Disclaimer: El manga de Fairy Tail pertenece a Mashima Hiro, nosotras solo hacemos esto como entretenimiento.


PRÓLOGO: ¿Una nueva era?

Era un día soleado, y se respiraba la vida en el ambiente. Sin embargo, dentro de aquella habitación apenas iluminada por pequeñas velas diseminadas por todo el lugar, eso parecía no importar.

A pesar de la oscuridad, se podía apreciar que el lugar era grande: las paredes estaban llenas de estanterías repletas de libros y en el centro de la sala había un hombre de cabello blanco peinado pulcramente hacia atrás, sentado en un amplio escritorio cubierto de papeles. Su tez pálida parecía serlo mucho más gracias a la trémula luz de las velas y sus ojos escarlatas emitían un apagado brillo de tristeza. De vez en cuando miraba su mano izquierda, donde sostenía un diamante negro que parecía absorber cada pequeño reflejo de luz que recibía.

Todo estaba sumido en un absoluto silencio, roto ocasionalmente por los murmullos de un niño pequeño que, tumbado en un rincón de la sala, jugaba con unos soldaditos de plomo, ajeno a la expresión preocupada del adulto.

Sin previo aviso, la puerta se abrió cuidadosamente y una mujer de cabello violeta recogido en una coleta alta que caía sobre sus hombros hasta llegar a su cintura y de afilados ojos pardos se asomó con discreción. Al percatarse de la expresión taciturna de su maestro, decidió que lo mejor sería regresar cuando estuviera de mejor humor, pero la voz alta y clara del hombre la detuvo.

–No tienes por qué temerme, mi mano derecha, no ahora. –esperó a que la mujer entrara de nuevo en el cuarto antes de seguir hablando. –Aunque a juzgar por mi humor, entiendo tu miedo, no es tu culpa. –con el pulgar acarició distraídamente una de las caras del cristal. –Cuando me he dado cuenta casi no podía creer que fuera cierto: está muriendo. Y eso conlleva la destrucción de nuestros sueños.

La recién llegada se quedó unos instantes impactada por la revelación. Ese era un secreto que se iba extendiendo bajo las paredes del gremio, pero ella siempre había creído que era un rumor sin fundamento. Ahora su maestro le había declarado sin ninguna clase de tapujos que lo que se había estado susurrando entre trago y trago en el bar de la primera planta era cierto. Miró preocupada al hombre, sin saber qué decir para subirle el ánimo.

–¿Qué pasará si termina su vida? –preguntó consternada. Sabía que aquella pregunta podría enfadar a su maestro, pero tenía que saberlo. Escucharlo de sus labios. –¿En serio será tan malo para Black Diamond?

–Martha, a veces eres tan inocente que dudo que seas la misma que yo conozco. –suspiró mientras miraba de reojo al niño, que había detenido su juego con los soldaditos y los miraba con sumo interés. –Sin ella nuestro poder será insuficiente, el objetivo de Black Diamond se verá truncado, tal vez para siempre, ¿lo entiendes?

–Entonces ella se muere... –susurró Martha, frunciendo el ceño preocupada. Al escuchar aquello, el niño hizo una mueca, consternado. –¿no podemos evitarlo?

El maestro se frotó la cara con la mano, como tratando de pensar qué decir, cuando la puerta se abrió de golpe, sin tantas diligencias como había sido el caso de Martha.

–Yo tengo las respuestas a todas vuestras preocupaciones. –dijo con jovialidad el hombre que acababa de irrumpir en el cuarto. Tenía el pelo negro, algo desordenado y el flequillo le caía con gracia sobre unos peculiares ojos rosados.

–¡Estabas escuchando tras la puerta! –acusó Martha, molesta. Miró al maestro, esperando alguna clase de reacción, pero éste se mantuvo impertérrito, casi expectante. –¡Y tú lo sabías!

–Ese no es el punto, Martha-chan. –dijo él poniendo especial énfasis en el sufijo, con tono burlón. –El punto, es que he encontrado una cosa que nos puede ayudar, Khafra-sama, si me permite, encontraré una forma de impedir que muera. O al menos, de encontrarle una sustituta. En lugar de perder mi tiempo en cosas inútiles como otros, –le dirigió una mirada elocuente a Marta, que enrojeció de pura rabia. –he estado buscando por mi cuenta algo para el beneficio de Black Diamond.

–Ve al grano, Albert, no tengo todo el día. –interrumpió el maestro, cansado de la perorata.

–Bueno, bueno. –colocó un libro en la mesa haciendo que el maestro se inclinara hacia delante para verlo mejor. –Al parecer existe un recipiente. Si encontráramos dicho objeto, se acabarían nuestras preocupaciones. Y con un poco de suerte, si encontramos el objeto, no sólo encontraremos una fuente de poder ilimitado, si no que nos conduciría a una posible sustituta.

–Eso quiere decir que podremos evitar su muerte y con ello, la desaparición de nuestro máximo objetivo. –el maestro sonrió, mientras se acercaba el libro, leyéndolo con más detalle. Sin embargo, era una sonrisa cruel y un brillo demente había sustituido al de tristeza que antes lucía en sus ojos.

Sería el comienzo de una nueva era: la de Black Diamond.