La mañana era gélida y el oscuro bosque rodeaba aquel triste camino hacía el pueblo de Follet, un lugar que parecía apartado de la vista de dios, puesto que hace desde unos meses atrás había sido atacado por una enfermedad misteriosa.
La hermana Matsuyo regresaba de su viaje a conseguir medicinas para las personas que visitaban el convento del pueblo en busca de atención médica.
Ella no era vieja pero ciertamente no era joven para darse el lujo de hacer esos viajes de 3 días a caballo. Pero no había otra persona que pudiera conseguir medicinas, todas sus hermanas estaban ocupadas atendiendo a los enfermos del pueblo y le habían encomendado tan importante tarea.
De pronto, el sonido de un llanto le llamó la atención.
Miro a todas direcciones hasta ver al lado del camino un pequeño bulto al pie de un árbol, se bajó del caballo para observar mejor.
Era un bebé envuelto en sábanas, sin duda lo habían dejado para morir ahí, tal vez de frío, hambre o devorado por los lobos. Cualquiera que llegará primero.
La hermana destapó con cuidado la cara del bebé, este seguía llorando y tiritando de frío.
Ahora se encontraba en un predicamento. No podía llevarse al bebé así sin más.
Al haber tanta gente enferma, había menos personas disponibles para cultivar alimentos, y la comida escaseaba. No le parecía extraño hubieran dejado así sin más ese bebe.
Era una práctica común, al haber tan pocas posibilidades de sobrevivir en tiempos difíciles no muchos se daban el lujo de arriesgarse a criar un bebé que muy seguramente moriría en cuestión de días.
Pero la hermana Matsuyo creía que no era coincidencia haberse encontrado aquel bebé, le acarrearía problemas pero sentía que era su deber el cuidar esa criatura.
Volvió a subirse a su caballo y con bebé en brazos continuó su camino hacia el convento.
La suerte parecía acompañar al bebé puesto que vivió hasta alcanzar sus 5 años de edad, la hermana Matsuyo lo había tomado a su cuidado, aunque tuvieron que vestir al niño con ropas de niña, pues eran las únicas ropas disponibles y no podían darse el lujo de comprarle ropa para él,
Mientras el niño le tomó cariño a los gatos que habitaban el convento y ayudaba a la hermana Matsuyo en sus tareas diarias, en un lugar con tan pocas personas no podían darse el lujo de prescindir de toda la ayuda que tuvieran.
Cuando creció las hermanas no vieron mayor problema en que siguiera siendo criado por ellas, mientras él le encomendara su vida a dios y mantuviera puros sus pensamientos y cuerpo ellas seguían tratándolo como si fuera otra hermana más en el convento.
Así sin más pasó el tiempo en aquel pueblo.
Hasta que un día la enfermedad volvió sin previo aviso.
Las personas empezaron a padecer aquella fiebre que los tumbaba en cama para morir al cabo de unos días. Nadie sabía qué era lo que lo provocaba, y aunque enviaran cartas de ayuda estas nunca regresaban, la gente que podía se iba a caballo para no volver, o se quedaba a atender a sus enfermos para ellos mismos también ser contagiados.
La población se redujo drásticamente hasta que al cabo de dos meses ya solo quedaban algunas hermanas en el convento cuidando de los enfermos.
Al final todos murieron, menos uno: Ichimatsu.
Ichimatsu se encontraba solo, enterrando los cadáveres de las otras hermanas en las criptas del convento, incluso su tutora, la hermana Matsuyo había caído enferma y muerto hacía unos días.
Era un trabajo pesado y tedioso el tener que cargar solo todos los cuerpos, incluso si la mayoría habían sido incinerados así sin más para evitar propagar la enfermedad. Pero Ichimatsu creía que debía darles una merecida sepultura a aquellos seres que lo habían cuidado a él durante todos esos años, aceptandolo aún si fuera hombre en un convento.
Después de cerrar la última cripta en las catacumbas, salió al frío de la noche en el cementerio a esperar su propia muerte.
Lo único que lamentaba Ichimatsu, era que no había ningún padre al que confesarle sus pecados, para que su alma accediera al cielo como la hermana Matsuyo.
Lo otro que hubiera deseado, era al menos poder despedirse de sus amigos gatunos. Pero en cuanto volvió la enfermedad al pueblo, Ichimatsu desatendió a los gatos del convento por ayudar a sus hermanas con los enfermos. Al no tener comida los gatos del convento huyeron al bosque.
Ichimatsu recorrió entre las innumerables tumbas en el cementerio, todas abiertas recientemente, hasta encontrar una que le llamó la atención.
Era una tumba elevada al nivel de piso, con hermosas rosas frescas rodeándola. Aquello era bastante inusual. ¿Porque entre todas las tumbas aquella tenía rosas?
Al acercarse vio que la tumba estaba abierta, dentro estaba un joven, de su misma edad, e incluso con su mismo rostro, sus ropas se veían elegantes y costosas. Pero lo más raro de todo era que no había ningún de descomposición en el cuerpo.
Eso era imposible, la mayoría de los pueblerinos habían muerto hacía semanas. Incluso si aquel joven había muerto hace poco, ¿porque no se le veía demacrado por la enfermedad?.
¿Sería acaso que estaba vivo y todos creyéndolo muerto lo habían dejado ahí?
No era la primera vez que pasaba, en otras ocasiones se habían encontrado ataúdes con las paredes arañadas porque habían enterrado viva a alguna persona.
Ichimatsu acercó su mano al pecho de aquel ser para ver si había algún latido cuando el otro abrió los ojos.
Eran de un azul enigmático azúl profundo que parecía mirar directo al alma de Ichimatsu, tomó la mano de la monja y acercó su rostro al de esta.
De la impresión Ichimatsu perdió el conocimiento.
Karamatsu Matsuno era su nombre, o al menos eso era lo que recordaba de su vida como mortal.
Había llegado al pueblo desde su castillo, atraído por el llamado de la muerte que rodeaba aquel lugar.
Decidió pues intentar y saciar su hambre aprovechando la situación pero había encontrado que los infectados de aquella enfermedad tenían su sangre contaminada, no podía comer de ellos.
Desanimado, estaba a punto de regresar cuando vió a la monja, llevaba una carreta con muertos hacía el cementerio.
Lo primero que notó Karamatsu es que aquel otro ser tenía su mismo rostro, eran idénticos.
El otro aspecto importante es aquella monja no era una persona común, era un ser que había tenido tantas vidas y renacido tantas veces que la muerte se negaba a llevarselo. Repelía la muerte vaya.
¿Quien diría? Karamatsu Matsuno en todos los siglos que había existido como vampiro jamás había visto algo parecido.
Algo le decía que no solo debía verlo, si no también de probarlo.
Así que, cuál araña en su red, Karamatsu se acomodo a esperar en una de las tumbas, hasta que su presa viniera a él.
Cuando la monja perdió el conocimiento, el vampiro la tomo como si fuera una muñeca de trapo, y se dirigió hacía su castillo.
Ichimatsu recobró el conocimiento, lo primero que notó era que se encontraba sobre algo muy suave, juntando todas sus fuerzas consiguió sentarse y ver alrededor.
La confusión lo golpeo, nunca en su vida había estado en un lugar así, aunque había poca luz se alcanzaba a distinguir que era una habitación lujosa, con muebles de madera ornamentados, hermosos tapetes y cuadros colgando en las paredes, y en cada rincón de la habitación montones de rosas rojas en jarrones de porcelana.
Cuando Ichimatsu dirigió su vista a la ventana vio una figura devolverle la mirada.
Era el joven de la tumba, su rostro iluminado solo de un lado por la luz de la luna que entraba.
Un aura elegante y misteriosa lo rodeaba.
-¿Quién eres tú? ¿Donde estoy?
-Mi nombre es Karamatsu Matsuno, soy un inmortal de la noche, un habitante de la oscuridad, un exiliado de la luz, un…
-¿Que?
- soy un vampiro - el otro contestó algo irritado por ver su discurso interrumpido
Mientras que la monja enmudeció ante la palabra, no sabía qué era eso. Hasta que algo le vino a la mente: a la hermana Matsuyo nunca le había gustado contarle historias sobre los seres malignos, pero una vez le relato acerca de las criaturas que reinaban en la oscuridad.
Los vampiros, descendientes de Lilith condenados a vagar por la eternidad alimentándose de la sangre de otros seres vivos.
Ichimatsu comenzó a temblar, aquel ser lo convertiría en un igual
-No! alejate! - Antes que se pudiera mover el vampiro lo tomó por detrás sosteniendo su mano y mentón
-Shhh shhh no te asustes. Detesto que mi comida apeste a miedo - Le susurro al oído.
Ichimatsu apenas procesaba como se había movido el vampiro a velocidad sobrehumana cuando el otro le estampo un beso.
"No puede ser, esto no está pasando" se repetía así mismo, el sentir esos otros labios tratando de acceder a su boca era repulsivo. Quiso apartar aquel inmundo ser con sus manos, pero era inútil, el vampiro rebasaba muchas veces su fuerza física.
El vampiro introdujo su lengua en la boca de Ichimatsu, explorando su boca, aún cuando el beso comenzó torpe y obligado, parecía que la monja estaba dejando de resistirse.
Mientras que seguían con el beso Karamatsu recostó a Ichimatsu sobre la cama, lo tomo con una mano de la cintura y con la otra comenzó a explorar su cuerpo. Lo cual era difícil, ya que su hábito de monja cubría casi todo su figura, pero quería saborear cada momento con paciencia así que decidió aún no despojarlo de su ropa.
Mientras que Ichimatsu recibía pasmado las caricias, era algo completamente nuevo, el sentir otro ser tocarlo, no sabía cómo describir la sensación pero ya no se le antojaba tan desagradable, incluso no se había percatado su cuerpo había comenzado a reaccionar.
Ichimatsu se estremeció cuando el vampiro toco el interior de sus muslos, se sentía tan vulnerable el que lo tocarán en ese punto.
Karamatsu toco el bulto de la monja, apretándolo sobre la tela manipulándolo y viendo las reacciones incontenidas de esta, Ichimatsu arqueaba la espalda y se aferraba a las sábanas como si estas pudieran quitarle aquella sensación.
-¿Qué es lo que tenemos aquí hermana? ¿nunca en tu vida te habías tocado?
-ahh no me toques... Ahh! - Karamatsu pasó su pulgar justo encima del glande de Ichimatsu
-Déjame, no quiero hacer estos sucios actos, somos dos hombres.
-¿Y? He hecho el amor con mujeres y hombres por igual, disfruto el dar y el recibir, aunque me gusta más el dar. ¿Acaso temes que esto te llegue a gustar más de lo que quieres admitir?.
-¡No! Prefiero morir a cometer estas aberraciones.
-Eso es lo que dices pero en unos momentos te tendré gimiendo y pidiendo más.
Karamatsu subió hasta su boca hasta la altura del pecho de Ichimatsu y comenzó a morder y lamer sobre la tela el pezón de esto, al mismo tiempo que con la otra mano buscaba entre tanta ropa un acceso al anillo de la monja.
Ichimatsu trato de quitar la cabeza de aquel monstruo sobre su cuerpo, pero el vampiro tomó sus manos llevándolas sobre su cabeza, frustrado las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, estaba a merced de aquel demonio que abusaría de su cuerpo, si moría así su alma tendría que arder en las llamas del purgatorio.
Ichimatsu se sobresaltó al sentir algo apretar contra su entrada, aquel vampiro le estaba tratando de introducir un dedo en su ano. La sensación de dolor recorrió su cuerpo.
- Estas muy tensa hermana, si sigues así te dolerá más, tal vez debo estimularte un poco más.
Con la facilidad de quien rompe una hoja marchita en dos, el vampiro desgarró la ropa interior y parte del hábito de Ichimatsu, la monja apretó sus ojos llenos de lágrimas, el sentir la vista de alguien sobre su cuerpo lo hacía sentirse aún más sucio.
Mientras que Karamatsu tomo el pene de Ichimatsu con su mano, subiendo y bajando la mano lentamente.
-Te jactas de ser muy puro y limpio, pero mira, estas completamente mojado aquí abajo.
Soltando las manos de Ichimatsu, el vampiro se relamió un índice para introducirlo de nuevo en el interior de esta mientras que con la otra mano seguía estimulando el pene de la monja.
Aún cuando Ichimatsu fuera un hombre en hábito de monja, esto no le quitaba el que fuera un servidor de Dios. Karamatsu debía corromper su cuerpo para poder beber de su sangre. Además, ¿quien se podía negar al placer de tomar una virginidad?
Con deleite el vampiro siguió con su trabajo acelerando el movimiento, viendo los espasmos involuntarios en el cuerpo de la hermana. Cuando ya no fue tan difícil introducir un dedo procedió a meter un segundo, ganándose el primer gemido de Ichimatsu, aquello le animó a mover sus dedos hasta volver a tocar ese punto que hacía perder la compostura a su víctima.
De pronto sintió el pene de la monja endurecerse para después sentir el calor del semen manchar su mano. La propia monja abrió los ojos asustada de ver su cuerpo hacer aquello.
-¿Tan pronto ya te has corrido?
La hermana solo respondió con sollozos de culpa.
-Bueno eso me gusta. Te penetrare usando tu propia semilla como lubricante. -
Mojando con el semen sus dedos introdujo 3 dígitos en el ano de la monja, al mismo tiempo que atacaba con su boca uno de sus pezones a través de la poca ropa que le cubría. Ichimatsu sollozaba, quería odiar todo lo que el otro le estaba haciendo pero no entendía el porqué su cuerpo comenzaba a moverse al compás de los dedos, a buscar más de esa sensación en su pecho.
Cuando el vampiro sintió que Ichimatsu se había dilatado lo suficiente para poder penetrarlo, se despojo de la parte superior de su ropa y termino de quitarle los últimos retazos de tela que cubrían a Ichimatsu, tan solo dejándole su velo puesto.
Levantó a la monja sobre su regazo, justo encima de su miembro erecto, y tomándolo de las caderas procedió a bajar el cuerpo de la monja enterrando al mismo tiempo su pene dentro de esta, lentamente deslizándose con el semen de la misma.
Quizá el que fuera un acto tan profano el que un demonio como el le quitara la virginidad a una novicia, fuera lo que lo hiciera sentir su cabeza explotar.
Aún cuando Karamatsu había tenido relaciones con princesas, reinas, prostitutas. Desflorado a cientos de doncellas y hombres. Mantenido orgias con humanos e incluso sucubos e incubos.
El penetrar a Ichimatsu era un placer indescriptible, solo comparable con la dicha de volver a estar vivo.
Cuando su pene estuvo completamente dentro de Ichimatsu, Karamatsu comenzó a levantarlo y embestir sin compasión, tratando de llenarse de esa sensación, de esa vida que irradiaba Ichimatsu.
Pero lo mejor estaba por venir.
Ahora que el cuerpo de Ichimatsu estaba libre de cualquier pureza podía alimentarse de aquel elixir.
Sin dejar de darle estocadas Karamatsu enterró sus colmillos, sintiendo el calor de la sangre inundar su cuerpo, colmandose en ese gozo, tratando de no perderse en aquel deleite. Vislumbrando la poca conciencia que le quedaba después de eso, tomó una decisión.
Que Ichimatsu debía ser suyo para siempre.
Antes de llegar hasta el punto sin vuelta atrás, Karamatsu tomó una daga junto a la cama, con una incisión limpia sobre su clavícula, el vampiro derramó sangre, para después invitar a Ichimatsu a tomar de esta.
Era un acto egoísta, aún para un vampiro, el decidir sobre otra persona algo tan grande como para vivir por la eternidad, pero Karamatsu estaba dispuesto a correr el riesgo, quería que Ichimatsu fuera su acompañante por eso lo obligaba al castigo de ser un inmortal.
Cuando Ichimatsu sintió sobre sus labios el dulce sabor de la sangre, era como si un rayo recorriera por cada vena de su cuerpo, como si todas las fibras de su ser le gritaran que debía beber hasta la ultima gota de ese néctar.
Succiono del cuello de Karamatsu, al mismo tiempo que lloraba.
Lloraba pues sabía que su alma nunca tendría perdón.
Por dentro Ichimatsu pedía con todo su corazón que dios y la hermana Matsuyo no estuvieran viendo como el mismo iba hacía su propia condena.
Cuando la transformación fue completa Karamatsu separó el rostro del ahora otro vampiro, viendo en sus ojos el fuego del pecado.
Ichimatsu era hermoso, pero ahora era un ser de belleza indescriptible, Había perdido cualquier rastro de inocencia para ser reemplazada por la sensual belleza de un vampiro.
Con una mano sobre el pecho de Karamatsu, el joven de ojos violetas lo empujo contra la cama para montarlo con renovadas energías, ahora sin una muestra de arrepentimiento.
Los gemidos y los golpes de los cuerpos chocar, las manos de Karamatsu descubriendo el fibroso cuerpo de Ichimatsu, despertando cualquier sensación que el no hubiera sentido. Y el aroma a muerte y rosas, eran todo lo que Karamatsu quería perpetuar en su memoria.
Con un beso lleno de lujuria ambos se corrieron. Para después tumbarse los dos sobre la cama entre jadeos.
Karamatsu atrajo hacía si a Ichimatsu, él era completamente suyo.
Mientras que este oculto su rostro en su pecho, reviviendo en su mente todos los actos que habían cometido.
-Mi dulce rosa blanca, serás mio para la eternidad.- Susurro el joven de ojos celestes
Y Ichimatsu solo se pregunto porque la muerte no lo había visitado y porque su dios lo había abandonado.
Bueno solo les quería decir que, disculpen por no actualizar los otros fics... Estaba con deudas, y todo porque a la idiota de ExplosiveCoffee se le hizo fácil comprar figuras de matsus a lo pendejo, y ya cuando tuve que pagarlas ya no encontraba como. Y como no me dejan prostituirme tuve que trabajar y coser día y noche para pagarlas.
Espero actualizar pronto, no es un hiatus, porque aquí sigo.
Solo no sé si pueda actualizar muy seguido porque se acerca navidad y todos quieren cosas, y ahí me verán de nuevo cosiendo en mi maquina día y noche 737
Yo sé que a lo mejor la historia no estuvo muy buena, muy seguramente se me paso por ahí alguna regla de los vampiros. Yo sé que no soy Anne Rice, ni Bram Stoker, vaya yo creo que ni a Paulo Coelho con colmillitos de plástico llego, pero ojala les haya gustado
Este será un two-shots (?)
en el segundo capítulo veremos a karamatsu lobo hechandose a Ichimatsu ( ͡° ͜ʖ ͡°)( ͡° ͜ʖ ͡°)( ͡° ͜ʖ ͡°)( ͡° ͜ʖ ͡°)
Y no se olviden, también ustedes actualicen, el karaichi me da fuerzas y vida uwur
