Cogió la daga y tocó con el filo la palma de su mano izquierda. Si presionaba un poco más, la sangre manaría de la herida abierta y justo entonces el hechizo sería efectivo. Pero Merrill desistió y guardó el arma en el cinturón, desde la muerte de la custodia no era capaz de usar la magia de sangre, sentía una gran culpabilidad por lo sucedido y sobre todo no quería que volviera a ocurrir.

-¿Ocurre algo? -Hawke la miró preopupado, él sabía perfectamente cómo se encontraba.- Deja eso, creo que lo mejor será dejar la barrera tal y como está y dar un rodeo.

Iban a la caza de un mago de Tevinter y sus secuaces, que se habían atrincherado en una mina a las afueras de Kirkwall cuando escapaba con su botín: unos jóvenes elfos, secuestrados durante la noche en la elfería.

-Yo... verás, Hawke, no puedo...

¿Por qué se estaba disculpando? Incluso él le había advertido de los riesgos de la magia de sangre y no estaba muy a favor de ella. Se le veía aliviado de que hubiera dejado de usarla.

-Tranquila, ya te he dicho que iremos por otra ruta. -echó un vistazo rápido a la barrera, que emitía destellos rojizos.- No es necesario que vuelvas a recurrir a ese tipo de magia.

Dicho esto, dio media vuelta y se adentró en otro oscuro pasillo. Aveline y Varric le siguieron dubitativos ya que, si ahí era donde había una barrera, ese era sin lugar a dudas el camino correcto. Aunque sinceramente ambos se alegraban de no recurrir a la magia de sangre, por ellos cuanto más lejos mejor.

Avanzaron un largo trecho entre túneles, escuchando las hazañas de Varric sobre un viaje que hicieron él y otros dos enanos, y que sorprendidos por un ogro se ocultaron en unas minas que a su vez estaban llenas de engendros tenebrosos. Resultó que en el último momento aparecieron los guardas grises en su ayuda, los cuales afirmaron haber visto la figura de Andraste conduciéndoles hasta allí.

-Sabes tan bien como yo que eso no es verídico, Varric. Te lo estás inventado todo.

Exasperada, Aveline protestaba, pero Varric no iba a dar su brazo a torcer.

-Yo creo que Varric dice la verdad, - intervino Merrill.- es solo que la exagera. Así es más emocionante ¿Verdad, Hawke?

El campeón de Kirkwall no respondió y se paró en seco haciendo un gesto de advertencia al grupo para que hicieran lo mismo. El silencio reinaba en el ambiente, o eso creía Merrill hasta que oyó un extraño silbido proveniente del fondo de la mina, ¿qué era exactamente? Parecía el canto de un pájaro, esto tendría lógica si no se encontraran bajo tierra, en un lugar donde era imposible hallar alguno.

-Quedaos atrás, avanzaré para ver de qué se trata. -La resolución de Hawke siempre había sido uno de sus puntos fuertes, al menos desde el punto de vista de Merrill.- Si no hay peligro, moveré la antorcha de un lado a otro. Así sabréis que podéis venir.

-¿Y si hay peligro?

La joven elfa no pudo hacer menos que mostrarse preocupada.

-Tranquila, sabré qué hacer.

Sí, a Hawke improvisar y salir de las situaciones más peliagudas se le daba bien.

Poco a poco avanzó hacia el origen del sonido, que en los oídos de Merril se mezclaba con el sonido de los latidos de su corazón, que retumbaban a medida que veía a esa persona que quería tanto avanzando hacia lo desconocido.

Ya apenas se veía la llama de la antorcha del líder del grupo, y sin previo aviso desapareció. Aguantó la respiración buscando con la mirada a Hawke, pero no reapareció. Antes de que les diera tiempo a reaccionar, una intensa luz surgió del fondo de la gruta. Poco a poco, avanzaba hacia ellos junto con el ahora atronador silbido.

-¡Por las tetas de Andraste! -exclamó el enano.- ¡Esto no pinta nada bien, tenemos que salir de aquí!

Aveline y Varric dieron media vuelta, dispuestos a huir de aquel fenómeno que amenazaba con engullirles, lo que al parecer había ocurrido con Hawke.

-¿Y Hawke? ¡No podemos abandonarle!

Merril gritó para hacerse oír por encima del sonido, ya no les quedaba casi tiempo.

-Ahora mismo lo importante es ponernos a salvo, después volveremos a por él.

Sabía que lo que decía Aveline era lo más prudente, pero aún sabiéndolo no podía hacer eso. En pocos segundos tomó una descabellada decisión, y corrió hacia la cegadora luz con todas sus fuerzas. Iba a buscar a Hawke e iba a sacarlo de allí.

Lo último que escuchó a su espalda antes de desaparecer engullida en la luz fueron los gritos de advertencia y de horror de sus compañeros, intentando que volviera con ellos. Después, llegó la más absoluta oscuridad, y sintió que poco a poco perdía la conciencia. En la lejanía, el cantar de un pájaro siguió sonando.

Despertó confusa, y aún adormilada se preguntó qué había pasado. Se encontraba entre delicadas sábanas de seda y mullidos cojines de plumas. Atónita, la joven miró a su alrededor. Estaba en un dormitorio escandalosamente lujoso, nuna había visto una cama tan grande y cómoda, muebles tan hermosos, ni flores más bellas en los floreros de las amplias ventanas. Todo era demasiado perfecto.

Lentamente, se levantó de la cama y se asustó al comprobar que estaba desnuda. No quería ni pensar en que alguien le hubiera quitado la ropa mientras dormía.

Muy nerviosa, miró a su alrededor. Había un armario así que miraría si ahí había ropa para vestirse. Dio unos pasos hacia él pero se paró en seco al darse cuenta de algo en lo que no había reparado antes: una nota descansaba sobre uno de los cojines, esperando a ser leída.

Con las manos temblorosas, la cogió entre sus manos y leyó las dos únicas palabras escritas en ella, "te quiero".