Ciegos Tenían Que Ser
Tikki y Plagg se encontraban reunidos en la punta más alta de la Torre Eiffel, era de noche así que no habría ningún problema en que alguien lo mirara y aún más por su tamaño.
– Adrien es un idiota. – refunfuño Plagg mientras movía molesto sus bigotes. – Mira que tener a la chica que tanto lo vuelve loco estaba delante de ella y ni siquiera la noto.
– Estaban en un momento de pánico Plagg, ambos estaban a punto de revelar sus identidades ante la mirada de todo París. – comentó Tikki tratando de calmar a su pequeño compañero.
– ¡Aun así! ¡El muy idiota tenía en frente a tu elegida con el traje de Ladybug y ni eso le hizo darse cuenta de que ella y la heroína son la misma persona!
– Creo que estás algo paranoico Plagg. Además piensa en esto. ¿Qué hubiera pasado si tu portador y la mía se hubiesen puesto la máscara y Hawkmoth los descubriera en ese momento?
Plagg se quedó callado y comenzó a procesar bien en las palabras de su compañera.
Y efectivamente ella tenía razón.
– Tienes toda la razón Tikki. Pero aun así pienso que esos dos son demasiados ciegos como para no notar que ellos mismos son la misma persona. – volvió a refunfuñar el felino. – Por todos los cielos hasta mi elegido tenía un traje de Chat Noir. ¡UN TRAJE DE CHAT NOIR, TIKKI! ¡Y AÚN ASÍ TU PORTADORA NI LO NOTO!
Tikki hizo una pequeña pausa, las palabras de Plagg también había razón en ellas.
Marinette siempre era muy despistada para todo, pero aquel momento en que vio a Adrien con el traje de Chat Noir; Tikki pensó que ella lo reconocería inmediato. Pero no. Todo fue al contrario; Marinette nunca reconoció a su propio compañero aun usando el mismo traje de héroe.
– Por tu silencio significa que también tuviste ese problema con tu portadora. – sonrió felinamente de oreja a oreja el gato negro haciendo que Tikki se ruborizara.
– Bueno sí… pero… pero…
– Ni si te ocurra en defenderla o decir algo parecido a "Mi elegida estaba más preocupada a ser descubierta que ni se dio cuenta que Adrien es Chat Noir".
Tikki se quedó callada y ruborizada mientras que Plagg se burlaba de ella.
– Muérdete mejor la lengua Plagg, porque tampoco Adrien es muy atento a lo que le rodea.
La risa de Plagg se detuvo de golpe mientras que él era ahora quien se encontraba ruborizado, pero de la pena.
– Ciegos tenían que ser. – dijeron al unísono los dos kwamis.
