Esta idea se me ocurrió por leer mucho HP(?) y preguntarme muchos "¿Y si..?" Así que decidí hacer esta historia. No creo que sea una historia muy larga pero espero que les guste. En ese AU Tikki y Plagg son dos chicos "normales" que viven en una dimensión mágica y que asisten a una escuela. Se conocerán, tendrán que convivir y con el tiempo tendrán que elegir. Esas elecciones para bien, o para mal... les hará ser los Tikki y Plagg que conocemos.
En fin! espero que les guste xD
Capítulo 1.
Tikki se había dormido con la ilusión de que al despertar el mundo sería un mejor lugar pero cuando la mañana llegó y con ella la hora de despertar Tikki supo de inmediato que ese día iba a estar igual de jodido que el anterior, aunque eso no le quito el ánimo, dentro de ella aún mantenía la esperanza de que el hoy podía ser mejor que el ayer.
Este día, en especial, nada arruinaría su buen humor.
De un brincó salió de su cama e ingreso al baño. Su nuevo ciclo escolar estaba por comenzar y ella no podía encontrarse más emocionada. Había pasado tanto tiempo estudiando para poder ingresar a la academia mágica que cuando a mitad de verano le llegó la respuesta de su examen de ingreso estalló en lágrimas al ver como su esfuerzo había dado frutos. ¡A partir de ese día era una estudiante de la Academia Astruc! Desde ese día, con los pies descalzos en el césped a mitad del patio de su casa supo que nadie ni en un millón de años podría arruinarle ese momento.
Y con ese positivismo se había mantenido hasta el día de hoy.
En cuanto salió del baño se posó frente a su espejo y como un mantra positivo se mentalizó con que todo estaría bien y bastaba con ser ella misma. – Muy bien – se dijo mientras terminaba de atar el lazo que sujetaba su espesa cabellera rojiza. Le llegaba por debajo de la cintura y aunque en temporada de calor era un sufrimiento tener el cabello tan largo siempre encontraba la mejor manera para atárselo y así evitar un momento de locura en el que fuera a cortárselo, porque realmente, realmente amaba su cabello.
Todo listo. – Sonrió triunfante. La última rápida inspección que le había hecho a sus cosas le indicaba que ya todo se encontraba en su lugar y que las cosas que necesitaba ya estaba guardado en su equipaje.
Descendió las escaleras hasta llegar a la perta de su casa, allí dejó las maletas mientras se dirigió a la cocina en busca de algo que pudiese desayunar. Aun contaba con media hora libre antes de que el camión escolar pasase a recogerla, tiempo suficiente para prepararse algo ligero.
Cinco minutos después estaba comiendo un emparedado de maní.
Diez minutos después comenzó a sacar su equipaje a la calle. Se sentó a un lado de sus maletas y esperó.
Luego de veintitrés minutos el camión había aparcado frente a su casa, uno de los ayudantes había bajado del camión para acomodar las maletas de la pelirroja en el maletero.
Antes de comenzar a subir las escaleras del camión Tikki visualizó a su padre a través de la ventana del estudio, la chica sacudió su mano a manera de despedida pero no hubo respuesta, ella estaba a punto de repetir la acción pero la voz del camionero le llamaba para que tomase asiento de una buena vez, y Tikki un tanto apenada hizo lo que el hombre le dijo.
Tikki avanzó a través del largo pasillo del camión, y mientras lo hacía no evito mirar a varios de los chicos que se encontraban en el camión. La mayoría parecía conocerse con anterioridad pues mantenían pláticas tan vividas y llenas de risa, además los tiempos verbales que empleaban era un gran delator. Ella no se sorprendió de no ver casi a ningún chico de nuevo ingreso, los padres siempre prefieren dejar a sus hijos personalmente la primera vez que asisten a una nueva escuela. Ella estaba acostumbrada a tomar el camión… su padre era una persona ocupada, y ni que esto fuera la gran cosa, no se estaba graduándose ni casándose o algo por el estilo.
Con aquel pensamiento llegó hasta la última hilera de asientos del camión. Se sentó en la última silla de la hilera, a unos cuantos pasos de la puerta de descenso. En cuanto llegara a la Academia quería ir a conocerla lo más rápido que pudiera.
– ¿Por qué tengo que regresar a esa maldita escuela? Creí que había logrado que me expulsaran. – se quejó mientras uno de sus sirvientes terminaba de ajustarle la corbata del uniforme.
– Joven amo, más que nadie usted debe entender la importancia de su apellido. Su madre jamás permitiría que el primogénito de los Noir sea un vago. Es su deber como el único heredero poner en alto el apellido de esta familia tan respetable. – No había lugar para dudas ante aquella diatriba a la que había recurrido aquel hombre, que por tantos años se había encargado de la educación del joven Noir y quien muy insistentemente le pedía se comportara de manera correcta.
– Eres igual de pesado que mi madre – una mueca de descontento pasó por la cara del chico – Yo no he pedido ser heredero de nada, además ese asunto fácilmente puede arreglarse, que mi madre puede tener otro hijo y dejarme a mí en paz…
– Joven amo, me parece que se toma sus responsabilidades muy a la ligera.
– ¡No! Es ella quien se toma la total libertad de elegir sobre mi vida… no hay nada que yo haga y que a ella le satisfaga, así que pensé – se encogió de hombros – mandar todo al demonio y hacer lo que me plazca… si al final de ella no está satisfecha con mis elecciones por lo menos yo lo estaré.
Hubo un minuto de silencio entre ambos hombres. Si bien lo que el chico decía en parte era cierto aquello no era una verdad absoluta. El joven Noir tampoco era un ángel, y había tenido más de una reprimenda bien ganada, su madre era dura pero justa, y él simplemente pasaba por la etapa de rebeldía y de creerse autosuficiente.
– Eso no quita el hecho de que debes repetir el año en la Academia Astruc. – retomó la conversación el mayor, con voz serena sin tiempo a reclamos.
– ¿Espera qué? Repetir año – aquello había descolocado por completo al joven quien en un intento de entendimiento llevo sus manos sobre su cabellera negra azabache. – No puede hacerme eso… no pienso repetir año.
– Joven amo… le recuerdo que ni siquiera terminó el año escolar pasado, fue suspendido antes del último examen.
– Oh, cállate Glen…
...
– Hemos llegado – informó el conductor de la limosina. Que desde el espejo retrovisor le mandaba una severa mirada al chico. – Es mejor que baje.
Un chasquido de despreció salió de la boca del joven pelinegro. El solo pensar que debía pisar el terreno de esa maldita escuela una vez le causaba nauseas, mierda, solo con ver aquella fachada se enfermaba.
– Joven amo, realmente no entiendo porque pone tanta resistencia. Tienen varios amigos y muchos más conocidos en ese lugar, puedo asegurar que su estadía será más que divertida. – Aseguró Glen.
– No necesito ir a la escuela para ver a mis amigos – suspiró – en si la escuela no es el problema – descendió del carro con aire de autosuficiencia sin ocultar el su malestar en su mirada – el problema radica en que no deseo pasar ocho horas diarias sentado escuchando a vejestorios hablar sobre la maravilloso que es el arte de dominar los poderes ancestrales.
– Debería sentirse agradecido, no todo el mundo tiene la oportunidad de aprender y poder practicar las artes místicas –
– No necesito ir a la escuela para ver a mis amigos –
– Tu problema, Glen, radica en que crees que porque alguien puede hacer algo está obligado a hacerlo y la verdad es que no, puedo hacer lo que se me dé la gana. Me voy… antes de que me des otro sermón moralista. – Dicho eso cerró la puerta del automóvil con más fuerza de la necesaria. Ya suficiente había hecho con presentarse una vez más en la Academia, aunque si la suerte estaba de su lado no le tomaría ni la mitad del semestre para que le echaran de ese lugar una vez más.
Dibujó una sonrisa de superioridad en su rostro y con paso sereno se encamina hacia la entrada de la escuela. Roba varios suspiros en su trayecto y eso solo hace que su sonrisa se ensanche más. Él es consciente de las reacciones que provoca en muchas jovencitas, y no las culpa, si está más bueno que un pan.
