Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen.

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La historia original Secuestro pertenece a la autora Ale Cullen Patt; una de las mentes más creativas de FanFiction.

Esto es sólo una adaptación que muy amablemente me permitió hacer.

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El secuestrador

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1

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oOo

— ¿Están listos?— preguntó Suigetsu entrando por la puerta.

— ¿Tú lo estás?— cuestionó Obito Uchiha, alzando una ceja— Pareces nervioso.

— ¿Nervioso yo?— farfulló el más joven con sorna, señalando a Sasuke con el mentón— Mira a tu primo; él sí está aterrado.

Sasuke alzó la vista y frunció el ceño mientras terminaba de ensamblar su arma, martillando el cañón mientras miraba fijamente a Suigetsu.

—No entiendo cómo se te ocurrió dejar entrar a éste imbécil al equipo— se quejó, poniéndose de pie.

Obito se pasó una mano por la cicatriz que cubría la mitad de su rostro y suspiró con cansancio.

—Ya discutimos eso, Sasuke— le recordó, hastiado, aunque el muchacho no pareció conformarse con esa respuesta.

—No podemos arriesgarnos ni un poco, Obito; no esta vez. Vamos por un pez gordo— le refutó, molesto.

—Yo los reuní— les recordó Obito—. Y si lo hice fue por que sé que son los mejores en esto y podremos hacerlo. Así que cierren la maldita boca y pongámonos a trabajar.

—Si es por el dinero…— siguió Sasuke, retándolo— Que el imbécil se quede a cuidar la casa y nosotros hacemos el resto— dijo, señalando a Suigetsu de manera despectiva— Prefiero pagarle por no hacer nada a que vaya a cometer un error.

El joven de tez pálida y dientes afilados caminó bruscamente hasta colocarse a escasos centímetros de su rostro, colocando dos dedos a modo de cañón sobre su sien, desafiándolo con la mirada.

— ¿Crees que ser un Uchiha te hace mejor que yo, Sasuke-kun? Estás muy equivocado…

—Mi experiencia me hace mejor que tú, imbécil— respondió Sasuke firmemente.

—También tengo experiencia.

—Claro que sí; como asaltante de mala muerte y asesino— escupió, sosteniéndole la mirada.

Suigetsu soltó una sonrisa siniestra y se hizo hacia atrás.

—Matar, robar, secuestrar. ¿Qué diferencia hay? En todos hay víctimas— le dijo, indiferente— Además, ¿tú qué has hecho de impresionante? ¿Estafar viejas millonarias con esa cara de niño bonito?— rió— De seguro no pasas de un simple ladrón de guante blanco…

Sasuke lo fulminó con la mirada un momento, pero no pudo contener la risa en su garganta, así que la hizo sonora.

— Pregúntale a ellos quién soy yo y lo que hice— gruñó, señalando a los otros dos miembros del equipo con la cabeza— Yo no necesito alardear de eso— caminó solemne hacia la salida, golpeando el hombro de Suigetsu al pasar junto a él— Y para que conste— agregó, sin darse media vuelta— No llevo la cuenta de cuántas personas he asesinado. Y no me importaría asesinar a una más para librar a mi equipo de la basura— fijó los ojos en Obito, quien lo fulminaba con la mirada— Y no pretendo trabajar junto a él— le soltó, saliendo de la casa.

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— ¿Tu custodio se retrasó?

—Así parece— suspiró la chica— Es extraño que aún no haya llegado.

— ¿Quieres que te lleve?— se ofreció el pálido muchacho de ojos negros, esbozando una sonrisa amable que ella correspondió.

—De verdad. Estoy bien— insistió.

—Vives demasiado lejos, Ino, y comenzará a oscurecer en cualquier momento.

—Ya lo sé; pero prefiero esperar. Quizá Sasori tuvo algún contratiempo…

—Tal vez se le descompuso el coche.

—Tal…— su frase se vio interrumpida por el silbido de su móvil, el cual se apresuró a atender, leyendo el nuevo mensaje— Vaya. Dice que el motor de su coche falló— suspiró— Que bueno; ya estaba preocupándome porque algo malo le hubiera pasado.

—Bien, pues siendo así dile que yo te llevaré a comer y después a casa.

—No es necesario— le dijo por tercera vez desde que habían salido de clases. No era que Sai no le agradara; se podía decir que incluso le gustaba, pero conocía muy bien el protocolo de seguridad de su padre.

—Ino-san, tú me vas a acompañar a comer y no te vas a volver a negar— le dijo, sujetando su mano.

Ino sonrió, rendida y sonrojada. Sai no estaba en su círculo de amigos, pero sabía que podía confiar en él. Todos los jueves salían dos horas después que todos debido al club de Literatura, por lo que casi no quedaba nadie más que ellos dos fuera del instituto.

Sabía que no tenía opción; odiaba caminar y no sabía usar un autobús y mucho menos el metro, así que terminó cediendo a la petición de su compañero.

— ¿Qué quieres comer?— le preguntó Sai cuando puso su coche en marcha.

—Vamos a mi casa— dijo Ino mientras escribía un mensaje—. Para esta hora ya deben estar preparando la comida; yo te invito a cenar y tú puedes hacerme otro favor.

— ¿Favor? ¿Con qué voy a pagar esa cena, Yamanaka?

Ino se sonrojó furiosamente y bajó la mirada, jugando con el dobladillo de su falda escolar mientras se mordía el labio inferior.

—Bueno… Podrías invitarme a salir, tal vez.

Sai la contempló de lado y sonrió de nuevo.

—Suena justo. ¿Qué tal el sábado?

La chica sonrió también. No habían hablado mucho antes, pero parecía como si lo hubiesen hecho habitualmente. Le agradaba estar con él. Separó los labios para decir algo, pero Sai frenó bruscamente antes de que pudiera darle una respuesta, girando el volante en un rápido movimiento.

— ¡Imbécil!— gritó hacia la camioneta que acababa de cerrarles el paso.

—Que idiota— Ino protestó también, acomodándose en el asiento mientras fruncía el ceño— ¡Casi hace que choquemos!— refunfuñó.

Sai comenzó a hacer sonar la bocina cuando la luz del semáforo cambió a verde y la camioneta frente a ellos no avanzaba.

— ¿Qué pasa?— inquirió mientras enarcaba una ceja. Ino se percató que había otra camioneta idéntica a esa justo al lado derecho del coche de Sai. Y otra al lado izquierdo, pero parecía que él no se había dado cuenta de eso aún.

—Sai— lo llamó, en un susurro, pero el chico seguía concentrado en el auto que les había cerrado el paso. La puerta de la camioneta se abrió, y por ella bajó un hombre, vestido de negro, con un pasamontañas y un arma en la mano— ¿Qué está pasando?— murmuró, tensándose sobre su asiento; separó lo labios para tratar de decir algo más, pero no pudo hacerlo. La camioneta a su lado abrió sus puertas también— Sai, pon los seguros— logró decir, pero el chico seguía mirando al hombre que caminaba hacia ellos— ¡Quieren robarnos! ¡Sai, arranca!— gritó, histérica— ¡Arranca el auto!— exclamó con más fuerza, pero era demasiado tarde; mientras Sai trataba de cerrar la ventanilla del conductor el hombre con pasamontañas le dio un puñetazo en la cara, abriendo la puerta para arrastrarlo fuera.

— ¡No! ¡Déjalo!— gritó Ino una vez más y trató de zafarse del cinturón de seguridad lo más rápido posible. En eso estaba cuando alguien abrió su puerta y la tomó por la cintura para sacarla del coche— ¡Suéltame!— exclamó mientras forcejeaba con rudeza, dándole un codazo en el estómago que obligó al hombre a soltarla— ¡Sai! ¡No!— luchó por zafarse nuevamente de las garras de un hombre, hasta que se dio cuenta de que alguien sostenía un trozo de tela húmeda contra su nariz, obligándola a respirar algo que le provocó un indescriptible ardor.

—Quieta— sintió dos fuertes brazos aferrándose a sus caderas mientras un cuerpo fornido y alto se apretaba contra el suyo desde atrás.

Y esa voz grave y masculina fue lo último que escuchó antes de que todo se volviera negro.

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La chica poco a poco se rindió, desvaneciéndose en sus brazos.

Sasuke se apresuró a sujetarla contra su cuerpo, impidiendo que cayera al suelo, aunque poco le importaba.

Un extraño aroma a almizcle y rosas inundó sus sentidos cuando su nariz rozó el cabello rubio de la joven colegiala, pero rápidamente se deshizo de aquellas sensaciones.

— ¿Quién es él?— le preguntaron por el intercomunicador, distrayéndolo.

—No lo sé— respondió, alzando la vista para posarla sobre el chico de ojos y cabellos negros que hablaba con Obito mientras se frotaba la quijada— Nunca lo había visto.

—Pues mas le vale que no se entrometa— gruñó Karin, la única mujer del equipo, parándose junto a él mientras se guardaba el arma en la cintura.

Sasuke no respondió; ese no era momento para discutir con su equipo.

El extraño y pálido chico mantuvo una corta plática con su primo antes de que éste volviera a golpearlo en el rostro y lo arrojara al suelo; no obstante, el chico volvió a levantarse y le sonrió.

— ¿Qué diablos están haciendo?— curioseó Suigetsu. El extraño joven se recargó contra su coche y sacó un móvil mientras Obito se alejaba, dirigiéndose a ellos.

—Tenemos que largarnos antes de que la policía llegue— les dijo— Jūgo, enciende la camioneta.

— ¿Vas a dejarlo irse así, sin más?— exclamó Suigetsu, desenfundando su arma automática— Déjame dispararle.

—No harás tal cosa— Obito se quitó el pasamontañas y le pasó sus armas a Jūgo; el enorme joven guardó todo dentro del portaequipajes en completo silencio— Ya escucharon mis órdenes. Andando. Jūgo, encárgate de la chica.

— ¡Pero él vio…!

— ¡Sube al maldito auto, imbécil!— gritó Obito, tomando a Suigetsu por el cuello para obligarlo a entrar en su camioneta.

Sasuke los fulminó a ambos con la mirada y dejó que el apacible Jūgo se encargara del cuerpo inconsciente de Ino Yamanaka, alzándola como si fuera tan liviana como una hoja de papel.

Una vez que todos estuvieron en sus camionetas, los cinco se marcharon del lugar mientras el pálido chico de cabello negro se despedía con una mano perezosa, manteniendo el móvil en su oreja.

Sasuke frunció el ceño y alzó el cristal, a sabiendas de que no estaban para más discusiones, así que lo único que debían hacer era tratar de terminar ese estúpido trabajo.

—En la siguiente calle, Yokoshima, la cámara está desconectada, nos vamos a dividir en dos y seguiremos el plan con exactitud desde éste punto— ordenó Obito desde el intercomunicador— Sasuke y yo iremos por la derecha, ustedes por la izquierda.

Sasuke asintió a la nada y se quitó el aparato del oído. Habían trazado los recorridos exactos de cada uno, y ya los habían practicado en coches, así que no podía haber errores.

Se quitó el pasamontañas y encendió la radio mientras volvía a bajar la ventanilla. Al cabo de unos minutos volvió a ponerse el audífono, pero nadie dijo nada más. El resto del trayecto la pasaron de igual forma, en silencio; ninguno parecía tener la intención de comentar nada.

Llegaron al lugar pactado; metieron los coches al garaje y uno a uno bajaron.

Obito se dirigió al resto de su equipo y Sasuke se limitó a entrar a la casa, sin prestarles atención, a preparar todo para el siguiente paso. Jugueteó con sus llaves y se sentó en la sala, lanzando un suspiro cansino.

—Todo salió bien— sonrió Karin en cuanto entró tras él, batiendo su largo cabello pelirrojo, y se encontró con su mirada furiosa.

—Diré eso cuando salga de aquí y estemos seguros en la otra casa— respondió, tratando de controlar su rabia.

— ¡Bah! Todo estará bien— exclamó Suigetsu, entrando a la sala con una sonrisa— Deberíamos llamar ya al viejo...

—Hay que esperar— gruñó Sasuke.

— ¿Esperar qué? Ya tenemos a la chica, ¿o no?

—Tenemos un plan. Tenemos decisiones que tomar y elementos que estudiar. Las cosas se hacen exactamente como están planeadas. Esa es la razón por la que Obito y yo no hemos pisado la cárcel, imbécil. No me arruines esto con tu estúpida forma de trabajar.

—Ya me cansaron tus aires de superioridad— masculló el otro chico, sacando sus armas y apuntándole a la cabeza.

Sasuke ahogó una carcajada sarcástica y lo desafió con la mirada, altivo.

—Hazlo y ve lo que te pasa.

— ¿Qué demonios hacen ahora?— inquirió Obito al entrar con el miembro faltante del equipo— Suigetsu, baja eso. Sasuke, la chica está en el coche— dijo, pasando de los dos para dirigirse a la cocina.

El aludido los ignoró, a todos, y se limitó a hacer su trabajo. Salió de la casa y se dirigió al coche; se aseguró de que la chica estuviera en el maletero y le colocó la inyección. No sería un viaje corto, y no quería tener que pararse a mitad del camino para dormirla de nuevo.

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Cuando Ino despertó, lo primero que sintió fue el terrible ardor en su garganta, como si todo el camino de los pulmones a sus labios estuviera quemado y reseco.

Trató de limpiarse el rostro pero algo le sujetaba las manos a la espaldas; intentó abrir los ojos pero no pudo, tenía algo en la cara que le impedía hacerlo. También en la boca.

Dolía.

Intentó gritar por ayuda pero no podía emitir nada más que gemidos; por más que movía las muñecas sólo lograba lastimarse.

Estaba aterrada. Tenía miedo porque recordaba lo que había pasado. Sí, recordaba que la habían bajado del coche y varias personas la habían capturado, pero no lograba saber quiénes habían sido o cómo eran.

Respiró con brusquedad y se encogió sobre su lugar. No había un sentimiento peor que estar ciega, muda e inmovilizada y saber que estaba perdida; que todo estaba mal y que ni siquiera sabía en dónde estaba.

¿Cómo podía obtener respuestas? No podía. No iba a lograrlo. Ni siquiera sabía si estaba sola o acompañada, o en el interior o exterior de algún lugar.

Ni siquiera sabía si iba a morir.

—Se despertó— dijo una voz masculina a lo lejos.

—Perfecto. ¿Tienes el número?

—Claro.

Ino alzó la cabeza al sentir la presencia de alguien más, y por un segundo creyó escuchar el tono de espera de un teléfono.

— ¿Inoichi Yamanaka?— alzó la cabeza un poco más, desesperada al oír el nombre de su padre— Hay alguien que quiere saludarlo...

Tuvo que ahogar un quejido de dolor cuando la tomaron por el cabello y le pegaron lo que parecía ser un teléfono en la oreja, asustándola.

— ¿Papá?— susurró con la voz quebrada, casi con recelo.

¡Ino!— la voz compungida de su padre le hizo soltar un sollozo involuntario— ¡Ino, hija, ¿estás bien?! ¡¿Dónde estás?!

— ¡Papá tengo mucho miedo!— lloró, sintiendo cómo las lágrimas humedecían la tela que le cubría los ojos— ¡Papá, ayúdame, por favor! ¡Sácame de aquí!

¡Sí, sí, cariño! ¡Por favor mantén la calma! Yo iré a buscarte...

—Suficiente.

— ¡No! ¡Papá!— gritó cuando le sacaron el teléfono de la oreja, intentando levantarse.

—Quieta— dijo una mujer, tirándole del cabello para obligarla a volver a sentarse en el suelo.

— ¡Quiero hablar con él! ¡Déjenme hablar con mi padre!

— ¡Te dije que te quedes quieta, maldita!— Ino sintió una fuerte bofetada que la aturdió, imposibilitándola de seguir luchando.

—Deja de golpearla y duérmela; no voy a estar batallando— dijo el hombre. Los gritos de su padre se escuchaban ahogados a través de la bocina.

—Sasuke dijo…

—Duérmela— repitió.

Ino sintió los pasos acercándose a ella y comenzó a retorcerse en el suelo, o donde quiera que se encontraba. Volvieron a tirar de su cabello para obligarla a alzar la cabeza y pusieron algo en su nariz. La primera inhalada fue como respirar ácido y el ardor en sus pulmones se incrementó.

Eso fue lo ultimo que supo de sí misma.

— ¿No se supone que debió despertar ya?— la voz de un hombre la despertó.

— ¿Seguros que no lo ha hecho antes?— preguntó otro.

Trató de no moverse; no quería que volvieran a golpearla, mucho menos volver a sentir aquel horrible ardor en su garganta, que de por sí ya se había incrementado.

—Karin la estaba vigilando— dijeron.

—No ha hecho nada, yo que sé.

— ¿La golpeaste?

—No— respondió la misma voz— Bueno... Tuve que.

—Y tú le pusiste más cloroformo.

—Por favor…

—Mira, pedazo de imbécil, me vas a decir si le…

—Sí, sí— intervino alguien para callarlos— Le pusimos cloroformo; estaba desesperada, pensé que si dormía un poco más se relajaría un poco.

Hubo un silencio roto únicamente por sus respiraciones.

—Tranquilos— la voz del hombre que habló era mas tranquila que las anteriores— Suigetsu, despiértala y dale un poco de agua. Y trata de conseguir que coma algo.

—El imbécil de su padre pagará lo que sea por volver a verla— rió alguien.

— ¿Cuánto le diste?

—Dos días.

—Entonces espera a que pasen. Inoichi Yamanaka no es un hombre que se quede de brazos cruzados. Ya veremos que hacemos con ella mientras. Sasuke, ¿Me acompañas?

Ino escuchó un par de pasos salir de la habitación, y estaba tan concentrada en tratar de escuchar su conversación que no se dio cuenta que alguien se había acercado a ella hasta que golpeó su mejilla. Soltó un respingo y trató de emitir algún sonido, pero le resultó imposible.

—Bebe— ordenó el hombre, quitándole la mordaza de la boca, y lo primero que Ino hizo fue apretarla con fuerza, relajada por fin de la presión.

Pensó un momento en escupir el liquido hacia el hombre, pero en cuanto el agua entró en su boca le fue imposible. Estaba sedienta, y el agua resbalando por su garganta quemada alivió ligeramente ese dolor.

—Déjame ir, por favor— suplicó en un susurro.

El hombre soltó una carcajada y después colocó algo entre sus labios. Ino los apretó con fuerza.

—Es comida, Princesa— dijo rudamente— No prometo darte otra cosa en mucho tiempo, así que más te vale que la comas.

Ino desvió el rostro, pero no pudo evitar tener que volver a enderezarlo; no fue su boca la que se abrió, sino la presión de la mano de aquel hombre obligándola a tragar lo que fuera que le estaba dando. Sabía a carne y limón.

Masticó rápidamente para poder hablar de nuevo.

—Por favor, mi padre les dará todo lo que quieran.

—Eso es exactamente lo que esperamos, así que quédate aquí y sé buena, preciosa.

El hombre palmeó su mejilla y de nuevo subió la mordaza; ella intentó negarse pero no pudo, y ni siquiera se había dado cuenta del hambre que tenía hasta que le habían dado aquel bocado de lo que fuera que había comido, dejándola con el estomago agarrotado esperando por más.

— ¿Crees que quiera dormir de nuevo?— preguntó otra persona, alertándola.

No, no por favor, pensó, encogiéndose en su lugar con temor.

—Deja de meterle esa porquería— gritó un hombre— Voy a ponerte para que veas lo que se siente. No queremos asesinarla, lo necesitamos viva.

—Sasuke, si dejas de darnos órdenes esto podría funcionar.

—Si dejan de ser tan idiotas, dejaré de darles órdenes, y esto funcionará.

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La chica lo miraba fijamente, sin intentar apartar la vista ni siquiera cuando le sostuvo la mirada de aquella forma.

— ¿Ya dejaste de intentar adivinar cómo o quién soy?— le preguntó, frustrado.

—No— respondió ella— No estoy tratando de saber quién eres.

—Come o me arrepentiré de haberte soltado.

— ¿Puedo ir al baño?

Sasuke posó su mirada hacia el plato de comida. Estaba casi intacto.

—No, no hasta que termines de comer eso— ordenó.

Ella bajó la mirada y se abrazó a sus rodillas. El joven Uchiha bufó, molesto. Había decidido liberarla unos minutos, para que sus músculos se destensaran. El amarre en sus manos ya le tenía las muñecas casi en carne viva, y supuso que ella querría ponerse de pie un momento, estirar las piernas o algo.

Había preparado huevos fritos con jamón y una pasta con salsa de tomate. No era una buena combinación, pero no tenía planeado que eso se convirtiera en un restaurante. Puso una botella de un litro de agua junto al plato y la observó comer casi todo el contenido mientras él sostenía el arma, apuntando directamente a su cabeza.

El cabello largo y rubio de la chica estaba enmarañado y sus mejillas sucias, pero, por alguna razón, no lucía mal.

— ¿Puedo ir al baño?— volvió a preguntar. Él gruñó por lo bajo y asintió con un movimiento vago de cabeza.

—Ponte de pie— ordenó, caminando hasta ella.

Tomó la mordaza en su mano y ella dio un respingo.

—No, no por favor— suplicó.

Sasuke frunció los labios; se sentía extrañamente piadoso ése día.

Pasó su brazo izquierdo por los hombros de la chica y cubrió sus ojos con la palma; no fue complicado, la chica era tan pequeña que su mano casi podía cubrirle todo el rostro. Sujetó el arma junto a su sien y lo guió hasta la salida; caminaron por la mitad de la casa hasta llegar al baño y entraron juntos. Él cerró la puerta con un pie y le descubrió los ojos. Ino inspeccionó el cuarto de baño rápidamente y después lo miró recargarse en la pared, junto al lavabo.

— ¿Qué?— inquirió, molesto— ¿Esperabas algo peor?

Ella no respondió a su pregunta, cosa que hizo que sonriera.

Esa casa estaba a nombre de Tobi Rinnen, una de las tantas identificaciones falsas de Obito; estaban fuera de la ciudad, rodeados de campos de sembradío, pero la casa estaba impecable y era lujosa. El baño era demasiado ostentoso para un nido de delincuentes, por eso no le extrañó que ella se sorprendiera.

Sus ojos seguían mirando fijamente los suyos.

— ¿Qué?— volvió a preguntar. Ella negó con su cabeza y se dirigió al retrete, preparándose para orinar; Sasuke giró el rostro hacia la puerta, dándole toda la privacidad de la que era capaz. Cuando terminó, Ino se levantó y se miró al espejo, soltando un gemido de horror.

— ¿Puedo tomar una ducha?— pidió, con la voz estrangulada y quebrada por el llanto que parecía reprimir. Sasuke negó con la cabeza— Por favor— suplicó. Sus ojos azules se tornaron brillantes y sus labios resaltaban de su pálido rostro de lo rojos que estaban.

—Tienes cinco minutos— masculló. Ella lo contempló un momento, esperando a que se retirara, y cuando se dio cuenta que eso no iba a pasar comenzó a quitarse la falda escolar, siguiendo por la sucia camisa. Sasuke volvió a hacer la vista a un lado; no era la primer mujer que vería sin ropa, pero no le pareció correcto observar.

Ino abrió la llave del agua en cuanto estuvo desnuda y metió su cuerpo rápidamente bajo la ducha. Él la contempló de reojo, notando su cuerpo de curvas pronunciadas, de pie; sobre todo reparó en sus grandes y redondos pechos, resaltando mucho más de su figura gracias a su esbelta cintura. Era demasiado menuda en comparación a él; su piel era tan blanca como la nieve y el fino vello que recorría sus poros era rubio, como su cabello, o un poco más oscuro. Sasuke se le quedó viendo mientras sus manos frotaban la barra de jabón por todo su cuerpo y limpiaba su cabello varias veces. Desviando la mirada, tomó una toalla seca y se la entregó.

De reojo la vio secarse y después meterse en su sucio uniforme de nuevo.

— ¿Algo más?— le preguntó, escueto. Ella negó, bajando la mirada y parándose junto a él.

Sasuke cubrió sus ojos y le puso el arma en la sien otra vez, regresándola a la habitación oscura de antes, y lo dejó libre de nuevo. Después de tomar agua, Ino volvió a sentarse en donde había estaba atada y elevó su rostro para mirarlo una vez más. Él sólo soltó un leve resoplido y caminó hasta ella para tomar las cuerdas y atarla al extremo de la cama. Ágilmente anudó sus muñecas, batallando un poco por la posición, pues el rostro de Ino estaba demasiado cerca del suyo, y aunque llevaba el pasamontañas puesto y sabía que no podía verlo, se sintió extrañamente nervioso. Tapó sus ojos y ella no replicó. Después anudó la mordaza detrás de su cuello y la subió hasta su boca.

—Oye— murmuró antes de que la silenciara. Él se quedó en silencio, con la mordaza en las manos— Gracias.

Asintió con lentitud, completamente descolocado, y puso la tela sobre sus labios.

—Si no haces nada estúpido— le dijo— puedo intentar dejarte libre por lo menos en esta habitación. Te vendría bien una noche en cama; aunque no sé exactamente cuánto tiempo estarás aquí.

Ella asintió con sumisión, provocando que un extraño hueco se formara en su estómago.

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Habían pasado cuatro noches ya, aunque Ino no podía saber exactamente cuando era una noche o cuándo un día. Pero sabía aproximadamente cuando porque había largas horas de silencio total, y por las mañanas todos despertaban, haciendo gran escándalo en la casa antes de llevarle algo para comer.

Le daban comida dos veces al día, aunque solo Sasuke la liberaba para que pudiera comer por sí misma.

En tan sólo cuatro días había logrado aprender los nombres de sus captores y reconocer sus voces. Eran cinco: Suigetsu, Karin, Jūgo, Obito y Sasuke. Cuatro hombres y una mujer. Por todo lo que había escuchado, Suigetsu y Karin eran una molestia, siempre estaban peleando entre sí y armando alboroto; Sasuke siempre estaba gritando e insultando a todos, aunque parecía ser el que más utilizaba la cabeza, y Obito siempre estaba callado, pero cuando hablaba todos lo escuchaban.

No le gustaban Suigetsu y Karin; ambos eran agresivos, sobre todo la mujer, y la presencia del hombre le incomodaba demasiado. Él sólo se quedaba a su lado, mirándola en silencio; Ino podía oír el sonido de su respiración briosa, como si todo el tiempo estuviera conteniéndose de hacer algo realmente estúpido. Le helaba la sangre.

A mitad del quinto día escuchó que todos llegaban agitados y nerviosos. No pudo entender muy bien, pero todos gritaban, y la palabra 'policía' se repetía una y otra vez; sin embargo, antes de que pudiera entender alguien la habían dormido.

Después de la sexta noche los había escuchado discutir con Obito sobre asesinarla.

Todos comenzaban a desesperarse.

Sintió unas manos toscas recorriendo sus piernas, obligándola a despertar, aterrada.

No quería llorar, pero no podía.

—Tranquila... Tú y yo podemos divertirnos un rato...

—No... Por favor...

Sintió una cálida y sucia lengua lamiendo el espacio entre sus senos, desabrochando su camisa poco a poco.

— ¡Suigetsu!

El hombre se detuvo, soltando una maldición ahogada.

—Seguiremos luego.

Ino lo escuchó levantarse y salir.

Quería irse de allí.

Quería que ya la dejaran libre.

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—Sasuke, te toca quedarte— dijo Karin en cuanto todo estuvo listo.

Él miró a Obito y este se encogió de hombros. Finalmente les dio la espalda y entró refunfuñando interiormente a la habitación.

La chica seguía tirada en el suelo, en su posición de siempre, pero al escuchar sus pasos levantó la cabeza, como si pudiera verlo a través de la tela en sus ojos. Su cuerpo se encogió como esperando algún tipo de tortura y Sasuke sonrió internarmente.

Sabía que estaba mal, pero algunas veces el sufrimiento de las personas despertaba algún tipo de monstruo en él.

Mientras se acercaba a ella escuchó la puerta cerrarse y los autos marcharse.

—Voy a liberarte— le avisó.

La cabeza de Ino se elevó rápidamente, como si hubiera reconocido su voz, inquietándolo levemente.

Se arrodilló para quitar el amarre en sus muñecas y después se colocó el pasamontañas mientras ella se retiraba las mordazas del rostro, mirándolo directamente a los ojos en cuanto recuperó la vista.

—Traje comida— dijo Sasuke, encogiéndose de hombros.

El plato con tres sándwiches estaba sobre la cama y estúpidamente le ayudó a ponerse de pie.

La cálida mano de la chica se sujetó a la suya y no la soltó hasta que pudo sentarse.

—Me duelen las piernas—se quejó. Aunque más que quejarse fue como un comentario.

—Veré la forma de mantenerte libre por lo menos en esta habitación, se me olvidó comentárselo a los demás.

— ¿Quieres uno?— le preguntó ella, elevando el plato de comida.

Sasuke guardó silencio y la contempló, parpadeando con confusión. Aunque probablemente se estaba muriendo de hambre, se había tomado la decencia de ofrecerle un sándwich, algo que nadie nunca en la vida había hecho.

Todavía algo aturdido, negó con la cabeza, pese a que en realidad hubiera querido aceptar uno, pero,1): ella debía tener tanta hambre como para comerse todo eso. Y 2): necesitaría quitarse el pasa montañas para comer.

Ella asintió, y delicada pero rápidamente terminó con los tres sándwiches.

—Bebe— le ordenó, entregándole una botella de suero sabor coco. No quería que terminara muerta de deshidratación antes de cobrar su rescate, después de todo.

Luego de terminar con más de la mitad del líquido, Ino se quedó mirándolo fijamente a los ojos.

— ¿Qué?— preguntó, incómodo.

— ¿Puedo preguntarle algo?— inquirió ella. Sasuke no contestó, por lo que la chica continuó:— ¿Van a…? ¿Van a liberarme?

—Estamos esperando a que paguen el rescate— respondió fríamente, recargándose en el clóset de madera.

— ¿Han hablado con mi padre?— le preguntó, bajando la mirada.

—Sí.

— ¿Puedo hablar con el?

Sasuke negó con la cabeza, acariciando el arma con su mano.

— ¿Por qué aún no me he ido de aquí?— murmuró— Escuché hace varios días que algo no estaba bien.

— ¿Seguirás haciendo preguntas estúpidas? ¿Por qué no te limitas a descansar? En cuanto lleguen los otros te inmovilizaré de nuevo.

Le dio la espalda y salió de la habitación, cerrando la puerta con candado. No le preocupaba que pudiara escaparse; la entrada tenía dos cerraduras y las ventanas estaban protegidas. Nadie vivía por los alrededores, así que por más que gritara no lograría nada.

Se suponía que ella estaría libre hacía tres días, pero su padre lo había complicado todo al involucrar a la policía.

Ino y él se quedaron solos hasta las nueve de la noche, tiempo durante el cual Sasuke había entrado a la habitación dos veces, una para darle comida y otra para llevarla al baño. La había dejado sin las mordazas, pero la hizo aspirar cloroformo para dormirla.

— ¿Puedo dormir en la cama?— le había preguntado, él obviamente se había negado— Por favor, puedes ponerme a dormir tú. Por favor. Quiero descansar un poco. Mi cuerpo duele demasiado...

Había rogado por que le colocara el cloroformo. Estaba tan ansiosa que ella mismo había presionado su mano fuertemente para que colocara la gasa en su nariz, quedándose dormida rápidamente, sujetando la mano de Sasuke y cayendo plácidamente sobre la cama.

El joven Uchiha se odió a sí mismo cuando se dio cuenta de que se había quedado demasiado tiempo junto a ella, con su mano sobre la suya y el brazo bajo su delicado cuello, en la misma posición de cómo la había ayudado a recostarse, oyéndola respirar con suavidad, aspirando su dulce aroma casi de forma inconsciente. Sin embargo se obligó a alejarse en cuanto escuchó el tumulto de autos afuera, saliendo de esa habitación como si nada hubiera pasado.

—Vas a quedarte hoy en esa habitación— le ordenó Obito cuando les dijo, a él y al resto del equipo, lo que había hecho.

— ¿Qué crees que somos? ¿Un hotel?— inquirió Suigetsu. Sasuke sólo lo miró, ceñudo; no lograba comprender como ese hombre podía ponerlo de tan mal humor.

—Tiene una semana durmiendo en el suelo, amarrada a una cama. No creí tan mala idea dejarla dormir a gusto una noche.

—No estamos para complacerla— se quejó Suigetsu, retándolo.

—La chica no tiene la culpa de que su padre sea un idiota— escupió. Todos se quedaron mirándolo fijamente.

—Pasaremos la noche aquí— Obito interrumpió el silencio— Karin, tú y Suigetsu preparen la bodega. Mañana tenemos cosas que hacer. Duerman allá, Sasuke y yo llegaremos por la mañana. Sasuke, necesitamos hablar.

Los hombres obedecieron, y cuando se marcharon, Sasuke y su primo se sentaron en la sala, muy tensos.

Por un momento, el joven Uchiha creyó que iba a decirle algo por su actitud con Ino.

—Tenemos un movimiento. Uno grande— comenzó.

Sasuke pestañeó, olvidándose de Ino. Su primo, Obito Uchiha, no le llevaba demasiados años, pero era uno de los hombres más astutos de los que tenia conocimiento que existían en el mundo. Nunca en su vida había tocado la cárcel, pero su expediente estaba mucho más sucio que el suyo y el cualquier criminal que conociera. Era respetado por todos, y su mente no dejaba de trabajar noche y día.

— ¿De qué se trata?

—Robar un banco— soltó—. No cualquier banco; será el Banco Konoha— Sasuke enarcó una ceja—. Hemos estado estudiándolo éste día, solo tenemos que trazar muy bien nuestros movimientos.

— ¿Cuándo?

—Un mes, por lo menos. Quiero que pienses en algo bueno. Sé que eres el más listo de todos nosotros. Así que mañana escucharemos tus propuestas. Por lo pronto, duerme un poco, mañana también nos cambiaremos a la Bodega. Este trabajo no está saliendo bien. Tenemos que terminarlo.

Sasuke se paralizó en su lugar, sintiendo que su corazón daba un golpeteo en su pecho, un golpeteo que jamás había sentido.

— ¿A que te refieres?— preguntó, cauteloso.

—Quizá la dejemos libre, no lo sé. Ahora mismo hay varios cazarecompensas buscándola. Tal vez la entreguemos nosotros mismos. Sé que no es una mala acción, pero de todas formas te encargarás de la chica esta noche. No quiero que se le ocurra hacer alguna idiotez.

—Tiene suficiente cloroformo para dormir toda la noche y parte de la mañana— le dijo despreocupado.

—Bueno, quédate con ella, no quiero accidentes.

Sasuke asintió; se puso de pie y caminó a su habitación, después de tomar agua regresó con Ino, que estaba dormida en la misma posición en la que la había dejado. Inspeccionó el lugar un momento, no había otro espacio en donde pudiera recostarse más que la cama. Se debatió entre bajar a la chica al suelo o meter un sofá de la sala.

Estaba cansado, así que lo único que hizo fue sentarse al lado de la chica; de esa forma podría sentir cualquier movimiento que hiciera; no en vano era conocido por despertar al menor indicio de actividad. Se quitó las botas y sacó el pasamontañas de su bolsa trasera. No pensó ni por un momento en dormir con esa cosa puesta. Retiró la camiseta de su cuerpo y recargó la escopeta que llevaba en la puerta. La pistola la colocó en el buró junto a la cama, al lado de donde se recostaría, y después le echó una mirada a Ino, dejándola allí sin darse cuenta.

El cabello rubio le caía alborotado sobre la frente, su pálido rostro se mostraba cansado e inexpresivo, y su respiración era acompasada mientras que los brazos caían plácidamente a sus costados. Sasuke tragó duro; nunca antes se había acostado con alguien más. Mejor dicho, nunca en su vida se había acostado en la misma cama con alguien dormido, y menos que él tratara de dormir en el mismo lugar que esa persona. Y peor aún, que fuera una adolescente a la que acababa de secuestrar. Aun así, se sintió extrañamente tranquilo y relajado en cuanto recostó la espalda desnuda en el colchón.

No había ni una sola manta para cubrirse, así que colocó su camiseta a un lado por si la temperatura nocturna llegaba a ser demasiado baja. Se dio media vuelta para recostarse bocabajo, pasó una almohada entre su brazo y el rostro y trató de dormir. Lo último que sintió antes de perder la conciencia fue el brazo desnudo de Ino rosando el suyo, y por alguna razón la sensación se quedó marcada en su mente; tanto que incluso soñó con ello.

Despertó cuando una respiración demasiado profunda resonó en sus oídos. Abrió los ojos rápidamente y su cuerpo se tensó casi de inmediato. Sasuke inspeccionó la habitación con la mirada, pero no encontró nada; entonces descubrió que la respiración provenía de la chica que dormía a su lado. O mejor dicho, sobre él. El cuerpo menudo y cálido de Ino Yamanaka estaba cómodamente recostado sobre su pecho, con un brazo atravesándole el pectoral y la pequeña mano derecha reposando en su hombro. Inconscientemente Sasuke tenía su brazo bajo el cuerpo de la chica, abrazándola. Y tensó mucho más el cuerpo, pero, extrañamente, no tuvo el valor para quitarse, y no supo porqué.

No recordaba cuando había sido la última vez que alguien lo había abrazado, o sí lo recordaba, muy en el fondo de su memoria. Sólo una persona. Solo había un abrazo en sus recuerdos, después de él nadie nunca lo había hecho. Su hermano. No era un recuerdo claro ni preciso; lo único que Sasuke recordaba era que su hermano mayor lo abrazaba como nadie. Y si así como sentía junto a Ino Yamanaka, con su cuerpo cálido e indefenso contra el suyo, se sentía como un verdadero abrazo; sus recuerdos no le habían hecho justicia.

La piel de Ino era cálida; su torso solo estaba cubierto por una pequeña camisa escolar, por lo que Sasuke podía sentir sus brazos desnudos y suaves junto a su propia piel. Su cálida mejilla estaba recostada sobre su pectoral izquierdo, y su respiración suave y acompasada rozaba sus costillas, casi haciéndole cosquillas.

Sasuke sólo se tensó una vez más, turbado. Sabía que debía quitarse, desde el momento en que había despertado, pero se sentía extrañamente bien tener a alguien entre sus brazos o sobre su cuerpo. Se sentía de maravilla, aunque esa persona estuviese inconsciente y muy probablemente lo odiara con todas sus fuerzas. Se sentía tan bien que por primera vez en su vida sintió miedo.

Nunca nadie lo había tocado. Cuando estaba con alguna mujer todo era sexo. Nunca había afecto ni caricias; Sasuke las odiaba, no podía soportar que una mujer que tocaba a otros hombres lo acariciase. Pero el tacto inerte de Ino se sentía cálido, y no sólo en cuestión de temperatura. No lograba comprenderlo, era difícil de explicar. Incluso su cerebro no lo entendía. Su cabello olía a fresa, como el shampú que había en el baño; la manera en que una de sus piernas se entrelazaba con las suyas era un poco incómodo, pero no le molestaba para nada. Es más, tener a Ino tan cerca le hacía desear que hubiese una persona que durmiera con él todas las noches, una persona a la que pudiera abrazar y besar; una persona a la que pudiera hablarle sobre cualquier cosa, decirle que se sentía mal, que le dolía la cabeza, o que sentía asco. Una persona a la que pudiera decirle que estaba enfermo para que cuidara de él, o que estaba desesperado. O que no lograba encontrar la salida al acertijo en su cabeza. Una persona a la que pudiera considerar familia. Mas Sasuke sabía que él no tenía suerte para eso. Su madre había muerto cuando tenía 6 años; su hermano, la única persona que realmente lo había amado, lo hizo cuando tenía dieciséis, a causa de una enfermedad. Su padre era un delincuente, un delincuente inteligente; y Obito, a pesar de tener su misma sangre, apenas podía ser considerado como un mero 'conocido' que no le agradaba. No había más que una relación laboral entre ellos. Nunca había tenido un amigo de verdad, nunca había tenido una novia, una pareja, ni nadie con quien hablar. Todo se limitaba a negocios, a su tipo de negocios. Y aunque pocas veces trabajaba en equipo, las personas con las que se relacionaba no eran como para entablar una conversación normal.

Nunca había tenido una conversación normal con nadie.

Y a sus 25 años, nunca había hecho el amor. Había tenido sexo, infinidad de veces, pero nunca había hecho el amor con nadie, ni siquiera se había detenido a pensar sobre si el amor existía, y jamás le había preocupado encontrarlo ni había pensando en eso. Y ahora lo hacía, con una adolescente que se recostaba sobre su cuerpo, una chica a quien le había arrebatado la libertad. Y eso estaba muy mal.

Aun así, se quedó recostado en la cama, sintiendo su calor contra el suyo hasta que escuchó ruidos fuera que lo alertaron.

Lentamente y sin querer despertar a la chica se levantó de la cama, se volvió a vestir y tomó sus armas. Antes de salir, colocó cloroformo en la gasa y la puso bajo la respingada nariz de Ino unos segundos.

—Lo siento— murmuró. Y claramente las palabras resonaron en su mente una y otra vez.

Se espabiló rápidamente y salió del cuarto, escondiendo el mar de emociones que lo embargaban bajo su habitual máscara de frialdad. Fuera, en la sala, encontró a su primo, Obito, bebiendo alguna cosa en una copa negra.

—Nos vamos a la Bodega— le dijo—. Llévate a la chica, tenemos muchas cosas que planear hoy.

— ¿Puedes hacerte cargo de ella?— le preguntó, impaciente—. Necesito pensar algunas cosas. Estar solo.

Obito lo miró fijamente un momento, pero después sonrió, taimado.

Sasuke tuvo la impresión de que debía creer que su palpable ansiedad tenía algo que ver con su plan por asaltar un banco. Pero no. Su impaciencia era meramente personal. Y estaba fastidiando su existencia. Nunca había necesitado pensar a solas.

—Sube a la chica al coche— le ordenó el hombre.

Sasuke regresó a la habitación para tomar el cuerpo inmóvil de Ino y lo cargó con facilidad.

—Acabo de colocarle cloroformo— le explicó a su primo cuando pasó junto a él. Obito gruñó algo indescifrable, se subió al coche y abrió la cajuela, pero Sasuke no se dirigió allí, sino que se las arregló para abrir la puerta trasera y colocar a Ino sobre el asiento. El otro hombre lo miró por el retrovisor, pero no dijo nada. El más joven cerró la cajuela y subió a su coche, conduciendo hacia el único lugar en el que era capaz de pensar con claridad: el bosque.

La soledad lo calmaba; la desolación del paisaje silvestre siempre había sido como un bálsamo para sus preocupaciones. Los bosque de la Prefectura Kanagawa eran lugares inhóspitos; la gente siempre prefería la costa antes que la vegetación salvaje. Eso estaba bien para Sasuke; odiaba las multitudes.

Avanzó a paso de trote por la tierra desnivelada hasta que llegó a una pequeña formación circular de troncos caídos y abandonados. En algún tiempo, alguien debió cruzar por allí y los había dejado para quien quisiera usarlos. El lago debió estar lleno de personas, animales o campistas que buscaban la misma tranquilidad que él. O lo que fuera. Pero el tiempo pasaba, y aunque las personas desaparecían, la naturaleza se quedaba. Esa era una ley de la vida. Y le fascinaba.

El clima en el interior de la llanura siempre era frío. El lago corría con rapidez no muy lejos y había varios pequeños cúmulos de cenizas donde algún día los campistas habían encendido una fogata. La luz de la mañana apenas estaba despertando a las criaturas del bosque con sus tímidos rayos, cegados por los enormes árboles de madera oscura.

Sasuke se dirigió al lugar de siempre dando algunos trompicones.

Escaló unas cuantas rocas y se sentó sobre un pequeño risco al extremo izquierdo del lago, donde siempre podía disfrutar de una vista espléndida. En ése lugar el sol le alcanzaba la espalda, pero seguía emitiendo un suave calor matutino, así que no le molestó; siempre se acomodaba en el borde del risco, con los pies colgando hacia el precipicio de no más de veinte o treinta metros en una caída directa al agua helada y más rocas.

Varias veces había evaluado la opción de dejarse caer. Solo serían algunos segundos en que el aire se rompería contra su cuerpo, y después nada. Todo acabaría. Pero nunca había tenido el valor para hacerlo.

El aire soplaba con mayor frecuencia allí arriba y le zumbaba en los oídos, aturdiéndolo ligeramente.

¿Qué diablos pasaba con él?

No era necesario escarbar mucho en su mente para descubrirlo; de hecho, eso ya llevaba varios días rondando sus pensamientos.

¿Qué había de diferente ahora que las veces anteriores?

La primera vez que había asesinado a alguien fue a un sujeto que se hacía llamar así mismo Orochimaru, un pedófilo que se dedicaba al tráfico de niños. Sasuke no se había tentado el corazón en ningún momento. Ni siquiera cuando su rostro estaba completamente desfigurado.

Jirōbō, asesino y violador de mujeres; Tayuya, fue la primera y la única chica a la que le arrebató la vida. Era eso o dejar que asesinara a los tres niños secuestrados por ella misma. Regresó a los niños y se quedó con la recompensa que Tayuya ya había cobrado; Killerbee, o lo asesinaba o dejaba que lo asesinara él. Kimimaro Kaguya, fue el primer miembro de su equipo al que le quitó la vida. No había sido una decisión difícil, o lo dejaba morir o morían los dos. De todas formas, nunca se había arrepentido. Era un sujeto demasiado extraño.

Sasuke casi siempre se esforzaba por recordar sus nombres, así como algunos efectos colaterales de los hechos: si no morían por sus manos, no era necesario recordarlos. Aun así, nunca había asesinado a un inocente. Todos eran criminales. Él lo era, y no le molestaría que alguien lo asesinara para impedirle hacer una estupidez.

Ahora sentía como si su mundo estuviera tambaleándose sin control. Antes de Ino Yamanaka nunca había secuestrado a alguien inocente, nunca había robado a alguien que no se lo mereciera. Nunca había violado o torturado. Y si alguna vez le hacía alguna de esas cosas a una persona inocente, sabía que no le importaría que le quitaran la vida por defenderla. Pero nunca iba a suceder.

No creía en esa idiotez de que el fin justificaba los medios. Aunque sus víctimas eran siempre unos malditos, no se justificaba a sí mismo. Era perfectamente consciente de que lo hacía no estaba bien, pero se alegraba de darles de beber un poco de su propio veneno.

El padre de Ino era una pez gordo del gobierno; su familia era dueña de las farmaceúticas más importantes de Japón y toda Europa, con sedes en Alemania y el Reino Unido. Era un hombre astuto, asquerosamente rico e inteligente. Se lo relacionaba directamente con el tráfico de éxtasis y LSD en la mayor parte de Europa, y se sabía que era el encargado de lavar dinero de la mafia a través de sus laboratorios farmacéuticos, así como de la compra de armas de guerra de la ex Unión Soviética a través de su tío, un cónsul ruso, ex general de la Unión. Era un hombre deshonesto, que lucraba con la degradación de la sociedad.

Pero su hija… Su hija era todo lo contrario. Ino era inocente, y él mismo había arruinado su vida.

Sabía que Ino no tenía porqué estar allí. No debería estar pasando por eso.

Y ahora, que su corrupto padre había ofrecido tanto dinero por su rescate, no dudaba que de verdad la amaba, pero eso no disminuía sus ganas de cortarle el cuello. Al padre, por supuesto. Jamás tocaría a Ino.

A ella debían dejarla libre.

Supo que era hora de irse cuando el sol se escondía frente a él. Sasuke odió la manera en que el tiempo pasaba cuando estaba allí.

No tenía hambre, ni sed, ni cansancio, ni sueño, pero tuvo que obligarse a marcharse. Se suponía que Obito tenía planeado algo para esa tarde, y se había pasado todo el día en el bosque.

No le importó que lo estuvieran esperando molestos. Estacionó el coche en el garaje y entro a "la Bodega", que consistía solo en dos habitaciones, una grande en donde se encontraba una cama en el extremo derecho, un gran escritorio en el centro y dos computadoras, un coche y un mural lleno de papales y trazos. En la otra habitación había una pequeña cocina. Y un baño. Dentro, sentados junto al escritorio, lo esperaban Suigetsu y Karin.

Sasuke buscó a Ino con la mirada de inmediato. Estaba amarrada a uno de los tantos muros de la Bodega.

—Pensé que no llegarías nunca— se quejó Suigetsu, poniéndose de pie.

Sasuke sólo lo ignoró.

— ¿En dónde esta Tobi?— preguntó.

—En casa— respondió Karin mientras jugaba con una jeringas—. Estuvo esperándote todo el día. Nosotros también, Sasuke-kun. ¿Estás bien?

—Tenía cosas que hacer— dijo, sin la intención de darles explicaciones.

—Te vas a quedar con ella esta noche— escupió Suigetsu, señalando a Ino con la barbilla— Tuvimos que estar aquí todo el maldito día por tu culpa.

Sasuke se encogió de hombros.

—Nos vemos por la mañana, espero que ahora sí esté dispuesta la Princesa— dijo Suigetsu antes de salir, provocando que Sasuke gruñera con irritación. Sabía que su compañero tenía un cerebro pequeño, pues hablaba a lo estúpido y no le importaban las consecuencias, por eso lo único que hizo fue sonreír con sorna.

Sasuke se sentó en una silla y colocó los codos en el escritorio mientras los demás se marchaban, y no se levantó hasta que el sonido de los motores desapareció. La puerta de la Bodega se cerraba por dentro, así que colocó los tres candados y las cuatro cerraduras y se encaminó a la cocina. Preparó un sándwich de pollo frío y lechuga y se dirigió hasta Ino, cuyo cuerpo se encogió al escuchar sus pasos. Ante la extraña acción Sasuke frunció el ceño; apenas iba a decirle que era él, pero el rostro de la chica lo dejó sin aliento. Ino tenía sangre en la mejilla derecha, sangre que había brotado del corte en sus labios.

— ¿Te golpearon?— preguntó, como si no fuera obvio. Ella asintió— Malditos imbéciles— escupió. Sin pensarlo dos veces desató sus manos. El amarre estaba tan apretado que las muñecas de la chica estaban casi en carne viva y llenas de sangre— No te muevas— le ordenó; le quitó la mordaza de la boca y mojó la tela metiéndola en el vaso de agua que llevaba en la mano; casi sin pensarlo le limpió la sangre de la mejilla y le dio un delicado masaje en en el labio. Toda la sangre estaba seca, pero la hinchazón aún era muy notoria en su labio inferior. Sasuke de pronto se dio cuenta de que sus propias manos temblaban. De coraje— ¿Quién fue?— le preguntó en un gruñido casi bestial.

—No lo sé— respondió ella, con la voz entrecortada y ronca.

— ¿Obito?

—No. Él se fue desde temprano— sollozó— Creo que fue la chica…

La respiración de Sasuke se cortó de golpe. Apartó la tela de los ojos de Ino y arrojó el trapo a un lado. El crujido de sus dedos al encrispar los puños resonó en toda la habitación.

— ¿Comiste?— inquirió, intentando calmarse.

La chica negó con la cabeza, manteniendo la mirada baja.

Sasuke bufó y se peinó el cabello hacia atrás con una mano.

—Toma— le entregó el sándwich que había preparado para él; estaba mordido, pero a ella le importó. En ningún momento sus ojos se cruzaron con los de Sasuke mientras comía.

—Voy por un poco de agua— le avisó. Tomó una botella del pequeño refrigerador y regresó con Ino, que seguía sentada en el suelo.— Siéntate en la cama— murmuró, extendiéndole una mano para ayudarle a levantarse. Su pequeña mano blanca se apoyó en la suya, y con dificultad se sentó en la cama— Voy a estar fuera— avisó—. Quizá quieras darte un baño o lo que sea.

La dejó sola porque no podía soportar estar junto a ella en esos momentos. No le importaba que intentara escaparse o algo como eso, por que era imposible que lo hiciera en ese lugar. Abrió la puerta y se sentó en la jardinera que estaba en la entrada. La noche era tranquila y muy oscura; hasta que estuvo fuera se dio cuenta que no llevaba nada cubriendo su rostro. Pero a esas alturas ya no le importó.

Recargó la espalda en la pared y cerró los ojos. Cuatro horas después el sonido de un golpeteo en la puerta lo despierta.

— ¿Sasuke?— preguntó la suave voz de la chica en el interior de la Bodega. Escuchar su nombre de sus labios le causó una extraña sensación de placer.

— ¿Si?

— ¿Puedo acostarme en la cama?

Un minuto de silencio, y después respondió:

—Sí.

— ¿Vas a dormir aquí?— inquirió Ino.

—Sí.

— ¿Vas a dormir dentro?

—Solo hay una cama. Y ahí dormirás tú.

—Ayer no te importó que durmiéramos juntos— dijo.

Sasuke sintió su respiración cortándose y su corazón golpeteó dentro de su pecho, su espalda se tensó y se levantó de la jardinera. ¿Ella se había enterado? ¿Alguien más lo había sabido?

Se quedó callado.

— ¿Vas a entrar?— insistió la chica—. Puedes dormir ahí, yo dormiré en el suelo— rogó; Sasuke abrió la puerta y la miró, de pie frente a él, con el cabello húmedo y las mejillas rojas. No había rastro de suciedad en su cuerpo, excepto por su desgastado uniforme escolar. Sus ojos verdosos inspeccionaron su rostro un momento pero después bajó la mirada.

—Acuéstate, en un momento regreso— y cerró la puerta de nuevo; sabía que en el coche llevaba una maleta con ropa. Sacó una camisa y un pantalón y regreso al interior de la Bodega. Ino estaba sentada en la cama, con la mirada fija en sus muñecas lastimadas— Toma— arrojó las prendas junto a ella— Vístete— ordenó.

La chica sujetó ambas prendas entre sus manos y después levantó el rostro para mirarlo.

Sus ojos azul-verdosos estaban brillosos y su labio seguía inflamado. Sasuke pensó que se iría al baño, pero no. Se quitó la camisa, se dio la vuelta para deshacerse del sostén, y se colocó la suya.

—El pantalón es demasiado grande— le explicó cuando miró la prenda en la cabecera de la cama. Él se encogió de hombros y se dejó caer a su lado de la cama, aceptando su invitación de dormir en ella. Ino se levantó y cuando estaba a punto de sentarse en el suelo él la detuvo.

— ¿Qué haces?— preguntó.

—Tú dormirás en la cama…— respondió, confundida.

—Ayer no te importó dormir en la misma cama que yo— repitió sus palabras.

No estaba seguro, pero creyó ver una ligera sonrisa en sus labios.

La chica lentamente se recostó a su lado. La cama era mucho más pequeña que la de la casa anterior, así que era imposible que sus cuerpos no se tocaran.

— ¿Puedes ponerme cloroformo?— le preguntó Ino.

—No. Duérmete.

—Por favor— suplicó—. No puedo dormir bien.

—No— se negó una vez más, molesto—. Te hará daño.

Ino suspiró y se quedó en silencio.

Sasuke se recostó sobre su costado izquierdo, dándole la espalda, y se preparó para dormir.

oOo


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Continuará...

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N del A:

Espero que hayan disfrutado de esta nueva adaptación. Como ya sabrán, la idea original no es mía, yo sólo la adapté al mundo SasuIno.

¿Qué les pareció? La historia original consta de 5 capítulos, y está será igual.

Nos leeremos pronto!

Saludos,

H.S