SORPRESAS
Primer fin de semana de Noviembre. Como todos los meses, los nórdicos tenían una reunión, esta vez en casa de Noruega. Suecia suspiró y apretó el paso, no quería llegar tarde y las bajas temperaturas no animaban a estar fuera. Según se acercaba a la acogedora casa de madera, los gritos de cierto danés llegaron a sus oídos. Suspiró de nuevo, iba a ser un día muy largo. Llamó a la puerta y esperó en el rellano. Al poco, Noruega abrió.
-Pasa, por favor- dijo, invitándole a pasar con una mano mientras asfixiaba a Dinamarca con la otra.
Suecia asintió impasible y entro en el cálido salón tras colgar el abrigo. Saludó a Islandia, que leía tranquilamente en un banco corrido junto a una ventana. Suecia miró a su alrededor y frunció el ceño.
-¿Dónde está Finlandia?- sobresaltado, se giró y miró al danés que había formulado la misma pregunta que rondaba por su mente.
-No lo sé- respondió, seco- No vivo con él.
Una sonrisa se formó en la cara de Dinamarca. Sus ojos brillaban traviesos y parecían decir "ajá, ajá" socarronamente. Suecia reprimió otro suspiro y de llevó los dedos al puente de la nariz, negándose a caer en el juego del otro. Finalmente Noruega entró en la habitación y Dinamarca comenzó a molestarle a él. El anfitrión miró el reloj, serio.
-No es normal que llegue tan tarde- acto seguido agarró al danés de la corbata- Para-de-una-vez.
-Voy a buscarle a casa- dijo Suecia. Los demás asintieron y Dinamarca se puso en pie, entre toses, la marca de la corbata roja en su cuello y gimoteó.
-Yo también voy- Suecia, al igual que las otras dos naciones, ocultó su asombro- Norge me hace daño- añadió, fingiendo una lagrimita y haciendo que el aludido rodara los ojos con exasperación.
Intentando ignorar a su acompañante, Suecia salió de la casa seguido por Dinamarca quien, como de costumbre, parloteaba sin cesar. Según se acercaban a casa de Finlandia, un mal presentimiento acechó al sueco.
-¿Qué?- interrogó Dinamarca, notando su cambio de humor.
El aludido levantó las cejas, nadie solía percatarse de esos cambios salvo Finlandia. Finlandia... El rostro de su amigo cruzó su mente y sintió como su estómago se encogía-
-Vamos, rápido. Tengo un mal presentimiento.
Dinamarca asintió, él también notaba que algo no iba bien. Ambos se apresuraron y pronto alcanzaron a ver la casa de Finlandia, un pequeño edificio de dos plantas de madera, el humo saliendo alegremente por la chimenea. Cuando abrieron la puerta del jardín que rodeaba la casa un ladrido les sobresaltó. Se giraron y vieron a Hanatamago atada a su caseta. El animal intentaba en vano deshacerse de la correa y les miró con ojos suplicantes para luego dirigir su mirada a la casa.
-¡Hana!- exclamó Dinamarca, corriendo hacia ella- Oye, ¿Finlandia no la deja suelta?- preguntó extrañado.
La mirada de Suecia fue suficiente.
-¿Qué está pasando?- susurró el danés al aire.
Una vez liberada, Hana corrió hacia la puerta de entrada pasando entre las piernas de Suecia, que la siguió. Giró el picaporte, sin resultados. Algo parecía estar bloqueando la puerta y no era el cerrojo (por mucho que insistieran, Finlandia se negaba a poner uno)
-Hey, aquí hay una ventana rota- el tono jovial de Dinamarca había desaparecido, su cara estaba seria.
Suecia sacudió la puerta más fuerte. Dinamarca corrió a su lado. Ambos se miraron y asintieron. 1, 2, 3 Perfectamente sincronizados dieron una patada a la puerta, que crujió y se abrió levemente. Suecia se asomó, alguien había bloqueado la puerta con una librería. Un nuevo empujón y el camino quedó despejado.
-¿Finlandia?- gritó, abriéndose paso por el recibidor seguido de Dinamarca.
Ambos llegaron al salón. La pequeña sala estaba destrozada. Había un par de sillas volcadas, a su lado un tupper con galletas caseras desparramaba su contenido por el suelo. Suecia vio las estanterías que le había regalado a Finlandia colgaban precarias de sus enganches, la mitad de su contenido yacía sobre la alfombra. Parecía que una pelea había tenido lugar en la casa. Dinamarca sacó su hacha de entre los pliegues de su abrigo, Suecia desenfundó el cuchillo que siempre llevaba oculto en la bota derecha. El silencio que envolvía la casa se tornó sobrecogedor.
-¿Finn? ¿Estás ahí?- preguntó el danés, dirigiéndose a la cocina.
-¿Finlandia?- la grave voz de Suecia resonó por el pasillo de la casa.
La única respuesta fueron los ladridos de Hana, que pasó corriendo entre los pies de Suecia y subió los escalones que llevaban a la planta de arriba, los dormitorios. Intrigado, el hombre decidió seguirla. A los pies de la escalera un pequeño objeto llamó su atención. Cuando el sueco se arrodilló para recogerlo la sangre se heló en sus venas. El fragor de su pulso enloquecido inundó sus oídos. En sus manos había un pequeño objeto negro y brillante, una pistola. La pistola de Finlandia. La pistola de emergencia de Finlandia. Se levantó apresurado.
-¿Finlandia? ¡Finlandia, responde!- gritó frenético - ¡Finn!
La cabeza de Dinamarca apareció por el extremo del pasillo, sus ojos se agrandaron cuando vio el objeto que su amigo sostenía en las manos. Un aullido lastimero rompió el silencio, sobresaltándolos.
-Finn... ¡Finlandia!- gritó Suecia, y, siguiendo el ruido, subió los escalones de dos en dos sin dejar de gritar el nombre de su amigo.
Dinamarca le siguió sin dudarlo pero el otro no pareció percatarse. Cuando Suecia llegó a la planta superior vio a Hana gimoteando junto a una puerta cerrada, sus patas arañando la madera en un intento de entrar.
Intentando apartar los negros pensamientos que acechaban su mente el sueco giró el picaporte. Preparándose para lo peor, cogió aire y abrió la puerta.
-¡Fin-! - el nombre murió en sus labios.
Frente a los pies del hombre, un uniforme azul claro yacía amontonado en el suelo.
-F-Fin... ¿Finlandia?- susurró, acercándose lentamente.
Algo bajo la ropa se movió y Suecia agarró el mango del cuchillo, listo para atacar. Se agachó en silencio y, lentamente, usó la mano izquierda para apartar las telas bruscamente. Un brillante par de ojos violetas le frenaron en seco.
-F- ¿¡FINLANDIA?!- exclamó, sorprendido.
-¿Dónde?- Dinamarca entró en la habitación repentinamente. Al ver la pequeña figura en el suelo sus ojos se abrieron hasta límites insospechados, su boca imitando el gesto. Suecia suponía que su expresión sería similar (tal vez no tan exagerada...) pero su cerebro estaba demasiado conmocionado como para mantener una expresión neutral.
Frente a él estaba Finlandia, con su pelo rubio, sus ojos morados... pero del tamaño de un niño de un año. Llevaba el gorro blanco de siempre, pero le quedaba tan grande que le caía sobre los ojos. Su carita redonda miraba a Suecia con aprehensión, sin llegar a comprender del todo la situación en la que se encontraba. El silencio envolvía la habitación.
-¿C... cómo... Q... qué...?- intentaba entonar Dinamarca, las palabras atragantándose en su garganta.
Suecia, de rodillas en el suelo, se giró para mirarle. Un alegre ladrido desvió sus miradas. Hana entró por fin en la habitación y se abalanzó sobre su pequeño amo, que rió al sentir los lametones de la perrita en la cara. Suecia salió de su estupor y su rostro se tornó serio de nuevo.
-Finlandia- el niño no reaccionó frente al nombre y el sueco alargó la mano para recolocar el gorro, provocando que él levantara la mirada.
Sus ojos morados chocaron con los fríos ojos azules que le observaban intensamente. Grandes lágrimas inundaron sus ojos y su sonrisa se tornó en un puchero, rápidamente transformándose en un llanto. Suecia se alarmó.
-Finn, no llores- intentó coger a la llorosa nación pero ésta retrocedió, enredándose en la maraña de ropas y llorando aún más fuerte. El ruido pareció despertar a Dinamarca, que se arrodilló junto al sueco.
-Ehh, no le hagas llorar- dijo, apartándole- Ea, ea, bonito- canturreó, acercándose a Finlandia- Shhh, no llores, shhh... - Su mano secó las lágrimas del niño, que le miraba, curioso. Dinamarca hinchó sus mejillas y bizqueó, arrancándole una sonrisa al pequeño. Repitió el gesto sacando la lengua y Finlandia dejó escapar una risotada. El danés continuó el gesto hasta que lo único que se oía era el delicioso sonido de una risa infantil. Suecia contemplaba la escena, en silencio. Un zumbido resonó en su bolsillo y sacó el móvil.
¿Por qué tardais tanto? ¿Va todo bien? rezaba el mensaje de Noruega.
El sueco carraspeó.
-Deberíamos volver, los demás están preocupados.
Dinamarca asintió y abrió los brazos para coger al pequeño, que le imitó, abriendo y cerrando las manitas.
-A-úpa- el danés levantó al pequeño, quien llevaba puesta la camisa azul del uniforme habitual de Finlandia, solo que ahora le quedaba tan grande que le tapaba los pies.
Suecia se quedó mirando al niño, que se abrazaba al cuello de Dinamarca. Cuando sus miradas se cruzaron, el pequeño se encogió, apretando su abrazo.
El sueco desvió la mirada, apenado. ¿Ahora asusto a Finn? ¿De nuevo? su mente no pudo apartar esos tristes pensamientos. El trío emprendió el viaje de vuelta casa de Noruega.
