Notas de la autora:
¡Muy buenas a todos! Me presento: Soy UVERworld en FF, pero en la vida real me llamo Brenda. Me encanta leer fanfics y tiene años que soy parte de FanFiction; incluso he publicado algunas historias, pero jamás las terminé. Sin embargo eso fue hace años, y esta vez traigo mi primera historia del universo de Corazón de Melón o Amour Sucré. Espero que les agrade, de corazón.
Capítulo 01:
Tan sólo una semana atrás, yo tenía una vida.
Permíteme presentarme, mi nombre es Alex Regis. Soy estudiante de preparatoria, siempre me ha gustado estudiar. Solía pasar mis días bajo el frío canadiense, arropada en casa, jugando en la nieve con mis amigos, leyendo o saliendo con mi novio.
Sin embargo, por motivos laborales de mis padres he tenido que mudarme a una pequeña ciudad francesa llamada Amoris. No sólo tuve que dejar mi vida, sino también a mi familia, a los amigos con los que tan fuertes lazos tenía, y a la persona con la que había compartido sólo un año de relación, sí, pero toda una vida juntos.
Tal vez ese fue el aspecto más difícil. Yo de verdad adoro a Alessandro. Fuimos vecinos desde siempre, nuestros padres nos pusieron nombres parecidos, crecimos juntos, nos cuidamos, y tras muchos obstáculos, finalmente decidimos dar el siguiente paso en nuestra relación. Él me eligió siempre a mi, y sin embargo yo no pude quedarme a su lado. Con un abrazo, un beso, y sabiendo que no volveríamos a vernos, subí a un avión para no regresar.
Y entonces aquí estoy. Acostada en mi cama y mirando cómo el ventilador de techo se mueve en círculos. No lloro, siento que llorar sería una falta de respeto. ¿Para qué? No resolvía nada, sólo traería imágenes de nuestra despedida a mi mente. Entonces lo único en lo que puedo pensar es en mi nuevo instituto, y cómo llegaría siendo la chica nueva de un país extranjero.
Con un suspiro me puse de pie y me dirigí hacia mi armario. Casi río ante los colores que conformaban la mayoría de mi ropa.
-Negro, gris, negro, gris. -Casi representaban mi corazón en estos momentos.
-Buenos días Alex, ¿cómo amaneciste? -Me preguntó mi tía Agatha. Ella iba a hacerse cargo de mi a partir de ahora, y se lo agradecía pero siempre he pensado que es muy rara. Miré con consternación una especia de... ¿tutú? Que estaba usando. Mi ceja derecha casi alcanza el cielo, pero debo admitir que es muy gracioso.
-Muy bien, muchas gracias tía. -dije educadamente.
-¡Pero cariño! No hay necesidad de que seamos tan formales. Eres sangre de mi sangre. -Su enorme sonrisa era encantadora. No pude evitar sonreírle de vuelta.
-Bueno, me será un poco difícil, pero lo intentaré. -Aunque claro, no sabía en que momento agarraríamos tantas confianzas si su trabajo como diseñadora la mantendría ocupada la mayor parte del tiempo.
Tomé un bocado de un baguette que estaba sobre la mesa. Tía Agatha sonreía, haciendo sonar algo en su bolsillo atrayendo mi atención hacia esa zona. De repente, comenzó a girar una llave de auto con el logotipo Nissan en ellas. Mi tía no sabía conducir.
-Por los dioses que existen en todos los planos reales y ficticios, ¿es eso lo que creo que es?
Tía Agatha parecía tan emocionada como yo.
-Tus padres me dijeron que ellos correrían con los gastos. Ha estado en el garage todo este tiempo, ¿por qué no vas a verlo? -Su cara estaba llena de ilusión, y yo no dudé ni un segundo en dirigirme al garage. Tomé mis cosas y con el corazón bombeando bajé las escaleras del edificio con mi tía riendo a mis espaldas. Cuando llegamos, mi tía abrió el portón eléctrico, y ahí dentro estaba lo que mi corazón sospechaba sería mi bebé de ahora en adelante.
No podía creerlo. Era un auto. Pero no cualquier auto. Era EL maldito auto.
Un Nissan GT-R plateado. Un día iba con mis padres en nuestro auto y cuando miré por la ventana, me enamoré perdidamente del auto que nos estaba rebasando. Fue un comentario rápido, no lo volví a mencionar, y sin embargo, aquí estaba, frente a mí, y era mío.
-Ellos te aman, Alex. Ellos esperan que con esto puedas perdonarlo al menos un poco por obligarte a dejar tantas cosas atrás... -Su voz era suave, y a mi me causó un extraño peso en el corazón, pero era agradable al mismo tiempo. Vivimos bien, pero parecía que mis padres tenían una estricta filosofía de no malcriarme ni darme más de lo que una niña normal necesita. Siempre me brindaron buena educación y cubrieron mis necesidades básicas, pero ciertamente nunca me hubieran regalado... ésto.
Dentro de mí sabía que esto era demasiado, que era la culpa hablando por ellos, no quería que se sintieran así, yo los entendía y los amaba, pero justo cuando pensaba en marcarles volviendo del instituto, mi tía posó su mano sobre mi hombro y me dio un tierno abrazo.
-No puedo aceptarlo. -murmuré, casi fue un susurro.
-No puedes decir que no, tengo instrucciones de no dejarte. -Me miró directamente a los ojos. Yo no podía mantenerle la mirada-. Así que dales la oportunidad de facilitarte las cosas.
Lo pensé. Ciertamente me ayudaría mucho, además de que era hermoso. Mi interior se dividía en dos, pero al final sólo soy una adolescente, tendría que sacrificarme y usar el auto. Sí, sería un sacrificio enorme, sí.
-¡Alex, mira la hora! ¡No quieres llegar tarde tu primer día!
-¿¡Qué!?- Efectivamente faltaban 15 minutos para el comienzo de clases.
Luchando contra las prisas, con mucho cuidado entré al auto y lo encendí. El sonido del motor era potente, pero suave al mismo tiempo. Creo que voy a tener sueños eróticos en este lugar. Me despedí de mi tía y salí con cuidado. Por suerte ya había conocido el camino durante los días anteriores, así que el recorrido no tuvo inconvenientes. Como lo supuse, Amoris es una ciudad realmente pequeña. El tráfico es ligero y en unos 10 minutos llegué al instituto. El auto, sin embargo, lo dejé estacionado a una cuadra de distancia. Por lo que se Francia es un país muy seguro y sinceramente prefería pasar desapercibida el día de hoy. Quizás pronto...
Bajé con mi mochila al hombro y puse la alarma. Es una exageración pero besé el capó y con una caricia de despedida, caminé hacia el instituto.
El lugar se llama Sweet Amoris, y me recuerda mucho a los colegios de las series americanas. Había grupos de estudiantes reunidos por todas las instalaciones: pasé al lado de los skaters, los góticos y los estudiosos. Muy interesante todo, ¿será que haya división de clases aquí, como en las películas?
Como respondiendo a mi pregunta, frente al instituto llegó un flamante deportivo rojo, y de él bajaron tres chicas y un chico. Dos de ellas pasaron frente a mi ignorándome completamente, y una (la rubia y líder, por lo que pude notar), me miró fijamente e hizo una mueca de desagrado. Le devolví una mirada ceñuda. Sin embargo el chico, rubio también, tan sólo pasó sin notarme. Vestía como un adulto mayor, lo hacía parecer muy formal. Una vez dentro del instituto me sentí insegura. Sabía que tenía que ir a la sala de delegados pero no tenía ni idea de dónde podría estar. Jugando con mi cabello, decidí preguntarle a una chica menuda y con cabello violeta que estaba cerca.
-¿Disculpa...? -Ella me miró como asustada por un momento y luego se sonrojó hasta las orejas.
-¿M-me hablas a mí? -Y miró hacia ambos lados discretamente, como cerciorándose. Mi cara debía parecer un poema.
-Sí, claro. Oye, me llamo Alex, soy nueva y me preguntaba dónde puedo completar mi registro en el instituto.
-Eres nueva... -Casi murmuró-. M-mucho gusto, soy Violeta... si quieres puedo acompañarte, me queda cerca de mi primera clase, ¡p-pero sólo si tú quieres! También podría sólo decirte dónde queda... -Con cada palabra su voz parecía volverse más aguda, "es bastante tímida" pensé, así que le di mi más grande sonrisa para inspirarle confianza.
-Acompañarme suena genial.
Pareció relajarse con mis palabras y nos encaminamos a la oficina. Le pregunté un par de cosas sobre el instituto que intentó contestarme de la manera más breve posible. Así fue como me enteré de que organizaban eventos muy frecuentemente, que tenían un periódico escolar, incluso me mencionó los nombres de sus amigas, que prometió presentarme más tarde: Kim, Iris, Melody. Tendría que memorizarlos. Cuando llegamos a la puerta le agradecí y nos despedimos con una sonrisa.
Justo cuando entré reconocí al chico de más temprano, el que había llegado con la rubia. Tenía dos bultos de papeles perfectamente acomodados sobre un escritorio, y revisaba las carpetas de un archivero con cierta prisa. A simple vista parecía responsable y muy pulcro, me preguntaba si serían sólo las apariencias. Carraspeé un poco para hacerme notar, él volteó y lo primero que noté fue que sus ojos combinaban con su cabello, le daba un aspecto monocromático pero no desagradable. Parecía aturdido.
-¿Te puedo ayudar el algo?
-Sí, hola, vengo a completar mi registro en el instituto. -Su ceño daba a entender que comenzó a trabajar su cerebro-. Me llamo Alex, mucho gusto. -Le extendí la mano y él la miró por un segundo antes de darme un rápido apretón de manos.
-Mucho gusto, me llamo Nathaniel. -Sonrió-. Soy el delegado estudiantil. Así que Alex... -Comenzó a buscar entre las carpetas del escritorio hasta encontrar una con mi nombre escrito-. Parece ser que este año tenemos dos nuevos alumnos transferidos. Me hacen falta algunos detalles para terminar tu archivo, una foto credencial y un clip.
Arqueé la ceja.
-¿Un clip? ¿No tienen de ésos en una escuela?
-Desafortunadamente nos quedamos sin inventario de ellos, y no tengo tiempo de conseguir otro. Cuando tengas todo por favor vuelve conmigo y terminamos.
Tras esto se dio medio vuelta y continuó ordenando archivos. Yo estaba disgustada, pero sólo porque parecía estar sumamente ocupado y sentí que quería despacharme lo más pronto posible, ¿hice algo para molestarlo o él simplemente es así? No me decidí a preguntarle y tomé mi mochila saliendo del lugar. Bueno, por suerte, traía conmigo una foto precisamente por si me la solicitaban, así que conseguir un clip imaginé que sería más fácil.
Al fondo del pasillo se encontraba Violeta, hablando con una chica morena de cabello azabache y aspecto rudo. Me dirigí hacia ellas para saber si no podrían ayudarme. Violeta sonrió al verme llegar, y su compañera también miró en mi dirección.
-Hola Violeta, que bueno que te encuentro de nuevo.
-Hola Alex. -dijo con su tono bajo que ya estaba comenzando a pensar que era constante.
-¿Y tú quién eres? -Me preguntó la de cabello oscuro mientras me miraba penetrantemente.
-Pues soy una alumna nueva, ¿y tú? -Normalmente la persona que pregunta quién eres debería decir su nombre primero. Ella me miró de arriba a abajo por mi comentario.
-Kim, me refería a cómo te llamas.
-Claro, soy Alex -dije, extendiendo la mano que ella miró por un segundo antes de dármela con una mueca confundida-. ¿Te pasa algo?
-No, no, es sólo que no es común ver a tías que te ofrezcan la mano, venga, se menos informal.
Segunda vez en el día que me lo decían, pero extrañamente la chica no parecía decirlo con maldad, tan sólo era un poco ruda.
-A mi me gusta tu estilo.
Mi comentario pareció desconcertarla ya que entrecerró los ojos.
-¿Lo dices en serio o es como comentario de niña pija?
Me reí. Ella pareció sonreír también.
-Es en serio... está rozando el estilo gótico militar pero los colores le brindan balance.
-Vaya, un vampirito. Gracias, supongo. -Miré mi atuendo, sólo era gris así que no sabía de dónde podría haber sacado lo de vampirito
-Tú sabes, por el labial oscuro y esas cosas. -dijo como dándose cuenta que parecía confundida.
En ese momento sonó el timbre que anunciaba la siguiente clase y cortando nuestra conversación. Les pregunté si sabían dónde quedaba el aula B y precisamente ellas se dirigían hacia allí. Nos fuimos charlando, más Kim y yo que Violeta, hasta que al fin entramos a un salón de clases donde ya casi todos habían entrado. Las chicas fueron a sentarse a sus lugares, sin embargo yo me tuve que quedar frente al aula mientras el profesor pedía que guardaran silencio. Acto seguido me pidió presentarme, y yo, un poco nerviosa, comencé por recorrer con la vista el salón.
-Buenos días, me llamo Alex, y vengo transferida de Montreal, Canadá, desde una escuela afiliada a Sweet Amoris... -El silencio era perturbador, pero yo era buena pretendiendo no sentir nervios; sin embargo, posé mi mirada en algo muy curioso al fondo del salón. Me pareció ver a un chico con corte hongo y extraños lentes en espiral diciéndome hola tímidamente, y fue ahí cuando me caso me quedo sin palabras, ¿qué hacía Ken aquí? -... Eh... me mudé aquí por cuestión de trabajo de mis padres, -Él sólo sonrió más cuando notó que lo había visto -, espero que nos podamos llevar todos muy bien.
Oí un resoplido de lo más burlesco que había hecho la chica rubia que había visto en la mañana, quien me miraba con superioridad junto con sus amigas.
-Muchas gracias, ya puede tomar asiento.
Agradecí con la cabeza. Kim y Violeta voltearon alrededor pero las bancas que estaban cerca de ellas estaban todas ocupadas y con una mueca comprendí que lo sentían. No pasaba nada tan sólo debía elegir de entre los asientos de atrás que estaban libres. Ken me miraba sumamente feliz, pues precisamente los últimos asientos eran los desocupados. Elegí uno al lado de la ventana, justo a la derecha de Ken y me senté sonriéndole.
Ken es un chico que iba en mi anterior instituto, del que me hice amiga en el primer día de clases pues se veía sumamente perdido y solo. Desde el momento en que le hablé adquirir una extraña obsesión conmigo que lejos de desagradarme me causaba una especie de ternura. Claro, había momentos en los que su comportamiento rozaba lo incómodo, sobre todo cuando de mi vida privada se trataba, pero nada que no pudiera pasar por alto.
El profesor comenzó a dar su clase y yo intenté prestar atención. Sin embargo Ken comenzó a hacerme gestos, así que lo miré para saber qué quería.
-¡Alex! ¡Tanto tiempo sin verte! -dijo con voz baja pero emocionada.
-Lo mismo digo Ken, ¿qué fue? ¿Una semana? -Mi sarcasmo era evidente pero jamás dejé de sonreírle, de verdad me alegraba ver una cara amiga.
-¡Una semana y un día! El último viernes no te encontré por ninguna parte, y cuando visité tu casa me dijeron que ya te habías ido.
Debí haber hecho una expresión sumamente desagradable porque no siguió hablando. Suspiré recordando una vez más todo lo que había dejado. Por supuesto que no había ido el último día, estaba muy ocupada empacando y despidiéndome solamente de cada persona que alguna vez me había importado. Pero no recordé despedirme de Ken y un sentimiento de culpa se apoderó de mi.
-Disculpa, debía haberme despedido. -Le contesté intentando recomponerme.
-No, no, no te disculpes, después de todo no podía dejarte ir así que le pedí a mi padre que me dejara transferirme, ¡y aquí estoy! ¿No es genial?
-Sin duda alguna sólo tú lo harías posible. -Mi sonrisa volvió naturalmente. Ken siempre se tomaba mis palabras como los elogios que eran, no le molestaba mi ironía, tal vez por eso éramos amigos.
La clase siguió su curso normalmente, excepto por la chica rubia y sus dos amigas, que no paraban de voltear de reojo y reírse entre ellas cada determinado tiempo. El profesor las mandó a callar un par de veces pero eso fue todo. Salí del salón despidiéndome de Ken, Violeta y Kim, pues aún necesitaba conseguir el clip.
"Debí pedírselo a alguien en el salón", pensé. Estaba tan ocupada pensando en cómo conseguirlo que sin querer choqué contra alguien que estaba dando vuelta en la esquina de un pasillo.
Dicen que cuando una persona que va a ser importante en tu vida aparece, el aire alrededor de tí se vuelve más denso, y sientes como si todo a tu alrededor se borrara por un instante. El estómago se te hace un nudo y el aliento te falta. Tus ojos y los de esa persona se encuentran y quedan enganchados en un momento mágico.
Yo no sentí nada de eso.
Lo que sí sentí fue el golpe en mi nariz y la mirada preocupada del chico con ojos grises y cabello rojo sangre, pero sólo por un segundo porque de inmediato su expresión se volvió irritada.
-¡Cuidado por dónde vas!
-¡Pero si los dos hemos tenido la culpa, bestia! -Le reclamé de vuelta. Pareció sorprenderse de mi actitud y yo sólo lo miré ceñuda. Él me miró fijamente por un momento pero le sostuve la mirada.
-No te había visto antes.
-Podría ser porque soy nueva.
-Ya, eso lo explica todo. No me caen muy bien las nuevas.
-El ser nuevo no es un argumento racional para juzgar si alguien te cae bien o mal.
-Pero mira, si habla como toda una empollona la nueva. Quizás debas de darte una vuelta por la sala de delegados, hay un cierto niñato al que me recuerdas mucho por ahí.
Lo miré enojada.
-¿Te refieres a Nathaniel? -Esto pareció ser cierto pues sonrió de lado con burla.
-Pero si ya se han conocido.
-Sí, pero incluso él no me pareció tan desagradable como tú.
-Me rompes el corazón. -dijo, llevándose una mano al pecho dramáticamente. Acto seguido dio media vuelta y comenzó a marcharse.
-¡Oye, no he terminado de hablar contigo! -grité, enojada.
-Pero yo tengo cosas más importantes que hacer.
No lo podía creer. Me quedé en el pasillo sin poder moverme por un momento, mirando en la dirección que el idiota en turno había tomado. A veces puedo enojarme fácilmente, pero con el tiempo he aprendido a controlarme, así que inspiré hondo y sentí como mi pulso se iba normalizando. Me pasé la mano por el cabello, acomodé mi mochila y seguí mi camino. Sin embargo, como era de esperarse, no podía dejar de pensar en él. Recordé que por un momento había parecido preocuparse, y de haber actuado de otra forma hasta le habría preguntado sobre su camisa, pues me tragaba mil agujas si no le gustaba el rock. Pero la próxima vez que lo viera (porque seguramente lo haría) simplemente lo ignoraría.
Seguí buscando un clip en los lugares donde normalmente hay materiales escolares pero no encontraba nada. Esto ya me parecía ridículo.
-No puede ser que no haya un maldito clip en toda la escuela. -Murmuré irritada, cerrando la gaveta de uno de los salones.
-Yo te puedo prestar uno.
Volteé, encontrándome a una sonriente chica pelirroja y de aspecto bonachón. Buscó en su mochila y sacó un clip, que me extendió inmediatamente -Soy Iris.
Lo tomé y por un momento sentí la vida volviéndome al cuerpo. Esta chica era un ángel.
-¡Soy Alex! Disculpa mi actitud -dije, pasándome los dedos por el cabello, nerviosa-. No he tenido un muy buen día.
-Se quien eres. No muchos se transfieren a Sweet Amoris, pero este año hay suerte y tenemos dos. -Sonreí con su comentario. De verdad que parecía una chica amable-. Y entonces, ¿para qué querías el clip?
-Oh, eso. Me lo pidió el delegado, parece ser que se quedaron sin ellos y lo necesitan para acomodar mis papeles. -Miré la chuchería por la que me había tenido recorriendo toda la escuela.
Aproveché a caminar con Iris hacia la oficina de los delegados, mientras conversábamos acerca de nosotras.
-Y entonces, además de irritante, ¿cómo te ha ido en tu primer día en el instituto?
-Pues muy bien, a decir verdad me encontré con un viejo amigo, es el otro transferido así que no me siento sola.
-¿Te refieres al de los lentes de espiral?
-Sí, ese mismo. -Me reí recordando sus lentes, ¿cómo vería con ellos?
-¿Y por qué te transferiste? -preguntó. No podía tener idea de que ese tema me deprimía un poco.
-Bueno... -Comencé, poniendo mis ideas en orden-... mis padres tienen una especie de negocio familiar. Hace poco tuvieron la oportunidad de expandirlo, pero para eso ellos tenían que mudarse a la ciudad donde piensan abrirlo, así que no podían quedarse conmigo ni querían que viviera sola. -Iris escuchaba atentamente, asintiendo en las partes adecuadas de mi historia -. Como la familia más cercana es mi tía, me mudé aquí con ella.
-Ya veo. Todo suena muy apresurado.
-La verdad es que lo fue.
-¿Y no dejaste a alguien en tu anterior instituto? -Oh no, terreno peligroso. Mi quijada se tensó pero ella no alcanzó a notarlo.
-Pues sí, la verdad es que sí, tenía un grupo de amigos muy unido. Y también alguien especial entre ellos, pero lo dejamos en buenos términos. -Concluí, forzando un sonrisa.
Ella pareció no darse cuenta.
-Espero que podamos ser amigas también. Este lugar te encantará. Está lleno de gente maravillosa.
-Sí, ya me encontré con algunos especímenes por ahí. -dije, rolando los ojos.
-¿Ah si? ¿De quién hablas?
-Un chico... pelirrojo, ojos grises. Me estampé contra él y se hizo la víctima ofendida.
-Me imagino, debes estar hablando de Castiel.
Castiel. Memoricé su nombre, la verdad es que le pegaba.
-Tiene problemas de actitud.
-Puede parecer duro, pero en el fondo se preocupa de las personas que quiere.
No pude evitar levantar la ceja, contrariada.
-Pero que a los demás mortales nos deje en paz. -Eso hizo reír a Iris.
-Tengo la impresión de que se llevarán muy bien. -comentó, sonriendo enigmáticamente. Seguramente se me estaba pasando por alto algo que a ella no. Tan sólo lo dejé estar.
Ya habíamos llegado a la oficina hacía un rato, así que nos despedimos y le agradecí por su ayuda. Entré a la oficina sin hacer ruido para intentar dejar los papeles y listo, pero en su lugar pude ver al delegado Nathaniel con los codos sobre un escritorio y apoyando su cabeza en las manos, intentando descansar. Debía estar muy estresado, y yo no quería interrumpirlo así que silenciosamente me acerqué a su escritorio y con mucho cuidado puse los papeles, pero al ponerlos hicieron un pequeño ruido y Nathaniel levantó la cabeza, alternando la vista entre mi rostro y mi mano, extendida hacia él y muy cerca de su cabello. Nuestras miradas se quedaron fijas en un momento muy incómodo y ambos nos sonrojamos.
-Lo siento, no quise despertarte. -dije, muy nerviosa, jugando con un mechón de mi cabello y mirando hacia otro lugar. Ojalá no tuviera tan mala suerte de que pensara que iba a intentar algo extraño mientas dormía. Aunque la idea de abusar de alguien mientras duerme... sacudí de mi cabeza esos pensamientos.
-N-no, descuida, no estaba dormido -decía mientras arreglaba una y otra vez unos papeles sobre su escritorio, claramente buscando algo que hacer. Sus ojos estaban rojizos. Claramente sí estaba dormido. En un momento inhaló hondo y se levantó de golpe-. ¿Qué necesitas?
-Bueno, te traigo los papeles, mi foto y el clip que necesitabas. -dije, señalándome con mucho énfasis los objetos sobre su mesa en un intento borrar cualquier duda de mis intenciones. Él pareció entenderlo, lo que me permitió relajarme.
-Ya veo. Muchas gracias, con esto quedaría listo tu registro y pasarías a ser oficialmente una alumna de este instituto. Bienvenida. -dijo sonriendo, y extendiéndome la mano.
En ese momento recordé a Castiel y su referencia a Nathaniel, lo que me hizo pensar que probablemente no le agradaba y por enojo decidí estrecharle la mano inmediatamente y mientras lo hacía esbocé una de mis mejores sonrisas. Nathaniel me miró conmocionado, sobre todo cuando, al soltarle la mano, mis dedos acariciaron ligeramente la palma de su mano. Todo había sido por una inocente y retorcida venganza mental, pero cuando las mejillas del rubio de volvieron tan rojas como la sangre me quedé helada.
Si hay algo que me obsesiona en un chico es la inocencia. Si llego a notar el más mínimo rastro de inocencia en alguno me dan ganas de ver hasta donde puedo llegar y quitárlesa. Pero no. Éste era el delegado principal, lo había conocido hoy mismo y no podía dejar que mis deseos me dominaran.
"Mente sobre el cuerpo", pensé.
Me disculpé y salí de la oficina en busca de aire fresco, el patio sería buena idea. Una vez allí tomé asiento en un banco e intenté concentrarme en otras cosas. Era un hermoso día, comparado con el aire gélido canadiense, Amoris tenía una brisa fresca que provenía del mar pero sin llegar a ser sofocante. Era más caluroso, pero jamás había podido usar shorts en mi vida y este clima cambiaba las cosas. Sin contar con que aquí no anochecía a las 4:00 p.m., mi estadía aquí podía ser más que placentera.
Mientras me encontraba distrayendo mi mente un sonido captó mi atención. Parecían varias voces, que provenían de la parte posterior de un edificio que yo imaginaba sería el gimnasio del instituto. Normalmente era capaz de controlar mi curiosidad pero había algo que me decía que fuera, así que me apresuré a llegar al lugar. Tras dar la vuelta al edificio, me encontré con un área algo escondida del resto del instituto, desde donde provenían las voces, que ahora escuchaba más claramente.
-... ¡Te juro que es todo!
-¡No te creo nada! Ahora dame el resto antes de que te demos una paliza.
-Se lo diré a la directora.
-Y nosotras diremos que fuiste tú el que intentó sobrepasarse con nosotras. Con esas pintas de acosador depravado y nerd seguro que te expulsan.
-¡No, por favor! No quiero irme de aquí...
Desde el momento en que reconocí la voz del pobre chico al que estaban acosando, comencé a escuchar un pitido en las orejas y cómo mi cara se tensaba. Terminé por mostrarse y sólo logró incrementar mi coraje. Estaba esa chica rubia y sus dos amigas frente a Ken, que estaba acorralado entre ellas y la pared de ladrillos. Los pantalones de mi amigo estaban rotos de las rodillas y con manchas de suciedad. Intentando tranquilizarme, lo miré a él, que estaba llorando y parecía asustado. Me pasé una mano por la frente, luego por el cabello, y finalmente en el cuello, intentando controlarme. Las tres me miraron burlándose.
-Pero mira, tenemos a la chica nueva, que viene a salvar a su novio. Qué romántico. -dijo mientras las otras dos le coreaban sus risas de burla. Ni siquiera me inmuté, sólo me limité a ponerme entre Ken y ellas.
-Ken, ¿estás bien? -pregunté, volteando para mirarlo.
-... Sí, creo que sí. -dijo, viendo fijamente el suelo.
-Ken, mírame.
Apenado, hizo lo que le dije. Le sonreí suavemente, intentando animarlo.
-Confía en mí, todo va a estar bien.
-¡Pero qué bonito! Jamás había visto algo tan enternecedor. Mira, nosotras sólo le estábamos pidiendo algo de dinero para comer, si él fuera un caballero nos lo habría dado sin dar tantos problemas.
-Los caballeros suelen ayudar a las damas de los cuentos, no a las brujas.
-Lamento desilusionarte, querida, pero yo sería más bien la princesa.
-¿Te lo tienes muy creído, no?
-Y tú aún no sabes con quién estás hablando. Soy Ámber, hermana del delegado principal y también íntima de la directoria del colegio -dijo, llevándose la mano a la cintura y ondeando su rubio cabello con superioridad-. Y si yo quisiera en dos segundos ustedes dos estarían fuera de este instituto, pobretones. Pero soy una buena persona, lo único que les pido es que entiendan su situación y nos proporcionen dinero todos los días para que no les ocurra nada, ¿entendido?
¿Estaba hablando en serio? Mi cara era de incredulidad total. Incluso la pena ajena había reemplazado al enojo. Ésta chica era el estereotipo de las más tradicionales películas americanas, con su escuadrón y todo. De hecho la situación me parecía tan ridícula que tomé a Ken de la mano con intenciones de sacarlo de ahí.
-Vamos Ken, no perdamos más tiempo con ellas.
-Eso, corran. Espero que lo hayas entendido. Y mañana quiero tu dinero también, por hoy nos las arreglaremos con el de él.
¿Cómo? ¿Le habían quitado su dinero? Paré en seco cuando escuché eso, y de inmediato volteé a ver a Ken para saber si era verdad, pero él sólo parecía querer irse de ahí.
-Ken, ¿y tu dinero?
-Yo... -Parecía no saber qué decir, lo que sólo confirmó mis sospechas. Con horror miró cómo me daba la vuelta y comenzaba a avanzar de regreso hacia Ámber, cuyas amigas de inmediato cerraron filas frente a ella, en actitud defensiva. Me planté firmemente, si ella supiera cómo me sentía en este momento...
-Devuélvele su dinero -dije. El pitido en mis oídos se había hecho más agudo, sentía la mandíbula tensa y probablemente mis ojos estaban rojos de enojo, pero la chica sólo pareció encontrar eso divertido. Con una seña les dijo a sus amigas que la dejaran pasar, y dio un paso hacia mi. Grave error. Se acercó a mi cara y murmuró por lo bajo.
-Y si no lo hago... ¿qué vas a hacer? -Siseó.
Cuando me di cuenta, mis manos ya la habían tomado del cuello de su camisa y la había estampado contra la pared. Ella exhaló un suspiro por el golpe, que seguro la había tomado por sorpresa y sus ojos demostraban temor al fin, y eso me causó tanto placer... Sus amigas también dieron pequeños chillidos mientras la que tenía rasgos asiáticos salía corriendo en busca de ayuda. Yo no la solté, tan sólo acerqué mi cara a la suya como ella había hecho momentos antes.
-¡Suéltame, psicópata! -Luchaba por soltarse, pero yo era alta, bastante alta, y no tenía la fuerza suficiente para liberarse.
-Vas a regresarle su dinero a Ken en este momento.
-¡Alex! -Escuché gritar a Ken.
-¡Oblígame!
Debía admitirlo, la chica tenía agallas. Pero yo simplemente estaba cegada de enojo, en estos momentos no podía pensar con claridad.
-Escúchame bien, niñata. -Pegué mis labios a su oreja, para asegurarme de que no se perdiera ni una sola palabra-. Lo único que quiero es que le devuelvas a mi amigo lo que es suyo, ni siquiera te voy a pedir que te disculpes, y créeme cuando te digo que te estoy ofreciendo un salvavidas que deberías tomar en este momento.
Ella pareció pensarlo, asustada como estaba, pero su orgullo no dejaba de estar presente. Yo sólo quería hacerle daño, de verdad que lo necesitaba, pero fue en el momento en que Ken se sujetó de mi blusa mientras me decía que no valía la pena en que mi mente pareció volver a la realidad.
Y entonces me di cuenta de que la tenía acorralada contra la pared, que Ken estaba preocupado, que algún profesor llegaría en cualquier momento y que su amiga parecía estar a punto de llorar. Y me sentí culpable. Apreté los ojos con fuerza, antes de soltar a Ámber bruscamente y que cayera al suelo porque las piernas le fallaron. Me miró con odio, y supe que me había ganado a una enemiga y que sólo había empeorado las cosas.
-¡Eso! ¡Vete de aquí, desquiciada! Y cuídate las espaldas a partir de ahora.
-Vámonos Ken. -dije ignorándola y yéndome de ahí rápidamente seguida de él. No dijo mucho durante el camino, algo que agradecía hasta que pudimos llegar a un lugar tranquilo donde nadie nos vería. Me masajeé las cienes, pues de repente me había asaltado un dolor de cabeza por tanta acción. Ken sólo se sentó a mi lado y esperó hasta que me mejorara.
Así nos quedamos durante un tiempo, cuando sentí que ya tenía control sobre mi misma, pero ahora mis mejillas ardían de vergüenza así que intentaba ocultarlo con mi cabello.
-Ken, lamento que hayas tenido que experimentar eso en tu primer día. -Desde el fondo de mi corazón lo sentía. Pero no podía quedarme callada y no hacer nada, simplemente no podía soportar que alguien lo lastimara. Ken sólo me sonrió como siempre.
-No, gracias a tí, siempre me defiendes. Pero Alex... hacía mucho tiempo que no te pasaba ésto.
-Lo sé, lo sé, es sólo que... debes comprender que nunca había conocido a un... personaje como ella. -contesté, intentando explicarle.
-Es bastante caricaturesca, ¿cierto? Me recuerda a la villana de ese juego de citas que jugabas cuando no ibas a clases.
-¡Es verdad! -Comencé a reírme, relacionando automáticamente a ambas.
Eso era lo que me gustaba de Ken. Estaba ahí incluso en mis peores momentos y nunca se quejaba. Le agradecía el haberme detenido antes de que la situación se hubiera vuelto más grave. Miré a mi amigo, el cual seguía hablando acerca del parecido de Ámber con otros personajes de distintas series. Y después de eso ya no quedaba rastro de enojo en mí.
