Esto no puede ser. Simplemente es inaudito. No me van a obligar a ir a ese
lugar. ¡No pueden obligarme! Estúpido día en el que nací así, con este
maldito apellido que me mantiene atado a seguir tradiciones que no quiero
seguir.
Mi padre siempre me ha dicho que ser mortífago no es una obligación, es algo que simplemente continua con nuestras costumbres. Pero para mí, el ser mortífago no es más que una vulgar continuación de lo que ha empezado mi padre, de lo que empezó mi abuelo antes que él, y así siguiendo con la dinastía.
Mi madre nunca dice nada. Sólo hace lo que mi padre dice que es correcto. Me he preguntado muchas veces que si tener que mover la cabeza afirmativamente siempre que tu mi Padre dice algo es patético. Y siempre me contesto lo mismo, que sería mucho más patético si de verdad escuchara lo que dice cada vez que entra a mi cuarto. Sin tocar, sin preocuparse en como estoy, como me siento, en si necesito algo o no. Sin siquiera pensar en decirme hola antes de empezar a gastar saliva en cosas que a mi simplemente no me importan.
Pero la verdad, eso a mi no me importa. El frío de mi alma me impide sentir, pensar, actuar, incluso desenvolverme como yo quiero. Tengo que ser Draco Malfoy, siempre portándome a la altura de mi apellido, un apellido que inspira respeto para todos, menos para mí. Como quisiera poder deshacerme de este estúpido apellido que hace de mi vida miserable.
Hoy mi "querido" Padre me ha mandado una carta. Generalmente, odio las cartas largas, por que siempre he tenido malas experiencias con ellas. Pensé que por ser breve, esta carta no sería de mucha importancia, pero fue todo lo contrario. Tan pocas palabras. Tanta indignación. Tanta furia. Tantos pensamientos. Todo junto en mi cerebro, que esta apunto de explotar. La carta decía exactamente así:
Draco:
Hoy he recibido la aceptación. Mañana en la noche tendrás que tomar el translador que te llevara a la reunión. Más te vale que estés ahí puntual Draco, no quiero ninguna excusas. A las 8:50. Ropa negra. Túnica negra. Conoces las reglas.
Sentía tanta furia, hasta golpeé la pared con tanto resentimiento que mi mano comenzó a sangrar. No me importo. Sólo podía sentir el coraje correr por mis venas. Traté de asimilarlo, pero algo como eso no se puede asimilar así como así. Tenía ganas de escapar, irme lejos, no saber más de ese mundo de tinieblas al que estaba apunto de entrar. Si. Tinieblas, oscuridad, sombras, tristeza, locura, todo en un solo mundo.
No tengo escapatoria, esa es la verdad. Traté de huir, pero no pude salir ni de la sala común. Pansy estaba ahí con su estúpida sonrisa de niña mimada. Es una cualquiera. No me arriesgué a salir. Si lo hacía, Parkinson me seguiría, como siempre, y sabría que sólo quería escapar. No se lo diría a nadie, pero, es muy riesgoso escapar y que alguien sepa donde estás.
Así que no tengo más remedio que ir. Ir, se dice tan fácil, se dice sin dolor, tan sencillo, dos letras. Pero la cruda realidad es que, en unas pocas horas, seré marcado de por vida. Mi brazo no volverá a ser el mismo. Mi cuerpo no volverá a ser el mismo. Yo no voy a ser el mismo, nunca más. Y eso, aunque me cueste admitirlo, es a lo que más miedo le tengo. A cambiar, y olvidarme del único sentimiento puro que he recibido. A cambiar, y herir a alguien que realmente me importe. Se supone que un Malfoy no puede sentir. Sólo actuar y obedecer. Eso no va conmigo. Ella lo sabe.
Tomé el translador, todo giraba alrededor mío. Una parte de mí quería quedarse ahí dando vueltas en nada, pero la otra parte sólo quería dejar de girar. Al fin llegué. Mis piernas tocaron la frialdad del pasto, de la tierra. Abrí los ojos muy lentamente. Talvez no quería abrirlos y enfrentar la realidad, no lo sé. Todo era de color negro. Unas pocas piedras grises. El cielo, que generalmente daba un poco de brillo, estaba completamente cubierto por enormes nubes grises.
-Malfoy.
-Grent.
-¿Listo?
-¿Realmente tengo que responderte?
-Sígueme.
Grent me llevó por una especie de vereda, parecía que el suelo era de un color carmesí. Seguí caminando atrás de él, mirando hacia el suelo. Siempre mirando hacia el suelo. Me resultaba tan difícil pensar que en un minuto a lo máximo, estaría marcado de por vida. Y esa marca nunca se borraría, por más que lo deseará. Y lo peor de todo, es que yo lo sabía. Nada puede quitar la marca de un mortífago. Ni el mismo Voldemort es capaz de hacerlo. Toda tu vida. Una marca. Una maldición.
Traté de reprimir totalmente mis sentimientos, mis emociones, y mi sentir. Pero sabía que sería inútil. Estaba tan asustado. No lo quería demostrar. No quería que los demás mortífagos me vieran débil, y mucho menos que me vieran llorar. Me prometí a mi mismo no derramar ni una sola lagrima esa noche. Ni una sola.
Llegué al lugar de la reunión. Como unos veinte mortífagos estaban reunidos ahí, formando un círculo. Todos escondiendo la cara detrás de las capuchas de su túnica negra. LO único que podía pensar en ese momento era en que todos los presentes eran unos cobrades, todos los mortífagos eran unos cobardes. Escondiendo la cara, según esto por tradición, pero sólo la esconden como un acto de cobardía.
-Malfoy, sabes para que estás aquí - dijo una voz calculadora y fría.
-Si - dijo Draco, con su grado más alto de frialdad.
-Entonces creo que podemos comenzar - dijo la misma voz fría y odiosa.
Caminé con paso decidido hasta el centro del círculo. Los mortífagos más fieles y con más años bajo el servicio de Voldemort empezaron a oficiar la ceremonia de iniciación. Sólo hablaban en un idioma extraño y me rociaban con sangre de unicornio. Fue lo peor de mi vida. Tener que estar ahí en medio de un campo sin nada, en medio de un círculo de gente al que no le importa nada, ni sus propias vidas, tener que soportar tres horas y media de pie, con el endemoniado frío que hacia esa noche. Sentir como me llenaban de sangre la túnica, los zapatos, la capucha y sobre todo la cara, fue lo más horrible de esa noche que desgraciadamente nunca olvidaré. Incluso más horrible de lo que sucedió después.
Cuando terminaron el odioso rito, uno de los mortífagos se acerco a mi y me ordenó que me quitará la capucha. Estábamos casi a -0°. Pero cuando un mortífago te dice algo lo haces, o si no mueres. Así de sencillo. No se apiadan de ti ni nada por el estilo. No aceptan tus gritos, tus súplicas ni la violencia. Que vida tan fácil. Tan cómoda, tan cobarde.
Me quite la túnica como me lo ordenaron. Traía una camiseta negra de manga larga y un pantalón del mismo color. Después me ordenaron que me quitara la camiseta. Yo ya sabía para que. Pero no quería asimilarlo. Me la quite, sin reproches ni miradas. Podía sentir el inmenso frío alrededor de mi pecho. No aguantaba más, prácticamente me estaba congelando .Tenía la mirada fija en el suelo. Como si en el pasto hubiera algo de interesante. Pero no podía, más bien, no quería mirar a los demás por miedo. Miedo a que se dieran cuenta de que tenía frío, de que lo único que quería era irme de ese frío y húmedo lugar y acostarme en mi cama, taparme con el cobertor y dormir. Y en el fondo, quería despertar y hacerme creer a la fuerza que todo había sido un sueño, una pesadilla, sólo algo sin importancia.
Se acercaron a mi dos mortífagos. Los dos eran altos, y cada uno llevaba algo en a mano. El primero llevaba una especie de vara de metal, muy gruesa, como con un sello en uno de los extremos. El otro llevaba una especie de toalla pequeña, de color blanco. El que llevaba la toalla se acercó a mí, roció la toalla con un líquido color magenta y la coloco en mi antebrazo. Sentí como un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, desde mi brazo hasta mis pies. Sentía que me iba a desmayar. Pero no fue así, logré mantenerme de pie, no iba a dejar que ellos me vieran caer, no iba a dejar que nadie me viera caer. El que tenía la vara en la mano se acercó a mí. Tenía tanto miedo. ¿Cómo es posible que esa marca pueda manejar tu vida hasta darle un giro de 360°? Nunca lo sabré. Toda mi vida, resumida en eso. Desde que nací, mi destino despertó. Despertó sólo para desperdiciarme y hacerme sufrir. Yo no escogí esta vida. Yo ni siquiera pedí nacer. Estúpida vida de mierda a la que me trajeron.
Una lágrima corrió por mi mejilla. ¿Qué si se dieron cuenta los demás? Yo que se. Ya no me importaba nada, a nadie le importaba nada. Así es la vida, cruel y despiadada. Por fin, después de pronunciar unas palabras en otro idioma, el mortífago acercó la vara y la colocó muy lentamente sobre mi antebrazo. Lentamente, como si necesitara sufrir más de lo que ya había sufrido. Sentí como todo mi brazo se quemaba. Era un fuego tan intenso, que podía quemar hasta lo más duro en este planeta. El ardor se propagó por todo mi cuerpo. Sentía literalmente que estaba ardiendo en llamas. No supe cuanto duró, si fue mucho o poco, pero ahora si ya no podía más. Mi cerebro estaba como atrofiado. Mis manos estaban entumidas. Mi antebrazo estaba rojo, y me ardía horriblemente. Lo único que quería era irme de ahí. Quería meterme a la regadera y dejar correr el agua fría por mi antebrazo. Sentir frío es mejor que sentir calor.
Volvieron a colocarme la toalla encima de la marca. Se sintió mucho mejor, pero el dolor no desapareció. Nunca desaparecería. Mi cuerpo estaba entumido, mis labios casi morados.
-Señor Malfoy, haga el favor de colocarse la camisa e irse de este lugar. Se le mandará una carta aproximadamente en una semana con instrucciones explícitas de lo que deberá hacer ahora que es parte de nosotros- dijo una voz imponente.
Acaté su orden sin ningún reproche. Me puse la camiseta y recogí mi capa y la puse sobre mis hombros. Casi no podía caminar, pero mi orgullo no me dejaba caer. El dolor de la marca y mi dolor interno parecían tener una lucha. Y todo eso sólo explotó, haciendo que me doliera aún más que antes.
Tome el translador y sentí como todo daba vueltas otra vez. Llegue a los terrenos, por que dentro del castillo no puedes llegar con un translador. Miré el inmenso castillo que tenía enfrente de mí. Se veía tan tenebroso de noche. Caminé hasta la entrada de Hogwarts, abrí la puerta y entré. Traté de caminar en silencio, ya que si despertaba a alguien o Filch me encontraba ahí sería mi fin. Seguí caminando, baje las escaleras con un dolor terrible. Sentía que me iba a ir rodando por las escaleras o algo por el estilo. Por fin logré llegar al retrato de mi sala, murmuré la contraseña y entré al fin, después de una larga noche de dolor y humillación.
-Draco.
Yo sabía que era ella. Su voz es inconfundible. Me detuve atrás del sillón donde estaba ella sentada y le hable:
-No deberías de estar aquí tan tarde - fue lo único que pude decir después de tanto pensarlo.
-Son las 2 de la mañana Draco, por Dios, ¿en donde te metiste? No me digas que estuviste "entretenido" en algún cuarto ajeno.
-Sabes que yo nunca haría eso.no sin avisarte primero - sentía tanto cansancio, pero al verla ahí, sentada en frente del fuego, sonriendo de esa manera, me reconfortaba demasiado.
-Estaba muy preocupada.
-Lo sé, lo siento.
-Estuviste.
-Si - dije, sentándome al lado de ella, en el sillón.
Ella volteó a verme con una cara un tanto asustada. No sabía que decirle, ella no sabía que decir, así que sólo nos miramos, y los dos entendimos lo que quisimos decir.
-Vamos a tu cuarto.
-Hey, no tengo fuerzas para eso.
-¡No me refiero a eso Draco!
-Ya lo sé, no grites tanto.
-La herida necesita cerrar, si te pongo un poco de alcohol, o.
-Alcohol?, como vas a poner alcohol dentro de mi?-dije un poco melancólico, triste, talvez, no importaba nada, sabía que ella me entendía, y yo a ella.
-No puedo, sólo por fuera.
-Vamos, necesitas dormir, yo puedo ponerme alcohol sólo, buenas noches- dije dándole un ligero beso en la mejilla y levantándome para dirigirme a las escaleras que conducían a mi cuarto.
Ella no dijo nada, sólo se quedo ahí sentada. Supuse que pronto se iría a su cuarto a dormir. Cuando llegue a mi cuarto (n/a: los Sly's tienen grandes privilegios y duermen en habitaciones individuales, ok?) me tiré en la cama inmediatamente, como un auto reflejo, pero la verdad, ya no tenía sueño, sólo quería quedarme ahí, encime de la cama, con los ojos abiertos y pensando toda la noche en mi miserable vida. Y así lo iba a hacer, hasta que la puerta de mi habitación se abrió.
-No me voy a ir a dormir hasta ponerte algo en esa herida.
-Ya me puse alcohol, gracias-mentí.
-Bueno, déjame ver.
-Ver qué?
-La marca estúpido.
-No.
-¿Por qué?
-Por que se que sólo quieres verme sin camisa - sonreí para mis adentros, pero ella también lo notó.
-Claro, ¿quién no? Pero por el momento sólo voy a ver tu brazo - dijo ella, y acto seguido mi camiseta perdió mis dos mangas y ella pudo ver la marca.
-¡Trampa! - grité yo, tapándome el brazo con mi otra mano.
-Ya la ví, para que te tapas - dijo, realizando el contra hechizo. Y mis mangas volvieron a su estado original.
-¿Quieres.hablar de eso? -me dijo ella, sonreía tan sinceramente, que no pude evitar sonreír yo también.
-Ahora no - dije, mirándola fijamente a los ojos.
-Entonces duerme, si no me dejas ponerte alcohol, te lo pondré mientras duermes.
-¿Entonces te quedaras aquí en la noche?
-Eso parece - dijo ella, con esa mirada que puede mover montañas.
-¿Pero como me vas a poner el alcohol?
-Pues agarro un pedazo de algodón y.
-Pero si vas a tener las dos manos ocupadas.-dije yo, mirándola maliciosamente, ella sabia que sólo jugaba.
-Te espero mañana en el Gran Comedor, tienes que desayunar.
-Está bien. Huye.
-No estoy huyendo, pero creo que estarás mejor sin mí, nos vemos.
Ella cerró la puerta, no sin antes dedicarme una sonrisa. Espere hasta que sus pasos se silenciaron y me puse a observar el techo con mucho interés. No podía creerlo. ¿Yo? ¿Mortífago? Nunca lo creí posible. Ni siquiera cuando era pequeño, y mi padre me contaba sobre su iniciación y me lo pintaba tan rosa. Me decía que llegabas a un lugar lleno de colores y cosas por el estilo y que te decían unas palabras, te dibujaban algo en el brazo y listo. ¡Y yo realmente creía esas tonterías! Talvez para mi padre la oscuridad son colores, o los dibujos infantiles son en realidad marcas de por vida. Ni idea. Cada quién con su percepción de la vida.
Bajé a desayunar la mañana siguiente. Era muy temprano, bueno, para mi, pero ella ya estaba allí. Me senté al lado de ella.
-¿Dormiste bien?
-Para serte sincero, ni quiera recuerdo si dormí o no.
-Todo lo que paso ayer.
-La verdad tengo mucha hambre -dije, evitando que ella siguiera hablando, ya que yo me había propuesto pensar que todo eso fue un sueño, nada más.
-Está bien, vamos a desayunar.
****************************************************************
Holas¡ Otra vez estoy aki escribiendo sobre mi draco hermoso¡ Espero que me dejen muxos reviews y continuare pronto¡ Si quieren pueden dejarme sugerencias¡ Que quieren que pase con Draco?¿ Puede que se muera o que se yo. denme ideas¡ Oks¡ *LOS KIERO MUCHO¡ * Gracias por leerme¡
Su amigui:
Lorena (Amy Lee)
Miembro de la orden Siriusana y Draconiana
See ya next time¡ :)
Mi padre siempre me ha dicho que ser mortífago no es una obligación, es algo que simplemente continua con nuestras costumbres. Pero para mí, el ser mortífago no es más que una vulgar continuación de lo que ha empezado mi padre, de lo que empezó mi abuelo antes que él, y así siguiendo con la dinastía.
Mi madre nunca dice nada. Sólo hace lo que mi padre dice que es correcto. Me he preguntado muchas veces que si tener que mover la cabeza afirmativamente siempre que tu mi Padre dice algo es patético. Y siempre me contesto lo mismo, que sería mucho más patético si de verdad escuchara lo que dice cada vez que entra a mi cuarto. Sin tocar, sin preocuparse en como estoy, como me siento, en si necesito algo o no. Sin siquiera pensar en decirme hola antes de empezar a gastar saliva en cosas que a mi simplemente no me importan.
Pero la verdad, eso a mi no me importa. El frío de mi alma me impide sentir, pensar, actuar, incluso desenvolverme como yo quiero. Tengo que ser Draco Malfoy, siempre portándome a la altura de mi apellido, un apellido que inspira respeto para todos, menos para mí. Como quisiera poder deshacerme de este estúpido apellido que hace de mi vida miserable.
Hoy mi "querido" Padre me ha mandado una carta. Generalmente, odio las cartas largas, por que siempre he tenido malas experiencias con ellas. Pensé que por ser breve, esta carta no sería de mucha importancia, pero fue todo lo contrario. Tan pocas palabras. Tanta indignación. Tanta furia. Tantos pensamientos. Todo junto en mi cerebro, que esta apunto de explotar. La carta decía exactamente así:
Draco:
Hoy he recibido la aceptación. Mañana en la noche tendrás que tomar el translador que te llevara a la reunión. Más te vale que estés ahí puntual Draco, no quiero ninguna excusas. A las 8:50. Ropa negra. Túnica negra. Conoces las reglas.
Sentía tanta furia, hasta golpeé la pared con tanto resentimiento que mi mano comenzó a sangrar. No me importo. Sólo podía sentir el coraje correr por mis venas. Traté de asimilarlo, pero algo como eso no se puede asimilar así como así. Tenía ganas de escapar, irme lejos, no saber más de ese mundo de tinieblas al que estaba apunto de entrar. Si. Tinieblas, oscuridad, sombras, tristeza, locura, todo en un solo mundo.
No tengo escapatoria, esa es la verdad. Traté de huir, pero no pude salir ni de la sala común. Pansy estaba ahí con su estúpida sonrisa de niña mimada. Es una cualquiera. No me arriesgué a salir. Si lo hacía, Parkinson me seguiría, como siempre, y sabría que sólo quería escapar. No se lo diría a nadie, pero, es muy riesgoso escapar y que alguien sepa donde estás.
Así que no tengo más remedio que ir. Ir, se dice tan fácil, se dice sin dolor, tan sencillo, dos letras. Pero la cruda realidad es que, en unas pocas horas, seré marcado de por vida. Mi brazo no volverá a ser el mismo. Mi cuerpo no volverá a ser el mismo. Yo no voy a ser el mismo, nunca más. Y eso, aunque me cueste admitirlo, es a lo que más miedo le tengo. A cambiar, y olvidarme del único sentimiento puro que he recibido. A cambiar, y herir a alguien que realmente me importe. Se supone que un Malfoy no puede sentir. Sólo actuar y obedecer. Eso no va conmigo. Ella lo sabe.
Tomé el translador, todo giraba alrededor mío. Una parte de mí quería quedarse ahí dando vueltas en nada, pero la otra parte sólo quería dejar de girar. Al fin llegué. Mis piernas tocaron la frialdad del pasto, de la tierra. Abrí los ojos muy lentamente. Talvez no quería abrirlos y enfrentar la realidad, no lo sé. Todo era de color negro. Unas pocas piedras grises. El cielo, que generalmente daba un poco de brillo, estaba completamente cubierto por enormes nubes grises.
-Malfoy.
-Grent.
-¿Listo?
-¿Realmente tengo que responderte?
-Sígueme.
Grent me llevó por una especie de vereda, parecía que el suelo era de un color carmesí. Seguí caminando atrás de él, mirando hacia el suelo. Siempre mirando hacia el suelo. Me resultaba tan difícil pensar que en un minuto a lo máximo, estaría marcado de por vida. Y esa marca nunca se borraría, por más que lo deseará. Y lo peor de todo, es que yo lo sabía. Nada puede quitar la marca de un mortífago. Ni el mismo Voldemort es capaz de hacerlo. Toda tu vida. Una marca. Una maldición.
Traté de reprimir totalmente mis sentimientos, mis emociones, y mi sentir. Pero sabía que sería inútil. Estaba tan asustado. No lo quería demostrar. No quería que los demás mortífagos me vieran débil, y mucho menos que me vieran llorar. Me prometí a mi mismo no derramar ni una sola lagrima esa noche. Ni una sola.
Llegué al lugar de la reunión. Como unos veinte mortífagos estaban reunidos ahí, formando un círculo. Todos escondiendo la cara detrás de las capuchas de su túnica negra. LO único que podía pensar en ese momento era en que todos los presentes eran unos cobrades, todos los mortífagos eran unos cobardes. Escondiendo la cara, según esto por tradición, pero sólo la esconden como un acto de cobardía.
-Malfoy, sabes para que estás aquí - dijo una voz calculadora y fría.
-Si - dijo Draco, con su grado más alto de frialdad.
-Entonces creo que podemos comenzar - dijo la misma voz fría y odiosa.
Caminé con paso decidido hasta el centro del círculo. Los mortífagos más fieles y con más años bajo el servicio de Voldemort empezaron a oficiar la ceremonia de iniciación. Sólo hablaban en un idioma extraño y me rociaban con sangre de unicornio. Fue lo peor de mi vida. Tener que estar ahí en medio de un campo sin nada, en medio de un círculo de gente al que no le importa nada, ni sus propias vidas, tener que soportar tres horas y media de pie, con el endemoniado frío que hacia esa noche. Sentir como me llenaban de sangre la túnica, los zapatos, la capucha y sobre todo la cara, fue lo más horrible de esa noche que desgraciadamente nunca olvidaré. Incluso más horrible de lo que sucedió después.
Cuando terminaron el odioso rito, uno de los mortífagos se acerco a mi y me ordenó que me quitará la capucha. Estábamos casi a -0°. Pero cuando un mortífago te dice algo lo haces, o si no mueres. Así de sencillo. No se apiadan de ti ni nada por el estilo. No aceptan tus gritos, tus súplicas ni la violencia. Que vida tan fácil. Tan cómoda, tan cobarde.
Me quite la túnica como me lo ordenaron. Traía una camiseta negra de manga larga y un pantalón del mismo color. Después me ordenaron que me quitara la camiseta. Yo ya sabía para que. Pero no quería asimilarlo. Me la quite, sin reproches ni miradas. Podía sentir el inmenso frío alrededor de mi pecho. No aguantaba más, prácticamente me estaba congelando .Tenía la mirada fija en el suelo. Como si en el pasto hubiera algo de interesante. Pero no podía, más bien, no quería mirar a los demás por miedo. Miedo a que se dieran cuenta de que tenía frío, de que lo único que quería era irme de ese frío y húmedo lugar y acostarme en mi cama, taparme con el cobertor y dormir. Y en el fondo, quería despertar y hacerme creer a la fuerza que todo había sido un sueño, una pesadilla, sólo algo sin importancia.
Se acercaron a mi dos mortífagos. Los dos eran altos, y cada uno llevaba algo en a mano. El primero llevaba una especie de vara de metal, muy gruesa, como con un sello en uno de los extremos. El otro llevaba una especie de toalla pequeña, de color blanco. El que llevaba la toalla se acercó a mí, roció la toalla con un líquido color magenta y la coloco en mi antebrazo. Sentí como un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, desde mi brazo hasta mis pies. Sentía que me iba a desmayar. Pero no fue así, logré mantenerme de pie, no iba a dejar que ellos me vieran caer, no iba a dejar que nadie me viera caer. El que tenía la vara en la mano se acercó a mí. Tenía tanto miedo. ¿Cómo es posible que esa marca pueda manejar tu vida hasta darle un giro de 360°? Nunca lo sabré. Toda mi vida, resumida en eso. Desde que nací, mi destino despertó. Despertó sólo para desperdiciarme y hacerme sufrir. Yo no escogí esta vida. Yo ni siquiera pedí nacer. Estúpida vida de mierda a la que me trajeron.
Una lágrima corrió por mi mejilla. ¿Qué si se dieron cuenta los demás? Yo que se. Ya no me importaba nada, a nadie le importaba nada. Así es la vida, cruel y despiadada. Por fin, después de pronunciar unas palabras en otro idioma, el mortífago acercó la vara y la colocó muy lentamente sobre mi antebrazo. Lentamente, como si necesitara sufrir más de lo que ya había sufrido. Sentí como todo mi brazo se quemaba. Era un fuego tan intenso, que podía quemar hasta lo más duro en este planeta. El ardor se propagó por todo mi cuerpo. Sentía literalmente que estaba ardiendo en llamas. No supe cuanto duró, si fue mucho o poco, pero ahora si ya no podía más. Mi cerebro estaba como atrofiado. Mis manos estaban entumidas. Mi antebrazo estaba rojo, y me ardía horriblemente. Lo único que quería era irme de ahí. Quería meterme a la regadera y dejar correr el agua fría por mi antebrazo. Sentir frío es mejor que sentir calor.
Volvieron a colocarme la toalla encima de la marca. Se sintió mucho mejor, pero el dolor no desapareció. Nunca desaparecería. Mi cuerpo estaba entumido, mis labios casi morados.
-Señor Malfoy, haga el favor de colocarse la camisa e irse de este lugar. Se le mandará una carta aproximadamente en una semana con instrucciones explícitas de lo que deberá hacer ahora que es parte de nosotros- dijo una voz imponente.
Acaté su orden sin ningún reproche. Me puse la camiseta y recogí mi capa y la puse sobre mis hombros. Casi no podía caminar, pero mi orgullo no me dejaba caer. El dolor de la marca y mi dolor interno parecían tener una lucha. Y todo eso sólo explotó, haciendo que me doliera aún más que antes.
Tome el translador y sentí como todo daba vueltas otra vez. Llegue a los terrenos, por que dentro del castillo no puedes llegar con un translador. Miré el inmenso castillo que tenía enfrente de mí. Se veía tan tenebroso de noche. Caminé hasta la entrada de Hogwarts, abrí la puerta y entré. Traté de caminar en silencio, ya que si despertaba a alguien o Filch me encontraba ahí sería mi fin. Seguí caminando, baje las escaleras con un dolor terrible. Sentía que me iba a ir rodando por las escaleras o algo por el estilo. Por fin logré llegar al retrato de mi sala, murmuré la contraseña y entré al fin, después de una larga noche de dolor y humillación.
-Draco.
Yo sabía que era ella. Su voz es inconfundible. Me detuve atrás del sillón donde estaba ella sentada y le hable:
-No deberías de estar aquí tan tarde - fue lo único que pude decir después de tanto pensarlo.
-Son las 2 de la mañana Draco, por Dios, ¿en donde te metiste? No me digas que estuviste "entretenido" en algún cuarto ajeno.
-Sabes que yo nunca haría eso.no sin avisarte primero - sentía tanto cansancio, pero al verla ahí, sentada en frente del fuego, sonriendo de esa manera, me reconfortaba demasiado.
-Estaba muy preocupada.
-Lo sé, lo siento.
-Estuviste.
-Si - dije, sentándome al lado de ella, en el sillón.
Ella volteó a verme con una cara un tanto asustada. No sabía que decirle, ella no sabía que decir, así que sólo nos miramos, y los dos entendimos lo que quisimos decir.
-Vamos a tu cuarto.
-Hey, no tengo fuerzas para eso.
-¡No me refiero a eso Draco!
-Ya lo sé, no grites tanto.
-La herida necesita cerrar, si te pongo un poco de alcohol, o.
-Alcohol?, como vas a poner alcohol dentro de mi?-dije un poco melancólico, triste, talvez, no importaba nada, sabía que ella me entendía, y yo a ella.
-No puedo, sólo por fuera.
-Vamos, necesitas dormir, yo puedo ponerme alcohol sólo, buenas noches- dije dándole un ligero beso en la mejilla y levantándome para dirigirme a las escaleras que conducían a mi cuarto.
Ella no dijo nada, sólo se quedo ahí sentada. Supuse que pronto se iría a su cuarto a dormir. Cuando llegue a mi cuarto (n/a: los Sly's tienen grandes privilegios y duermen en habitaciones individuales, ok?) me tiré en la cama inmediatamente, como un auto reflejo, pero la verdad, ya no tenía sueño, sólo quería quedarme ahí, encime de la cama, con los ojos abiertos y pensando toda la noche en mi miserable vida. Y así lo iba a hacer, hasta que la puerta de mi habitación se abrió.
-No me voy a ir a dormir hasta ponerte algo en esa herida.
-Ya me puse alcohol, gracias-mentí.
-Bueno, déjame ver.
-Ver qué?
-La marca estúpido.
-No.
-¿Por qué?
-Por que se que sólo quieres verme sin camisa - sonreí para mis adentros, pero ella también lo notó.
-Claro, ¿quién no? Pero por el momento sólo voy a ver tu brazo - dijo ella, y acto seguido mi camiseta perdió mis dos mangas y ella pudo ver la marca.
-¡Trampa! - grité yo, tapándome el brazo con mi otra mano.
-Ya la ví, para que te tapas - dijo, realizando el contra hechizo. Y mis mangas volvieron a su estado original.
-¿Quieres.hablar de eso? -me dijo ella, sonreía tan sinceramente, que no pude evitar sonreír yo también.
-Ahora no - dije, mirándola fijamente a los ojos.
-Entonces duerme, si no me dejas ponerte alcohol, te lo pondré mientras duermes.
-¿Entonces te quedaras aquí en la noche?
-Eso parece - dijo ella, con esa mirada que puede mover montañas.
-¿Pero como me vas a poner el alcohol?
-Pues agarro un pedazo de algodón y.
-Pero si vas a tener las dos manos ocupadas.-dije yo, mirándola maliciosamente, ella sabia que sólo jugaba.
-Te espero mañana en el Gran Comedor, tienes que desayunar.
-Está bien. Huye.
-No estoy huyendo, pero creo que estarás mejor sin mí, nos vemos.
Ella cerró la puerta, no sin antes dedicarme una sonrisa. Espere hasta que sus pasos se silenciaron y me puse a observar el techo con mucho interés. No podía creerlo. ¿Yo? ¿Mortífago? Nunca lo creí posible. Ni siquiera cuando era pequeño, y mi padre me contaba sobre su iniciación y me lo pintaba tan rosa. Me decía que llegabas a un lugar lleno de colores y cosas por el estilo y que te decían unas palabras, te dibujaban algo en el brazo y listo. ¡Y yo realmente creía esas tonterías! Talvez para mi padre la oscuridad son colores, o los dibujos infantiles son en realidad marcas de por vida. Ni idea. Cada quién con su percepción de la vida.
Bajé a desayunar la mañana siguiente. Era muy temprano, bueno, para mi, pero ella ya estaba allí. Me senté al lado de ella.
-¿Dormiste bien?
-Para serte sincero, ni quiera recuerdo si dormí o no.
-Todo lo que paso ayer.
-La verdad tengo mucha hambre -dije, evitando que ella siguiera hablando, ya que yo me había propuesto pensar que todo eso fue un sueño, nada más.
-Está bien, vamos a desayunar.
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Holas¡ Otra vez estoy aki escribiendo sobre mi draco hermoso¡ Espero que me dejen muxos reviews y continuare pronto¡ Si quieren pueden dejarme sugerencias¡ Que quieren que pase con Draco?¿ Puede que se muera o que se yo. denme ideas¡ Oks¡ *LOS KIERO MUCHO¡ * Gracias por leerme¡
Su amigui:
Lorena (Amy Lee)
Miembro de la orden Siriusana y Draconiana
See ya next time¡ :)
