Los personajes y lugares de la historia no me pertenecen, son de Nintendo, no mios. Quizas hay personajes que no conozcais, o lugares, y entonces si seran de mi pertenencia, pero todo lo demás es de Nintendo.


"Link"

¿Queréis saber quien soy? ¿O no? Es obvio, no. Porque cada uno tiene que saber de él mismo, y no de los demás, menos de los desconocidos. No obstante, si quieres saber algo de mí, mejor te lo explico en otro momento. Y la razón de que ahora no pueda es que…estoy metido en un buen lío, como siempre… a ver como salgo de esta.

-¡Alto ahí, chaval!

-¡No huyas, no te haremos daño!

Me gritaban en un vano intento de detenerme, pero yo sabía que era imposible, en mis dieciséis años de vida no he creído palabra de boca de los ridículos guardias del castillo.

-¡Y un cuerno! –les espeté volteándome ligeramente para ver sus rostros fatigados. Les había hecho correr durante más de una hora, y no solo a esos dos, sino a prácticamente a todos los guardias que residían en el lugar.

Era una escena muy repetitiva en mi rutina diaria: levantarme, desayunar, correr al castillo, colarme en él, huir, despistar y marear a los guardias, y ver a…a ella. El resultado era que los pobres hombres siempre acababan para el arrastre, y se desmayaban.

No les culpo, después de todo, no es fácil atraparme a mí, Link, el muchacho más rápido de todo Hyrule. No es que me guste alardear de ello, simplemente es así, cuando empiezo a correr no hay quien me pare, ni quien me alcance. Que se le va a hacer, este es el don que me ha sido concedido desde que nací, mi extrema velocidad. Claro que, eso no viene al caso. Por lo general me gusta ser modesto y no dar detalles de mis capacidades, pero algo tenía que aclarar.

-¡Yujuuuuu! –aceleré un poco más, sin cansarme, y me atreví a hacer algo que adoraba: saltar al otro lado. La ventana sin cristal del castillo estaba ante mí, y no dude ni un momento en apoyarme en el alfeizar con una pierna mientras me impulsaba con todas mis fuerzas, saltando al vacío. Algunos pensaran que es algo de suicidio, sobre todo si se hace notar los veinte metros mínimos que hay entre donde estoy yo y lo que es el suelo del patio del castillo, pero a mí me da igual. Porque yo soy así, me muevo como el viento, me siento como el viento…soy el viento, libre y temerario a más no poder, y siempre de buen humor.

No tarde en reaccionar. Aunque mi salto fue perfecto y estaba casi llegando a la otra punta del castillo, donde estaba mi objetivo, los guardias habían predicho mis movimientos, y ya había situados un par de machotes forzudos en el otro lado, esperando a que llegara para atraparme. Necios. Nunca aprenden, pues peor para ellos, que pena me dan.

Justo cuando voy a llegar, y ellos cuando creen que podrán pillarme, desenvaino mi espada, guardada en su vaina y atada a mi espalda. Consigo mi objetivo, que crean que les voy a atacar, lo que hacen que retrocedan dejándome y un pequeño hueco en el que aterrizar. No pierdo un instante cuando veo que se abalanzan sobre mí; agarro fuertemente mi espada y la coloco de manera que el lado frontal y no afilado se vuelva contra ellos, y me impulso realizando un ataque de tajo frontal.

Fue fácil, pues a ambos les di, no con el filo claro, no soy un asesino, pero si que les habré dejado una buena marca en sus costados. Se pueden sentir afortunados, podría haber sido peor. Ahora con el camino despejado y sin guardias, solo me queda llegar hasta la habitación de la princesa. Conozco como llegar de memoria, anda que no me habré colado veces, por no decir todos los días desde hace seis años. Pero no tengo prisa, "ella" es muy paciente, y yo ya he corrido mucho por hoy, así que me tomo con tranquilidad el "paseos" hasta mi destino. Total, el día es hermoso y tranquilo, no hay prisa. Espero estar mínimamente presentable, porque después de mi carrera habitual siempre acabo hecho unos zorros, y no es mi culpa precisamente. Ojala algún día pudiera entrar por las buenas en el castillo, pero no, los guardias insisten en que soy un intruso y me persiguen, y al rey le da igual todo este asunto, así que al final siempre soy "yo VS guardias"

Pero vamos, que se puede deducir que siempre gano yo, y eso es lo que más gracia me hace. En fin, ya llevo seis años en esto de colarme en el castillo, y visto que los guardias nunca se cansan, creo que tendré que vivir toda mi vida como el "asaltador de palacios" Sí, culpa mía, me lo he ganado, por cabezota, pero no me importa, con tal de verla, a ella y a su alegre sonrisa soy capaz de… en fin, de todo, que no me voy a poner ahora cursi. Para eso luego.

Me echo un vistazo rápido: nada, no estoy presentable, incluso mi pelo rubio esta desordenado, aunque así suele estar siempre, pero es que ahora si que parece que me lo han revuelto a propósito. Y mi ropa… todo lo que llevo, aparte de ropa interior, es mis medias blancas, mi camiseta verde con un cinturón de cuero por la cintura, haciéndola parecer una falda, lo que me da mucha vergüenza. Otro cinto recorre desde mi hombro izquierdo hasta mi costado derecho, pues por ahí es donde llevo atada mi espada. Ella es como mi tesoro, obviamente no puedo desarmado por muy rápido que sea. Además de eso, unas sencillas botas de cuero marrón y un gorro verde muy largo que me llega hasta la cintura es mi único ropaje, el habitual. Pero todo esta arrugado y sucio.

-Jo, y eso que lo lave esta mañana, malditos guardias… -refunfuñe con las mejillas hinchadas por la rabia. Si no fuera por esos pesados, no tendría problemas. Claro que no es que me exijan mucho, pero molestan.

"Y no se porque me pongo tan nervioso, ni que fuera a visitar a mi novia" más gracia aún, que "ella" y "él" fueran pareja. Como adolescente, reconsideró esa idea alguna que otra vez, pero la dio por imposible. Normal, una princesa y un plebeyo. Por muy amigos de la infancia que fueran, eso nunca se veía bien, ni siquiera ellos mismos. Además, dicen que los amores pueden destrozar las amistades, y yo no estoy dispuesto a perder a Zelda por nada del mundo, ni de este ni de otros que pudieran existir. Bien, dejando ese tema aparte, debería concentrarme en mi misión. Hoy es un día muy especial, y nada me va a detener en mi empeño. Y si alguien se intenta poner en mi camino…le parto en dos. Literalmente, soy muy hábil con la espada, eso es algo que no duda nadie, al menos nadie que me haya visto.

Me aburro en el camino que lleva hasta la habitación de mi princesa, así que me pongo a cantar:

"El mundo he de cambiar

para ir a un futuro ideal

en donde no reine el mal.

Lo haré con decisión,

un mundo lleno de esplendor

es mi illusion."

Cambiar el mundo… eso es algo que nunca me he planteado. Por lo general, yo ni pienso. Pensar es complicarse la vida, porque siempre estas dándole vueltas a algo hasta el punto de obsesionarte. Claro que hay que buscar el equilibrio, y ese es mi fallo, que yo siempre estoy en un lado de la balanza, nunca en el centro. En fin, nadie es perfecto, aunque espero que no exista alguien que se llame nadie, o le encontraría doble sentido a esto.

¿Veis? A eso me refiero cuando digo que nunca pienso.

Pero entonces es cuando me paro en seco. Algo no cuadra, algo no va bien…

-Rebobina –le ordene a mi escaso cerebro, y eso hizo. Me levanté esta mañana, desayune leche Lon Lon, cosí mi gorro roto, entrené con la espada, preparé el almuerzo, me pegué una ducha, corrí al castillo, burlé a todos los guardias, me puse a cantar… no, antes de eso... -¡Un momento, ¿Acaso dije la habitación de mi princesa?! No, no, no, un error, un pequeño fallo mío, Zelda no es mí… ¡mí nada!

Vale, sí, soy un poco tímido en estas cosas, la gente me define como inocente e ingenuo, que se altera a la mínima en cuanto se habla de relaciones o parejas. En realidad esto no me importo hasta los diez años, pero más tarde si que le afecto.

-Ahora que lo pienso, a los diez años fue cuando conocí a Zelda, ¿tendrá algo que ver? –reflexioné mientras me acercaba más y más al vestíbulo que daba a la habitación de la princesa. –No, seguro que fue cosa de la adolescencia, sí, será eso.

Además, ya he pensado suficiente por hoy, y eso que dije que no lo haría. En fin, caprichos de la vida. Por lo menos ya casi estoy en mi destino. Digo casi porque me había olvidado del guardia apostillado en la puerta de la habitación de mi amiga. Ay, pobre hombre, todos los días le toca el mismo turno, y todos los días le tengo que "apartar" de allí a la fuerza. Me da pena, pero que le voy a hacer, para mí o es por las buenas o por las malas, y creo que ahora es por la segunda.

Le observo estar justo al doblar la esquina en la que me encuentro. Tengo que distraerle, pero no se me ocurre como. En momentos como este, en los que te debes cargar a un guardia (sin matarle) ¿Qué se hace?

-Mmm… -reflexione con los brazos cruzados y la cabeza gacha. De repente, una bombilla se encendió justo por encima de mi cabeza. Si quieres deshacerte de alguien, no tienes más que liarte a… -¡Pedrada limpia!

De un grito bravo salí de mi escondite, sorprendiendo al guarda, y le arrojé un casco de una armadura que había en todos los pasillos. Acerté de lleno, y no perdí ni un instante cuando le impacté. Antes de que se recuperara, llegué hasta él y le hice una finta perfecta, quedando detrás suya. Desenvaine mi espada y le cogí del revés apuntándolo con el pico del mango.

"Esto te va a doler, guapo" le advertí silenciosamente mientras le hundía con fuerza la punta de la empuñadura en su…trasero.

He de admitir que me arrepentí de no tener orejeras, porque el grito de dolor que pegó me destrozó los tímpanos y todo lo demás.

-¡A callar! –grité histérico, golpeándole de nuevo con la empuñadura, esta vez en la nuca, dejándolo perfectamente K.O. –Mucho mejor, mis pobres oídos.

Era la última vez que sentía compasión por ese hombre, a la próxima le noquearía dándole una patada en los hue… en fin, nada.

Ya, al fin, después de una rutina de huida y rotura de tímpanos, me hallo ante la puerta del dormitorio de la princesa. Se me ocurre que quizás, en vez de entrar como debe ser, podría sorprenderla. Ella lo que necesita es distracción, la pobre se pasa el día encerrada esperándome, más que nada porque sola se aburre, y no la dejan salir del castillo, y eso que ya tiene dieciséis años. ¿Padre muy controlador? No, solo un rey que quiere proteger la pureza de su hija. Efectivamente, el rey es de esos que piensan que si una chica va sola acaba rodeada de chicos con malas intenciones, que la despojan de todo orgullo e inocencia. Tonterías en mi opinión, porque Zelda sabe cuidarse ella solita, es muy fuerte y autosuficiente, excepto para cocinar, aunque no me guste admitirlo, cocina de pena… Volviendo al tema, su padre también pensó mal de mí en su tiempo, pero después de una pequeña charla que tuvimos disolvió todas sus dudas. Yo nunca le haría nada malo a Zelda, como mucho unas aguadillas en el lago, o le pondría mucho picante a la comida, pero no más de eso. Más bien, yo…quiero protegerla.

-¡Ay Diosas! –sin querer me sonrojo por mi reciente pensamiento. Debo controlarme mejor, Zelda solo es mi amiga, nada más. Lo prefiero así, me lo paso mejor.

Toco la enorme puerta de la habitación de la joven, y puedo percibir como unos pasos se acercan desde dentro. Es un andar tranquilo pero entusiasmado. Maldita sea, hoy he tardado de más, porque parece que ha esperado mucho.

"Bien, vamos a ello" pensé decidido.


"Zelda"

-Jo, ya le vale, me prometió que sería puntual.

En momentos como este, lo único que puede hacer una es quejarse. Y como no, si Link, mi mejor amigo, tarda mucho en aparecer después de prometer llegar pronto. Claro, nada debe ser fácil para él. Despertarse tan temprano, entrenar, recoger las verduras del huerto de su casa, ordenarlo todo, y demás cosas. Link vivía solo, era huérfano desde que tiene memoria, pero por suerte, una mujer de la Ciudadela que fue amiga de sus padres le regaló al rubio una pequeña casa hace once años, cuando Link solo tenía cinco. Pero con el tiempo la ha convertido en un gran hogar, agradable y cálido. Pocas veces he podido ir a su casa, pero me encanta cuando me lleva. Es como si le conociera un poco más en cada visita. Y eso me hace mucha ilusión.

Como no tengo nada que hacer, contemplo mi cuarto, ya muy visto. Paredes de piedra rosada, suelo de madera cubierto de moquetas de tela muy suaves, una mesa repleta de trastos que las Diosas saben que son y como han llegado ahí, cortinas blancas cubriendo el ventanal que da a un balcón desde el que se ve casi todo Hyrule debido a la altura del castillo, y unos cuantos adornos sin importancia. Quizás el único importante sea una foto de mi madre difunta. Más que la foto en si, es todo el altar, incluyéndola, que he levantado en honor a mi madre. Cada día enciendo las velas para hablarle, le cuento como le va a papá, que me dan de comer, como mejoro en arquería y equitación, y muchas cosas de lo común. Pero de lo que más me gusta hablarle a mamá es de Link y de nuestras continuas escapadas. Le cuento lo bien que me lo paso con él, lo mucho que valoro su compañía y apoyo, y nuestras experiencias juntos. Claro que en un día hacemos tantas cosas que a veces me salto algo, por eso llevo puntualmente una especie de diario en el que escribo lo que hacemos Link y yo cada día, y solo con recordar nuestras vivencias ya me ilusiono.

-Me pregunto que diría mamá de Link si estuviese aquí –esa duda la tenía desde hace tiempo, ya que el rubio era su único amigo, y no sabía si su madre vería bien una relación amistosa de un plebeyo y una princesa. – ¡Seguro que sí! A mamá lo que más le importaba era la felicidad de las personas, ella misma se llevaba muy bien con todo el pueblo, salía casi todos los días a la Ciudadela a pasear y saludar a sus queridos habitantes. Si ella viera que soy feliz con Link, lo aprobaría sin duda –me ilusioné de nuevo con la idea, porque más bien lo que deseaba era que su madre estuviera viva para poder conocer a Link, lástima que eso no pudiera ser.

En ese momento escuchó a lo lejos el grito frustrado de unos guardias. No tuvo duda, el joven ya estaba aquí. Como no tardaría en llegar, Zelda saltó desde la cama al suelo y se acercó al gran espejo que tenía. Ella ya estaba preparada para su salida de hoy, y para disimular, se había puesto una blusa azul celeste sin mangas, que le llegaba hasta poco más de la cintura, y luego una mini falda blanca que no alcanzaba sus rodillas, y mejor así, porque el día de hoy era muy caluroso. En el largo cabello dorado se había hecho una coleta para no tenerlo tan suelto, y a un lado de este se colocó una flor blanca de pestillos amarillos. Era natural, pero también un tipo de flor muy curiosa, ya que si se cortaba, con ponerla en remojo se hidrataba, por lo que siempre la tenía puesta en un cuenco de agua para cuando necesitara ponérsela para salir, como ahora. En el cuello llevaba un colgante, su más preciado tesoro. Era muy simple, solo una fina cadena de plata con un pequeño cristal azul marino en forma de gota. Pero para ella era muy valioso, ya que este cristal lo hallo Link en una cueva muy peligrosa cuando ellos tenían trece años. El joven se esforzó mucho para conseguir la gema y así poder hacer el colgante para ella, y por eso lo atesoraba a más no poder. Por último, llevaba una tobillera en el pie derecho y de calzado unas sandalias de cuero fino, muy veraniegas. Y es que el día de hoy iba a necesitar ir ligera de ropa.

Poco después escucho un desagradable grito, de otro guardia, y después un bramido furioso de un joven, seguido de un sonido de golpe. Alguien llamó a la puerta, y entonces es cuando la mirada azul zafiro de ella se fijo en la dirección del sonido.

-¡Es él! –mi yo interior, y el exterior dicho sea de paso, estaba eufóricos. Siempre me alegraban las visitas de Link, pero hoy iba a ser nuestro "día especial" Lo llevaba esperando mucho tiempo, por simple que pareciera.

Intente caminar tranquila hasta la puerta, aunque seguramente se noto demasiado mi emoción. Soy como un libro abierto para la gente, sobre todo para Link, que siempre adivina lo que se me pasa por la cabeza. Y eso no me gusta, es como estar desnuda ante él, como si pudiera ver todos mis secretos.

"¡Ah, que tonterías pienso, mejor me doy prisa y le recibo antes de que siga diciendo cosas raras" me ruboricé ligeramente con este último pensamiento, y cuando ya estaba más tranquila, abrí la puerta.

Nadie.

No había nadie, solo un guardia desplomado en el suelo, pero ni rastro de cierto rubio de verde. Quizás me lo hubiera imaginado, lo cual no le parecía tan descabellado, el ansia y la emoción pueden jugar malas pasadas.

-Pero…me pareció oír un grito suyo. Además…-miré al inconsciente hombre. -¿Qué hace este aquí? –pregunté arqueando una ceja. En fin, mejor dejarlo ahí dormidito, luego la bronca se la llevaría él por quedarse sopa en el trabajo.

Cerré la puerta lentamente y me quedé mirándola, un poco deprimida. Yo esperaba que fuera Link, y aunque odiara admitirlo, me iba a volver loca si no aparecía ya. Bueno, más que loca, es que me aburría…muuuuuucho.

-¡Link, eres un idiota, me prometiste que estarías vendrías pronto, quiero que estés aquí ya! –exclamé en voz alta para liberar mi rabia.

No se si fue la dichosa ley de Murphy, pero en cuanto dije eso note una presencia detrás de mí. Genial, la cagué…

-Primero, no ha sido culpa mía, sino de tus dichosos guardias "revientatímpanos" –dijo con voz explicativa el muchacho. –Segundo, ¡perdóname por ser tan idiota! –me volvió a echar en cara.

-¡Link! –me giré a toda velocidad para encontrarme con la tranquila aunque ligeramente molesta figura del joven rubio de ojos zafiro. Ofrecía, sin ánimo de ofender, un aspecto cansado y… un pelín lamentable.

-Así me llaman, muy bien genio –me contestó sacando la lengua.

-Tonto, no te burles de mí.

-Pues tú no te enfades, jo. Escucha, lamento haber tardado tanto, de verdad, pero hoy si que no me han dado tregua los guardias. Pero tranquila, para la próxima tendré preparada una buena dosis de laxantes para su vino de mediodía –agregó con su sonrisa bromista. No se como, pero consiguió arrancarme una sonrisa, que hizo que me olvidara de mi estrés por que llegara. Mejor pasar del tema, pues ya estaba todo solucionado.

-¿Y bien? –preguntó arqueando una ceja. -¿Estás lista, princesa?

-Creo que es obvio que sí.

-Ah, ¿solo eso? Nada de agradables palabras que revivan mis destrozados tímpanos y…

-¡Deja ya tus tímpanos, que no fue para tanto!

-Ya, claro, estando tras una puerta de titanio blindado contra todo tipo de ondas no es nada, pero estando justo al lado… es que tenía una voz súper aguda, es como si le hubieran castrado desde pequeño.

Suspiré; sabía que esta conversación no llevaría a nada, aunque…

-Me…me alegro mucho de que hayas venido, tal como prometiste...-dije un poco avergonzada. Tenía razón, no fue su culpa tardar, merecía escuchar algo bonito. Además, tengo la sensación de que he hecho de una tonta discusión todo un mundo, y no quiero alargarlo más. Por suerte, él lo sabe pillar a la primera.

-Sabes que siempre vengo, a veces con una costilla de menos, una pierna desangrándose, una rotura de cráneo, pero vengo.

-No te preocupes por tu cabeza, no creo que haya nada allí dentro.

Jaque mate a Link.

-¡Muy graciosa te crees tú, cerebro de pato!

-¿A que viene eso, idiota? Te lo decía de broma. –no aguanté más, y le arrojé a Link lo primero que tenía a mano: una almohada.

-¿Quieres guerra? Vamos a ello. –aceptó mientras él también cogía otra almohada a mano, comenzando con otra patética pelea que no acababan más que en pelos desordenados y cansancios mutuos.

Estuvimos más de media hora dándonos de cojinazos, pero al ver la hora nos paramos en seco. Si seguíamos haciendo el tonto, se nos iría el día.

-Esto…-Link tosió disimuladamente mientras miraba al suelo avergonzado, extendiendo una mano hacia mí. -¿Nos vamos ya?

-Sí… -vale, yo también estaba de lo más nerviosa, y es que siempre que nos comportábamos como unos críos nos daba corte después. Pero estaba asumido, somos unos infantiles, y eso no va a cambiar.

Le cojo la mano a Link, y este se me queda mirando por un momento que se me hace infinito, antes de darse media vuelta y echarme en su espalda. Él parece mirar el balcón muy decidido, y yo ya se lo que toca. Rodeo su cuello con mis brazos, apoyo mi cabeza en su pelo, dejándome llevar por su aroma, y cierro los ojos, pues la sensación que viene es para disfrutarla a tope.

Link se impulsa y sale corriendo hacía el balcón ya abierto, y de un salto, se tira al vacío. Esto es a lo que me refería. Cuando salto así, y estoy en el aire, me siento libre, aunque en peligro mortal, pero libre, y no me importa en absoluto, confío en Link. No mucho después, saca su espada y la clava en la pared del castillo por la que caemos, dejando una marca de corte continuo mientras nos frena poco a poco. Aunque desde hace tiempo que salimos así, lo raro es que el tajo en la piedra siempre desaparece. Misterios de la vida. Decido no darle vueltas. De un pequeño salto ya estamos en el suelo, y fuera del castillo. Link empieza a correr, ganando una gran velocidad incluso conmigo a la espalda. Es muy rápido y resistente. Me dejo llevar por él, pues vamos camino a nuestro destino, a nuestra promesa: el Lago Hylia.

Hace un mes, Link me prometió que me llevaría allí como un acto especial, y que tendría preparada una gran sorpresa y todo un día de diversión. Le creo, con él nunca me aburro, eso es imposible. Por eso, agradezco mucho que sea mi amigo.

"Link…" Y nuevamente me dejo llevar por la sensación de libertad y felicidad…


Y aqui vamos con un nuevo fic! en esta ocasion, me basare en humor y romance a modo de historias cortas, de uno o dos capis cada una, y tendre material para rato xD Estoy deseando ver vuestras reviews y opiniones, y espero que os guste mi fic, me esforzare mucho! claro que al final la cagare, pero bueno...xD

En especial, quiero dedicarle este fic a Zilia K, Magua y Shimmy Tsu (y a UP, jeje) pero tambien a todos los que me leeis, apoyais y amenazais a muerte ;D

Nos vemos en el proximo capi, sera pronto ^^

P.D: Aqua, ahorrate lo de que no pongo tildes, por favor, que ya se que en eso la he vuelto a cagar xD