Renuncia:
Monster High y todos sus personajes y objetos relacionados son propiedad de Mattel Inc. NO del escritor de ésta historia.
¡Buenas noches damas y caballeros!
La Cía. Cinematográfica Dragunov se complace en presentar el día de hoy el cortometraje "Carta de un desconocido" filmado especialmente para estas fechas. El mismo está inspirado en la novela "Carta de una desconocida" del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942), y la canción "Darkness" del álbum Live de la banda alemana de música gótica Lacrimosa.
Éste es el primer año que preparo algo para el día de San Valentín. No es necesario contarles lo que he hecho en los anteriores; basta decir que no han sido cosas buenas. Antes quiero aclarar que ésta NO es la secuela de mi novela "La Batalla de Costas del Cráneo". Dicha obra aún está en proceso de producción y espero publicarla antes de terminar este semestre. Entretanto, disfruten de ésta historia de amor entre una monstruita adolescente y su admirador secreto.
*cuenta atrás cinematográfica* 5… 4… 3… 2… 1…
Primer movimiento: La entrega.
Mi corazón, mi amor
Una palabra, y me voy
Para quedarme
Yo creeré y rezaré
Para ver, para sentir
Para escuchar, para ser e irme.
Tilo Wolff
Salem, Oregon, EEUU, 14 de febrero de 2013. Lo que para muchas personas no pasa de ser un día sencillamente festivo, para los adolescentes es una fecha muy esperada. Especialmente para aquellos que apenas están comenzando a sentir esas primeras erupciones de hormonas y sentimientos que los mueven hacia el género opuesto. Los chicos preparan sus ahorros y su creatividad para sorprender a sus respectivas compañeras, mientras que ellas buscan con desespero algún indicio que les revele cuáles son las sorpresas que sus enamorados les tienen preparadas. Los corazones, las rosas, los chocolates, los animales de peluche y el color rojo van de aquí para allá en un auténtico frenesí de consumismo, romance, sentimientos, melosidad y un poco de falta de originalidad.
Pero no todo es amor ese día. Hay ciertos chicos y chicas que debido a una causa u otra están "solos" en esta fecha. Bien porque no han tenido suerte en el amor, porque han decidido aplazarlo, porque esa "persona especial" ya está con alguien más, porque la pareja está lejos y mil razones más. A ellos les queda el consuelo de que este día no sólo es para los enamorados, sino también para las amistades. Algunos compran pequeños detalles para que sus amigos solitarios no se sientan mal ese día; y otros simplemente dividen la fecha entre amigos y pareja, para no dejar a fuera a ninguno.
La preparatoria de Monster High no es la excepción. Una doncella de cabello rosado y piel clara camina apresuradamente por los pasillos de la escuela. La chica en cuestión lleva un brazalete magenta en la mano derecha y un anillo en forma de arco y flecha. Una falda blanca adornada con gráficos en forma de corazones y un patrón parecido a gotas de líquido chorreante se ciñe a su breve cintura. La parte superior de su vestido es de color rosa con un par de tirantes negros sobre los hombros. Un corazón en los labios, una trenza con la misma figura junto a su frente y un par de ojos azules iluminados por el festejo complementan aquella esbelta silueta.
Es C.A. Cupid, la consejera amorosa de la escuela. Su programa de radio es su manera de ayudar a los jóvenes monstruos en sus relaciones amorosas. Siendo la descendiente de Eros, el dios griego del amor, ¿quién mejor que ella para guiar a los corazones de aquellos adolescentes? El día de hoy Cupid tiene una tarea especialmente importante: hacer llegar las cartas de amor a todos y cada uno de sus destinatarios; cosa que en una escuela tan grande como Monster High no es tarea fácil. En realidad ella ofrece el servicio de correo amoroso durante todo el año, pero en este mes los buzones están particularmente saturados.
La chica no ha podido atender mucho sus clases el día de hoy; pero al tener un justificante de la directora Bloodgood a su favor, en lo único que tiene que preocuparse este día es en entregar la correspondencia. Si bien en la actual era de la internet los jóvenes optan por un correo electrónico o un mensaje a través de las redes sociales; muchos monstruos aún confían en los viejos métodos. Sobre todo porque a las chicas les resulta más romántica una carta escrita a mano que un mensaje virtual dejado en una computadora.
Apenas deteniéndose para respirar, Cupid va de un lado a otro de la escuela con un colorido buzón de cartón rojo en sus manos. Visita salones de clases, laboratorios, salas de cómputo, biblioteca, gimnasio y canchas deportivas en busca de aquellos que deseen mandar una carta. Los remitentes le entregan la correspondencia y ella se encarga de llevarla al destinatario. Las únicas condiciones para prestar el servicio son: 1.- Datos completos tanto del remitente como el destinatario, y 2.- Que la carta sea de amor o amistad, ya que si ésta contiene palabras de odio no será entregada. Y ella no necesita leer una carta para saber si es de amor, de odio, de rechazo o cualquier otra cosa: es una de sus habilidades el "ver" y percibir los sentimientos de los demás, aún cuando ellos intenten esconderlos por todos los medios posibles.
Al final de la jornada, con el servicio de correo cerrado y ya todas las cartas entregadas, Cupid suspira satisfecha y feliz de haber repartido todo ese amor por la escuela. Guarda su buzón en uno de los muebles de su cabina de radio y se dispone a irse a casa. De pronto, algo sobre la consola de audio llama su atención: un sobre grande y de color amarillo que espera ser entregado. La chica toma el objeto entre sus manos y se sorprende del peso y el volumen del mismo. Deben ser por lo menos una docena de hojas las que están escritas en su interior, y su sexto sentido detecta el calor ardiente del amor que éste contiene. Definitivamente es la carta más grande que ha visto hasta ahora en aquella escuela.
Cupid lee los datos del sobre y entonces entra en desconcierto. La información del remitente apunta a algún lugar al otro lado de la ciudad, cerca del campus de la Universidad Estatal de Oregon. "¿Un universitario?" se pregunta. Para confirmarlo, Cupid busca en internet el domicilio. "Esto sí que es raro" se dice luego de ver los resultados del rastreo: un edificio abandonado cerca del campus de la universidad. Y ni qué decir del nombre, que es tan extraño que más bien podría ser el pseudónimo o nombre de usuario de algún internauta. Al leer el destinatario crece aún más el desconcierto de la muchacha. La chica en cuestión y Cupid eran amigas desde hace mucho tiempo. La conocía relativamente bien y sabía que aquella no estaba muy interesada en relaciones de ese tipo, y menos aún con universitarios. Pero entonces ¿de quién era la carta? No lo sabía.
A punto de dejar el sobre junto con el resto de la correspondencia que no fue entregada por no cumplir con los requisitos, Cupid se detiene un momento a contemplarlo. Dentro de él debe haber una extraña mezcla de energías emocionales, pues además del calor del amor y las vibraciones de la pasión, su sexto sentido detecta algunas trazas de depresión en el fondo del documento. Hasta ese momento ella ha visto muy pocas cartas como aquella, así que ésa debe ser entregada a como dé lugar. Quienquiera que sea el autor, merece que su amada lea su carta luego de haber hecho tal esfuerzo para escribirla.
Con aquella decisión en la mente, Cupid toma el sobre junto con el resto de sus cosas y se marcha a entregar esa última carta para después irse a casa. Los pasillos de la escuela ya están vacios a esa hora. Apenas es media tarde y ya todos se han ido a disfrutar del resto del día con sus respectivas parejas. La chica busca en la entrada de la escuela a la destinataria de aquella carta, pero no la encuentra. Después recuerda el camino que aquella suele tomar para regresar a casa y pone rumbo hacia esa dirección.
Al cabo de unas cuantas cuadras la encuentra en una parada del autobús. Una silueta azul de cabello blanco con un vestido de figuras geométricas azules, rosas y negras espera junto al semáforo. Cupid se apresura y la llama por su nombre, a lo que la otra chica voltea para saludarla. Charlan brevemente en aquel lugar, ella le entrega el sobre a la destinataria y finalmente se despiden.
La receptora de la carta es una chica yeti llamada Abbey Bominable. Originaria de los Himalaya, Nepal, su familia la había enviado a estudiar a los Estados Unidos hacía poco más de dos años. El día de hoy no representa gran cosa para ella, ya que en su aldea de las montañas tal fecha no se festeja. El resto de sus amigas están con sus respectivos novios en algún lugar de la ciudad, mientras que ella está "soltera". Decide restarle importancia al asunto y dirigirse a casa a hacer tarea o ver una película para pasar el resto de la tarde.
El trayecto en el autobús transcurre de manera ordinaria. Al llegar a casa el lugar está solitario. "Seguro Sr y Sra. Bloodgood salir esta tarde" piensa. Debido al empleo de su padre, el resto de su familia no había podido mudarse a los Estados Unidos, y por eso ella vive con la directora de Monster High durante los meses de escuela.
Abbey entra a la habitación, deja el sobre encima de su escritorio y su mochila junto a él. Enciende la radio y sintoniza la estación de música clásica para relajarse. Una extraña melodía de piano, cadenciosa y lúgubre, comienza a salir de las bocinas del aparato. Ella no conoce al autor de tal pieza, pero inmediatamente decide que tiene que agregarlo a su biblioteca musical.
La chica toma la carta del escritorio, deshace el nudo de la tapa y extrae más o menos una docena de hojas blancas escritas a mano. Revisa los datos del sobre y por más que intenta recordar no puede dar con el rostro al que pertenece el nombre que está escrito en el lugar del remitente. El autor del documento es un perfecto desconocido para ella. Hojea las páginas y concluye que son bastante elegantes y sencillas para un alumno de preparatoria. En aquellos dos años en Monster High Abbey había recibido algunas cuantas cartas de amor, pero ninguna como aquella. La mayoría de las anteriores le habían llegado de parte de Heath Burns, un monstruo de fuego con quien había sostenido una relación que ahora sólo era parte de su pasado. Había visto tantas veces la escritura de él que ya no necesitaba de un grafólogo para saber que la letra de aquellas numerosas hojas no era la suya. Pero tampoco le pertenecía a ningún otro estudiante de su escuela. Los trazos son demasiado contundentes y claros como para ser de un adolescente; y tampoco hay perfume, ni corazones, ni la letra de alguna canción, ni dibujos, ni ningún otro de los adornos que ellos suelen utilizar en sus cartas de amor. Sólo letras y más letras.
Finalmente la chica decide dejar de lado su investigación respecto al autor de la carta y se dedica a leerla. Gira la perilla del aparato de radio para disminuir el volumen de la música y concentrarse en su lectura. Toma las hojas entre sus manos, se posa cómodamente sobre su cama y comienza a pasear sus ojos por las primeras líneas de aquel documento...
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