Disclaimer: HARRYPOTTERNONOSPERTENECEYHACEMOSESTOSINFINESDELUCRO.

Personajes: James S. Potter y Teddy R. Lupin

Rated: K+


Ventajas

Era una preciosa tarde de verano en La Madriguera. La familia Potter se encontraba sentada alrededor de la mesa de la cocina junto a los señores Weasley, charlando animadamente.

La mesa estaba abarrotada de cosas, frutas, tostadas, panecillos, mermeladas, tazas y un viejo juego de gobstones que Lily y Albus se habían rehusado a dejar de jugar. Sus padres habían intentado que quitaran el juego, pero los complacientes abuelos Weasley decidieron que en realidad no importaba demasiado, aún cuando alguno de los niños perdía y la sustancia fétida les saltaba a la cara. James no consideraba muy interesante el juego, o eso se decía a sí mismo por haber quedado fuera de la ronda.

Los adultos comenzaban a penas una conversación típica de mayores, algo sobre el Ministerio y las noticias del diario. A James tampoco le agradaba la idea de involucrarse en una charla como esa, siendo que podía gastar su tiempo en algo más divertido. Como el Quidditch.

Para James, muy pocas cosas se acercaban a la gran dicha de volar en su escoba de carrera. El único problema era Teddy.

—¡No te cuesta nada aceptar! ¡Será divertido!

Teddy dirigió su mirada hacia los adultos, de verdad quería formar parte de esa conversación. A fin de cuentas en septiembre comenzaría sus estudios para ser rompedor de maldiciones, y había conseguido un trabajo de verano en el Callejón Diagon. Ya no era un niño.

—No lo sé, Jamie. Tal vez más tarde —decidió decir, esperando no contrariarlo.

James bufó. No le gustaba cuando lo ignoraban. Quiso ser respetuoso y darle el tiempo que necesitara, pero la verdad era que el muchacho no podía resistir mucho tiempo con la atención de todos alejada de lo que le importaba. Además, un James Potter aburrido es algo peligroso.

—Eres un miedoso. No me aceptas el reto porque sabes que perderás contra mí.

Teddy se congeló a medio camino de agarrar su taza de té. Lentamente se giró a mirarlo, James lo miraba con ojos brillantes y una sonrisa torcida.

—Si tanto miedo tienes, con mucho gusto te dejaré ganar o al menos te daré una ventaja —agregó el niño.

Teddy empezó a reír entre dientes, incrédulo. Apresuradamente se tomó el resto de su té de un trago y se levantó de la silla. ¿Cómo podía dejar que un niño creyera que él necesitaba que lo dejaran ganar? Ya le mostraría que el que lo necesitaría sería James.

—Aceptaré, pero no será necesaria ninguna ventaja para que patee tu trasero, Potter.

James mostró todos sus dientes al sonreír, triunfal.

—No muy alto, chicos —les dijo la señora Potter observándolos por encima de su taza.

Ambos asintieron con la cabeza y salieron despedidos en dirección a la parte de atrás de la casa. Rápidamente tomaron las viejas escobas de sus tíos del cobertizo y se dirigieron hacia el pequeño prado que tenían los Weasley, rodeado de árboles frutales que usaban para ocultar las escobas de la vista de cualquier muggle que se hubiera perdido de camino al pueblo.

James tarareaba una canción de aliento que sus amigos y compañeros de Gryffindor inventaron para el equipo. Teddy ponía los ojos en blanco.

—Cantar no va a salvarte —dijo el metamorfomago sonriendo a algún punto en la distancia—. Después de todo, no le sirvió al equipo de tu casa en el partido final de temporada.

El rostro de James enrojeció hasta las orejas. Infló las mejillas, buscando un comentario inteligente, pero Tedy lo interrumpió.

—Morderás tus palabras, Potter.

Acto seguido, el mayor ubicó la escoba entre sus piernas y pateó el suelo para elevarse al cielo. James sacudió la cabeza con exageración y su mirada se tornó competitiva.

—Eso ya lo veremos, Lupin.

Los muchachos comenzaron a dar vueltas alrededor de su improvisado campo de juego y a hacerse pases con la vieja pelota Weasley para entrar en calor. James adoraba esa Quaffle que sus tíos habían comprado cuando él era muy chico en una tienda de segunda mano, pensaba que cada uno de sus desperfectos guardaba una historia fascinante. Y es que nada que tenga que ver con el Quidditch puede ser aburrido, aquella pelota era una reliquia.

James había aprendido las técnicas de la mano de los mejores, según su opinión, y quien siempre estuvo ahí para jugar con él era Teddy. Era por eso que ambos se acoplaban inmejorablemente al otro, casi sin mirarse podían hacer jugadas impresionantes, en perfecta coordinación. De haber pertenecido al mismo equipo, habrían sido imparables. Pero Teddy era un tejón, y James un león.

Luego de un rato establecieron cuál sería el desafío en aquella oportunidad: ambos tendrían que tirar a los aros, veinte tiros cada uno. Quien más puntos hiciera al final sería el vencedor.

Teddy sonreía para sí mismo, disfrutando por anticipado su victoria. No por nada era el mejor guardián que Hufflepuff había tenido en siglos. James también mostraba su confianza, no había nada que se le diera mejor que el Quidditch -excepto, tal vez, molestar a Albus-. Pero, al cabo de unos minutos toda esa confianza se fue convirtiendo en inquietud, dado que a Teddy le fue muy fácil tomar la delantera.

—¿Qué es lo que decías, Jamie? —Se burlaba Teddy tras desviar de los árboles, que representaban los aros, una pelota lanzada por James—. ¿Que me darías ventaja?

El menor bufó.

—¿Y qué es lo que crees que he estado haciendo? —Preguntó con los dientes apretados, tratando de que no se le note la rabia.

Teddy rió suavemente y cambió lugares con James para hacer su noveno tiro.

—No tienes con qué alcanzarme, podría continuar haciendo esto todo el día.

—Sólo lo dices porque no estoy jugando en mi máximo nivel.

A James le hervía la sangre, el mayor solía definir aquel estado como la combinación de genes Weasley-Potter. Aún riendo, Teddy, arqueó el brazo con agilidad y soltó la pelota. James sintió el viento agitar su pelo, no llegó a pestañear siquiera, oyó el golpe de la pelota contra el suelo, supo que Teddy había anotado otro punto. Eso los dejaba noventa a sesenta. No era del todo justo, él había sido guardián durante toda su vida, James nunca fue bueno defendiendo; no podía competir contra ello, pero tampoco sabía rendirse.

—¿¡Qué esperas para jugar con todas tus energías!?

El grito de Teddy llegó a sus oídos como un eco mientras bajaba en picada para buscar la pelota, al tomarla dio la vuelta y regresó en un parpadeo, cambiando de lugares con él. James tiró, furioso, y Teddy no logró alcanzar la pelota, se le escabulló entre los dedos dejándolo impresionado.

—Recuerda que mamá y papá me enseñaron todos sus trucos —le sonrió James, recuperando la confianza.

Teddy torció una sonrisa, le brillaron los ojos y su cabello cambió de color, sin previo aviso, de un azul eléctrico a un rojo vivo. James apostaría todos sus galleons a que el chico no había notado el cambio.

—Sabes que a mí desde más tiempo.

James alzó ambas cejas.

—De modo que ya lo aceptaste, te estás poniendo viejo —observó, altanero.

—Déjate de chistes malos.

Fue el tono de su voz lo que indicó a James que había puesto el dedo en la llaga. Al siguiente tiro, Teddy envió la pelota tan lejos de los aros que le dio a James una idea: distraerlo podría ser su única oportunidad de tomar ventaja.

Así fue como James dio vuelta el marcador, teniendo a Teddy cambiando el color de su cabello sin darse cuenta, de rojo a verde, de verde a morado, de morado a naranja, y así. Con trampas llegó a pasarlo 120 a 100, recordándole algunas situaciones vergonzosas.

Tan solo quedaban cinco tiros a cada uno. Atardecía y Teddy tenía la cara tan roja como el mismo arrebol. James ya estaba saboreando su victoria, y ahora cantaba la canción de su equipo con todas las ganas. Fue entonces que Teddy recobró la compostura.

—¿Así que te presentarás? —Le preguntó de repente—. Al equipo de Quidditch, ¿harás la prueba?

—¡Por supuesto que sí! Gryffindor ganará la copa.

—No le ganarán a mi casa.

—Pues tú no vas a estar para defenderlos.

—He dejado mis enseñanzas.

Sonrió, fue tétrico. James, que había estado relajado hasta el momento, se tensó por completo, el pelo de Teddy ahora se coloreaba en amarillos y negros. Años después, James recordará ese tiro como el mejor tanto que Teddy Lupin ha hecho en su vida, pero claro que defenderá su lugar y contará que hizo todo lo que pudo por evitarlo, cuando en realidad lo único que sintió fue temor a que la pelota le quebrara la nariz.

James no logró recuperarse a tiempo, desperdició tres tiros seguidos. Teddy, por el contrario, aprovechó los tres. 130 a 120 a favor de Lupin. Se sintieron volver al principio del día. James estaba decidido a revertirlo una vez más. Solo quedaban dos tiros, no podía perder.

El joven Potter trató de no ponerse ansioso, no era tan difícil después de todo. Respiró profundo, serenándose, mientras acariciaba el raído cuerpo de la quaffle con sus manos. Inspiró, sintiendo el aroma del cuero entremezclando con el dulzor de los árboles frutales. Exhaló suavemente, dejando que la brisa del verano le acariciara el rostro. Cuando abrió los ojos Teddy ya no le pareció tan imponente, era simplemente su hermano mayor en una casual tarde en la Madriguera. No tenía por qué estar nervioso, él podía vencerlo.

Súbitamente, se lanzó en dirección a Teddy y lanzó la Quaffle casi con delicadeza. La pelota pasó limpiamente por el agujero justo sobre la coronilla de Lupin. James sonrió ampliamente mientras su hermano lo miraba con una mezcla de orgullo y rabia algo extraña en su rostro.

El chico voló en su dirección con la Quaffle entre sus manos.

—Vuela, vuela, Potter. Esta no la vas a atajar —murmuró entre dientes mientras James reía a carcajadas.

Al minuto siguiente la pelota reposaba abrazada al pecho del menor. James no sabía qué le había pasado a Teddy pero había enviado la Quaffle directamente a sus brazos. El chico parpadeó sorprendido y miró a su hermano con las cejas levantadas. A Teddy le dio un tic en el ojo derecho.

—Último tiro, Potter, no te dejaré ganar. ¡Vamos, suelta esa Quaffle de una vez! ¿O piensas invitarla a salir?

Teddy rió histéricamente de su mal chiste.

—Ni que yo fuera el tonto de David Quick y la pelota fuera Victoire.

Lo dijo de mala gana, recordando el rostro enfadado de su prima por haberlos interrumpido. Teddy frunció el entrecejo.

—¿Quién es David Quick?

James abrió grande los ojos, de todas las personas en el mundo habría creído que Teddy fue el primero en enterarse de aquella noticia.

—¿No lo sabes? —Casi se rió, preparando el brazo para lanzar la pelota—. Es el novio de Victoire.

—¿¡Su qué!?

James lanzó la pelota. Y, en vez de atajarla, Teddy la esquivó. Corrió todo su cuerpo a un costado para ver a James a la cara. La pelota pasó por entre los dos árboles marcando el tanto que posicionaba a James diez puntos arriba. El menor alzó las palmas hacia arriba y torció los brazos sin entender qué acababa de pasar.

—¿Qué estás haciendo? ¡No tenías que darme ventaja! ¡Yo podía ganar por mi cuenta!

Teddy no contestó, descendió en busca de la pelota. James siguió protestando, colocándose en el lugar del guardián.

—Si erras a propósito me molestaré —le dijo al verlo regresar.

—No voy a perder.

Su tono fue tan serio que James creyó que estaba olvidando que aquella era una práctica y no un verdadero partido. Teddy presionó con fuerza la Quaffle entre sus dedos, inhaló hondo y expulsó el aire como en un gruñido. James vio perfecto cómo preparaba su lanzamiento, y lo dio todo por detenerlo. No iba a dejar que Teddy le ganara, incluso aunque hubiera sido por darle ventaja, iba a esforzarse por merecer la victoria.

La pelota salió despedida de la mano izquierda de Teddy, James lo vio todo en cámara lenta. Podía ser un mal guardián pero esa vez, con todos sus sentidos al máximo, lo lograría.

Sintió el cuero de la Quaffle tocando sus dedos, y acto seguido el duro golpe de la pelota contra un árbol. Se giró de inmediato para verla traspasar su aro y marcar el resultado definitivo. Un empate.

—¡Niños! ¡La cena está lista! —Se oyó al señor Potter gritar.

—¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO! ¡Desempate! ¡Desempate! ¡Hay que desempatar! ¡Lo hiciste a propósito! ¡Edward Remus Lupin! ¡Ni se te ocurra bajar de tu escoba!

Los gritos de James fueron en vano. Su padre volvió a insistir y Teddy obedeció, riendo por lo bajo. James seguía protestando aún cuando habían dejado las escobas en el cobertizo.

—Tendremos una revancha otro día, no te preocupes, el verano es largo.

—¿Por qué no atajaste mi último tiro? ¡Ugh! ¡Fue tan injusto! ¡Yo no necesito que me des ventaja! La próxima vez no habrá ventajas para nadie.

Teddy le despeinó el pelo con la mano.

—Es un trato —le dijo, James se cruzó de brazos—. Jugaremos limpio. Aquí nadie será como David Quick.

James puso los ojos en blanco.

—A ese le hubiera dado una patada si Victoire me lo hubiera permitido. Cerdo tramposo.

—No creo que Victoire sea de salir con cerdos tramposos.

—Yo tampoco lo creía, pero salieron, juro que los vi —negó con la cabeza lentamente y suspiró—. ¿Tu qué crees, papá? ¿A Victoire le gustan los cerdos tramposos?

Teddy le dió un fuerte codazo en las costillas haciendo que el menor ahogue un grito de dolor. La risa del señor Potter los distrajo un momento.

—Bueno, Dominique asegura que en realidad sólo salieron una vez, ya saben, nada de qué preocuparse.

Los muchachos quedaron boquiabiertos, mirando al señor Potter fijamente. Él por su parte sólo rió y les guiñó un ojo mientras entraba a la Madriguera, dejando a los chicos paralizados de sorpresa en el jardín.


Gracias por leernos, nos encontramos en el siguiente capítulo.

No duden en dejar su comentario.

Olivia&Lils