Un hombre caminaba por un parque con parsimonia; la Luna le iluminaba acusadora, como si quisiera que todos fijaran sus miradas en ese desgraciado. Por su mirada parecía estar perdido en sus pensamientos y su semblante indicaba que no eran nada agradables; parecía molesto. Con un gruñido bajo cambió de dirección, encaminándose a un banco; definitivamente no tenía prisa por llegar a dondequiera que fuese.

– ¿Por qué mierda llevé a Atsushi-kun? Ya sabía que me robaría todo el protagonismo –se lamentó en voz baja, pero repentinamente su enfado creció–. Ese dios… ¡¿Por qué tuve que hacerle caso?! ¡¿En qué estaba pensado?! Y todo empezó porque los inútiles de mis hermanos no saben comportarse en una cita grupal. ¡Ah, maldita sea! ¡Malditos sean mis hermanos! ¡Y maldito sea el Dios de las Citas Grupales! Genial, ahora empiezo a hablar como Chibita, ¡lo que me faltaba!

Permaneció en el mismo lugar por un rato, cabizbajo, agarrándose la cabeza y respirando profundamente para calmarse. Cuando lo hubo conseguido miró el reloj del parque; era más de medianoche. Suspiró pesadamente y se levantó para retomar su camino, aún divagando en sus pensamientos.

Poco después llegó a su casa. Todas las luces estaban apagadas y el silencio inundaba el recibidor; ya debían estar todos durmiendo. El muchacho tembló un poco, estaba más oscuro que afuera y ninguno de sus hermanos estaba allí para acompañarle, tendría que usar «eso».

Con un rápido movimiento de dedos consiguió alumbrar un poco la habitación. No en vano habían sido tantos años aprendiendo a usarlo: realizando la técnica con la habilidad de un maestro, logró encender la linterna de su móvil antes de que fuera tarde.

Suspiró algo aliviado y con pasos inseguros se dirigió a la habitación que compartía con sus 5 hermanos. Como esperaba, habían ocupado su lugar habitual entre los dos más mayores. Revisó sus posibilidades: dormir junto al ruidoso e inquieto de su hermano Jyushimatsu o junto a su sombrío hermano Ichimatsu… ¡Ninguna era buena opción!

Finalmente, el cansancio le ganó; así que, sin ganas de pensar más, cogió una manta y se tumbó en el sillón de la habitación. Por muy incómodo que fuera este, al menos se salvaba de las acciones inconscientes de sus hermanos. Además, ese día tampoco tenía muchas ganas de dormir con ellos, no tras haber estropeado indirectamente su cita grupal.


Se encontraba literalmente en las nubes, las cuales eran de un tono rosado, como algodones de azúcar flotantes. No sabía dónde estaba ni adónde iba, pero no le importaba en lo más mínimo; aquel lugar le transmitía una sensación de paz que anulaba cualquier preocupación que pudiera tener. De pronto, una figura brillante emergió del mar de nubes sólidas justo frente a él.

– Vaya, qué sueño más… Bueno, eso no importa. ¿Puedes explicarme qué ha sido lo de hace un rato?

Era el Dios de las Citas Grupales, y parecía enfadado a pesar de su tono suave, pero Todomatsu no dejaría que su aparición perturbara su… ¿sueño?

– No sé de qué me hablas –dijo con simpleza y se dispuso a seguir con su paseo.

– No puedes maldecir a un dios, eso es una blasfemia, pero puedo dejarlo pasar si lo retiras ahora mismo.

– ¿Por qué debería hacerlo? Por culpa de tu consejo me convertí en «Don Nadie, el rey de la nada» –como de costumbre, fingía ser inocente para librarse de las consecuencias que pudieran tener sus actos.

– ¿Qué estás diciendo, chico? Después de recibir ayuda de un dios lo culpas porque las cosas no salieron como pensabas –a pesar de intentar mantener su postura relajada y voz calmada, unas venas se marcaban en su sien.

– Pues sí, tú fuiste quien me dijo que eligiera y que en el fondo ya sabía a quién llevar. ¿No podías haber sido más claro?

– ¡Suficiente! Has agotado mi paciencia, chico impertinente. Ahora verás el otro lado de la cita grupal.

– ¿Eh?

Las gafas del dios se iluminaron, cada parte en su respectivo color. Todomatsu fue deslumbrado por la luz desprendida y pronto sintió como si le quemara, pero segundos después esa sensación desapareció y pudo abrir los ojos. Miró al dios y luego a sí mismo.

– ¿Qué me has hecho? –dijo impactado al notar que su cuerpo había cambiado, así como su voz.

– Este es tu castigo por…

– ¡Qué bien! Ser una chica puede tener muchas ventajas –gritó Todomatsu mientras daba un saltito y ponía una pose mona con una sonrisa, lo cual sorprendió al dios.

– No intentes confundirme, muchacho, te quedarás así hasta que alguien te bese.

– Lo digo enserio –respondió él con seguridad, sin embargo, luego se puso pensativo–. Aunque… tengo 5 hermanos, no sé si eso es bueno o malo ahora. Además, ¿un beso?, ¿no crees que eso es algo cliché?

– Entonces seguirás siendo mujer hasta que repares tus errores o hasta que me dé la gana, lo que ocurra antes –sentenció el dios poco antes de dar un golpe en el suelo con su bastón, el cual volvió gaseosas las nubes bajo los pies de Todomatsu.

El hombre en cuerpo de mujer soltó un grito agudo al empezar la caída; sin embargo, al ver que era infinita, todo el miedo se esfumo y se convirtió un chillido de emoción.


Despertó en su habitación. Extrañamente, sus hermanos no estaban allí y no le habían despertado, aunque fuera sólo para fastidiar; incluso el futón estaba recogido. Al incorporarse sintió su cuerpo entumecido.

– ¡Ay!, no debí dormir en el sofá –se quejó estirándose con pereza.

Después se levantó y abrió las cortinas: la claridad confirmaba que ya era entrada la mañana. Sin perder tiempo, se dirigió a las escaleras; podía oír unos murmullos provenientes de la sala donde solían comer, pero él estaba demasiado distraído para entender qué decían.

– ¿Quién es esa beautiful lady?

– ¡Totty!

– Sí, posiblemente la ha traído Totty de su cita.

– ¿Pero para qué? ¿Y dónde está él, de todos modos?

– ¿No es obvio…?

Las palabras casi susurradas del cuarto hermano congelaron el ambiente y todo quedó en silencio por un momento.

– ¿Qué quieres decir, buraza? ¿Insinúas que nuestro little Totty ha logrado al fin abrirnos la gloriosa puerta a…?

– Buenos días. Podríais haberme despertado, ¿no? –le interrumpió el menor mientras entraba en la sala frotándose los ojos.

– Eh… Lo sentimos, no queríamos molestarte –se disculpó Choromatsu algo avergonzado.

Todomatsu le miró como si le hubiese salido otra cabeza o algo así; aunque, después de todas las cosas extrañas que les habían sucedido, eso no debería sorprenderle demasiado.

– ¿Desde cuándo os importa molestarme? –preguntó con ironía, provocando una gran confusión en sus hermanos–. ¡Y dejad de mirarme así!

Ellos estaban perplejos con su mirada fija en él y no decían ni una palabra. Algo en sus ojos le hizo tener un mal presentimiento: ¿y si…?

– Karamatsu-niisan, ¿puedes prestarme tu espejo un momento?

– Eh… Y-yes.

La mirada de su hermano se veía más extrañada que antes y todos los demás habían pasado a mirar al de sudadera azul con sospecha. Todomatsu ni lo notó, pues, apenas recibió el espejo y lo puso frente a su rostro, quedó paralizado por lo que vio: el cabello le llegaba un poco por encima de los hombros, sus irises eran más grandes de lo que solían ser y sus facciones se habían vuelto más suaves, femeninas.

– No… No, no puede ser…

Estaba realmente asustado, tanto que se le había formado un nudo en la garganta en vez de sentir ganas de gritar como normalmente haría. Convertirse en mujer en un sueño era una cosa; pero, en la realidad, era muy diferente.

Rápidamente, apartó la vista y dejó caer el espejo, el cual Karamatsu logró atrapar de milagro, pero uno de los gatos de Ichimatsu "casualmente" pasó por allí e hizo que se le escapara de las manos. Todomatsu temblaba, parecía que en cualquier momento saldría corriendo y, previendo esto, Osomatsu se le acercó.

– Oye, chica.

"Ella" alzó la mirada para encontrar sus ojos con la esperanza de que lo que fuera que dijese su hermano mayor la ayudara a calmarse. Sus labios formaron una tímida sonrisa ante la expectativa.

– ¿Qué talla usas? Tus pechos se ven muy pe… –un golpe por parte del tercer hermano le calló.

– ¡¿Pero cómo le dices eso?! –le regañó para luego dirigirse a ella con una sonrisa amable y una gota de sudor en su frente– Discúlpale, no sabe tratar con mujeres.

– No es como si alguno de vosotros supiera –respondió Todomatsu tratando de lidiar con el torbellino de emociones que estaba sintiendo–, pero eso no importa ahora. ¿De verdad no sabéis quién soy?

– Una amiga de Totty, ¿no? –contestó Choromatsu, haciendo memoria por si la conocían de algo–. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?

- Todomatsu… Soy Todomatsu…

No entendía cómo era que no podían reconocerle, ¡tenían la misma cara! Aunque por el cambio la suya fuera un poco distinta, no deberían tener problemas para reconocer un rostro tan parecido al que veían todos los días desde su nacimiento, ya fuera en el espejo o en los otros hermanos. No se dio cuenta de que por la tristeza había bajado demasiado la voz y nadie había podido escucharle.

– No debes ser tímida, una beauty girl como tú sólo puede tener un nombre que complemente su gran belleza –halagó Karamatsu usando su voz dramática, causando que de inmediato un objeto contundente no identificado volara "mágicamente" hasta su cabeza–. ¡Hey! ¡¿Quién ha sido?!

La pregunta del segundo hermano cayó en el vacío mientras los demás esperaban una respuesta por parte de la chica, quien, tras recuperarse de la dolorosa frase, se dispuso a repetirlo; pero Jyushimatsu se le adelantó.

– ¡Ha dicho que es Todomatsu!

– ¡¿Qué…?! ¡¿Todomatsu?! –gritaron los otros 4 a coro.

Hubo una larga pausa hasta que Osomatsu comenzó a reírse y poco después el resto le imitó. Todomatsu se llevó una mano a la cara y negó, pensado que era mucho pedir que se lo tomaran en serio. Jyushimatsu empezó a dar vueltas por la habitación haciendo muecas graciosas para demostrar lo loco que era eso mientras gritaba:

– ¡Totty! ¡Es Totty! ¡Totty es una chica! ¡Una chica!

– ¡Escuchad! ¡Por muy raro que os parezca es verdad! ¡Yo soy Todomatsu! –clamó exasperado.

– Eso es lo divertido: de tanto comportarte como una mujer, te has convertido en una –respondió Osomatsu sin dejar de reír.

– No te pases, Osomatsu-niisan. Seguro que debe ser muy… –empezó a decir Choromatsu poniendo mano en el hombro del nombrado, pero no fue capaz de contener la risa y la última palabra le salió entrecortada– in... có... mo... do.

– ¡No tiene gracia!

– En realidad, tiene mucha –le respondió Ichimatsu.

Esa fue la gota que colmó el vaso. Sus ojos se ensombrecieron y les dio la espalda a sus hermanos; no obstante, antes de poder dar un paso, Karamatsu le tomó del brazo.

– ¿Adónde vas, Totty?

– Dejadme solo –dijo fríamente y se libró de su agarre para salir corriendo a encerrarse en el baño.

– ¡Totty!

Jyushimatsu intentó seguirle, pero Ichimatsu le detuvo haciendo que se sentara a su lado mientras negaba en desaprobación para después colocar a su cómplice felino sobre las piernas del de amarillo. El quinto miró a sus demás hermanos en busca de otra opinión, que no encontró, y después comenzó a acariciar alegremente al gato, olvidándose por completo del asunto. Karamatsu siguió parado en el mismo sitio sin decir nada y después observó la discusión unilateral entre Choromatsu y Osomatsu.

– ¡Ya lo has vuelto a hacer! ¡Otra vez se ha enfadado con nosotros!

– Bah… Ya se le pasara. Además, ¡tú también te has reído!

– ¡Es que me has contagiado la risa!

– Me voy al tejado –anunció Karamatsu, sin recibir más respuesta que un ademán de Osomatsu indicando que le había oído.

El segundo hermano salió de la sala y empezó a subir las escaleras, sin embargo, tuvo que detenerse al oír unos sollozos procedentes del baño. Le gustaría ir a consolarle, pero sabía que en este caso debía darle su espacio; al menos hasta que asimilara la situación. A partir de ese día las cosas podrían cambiar mucho o seguir igual; todo dependía de ellos.


¡Hola!

Este es mi primer fanfic en este fandom, espero que no me haya quedado tan mal aunque apesto en la comedia XD En fin, me gustaría saber cómo creen que va a seguir la historia. Sólo por curiosidad :3 ¿Querrían un capítulo donde se muestre como trata cada uno a Totty ahora que es chica o prefieren verlo a lo largo de la historia?

Sayonara!

Disclaimer: Osomatsu-kun/san y sus personajes y canciones pertenecen a Fujio Akatsuka y Estudio Pierrot.