Los personajes de Yu Yu Hakusho no me pertenecen y aquí se relatan datos que no son históricos ni mucho menos, solo un simple mundo imaginario.

Este adorado trabajo está editado, para ser sincera lo tenía hace muchos años abandonado, lo comencé en el 2005. Y pues creo que se merece ser rescrito con decencia y más pasión aun de la que le imprimí en el pasado, espero les agrade, también espero que comprendan el que no sea tan exacto a mi estilo actual, tan solo corregí la gramática, algunas cositas y tratare de dejarlo lo más intacto posible, me di cuenta que hay cierto grado de OC pero no es tan terrible, para mi es tolerable si se adentran en la trama que es bien peliaguda. Saludos a las nuevas lectoras y a las viejitas que me recordaran bajo el Nick de Ramsin.

Esto es un Hiei x Kurama y otro tanto de parejas que saldrán a medida que la trama avanza, es un AU, drama, amor, lemon, violación y muerte de personajes, que más pueden querer para un fic del fandom de yu yu hakusho que esta algo abandonado

Las Arenas del Tiempo

Capitulo 1

Huyendo del Pasado

Toda historia tiene un comienzo, y esta parece estar empezada a la mitad, quizás ahora parezca el principio, como la arena en el desierto, nunca sabes hacia donde viene ni hacia dónde va. Pero el destino ya está moviendo sus manecillas delicadas en beneficio de un joven esclavo, atrapado en una hermosa jaula de oro que representaba su tormento, y esa noche oscura con una luna a medio llenar decidió que no quería ser mas lo que era, su alma se adentraría en una aventura de magnitudes inimaginadas, todo ante un futuro por venir.

-¿Donde estas? no tengo ganas de jugar al escondite mi pequeño Al-Hamra.

Un ser de larga cabellera negra como la noche caminaba de modo juguetón por un gran salón, un sitio opulento, ataviado de oro, piedras preciosas y mucha seda. Su aire era lujurioso, deteniéndose en cada superficie que reflejara su figura, quería verse bien para su escurridizo esclavo, pero su búsqueda de casi media noche seria infructuosa.

Fuera del palacio, lejos de la vista de los guardias, una jovencita de cabellera azul verdosa y ojos rubíes ayudaba al escurridizo esclavo a escapar por una de las entradas de la servidumbre, fuertemente tomados de la mano, ambos notoriamente aterrados por lo que hacían. Caminaban bordeando la entrada, pegados a un alto muro de piedras macizas, tratando de no ser el blanco de los guardias que vigilaban en una de las torres cercanas.

- Es mejor que busque un caballo para que puedas huir mas rápido – la chica se quito el velo negro que cubría su cabeza y rostro ante el chico -

- No te arriesgues más de lo que ya has hecho Yukina – El chico le beso la mejilla en señal de agradecimiento – Muchas gracias por esto.

- Cuídate mucho Kurama, espero que puedas regresar pronto – algunas lagrimas bajaron por sus blancas mejillas –

- Regresare, te ayudare a escapar de ese ser desgraciado, te lo prometo – sonrió tristemente rodeando a la chica entre sus brazos –

- Toma esto – Yukina se desprendió del abrazo quitándose un pequeño collar del cuello con una hermosa perla azulada engarzada –

- No puedes dame esto… Es el único recuerdo que tienes de tu hermano y tu madre - Kurama trato de devolverle el collar pero ella insisto en colocárselo –

- Por ello te lo doy, se que volverás para regresarme este tesoro.

- Está bien – suspiro débilmente, acariciando la pequeña perla que ahora debía custodiar a modo de promesa - Ya debo irme antes de que ese perro se dé cuenta que escape.

Debía dejarlo ir, a pesar del dolor que consumía su alma, sabiendo que era para el bienestar de ambos. La jovencita se alejo prudentemente del muro, mirando escondida tras algunos árboles bajos del jardín interno, notando la destreza casi gatuna que tenía el pelirrojo para evadir la vigilancia y salir a hurtadillas por una de las puertas de la servidumbre que la misma Yukina previamente había dejado abierta en horas de la tarde, un riesgo inmenso pero necesario.

- Adiós Kurama, adiós. Sé que pronto vendrás por mí y me ayudaras a encontrar a mi hermano.

Dentro del Palacio Real

El Amo y señor del lugar ya se estaba cansando de no hallar a Kurama para divertirse esa noche, tenía mucha paciencia con el carácter de su esclavo, pero últimamente ese chico lo estaba sacando de sus casillas. Siempre intentaba evadir su obligación, aunque nunca era sencillo llenar sus deseos carnales con él, así tenga los modos de satisfacerse con un harem completo de mujeres, pero nada le era tan morbosamente divino como su Al-Hamra.

- ¡GUARDIAS!

- Si, mi señor Kuronue – dos soldados llegaron al salón, prestos ante el llamado con sus espadas en mano –

- ¡Busquen a Al-Hamra ya!

- ¡Si señor! – el dúo salió del salón en rápida carrera –

- Otra vez tratando de escapar mi pequeño esclavo, ya no sé si venderte y acabar este juego molesto – cerro sus ojos por un segundo, dando un pequeño y casi inaudible gemido de frustración – No, no podría dejar que algún maldito toque lo que me pertenece.

Reino de Saba

Palacio Mariaba

En este lugar la intriga era la orden del día, el Amo y señor del lugar es un rey frió, calculador y celoso de su privacidad. Manejando su reino con cautela gracias a su comandante en jefe, pero cuando se trataba de reuniones y festejos, no había modo de obligarle a estar presente, odiaba la compañía y mas aun a las personas desde que su padre, el anterior rey que enfermo gravemente, acabando postrado en una cama donde falleció de forma misteriosa.

- Mi señor, ¿por qué tan lejos de la celebración?, no todos los días recuperamos terreno en el norte del reino.

Quien interrumpió al rey en medio de los jardines fue su comandante en Jefe, un hombre de aspecto oscuro, con un aire místico que siempre portaba una especie de casco de metal forjado que le cubría completamente el rostro, sus enemigos decían que solo lo utilizaba para amedrentar en las batallas ante su falta de estatura física.

- No me agradan esas fiestas, lo sabes perfectamente, Mukuro.

- Si lo sé, pero…Una batalla ganada siempre es bien celebrada.

- Yo no celebro - se dio media vuelta para retirarse del jardín –

- Mi señor Hiei, se ha vuelto un gran enigma desde que murió su padre, ¿qué le habrá revelado en su lecho de muerte que tanto trastoco su mente? – Mukuro alzo la vista a la luna casi llena con algo de melancolía –

Desierto

Kurama había logrado salir ileso del reino de su amo Kuronue sobre el lomo de un caballo que robo en las afueras del palacio. Actualmente se dirigía a lo que fue su antiguo hogar, el reino de Saba, su vida había trascurrido allí hasta los 10 años de edad. Había nacido en el núcleo de una familia adinerada que trasportaba incienso por la ruta de las caravanas, pero ese apacible modo de vida se vio cambiada una noche, la noche en que el reino fue invadido por Kuronue al saber que el rey de Saba había muerto misteriosamente.

-Falta poco, seguro llegare al amanecer.

Kurama miro hacia el firmamento libre de nubes, guiándose de las estrellas, había aprendido eso de su padre cuando era pequeño, ya que es esencial saber ubicarse en un desierto tan traicionero con cualquiera que se atreva a adentrarse en el. Mientras veía las pequeñas lucecitas en esa noche tan clara y despejada, los recuerdos de su último día de felicidad se amontonaron en su mente queriendo ser liberados una vez más.


-¡Mamá! Mira lo que trajo papá - un pequeño pelirrojo corría por todo el patio central de la gran casa, emocionado ante la llegada de su padre –

-Dime amor - la mujer de cabellera corta y oscura se levanto del telar para ver al niño –

-¡Un caballo! ¡Un hermoso caballo blanco! - señalo a la entrada de la casa con alegría –

-Que bien, se ve muy dócil.

La joven mujer se puso de pie tras su hijo, estaba curiosa ante el bello y obviamente costoso animal que su esposo traía tomado de las riendas.

-Ya es hora de que tenga su propia montura, pronto tendrás que acompañarme en las caravanas Kurama.

- Claro que si – el chiquillo asintió ansioso a las palabras de su progenitor –

El padre de Kurama era un hombre alto, elegante, con una corta cabellera rojiza y unos ojos verdes más oscuros que los de su hijo.

- Ya quiero montarlo, ¿me dejas? – miro a su padre con ojos inquietos -

- Mas tarde, no comas ansias pequeño.

La paz de su hogar fue súbitamente interrumpida esa misma madrugada por el sonido de golpes a la puerta, estruendos de explosiones y un aire caliente oloroso a madera quemada. Los padres de Kurama fueron despertados por uno de los sirvientes que entro estrepitosamente a la recamara donde dormían.

- Mi señor, ¡DESPIERTE!

- ¿Qué sucede? – el hombre salió de la cama en un segundo ante los gritos del viejo sirviente -

- ¡ATACAN LA CIUDAD!

- ¿Que vamos a hacer? – la madre de Kurama también salió de la cama tras su esposo, con el rostro lleno de terror por la noticia -

- Ve por Kurama y huyan, ¡Yo me quedare a pelear!

- Pero...

- No hay peros Shiori, ¡vete ya! – El hombre se arreglo un poco las ropas y tomo su espada que estaba recargada tras la cabecera de su cama, saliendo de la habitación sin mirar atrás –

La aterrada mujer le hizo caso sin chistar, sabía perfectamente que para un hombre como él, era vital pelear para proteger su tierra natal. Sin más demora salió de la habitación en busca de su pequeño Kurama que aun estaba adormilado al ser sacado de la cama bruscamente, Shiori le cubrió la cabeza y rostro con una delicada tela negra para protegerlo ante el humo negro que la brisa nocturna traía en dirección a la casa. Irónicamente escaparon a lomos del caballo blanco que horas antes le había regalado el padre de Kurama.

Con suerte lograron esquivar algunas tropas enemigas hasta las afueras de la ciudad, pero entre flechas, lanzas y piedras era imposible salir totalmente ileso.

- Kurama, sujétate fuerte a mi –Shiori cabalgaba alejándose lo más rápido posible con el pequeño abrazado a ella-

- ¿Y… papá? – el niño subió tímidamente la mirada para encontrarse con el rostro lloroso de su madre –

- Está peleando por nuestro hogar hijo mío, pero volveremos allí, te lo prometo.

- Mamá, Tienes mojada la espalda – Kurama sintió como sus dedos se sentían repentinamente tibios y húmedos, su madre estaba herida –

- No te preocupes, ¡te pondré a salvo! – soportaba con dificultad el dolor de una flecha que se había clavado en su espalda entre la huida de la batalla –

A pesar de todo ese dolor, Shiori sonrió al verse finalmente fuera de los muros de la ciudad, lejos de la sangrienta batalla. Tuvo que detener el caballo sobre una colina para ver como el cielo azul marino se tapizaba de naranjas, el reino estaba siendo devorado por las llamas. Súbitamente sintió las manitos de su hijo aferradas a sus ropas, las fuerzas se le iban a cada momento con la flecha clavada que obviamente había atravesado uno de sus pulmones. Ella no quería que su hijo la viera morir, ya era suficiente con ver desaparecer su hogar y a su padre, en un último acto de amor bajo del caballo y le dio las riendas al niño.

- Quiero que... te vayas de aquí, corre lejos.

- Pero mamá, ¿y tú?

- Yo me quedare para buscar a tu padre… - algunas lagrimas inevitablemente rodaron por sus mejillas –

- ¡No quiero! me quedare contigo, estas herida – tercamente se bajo del caballo y se aferro a la cintura de su madre –

- No... Kurama no, vete…Vamos hijo, vete – trato de soltarse del niño, atragantada en mas lagrimas –

-¡NO!

Ambos cayeron al suelo arenoso, Shiori empezaba a agonizar, un hilillo de sangre recorrió la comisura de sus labios ya azulados, estaba profundamente triste, dejaría solo a su hijo, a un pequeño que no sabía ni remotamente lo dura que es la vida de un huérfano, entre un gran ataque de tos, logro acariciar las mejillas rojas de Kurama, una caricia fría, la ultima que le daría.

- Te amo – logro inclinarse para darle un beso en la frente al pequeño, después de eso se reclino en la arena para jamás volver a abrir los ojos –

- ¡MAMÁ! ¡MAMAAAA!

El pequeño Kurama se aferro a su pecho ya sin vida, llorando amargamente por la gran pérdida de su madre, su padre, su todo. En una sola noche, en un solo instante le fue arrebatada la felicidad, la calidez de los brazos de su madre y los consejos de su padre, pero el destino tiene retorcidas y bizarras coincidencias. El pelirrojo no supo cuanto tiempo permaneció con su cabecita pegada al pecho de su madre, llorando amargamente, sintiendo la fría brisa del desierto, sin ningún motivo para levantarse y seguir huyendo con el caballo que su padre le regalo, ni si quiera noto cuando una figura negra como la noche llego junto a él, bajando de su cabalgadura que era igual de negra y siniestra.

-¿Qué haces allí tirado pequeño? – miro seriamente al niño que ocultaba su cara en ese evidente cuerpo sin vida -

- Mi mamá… no despierta – al fin decidió ver al extraño ser, con esos inmensos ojos color esmeralda y la cara bañada en lágrimas y sangre seca –

- Lo lamento, pero no despertara, ella murió – tendió su mano de manera dulce frente a Kurama –

- ¡NO! ¡ELLA NO! – Kurama se abrazo al ser buscando consuelo ante la terrible verdad y el dolor que sentía en su infantil corazón –

- Llora pequeño, era tu madre, tienes todo el derecho de llorar... – acuno entre sus brazos al niño, curioso quito poco a poco el velo negro de la cabeza de Kurama que lo protegía contra el frió – Que hermosos cabellos rojos tienes.

- ¡MI SEÑOR KURONUE! – algunos soldados llegaron a caballo donde su perdido comandante en jefe –

- Aquí estoy, ¿ya termino todo? – su semblante paso a uno frio y despiadado para con sus subalternos -

- Si mi señor, pero no logramos nada, el ejercito de Mukuro nos replegó de la ciudad.

- Eso era de esperarse. Esto solo fue un aviso, el rey murió y el heredero a la corona es un simple mocoso, solo es cuestión de esperar el momento justo – Kuronue se puso finalmente en pie con el pequeño Kurama entre los brazos, se había dormido de tanto llorar - Pero… me encontré algo mejor hoy. Verdad, pequeño Al-Hamra.

Después de aquella noche fatídica Kuronue se quedo con Kurama como un premio de consolación por la batalla perdida en el reino de Saba, el monarca del reino de Bengasi se había enamorado perdidamente de esa criatura tan indefensa y desprotegida, se perdió en los suaves cabellos rojos que le dieron el característico nombre con que Kuronue bautizo a Kurama, el de Al-Hamra, que significaba rojo en lengua árabe.

Los años siguientes no fueron tan malos para Kurama, fue criado prácticamente como un principie en el palacio de Kuronue, claro, no sabía del sucio secreto sobre que su benefactor había iniciado la batalla en Saba y por ello era en parte culpable de la muerte de sus padres y perder la paz que tenia. Pero esa vida fácil y de lujos termino cuando una tarde cualquiera Kurama escucho algo que no debió de los mismos labios de Kuronue.

- ¡No te lo repetiré dos veces Toguro! Tienes que encabezar las filas de mi ejército – Kuronue hablaba esto mientras caminaba por el gran salón del palacio –

- Ya se lo dije, yo no trabajo para nadie, mato por placer, no soy un soldado – el hombre de casi 2 metros de altura ni se inmuto ante la rabieta del monarca -

- Lo sé, pero estoy harto de esperar al momento justo, han pasado más de 5 años desde la última batalla contra Saba. En todo ese tiempo el molesto ejército de Mukuro ha logrado quitarme terreno.

- Yo se lo dije antes, es más fácil derribar un muro buscando la piedra mas débil del mismo, golpee allí y el resto se vendrá abajo – su rostro denotaba una seriedad brutal -

-Pero… ¿cómo matar a Mukuro? Siempre está bien protegido – se cruzo de brazos pensativo -

- Mukuro no es la piedra más débil.

- ¿Como dices?

- ¿A quién protege Mukuro?, píenselo fríamente.

- A quien… protege – Kuronue se quedo callado por un momento, meditando las palabras de Toguro – ¡Al rey Hiei!

- Ya tiene su respuesta, en el reside la fuerza de Mukuro.

- Lastima que no fue a él al que encontré en el desierto esa noche. Lo hubiera matado con mis propias manos, esa si hubiese sido una buena recompensa por esa batalla perdida en Saba.

Repentinamente se escucho como algo metálico cayó al suelo haciendo un eco ensordecedor, Kuronue logro ver parte de una conocida cabellera roja que se perdió tras por los pasillos del palacio. Sin perdida de tiempo corrió tras el chiquillo que escucho toda la conversación al querer ofrecerle a su señor y a su fornido invitado algunas frutas que el mismo acomodo en una hermosa bandeja de plata pulida.

Kuronue lo persiguió hasta las habitaciones reales, encontrándose a Kurama arrinconado contra la cama, con el rostro lleno de furia contenida, no parecía el jovencito que él había educado con esmero para volverlo el posible sucesor al reinado de Bengasi.

- ¡ALEJATE DE MI! ¡TU ATACASTE AL REINO DE SABA! ¡TU! – lo señalo acusadoramente con su dedo extendido, temblando de tanta rabia y asombro por la noticia -

- Era mi deber, soy el rey de este lugar, ¡recuperar lo que me pertenece es mi obligación! – entro dando unas largas zancadas hasta tomar bruscamente la barbilla del pelirrojo entre sus dedos -

- ¿Y matar a mis padres también era tu obligación?… ¡me hubieses abandonado en el desierto! – Kurama se retorció soltándose de las manos del pelinegro –

- ¡NO SEAS MAL AGRADECIDO! – una sonora cachetada golpeo la mejilla derecha de Kurama – Yo te salve esa noche, yo te he dado todo y serás lo que yo quiera que seas…

- Eres un asesino, solo eso… Mi agradecimiento hacia ti ya no vale nada ante tus manos manchadas de sangre.

Kurama lo miro con un rencor inimaginable, despertando los dolorosos recuerdos de su pueblo en llamas, de su madre muerta tirada en el desierto, de la muerte de su padre a manos del ejército de Kuronue. Se sintió estúpido por nunca plantearse la idea de que él había causado todo eso, su protector tan solo era una pantomima de bondad, era un lobo cubierto en piel de cordero, admirando al hombre que mato a sus padres.

-Sabes algo muchachito malcriado… yo te cuide de todo y de todos, tu me perteneces gustete o no te guste, pero veo que no valió la pena eso – su voz fue un murmullo gélido, lleno de una frustración evidente, no podía negar que tenía un deseo bajo por Kurama, uno que había limitado con dificultad, hasta esa tarde -

Todo paso realmente rápido, Kuronue tomo al pelirrojo de la cintura alzándolo para después tirarlo salvajemente sobre la enorme cama con almohadones de seda que cayeron al suelo desperdigados. Kurama quedo paralizado, con el corazón en la boca por el cambio súbito en Kuronue, ya no lo conocía, se había perdido entre su mente, preguntándose una y mil veces que estaba haciendo el pelinegro sobre él, ¿Por qué lo desvestía rompiendo su camisa de algodón fino?, ¿Por qué le mordía salvajemente el cuello? ¿Por qué le jalaba las manos sobre su cabeza impidiéndole moverse?.

Estaba siendo ultrajado, él que nunca supo de esos menesteres por solo tener 15 años, encerrado en una opulenta jaula de oro. Lejos del mundo donde Kuronue lo educo a su gusto, complaciendo sus caprichos, pero jamás lo había tocado de modo lascivo, nunca se propaso con él, hasta hoy. Tan solo le quedo llorar amargamente, tratando de salir de su cuerpo violado, pensando en cosas mejores, como su niñez en Saba, las noches estrelladas junto a su padre en el desierto, el olor del pan que su madre preparaba, todo eso vino a su cabeza como un modo de escape, pero aun dolía, aun sentía esas manos tocando sus bajos, moviéndole las piernas para que no pudiese cerrarlas, sintió que se desgarraba, algo le atravesó las entrañas, era Kuronue, maltratando su cuerpo, robándole lo último que le quedaba en la vida, su inocencia.


- No quiero recordar eso, pero los ultrajes de ese perro solo son una pequeña marca de todo lo que me haz quitado en mi vida.

Kurama siguió su camino rumbo a Saba, queriendo dejar su pasado atrás y volver a sus raíces, quiere vengar a sus padres y derrotar a Kuronue, quiere luchar a favor del misterioso rey Hiei y las tropas de Mukuro.

Continuara

Este fic se me ocurrió mientras hacia un fanart de Kurama y Hiei vestidos como las mil y una noches, es increíble toda la inspiración que sale de una sola imagen. Bueno, para ser más específicos, este fic se centra en un mundo paralelo sumergido en medio de la arabia mítica, donde habían reinos y reyes peleando por territorio, la ley del mas fuerte impera y de la lucha por los ideales también. Y si alguno le gusta mucho la historia, el reino de Saba si existió, y el reino de Kuronue llamado Bengasi es una población actual de Libia, si no me equivoco, es que consulte varios libros antes de empezar a escribir esta loca historia muy pintoresca y fuera de lo común.

Próximo Capitulo:

Los Misterios de un Rey