AVISO: Yaoi HARD, palabritas sucias y mal pensamientos varios.

¡Ciao~~! ¿Qué tal? Regreso con este fanfic muy cortito, de puro humor y yaoi hard. Alma de Torero será muuucho más largo, en cambio, este serán apenas 15 caps… o menos. Van a ser más o menos cortitos (15 pags o así) y cargado de yaoi.

¡Disfruten~!


Capítulo 1: Gatos lindos, ruiditos sexys y un final raro


· · ·


—¡OH DIOS! ¡FRANNY, GIL! ¡MIRAAAAAAAD! — un chico de apenas diecisiete años estaba sufriendo un ataque. Un ataque de los serios. De esos que te chupan la energía y te dejan muertos.

Bueno, el chico tenía motivos para morir deshidratado. Y es que dos gatitos estaban durmiendo en una cajita. Uno de ellos tenía unos ojos grandes y oscuros, pelaje blanco con manchitas color café con leche y un gracioso rizo. El otro tenía ojos claros como la miel, pelaje blanco como su hermano sólo que a manchas más oscuras y un rizo levantado. Lo gracioso es que los dos gatitos estaban colocados de tal forma que parecían reivindicaban el orgullo gay; los dos ricitos, unidos y desde una perspectiva determinada, hacían la forma de un corazón.

—¡JODER! ¡QUÉ LINDOOOOO~! — el chico se habría muerto feliz, ahí, en la acera y tan contento. Buscaba nerviosamente su teléfono — ¡FOTO, FOTO! ¡ESTO VA PARA EL INSTA!

—¡Qué poco asombroso eres, mein freund! — pronunció el albino. El chico de ojos verdes estaba sacando fotos a los dos gatitos dormidos, babeando y muriéndose. El albino se puso al lado de su amigo, suspirando, mientras veía a los dos gatos — Deberías fotografiarme a mí, Antonien. ¡Soy mucho más guapo, más sexy, más interesante y asombroso que esos dos gatos!

—Pues no — responde al instante el chico de ojos verdes.

—¡Tú te pierdes mi genialosidad! — bufó el albino. La verdad es que no le veía la gracia a los gatos. Prefería a los perros, sobre todo grandes.

Mon ami, creo que cada día te estás volviendo más gay — musitó el francés, deleitado por la idea. "F-fran, c-cómo soy nuevo en esto, trátame bien… ¿v-vale?". Oh Dios. La imagen de tener a Toñito diciendo eso, sonrojado y dispuesto bajo él, o quizás algo como: "Fran, déjate de gilipolleces y fóllame YA". Joder, que imagen más sexy, más apasionada… sólo le daban ganas de darle lo suyo, de pe… bueno, mejor paraba que si no iba a tener una erección en medio de la calle.

—Se la mandaré a Kiku, que le gustan las cosas lindas~ y también a Feliks y a Eli, que seguro que se mueren como yo — rió, divertido con la idea — ¡Oh, cierto! A Tino también, que le gustan mucho. Y a Yao-

—¡I! — tosió el francés.

—¿Qué mierda ha sido eso? — preguntó el albino.

—Nada, mon ami, nada — rió Francis, nervioso. Desde que Elizabetha le había enseñado aquel juego de palabras, no podía volver a ver al chino de la misma manera.

—Hey, mirad… - Antonio se acercó a la caja. "No tengo dueño~ ¿querrías serlo tú?".

Que alguien llame a una ambulancia.

Sólo de imaginarse a esos gatitos con la cara triste, maullando y pidiendo que lo llevasen a su casa lo mató, revivió y lo remató. ¡JODER! ¡Es que era una visión demasiado linda! Sin pensárselo dos veces, Antonio cogió la caja.

—¡Eh, eh! ¿Qué haces? — dijo Gilbert, extrañado.

—¡Llevármelos a casa! — dijo, determinado.

—¡Non, non! — se negó el francés — No se pueden traer animales, ¿lo recuerdas?

—Pero nadie se enteraría… ¡será nuestro secreto! — Antonio puso ojos de cachorrito. Ojos de cachorrito nivel: doncella desvalida y llorosa de los shôjo manga. Francis no podía con aquella mirada, ¡agh, y después ni siquiera podía violarlo! Y bueno, Gilbert estaba convencido del todo. Al fin y al cabo, eran ojos de cachorrito…

—Bueno, vale… — suspiró Francis. Antonio lanzó un alarido victorioso — ¡Pero! — Francis se puso serio — Si nos descubren, te echaré toda la culpa a ti, ¿entendido?

—¡Entendido! — respondió Antonio.

La cosa era complicada: Antonio, Francis y Gilbert vivían en un bloque de residencia. Como solamente son dos por habitación, Antonio y Francis vivían juntos y Gilbert con su hermano, Ludwig. Luego también habían más: Emma y Govert, los dos hermanos; Tino y Belward, una especie de matrimonio; Matthias y Lukas, dos amigos raros; Vash y Lilly, dos hermanos más; Arthur y Alfred, que se pasaban el día gritando y armándola; Toris y Feliks, el normal y el travesti; Iván y Yao, la pareja más rara; Elizabetha vivía sola, y Roderich y Matthew habían decidido vivir juntos para poder apañarse mejor con la renta; por último, quedaron Kiku y Heracles, dos amigos de la infancia. Cada habitación tenía baño propio, pero para comer había un comedor y una cocina, además de una sala común.

Caminaron un rato, Antonio adorando a los dos gatitos que increíblemente seguían dormidos y Francis y Gilbert discutiendo sobre salchichas. Obviamente, Francis discutía una cosa y Gilbert la otra… pero los dos ni se enteraban. Ya habían comenzado a decir cosas en sus lenguas nativas.

Acababan de terminar las clases, aunque luego tendrían que ir a por los clubs. Caminaron un rato y vieron la residencia: no era lujosa, pero tampoco pobre. Era… normal. Con sus dos pisos repletos de habitaciones, sus paredes color crema y su azotea. En la azotea había un montón de plantas… algunos creían que era la mariguana de Govert, pero nadie quería preguntar. Apenas había jardín; sólo un patio trasero donde poner una piscina de plástico en verano.

Francis fue el que sacó las llaves. Los tres entraron y rápidamente los saludaron unas escaleras que conducían hacia arriba, el despacho de administración (o cuarto de mantenimiento) y los dos arcos a sus lados que daban al comedor y a la sala común. Por un pasillo al lado de la escalera, podías acceder a cuatro habitaciones: en el segundo piso, había ocho. Lo primero que hicieron los tres fue irse a la sala común; Elizabetha veía la tele junto con Roderich, Emma y Kiku. Heracles dormía encima de una mesa de café al lado de la librería y Lilly regaba un macetero que daba al patio trasero.

—¡Mirad que tengo aquí! — fue como los saludó Antonio. Todos rápidamente giraron el rostro y se encontraron la caja del español. Y cuando fueron a mirar, las chicas emitieron un grito agudo y Kiku estaba muriéndose en silencio — Dos gatitos, los cogí en la calle~

—¡Aww, que csinos! — Emma los pinchó con un dedo — Creo que acabo de encontrar a mis hermanos perdidos.

Todos rieron ante el chiste, y rápidamente los gatitos comenzaron a despertarse. Mientras, Francis enseñaba a Gilbert y a Heracles a desbloquear el canal porno. Ahí estaba el maestro.

El primero en despertar fue el oscuro. Comenzó a girar sobre sí mismo, cosa que les pareció a todos adorable, y Lilly pensó que quería uno. Luego se despertó, rodó sobre sí mismo, comenzó a arañarse sus patitas y a revolverse frenético. Miraba a todos como si fuesen sus enemigos mortales, y comenzó a gruñirles.

—Oh, venga, no te vamos a hacer daño — Antonio quiso acariciarle, pero el gato le mordió — ¡Ay! Jo, eso no se hace…

Antonio dejó la caja en alguna parte y cogió al gatito despierto. Se revolvía entre sus manos, las arañaba, mordía y gruñía. A Antonio le parecía muy raro, ya que siempre se llevaba bien con todos los animales, y los animales con él.

—¿Tendrá la rabia? — preguntó Emma, al ver a un gato tan antisocial.

—No lo creo… — musitó Antonio. Mira fijamente al gato, que no deja de intentar librarse de él. Entonces, el español se acerca a la cara del gatito con cuidado y le da un beso en la frente.

El gato se quedó estático.

A Antonio le pareció que estaba rojo, o avergonzado o sorprendido. De todas maneras, imaginárselo todo rojo le proporcionó el nombre perfecto.

—¡Tomate! — exclamó — O Tomatito, y le podríais llamar Tom~

—¿Tom y Jerry? — exclamó Kiku.

—No podemos quedárnoslos — recordó Roderich. Sintió una mirada asesina alemana detrás de suya, pero le dio igual — Está prohibido.

—¡Nah, será el secreto de esta residencia! Porfi… ¿podemos tenerlos? Mira, Tomatito ya me quiere~ — en realidad, le estaba desollando a zarpazos. Parecía ser que no le gustaba su nuevo nombre.

—…sí Rómluo os pilla, yo no sé nada — se lavó las manos Rode.

El hermano del Tomatito comenzó a despertarse al echar en falta el calor de su hermano. Comenzó a maullar, estirarse, y sollozar reclamando comida. Y Tomatito comenzó a gruñir hacia su gemelo.

—¡Oh, se ha despertado! — Lilly le hace cosquillas en la barriga.

—Miau… ve~ miau — respondió.

—¿Ve?

—¡Miauuu~ veee~!

—Qué animal más raro… — musitó Emma.

—¡Qué…qué kawaii! — a Kiku simplemente le parecía lindo aquel maullido atípico.

Heracles despertó cuando oyó los maullidos del gato color café. Dio un salto, un triple mortal, frió unos huevos, ejecutó un back flip y murió con el gatito. Heracles y Kiku lo estaban adorando, y las chicas fotografiando.

Como el gatito siempre parecía feliz, lo llamaron Feli. Al final, hasta Francis y Gilbert se encariñaron con el gatito de pelaje claro. A Antonio le parecía monísimo, ¡si hasta le daba como abrazos! Todos estaban encoñados con el gatito.

—¡HOSTIA! — un ruido fuerte del piso de arriba los alertó — ¿Qué ha sido eso?

—Iván y Yao-

—¡I! — respondieron Eli, Kiku y Francis a la vez. El francés, la húngara y el japonés se rieron.

—Pues eso, que los señores están… bailando — respondió el francés.

—¡Vaya! Hoy te has censurado, Fran~ — halaga Antonio. Entonces, se fija en que falta Tomatito — ¿Y Tomatito?

—Ni idea.

—¡Hay que buscarlo! Si Rom se entera… — Emma parece preocupada.

Al final todos se separaron a buscar. Incluso Heracles permaneció despierto para activar su radar gatuno.

Y sólo era mediodía…

· · ·

Ludwig trataba por todos los medios estudiar, pero no podía. No podía porque Iván y China estaban haciendo demasiado ruido contra la pared. Y la habitación del alemán estaba a un extremo y la del ruso y el chino al otro. Increíble.

Con un suspiro agobiado y el ceño fruncido, cerró el libro de historia y lo colocó en la estantería. Las habitaciones eran algo raras: al entrar, veías un espacio donde podías poner los escritorios, el sofá, algunas estanterías y cajones y una tele. No una de salón, si no la de un piso de estudiante. Y luego, contabas con dos micro-habitaciones, donde sólo cabían una cama algo ancha y una cómoda. La ventana siempre estaba encima de la cama, y al menos no era tan estrecha como para dar claustrofobia. Pero aún así, era algo raro. En fin, tampoco es que Rómulo fuese demasiado normal, ¿no?

Ordenó su escritorio, limpiando los puntos negros de la mina de su lápiz, los restos de su goma de borrar y barrió el suelo alrededor. Después, fue hacia la ventana-puerta del fondo de la sala donde había un mini-balcón donde podías poner la típica silla de plástico y la colada a tender. Cabe destacar que las lavadoras estaban todas en la lavandería del sótano, y parecía ser el lugar de reunión preferido de aquellos que querían enterarse de algo.

Ludwig se apoyó en el muro del balcón. Observó el de su derecha; podía pegar un pequeño salto y llegaría a la habitación de Antonio y Francis. Pudo observar las macetas repletas de flores agarradas al muro y una maceta redonda con la planta de tomates cherry. Además, del tendedero estaban colgados al menos tres calzoncillos: "súper dotado", decía uno; el de Pinocho decía: "ya verás cómo me crece la nariz…" y el otro ya era un par de bóxers que decían "I'm sexy and I know it". Espera… ¡esos eran de Gilbert! ¿¡Qué hacían ahí!?

Entonces, oyó algo. Como un rasguño en la puerta de su habitación. Se acercó a la entrada, lento, despacio. Ya había cogido la raqueta de su hermano. ¿Quién o qué podría ser? Puso sus manos en la manilla, la giró despacio, y…

Vio a un gato.

—Miau ve~

Un gato retrasado.

—¿Y tú por aquí? — a Ludwig le parecía raro. No podía traer ni a sus perros, entonces, ¿Qué hacía ese gatito ahí? Lo miró desde lejos.

—M-m-m-miauuu… — el pobre Feli temblaba. Aquel tipo le daba miedo. A Ludwig nunca le hicieron mucha gracia los gatos, pero lo cogió. Era peludito, suave, y tembloroso. Sobre todo tembloroso. Sollozaba.

—¿Qué te pasa? — su mirada de preocupación era de intimidación para el pequeño Feli - ¿Tienes hambre…? Espera aquí.

Ludwig rápidamente lo dejó en el suelo y se fue al balcón. Pegó un salto hacia el balcón de al lado y cogió un pequeño tomate de la maceta del español. Volvió, y vio al gato haciendo la croqueta en el sofá.

—Eh… miez… — musitó. El gatito comenzó a temblar de nuevo y huyó de Ludwig. Él se arrodilló frente al sofá y le enseñó el tomate. Feli se acercó lentamente, para asegurarse de que era lo que creía que era. Entonces, como un patinador sobre hielo profesional, ejecutó un salto triple y engulló el tomate.

Ni siquiera Ludwig lo vio. En un momento estaba… y al siguiente no. Poff. Plis. Fus.

—¿Te ha gustado? — preguntó al gatito. Entonces, comenzó a maullar, contento. Se acercó a Ludwig y restregó su cabecita por su mano, en señal de acepto. Ludwig sonrió levemente — Supongo que los gatos también tenéis vuestra gracia…

Y las horas siguientes, Ludwig tendría un gato que querría que lo acariciase todo el tiempo.

· · ·

—¡TOOOOMAAAAAAA! — gritaban todos, buscando al gato perdido.

Antonio estaba triste. ¿Por qué se había ido el gatito, justo cuando comenzaban a ser amigos? Quizás fuese un poco agresivo dando cariñitos, pero… jopé, a Antonio no le importaba y sólo quería ser su amigo.

Después de rebuscar por todos los sitios, sólo le quedó la azotea. Cuando subió, Govert bajaba. Un silencio incómodo se cernió sobre ambos. Antonio nunca supo por qué Govert lo odiaba, por qué siempre era tan serio y mordaz cuando estaba con él.

—¿Has visto a un gato? — le preguntó.

—¿Animales? — preguntó Govert — Creía que con los que había aquí bastaba y sobraba. En fin… vi algo por donde la antena. Busca.

Lo último dijo como si fuese un perrito, pero Antonio ni se enteró. Le dio las gracias y subió a la azotea. La azotea no era más que el lugar "de fiesta de verano"; a veces, encendían fuegos artificiales ahí por su quemaban el jardín. Peter, el hermano de Arthur, lo hizo una vez. También estaba repleto de plantas que Govert cuidaba con sumo mimo. Francis y él sólo tenían unas macetas y unos tomates, nada más. Aunque a Antonio siempre le hizo ilusión tener macetas y macetas de rojos tomates… Govert se había opuesto a aquello.

Antonio buscó las escaleras laterales. El cubículo que contenían las escaleras para acceder a la azotea era más ancho que largo, y estaba pintado con grafiti. Y precisamente fueron estudiantes, como ellos; Rómulo, German, Isabel, Pièrre, Christie y Helena, llegaron aquí cuando esto estaba en ruinas. Prácticamente el abuelo que tenía este bloque vivía solo, y los dejó hospedarse por poco dinero. Todos los días, ese grupo cenaba con el anciano. Al final, cuando el abuelo murió, dejó en testamento el edificio a Rómulo. Sus nietos no comprendían nada y la familia parecía tenerles tirria, pero poco les importaba. Con ayuda de todos, lograron reformar esa residencia que se caía a trozos en un edificio que parecía habitaciones de Erasmus.

Subió por las escaleras laterales y se halló en el techo, con la antena nueva puesta. Y sí, había un gatito. Un gatito con un gracioso rizo y miraba al cielo azul, manchado de pintura blanca. Antonio podía jurar que lo veía como triste, melancólico; quiso animarle.

—Tomatito~ — llamó. El gato se dio la vuelta y enseñó los dientes — ¿Por qué te escapaste? ¿Te gusta este lugar? Sí, el tejado es realmente agradable, sopla un viento muy fresquito. Y desde aquí ves toda la ciudad — rió. Antonio se sentó en el bordillo del tejado, con las piernas suspendidas en el vacío. No le daba miedo. Tomate lo miró desconfiado — ¡Waa! ¡Tengo la sensación de que si salto, volaré! Jaja, tranquilo, no iba a saltar, no soy tan tonto~

El gato bufó. Sí, ahora los gatos bufan.

—Mira Tomate, te enseñaré la ciudad — señaló un edificio largo, grande y con una gran torre de reloj — ¿ves ese edificio? Es mi escuela, la Academia W. Antes era una especie de catedral con torre de reloj, pero ahora es una escuela por dentro. ¡Tienes que ver su interior! Tiene techos altísimos, y hay unas lámparas de araña enormes. Eso sí, las clases están bien equipadas. Tenemos hasta piscina cubierta. ¿Y ves eso de ahí? Esa es la guardería donde ayudo. Mi tía Isabel está que no da abasto con los niños, je. ¿Sabes? Quiero ser profesor cuando sea mayor. De esos que dejan huella.

Y comenzó a parlotear. Comenzó a quejarse de las clases duras de su profesor de matemáticas, German, tío de Gil y Ludwig; luego se rió al recordar a Pièrre, su loco profesor biología y la complicidad que tenía con su primo Francis… o algo así. Los típicos rollos de familia que te obligan a llamarlo tito; Christie daba inglés, y parecía tener el mismo odio hacia Alfred como su hijo, Arthur; las largas charlas de historia de su profesora Helenia, que le lanzaba libros a su hijo Heracles cada vez que se dormía. Exacto; prácticamente todos trabajaban en lo mismo. ¿Y Rómulo? Bueno, él se dedicaba como profesor de FP de hostelería. Exacto, eran profes. Os acordáis que mencioné a un anciano, ¿verdad? Bueno, ese anciano fue profe. En cada cena siempre contaba una anécdota de su tiempo de profe, e incluso les enseñó anuarios. Se acordaba de cada alumno. Es más, su mujer fue una alumna nueva de la cual se enamoró en sus primeros años de profe, pero hizo prometer a aquellos aspirantes a maestros que guardasen el secreto.

Las tripas de Antonio rugieron. Las de Tomate también. Ambos se miraron; Antonio sonrió, Tomate gruñó.

—Vale, vale. Ahora vamos a darte comida~ ¿qué te gustaría de comer, Tomate? ¡Ah sí! Tienes que quedarte solo, eh. Después de comer tenemos actividades del club~ yo estoy en el club de jardinería~ junto con Govert y Emma~ . No te escapes con tu hermano, ¿vale, Tomatito?

Al gato no le hacía mucha gracia el nombre, pero tenía demasiada hambre como para bufar.

· · ·

Había sido agotador.

Para empezar, una plaga de gusanos se había colado en el manzano, y no les quedaba insecticida. Tuvieron que sacarlos uno a uno. Después, llegó el día de Flores; Antonio lo llamaba así porque él y Emma solían recorrer las salas de club repartiendo un ramo y colocándolo en el jarrón, para darle un poco de vidilla. Esto lo hacían un par de veces al mes, luego el resto de las flores las vendían en la plaza.

Antonio había tenido que recorrerse toda el ala oeste, un montón de salas llenas de clubs. Vio a Elizabetha con Oliver, ambos compitiendo en la piscina; Francis discutía con Yao un plato de repostería, y lo oyó gritar: "¿Cómo vas a apreciar nada si todavía tienes el sabor del semen en la boca?" "¡E-e-eso no es cierto, aru!" "Ya, repítelo a ver si me lo creo". Matthew, que había ido a darles unos maples para que le dieran su opinión, se marchó corriendo al oír la conversación; Ludwig y Kiku discutían sobre que artículos organizar para la revista de la academia; el coro ensayaba para el recital del mes que viene, siendo "animado" por Iván; Roderich tocaba el piano, frustrado, mientras Gilbert se creía una estrella del rock e iba tocando la escoba imaginaria. Lilly tenía mucha paciencia; en el club del manga muchos asiáticos discutían sobre los rankings, hasta que entró Elizabetha apurada y puso sobre la mesa una mochila llena de porno gay, versión manga.

—Hey, Toni… ¿no te interesaría leer uno de estos? — Eliza le tendió un manga. En la portada, se veía a un chico-gato escuálido siendo arrinconado con un tío vestido de uniforme de bachiller. Tenía una sonrisa lasciva, y el pobre hombre gato estaba rojo hasta sus orejas felinas, aunque con mirada desafiante.

—Gracias Eli, pero no. No soy gay — le respondió. Se lo tendió, pero Eliza se lo dio de vuelta.

—Hazme caso. Te va a gustar. No es lo que parece; no hay sexo ni nada. Trata sobre dos hermanos; el mayor es un pirado de la magia y un día, por error, invoca a un demonio con orejas y cola de gato ¡cof!íncubo¡cof! y fija como presa al hermano del hechicero. El hermano es un pasota es una vida y el demonio está que se sube por las paredes. Tienes que verlo. Nada más empezar, aparece el demonio diciendo; saluda al pajarito. ¡Es buenísimo, pura comedia!

—Eli, yo… — Antonio miró el manga detenidamente.

—Me lo debes, por aquella vez que te salvé la vida en clase~

—Gracias por no decirle a Rom que casi incendio el laboratorio… — Eli lo miró con ojos llorosos. Al final, Antonio cogió el manga y se lo metió en la bolsa. Eli estaba más que contenta.

—Y no vale fingir que te lo has leído, te haré preguntas~

Ah, ahí se fue su plan a la mierda.

Entonces ahí estaba, en su residencia. Con un manga entre sus manos.

Francis se había quedado para demostrarles al turco y al chino su deliciosa cocina. La residencia estaba llena de ruido; oías a Elizabetha perseguir a Gilbert con su sartén, a Roderich pedir silencio, a Va Lilly cocinando juntos, Feliks persiguiendo a Toris para que se pruebe un vestido de doncella, a Iván tratando de plantar girasoles en su balcón… y él estaba ahí, en su habitación, en completo silencio y con la puerta con pestillo.

Había visto a Tomate en la azotea otra vez. Cuando se cruzó con Govert, gruñó, pero se fue a esconder detrás de Antonio. "Qué lindo~" pensó. Aunque después sólo recibiera más zarpazos.

Abrió el manga. Espera, que era al revés… sí, así mejor. Comenzó a leer; el prólogo era normal. Te ponía como el hermano loco (Yue) se ponía a explicar la magia negra en el sótano satánico de su casa y mostraba como hacía el círculo. Quería invocar a un demonio para que fuese su mascota personal que fuese su sirviente. Al final, resultó ser un lindo chico (Hazel) con orejas y cola de gato, bastante… provocativo. La comedia estaba asegurada; Antonio se murió de risa cuando el hermano entra gritando que debía de dejar de jalar penes y ponerse a construir la casa del perro. El demonio le había mostrado cosas oscuras… que lo dejó traumatizado. También se rió cuando el demonio acosaba a su hermano (Takeshi) cuando iba a la escuela e iba quemando a todas las chicas que lo miraban.

Pero Eli lo había mentido: sí había sexo. Del fuerte.

El demonio resultó ser un íncubo. Uno de esos que se te quieren tirar para quitarte el alama con sus colmillos, después de pasárselo bien, claro. A veces era sólo provocación; Hazel aparecía solo con la camisa del pijama, diciendo que no podía dormir, o pidiéndole que le frotase la espalda en el baño, o simplemente abalanzándose sobre él. Y al final… Takeshi lo toma. A lo bestia. Y se asegura de que no le muerde. Y el pobre íncubo acaba incumpliendo una norma importantísima; no enamorarse de las presas. Antonio no quiso mirar, pero prácticamente las veía por todas partes. Comenzaba a ponerse contento.

Ni se había dado cuenta; ya estaba anocheciendo. Decidió guardar el manga donde mejor sabía que no lo encontraría su compañero; en su mochila. Digamos que revisaba demasiado su cajón de calzoncillos…

—¡Eh tú, amigo no tan asombroso! — Gilbert había saltado al balcón de Antonio y había entrado — ¡Hay que cenar! ¡El asombroso yo tiene hambre!

—Ya voy~ — Antonio salió y se fue con Gilbert. Comenzó a relatarle como Roderich lo echó de una manera poco asombrosa.

—Ugh, no sé que ve la marimacho en ese gilipollas estirado. ¡Está claro que yo soy mejor!

—¿Es que quieres salir con Eli?

—¡P-por supuesto que yo! ¡Mi asombrosa persona solo se ama así misma! ¿Creíste que amaba, que estaba loco por la marimacho? ¡Qué poco asombroso eres, Tonien!

Él podía ser un idiota insensible, pero no tonto (bueno, quizás un poco). Toni se daba cuenta perfectamente que su amigo Gilbert estaba enamoradísimo de Eli desde hace un año. Lo gritó cuando estaba borracho, una vez.

Bajó al comedor. Parecía la típica cena familiar donde acudían los primos del pueblo, los abuelos, los tío abuelos, la bisabuela, los primos de tu tío, sobrinos del frutero, los padres de tu novia y el vecino que fue a pedir sal. Era una gran mesa cubierta de al menos dos platos de filetes, sin mucha ciencia. La mesa estaba repleta; Antonio se sentó al lado de Francis, y al lado del español estaba Gilbert, que a su vez estaba chinchando a Eli, que trataba de matar a Gil con la sartén y por otro lado charlaba muy feliz con Roderich.

—¿Qué te pasa, Ludwig? — preguntó Antonio al alemán.

—No pude estudiar nada… un gato se coló en mi habitación y no paraba de restregarse para que le hiciese caso — suspiró — Lo dejé durmiendo en la habitación… no para.

—¡Oh, es Feli~! — indicó Gilbert — No digo que sea tan lindo como yo, pero me cae bien…

—¿Nos lo vamos a quedar, bruder? — pregunta Ludwig, incrédulo.

—¡Ja! Será el secreto de esta residencia — responde Gilbert.

—Esto no va a acabar bien…

Antonio estuvo metiéndose en varias conversaciones; escuchó como Emma relataba cuando vio a un hombre que se parecía a German, pero con mostacho; como Eli trataba de quitarse a Gilbert de encima y hablaba con Roderich de cualquier cosa; Tino no paraba de hablar cuando vio a dos búlgaras por la calle con sus ropas tradicionales, y su novio (porque no era ningún misterio) Belward lo escuchaba atentamente; prefirió no escuchar las cosas que susurraba el francés a su canadiense "amigo".

—Menuda shit de día… — musitó Arthur, molesto — ¡Me castigaron por tu culpa, idiota!

—¡Eh! ¡Yo te pedí que usaras tu magia rara contra aquellos ladrones! ¡Es el deber del subordinado de un héroe!

—¡No soy tu subordinado! — refutó Arthur.

Antonio escuchó la palabra magia y el manga volvió a su cabeza. Sobre todo las escenas fuertes…

—Arthur… ¿tú puedes convertir a un chico en gato? — le preguntó.

—¿Eh? ¿Y eso? ¿Te quieres vengar de alguien? — pregunta, extrañado. Toni rió nervioso — No se puede. Eso es algo relacionado con magia oscura, y…

—Él sólo sabe ver unicornios. Déjalo con su orgullo gay— interviene Alfred.

—¡Y tú que sabes, señor-que-baila-desnudo-por-las-mañanas-como-una-stripper-drogada — recita Arthur.

—¡QUIERO EL VÍDEO! — grita Francis desde la otra punta.

Y digamos que Eli y KIku también, pero Eli estaba más contenta porque su querido amigo se había leído cierto manga…

Y que seguramente habría otro fundanshi más en su familia.

· · ·

Antonio bostezó mientras abría la puerta de su habitación. Mientras Roderich repasaba cosas del club de música con Lily, Francis estaba visitando a Matthew. Cuando abrió la puerta, se dejó caer muerto en el sofá.

Y oyó ruidos.

Pensó que era Tomatito, trasteando en su habitación. Pero oía un abrir y cerrar de cajones… ¿un ladrón? ¿un violador? Nah, Francis estaba dentro… Miró a su alrededor y sólo encontró un bate de béisbol, de la fugaz época en la que jugaba. Lo agarró con firmeza, y se acercó a la puerta de su habitación. Lento, despacio… tragó saliva. Acercó su mano libre al pomo, escuchando más ruidos todavía.

Abrió de golpe.

—¡SAL DE MI CASA!

—¡DEJA DE APUNTARME CON ESO, FLIGGIO DI PUTANNA!

¿Eh?

Un tío de piel aceitunada, esbelto, de cabello castaño y un gracioso rizo. Tenía el ceño fruncido, y estaba rojo como un tomate. Estaba desnudo, completamente desnudo, y tenía una de sus camisas a medio poner. Y debajo de la camisa y de entre el pelo, le sobresalía algo.

Un par de orejas y una cola erguida de gato.

—¿Pero quién e-?

Y antes de poder preguntar nada, el misterioso chico lo noqueó con su figurita de un toro.


¡Neko Neko Special Love!

¡Hellou every yaoista! Como podeis ver, nuestra pequeña gran familia a dado paso a un gran yaoi. Y esperad a ver a Feli… eso lo dejo para el próximo cap.

¿Qué os ha parecido? ¿Me das tomates? Eso es sí :D La verdad, esta idea se me ocurrió viendo gatitos. Qué originalidad, ¿verdad? xD.

Bueno, este va a ser un fanfic cortito, con el objetivo de yaoi HARD. MUY HARD. Si queréis puedo poner escenitas especiales entre Iván y Yao, jujujuju~

¡Espero que os gustara!

¡Ciao belles~!

Por cada review, Rusia está más cerca de conquistar China