こんにちは、みんな!
¿Como están? Hoy una nueva historia que no es tan nueva así! Aquí les traigo más un AU Sorato... Espero que aprovechen la lectura y que se divierten bastante!
En primer lugar, quiero agradecer inmensamente a todos los que vienen acompañando esta nueva etapa de escritura... Tener el apoyo, el incentivo y el cariño de ustedes es algo grandioso y extraordinario! Muchas gracias del fondo de mi corazón.
Que siempre pueda retribuir esa atención con buenas historias.
Sangre Frio
Aoi Chi
By Misako Ishida
Ya pasaba de las tres de la mañana. Podía oír a lo lejos las risas, conversaciones y saludos. Todo lo que necesitaba en el momento era irse. Pero no podía.
- Tú eres la mejor de todas, Sora-chan. - oyó cómo el hombre embriagado hablaba con dificultad.
Era un hombre de mediana edad. Apariencia común. Idiota. Estúpido. No, no. Malicioso. Al igual que todos los demás. El olor fuerte de la bebida que exhalaba de él dejaba su estómago envuelto.
Colocó una mecha de pelo detrás de la oreja y sonrió con inocencia y meiguice. Se había convertido en una excelente actriz.
- Yamamoto-san. - dijo delicadamente mientras cogía la botella de sake y completaba su vaso. - Sólo hago lo mejor que puedo.
El hombre se rió alto y con ganas. Colocó la mano en el hombro de Sora y la otra colocó sobre su rodilla. Se acercó lentamente de la cara de la niña.
- Pero, podrías esforzarse un poco más. ¿Que crees? - preguntó en un tono sugestivo cargado de malicia.
Eso fue lo máximo que podía aguantar. Estaba con ganas de vomitar. ¡Aquel hombre tenía la edad para ser su padre! ¿Cómo era posible existir hombres así? Reprimió toda su voluntad de darle un puñetazo en la cara y una patada entre las piernas. Respiró profundamente y de nuevo actuó. Sonrió inocentemente y sacó las manos de aquel hombre de encima de ella.
- Lo siento, Yamamoto-san. Pero lo máximo que puedo hacer por ti hoy es llamar un taxi para llevarlo a casa. - dijo levantándose y alejándose de allí.
Caminó hasta el bar y giró en un pasillo largo. Abrió la última puerta, revelando una especie de sala de espera, y cayó sentada en uno de los sofás de cuero. Estaba con mareo. Necesitaba relajarse y calmarse. Se acercó al sofá y cerró los ojos.
Oyó cómo la puerta se abrió. Pasos pesados se encaminaron hasta cerca de ella.
- Debes estar exhausta hoy. Pero se dio bien. Yamamoto-san suele ser bastante generoso y parece que le gustó mucho. - dijo un hombre joven de cabellos castaños. - Toma. Su pago de hoy. - dijo extendiendo un pequeño paquete de notas enrollado.
Sora abrió los ojos y cogió el dinero. Tomó la bolsa y la chaqueta que estaban al lado y se levantó. Ella tenía que salir de allí. Se encaminó a la salida en silencio.
- ¿Volverás mañana? - preguntó el muchacho esperanzado haciendo que la chica se detuvo en medio del camino. - Como es la noche del sábado, muchos clientes vendrán sólo para verte.
La pelirroja no respondió nada. Sólo continuó su camino, dejándolo frustrado sin una respuesta. Como siempre lo hacía. Se sonrió para sí mismo. Ella regresaría. Siempre volvía.
XxXxX
Caminaba lentamente por las calles sin preocuparse por nada. Miró el dinero que aún estaba en su mano. Suspiró profundamente y lo contó. "Joder" pensó aburrida. En definitiva, ese dinero no era suficiente. Ella tendría que pensar en algo. Y ese algo sería volver a la noche siguiente. Guardó el sobre dentro de la bolsa y siguió adelante.
Sora Takenouchi, a los 17 años, era una hermosa chica. A pesar de su cuerpo aún en desarrollo, tenía curvas que dejaban a los hombres en general encantados. Ella era considerada por encima de la media. Era la más bonita, la más gentil, la más divertida, la más inteligente. Los clientes hacían fila para tener su compañía. Y ella siempre los atendía con una sonrisa brillante en la cara.
Pero, por dentro se sentía mareada. Se sentía una basura. Se criticaba por hacer lo que hacía. No tenía idea de lo que detestaba más: ser una hostess, su vida o ella misma. Era una disputa fuerte.
Había más de un año que trabajaba como hostess. Para ser exacto: un año, tres meses y 17 días. Podría incluso contar las horas, minutos y segundos que había pasado dentro de aquel lugar.
Cerró los ojos, se inclinó a la pared y se sentó en el suelo. Estaba cansada. Tanto física como emocionalmente. Quería coger un taxi para volver a casa, pero no podía. Tendría que coger el metro. Resolvió apresurarse si quería llegar antes del amanecer.
El tren estaba prácticamente vacío, sólo unas pocas personas estaban allí. Se mantuvo los ojos abiertos y atentos, con miedo de dormirse allí y perder la estación. De lado veía como algunas personas le miraban de pies a cabeza.
Sora usaba una sandalia de tacón alto fino dorada, un vestido negro y justo, pendientes pequeñas y brillantes. El cabello estaba perfectamente intacto, suelto y ondulado. Solía usar el pelo corto, a la altura del hombro, pero acabó dejándolo crecer. Ayudaba a mantener la apariencia de una joven un poco mayor. Su maquillaje era suave y sólo resaltaba la belleza de los rasgos femeninos que poseía. Ella nunca había sido una niña vanidosa. Y al final de cuentas, era considerada la más bella de donde trabajaba. Irónico.
Si pensaba bien, para ella todo era una enorme ironía del destino. A la vida le gustaba jugar con ella, pero la broma era peligrosa y dura. Eran tantos problemas que se preguntaba por qué todavía estaba allí. No pensaba en sacar su propia vida. Eso sería estupidez. Sería una debilidad. Y ella no era débil. Ella necesitaba mostrar cuán fuerte era, que podía soportar lo que viniera. Sólo quería huir de todo aquello. De ir hacia lejos.
Siempre recibía regalos de los clientes. Joyas, ropa, bolsos, zapatos, perfumes. Ya había ganado un coche y una casa, pero los rechazó. No cambiaría su libertad por dinero.
Pero si pensaba mejor, era exactamente eso lo que hacía. Cambia sus noches de sueño para estar con hombres viejos, ricos, ebrios, inoportunos y safados a cambio de dinero. Pero siempre se decía a sí misma que eran cosas diferentes. No hacía eso porque le gustaba o quería, pero porque necesitaba.
Cuando llegó a su destino, Sora se dirigió a la puerta para salir del tren. Todavía tendría que caminar un poco más. Suspiró resignada. Caminaba por las calles estrechas y extrañas de aquel barrio. Su casa se quedaba en un edificio pequeño, cuya fachada era deplorable. Subió las escaleras y llegó a la puerta de su hogar. Entró sin hacer mucho ruido. Estaba todo oscuro. Se encendió la luz de la habitación y observó el lugar a su alrededor. Un nudo se formó en su garganta.
Estaba todo un completo desorden. Cosas jugadas al suelo y un billete sobre la mesa. Podría tener una idea de lo que había sucedido allí. Tomó el pequeño papel y lo leyó.
"Sora-san,
Su madre tuvo otra crisis esta noche. Casi no puedo contenerla. Le di el último comprimido del frasco.
Makino-san. "
Sora respiró hondo y se cayó al suelo. '¿Y ahora? ¿Qué hago?'. No tardó mucho para que una lágrima terca y rebelde surgiera en sus ojos. Los surtos de su madre comenzaban a ser cada vez más frecuentes. Y le costaba aún más.
Se levantó y se fue a la habitación. Vio que Toshiko dormía tranquilamente y se calmó un poco. Vuelvio a la sala de nuevo y se sentó a la mesa. Comenzó a hacer sus cuentas. Tomó un papel y un lápiz.
Tenía que pagar el alquiler. Tenía que comprar los medicamentos de su madre. Tenía que pagar los gastos de la casa. Tenía que pagar el convenio médico. Y aún tenía que pagar a Makino-san. Lo sumó todo. 320 mil yenes.
- ¡Droga! - gruñó bajo. Todavía faltaba. ¡Y mucho! Comenzó a hacer cuentas desesperada.
Sora, además de trabajar en el hostess club, todavía trabajaba medio tiempo en el mercado de los Inoue. Y hacía horas extras en los fines de semana y vacaciones. Era una locura. En general, sólo iba al club tres veces a la semana. Pero últimamente su presencia era constante.
Tenía el dinero para el alquiler, los remedios y Makino-san. Y entonces se quedó más aliviada. Dejaría los gastos de la casa para la próxima semana. Estos tres eran su prioridad. Se prometía a sí mismo que jamás retrasaría de nuevo el pago del alquiler y de Makino-san.
Los propietarios del edificio eran una pareja de mediana edad. La señora Fujiko-san era una mujer malhumorada y que detestaba a Sora. Ella decía en todo momento que la vida que la chica llevaba no era digna. Que ella era una niña impura y sucia. El Sr. Fujiko-san, por otro lado, era amable hasta demasiado. Hubo una época en que su madre necesitó ser internada y Sora pasó por un momento difícil. Y fuera él quien dejó que ella retrasara el alquiler y no cobró juros aún por encima. Pero Sora no quería depender más de la bondad de él. El Sr. Fujiko-san demostraba descaradamente su interés por ella y, una vez, hasta le hizo una propuesta indirectamente.
La voluntad de Sora era salir de aquel lugar. Sin embargo, no conseguiría un lugar tan barato y con una buena ubicación. No es que fuera excelente, pero hasta que facilitaba el acceso de Sora al transporte. Era un barrio considerado pobre de Tokio. Y era lo que podía mantener en sus actuales condiciones.
Makino-san era la vecina de Sora. Una señora de edad, también malhumorada. Vivía atormentando la cabeza de la pelirroja en cuanto a los cuidados con su madre. Su hobbie preferido era dar consejos a la niña. Si no fuera porque no encontraría a nadie dispuesto a cuidar de su madre, ya habría mandado la vieja al quinto de los infiernos.
Sora era mal vista por todos los que vivían en el edificio. Es decir, por todas las mujeres que vivían en el edificio. Los hombres, como se esperaba, siempre tenían un 'cariño' más por la muchacha. Eso la enojaba aún más. Tenía repugnancia, asco, odio, rabia...
Estaba tan concentrada que apenas percibió que el día ya había amanecido cuando oyó golpear a la puerta. Se levantó y por el ojo mágico vio que era el Sr. Fujiko-san. Respiró profundamente en busca de paciencia. Abrió la puerta.
- Buenos días, Sora-chan! - dijo animadamente el señor de cabellos grises.
- Buen día. - respondió fríamente a la niña. Antes de que el hombre pudiera hablar algo, notó cómo los ojos oscuros recorrían su cuerpo y recordó que no había cambiado de ropa. La sangre subió a su cara. ¿Cómo podían ser tan descarados? - ¿Usted vino a recibir el alquiler? - preguntó con un tono de irritación.
- Ahhhh ... Sí. - dijo el hombre en tono abovedado.
- Solo un minuto. - dijo áspera y entró.
Un minuto después volvió con el dinero en las manos y entregó al hombre. Este tardó un poco más para retirar las notas y aprovechó para 'disimuladamente' acariciar suavemente la mano de la chica.
Sora simplemente sacó la mano con rapidez y se despidió del señor cerrando la puerta en su cara. Hoy no estaba con humor para aguantar las cucarachas baratas y perforadas de un viejo asqueroso que intentaba aprovecharse de la vida patética que ella tenía.
Fue a la cocina y comenzó a preparar el desayuno. Luego su madre se despertaría y ella necesitaba arreglarse para ir a trabajar en el mercado. Pasó cuarenta minutos, ya estaba ordenada y terminaba de colocar la mesa cuando Toshiko entró en el recinto.
Ella parecía medio perdida. La mirada distante y perdida. La expresión cabizbaja. Miró atentamente al lugar. Sora ya había arreglado la mayoría de las cosas y el ambiente no estaba más desordenado. Al llegar su mirada en su dirección, Sora sonrió dulcemente. Era uno de los pocos momentos en que la pelirroja acostumbraba a ser dulce: cuando estaba al lado de su madre.
- Buen día. El café ya está listo. - dijo sonriendo.
Toshiko se fue a la mesa y se sentó. Lo observó todo atentamente. Y Sora parecía no perder ningún detalle.
- ¿Estás bien, mamá? - preguntó Sora preocupada.
La mujer sólo asintió con una leve sonrisa en la cara. Sora le entregó un vaso con jugo y se fue hacia el sofá para recoger su bolsa.
- Estaré de regreso más tarde. Ya dejé el almuerzo listo. Más tarde Makino-san vendrá a ayudarle y ver si está bien. - se encaminó hasta la puerta. - Si necesitas algo es sólo conectarme.
La mujer volvió a asentir suavemente y Sora salió. Quería quedarse más tiempo con su madre, pero estaba atrasada.
XxXxX
Llegó despacio hasta el mostrador sin hacer ruido. Observó que la chica estaba cochilando. Estaba con el codo apoyado en la bancada y el rostro apoyado en su mano. La expresión en su rostro a pesar de serena era de un cansancio extremo. Se balanceó la cabeza de forma negativa al observar la escena. Colocó la mano en la cintura y con la otra empujó levemente la frente de Sora.
Ella a su vez se despertó asustada.
- ¡Lo siento! - dijo apresuradamente sin mirar quién estaba frente a él.
Miyako se rió. Y Sora al ver que era ella se quedo con una expresión seria.
- ¡Me asustaste! - se quejó enojada.
- Lo siento. No fue mi intención. ¿Estás bien? - preguntó en un tono de preocupación.
- Sí. No te preocupes. Sólo no dormí esa noche. - respondió la pelirroja bostezando.
Miyako la miró atentamente. Fue detrás del mostrador y se sentó en el banco al lado de ella.
- ¿Fuiste para el Paradise ayer? - preguntó curiosa.
Sora asintió con la cabeza. No estaba muy dispuesta a hablar de eso y ni pensar en el asunto. Y Miyako percibió, pues había cambiado bruscamente el rumbo de la conversación. Hablaron sobre trivialidades por un buen tiempo, parando para atender a un cliente u otro. Sora estaba a punto de dormir sentada cuando Miyako llamó su atención.
- ¿Qué hora llegaste a casa? - preguntó de forma directa.
- Ya estaba casi amaneciendo. - respondió la chica echando la cabeza sobre el mostrador.
- ¿Qué tal dormir más temprano hoy? - preguntó animada como si hubiera arreglado la solución al problema de su amiga.
- Adoraría. Pero no va a dar.
- ¿Vas al club hoy? - preguntó Miyako perpleja.
Sora levantó la cabeza mientras bosteaba.
- Sí. Hoy es sábado. Tiene más movimiento. - respondió poniendo las manos en el regazo. - Quien sabe logro un encuentro para mañana. - dijo pensando en voz alta.
- ¿Encuentro?
- Sí. - miró a la amiga. - Tú sabes. Yo salgo con el chico y luego tiene que pagar el dohan.
- Sora, cuidado. Sabes que muero de miedo cuando sales en esos encuentros. - habló la niña de gafas prácticamente implorando a la amiga. - Además, ¿por qué quieres un encuentro? - preguntó.
- Porque necesito dinero. - respondió simplemente.
- ¿Y quién no lo necesita? - dijo en un tono juguetón y divertido, tratando de suavizar la tensión del asunto. Logró arrancar algunas risas de la pelirroja.
- Yo se. Pero... - hizo una pausa y suspiró. - Necesito dinero desesperadamente. Los remedios de mi madre acabaron y tengo que comprarlos nuevamente. Además, tengo que pagar el plan de salud esta semana que está más que atrasado. Y mi madre todavía tiene otra consulta al final de la semana. - respondió desanimada.
Inoue miró a su amiga. Como admiraba aquella chica. Incluso con tantos problemas, incluso con la vida que llevaba, siempre era fuerte. Quería un día poder ser tan determinada y valiente como ella.
- Gomen, ne. Lamentablemente no puedo ayudarte. Este mes estoy fallida. - dijo tristemente.
- Todo bien. No se preocupe. Voy a conseguir una manera. - dijo Sora sonriendo.
- Entonces, ¿qué tal la señorita irse a casa a dormir? Puedo quedarme aquí. - sugirió.
- Todo bien. Sólo faltan algunas horas para acabar aquí.
Miyako miró fijamente a la pelirroja.
- Tú no estás aguantando quedarse con los ojos abiertos. ¿Cómo espera conseguir un encuentro con la cara llena de ojeras? Anda, va a casa. - dijo autoritaria.
Sora mordió el labio inferior.
- ¿Seguro de que puedo ir? - preguntó tímidamente.
- Sí - asintió Inoue sonriendo.
- Arigató.
Sora se levantó y tomó sus cosas. Se salió apresuradamente del recinto mientras se despedía de su amiga. Realmente, necesitaba unas horas de sueño.
XxXxX
Llegó a casa y vio a su madre sentada en el sofá mirando un álbum de fotos. Era el álbum de cuando Sora había nacido. Se sentó al lado de la mujer sonriendo y le dio un beso en la cara.
- Tadaima. - dijo la chica.
- Okaeri. - respondió la mujer sonriendo de felicidad. - Finalmente te estoy viendo hoy. Ya te extrañaba.
Sora frunció la frente confusa.
- Pero me vistes esta mañana, mamá. - contestó.
Toshiko abrazó a Sora y besó el pelo de la niña.
- Pero fue tan rápido que para mí fue como si prácticamente no la hubiera visto. - respondió pausadamente.
Sora sonrió. Se acostó en el regazo de su madre y se quedaron conversando un poco. Luego se quedó dormida.
Toshiko se quedó allí acariciando los largos hilos de pelo de su niña. Miró para cada detalle de su cara. Parecía perdida en pensamientos.
XxXxX
Estaba satisfecha. Así como esperaba había conseguido arreglar un encuentro para el día siguiente. O mejor, dos encuentros.
Un joven muchacho otaku había sido arrastrado al club aquella noche por sus amigos. Era su cumpleaños de 21 años y por lo que Sora vio el niño jamás había quedado tan cerca de una chica, mucho menos sus amigos. Suerte de ella. El muchacho, Kouta, le pidió que saliera con él por la mañana, para supuestamente ayudarle a comprar ropa. Y Sora realmente sospechaba que fueran a hacer exactamente eso: comprar ropa.
El segundo era Katou-kun. El joven de 26 años aparecía por allí de vez en cuando. La mayoría de las veces era justamente para pedir un encuentro con Sora. El motivo era simple: necesitaba ir a la casa de la familia en una aldea y necesitaba una novia. Esto se debía a que no quería que sus padres descubrieran que era gay. Sora había ido con él a la aldea muchas veces y hasta el momento nadie jamás desconfió que todo fuera mentira. Ellos partieron el domingo por la tarde y regresar a la segunda por la mañana. Esto daría una excelente comisión para ella.
Estaba de cierta manera feliz. Agradeció que sus encuentros fueran 'inocentes'. Bueno... Sí, eran. Si se comparan con aquellos que ya había tenido con hombres mayores que sólo estaban interesados en una cosa: la virginidad de Sora.
La pelirroja creía que en realidad su fama dentro de aquel lugar se debía a eso: la que era virgen. Lo que era algo extremadamente raro en aquel lugar. Ella definitivamente era la única excepción. A pesar de los contactos íntimos con los clientes estar prohibidos, la mayoría de las anfitriones acababa encontrándose con los clientes sin que nadie lo supiera. Estos encuentros costaban muy caro y Sora era la niña que no aceptaba ninguna propuesta.
Cuando supieron de su condición, la noticia se extendió con el viento. Y luego, todos los hombres que frecuentaban asiduamente el lugar querían llevarla a la cama. Y entonces, ella tenía que aguantar los flirtes, cantadas y propuestas baratas y sucias todos los días prácticamente. Por otro lado, hasta que conseguía cierta atención y eso aumentaba su ganancia. Para mantenerse fuerte siempre pensaba que aquello era un medio para un fin. Y nada más.
Estaba tomando su agua tranquilamente en un rincón escondido del mostrador, cuando el encargado fue a buscarla.
- Un cliente está buscandote.
Terminó de beber el líquido transparente y se miró en el espejo al lado. Estaba con el pelo atrapado en un coque desordenado, un maquillaje ligero y un vestido rojo largo y justo. Se levantó y se encaminó hasta la mesa indicada.
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Salió del coche y miró a la fachada de lujo del club nocturno. Sus amigos se pararon a su lado esperando que hiciera algo. Sonrió para sí.
- ¿Por qué un hostess club? - preguntó aburrido un chico de gafas.
- Porque está bueno. Tú eliges a unas chicas. Te tratan bien. Tú las paga y ya no las ve de nuevo. ¡Eso es perfecto! Nadie se queda pegando en su pie. - respondió con entusiasmo a un chico de pelo castaño.
- Por coger el pie, estás hablando de Mimi-chan. - provocó Joe.
Taichi cerró el puño y lo mostró a Kido. El rubio que estaba en el medio apenas se encogió de hombros y empezó a caminar. Estaba animado, como un niño que iba al parque de diversiones por primera vez.
- Vamos, Joe. Dale una oportunidad. ¡Y además, hoy estamos conmemorando mi graduación! Nunca más tendré que pisar los pies en esa universidad de nuevo. - dijo Yamato.
- ¡Ese es el espíritu! - gritó Taichi y corrió hacia la entrada.
Joe suspiró y los siguió.
Al entrar, fueron llevados a una mesa en el centro del bar. Pidieron algunas bebidas y luego vinieron cinco chicas a la mesa. Comenzaron a conversar animadamente, mientras ellas servían sus vasos y buscaban la manera correcta de agradarlos. Yamato miraba alrededor buscando algo que no sabía lo que era. Pero sabía que tenía que encontrar. Fue cuando la vio. Una chica que parecía ser muy joven. Usaba un vestido rojo llamativo.
El rubio acompañó a la chica con la mirada y la observó sin prácticamente parpadear para no perder ningún detalle. Observaba cuidadosamente cada gesto, cada expresión y cada acción de ella. Estaba intrigado con ella. Necesitaba hacer algo.
De repente, se levantó y pidió una mesa sólo para él. Cuando se sentó pidió que enviaran a la chica del vestido rojo. Continuó mirando hacia ella y así que ella empezó a caminar en su dirección estaba seguro de que había valido la pena dejarse arrastrar por su amigo Yagami hasta allí. Se divertiría a su modo.
XxXxX
Cuando vio al muchacho que la había llamado, percibió que probablemente debería tratarse de un cliente nuevo, pues nunca lo había visto por allí. Al menos tenía una buena apariencia. Pero tenía una expresión burlona y su mirada era fría, calculadora y misteriosa. Sí, esa era la palabra correcta para aquel hombre: misterioso. Una sonrisa cínica estaba en su cara cuando llegó a la mesa.
Antes de que pudiera abrir la boca para hablar algo, él indicó que se sentaba al lado de él golpeando la mano en el sofá. Eso la dejó media sorpresa y un tanto indignada. Pero como diría su jefe "no estás aquí para pensar nada, estás aquí sólo para agradarlos". Se sentó obedientemente en el lugar que el rubio le indicó.
Ahora que lo observaba de cerca percibía que el azul de sus ojos eran profundos y parecían tragarla hacia las profundidades de las que jamás escaparía. La camisa de tejido fino con los primeros botones abiertos dejaba transparentar el cuerpo musculoso y fuerte. Su perfume era másculo y envolvente. Parecía que todo en aquel hombre era perfecto. Tal vez, por lo que era tan arrogante. Pero ella no se dejaba llevar por un rostro hermoso.
Sin hablar nada, cogió la botella a su frente y empezó a preparar una bebida para su acompañante.
- ¿No me preguntarás cómo quiero mi bebida? - preguntó Yamato curioso. Estaba poco importando con el modo en que lo haría.
-No. - respondió directamente la pelirroja.
Yamato se quedó mirando y para su asombro ella había preparado la bebida de la forma exacta en que él hacía. Eso le sorprendió un poco. Tomó el vaso que ella le extendía con una sonrisa y bebió. Y, por encima, parecía mejor que la que él preparaba.
- ¿Cómo sabías? - preguntó nuevamente con suma admiración.
- ¿Sabías qué? - preguntó inocente.
Ishida apuntó al vaso. - Que me gusta la bebida de esa manera.
Sora le encaró por un segundo más de lo necesario.
- Sólo sabiendo. Intuición. - dijo.
Con el tiempo ella había aprendido a descifrar a la gente. Casi siempre acertaba lleno. Los hombres decían que ese era uno de los encantos de la pequeña Takenouchi.
- No fue por casualidad que me llamó tanto la atención. - dijo más para sí mismo que para la chica. - ¿Cuál es tu nombre?
- Sora.
- Sora... Sora... Sora-chan?! - miró a la niña y sonrió. - Creo que mi vaso está medio vacío, Sora... - dijo medio irónicamente.
No estaba creyendo en lo que estaba oyendo. "Ese tipo... Definitivamente... Argggg 'pensó enojada. Él estaba consiguiendo quitar su paciencia. En menos de cinco minutos ella parecía ya odiarlo. Resolvió no dar importancia. Fingió que él no había hablado nada y continuó mirando hacia adelante, buscando algo interesante que mereciera su atención.
En aquel momento, cualquier cosa era más interesante que aquel hombre desagradable. Eso porque todavía no había comenzado con las cantadas e indirectas.
El rubio al ver la expresión de la chica comenzó a reír. Descontroladamente. Estaba carcajando. Lo que hizo que Sora se quedara aún más enojada. Se levantó de allí, cuando la mano fuerte la tiró de vuelta al asiento.
- No tan rápido. Todavía nos estamos conociendo. El placer de conocerla, Sora-chan. - aún sosteniendo su mano, la llevó hasta sus labios y la besó suavemente.
Sora hizo mención de sacarla, pero él la impidió, sosteniéndola con más fuerza, pero sin lastimarla.
- Tú fue la chica más interesante que he visto aquí hoy. - habló suavemente. "¡Sabía! Ahora comienza la conversación". - Toda esa belleza y juventud... Una sonrisa falsa que esconde la rabia de estar aquí... Una risa sutil que impide que alguien perciba lo desagradable que está siendo todo eso... Una mirada meticulosa para disfrazar la tortura de quedarse al lado de un viejo que probablemente te está comiendo con los ojos...
A cada palabra del rubio, la pelirroja abría los ojos exageradamente. ¿Cómo podría haber visto todo esto? Como podía describirla con perfección en tan poco tiempo. Ya no estaba con rabia. No. Estaba incómoda. Quería salir de cerca a aquel hombre asustadizo.
- ¿Qué es lo qué quieres? - preguntó la chica con voz temblorosa.
Ishida sacudió el vaso y sonrió. Soltó la mano de la chica y se apoyó cómodamente en el sofá.
- Una bebida. - respondió simplemente.
La pelirroja le miró por unos instantes. Luego tomó el vaso de su mano y preparó otra copa. Estaba molesta con todo aquello. Preparó la copa un poco más fuerte, quería que se quedara borracho pronto y, así, pudiera salir de allí rápidamente.
En su íntimo rezaba para que alguien le llamara. Quisiera salir de aquella mesa. Quería que esos ojos dejar de analizarla en todo momento. Estaba empezando a sentirse como un animal de zoológico siendo observado.
Entregó el vaso para el muchacho, que lo bebió rápidamente. El resto del tiempo permaneció en silencio. Por un milagro de los cielos, sus oraciones habían sido atendidas y dos muchachos se acercaron a la mesa.
- Vamos, Ishida... ¡La noche es jóven! Todavía tenemos que ir a otros lugares. - dijo un chico de pelo castaño mientras se echaba al lado del rubio en el sofá. Este sólo negó con la cabeza y depositó el vaso sobre la mesa.
Los dos se levantaron y el trío empezó a partir, no sin antes el rubio despedirse.
- ¡Nos vemos en la próxima! - y parpadeó el ojo.
Sora suspiró resignada. "Menos mal que acabó..." pensó aliviada. Estaba casi a la hora de irse. Necesitaba descansar. En la salida, el gerente del lugar, Sasuke-kun, le esperaba con dos sobres y con una sonrisa brillante en los labios.
- Sora-chan, aquí está su pago... - le entregó un sobre - Y aquí está la 'propina' que su último cliente dejó especialmente sólo para usted... - y le entregó el otro sobre. - Muy buen trabajo, niña. Así es como se hace. - dijo alegremente mientras se alejaba de la niña.
La confusión y la duda era lo que impregnaba alrededor de la chica. Lentamente, abrió el último sobre que le fue entregado. Casi cayó hacia atrás. No pudo creer lo que estaba viendo. Tomó nota por nota y las contó.
Cien mil yenes.
- ¿Quién es ese tipo después de todo? - susurró espantada.
XxXxX
Era lunes. Y estaba volviendo de viaje con Katou-kun. Había corrido todo bien. La abuela hasta le había dado varios dulces para comer en el trayecto de vuelta. Y el encuentro con Kouta-kun el día anterior también había sido tranquilo.
Al igual que lo imaginaba, realmente estaban a comprar ropa. La inocencia y la inexperiencia del chico eran de cierta manera lindas para Sora. Comenzó a reír al recordar la cara del muchacho cada vez que ella se sonrió para él.
Había decidido que no trabajaría en el club esa noche. Había conseguido el dinero suficiente para poner las cuentas al día. Descansaría y aprovecharía el tiempo con su madre. Era todo lo que necesitaba: por lo menos una noche creer que todo estaba bien y normal.
XxXxX
El viernes por la noche decidió ir al hostess club Paradise. Al llegar allí, inmediatamente le mandaron a una mesa. Un cliente esperaba ansiosamente por ella.
Fue cuando lo divisó de lejos. Y se negó. No quería acompañarlo de nuevo. No podía ni creer que él había vuelto y que estaba esperando por ella.
- ¡No iré! Me mande a cualquier otra mesa, menos para allá. - dijo a Sasuke.
Sasuke suspiró. Si Sora tenía un defecto, éste era la ignorancia. Cuando ella implicaba con algún cliente no había manera de hacerla cambiar de opinión. Algunos pocos hombres que habían pasado del límite con la pelirroja, dejándola con rabia e irritada, jamás tuvieron el placer de su compañía nuevamente. Pero no podía dejar que eso sucediera con aquel cliente. En ningún caso.
- ¡Escucha, chica! Te diré una sola vez. - apuntó con el dedo hacia el individuo en cuestión. - Aquel hombre compró la botella más cara de la casa y pidió exclusivamente por usted. Por lo tanto, no me venga con sus rebeldías. Vás a esa mesa sin quejarse, sonríe, sé agradable y déjelo feliz. ¿Entendió? - preguntó con dureza.
Takenouchi apenas asintió con la cabeza. Sasuke había hecho mucho por ella. Él estaba arriesgando su propio cuello para que ella estuviera allí. Por ser menor de edad, él no quería contratarla, pero por mucha insistencia y por creer que ella podría ser útil, acabó dejándola entrar. Y si había algo que jamás podría hacer en el mundo era dar la espalda a él.
- ¡Pero me quedas debiendo una! - dijo resignada y desanimada.
Sasuke sonrió para ella. - Por lo que este tipo está gastando aquí te debo todas que quieras.
Sora se rió. Y se fue a la mesa. Parecía que iba al matadero. Se paró al lado del sofá y se quedó mirando al rubio que esperaba pacientemente.
Yamato la miró de los pies a la cabeza y sonrió con señal de aprobación. Ella usaba un vestido verde oscuro corto, con el cuerpo justo y la falda rodada. Por debajo de la falda había una capa de tul. Un tejido fino y transparente cubría el corpié y se extendía hasta los puños, formando una manga larga y un cuello alto. El pelo estaba atrapado en un coque perfectamente arreglado con pequeñas presillas brillantes. El zapato negro con un salto no muy alto completó el conjunto. El rostro de la chica era tan natural y hermoso, que parecía que era ella quien embellecía el maquillaje y no al contrario. En resumen, ella parecía un hada saliendo de dentro de un libro de cuentos de hada.
- Siéntese. - dijo él amigablemente. La chica obedeció. A continuación, tomó la botella de champagne y sirvió una copa para el chico. - ¿Por qué no me cuenta por qué trabaja aquí, siendo que no quieres estar aquí? - sugirió con suma curiosidad.
La chica, sin mirarlo, tomó un hashi. Y luego cogió una uva y la colocó en la boca del muchacho. Era una señal de que no quería hablar.
- Entendí. - dijo el rubio. - Nada de confidencias por el momento. - y se rió.
Sora no aguantó más y disparó.
- ¿Por que estas aquí?
- Para beber y aprovechar una buena compañía. - dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo.
- Hay muchas otras chicas aquí. ¿Por qué me eligió? - preguntó cansada.
- Eres diferente de todas ellas. Sólo quiero descubrir quién tú es realmente.
No podía creer en una sola palabra. Eso parecía tonto.
- ¿Y para que querrías averiguar quién soy? Parece una pérdida total de tiempo. - dijo con voz baja. Expresaba una mezcla de indignación, rabia y frustración.
- Porque yo soy un jugador. Y me pareces un enigma difícil de ser descifrado. Y me encanta los retos. - dijo sonriendo con sarcasmo y cinismo.
Sora cogió sus ojos en él. Tenía una postura altiva y parecía estar realmente hablando la verdad. No sabía qué pensar o qué debería sentir en relación a ese juego que él estaba sugiriendo.
Tomó una fresa esta vez. Y estaba a punto de colocar dentro del vaso cuando una muchacha apareció en la mesa. Su expresión era medio nerviosa y aterrorizada.
- Lo siento interrumpir, pero... Sora-chan, teléfono para ti. Es urgente. - dijo rápidamente.
El corazón de la niña súbitamente disparó. Para recibir llamadas urgentes en el club sólo podría tratarse de una persona. Se levantó apresurada y se fue al teléfono. Las palabras que oyó la dejaron pálida. Parecía que sus piernas cederían en un instante. Se salió corriendo dejando a todos preocupados por su reacción.
Yamato que observaba desde la mesa, fue detrás de la chica. Cuando llegó al exterior, se veía como ella subía desesperadamente en un taxi. "Y eso es cada vez más interesante" fue su pensamiento.
XxXxX
Corrió al mostrador de información. Su mente estaba nublada. Su corazón quería salir por la boca. Sus pies parecían caminar solos, sin necesidad de mandos.
- Por favor, Takenouchi Toshiko. - dijo desesperada.
La recepcionista le dio la referencia y ella salió rápidamente. Los corredores blancos parecían moverse, apretándola cada vez más. Llegó hasta la emergencia y pidió información. Fue orientada por una enfermera a esperar en la sala de espera.
Pasados veinte minutos, otra enfermera llamó por ella. Ella la encaminó hasta un lecho, donde su madre estaba durmiendo pacíficamente.
- ¿Qué sucedió? - preguntó asustada al ver la cabeza de la mujer vendada.
- Ella tuvo un brote y durante la crisis comenzó a golpear la cabeza contra la pared hasta casi perder los sentidos. Por suerte la ambulancia llegó a tiempo. Su vecina fue quien llamó pidiendo el rescate. Su estado actual es estable. Luego Kido-sensei vendrá aquí a hablar con la señorita.
Eso le sorprendió.
- Kido-sensei? Pero el médico responsable de mi madre es Nakano-sensei. - dijo confusa.
Nakano-sensei era el psiquiatra de su madre. Todas las veces en que ella tenía una crisis él era accionado. Era extraño que Kido-sensei quisiera hablar con ella. Él era un respetable neurólogo. Inicialmente, cuando su madre empezó a enfermarse se había consultado con él. A él le envió a Nakano-sensei.
- Kido-sensei le explicará todo en detalle. - y con eso la mujer dejó Sora a solas con su madre.
La chica se sentó en la silla al lado de la cama y se quedó mirando a su madre. Acariciaba su pelo y tomó con fuerza su mano. Las crisis de Toshiko eran cada vez más constantes y más violentas. Era preocupante.
La puerta se abrió y Sora vio a Kido-sensei adentrarse. Sora se levantó y lo saludó adecuadamente.
- ¿Podemos conversar? - preguntó amigablemente el señor.
- Sí. - respondió tímidamente.
El médico le indicó que fueran a su consultorio. Eso no le agradó. Los consultorios resultaron en noticias desagradables.
Sora se sentó y esperó. No preguntó ni habló nada. Sólo esperó.
- Creo que una de las enfermeras ya le ha dicho lo que ha sucedido. - vio a la chica asentir. - Pues bien... Sora, necesitamos hacer una resonancia para comprobar si está bien con su madre. Necesitamos asegurarnos de que no tuvo ninguna lesión, por menor que sea.
El mundo de repente pareció caer sobre sus hombros. Cerró los ojos y tuvo la sensación de que iba a caer.
- Sensei... ¿Podrías esperar hasta mañana por la noche? - preguntó temerosa.
El médico suspiró. - Sora, necesitamos ser rápidos. No podemos esperar tanto tiempo. - dijo pacientemente.
Sora mordió el canto de la boca. - ¿Entonces, al menos hasta mañana por la mañana? ¿Por favor? - suplicó.
Kido respiró profundamente. No había otra opción. - Hasta mañana por la mañana, ¿entiendes? - dijo.
- Si, gracias. Muchas gracias, Kido-sensei. - dijo Sora agradecida. Se salió del consultorio y fue a echar un vistazo a su madre nuevamente. - Lo siento, mamá. Volveré pronto. - le besó la frente y salió.
Tomó un taxi y se dirigió de nuevo al Paradise. Necesitaba dinero. Urgentemente.
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Ella era una chica orgullosa. No le gustaba pedir favores a las personas y mucho menos pedir dinero. Podría no enorgullecerse de la forma en que conseguía la mayor parte de su dinero, pero sabía que había ganado por sí misma.
Había quedado toda la noche en aquel lugar que tanto le traía sensaciones negativas. Nunca se había vuelto tan desesperada. Había hecho varios clientes comprar botellas caras. Al sumar el bono que había ganado con eso junto con la nueva 'propina' generosa del rubio irritante (50 mil yenes) había conseguido la cantidad que necesitaba para pagar los exámenes.
Su suerte mayor fue que había conseguido pagar el convenio médico, de lo contrario, estaría en grandes apuros. Estaba allí al lado de la cama, esperando su madre se despertar y esperando los resultados de los exámenes. El sueño le estaba consumiendo, así que decidió ir a tomar un vaso de café.
Caminaba tranquilamente por el pasillo largo cuando Kido-sensei apareció, con una expresión no muy buena, y le pidió que la acompañara. El resultado de los exámenes ya había salido.
La misma tensión de siempre. Pero esta vez parecía aún peor. La expresión en la cara del médico ya le advertía que lo que ella oía no sería bueno.
- Kido-sensei? - empezó a temblar con todo aquel silencio desagradable.
- Sora-san, realmente quería que alguien de la familia, un adulto, estuviera aquí para recoger los resultados.
Sora encaró al médico con determinación.
- Lo siento, sensei. Pero eso no será posible. Cualquiera que sea el resultado, soy la única responsable de mi madre. - dijo en un tono desafiante cargado de resentimiento.
Él suspiró resignado. - Siendo así... Sora, ¿acaso has notado algo extraño en tu madre recientemente? ¿Digo, además de algún posible delirio o alucinación?
Sora pareció pensar unos instantes. En general no se quedaba en casa suficiente tiempo para percibir algo de "anormal".
- Hum, creo que no... - y entonces algo vino a su mente. - Tomando el hecho de que últimamente ella está muy distraída y vaga, no he visto nada diferente en ella.
El médico giró la pantalla del monitor para que Sora mirara.
- Quiero que vea una cosa. Esta es la imagen del examen de su madre. Está viendo esa parte aquí. - indicó un área llena de manchas que la niña no entendía. Sólo asintió. Entonces mostró otra imagen. - Esta es una imagen normal. ¿Puedes notar la diferencia?
A pesar de sutil, Sora lograba notar cierta diferencia. Eso empezó a alarmarla. ¿Lo que estaba ocurriendo? Tenía miedo de preguntar. Esperó impacientemente por la respuesta del médico a su pregunta silenciosa.
- Sora, no sé cómo decir esto a ti... - comenzó el médico tristemente. Pero su madre... Su madre tiene Alzheimer.
En ese momento su corazón parecía haber dejado de golpear y su cerebro funcionaba en una sola frecuencia, repitiendo la última frase del médico innumerables veces.
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Estaba escondida en la sala de espera, sentada en la última fila, cerca de la pared. Todavía costaba creer. Kido-sensei le había explicado todo. Habló sobre los síntomas, sobre la enfermedad, sobre el tratamiento, sobre el pronóstico, sobre el seguimiento clínico. Y aun así todo parecía surrealista. Se negaba a creer en esa situación.
Sintió una mano en su hombro y se volvió. Se reunió con una chica sonriente.
- Miyako-chan.
- Hey. He venido a ver cómo tu madre estaba y te trajo algo para comer. - dijo levantando un pequeño bento envuelto con esmero.
Sora sonrió agradecida.
- Gracias. Mamá ya está mejor. Ella ya se despertó y el médico le dará alta pronto. Sólo estoy esperando.
Miyako sonrió sin gracia. Sora fue a la casa de los Inoue antes para advertir que no podía ir a trabajar y explicó la situación. Se acabó contando para la matriarca de la familia todo lo que el médico le había dicho. Esperaba que al contar para alguien aquello pudiera hacer más real, más plausible, más palpable. Pero no fue así.
Miyako suspiró y miró a su amiga. Ahora sí la batalla comenzaría. Y de repente, la chica sintió dentro de sí una furia gigantesca. ¿Cómo podría una niña de 17 años soportar todo eso sola? No había nadie al lado de Sora. Nadie para consolarla, para protegerla, para ayudarla. Miyako y su familia hacían todo lo que podían para dar soporte, pero en el fondo ella sabía que no era suficiente. Y se sintió frustrada. Quería tener una varita mágica que pudiera cambiar todo aquello. No quería ver a su amiga tratando de ser fuerte frente a las personas. No quería verla trabajando en ese club (no que hubiera visto realmente). Quería que ella pudiera ser una adolescente normal, que pudiera tener una vida normal y con experiencias normales para las niñas de su edad.
Sora era una gran compañera. Una amiga perfecta. A pesar de todos sus problemas de gente grande, todavía tenía tiempo para escuchar los dramas adolescentes de Miyako. Y en esos momentos, en su interior, la chica de pelo violeta se sentía patética. Al ver la pelirroja recostada en aquella pared intentando no llorar le mostraba cómo aquello que consideraba 'grandes problemas existenciales' de su vidita ordinaria de adolescente en crisis no eran absolutamente nada. Suspiró.
- Sora... - llamó a la chica que la miró. - No crees que tal vez pudiera pedir ayuda para su... - pero fue bruscamente cortada por Sora.
-No -dijo rápidamente sin dejarla terminar esa frase.
De repente su sangre hirió. Su cara se puso roja de rabia. Sus ojos soltaron chispas. Definitivamente no pedía ayuda a nadie, mucho menos para él.
- Y si... Sé allá... Tú... - empezó a temblor. Sabía cuál sería la reacción de la chica. - Tú llamó...
- De ninguna manera. - habló decididamente. - Eso es algo que yo trataré sola.
- Pero, Sora... Tú no va a conseguirlo. Es mucho para ti sola.
- No importa. - dijo fríamente. - Tengo que conseguirlo. Y yo lo lograré. - añadió con furia y determinación.
Miyako suspiró de nuevo. El orgullo de Sora era una de sus características más notables y, tal vez, al menos en esa situación, era su peor defecto.
- Todo bien. Lo siento... Sé que no debería haber tocado en ese asunto. - murmuró la chica arrepentida.
- No, tudo bien. Lo siento por haber sido gruesa. - se disculpó la pelirroja con una sonrisa triste.
Miyako se negó con la cabeza. Ambas se quedaron en silencio. Había tantas cosas que pensabam. Sora pensaba en cómo aceptar la nueva condición de su madre. Miyako pensaba en cómo Sora haría para dar cuenta de administrar todo aquello.
XxXxX
La noche había caído y Toshiko había sido liberada del hospital. Sora la llevó a casa. La colocó en la cama y esperó que durmiera. Se dirigió a la sala y se encogió en el sofá.
Sólo aquella noche. Por sólo una noche se permitiría ser débil. Y lloró. Lloró todo lo que estaba atrapado dentro de su pecho. Todos los sentimientos guardados. No se acordaba de la última vez que había derramado lágrimas. Pero se vació.
XxXxX
Decidió que iría al club todas las noches a partir del día en que viera el costo que tendría con los medicamentos nuevos y con las consultas que necesitarían ser más constantes. Sabía que estaba a punto de colapsar. Tenía que ir a la escuela, tenía que ir al mercado de los Inoue después de las clases y la noche para el Paradise. Las cuentas nunca acababan. Y ella tampoco podría acabar. Tenía que ser fuerte, tenía que dar cuenta de todo. Era su deber y su obligación.
Esa noche del sábado se había arreglado con esmero, no demasiado, pero un poco más caprichoso que de costumbre. Era el último sábado del mes. Y sabía lo que significaba. Tenía que estar radiante y perfecta.
Al llegar a aquel ambiente agitado y entusiasta supo que ya había llegado. Sato Takano. Él era el cliente VIP del lugar. Aparecía sólo el último sábado del mes y solía dejar una fortuna allí. Era un hombre de mediana edad. Tenía los cabellos grises y un porte masculino atractivo para su edad. Además de su encanto, su modo de tratar a la gente llamaba aún más atención. Era carismático. Es imposible no gustarle.
Y él estaba fascinado con Sora... Takano suele llegar muy temprano y se divertía con prácticamente todas las niñas del club. Las risas eran altas y el clima festivo era el estopim. Pero cuando Sora llegaba, su atención era sólo de ella. Y de nadie más. Así como la atención de Sora era solamente de él y de ningún cliente más.
- Buenas noches, Takano-san. - dijo cortésmente la pelirroja.
Sato Takano dejó de conversar con las chicas a su alrededor para prestar atención a la joven parada delante de él. La miró con una sonrisa gigantesca la imagen inmaculada de la chica perfecta que también sonría. Se levantó y galantemente se paró frente a la niña, besándole la mano de forma cortesa. Sujetándola por la mano la condujo hasta que se sentó.
Las otras personas alrededor ya sabían el procedimiento y todos, sin excepción, salieron de la mesa, dejando al encantador señor acompañado sólo por la adolescente.
- Usted está cada día más deslumbrante, dulce niña. - elogió.
- Gracias, Takano-san.
A Sora le gustaba la forma en que la cortejaba. Era educado por encima de todo. La forma en que hablaba le daba la sensación de que no era sólo una anfitriona que estaba allí para acompañarle. En esas horas, ella creía que era sólo una chica 'normal' de familia.
Hablaban de todo. Él era un intelectual genuino e instigaba a Sora a conversaciones filosóficas sobre diversos asuntos. Inspiró a la niña a los clásicos de la literatura, la música y el arte. Gracias a él, ella había conocido y desbravado grandes de esos nombres. Y él siempre parecía desafiarla a adquirir conocimiento y cultura. Y ella, satisfecha y contenta, aceptaba cada uno de ellos.
Sólo había una falla en aquel hombre. Él estaba interesado en otra cosa: en su virginidad. Y la dejaba saber de ello cada vez, no de una forma grosera o grotesca. Era sutil, pero directo. Y aun con eso, la chica todavía lo respetaba y lo admiraba. Podría decir que Sato Takano era uno de los poquísimos hombres que Sora 'confiaba' y le gustaba.
- Creo que si hago otra propuesta a ti, mi pequeña, la rechazar. - dijo.
Sora sonrió avergonzada y bajó la mirada. - Sí.
- Incluso si esta vez te ofreciera, digamos ¿500 mil yenes? - preguntó.
- Sí. Lo siento, Takano-san. Pero, mantengo mi palabra. No estoy interesada en esta oferta.
Takano apenas bebió un poco más del líquido ámbar que estaba en su vaso y miró desilusionado a la chica. Sus palabras se decían en un tono calmo y bajo, pero su mirada expresaba la determinación y certeza de ellas. No había más que discutir. Cambió de asunto rápidamente y continuó disfrutando de la compañía.
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Estaba cansada. Queria ir a casa. Takano acababa de ir y ella quería hacer lo mismo. Pero algo le impidió.
- ¿Qué? Pero, Sasuke-san... ¡Son tres de la mañana! -exclamó indispuesta.
- Si mi querida. ¡Sé que son tres de la mañana! Pero ese cliente esperó pacientemente por ti toda la noche. Por lo tanto, vamos, vamos, vamos. Arrastra el cuerpo de sirena directamente a la mesa. - exigió Sasuke.
Sora fue, literalmente, arrastrando su cuerpo hasta donde él había indicado. Estaba sin fuerzas y perdió totalmente el poco ánimo que le quedaba al ver quién le estaba esperando. El rubio arrogante, como le había apodado.
Sonrió con gracia al verla. Una vez más, la analizó de los pies la cabeza sonriendo en aprobación. Ella sin mucha paciencia para perder, se sentó inmediatamente y luego empezó a servir la bebida en el vaso.
- Y valió cada segundo de espera. ¡Estás deslumbrante! - murmuró el muchacho.
Ella continuó en silencio. Se acercó al sofá con los brazos cruzados. Miró a todos los lados del salón, menos para su acompañante. Yamato sonrió con malicia.
- Hoy, descubrí uno de sus encantos. - dijo de forma relajada. - No me sorprende que hagas tanto éxito. - rió sutilmente y prosiguió. - ¿Qué dirías si doblé la propuesta de aquel hombre? - preguntó casualmente.
La pelirroja abrió los ojos y descruzó los brazos, encarando al rubio como si fuera un ser de otro mundo. Su expresión decía claramente que no estaba entendiendo sobre lo que estaba hablando.
- El doble no?! Ok... ¿Qué tal el triple? - añadió maliciosamente.
Sora entonces comprendió lo que él estaba hablando y aquello aumentó aún más su rabia.
- No eres más que un enfermo pervertido. - susurró y se levantó.
Antes de que pudiera dar un paso adelante el hombre estaba parado de pie detrás de ella sosteniendo su brazo.
- Piense bien en mi propuesta. - susurró de forma provocativa en el oído de la chica.
Esta se volvió bruscamente, mirándola de forma reprensiva.
- No necesito pensar para decir no a su propuesta. - dijo furiosa y se soltó.
Se salió con pasos firmes y decididos, dejando a Yamato mirando su figura alejándose rápidamente.
XxXxX
Había salido de la escuela y pasado en la farmacia para comprar los medicamentos de su madre que habían terminado. Por primera vez en días conseguía caminar por las calles sin pensar en nada. Esto acababa trayendo cierta paz. Estaba en camino de casa.
Al llegar a la puerta de su apartamento divisó a alguien e inmediatamente su expresión se endureció.
- ¿Que estás haciendo aqui? - su voz era tan fría que parecía congelar todo el pasillo.
El hombre parado miró hacia ella y respondió.
- Yo... Te vi saliendo del hospital semanas atrás y... Y... Pensé en pasar por aquí y ver si estaba todo bien.
Sora respiró hondo y se acercó. Miró dentro de los ojos del hombre y el desprecio parecía adquirir vida entre ellos.
- Es mejor que te vayas de aquí de inmediato. Antes de que mi madre te vea. - dijo.
- Sora... - comenzó el hombre.
- ¡Dije que se vaya! - habló alterada. - ¡Ahora! - completó con un tono de voz más alto.
El hombre suspiró y estaba dispuesto a salir cuando la puerta se abrió. Sora se congeló. Eso era todo lo que no quería. Cerró los ojos y sacudió la cabeza.
- Querida, lo que fue que... - Toshiko se paró en medio de la oración cuando percibió la presencia de un hombre en el lugar. Sus ojos se llenaron de lágrimas y ella sonrió satisfecha. - Shinji... - murmuró emocionada. Se acercó al hombre y pasó la mano por su cara. - Es tú mismo Shinji...
El hombre parecía estar incómodo con la proximidad y el estado emocional de Toshiko. Y Sora estaba a punto de caer.
- Mamá... ¿Vamos a entrar? - dijo suavemente tratando de sacar a la mujer de arriba de Shinji Matsuda.
Toshiko se estaba agitando. - Shinji, por favor... No me dejes aquí sola... Me llevas junto contigo...
Shinji agarró las manos de Toshiko y la miró a los ojos.
- Querida, ¿qué tal entrar primero? - la mujer asintió y lo sacó dentro de la casa.
Sora se enfadó y entró enseguida.
- Shinji... ¡No puedo creer que regresaste! Estoy tan feliz... - decía la mujer feliz y con lágrimas escurriendo por su cara. Abrazó fuertemente el cuerpo masculino en busca de afecto.
Shinji permaneció inmóvil. Su expresión decía claramente que no quería a aquella mujer cerca. Para Sora era suficiente.
- ¡Váyase! Salga de esa casa inmediatamente. - habló alto.
Toshiko se puso aún más nerviosa y se colocó delante de él, como si lo estuviera defendiendo de un posible ataque.
- Él no saldrá de aquí... No voy a permitir que nadie hable así con mi Shinji.
Sora suspiró. Llegó más cerca y agarró las manos de Toshiko.
- Mamá... - pero ella la interrumpió.
- ¡Sueltame! Su niña insolente... - gritó Toshiko empujando a Sora.
La chica estaba en shock. Su madre empezó a actuar violentamente. Se notó cómo se quedaba más y más agitada.
- Por favor, mamá. Se calma. - decía con cautela.
Toshiko se alteró a tal punto que pronto empezó a gritar con Sora. Dice cosas incoherentes y Shinji miraba todo aquello con sorpresa y miedo. Sora intentaba sostenerla y cada vez que se acercaba, Toshiko era más y más agresiva.
La situación empeoró. Y mientras Toshiko empezó a tener otro de sus brotes.
- Sal de aquí, tu viborazinha... Sé lo que quieres. Quieres el Shinji para ti... Pero él es mío. ¡No te robará de mí! - gritaba desesperada mientras jugaba lo que estaba delante de ella en la niña.
Cuando Sora no aguantaba más, agarró a su madre con todas las fuerzas. Colocó los brazos de la mujer hacia atrás y la hizo arrodillarse poco a poco. Miró a Shinji con rabia y gritó.
- ¡Vete! Salga de aquí ahora... - al ver que el hombre no se movía gritó de nuevo. - ¿Qué está esperando? ¡Suma de aquí!
Shinji reaccionó y empezó a caminar hacia la puerta. Toshiko entró en pánico y se debatió, intentando soltarse a toda costa.
- Shinji, no me dejes aquí con ella... Shinji, por favor querido... SHINJI... SHINJI... SHINJI... - gritaba cada vez más alto y con más sufrimiento.
Sora empezó a llorar después de que el hombre salió e intentaba hacer que su madre intentase calmarse. No podía soltarla.
- Mamá... Mamá, por favor...
Pero no había manera, ella no estaba en su juicio más. Y sólo había una cosa por hacer. Con mucha dificultad, Sora logró llamar a una ambulancia. Se tardó unos veinte minutos para conseguir el celular en su bolsillo, pero finalmente había conseguido.
XxXxX
Estaba nuevamente escondida en la sala de espera. Sus brazos dolían tanto que parecía que había cargado toneladas de piedras. Tenía uno u otro rasguño por el cuerpo que había conseguido cuando intentaba contener a Toshiko. Pero eso no era nada comparado al dolor que sentía en su corazón.
Verla en aquella situación le abría cicatrices profundas que parecían no querer cerrarse jamás. ¿Por qué tuvo que haber aparecido? Ellos estaban bien. Todo estaba bien. Y ahora su madre estaba allí, en aquel estado, por culpa de él. De nuevo.
Tenía ganas de matarlo, muy lentamente, para que sufriese. Quería que él perecer de todo el dolor que ella sentía junto con todo el dolor que su madre también perecía. Él merecía un paso directo al infierno, sin derecho a vuelta.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una enfermera, pidiéndole que fuera para el consultorio de Nakano-sensei. Sora suspiró. Odiaba consultorios.
Lo que más le gustaba en el médico era su enfoque directo, sin rodeos. Pero en aquel momento, no quería que hubiera sido así.
- ¿Cómo? - susurró débil.
- Lo siento, Sora. No hay otra opción.
- Pero, Nakano-sensei... Ella estaba bien... Esta crisis debe ser sólo...
- Takenouchi-san. Las crisis de Toshiko-san están empezando a ser más frecuentes. Y cada vez peores. No puedo permitir que esto continúe así. Necesita atención. Y no hay otro medio. Tendremos que internar a su madre.
Sora se negaba a aceptar.
- Nakano-sensei... - pero la mirada del médico le decía que no habría otra manera. - ¿Cuánto tiempo tendría que quedar internada? - preguntó angustiada.
- No sé. Sora, el estado de su madre se ha vuelto aún más delicado. Además de los síntomas de la esquizofrenia estar agravándose poco a poco, los síntomas del Alzheimer también están avanzando. Lentamente, pero es preocupante dejarla sin el acompañamiento necesario.
Sora cerró los ojos y respiró profundamente. En aquel preciso momento maldice a todos los cielos y dioses que existían, al mismo tiempo que pedía su ayuda.
- Todo bien. - dijo resignada, sabiendo que no había otra elección.
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Sus días de asistir al hostess club diariamente volvieron más temprano de lo que esperaba. Y la presencia de cierto rubio arrogante, también. No quería atender a ningún cliente, mucho menos él. No quería sonreír cuando en realidad estaba al borde de las lágrimas.
Se sentía en otro mundo. Sólo podía pensar en cómo conseguiría dinero para pagar por la internación de Toshiko. Necesitaba mucho dinero. Y fue cuando se acordó. Se acordó de algo que podría hacer. Y su mente rechazó a la hora. No se sometería a eso. Pero cuanto más pensaba en una solución, más aterrorizada quedaba.
Y entonces, aquellos ojos azules profundos parecían haberla aspirado. Al ver que estaba siendo completamente ignorado por la pelirroja, resolvió usar otra técnica. No tendría como divertirse si ella simplemente lo ignoraba. La gracia estaba en cómo estaba nerviosa, en cómo reaccionaba.
- ¿Tú pensó en mi propuesta? - y como si estuviera leyendo sus pensamientos, el asunto había sido traído a la superficie. - ¿No es suficiente ese valor? - al no obtener respuesta provocó la chica nuevamente. - ¿Y qué tal cuatro veces el valor? ¿Sería tentador para ti? Dos millones... - cantó susurrando en el oído de la chica.
Sora se congeló. De repente su cuerpo tembló discretamente y un frío recurrió su columna. Todo indicaba que era su única salida. Todo parecía decir que tendría que seguir los juegos de aquel hombre. Estaba aturdida, no estaba pensando bien. Necesita hacer algo. Y se decidió ahogar de una vez en aquel azul intenso.
Se despreciaría por el resto de la vida por hacer eso, pero era la vida de su madre que estaba en juego. Necesitaba cuidar de ella. Necesitaba pagar la cuenta del hospital. Necesitaba ser fuerte. Si parara para pensar bien, eso no sería gran cosa. Había perdido la dignidad en el minuto en que había entrado por aquellas puertas por primera vez. Había perdido su reputación en el instante en que la vieron ordenada por primera vez. Había perdido la vergüenza en el momento en que sirvió la primera bebida para un hombre. ¿Qué valía más? Sus valores morales (que prácticamente no valían nada) o la cuenta hospitalar paga?
La respuesta era indiscutible. Necesitaba hacer lo que necesitaba. Y si sería por ese precio, entonces lo haría hasta con cierto alivio. Se vendía por un buen precio. Muy caro. Tenía que valorar lo único que nadie había tomado de ella todavía. Por lo demás, no le quedaba nada útil.
Y, por un instante, pensó que era afortunada por tener un hombre tan atractivo y hermoso. Era un pensamiento mezquino, que duró menos de un minuto. Sin embargo, no podía negar que prefería al rubio hermoso a un hombre asqueroso.
El rubio esperaba una reacción. Esperaba que ella dijera algo de forma grosera o que simplemente intentara marcharse. Pero lo que salió de la boca de la chica lo dejó asombrado. No podía creerlo. Y cuando finalmente entendió el significado de aquella frase, una sonrisa se formó en su cara. Había logrado. Ganó parte de aquel juego. Ella se había rendido finalmente. Dos palabras tan simples que tenían un peso tan grande.
- Acepto.
CONTINÚA...
En el japonés, 'sora', además de cielo también significa vacío.
