Bleach

Ichigo/Rukia

Advertencias: esto tiene el objetivo de subirle el ánimos a todos los ichirukistas que fuimos duramente golpeados el jueves reciente.

Nunca he abusado de un personaje maltratándolo, porque yo le tengo un profundo cariño y respeto al 99% de los personajes de Bleach, asi que si buscan algo así, esta no será la historia donde lo encuentren.

Cabe destacar que esta es una continuación del capítulo 686. Esta idea surgió tras todo lo que me escribieron como respuestas a la nota de autora en la última actualización en una de mis otras historias. El ichiruki no fue una ilusión y lo sabemos.

No apto para sensibles. Apareceran palabras soeces y el registro es apto para adultos. Aclaro que yo digo las cosas por su nombre y que éste no será un fanfic rosa, dado que temas controversiales como la infidelidad serán abordados.


Capítulo I

Hacía tiempo que la imagen de todos sus amigos reunidos no se renovaba. Habían pasado años desde que habían logrado encontrarse todos y contemplaba como el tiempo hacia evidente mella en la apariencia, porque él mismo no lucía igual que cuando estaban todos en la escuela. Todos eran muy diferentes en la actualidad. Escuchó la risa de alguien y descubrió que provenía desde la cocina, donde estaba a quien no veía desde hacía más tiempo: Rukia. Se detuvo a observarla interactuar con su hija, y no pudo evitar que una sonrisa se apoderara de su rostro, porque en ella era impresionante ver como aun con el todo el tiempo que había pasado, conservaba aquel despreocupado carácter intacto, tan propio de ella. Era madre ahora y seguía siendo la misma, y su hija muy parecida en actitud a ella, era evidentemente extrovertida y feliz, era algo que irradiaba desde la distancia... No mucho rato pasó hasta que Renji llegó donde estaban ellas. Él puso una mano en el pelo de su hija, desordenando su cabello y esta le reclamó:

—¡Papá! ¡tú sabes mejor que nadie que no debes hacer eso! Tardaré en volver a acomodarme el pelo… —se lamentó —. ¡Es culpa tuya que yo tenga este problema después de todo!

Renji sonrió ante el reclamo de su hija y Rukia le llamó la atención, mientras él mismo se acomodó arrodillándose, y en segundos le acomodó el peinado tal como llevaba antes de que él lo arruinara.

—Sólo tienes que pedírmelo. Yo soy todo un experto… —se jactó —. Llevo décadas de práctica.

Ella le preguntó a su madre si había quedado bien el peinado y Rukia le contestó con su clásica pose con los dedos, asintiendo con seguridad. Ichika no puso en duda la palabra de su madre y salió corriendo hacia donde estaba su propio hijo, Kazui, y la vio tirando de él con energía para que fueran a otro lugar a jugar. Desparecieron de su vista después de subir las escaleras. Le pareció obvio que Kazui no estaba habituado a que lo llevasen contra su voluntad, y no pudo evitar una sonrisa burlona, porque él, tal como lo había sido su propia madre con él, era profundamente amado y protegido por Orihime. Por él por supuesto que también, era lo mejor que le había pasado después de todo, no obstante él consideraba que habían cosas que debían ser aprendidas por exposión, tales como caerse y volver a pararse solo, tras sólo sacudirse la ropa si era necesario y no llorar si no lo ameritaba realmente; Kazui le recordaba irremediablemente a él cuando tenía su edad, y su relación con Orihime como una demasiado parecida a la que él había tenido con su madre, y aquello le causaba un poco de temor. Haría todo por evitar que algo malo le sucediera a su familia, pero no quería que se convirtiera en alguien como él si algo no salía como se suponía que sucedieran las cosas.

Regresó a observar a Rukia y a su amigo, y se fijó que Renji había estado observando atento a su hija subir las escaleras, como asegurándose de que no tuviera problemas en el ascenso, porque con la mirada había seguido todo el alocado trayecto hasta que había conseguido llegar arriba. Ichigo vio con el amor que él veía a la niña, y como aquella intensa mirada, sin variar en la intensidad, se dirigía a Rukia. Era patente que el amor que sentía por esas mujeres lo convertían en un individuo increíblemente feliz, y podía comprenderlo, conocía bien a Renji y sabía lo enamorado que estaba de ella. Llevaba más años que su misma existencia queriéndola, por lo que el estar con Rukia debía significarlo todo para él...

Renji y ella estaban cerca, muy cerca. Desde esa distancia él podía ver como él le decía algo, y eso a ella la enojaba, pero no muchos segundos después, él consiguió hacerla cambiar de parecer y lograr que sonriera. Súbitamente se quedaron mirando fijo y vio la clara intención de Renji de besarla, pero ella lo detuvo y le reclamó que estaban en público, y para ejemplificar lo que decía apunto hacia donde estaban todos y lo descubrió a él mirándolos, y se sintió un poco avergonzado de haber sido testigo de esa escena.

—¿Ves? —lo indicó a él —. Teníamos audiencia.

Renji le pegó unas palmadas en la espalda mientras trataba de quitarle el hierro al asunto, que incluso a él mismo le parecieron muy bruscas.

—¿Cuándo aprenderás a medir tu fuerza, Renji? —dijo Rukia molesta.

Cuando él notó que había sido mucho para ella, las disculpas abundaron. Se le notaba avergonzado, y ella segundos después de notar que él se estaba sintiendo realmente mal, le dijo que había exagerado, qué estaba bien y que no le había dolido en realidad. Él la miró enojado por haberle jugado esa mala pasada y se fue hacia donde estaba el televisor; la pausa de la programación había terminado, y la pelea de Chad comenzaría nuevamente, por lo que todos regresaron a las posiciones en las que estaban antes de que la transmisión fuera pospuesta.

Ichigo miró hacia atrás y la mirada de él y Rukia se encontraron y se sostuvieron por un tiempo que parecía poco prudente.

—¿Qué estás mirando? Tonto...—preguntó y luego insultó..

No obstante ella no se quedó para oír la respuesta, y fue hacia donde estaban los demás, para ver también la pelea de Chad.

Aunque estaba mirando la pantalla del televisor y a su amigo batallar por el título, no había podido dejar de pensar en lo que había visto. Había sido extraño verlos a ellos interactuar como pareja, porque no era algo que hubiese ocurrido antes. Habían pasado muchas cosas que habían impedido que se vieran por un lapso de tiempo prolongado, por lo que seguía siendo algo poco familiar para él. Lo que se veía era que la relación de ellos parecía estar realmente bien, estaban tan compenetrados que parecían ser una familia realmente unida. Los tres eran personas alegres y lo irradiaban; todos los podían notar, porque había escuchado a todos decirle a Rukia lo bien que se veía.

Él por otro lado, no podía decir que no le había ido como era esperado, tenía un hijo perfectamente sano y todos a su alrededor estaban bien; todos gozaban de buena salud. Orihime lo amaba, y él no tenía dudas sobre eso, porque ella se lo demostraba. Día a día se esmeraba en la cocina, yella ya había aceptado que las mezclas exóticas no eran del gusto de todos, y había dejado de experimentar mezclar con sabores poco convencionales, y fue paulatino, pero después de todos esos años, la comida que preparaba era completamente comible y aceptable; a veces incluso era sorprendido de buena manera. Ella dejó de hacer esos locos inventos culinarios para que su comida fuera aceptada y bien recibida por él y por Kazui. Orihime era una mujer muy complaciente después de todo.

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La pelea había terminado con Chad como ganador. Era indiscutido su talento en la batalla, y a Ichigo no le sorprendía ni siquiera un poco el que hubiese llegado lejos. Se dirigió a la cocina donde se encontró a la hija de Renji y Rukia tratando de alcanzar un vaso que estaba más lejos de lo que sus brazos le permitían llegar, por lo que que él le facilitó la tarea. Era la primera vez que la tenía tan cerca.

—Tío Byakuya me dijo que no era bien visto subirse en las encimeras —respondió.

Ella justificaba el no haberlo podido hacer sola. Era evidente que no le había gustado recibir ayuda.

—No me costaba ayudarte, asi que en realidad no fue nada —desestimo él.

La mirada escrutadora de la niña en él le llamó la atención. Lo miraba muy fijamente.

—¿Tú eres Ichigo? —preguntó con soltura.

La confianza de la chica era notoria y le causó mucha gracia que lo llamara por ese nombre con tal espontaneidad.

—Yo soy Ichigo —confirmó.

—He escuchado hablar de ti —confidenció.

—¿A quién? —consultó curioso.

— A tío Byakuya —respondió con una expresión devoción al nombrarlo en su rostro —. Dijo que eras un irresponsable e impulsivo mocoso con un aire de arrogancia incalculable.

Si no hubiese sido él el insultado le habría provocado mucha risa escucharla decir eso de alguien más, pero por otro lado pudo perfectamente reconocer el calibre de la ofensa. Eran palabras muy propias de Byakuya después de todo.

—Ese Byakuya... —masculló indignado.

—¡Ichika! —escuchó una voz detrás.

La expresión de la niña cambió a una más seria. Había sido descubierta.

—No está bien repetir lo que escuchas —le indicó Rukia molesta.

La pequeña bajó la cabeza con arrepentimiento asintiendo y posteriormente salió de la cocina.

—Espera… ¿está mal repetir lo que escucha pero no están mal los insultos? —inquirió él sorprendido.

La expresión de burla de Rukia apareció.

—No puedo castigarla por decir la verdad... —dijo encogiéndose de hombros.

—¡Oye...! ¡tú...! —vociferó Ichigo.

Comenzaron a insultarse sin detenerse, lo que terminó en esuchar un apodo tras otro y a él le resultó todo eso demasiado divertido. Pelear con ella siempre había sido para terminar luego con una sonrisa al recordarlo. Discutir con Rukia era refrescante para él.

—Es hora de que nos vayamos —anunció Rukia —. Venía a despedirme.

¿Cuántas veces se habían despedido ya? No estaba seguro de la respuesta, pero siempre sentía lo mismo cuando llegaba ese momento: intranquilidad y deseos de prolongar más esos momentos compartidos.

—Fue bueno verte —contestó él —. Te ves bien...

Fue imposible que no notara que su cabello había crecido mucho con el tiempo y aunque seguía del mismo tamaño compacto, ahora tenía otra expresión que la hacía distinta y más adulta, y fue cuando descubrió finalmente lo que había cambiado en ella: ella ya no llevaba una pesada carga en sus hombros, ella ahora era una respetada capitana de la Sociedad de Almas; ella era madre y esposa.

—Bueno tú… ¡fue bueno verte! —dijo extrañamente enérgica.

¿Qué había querido evitado decir? ¿Qué su apariencia en la actualidad no era de su agrado?

La pregunta que quería hacerle desde hacía años se escapó de su boca antes de poder analizar si era apropiado o no exteriorizarla, pero la mirada extrañada de ella en un segundo, y complacida y pagada de si misma al otro, le dieron a entender que él seguía siendo tan cercano a ella como para hacer una pregunta como eso sin que ella armara un escándalo por haber sidoél un entrometido. Habían habido muchos momentos en el pasado en los que habían mantenido una conversación seria, y esa era una de ellas.

—¿Eres feliz...? —indagó él.

—Lo soy —admitió completamente convencida.

—¿Y tú...? —contraatacó ella —. ¿Eres feliz?

Quería contestarle que sí, no obstante ¿por qué a él le costaba decirlo con la misma facilidad con la que ella había confirmado lo que él había acabado de cuestionarle? Iba a responderle, pero su hijo comenzó a llorar y vieron pasar a Orihime apresuradamente dirigiendose hacia dónde provenía el llanto. Él la acompañó un poco más detrás, y al arribar vieron a Ichika mirando sin entender por qué Kazui lloraba.

—¡Yo sólo quería jugar con él...! —justificó ella afectada.

Rukia, que llegó segundos después, le dijo a su hija que se disculpara con Kazui y que fuera hacia donde estaba su padre, y que pronto se irían. Ichigo observó como Ichika caminaba decaida.

—Lo siento —se disculpó Rukia nuevamente —. A veces no mide su fuerza… le he dicho que tiene que tener más cuidado...

Ichigo negó con la cabeza, porque para él no era necesario explicarlo. Había sido un juego de niños y nada más.

Orihime consoló a Kazui que la abrazaba con aprehensión, y a su mente vino un recuerdo bastante lejano, en una situación familiar en la que él era el protagonista.

Comenzaron a marcharse los invitados y la primera fue Rukia. Ella se despidió de él con un gesto en la cabeza y de los demás con la mano desde la distancia y mientras se iban, Renji colocó una mano en su espalda; su enorme mano en la pequeña espalda de ella, y su hija iba cómodamente en los hombros de él. Miró esa imagen unos momentos y volvió para compartir con los que todavía quedaban.

Extrañó que Ishida no hubiese ido, pero desde hacía tiempo que él se había alejado de ellos, y no parecía hacer ningún esfuerzo en aparecer a las reuniones. Lo seguían invitando, pero él no participaba en ninguna y siempre tenía una excusa para no ir, no obstante a veces oía que aceptaba invitaciones de los otros y que de hecho pasaban un buen rato juntos, y aquello le molestaba. Él y Orihime parecían ser los únicos a los que evitaba y no se hacía una idea del por qué, sin embargo ya tendría tiempo de ir a aclarar algunos puntos con ese sujeto.

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Orihime dormía a su lado. Kazui hacía horas que se había ido a la cama. Él tenía el sueño increíblemente pesado, al igual que su madre.

La miró dormir. Había discutido con ella por lo que había pasado con Ichika y Kazui, y ella había encontrado que tenía razón, sin embargo no había sido la primera vez que en la que él le había dicho que había cosas de su hijo en la que ella no debería intervenir. Había notado que con su reacción exagerada había hecho sentir mal a la pequeña de Rukia. Ella siempre decía que no lo haría más, sin embargo siempre volvía a ocurrir. El instinto materno en ella era más fuerte su voluntad.

Se levantó y fue a tomar un vaso de agua, y mientras lo llenaba remembró subitamente lo que Rukia en ese mismo lugar había asegurado con vehemencia y sin titubeos: que ella era feliz. Se perdió en sus pensamientos, sin percatarse de lo que ocurría en su alrededor, hasta que una voz lo alertó de que el vaso estaba lleno. Hacía rato que el agua seguía saliendo, desperdiciando de forma innecesaria aquel importante recurso natural.

—¡Papá! ¡Mamá dice que tenemos que cuidar el agua...! —dijo el pequeño Kazui.

Sonrió por lo que él había dicho. Él era lo mejor de su vida, no había notado que quería ser padre hasta que supo que aquella noche con la que había sido otrora su amiga había tenido consecuencias, que más tarde descubrió que en realidad había terminado siendo todo para él. No se arrepentía de nada, porque él existía y lo amaba.

—Mamá tiene razón. Disculpa, no lo volveré a hacer... —se acercó a él y le susurró al oído —. ¿Podrías guardar el secreto? Orihime podría enojarse conmigo… yo prometo que no volverá a pasar.

Kazui asintió muy contento con aquella propuesta. Él era tan inocente y amable que estaba seguro que terminaría siendo dañado en algún momento, era inevitable, pero esperaba que él fuera lo suficientemente fuerte para sobreponerse y de que supiera que en todo momento él iba a estar para él.

—Gracias por eso —contestó —. ¿Qué haces despierto?

—Tuve ganas de ir al baño y cuando fui a su habitación no estabas, y bajé y te encontré —contestó con simpleza.

Ichigo lo levantó y lo quedó mirando con admiración. Nunca había imaginado nada de lo que estaba viviendo, y le gustaba cada minuto a su lado.

—Subamos —indicó.

—Pero bájame primero —exigió Kazui —. Yo ya estoy grande.

Se guardó la sonrisa para si mismo al escucharlo asegurar eso, pero aceptó la petición y lo bajó.

—Esa niña es una Shinigami también... —reveló su hijo mientras subian.

— De hecho supe que había sido aceptada con los aprendices de Shinigami.. —confirmó la información.

—¿Existe algo así? ¿Una escuela de shinigamis? —dijo él curioso.

—¡Por supuesto! Hay una academia donde los Shinigamis se gradúan, y si se es lo suficientemente destacado incluso los reclutan, y obtienen una posición asegurada en alguno de los Trece Escuadrones.

Quizás había sido su imaginación, pero creyó ver a Kazui entusiasmado con el descubrimiento de que habían más niños con poderes como los de él. Aunque por supuesto nunca serían como los de él exactamente, y aquello le hacía recordar que era algo que tendría que hablar con él, no todavía, pero si ya veía que se acercaba el momento.

—¿Volveré a ver a esa niña? —averiguó.

—Eso es muy posible… ella es la hija de unos buenos amigos después de todo —le explicó.

Kazui sonrió y él le respondió con la misma sonrisa. Sí, no cabían dudas, amaba a su hijo. Lo acompañó a su habitación y luego volvió a su cama, sabiendo que iba a ser una noche muy larga.

Pensó en cómo reconciliarse con Orihime siendo que pensaba que él tenía la razón en esa oportunidad, y que ella en su afán de protección, le estaba haciendo daño a su hijo. No le gustaba estar molesto con ella, y las diferencias de opinión parecían afectarle mucho a Orihime. No tenían demasiadas diferencias, pero en las que habían tenido, él terminaba pidiéndole disculpas a ella en cada ocasión. Pensó nuevamente en sus amigos, y en Renji y Rukia en particular. Siendo como eran, estaba seguro de que ellos debían discutir a diario, el sólo pensarlo le parecía gracioso, pero después comprendió que lo que había en ellos como pareja, era lo mismo que había él compartido con Rukia alguna vez: complicidad… y él con Orihimime no tenían eso. Tenía que ser muy cauteloso con lo que decía. No lo había pensado hasta entonces, no lo había valorado ni sopesado, pero el volver a ver Rukia le había hecho recordar esos tiempos en que los que su vida y la de los demás estaban en juego y llegaba el crucial momento de matar o ser matado. ¿Por qué, si habían sido tan buenos amigos en esos tiempos tan dificultosos, habían terminado distanciándose tal de modo que recién sus hijos se conocían?

Ambos habían adquirido sus responsabilidades con el tiempo. Ella había comenzado una relación con Renji después de haber escuchado la confesión de borracho de Ikkaku, sobre que Renji la había querido romanticamente todo ese tiempo. No había sabido más, tampoco era que anduviera de fisgón, pero fue a partir de ese momento en que si ya era difícil verse tras todo el trabajo de reconstrucción, y ella siendo la teniente de su escuadrón sin capitán, como la segunda al mando y la oficial de más alto rango en ese momento, era la persona a cargo de guiar a cientos de shinigamis. Dejaron de verse antes de enterarse de que ella estaba embarazada.

Había sido reconfortante compartir con todos nuevamente. Ver a Chad triunfar era algo que debía ser celebrado en compañía, pero por otro lado le había parecido triste escuchar que prometian juntarse para otra reunión como esa muy pronto, sabiendo todos en de fondo de sus corazones que volverían a pasar años antes de que algo así pudiera darse nuevamente.

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Bajó a desayunar, encontrándose con Karin yendo con poca ropa de vuelta a la habitación que solía usar en su casa.

—Ya te quedaste aquí nuevamente —destacó él recalcando lo obvio.

—No seas molesto —reclamó Karin —. Me duele la cabeza...

—¿Ya te embriagaste de nuevo? —inquirió.

—Yo no lo llamaría de ese modo… sólo tomé un par de copas demás —rebatió.

Él negó con la cabeza. Le costaba aceptar que su pequeña y deportista hermana resultara una chica tan resuelta y femenina, siendo que en sus años de juventud disfrutaba de actividades que no eran del todo delicadas. Karin había cambiado muchísimo y su reiatsu también. Estaba fácilmente al nivel de un teniente, y eso sin siquiera tener un entrenamiento.

Karin había avanzado unos pasos camino a la habitación que ella solía ocupar en el primer piso, pero de pronto se detuvo, y sin voltearse le preguntó:

—¿Qué sentiste al verla? —quiso saber ella.

—¿A quién? —preguntó él sin comprender.

—A Rukia… ¿quién más? —sostuvo ella.

—¿Por qué sentiría algo? —averiguó desentendido.

—Tú sabes bien por qué... —rechazó su intención de hacerse el que no entendía.

—¿No crees que eso es algo muy antiguo como para seguir diciendo esas cosas? —se defendió él.

—¿Lo es? —replicó ella.

Ella dejó la pregunta dando vueltas en su cabeza y regresó a la habitación, dejándolo solo nuevamente.

Karin tenía la teoría de que él en realidad a él le había gustado Rukia por mucho tiempo, y sí, quizás había tenido razón. En algún momento de su vida ella había sido la única capaz de levantarle el ánimo. Había ocupado un lugar importante y en muchas oportunidades habían terminado alejándose para volver a reunirse no mucho después, pero luego ella no estuvo más a su lado. Había sido Orihime, y sin darse cuenta se había acostumbrado a sus excentricidades y a verla siempre junto a él.

Siguió a Karin a su habitación, ya que la duda sobre lo que ella había expuesto le quedó dando vueltas y abrió la puerta para seguir con aquella intrigante conversación, pero sólo descubrió a su hermana en una posición tal que parecía como si se hubiese derretido sobre la cama.

—¿Qué quisiste decir con eso? —insistió.

Ella murmuró algo sobre la almohada, no estando dispuesta a hacer un esfuerzo por levantar la cabeza y repetir lo que había intentado decir.

Se acercó y la movió de modo de cubrirla con las sábanas. Hizo que se girara y volvió a repetir, con la nula esperanza de que ella respondiera con claridad, porque arrastraba las palabras que decía mientras la acomodaba.

—¿Qué quisiste decir con lo que dejaste entrever recién? —reiteró él.

Con una voz perfectamente clara, Karin dijo algo que hizo que algo que se sintió muy parecido a como si alguien le estrujara el corazón.

—¿No estaban Rukia y tú enamorados? —expuso ella —. ¿No deseabas acaso poder verla más que nada cuando no podías porque no tenías reiatsu alguno?

—¿De qué estás hablando? —inquirió.

Sin embargo su tono no era como el de una pregunta.

—No entiendo que pasó, ni cómo sucedieron las cosas entre ustedes, Ichi, pero… —contestó ella.

Parecía como si fuera a decir algo importante, algo que iba a ser relevante, pero estaba tardando y para cuando lo notó, ella se había quedado dormida.

—¡Demonios…! ¡Karin! —se lamentó.

Después de sacudirla suavemente un par de veces se rindió. Era evidente que no conseguiría nada de ella, por lo que después de acomodarla bien, se retiró de la habitación.

Si bien había querido que confirmara a qué se refería su hermana, lo cierto es que él lo sospechaba. Yuzu y ella le preguntaron en más de alguna ocasión por Rukia, teniendo sus primeras diferencias de opinión por eso, ya que las respuestas que les daba acerca de por qué ella ya no iba a la casa, a ellas no parecían que las dejara conformes, por el tiempo que habían compartido en casa mientras Rukia vivía con ellos habían llegado a estimarla bastante, y de hecho su padre también preguntaba por ella.

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Los días pasaron, y su relación con Orihime había vuelto a ser lo que era. Aquella vida que llevaba en ese momento era la que Rukia una vez había dicho que sería algo maravilloso vivir, era la vida que había anhelado con fervor cuando había visto que la posibilidad se alejaba mientras batallaba contra Yhwach, y sin embargo le parecía monótona, aunque la connotación de aquella palabra parecía ser siempre negativa, no lo era para él, no después de todo a lo que había enfrentado años antes.

Había algo que faltaba en su vida, y temía que hubiese sido aquella visita de Rukia la que hubiese abierto las heridas que él ya daba por sanadas…

Continuará…


Hola...

Espero que estén mejor, yo ya lo estoy :)

Más que gustarme saber su opinión, en este oportunidad soy sincera al decirles que la necesito...

Este será el último fanfic referente a la serie sobre ichiruki que escribiré, los siguientes (porque sí, pienso seguir escribiendo si ustedes me siguen leyendo y apoyando) serán todos universos alternativos, que son mi fuerte.

Espero no estar demasiado OoC