmediatamente apareció y empecé a divagar, imaginando la historia hasta plasmarla en palabras y traerlas para ustedes.
No les interrumpo más y los dejo comenzar a leer está nueva historia.
ADVERTENCIA: Contenido para jóvenes mayores de 16 y 18 años. Lenguaje adulto y contenido sexual.
Desclaimer: Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto
Prólogo.
—¡Maldición Hinata!—exclamó totalmente cabreado el morocho mientras aceleraba el automóvil.
Se pasaba los altos y escuchaba los pitazos de otros autos que se veían violentados por la velocidad del porche negro del Uchiha. Miraba su reloj, media noche y ni rastro de esa chica rara y tímida.
Vio como el radar de velocidad aumentaba a cada minuto, llegando a los 500 km/h y seguía pasándose los altos. Miró como en segundos por poco y choca contra otro conductor, que del lado invertido tenía el avance y él el alto.
—¡Fíjate maldito!—le gritó el automovilista, asustado, pero también molesto por el casi choque.
El morocho siguió avanzando, aparcó el auto de forma incorrecta, esperaba de cierta forma que no se lo llevará la grua, cuando regresará, inmediatamente bajó y miró la dirección que tenía escrita en el papel. Gruñó y decidió entrar, armado.
De un portazo abrió el enorme portón de madera de caoba y pudo apreciarla, su corazón desbocado se aceleró más al ver el estado de la morena, ella le sonreía moribunda, con lágrimas en los ojos, ropa hecha añicos, ella desnuda y machacada, se podía mirar desde lejos un enorme hematoma en su pómulo izquierdo, sus senos bellos, redondos y blancos como la leche se apreciaban amoratados, con marcas de dedos y en su abdomen varios rasguños.
Ella estaba abierta de piernas, temblando, con sangre en su intimidad, su trasero impregnado con la sangre que había escurrido de sus partes.
—S-Sasuke-kun—dijo ella entrecortadamente para empezar a combulsionarse en un paro cardiaco.
—¡Hinata!—gritó desesperado el joven morocho.
Corrió hasta ella, ignorando el peligro que había dentro de ese sitio horrible, no notaba que alguien miraba la desesperación del Uchiha por salvar a la prostituta.
—Vaya, vaya pero si es el poderoso hijo de Fugaku Uchiha—escuchó desde las sombras una malévola risa que le calaba la piel en furia.
—Tú—
Capítulo I. Desconocida
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Maldito día, maldito sea Naruto, maldito sea Itachi, maldito sea su padre y malditos sean todos, gruñía totalmente corroído por la furia que sentía crecer en su interior, su amigo lo hacía rabiar en la maldita Universidad y su padre y hermano se dedicaban a hacerle la vida imposible en Uchiha Corps. Odiaba profundamente tener que seguir reglas y tradiciones estúpidas que solamente el Clan Uchiha seguía conservando desde la era Edo hacía ya bastantes miles de años atrás en el Japón rural. Aceleró y escuchó el motor de su auto rugir fuertemente y con velocidad alta mientras miraba las nocturnas calles de la ciudad.
La parte trasera del automóvil era un desastre total, tenía su mochila desperdigada y había olvidado cerrarla, causando que sus libretas, libros, bolígrafos cayeran a la alfombra. Su maletín lleno de documentos de la compañía estaban de la misma forma.
Solo quería llegar a casa y olvidarse de todo lo sucedido en todo el día, maldito día, maldito martes para variar, día trece de una tarde de noviembre. Se detuvo entre la calle de "Coral" y "Road Must" estaba el semáforo en rojo, esperaba impacientemente el verde para poder acelerar y llegar de una vez por todas a su departamento.
Por una milésima de segundo, casi mataba a alguien.
—¡Carajo!—exclamó molesto, inmediatamente bajó el cristal para poder gritarle una buena maldición al idiota que se pasó corriendo la calle en medio del cruce de los autos.
Cerró la boca en cuanto supo que ese malnacido era en realidad una joven, curiosamente raro ya que eran horas altas de la noche y una joven vestida así no daba buenas vibras. Gruñó molesto, escuchaba el piteo de los autos que se encontraban detrás de él, algunos lo rodeaban molestos por detener su trayecto, otros seguían insistiendo.
La joven lo miró, los ojos cristalinos de ella le miraron, después se desvaneció en el piso, mientras seguían los claxon sonando insistentes.
— ¡Mierda!—salió del auto, para tomar a la mujer en brazos.
Abrió los ojos, lentamente, al principio le costó abrirlos y acostumbrarse a la potente luz que caía en su rostro, sintió latir furiosamente su corazón pensando en aquel horrible lugar. Inmediatamente, abrió los ojos ignorando que le molestaba la luz y se levantó de golpe de dónde quiera que estaba recostada, se desoriento al ver el lugar, un hermoso lugar.
— ¿D-dónde e-estoy?—se preguntó a sí misma, mientras seguía mirando el bello lugar.
Eran paredes de color crema, con un techo blanco y una alfombra llegándole al naranja o café claro, unos muebles que combinaban con el tono de la pared, unos bellos sofás en un color beige bastante lujosos, una mesa de cristal pequeña de centro en dónde se hallaban varios documentos apilados, varios bolígrafos y una taza posiblemente de café vacía.
En la esquina del lugar se encontraba una enorme plasma sobre un mueble de madera clara, un componente de audio y un típico teatro en casa. Al lado del mueble se encontraba una planta en forma de palmera pequeña; finalmente una ventana del tamaño del cuerpo de un humano, que daba a una pequeña terraza y se podía apreciar la bella vista de la ciudad por la noche.
Miraba atentamente todo el lugar, era un palacio, sonrió tristemente, ¿dónde estaba? No tenía idea pero aún así no estaba segura, tenía que huir lo más pronto posible de ahí, la iban a encontrar. Escuchó como una puerta se abría, se puso inmediatamente a la defensiva; no tenía nada con que protegerse.
Al abrirse la puerta del fondo de la casa salió bastante vapor, y una figura masculina, bien formada, unos músculos notables pero no exagerados, torneados y un abdomen envidiable. Piel morena, ella tragó duro. ¿La habían comprado de nuevo por una noche? Pidió a su dios que no fuera así, retrocedió hasta pegarse con la mesita del centro.
—Vaya así que despertaste—escuchó una ronca voz, y se sobresalto.
—S-sí—fue lo único que alcanzo a contestar, mientras miraba al joven moverse, sentía la piel erizarse de miedo.
—Cálmate no te haré nada—la ignoró mientras secaba su cabello, pequeñas gotas escurrían por su pecho dándole un toque totalmente sensual a la vista de cualquier mujer menos para ella.
El joven la ignoró y ella se quedó parada en medio de la sala.
Minutos después regresó el moreno con una camiseta blanca y unas bermudas de color azul marino. Andaba descalzo y la toalla estaba en su cuello, miró indiferentemente a la chica que parecía seguir a la defensiva, fue a la cocina y preparó unas cuantas cosas.
—Toma—le ofreció una taza llena de café caliente a la joven, ella dudo en recibirla pero finalmente lo hizo al no encontrar en la mirada del chico alguna otra intensión. Sasuke se sentó en el sofá en frente de ella mirándola—¿Quién eres?—preguntó él determinadamente, miraba como la chica se reconfortaba con el líquido caliente.
Ella dudo en contestar, miró como se quedaba de pie y titubeaba, miraba como sus labios se despegaban para hablar constantes veces y luego volver a cerrarse.
—H-Hinata—respondió finalmente, mirando en otra dirección, ese joven le causaba miedo, en cualquier momento podría hacerle algo.
—Siéntate—ordenó él, ella obedeció y siguió tomando el café.
—¿Qué te paso? ¿Qué hacías corriendo en medio de la calle sin fijarte si quiera que ibas a ser atropellada?—recriminó el joven, él por lo general no era un hombre de palabra, siempre contestaba monótonamente con palabras bastante cortantes a veces de una sola sílaba. Miró como la chica se tensaba y clavaba la vista en el contenido de la taza que tenía entre sus manos, la piel se le erizaba y temblaba.
—T-tengo que irme—dijo ella, queriendo evitar a toda costa estar ahí.
—No—interiormente se sorprendió al darle esa respuesta a la joven, ella se sorprendió y pareció sopesar más la situación.
Miró detenidamente los rasgos de la chica, se apreciaban unas grandes ojeras marcadas en su blanco rostro, ropa bastante insinuante a la vista masculina, casi inexistente, llevaba una falda de color negro, que al sentarse dejaba ver la ropa interior igualmente casi inexistente que la chica llevaba puesta, unas enormes zapatillas de plataforma con tacos bastante altos. Una blusa que se amarraba al cuello y podía apreciar que los senos de la joven estaban al descubierto sin un sostén bajo la tela morada. Llevaba exceso de maquillaje, no era fea, sin embargo era una exageración tanta sombra, esos labios tan rojos y demasiado delineador en el rostro. Su cabello largo, de color azulado amarrado en una alta coleta y en sus orejas llevaba unas grandes arracadas… entonces cayó en la cuenta después de hacer esa pequeña descripción que era… una prostituta.
¡Genial! Había traído a su casa una cualquiera, una mujerzuela, con razón le urgía irse si no sería castigada.
—Puedes irte cuando quieras—dijo el morocho molesto consigo mismo por haberla traído, pudo perfectamente dejarla a su suerte.
Pero entonces también cayó en la cuenta de que… esa mujer escapaba de alguien, pudo notar como un par de hombres se quedaron mirando su auto en cuanto él subió a la chica en la parte del copiloto y después arrancó. ¡Adelante! Que se las arreglara como ella pudiera, ella había decidido vivir así, ahora que enfrentara sus propias consecuencias, echarla era sencillo. La vida se encargaría de ella.
Ella asintió, se levantó nuevamente débil del sofá y vio como se le tambalearon sus piernas, se desplomó nuevamente sobre el suelo.
¡Maldito martes trece! Se dijo así mismo mientras volvía a tener a esa mujer entre sus brazos… no iba a dejarla en la calle… ¿o sí? ¡No! Sasuke Uchiha no era un patán. Resignado por sus valores éticos la llevó al único cuarto habitable para personas en su departamento, tenía otros cuartos para huéspedes pero estaban las camas sin sábanas, y cosas para que alguien pudiera dormir en ellos. Su cuarto.
La depositó un poco brusco en la cama y miró detenidamente el cuerpo de la joven, estaba magullada, marcas verdosas en sus entrepiernas que seguro fuero moretones causados por… bueno olvídenlo. Iba a llamar a Sakura para que viniera a ayudarle con la chica, para cambiarla, ¡No seas tonto Uchiha! Si llamaba a la pelirosa iba a malinterpretar las cosas. Descartó a varias chicas que conocía ya que todas pensarían lo mismo: Sasuke Uchiha quería sexo.
—Maldita mi vida—se dijo así mismo, no era que le diera pena ver un cuerpo femenino desnudo pero no sabía si era buena idea tocar a la chica aquella.
Primeramente se resignó, volvió a maldecir su vida, y después fue a su clóset a buscar alguna camiseta y un pantalón para la joven y poder cambiarla. Paso dos, desvestirla, hizo el proceso más rápido de lo que pudo, sintiendo cosquilleo en las manos al tener que tocarla, miró su cuerpo era perfecto. Bello, sorprendido de que no estuviera deteriorado por la profesión de la joven; unos grandes pero no exagerados pechos aunque notó los moratones marcados por los chupetones hechos a fuerzas. Se compadeció de ella, se veía que la vida era dura para ella, trató no mirarla más, ignoró todo y puso una camiseta blanca que le quedaba como camisón a la chica. Luego sacó de golpazo los tacos y la diminuta falda, vaya denigración para esa chica. Ahora si se sonrojó.
—Como si nunca hubieras visto esta clase de ropa—se incriminó él mientras miraba el diminuto tanga de hilo dental que llevaba la chica. No quiso ver más y rápidamente le colocó el pantalón, era uno muy justo que tenía que ya no le quedaba pero que al parecer a ella si. Se conformó con eso.
—Miserable es mi vida—suspiró mientras la acomodaba en la cama, la metía entre las sábanas y la dejaba ahí. Sacó de su mismo closet unas cobijas y de la gran cama que la fémina usaba tomó una de las dos almohadas y salía a la sala.
Abrió lentamente sus ojos, el cuerpo le dolía un poco, asimilo en dónde estaba; en una habitación blanca en su totalidad, el piso era de losetas de color negro. Al frente de donde ella estaba acostada vio un closet de color blanco pintado a pintura de aceite. Al lado de la cama igual un buró negro brilloso en dónde descansaba un reloj y una lámpara.
Se removió aún entre las cobijas, estaba bastante cómoda entre ellas, ya no recordaba la última vez que había dormido en una cama decente. Siempre terminaba dormitando y esperaba a que los "clientes" se quedaran dormidos para ella poder tomar el dinero e irse. Suspiró nostálgica, muchas cosas que añoraba.
Decidió que era hora de dar las gracias e irse, estaba segura de que no tardarían mucho tiempo en encontrarla.
Salió de entre las sábanas y noto que algo andaba raro, ella no traía su ropa… o bueno su intento de ropa. Se miró y traía una enorme camiseta blanca que le llegaba a las rodillas y unas bermudas que le quedaban más o menos bien en color azul marino. Se sonrojó a más no poder, aquel chico la había visto desnuda… ¿le habría hecho algo en su desmayo? ¿habrá abusado de ella? Muchas preguntas acudieron a su mente mientras se quedaba tensa en medio de la habitación.
La sacaron de su transe hasta que escuchó como se abría la puerta de la recamara, se tensó nuevamente y esperó encontrarse con aquel joven moreno de oscuros ojos como los ónix. En vez de encontrarlo a él bajo el marco de la puerta vio a una simpática mujer madura de al menos unos 57 años llegando a los 60. Casi en la entrada de la tercera edad, era pequeña de estatura, más aún que ella, de un cabello canosillo contrastando con su negro levantado en un chongo. Una cara amigable y unos ojos de color verde. Piel morena.
—Buenos días pequeña—habló dulcemente la mujer mientras la saludaba—El joven Uchiha, me ha pedido que le de desayunar y le ayude a comprar algunas prendas—
—G-gracias—ella misma no sabía que pretendía aquel hombre comprándole ropa y dejándola en su casa, sóla y con una anciana que parecía más su nana que la ama de llaves de la casa.
La mujer solamente le sonrió amablemente, y empezó a quitar las ropas de la cama para empezar a tenderla nuevamente, sacudió, tendió y acomodo las grandes pero realmente cómodas almohadas en su lugar.
Hinata solo miraba atentamente, seguía nerviosa.
—¿P-puedo usar el b-baño?—preguntó la joven. La mujer simplemente sonrió y asintió con una cabezada.
La joven entró al bello baño que se cargaba aquel joven raro, este tenía azulejos en color azul claro; un piso tan blanco con detalles grabados, una enorme tina y al mismo tiempo una regadera, un bello retrete y sus cosas acomodadas perfectamente, en el pasamanos habían toallas colgadas y dobladas perfectas. Todo era perfecto.
Pasados unos minutos después de haber terminado con su naturaleza, regresó al lado de la anciana que había terminado de acomodar el bello cuarto del chico.
—Venga niña, come algo—dijo la mujer mientras la conducía al comedor, la verdad la casa no dejaba de asombrar a la chica, para ser un departamento parecía una mansión. El comedor era pequeño para seis personas de cristal y altas sillas en cojines blancos. Se sentó a la mesa y la mujer rápidamente fue a la cocina y regresó con:
Un plato de huevos revueltos con jamón, ensalada de atún con galletas, un gran baso de jugo de naranja, pan tostado con mermelada de fresa y mantequilla y un plato con ensalada de frutas.
—E-es demasiado para mí—dijo tímidamente la joven mientras se sonrojaba y jugueteaba con sus dedos al mirar el desayuno.
—¡Tonterías! Nunca es suficiente para una chica en desarrollo—anunció la mujer y le entregó los cubiertos—Cuando termines búscame en la cocina, estaré preparando la comida para cuando regresé el joven—
La joven suspiró y no le quedo más de otra que comer, se dio cuenta que en realidad tenía hambre y sed al ver toda la comida devorada por ella y los trastes vacíos. Levantó todo de la mesa y fue en busca de la señora, llegó pronto a la cocina y miró, era pequeña pero bastante amplia para tres o cuatro personas. Había un refrigerador, un fregadero, estufa, anaqueles con víveres. Olió el exquisito aroma que se desprendía de una olla y fue a verla, era un cocido lechoso blanco pero delicioso.
—Me alegro de que te hayas comido todo, niña—dijo la mujer que salía detrás del refrigerador tras cerrarlo y sacar unas verduras para picarlas—Deja tus trastes en el lava trastes de favor, en unos momentos estoy contigo. Me tomé la libertad de irte a comprar un poco de ropa mientras dormías, las prendas tuyas no son apropiadas para que una señorita ande en la calle así. Podrás encontrarlas en la recamara de huéspedes que también me tomé la libertad de acondicionar para ti, así que bueno, adelante, estás en tu casa—dijo amable la señora y empezó a picar las espinacas en finas julianas chinas.
Ella sonrió, estaba agradecida con la hospitalidad que le estaban dando en esa casa y ni siquiera conocía a esas personas, ese joven le había tendido su mano. Pero tendría que agradecerle por todo lo que le habían dado, sin embargo, ella tenía que irse, la iban a encontrar e iban a matar.
Escuchaba monótonamente su clase, miraba a Azuma explicar detalladamente la ecuación, haciendo cálculos, los cerebritos le ayudaban a resolver la operación siendo que él rápidamente lo había hecho. Era tan aburrido estar aguantando una hora de Matemáticas avanzadas siendo que él tenía bastante conocimiento como gerente en la empresa, gruñó en silencio al saber que inmediatamente tendría que ir a comer a su departamento y después regresar a Uchiha Corporation y estar encerrado lo que resta de la tarde entre papeles. Documentos a firmas, visitas inesperadas de su padre y hermano, sus sermones, recordó que hoy tenía dos juntas con la familia Hyuuga para establecer un acuerdo de alianza para que sus productos se fueran a la cima.
Uchiha Corporation y Hyuuga Manor eran grandes corporaciones en la economía textil de Japón, tenían también otras pequeñas franquicias. El ejemplo de que Mikoto Uchiha era una reconocida diseñadora de modas en todo el planeta y sus prendas eran demasiado solicitadas. Los Hyuuga habían introducido al mercado comestible la carne nutritiva de soya que al parecer era un impacto total en la sociedad.
—Señor Uchiha—llamó Azuma desde el frente del pizarrón—Tal vez podría decirnos cual es la solución final de la ecuación si no le molesta—le entregó en manos al moreno el gis, sin decir palabra alguna fue al frente y empezó a escribir.
Usando la calculadora científica como apoyo, escribía y borraba operaciones, sus admiradoras miraban maravilladas las cifras que él escribía. Después de un largo proceso resolvió la ecuación y escribió el resultado, también dibujo una gráfica para ubicar los puntos que deseaban encontrar, Azuma sin decir nada asintió con la cabeza.
No era necesario poner en ridículo al muchacho ya que él se perdía en su mundo pero cuando era amonestado por él, resolvía correctamente todo.
Sasuke regresó a su asiento en la parte trasera del aula al lado de Naruto que se encontraba totalmente dormido, con un hilillo de saliva colgando de sus labios, frente a él se sentaba el geniecillo Hyuuga que a su parecer le caía en la punta del hígado ese afeminado. Le decía así gracias a que Neji traía una larga cabellera que llegaba seguramente unos centímetros antes de su trasero.
Al toque de la campana que anunciaba el fin de la jornada de clases, tomó su mochila, guardó su libreta y sus demás materiales.
—¡Sasuke-kun!—tragó amargo, trato de no poner su cara de mofe y sacó su más neutral cara frente a la fémina.
—¿Qué quieres Sakura?—preguntó directo, frío, indiferente, se colgó la mochila al hombro dispuesto a largarse de ahí y dejar a la pelirrosa hablando sola.
—Me preguntaba si hoy podemos jugar—dijo ella seductora mientras se abría un botón de su blusa.
El morocho solamente suspiro cansinamente, él jamás, jamás en su vida poseería como mujer a esa… dejémoslo mejor así.
—No—dijo escuetamente empezando a caminar fuera del salón.
—¡Sasuke-kun! ¡Qué malo eres con tu novia!—exclamó como niña pequeña la chica de ojos color jade. El intentó no gritarle en la cara, contenía su furia.
¡Haruno odiosa! Esa mujer se había autoproclamado la novia oficial de Sasuke Uchiha ante media Universidad, amenazando a cualquier chica que intentará acercarse o hablar con él, la ahuyentaba posesivamente, maniaca.
—Te he dicho miles de veces, Sakura, que no eres mi novia—dijo él por fin ignorándola, caminando lentamente hasta las escaleras que lo llevarían hacía el jardín de la escuela. Sintió un sobre peso en su cuello.
—Mo! Eres muy malo con tu novia Sasuke-kun—
—¡Déjame en paz Sakura!—exclamó molesto, quitando el agarre de la chica de su cuello. Y dejó atrás a la drámatica de la joven que pretendía llorar por su frialdad para con ella.
Se fue al estacionamiento por su automóvil.
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Levantó la mirada al escuchar la puerta abrirse, entro por la puerta Oboe-san y detrás de la anciana se encontraba aquella chica, miró fríamente a la joven, sin embargo, no pudo evitar mirarla de pies a cabeza…
Esa chica si mal no recordaba se llamaba Hinata, pero algo en ella le decía que podría conocerla… que tonto, nunca la había visto. Llevaba unos jeans entubados de mezclilla en un color azul llegándole al negro, una blusa lila sin mangas con grandes holanes de adorno en el pecho y los botones. Llevaba su cabello suelto, adornado con una diadema del mismo color que la blusa. Unos tenis converse en color negro y un leve casi inexistente maquillaje que la hacía resaltar maravillosamente.
Se le veía sonrojada, podría ser que esa joven era agradable, ya que no era como todas las demás que se la pasaban detrás de él y de su miembro viril en busca de meterse en su cama.
—Buenas tardes joven Sasuke—dijo amablemente la anciana—Ahora mismo le sirvo—
El Uchiha asintió y se quedo en silencio al lado de la joven.
—G-gracias por todo—dijo sonrojada la chica evitando mirarle a la cara—P-pero tengo que irme—
Sasuke asintió, una molestia menos. La chica salió en silencio del departamento.
— ¡Ayúdenme!—el moreno corrió escaleras abajo para alcanzar a esa molesta chica, ella era llevada por dos hombres a la fuerza para meterla dentro de un automóvil
Fin Capítulo
