Tácticas de Bienvenida

¡Hola!, acá les dejo mi último proyecto espero sea de su agrado, desde ya agradezco sus mensajes y que lean esta historia.


Técnica de una buena Bienvenida Vol 1

Preámbulo

─ ¡Tadaima! ─ te escucho decir desde el umbral de la puerta.

Se perfectamente lo que sucederá, te adentrarás a la casa con tu habitual parsimonia, colocarás tus sandalias ninja en una esquina y te pondrás las pantuflas, continuarás tu recorrido hasta la cocina pero… de camino al no percibir el olor a comida, comienzas a dudar de que me encuentre ahí. Te desilusionas al comprobar tu teoría, te giras nuevamente y das un recorrido por la sala, el comedor, el estudio… nada. ─ ¿Creías que tu mujercita te recibiría con los brazos abiertos?, pero ¡No!, ¡No estoy!─ Al no verme ni sentir mi chacra por ninguna parte de la planta baja, sacas tu móvil del bolsillo, lo abres con la esperanza de ver algún mensaje de texto de mi parte, sin embargo tu ilusión se disipa al corroborar que no tienes ninguna notificación; entonces se te ocurre la brillante idea de llamar a mi móvil. Ahora tienes el entrecejo arrugado al escuchar el buzón de voz y te preguntas… ¿Dónde se habrá metido esta mujer tan problemática?

Conduces tus pies hasta el inicio de la escalinata, te asomarás por ellas mirando hacia arriba y dirás…

─ ¡Temari!

─ ¡Se los dije!─ Presto atención al ruido de tus pasos en cada escalón, el crujir de la madera me anuncia que estás a punto de llegar a nuestra habitación. Tomas el pomo de la puerta y abres lentamente, entras sin encender la luz, te quedas de pie a medio camino tratando de percibir algún sonido o algún signo de vida, tratas de captar auditivamente el ruido de la ducha pero es en vano ─ una vez más… nada.─ Te has dado por vencido, ¡No hay nadie en casa! Dices para tus adentros.

No has notado mi presencia… ¡Eres un pésimo Shinobi Nara!, ¿no te enseñaron en la academia que nunca se debe bajar la guardia incluso en tu propio hogar? ─ Te digo a tus espaldas.

Permaneces en posición vertical con tus manos entre los bolsillos de tu pantalón, no te dignas a girarte y verme.

─ ¡Hola!, ¿Cómo has estado Shikamaru?, ¿Cómo te fue en tu viaje? ─ Ah pues que te diré mujer ha sido un fastidio pero todo marcha como lo planeado. ─ Ese sería el recibimiento de una esposa abnegada.

─ ¿Llegando no más y ya estás de llorón?

─ ¿Y tú no te puedes comportar como una esposa normal?

─ Si lo que buscas es una ama de casa a tiempo completo puedes hablar con Hiashi Hyūga para que te haga un clon de Hinata.

─ ¡No es mala idea!─ contestas.

─ ¡Suerte con eso! ─ replico con un aire de enfado.

─ Un día de estos te haré lo mismo para que sepas lo feo que se siente… ¡Te extrañé! ─ musitas mientras te giras.

─ Y yo a ti, ¿Cómo estuvo la misión?

─ ¡Ahhh! ─ exhaló─ ¡Cansada, problemática y aburrida!

─ En resumen estuvo bien.

─ Sí algo así, ¿Dónde está Dai?

─ Mis hermanos se lo llevaron a Suna

─ Pero hace tres días nos despedimos en la frontera… Utilizaron un sello de tele transportación, ¿Cierto?

─ ¡Aja!

─ No deberían utilizarlo a la ligera.

─ Anda vago no seas problemático, Shikadai estará bien.

─ A todo esto, ¿Qué haces detrás de la puerta y a oscuras?

─ ¿No te gusta que este escondida entre las sombras?

─ Eres la ama del amo de ellas, ¿Qué más quieres mujer?

─ Recuperar el tiempo perdido.

─ ¡Ah sí!

─ ¡Sí!

─ ¡Ya veo!… ¿Estás impaciente?

─ ¿Tu no?

─ ¡Ven! ─Llamándome con su dedo índice─ ya te he dicho que te extraño, ahora quiero demostrarte cuánto.

─ Me desplacé lentamente hacia él, hemos estado alejados por mucho tiempo. Hace tres meses que había partido a una misión en conjunto con Shinobis de mi aldea natal. No es que sea de esas mujeres quejumbrosas y totalmente dependientes de sus maridos pero eran noventa días sin su presencia, sin su calor, sin su cuerpo, sin su cara de infinito aburrimiento; ya hasta su maldita muletilla ¡Mendokusai! extrañaba.

Cuando estuve a solo un paso de él, me jaló con un brazo por mi cintura hacia sí mismo, estrechándome con aquel cuerpo que se encontraba un tanto sudoroso, producto saltar de árbol en árbol además de las largas caminatas a que su cuerpo fue expuesto─ coloqué mi cabeza en su pecho y él aprovechó para abrazarme aún más fuerte como si tuviera miedo que yo fuera un espejismo, al mismo tiempo besó la coronilla de mi cabeza.

─ Estos meses lejos de ti han sido un verdadero infierno, tengo unas ganas incontrolables de que me hagas tuya, quiero sexo salvaje… sexo duro, sucio y perverso. ─ ¡Hazme lo que quieras!

Sé perfectamente que nunca se esperó una confesión de tal magnitud proveniente de mí pero era un buen momento para dejar de lado mi altanería. ¡Lo necesitaba!, ¡Lo amaba! Intenté satisfacer mis bajos instintos auto complaciéndome pero no era lo mismo, requería de sus atenciones, de su mirada, de sus gruñidos mientras me penetraba. ─ A fin de cuentas soy mujer y tengo mis necesidades. ─ Sé que deseas lo mismo.

─ ¡Serás problemática y egocéntrica!

─ ¡No!, llámalo por su nombre "Realismo"─ le dije mientras me volteaba a verlo directamente a sus ojos y cruzando mis brazos por detrás de tu cuello.

─ ¡Presumida! ─ susurras acercándote a mi rostro. Me besas con dedicación absoluta, adentras tu lengua a mi boca, tu boca y la mía se fusionan intercambiando saliva… exquisita, sublime, todo un néctar de los dioses. Luego de unos minutos de una lid bucal, nos separamos para tomar aire, respiramos con pesar, mirándonos directamente a los ojos con deseo, con pasión, con lujuria. ─ De la nada volvemos a retomar los besos esta vez más violentos, acaricias mi columna vertebral con tu mano derecha, suavemente, moviéndola de arriba hacia abajo, insinuante.

Me tientas aún más cuando sacas tu lengua y con ella trazas la línea de mi mandíbula dejas tras ello un camino pegajoso hasta topar con el lóbulo de mi oreja, lo tomas entre los dientes apretándolo y ¡Gimo!─ pretendes acabar conmigo, como si no supieras que mi fuerza de voluntad hace rato fue subyugada.

Llevas tus manos enguantadas hasta mi cintura, la moldeas─ sabes que eso me prende─ detienes la tortura que llevabas a cabo en mi oreja y te acercas a mi oído diciéndome…

─ ¡Eres una niña muy traviesa!, mereces un castigo.

─ Sí, he sido una niña muy pero muy mala─ te sigo el juego ─ ¿Seré sancionada?

De repente todo empieza a mejorar, el anarquismo del erotismo se ha hecho presente en estas cuatro paredes.

Sonrío ante el pensamiento de mi tortura.

─ ¡Tú te lo buscaste Señora Nara!─ Te separas de mí y te diriges rumbo a la salida…

─ ¡Qué demonios! ─ no pude dejar de gruñirlo─ ¿Me dejarás así?, pregunto con indignación.

Cierras la puerta de nuestra habitación a doble paso─ Recuestas los omoplatos a la puerta ─ ¡Quédate quietecita ahí donde estás!─ me dices señalándome.

─ Por un momento pensé que tu castigo sería dejarme sola y excitada pero todo resultó una falsa alarma─ Permanezco en mi lugar, veo como llevas tus manos hasta la hebilla de tu faja, lentamente la deslizas hasta zafarla de tu cintura, desabotonas tu oscuro pantalón y bajas la cremallera. ─ siento como mis bragas se humedecen ante tal espectáculo.

─ ¡Haré que clames por piedad!, mencionas en juramento.

Abres un poco más tu pantalón, deslizas tu mano izquierda dentro de tus calzoncillos, apresas tu pene para comenzar un movimiento envolvente con ella ─ Te atreves a masturbarte delante de mí… me dejas ¡viendo y deseando!

Cierro mis ojos y aprieto mis muslos, me invitas a volar mi imaginación, el calor corporal de mi cuerpo hace ebullición en todo mí ser.

─ ¡Temari!... ¡Mírame!... ¡Enfoca tu verde mirada hacia mí!... ¡Observa el tabú que me haces cometer! ─ ¡No pude más!, me rendí ante esa ronca y sugerente voz. Abrí mis ojos, oteé que tu miembro se encuentra completamente erecto, lo has sacado de su guarida y me miras altivamente con una ceja arqueada, lamiéndote tu labio inferior.

─ ¿Te gusta lo que ves, mujer?─ me dices sensualmente mientras practicas el onanismo.

─ Asentí con mi cabeza─ De pronto sueltas tu mano de tu pene y haces amago de quitarte la ropa pero te lo impido, súbitamente y sin darme cuenta me encuentro enfrente tuyo rogándote con la mirada ─ ¡No!, Déjate el uniforme puesto, te sienta bien ─ murmuré.

─ ¡Suplícame!, me dices. ─ Me encanta cuando te vuelves demandante en la cama pero detesto el rol de sumisa, tomo el cuello de tu camisa con fuerza, tirándote hacia mí y aunque soy más pequeña que tú, sé perfectamente que tengo el don de doblegar tu machismo.

Acerco mi rostro al tuyo, separo un poco mi boca como pretendiendo darte un beso, noto que haces lo mismo pero me retiro al último minuto, me miras con cara de incredulidad, te sonrío en señal de victoria, me giro pegando mis trasero a tu pubis y comienzo a serpentearme de arriba hacia abajo, percibo que te pones más rígido.

─ ¡Por todos los kages!... ¡Mujer para!

─ ¿Pero no estoy haciendo nada, Shika-kun?─ le digo mirándolo con el rostro más inocente, llevándome mi dedo índice a la boca.

─ ¡Mendokusai! Problemática no me hables con ese tonito.

─ ¿Qué cosa cariño no sé de qué me hablas? ─ dije socarronamente. Él sabe perfectamente bien que lo hago con toda la alevosía.

─ ¡Tramposa!

─ Si se requiere lo soy, siempre lucho por lo que quiero y lo que quiero ahora mismo es a ti en mi cama.

─ ¿Solo en la cama… no me deseas en otro lugar?... que tradicional eres, me extraña de ti.

─ ¡Cierra la maldita boca y déjate llevar!─ De la nada tomo tu endiabladamente sexi y despreocupado rostro entre las palmas de mis manos, dándote una cálida caricia, cierras tus ojos ante el tacto y te relajas.

Percibo tu respiración pausada, nos besamos recíprocamente y sin prisas, como la combustión ardemos en una pasión desenfrenada, no hay una sola parte de mi cuerpo que no palparas.─ ¡Ouch! Me has raspado un poco la espalda con la hebilla del cinturón─ ¡Perdóname!, me dices.

─ ¡No es nada! Pero… ¿Por qué traes enrollado tu cinturón a tu mano derecha?, ¿Practicaremos el sado?

─ Menuda pervertida me resultaste… ¡No!, De hecho es para esto─ Desenrollas el cinturón de tu mano, lo cruzas por detrás de mi espalda atrayéndome hacia ti con él─ ¡No tienes escapatoria mujer!, ¡Te tengo!, ¡Eres mía!

─ ¿Quién te dijo que quería irme? ─ musité.

Nos miramos fijamente a los ojos, los cuales chisporroteaban fogosidad, sonreímos, estamos al borde de la locura, absolutamente excitados, retomamos los besos y los arrumacos, nuestros sentidos sensoriales están hipersensibles.

Entre beso y beso comienzo a arrastrarte a la cama, notas que tiemplo entre tus brazos, mi anhelo es incalculable, ha sido mucho tiempo sin sentirnos piel contra piel; sin mezclarnos en una nebulosa de gimoteos, sudor y clímax.

Tus ganas, mis ganas… ¡no podemos más! ─ Tiras por cualquier lado el cinturón, llevo mi mano derecha a tu tumefacto miembro, con mi dígito embarro el líquido pre seminal por el glande, luego llevo mi pulgar a mi boca pero me detienes tomándome de la muñeca…

─ ¡No jodidamente lo hagas! ─ Me suplicas con tu mirada.

No obstante hago caso omiso a tu petición y lamo mi pulgar para limpiar el residuo, ¡lo hago con delicia!... ¿El qué?─ te reto con sarcasmo.

─ ¡Te lo advertí problemática!, sentencias.

─ Eso es lo que quiero, ¡tentarte!

─ ¡Lo has logrado!, comentas. Vuelves a besarme pero esta vez de forma demandante, llevas tus manos por todo mi cuerpo, tomas el nudo de la cinta atada a mi cintura para soltarla pero te lo impido.

─ Mujer que haces, no aguanto más.

─ ¡Déjame hacerlo para ti!

Asientes y te tomo de tus antebrazos moviéndote de espaldas hasta el borde de la cama, te empujo suavemente hacia ella, te apoyas con los codos sobre el colchón, me miras con ojos expectantes, flameando excitación al máximo.

Te miro con picardía mientras desprendo el obi amarillo y lunares blancos de mi cintura, sigues el recorrido de la prenda hasta el suelo pero en segundos vuelves a enfocar tu visión hacia mí, ahora tengo mi mano derecha en mi hombro izquierdo, hago el mismo proceso con mi otro hombro, deslizo mi Yukata lentamente y la suave seda cayó a mí alrededor.

No te crees lo que tienes enfrente, te quedas sin aliento. Yo, tu esposa lleva puesto aquel lindo conjunto de lencería de encaje y color aguamarina que tu madre me regaló en navidad, no lo había usado aún, esperaba un fecha especial para ponérmelo.

Es gracioso verte semi recostado a la cama con los ojos desorbitados y el pene fuera de tu pantalón y alegre por entero.

─ Mi madre tiene un gusto excepcional. ─recuerdas que fue ella quién me lo dio.

─ ¿Te gusta cómo se me ve?, ¿No es un tanto diminuto?

─ ¡Claro! Que es pequeño pero siempre y cuando solo yo pueda verlo no tengo problema alguno en que lo uses, acentúa más tu figura, ¡Me encanta!...

─ ¡Tan Chauvinista como siempre, cariño!

Subes tus hombros moviéndolos en señal de que no te importa lo que te acabo de decir.

─ ¡Ya me conoces amor! Murmuras guiñándome un ojo mientras te enderezas sentándote al borde de la cama y retomando tu autosatisfacción, diriges tu brazo desocupado hasta mi entrepierna para recorrer con un dedo la entrada de mi intimidad por encima de mis bragas, percibes la humedad en ella y eso te lleva al borde del abismo─ La libido llama a la puerta.

Regresas tu mano a mi pubis y sigues maniobrando tu intimidad y la mía. Me desesperas ante el contacto, coloco mis manos en cada seno apretándolos la cordura comienza abandonarme; termina de decirme adiós cuando acercas tu rostro a mis braguitas, sacas tu lengua y lames mi hendidura.─ Doy un respingo al sentirte.

Aprieto más mis pechos… mi frenesí está en demasía─ ¡Gimo! Con cada uno de tus lengüetazos, poco a poco siento como mis piernas se convierten en merengue; detienes tu labor en mí, izas tu faz sin parar de masturbarte.

─ ¡Extrañaba tu sabor!, mascullas ─ vuelves a hundirte en mi zona sur, culebreas tu otra mano a mi trasero, lo aprietas ─ ¡Gimo!, de nuevo─ Nuevamente elevas tu mirada hacia la mía.

Te fascina verme perder el raciocinio por ti─ ladeas una sonrisa mientras clavas tus oscuros ojos con los míos, no conforme con ello acaricias mi pelvis con tu barbilla, sin parar de mirarme, con el vello de tu perilla me provocas un cosquilleo en esta área, lo percibo sobre el delgado encaje de mi braguita. Me sonríes con maldad─ gimoteo al sentir arder mi pompa derecha al recibir el impacto de un azote por tu parte.

─ ¿Te dolió?, ¿Es de tu agrado lo que hago?

─ ¡Ah!, ¡Sí, sí… lo adoro!─ emito con un leve gritito.

─ amo tu pequeño, terso y prieto trasero─ susurras.

Yo amo que lo ames ─ pienso para mis adentros.

─ ¡Bésame amor mío! ─ suplicas.

Incliné mi cuerpo para darte un beso a toda regla, poso mis manos en tus mejillas, continuas acariciando suavemente tu pene, con una de tus manos, conduces la otra entre mi cabello y la parte trasera de mi oreja; te apartas de mis labios y eso me molesta ─ gruño en desagrado.

─ Hazme el amor con tu boca, ¡Por favor!─ Imploras y adoro que lo hagas.

Al igual que tu ladeo una sonrisa, aúpo mi cabeza y beso tu frente, no dejo de encararte ni un segundo mientras me arrodillo ante ti, coloco mi mano sobre la tuya, situada alrededor de tu falo, permito que sutilmente guíes mi cabeza hasta tu pene, ambos quitamos nuestras manos para darle libre acceso a mi boca, sumerjo tu trémula erección en mi cavidad bucal, haciendo un movimiento envolvente, salivando con dificultad para no hacerte daño con mis dientes.

Tener cerca de 23 centímetros de carne rígida en tu boca es difícil, ¡Créanme!

Te escucho aullar, llevar tus manos en desespero a tus sienes y sueltas un sinfín de blasfemias. Cuando recuperas un poco de cordura, me tomas del cabello y desprendes delicadamente cada una de mis coletas, sacudes mi melena. ─Gimes para mí y eso altera mis hormonas más de lo normal; haces un conato de penetración moviendo tus caderas mientras te hago la felación.

─ ¡Apártate mujer, me corro!

─ ¡Córrete en mi boca!

─ Amaría hacerlo cielo pero luego no voy a servir para nada y quiero hacerte mía una y otra vez.

No presté atención a su clamor y seguí con mi faena.

─ ¡Maldición mujer, hazme caso una vez en tu vida! ─ exclamó.

Proseguí en lo mío…

─ ¡Te- ma- ri!─ dijo en sílabas.

Sentí como las venas que atraviesan su pene se hacían más anchas y como este vibraba ─ su corrida se avecinaba. Apuré las succiones hasta que sentí como un chorro de sustancia viscosa y caliente inundaba en grandes cantidades mi garganta.

Me limpié las comisuras, tragando la amarga secreción de mi marido, me puse de pie, mirándolo altivamente, él estaba totalmente extendido en la colcha, su cuerpo brillaba con sudor, tenía su antebrazo derecho tapándose los ojos y respiraba con dificultad.

─ ¡Mendokusai!, ¡Eso fue maravilloso, mujer!─ dijo entrecortadamente.

─ ¿No que no deseabas venirte aún?

Nunca he estado más orgulloso de que no me hagas caso que como hace unos instantes. Quitas tu brazo de tus ojos... ¡Ahora me toca a mí darte placer, Señora. Nara!

─ ¡A qué esperas, vago!

***Continuará...


Cómo que fue un preámbulo bastante largo, ¿No lo creen?; Los espero muy pronto con "el acto". Hasta el próximo capítulo. ¡See ya!