Capitulo 1

Sam tenía dieciséis años de edad cuando lo supo. ¿Por qué tenía que ser una de esas niñas idiotas que no pensaban en el futuro? ¿Por qué no pensó en lo que estaba perdiendo? ¿Por qué se entregó a lo más fácil por soledad? Jamás imaginó que su novio Joshua la engañaría hasta ese punto, ni siquiera parecía ser de esos chicos que buscan solo salir del paso.

Para hacer todo más sencillo, lo mejor era comenzar desde el principio. Samantha Puckett era una chica normal, regular en los estudios y fiel con sus amigos, Freddie y Carly. Su amiga era novia de Brad, el asistente de productor técnico de iCarly y el mejor amigo de Brad era el novio de Sam, su nombre era Joshua. Todo comenzó tan rápido que ella ni se dio cuenta cuando se enamoró de él, o eso pensaba.

Freddie por su parte era su mejor amigo, siempre estaba allí para ella y la apoyaba en muchas de sus travesuras. Pero todo había cambiado cuando su relación con Joshua inició, ella comenzó a alejarse un poco de él. Ciertamente el motivo eran celos por parte de su novio y ella no podía entender porque se sentía amenazado. Sin embargo, la rubia buscó la forma de mantener su relación a flote. Su vida sin Freddie no sería la misma y ella lo sabía. Fue su primer amor y su primer beso, eso no sería fácil de olvidar.

Una noche, Joshua la invita a una fiesta en las afueras de Seattle. Era una fiesta de puros universitarios, jamás se imagino que su novio fuera capaz de emborracharla y… Ella nunca había estado con un hombre, solo estaba esperando que la persona indicada llegara a su vida y no estaba segura de él. Ahora había perdido lo más importante de su vida en una persona que no la quiso y que no la iba a querer.

Ella recuerda haber despertado esa mañana con un fuerte dolor de cabeza, pero lo que más le sorprendió fue verse desnuda y envuelta en sabanas ensangrentadas. Sam se giró en busca de su novio y lo encuentra a su lado, se sentía tan decepcionada, la había utilizado.

-Joshua… -dijo mientras lo trataba de despertar. –Despierta y explícame lo que sucedió.

-Hmm, déjame dormir -susurró su novio contra la almohada.

-No, quiero que te despiertes y me expliques lo que sucedió –insistió Sam con su corazón acelerado.

Lo escuchó quejarse antes de sentarse en la cama.

-Está bien, Sam. ¿Qué quieres que te explique? –Su tono mostraba indiferencia.

-¿Qué paso anoche? –Ella tenía miedo de escucharlo.

-¿Qué crees que sucedió? Te emborrachaste, te entregaste a mí y listo –respondió con fastidio. –Déjame dormir…

-¿Es que ni siquiera fue especial para ti? –Preguntó sorprendida y temerosa.

-No le veo lo especial a estar contigo –gruñó con indiferencia.

Para Sam esa fue la gota, fue lo último que quiso saber de Joshua y de toda su vida. Para ella fueron días oscuros, días en los cuales no pudo ni mirar a la cara a sus amigos. Con el pasar de las semanas todo había quedado en el olvido. Trato de ignorar al chico que fue su novio por meses y los comentarios que se decían a voces sobre su persona. Pero lo más importante y lo que de verdad le asustaba fue su cambio de apetito. Además, presentaba un retraso en su periodo lo cual la asustaba con todas sus fuerzas. Todo su miedo aumento cuando no pudo soportar el trote en clase de gimnasia, ella se había desmayado después de dos vueltas a la cancha, allí sospechó que algo había pasado.

Esa misma tarde busca una prueba de embarazo y mientras esperaba, no pudo evitar llorar a causa del miedo. Se sentía débil y estúpida, ella ni siquiera se había querido entregar a ese idiota. Se imaginó tantas cosas, pensó en tantas tonterías durante ese periodo de espera, pero lo más importante que rondaba en su mente era "Yo no estoy preparada para esto…".

Cuando llegó la hora, Sam no podía creer lo que estaba viendo. La prueba fue a parar en una esquina olvidada y su mente quedó en blanco. Sus manos viajaron a su boca para ahogar los sollozos que amenazaban por salir, estaba triste y desmoralizada. La prueba había dado positivo, así como su futuro había quedado arruinado.

Aun estaba destrozada, pero necesita contárselo a alguien. Les escribió un mensaje a sus amigos y les dijo que tenía que contarle algo, que era urgente. Media hora más tarde estaba sentada en la escalera de incendios esperando por sus amigos.

-¿Sam? Vine tan rápido como pude –dijo Carly mientras cruzaba la ventana y se sentaba a mi lado.

-Freddie no tarda en llegar –susurró la rubia con lágrimas en los ojos.

Esa actitud no era normal en su amiga, Carly la conocía muy bien. Algo le había sucedido y no aguantaba más, tenía que saber lo que estaba pasando. Cuando llegó Freddie, ella supo que su sentencia estaba escrita. Sus amigos la dejarían sola y tendría que enfrentar todo sola.

-¿Qué sucede? Sabes que puedes confiar en nosotros –susurró Freddie mientras que su amiga asentía fervientemente.

-No hay forma fácil de decir esto… -su voz se rompió en la última palabra. Eso le preocupó a Freddie que tomó sus manos entre las suyas. –Estoy embarazada…

La mano que cubría la suya se apartó tan rápido como si hubiera recibido corriente. La mirada de Freddie fue lo más difícil para ella, había dolor y decepción, y ella se sintió decepcionada de sí misma. Carly no había dicho nada, así que tomó eso como una señal para dejarlos. Sam se levantó y comenzó a caminar hacia la salida, pero Freddie la detuvo.

-No vas a ningún lado –sentenció molesto.

-No quiero… molestar. Entiendo si no quieren ser mis amigos… yo… -Freddie no le permitió seguir.

-¡Cállate! Nunca, Puckett, vuelvas a decir eso –dijo Freddie con desesperación. – ¡Por Dios! Eres mi mejor amiga y nunca te voy a abandonar.

-Es verdad, ¿por quién nos tomas? –gritó Carly molesta, pero igual la abrazó.

-Discúlpame, esto es difícil… -susurró con dolor la rubia.

-Siempre te vamos a apoyar, ¿escuchaste? –le dijo Freddie mirándola a los ojos y ella asintió derramando algunas lágrimas. –Todo va a estar bien, te lo prometo.

Y ella le creyó. Los primeros meses fueron fáciles de ocultar, nadie notaba que su vientre crecía a velocidades alarmantes. Ni siquiera su madre que parecía ignorar su condición, resultando ser un alivio mayor para la rubia. Pero las cosas no serían siempre de color de rosas, algún día se iban a enterar y toda la tranquilidad que sentía desaparecería por completo.

Sin embargo, todo comenzó la noche del inicio de su tercer mes. Freddie y Carly se habían ofrecido a llevarla a su casa. Cuando llegaron, Sam se puso nerviosa porque su madre estaba esperándola en la puerta.

-¿Quieres que te acompañemos? –Preguntó Carly con voz entrecortada y Sam solo pudo asentir.

Mientras caminaba hacia la entrada, la rubia se percató de unos papeles que su madre tenía con fuerza en sus manos. Ella sabía que era y también sabía que no podía ocultarlo más.

-¿Qué coño significa esto? –gritó Pam mucho antes de llegar. -¿Cómo puedes tener dos meses de embarazo? ¿Acaso no te sirve tu vida como ejemplo? –Bramó sin importarle que sus amigos estuvieran presentes.

Sam no podía responder, no conseguía su voz dentro de tanto dolor.

-Inmediatamente vamos a ver a un doctor para que te saque ese engendró –dijo acercándose peligrosamente a Sam. –No aceptaré un no por respuesta. Es más, me lo vas a agradecer.

-¿Por qué crees que esa es la mejor solución? –gritó Sam cubriendo su vientre con sus manos.

-Agradece que te estoy dando opciones, pequeña zorra –sentenció tomándola del brazo y arrastrándola hasta la entrada.

-No le harás nada a mi bebé –gritó Sam apartándose de su agarre.

-¿Tu bebé? Esa cosa es todo menos tu bebé. ¿Quién la va a cuidar? –Comenzó a preguntarle con una sonrisa en los labios. Freddie y Carly no salían de su asombro, jamás esperaron algo así de parte de Pam. –Tú, niña, jamás podrás cuidar a ese bebé. ¿Quién le dará de comer? Además, si te quedas con él, puedes largarte de mi casa de una buena vez. Pero como eres una maldita cobarde, nos vamos ya a sacar esa basura de tu vientre.

Carly comenzó a caminar hacia Sam que estaba tirada en el suelo. Nunca había visto a su amiga tan nerviosa y asustada. Su cuerpo temblaba horrores y estaba segura que eso le hacía daño al bebé.

-No quiero perder a este bebé, mamá yo lo quiero –Pam se acercó rápidamente a su hija y comenzó a pegarle.

-¿Qué vas a saber de querer, niña estúpida? –Gritó encolerizada. -¿Quién es el padre?

-Él no sabe… ni siquiera me quiere ver –respondió la rubia con voz rota.

-¡Ja! Era de esperarse, nadie querrá una carga a tu edad –admitió entre risas. –Ni siquiera yo lo quise, mi madre me obligó a tenerlas.

-Ya basta, Señora Puckett. No puede…

-Tú ni te metas, Carly. Esto es entre la zorra y yo –gritó con ira. –Ahora párate que nos está esperando un doctor…

-Usted no toca a ese bebé o le juro… -era la primera vez que Freddie hablaba desde que la pelea comenzó- o le juro que la mato.

-Vaya, pero nos salió defensor el ñoño –admitió divertida la rubia mayor. -¿Tú? ¿Matarme? No me hagas reír.

-Se lo repito. Usted no toca a Sam o a mi… -Freddie respiró hondo ante lo que iba a hacer. –No tocaras a Sam o a mi bebé, si lo hace la hundo en la cárcel.

Carly chilla sorprendida y se deja caer al lado de su amiga que observaba pálida a Freddie. Pam lo observó con detenimiento, él no podía estar mintiendo. Su rostro sereno y la falta de nerviosismo lo comprobaron, ese chico era el padre de ese bebé. La mujer negó con la cabeza antes de suspirar.

-Vete de mi casa. Para mí ya estás muerta –susurró antes de cerrar la puerta con todas sus fuerzas.

-¡Oh Dios! Freddie, ¿Por qué mentiste? Tú sabes que este bebé no es tuyo… -dijo Sam entrecortadamente. Su cuerpo no paraba de temblar y su mente trabajaba a mil por segundo. -¿¡Freddie! ¿Qué haremos?

El aludido sonrió y negó con la cabeza.

-Decirle a mi madre –susurró antes de tomarla entre sus brazos y abrazarla. –Todo estará bien.

Sam no le creyó, ¿Cómo iba a hacer ahora? Ella no iba a permitir que la vida de su mejor amigo se arruinara por su culpa. Mientras regresaban a Brushwell Plaza, Sam no paraba de pensar en las posibles salidas. Esperaría que la dejaran sola para escapar y así evitarle molestias. Sin embargo, Freddie también estaba pensando. Su mente no había parado de pensar en lo que le diría a su madre y en no dejarla sola; la conocía tanto que sabía que podía escapar.

Cuando llegaron a Brushwell eran las nueve de la noche, él sabía que su madre había llegado.

-Mamá, ¿puedes venir un momento a la sala? Tengo algo que decirte –susurró cuando entró a su habitación con Sam. No la iba a dejar sola.

Marissa estaba sorprendida, pero decidió seguir a su hijo.

-Te escuchó… -dijo su madre sentándose en uno de los muebles.

-Mamá, no hay forma fácil de decir esto… -Sam pudo sentir como el cuerpo del castaño comenzaba a temblar. Eso era injusto, ella no podía permitirlo.

-Freddie, por favor…

-Sam está esperando un hijo mío… -escupió rápidamente.

Los ojos de Sam se abrieron como platos y Carly no se encontraba de otra manera. Era difícil escuchar a su mejor amigo hacerse cargo de un ser que no es suyo. La morena se giró para ver la reacción de Marissa, no había emociones ni nada que comparar, era como si estuviera muerta.

-¿Esto es una broma? ¡Freddie! Dime que es una broma –gritó desesperada mientras lo tomaba del brazo. –No con esta delincuente… dime que es mentira.

-Es mentira, Señora Benson… este bebé –intentó decir Sam antes de callarla.

-Por supuesto que es mentira. Eres poca cosa para mi hijo. Él no puede aspirar a algo como tú –Freddie nunca había escuchado a su madre hablar o expresarse de esa manera, estaba decepcionado.

-Sam, no mientas. Te dije que me haré cargo de mi hijo –dijo Freddie mirando a Sam directamente a los ojos. Él pudo escuchar a su madre lanzar un grito ahogado, pero mantuvo su posición.

-Lárgate de mi casa, Fredward. Ni tu ni nadie más es bienvenido en este techo –Freddie asintió dolido, pero se mantuvo firme.

El castaño tomó la mano de Sam entre las suyas y comenzó a caminar hacia la salida.

-Espero que esta unión tuya fracase –dijo su madre con una sonrisa en los labios. Él quiso responderle, pero solo quería salir de ese lugar.

Carly abre la puerta de su apartamento rápidamente, no puede creer todo lo que había sucedido en tan solo dos horas. Escuchaba como su amiga sollozaba sentada en el mueble y Freddie estaba paralizado en el medio de la sala.

-Hoy dormiremos todos en mi cuarto… si, es lo mejor –dijo Carly desde la cocina. –Sam necesita descansar y tú también Freddie –aseguró tomando un poco de su limonada.

-Es mejor… -accedió Freddie sin emoción.

Durante dos horas su amiga no dejaba de llorar, pero él tenía que ser fuerte para ella. Esperó pacientemente a que las dos se durmieran por completo, así podía bajar y sacar todo el dolor que tenía dentro. Cuando el reloj marcó las doce de la noche, bajó las escaleras y se dejó caer en los muebles de la sala.

Su pecho comenzó a subir y bajar con rapidez, jamás imagino que su madre reaccionaría de esa forma. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras un nudo en su garganta se formaba rápidamente. No lo pudo soportar más y comenzó a llorar. Sus sollozos se escuchaban por toda la planta baja, no podía evitarlo, tenía tanto miedo y se sentía tan solo. De pronto, unos brazos lo rodearon sorprendiéndolo por completo.

-Carly me lo contó todo, estoy tan orgulloso de ti –dijo Spencer con una sonrisa en los labios. –Esto es una carga grande para un niño de dieciséis años.

-Lo sé, Spencer… pero es mi amiga y la quiero –susurró con dolor antes de seguir llorando. Necesitaba ser fuerte por su amiga.

-¿Qué harán? –Preguntó Spencer preocupado.

-Buscar trabajo… supongo –respondió Freddie con simpleza.

-Eso está muy bien. Los apoyaré cuanto pueda –aseguró Spencer y Freddie no se sintió solo, no más.