Barrio rojo

Los colores sepia de las lámparas a vela; la piel ardiente; suaves y profundos aromas impregnan la sala, las casas y el alma de las personas. Bajo las cuatro pareces de aquella vieja casona de antaño se funde el placer, el deseo, la desolación, el amor... Las suaves prendas de seda conocen de memoria el camino a través de sus suaves hombros hasta el cómodo piso del tatami. Sus movimientos son agraciados y su voz vibra con exquisitez cautivando a muchos de los hombres que buscan sus servicios, más su corazón yace ajeno , anhelante de esos ojos que una vez al mes le comen el corazón, secan sus lagrimas, alimentan sus sueños y le liberan de los hilos de oro que le atan a su destino de ser un simple cortesano.


Sí, les traigo una pequeña historia que no me ha dejado dormir. Lamento que no he actualizado mis fanfics hasta ahora pero tengo algunos problemas escribiendo. Hace poco terminé un capítulo y se borró , al final me frustré y escribí las ideas centrales pero finalmente no me convencieron… ¿Qué hago hablándoles de todo esto? Ups, bueno, disfruten de esta pequeña historia, . No sé que tan cannon es el ChoroKara pero de pronto quise probar algo así y no les doy más spoilers para no perder la magia de la trama(?)… Nuevamente lo siento por la demora, actualizaré creo que cuando termine mi semestre, el cual me tiene viendo estrellitas, y por lo mismo este fic será un two shot, iba a ser un one shot pero no me alcanza lo que quiero poner sólo en este capítulo.


Karamatsu

.

Una leve brisa se cuela por las ventanas con marco de madera de la casona y me cuestiono si esta noche estará nublado. Los marcos de las ventanas están esculpidos con esfuerzo y gracia hasta terminar en aquellos acabados tan elegantes y llenos de vida que pocas veces son notados por los clientes. Me detengo un segundo ahí y mis dedos cosquillean con remembranza y sin quererlo se deslizan por aquellos grabados, los cuales son testigos de todo lo que sucede a su paso tras estas paredes color caoba. De pronto me siento perdido, como sucede a veces, y mi vista anda sin rumbo por la ventana, viendo hacia fuera como un futuro deslumbrante se pierde tras el ocaso.

De a poco se puede ver como el cuidador nocturno avanza con parsimonia, un anciano de mirada tranquila y ojos soñadores. Camina encendiendo los mecheros de los modernos faroles que han mandado a poner los mensajeros del emperador, a la par que el sol desciende sin prisa dejándonos en claro que el destino arderá brillante un día más otro día, y nos deslumbrará con las grandes bellezas del porvenir.

El traqueteo de la puerta interrumpe el momentáneo silencio de la habitación "Kara, Hoy toca rojo" comentan desde el rabillo de la puerta. Una voz quizás demasiado dulce, y con demasiada firmeza. Su tono me distrae de los pensamientos despreocupados que cruzan mi mente y volteo en la dirección. No me molesto en dar una respuesta propia, pues se que aquella chica ya no está allí, ha ido a continuar con sus rondas, en la repartija de labores.

Recargo ambos brazos sobre el marco de madera y puedo sentir como la delicada prenda que porto se desliza por mis hombros, no lo suficiente como para resbalar al piso, pero lo suficiente para hacer que se note mi pecho al descubierto. Suspiro aliviado dejando escapar un sonido escueto, o tal vez esperanzado. No quiero admitir que quizás ha sonado a una exhalación que refleja añoranza, tristeza, tal vez deseo, tal vez alegría, ¿Amor? Nunca soy capaz de ordenar mis cabeza cuando pienso en esto; en esta idea que me come la psiquis cada día que espero a un día como hoy.

Un día en que el sol desciende lento, lo suficiente para ver que al cuidador vaya a la taberna lo suficientemente despreocupado para charlar con el jefe, aquel hombre que tan bien conozco y que de jefe tiene poco; el cual está lo suficientemente absorto entre bebida y bebida como para permitir que se una a su conversación su fiel mano derecha, un cortés hombre extranjero que suele usar ropas graciosas de occidente, el cual es lo suficientemente astuto para escabullirse entre los anaqueles del barrio rojo, entre las risotadas, entre las deliciosas musas que se mueven con gracia, que le susurran al oído, que le invitan con sus cánticos de sirena y le advierten que no pierda su tiempo.

Yo soy lo suficientemente rápido para apartarlas con miradas furtivas, con palabras dulces que huelen a hierbabuena y saben a ortigas; logro convencerlas apartándolas con movimientos serios que reclaman atención que ellas no pueden brindar. A veces me las ingenio para cederles alguno de mis mejores clientes, la verdad no me importa, no mientras pueda acapararlo todo para mí. Él dice que me preocupo demasiado, y ojalá así fuera, ojalá sus susurros dulces calaran en lo hondo de mi ser y se fundieran en mis huesos haciendo realidad lo que profesa.

Se cómo funcionan las cosas aquí adentro: es la ley de cazar o ser cazado. Ciertamente las chicas suelen ser crueles en este aspecto, lo he aprendido a la mala a base de golpes que si bien no se ven en mi cuerpo llevo reflejado en cada mirada, pero es cierto que soy un guilty guy, soy igual que ellas. Digamos que este negocio te vuelve ese tipo de persona.

¿Qué hago pensando en todo esto? Sacudo mi cabeza dos veces intentando despejar las nubes espesas que han aflorado en mi mente.

Ahora estoy frente a la puerta. Recogiendo un kimono de seda cuidadosamente doblado que ahora descansa sobre mis brazos que quizás están demasiado anchos para este trabajo, mi espalda no es pequeña como la de las chicas, y mi voz no es fina y delicada como la de las cortesanas, aunque eso es más que obvio. Desde pequeño me he esforzado por seguir el ritmo casi vertiginoso que envuelven las casonas de este tipo; aún no puedo decir que lo he logrado: "Eres demasiado doloroso" comenta my brother Osomatsu siempre que puede con una habitual sonrisa quien sin ser mi hermano me acogió en sus puertas y ayudó a mi familia cuando más lo necesitábamos, quizás aliviado de poder hablar con alguien fuera asuntos que envuelvan dinero de por medio, quizás divertido por mis esfuerzos por imitar a las personas aquí adentro.

Desaparezco al final del pasillo a una de las habitaciones contiguas del salón y me despojo de mis habituales prendas blancas y azules que forman parte del kimono sencillo corto, arremangado hasta los codos y que deja mis rodillas al descubierto. Sostengo la prenda frente a mí, es de seda roja, muy suave y delicada. La analizo un par de segundos sintiéndome extraño de portarla, ajeno a su tacto y suavidad como si la tela simplemente no fuera algo que debiera existir en este mundo. Cómo código interno solemos usar este color frente a clientes importantes, pero nadie me ha dicho algo al respecto, ¿Se habrán equivocado?

Me coloco las prendas y siento que encajan demasiado a la perfección conmigo lo cual suele ser raro para mí. Me observo unos segundos tras el espejo de bronce y me siento azorado por los reflejos dorados que profesan los suaves hilos, mezclándose con el tono carmesí y los grabados de grullas negras que vuelan hacia ningún punto en específico. Escucho pisadas y murmullos. No me doy más vueltas y me voy hacia una de las salas de la gran casona en la parte alta, lugar al que pertenece un tipo de prendas de tal envergadura. Algunas chicas me miran con envidia, puedo sentir sus miradas penetrantes, otras me miran con picardía, y siento como una de ellas pasa y toca mis muslos tentada por la imagen que proyecto. La veo perderse en el pasillo y hago lo mismo tras el final de este.

Avanzo hasta el final, a una de las habitaciones con puerta corredera que posee grabados de tigres de bengala y flores de loto, me deslizo en el interior y me doy el tiempo de dejar los preparativos listos. Una generosa cantidad de sake y dulces me esperan sobre una de las mesitas y yo las acomodo lo mejor que puedo al sonar de las luces cálidas que danzan tras de vela que descansa en la palmatoria con grabados en oro.

Cuando tengo todo listo me detengo a admirar todo este perfect style que he logrado. Trago saliva y me pongo ansioso. Cayendo en nueva cuenta de que no sé bien qué hago aquí todavía ni para quién es todo esto, pero guardando la esperanza de un encuentro nuevo con esa piel pálida y esos ojos verdes propios de un mestizo de dos castas que se extienden más allá del terreno feudal.

Me recargo sobre el marco de la ventana baja que adorna la habitación y la vista a los transeúntes en el barrio me tranquiliza un poco. Observo como otras chicas se asoman por los balcones en el resto de los pisos invitando a los clientes a pasar un rato agradable. Las miro y me siento ajeno nuevamente, cautivado por los paisajes que se extienden, pero terriblemente solo. Me devuelvo un rato a la habitación dispuesto a beber algo del sake, pues mi invitado se ha retrasado de forma evidente. Entre mis ropajes tomo una cerilla y un poco de opio, no demasiado solo un poco de la porción que Osomatsu me ha dado para esta semana, pienso compartir el resto con Choromatsu cuando por fin le vea.

El tiempo pasa y la habitación se cubre de una estela ligera de humo. Estoy levemente somnoliento, y relajado. Ahora estoy recostado sobre la tela gruesa del futón y miro hacia el techo pensando en mil y un tonterías que pasan por mi mente. Es gracioso, pero mi hombría comienza a despertar sin previo aviso. Quiero encargarme de ella, pero no lo hago. Me quedo en esa posición boca arriba dejándome llevar por las emociones, cierro mis ojos y me imagino que es Choromatsu quien entra por aquella puerta, quien sujeta mis cabellos y me susurra palabras lindas al oído de esas que sólo él conoce bien. Yo me entrego a sus brazos sin mucha protesta y permito que nos fundamos durante una solitaria noche más, permitiendo amarnos con sinceridad. Luego al día siguiente ninguno dirá nada, pero será suficiente. Tendremos quizás alguna plática de sus negocios a lo que yo escucharé encantado; yo le comentaré las historias que Osomatsu me cuenta, a lo que reirá por lo idiota del mayor, también le contaré mis historias propias, las cuales escuchará con atención pese a lo carente de gracia que tienen en comparación a las suyas. Nos miraremos a los ojos y él dirá que huya con él y yo querré hacerle caso, pero entonces recordaré el por qué estoy aquí y guardaré silencio. Él no dirá más, me dará un beso que quemará hasta imprimirse en una larga lista de deseos perdidos y abandonará la casona con una sonrisa fresca, ignorando el que yo le haya rechazado una vez más y me dejará con el corazón a dos manos, deseando no ser tan cobarde, deseando ir a sus brazos, deseando alejarnos de todo.


Choromatsu

La embarcación arribó esta mañana y he tenido que seguir una carrera vertiginosa hasta las faldas de pueblo permitiendo que las embarcaciones lleguen a sus respectivos dueños. Miro con mustia mis manos que ahora tienen algunos rasguños propios del arduo trabajo que suelen hacer mis camaradas, pero que en esta ocasión por asuntos de tiempo he debido de intervenir.

Ya entrada la tarde camino por esos senderos de tierra y hojas secas tan típicos dl pueblo pesquero, me separé de mi embarcación por un par de horas. Nadie dijo nada, como si supieran de ante mano el ritual que religiosamente sigo cada vez que aparcamos en este lugar. No niego que esta vez estoy más cansado que en ocasiones anteriores, pero tengo un pequeño capricho que me obliga a enderezarme y adentrarme a las partes bajas al final de las zonas residenciales.

Mis pies se mueven por inercia, han pasado tantos años que ya saben el camino de memoria perfectamente, y eso está bien pues me evitan distracciones frente a lo pútrido y mundano de lo que recorre aquel burdel de luces estrafalarias y de colores entre vivos y apagados. Cuando ya me estoy acercando, afilo la mirada, esta mañana he hecho una reservación anónima pero he pagado de antemano una generosa cantidad por lo que espero que no me hagan esperar más del tiempo debido.

Miro el alto porte de la instalación de madera, y un destello titila en mi iris, deseando el verle, pero a la vez no.

Mi oreja cosquillea, y llevo una de mis manos a la zona ladeando el rostro.

Se que le vi. Sé perfectamente que le estoy viendo, su cabello se mece con gracia y parece tener la vista perdida, parece estar recordando algo agradable por la sonrisa que escapa a ratos por esos labios carnosos. Instintivamente miro hacia los al costados y noto como algunos hombres osan ver tu belleza. Aprieto los puños y los dientes con hastío al tener que compartirte con otros, ya te regañaré luego por mostrar semejante don a simples campesinos. Ahora mismo la sangre me hierve y tengo deseos de ir hacia donde estas y hacerte mío como incontables noches.

Pero no.

Yo no soy así, hay algo que debo hacer antes.

Camino dentro del establecimiento y saludo a la dependienta. Esta me mira con diversión, a expensas de saber el motivo que me tiene aquí. No es muy difícil de adivinar pues todos parecen venir con motivos similares ¿No?

-Busco a Osomatsu- Cosquilleo con sorna, al ver como la joven chica cambia su expresión picara por una de asombro. Me gusta provocar ese tipo de reacciones.

-¿Osomatsu-sama? – Parece confundida, y me mira sin entender.

-Tengo algunos asuntos de negocios con tu patrón, si no es mucha molestia- Acaricio las ultimas palabras con suavidad, casi las ronroneo, y esta da un leve salto en su lugar.

-Ah-a..S-sí, ¡En seguida! – Responde tras un momento de vacilación – Pase por aquí por favor – Comenta de forma veloz, cosa que me dificulta un poco entender qué me ha querido decir- ¿Cuál es su nombre señor? – Pregunta una vez me ha dejado descansando sobre un sillón aterciopelado bastante cómodo.

Me lo pienso dos segundos, divertido en pensar en las posibilidades de dar un nombre falso, sólo por joder – Choromatsu – suelto al cavo de unos segundos, quizás ya sería para otra ocasión. Hoy tengo prisa.

-Choromatsu-sama- Hace una inclinación formal con el cuerpo, tan propia del pueblo nipón sale, dejándome solo en la salita.

Al cavo de unos minutos que parecen interminables una mata de cabellos desordenados se asoman por el marco de la puerta – Chikomats….- Le callo con una mano antes de que concrete la idea que se que le ha parecido increíblemente divertida sólo para molestarme. Joder, debí haber inventado un nombre falso.

-Ni se te ocurra imbécil – Mascullo entre dientes, perfectamente consciente de cómo nos miran algunas de las chicas de Osomatsu, ocultas detrás de las puertas de la sala. Ya no se si estoy rojo de enojo o de vergüenza.

-Ahh~ Sólo estoy diciendo la verdad, no seas aguafiestas – Suelta con una risa relajada, llevando uno de sus dedos hasta el puente de la nariz. Diría que se ve muy jovial pero de hecho se ve espantoso. Totalmente desarreglado, con la ropa a medio colocar y sólo usando uno de los tabis en sus pies, vaya mierda que está hecho.

Resoplo con molestia, y Osomatsu parece notarlo – Ven vamos – Me coge de uno brazo y me lleva hasta la entrada – Oye por cierto, quítate los zapatos – comenta apuntando hacia los pies, cayendo en cuenta de mi falta de modales.

-Ah sí, disculpa- Menciono algo descolocado por la vertiginosidad con la que osomatsu siempre oscila entre sus conversaciones, y me dispongo a seguirle sin protestar por el momento.

Nos dirigimos hasta un lugar más apartado de la casona, una pequeña barra que se adorna por algunas guarniciones de bebidas alcohólicas que parecen nunca cambiar de posición cada vez que voy, haciéndome preguntar si realmente es real o todo es una fachada.

Allí dentro Hay dos hombres, los cuales hablan de forma animada entre ellos y que al vernos sonríen con nostalgia como si no nos hubieran visto en años. Cosa que no se aleja tanto de la realidad

-¿Totty?- Cuestiono mencionando lo obvio, este me dedica una ronrisa pequeña y se pone de pie para darme alguna reverenciaformal, pero la verdad es que me emociono al verle y le estrecho en un abrazo que lejos de agradarle, me deja con una notoria incomodidad no acostumbrado al contacto ajeno – Ah.. este, disculpa- Me reptracto raudo de mis acciones tomando distancia nuevamente.

-Ah…N-no es nada, no te preocupes- Suelta al cabo de unos segundos, para luego sonreír – Siempre olvido tus costumbres raras Pajamatsu – Me suelta justo en el punto preciso, con una sonrisilla de satisfacción pues sabe lo mucho que me molesta ese apodo.

-Ah, si, este es Atsushi-kun – Nos acompaña esta noche – Comenta Osomatsu a lo que el aludido me hace un gesto con la cabeza evitando ponerse de pie, quizás temiendo que se repita la misma escena con Todomatsu.

-Un gusto- Le devuelvo el gesto con la cabeza y tomo asiento.

La conversación fluye con tranquilidad. Hablamos de temas variados, a veces debo controlar al idiota de Osomatsu quien siempre parece demasiado ensañado con hacerme quedar mal frente al resto, pero nada fuera de los común.

Las bebidas van y vienen y por más que evito pasarme tragos, termino bebiendo una cantidad desmesurada de alcohol. No tanto como Osomatsu y Todomatsu, pero si lo bastante alta como para dejarle desinhibido por un rato.

-Maa~ Maa~ Y cuéntanos Pajamatsu, ¿Viniste a ver a Cacamatsu? – Me tenso ante las repentinas palabras.

-¿…h-Ha? – Cuestiono intentando sonar molesto ante la mención del menor- ¿De qué estas hablando Tontomatsu?

-pregunto que si viniste a ver a Karamatsu, BAKAA- termina la frase con su típico infantilismo, acrecentado por su notorio estado de ebriedad – A mi no me logras engañar, ¿Sabes?- Suelta acercando su rostro al mío, a escasos centímetros. Diría que su aliento apesta, pero temo estar confundiéndolo con el propio.

Su mirada es inquisidora, exige una respuesta ya. Estoy dispuesto a soltarle alguna mentira pero mis sentidos parecen fallar a última hora

–¿Y qué si es así?- Me reprendo internamente.

-Ese idiota debe estar en los brazos de otro hombre ahora. Parece extraño pero el chico es bastante bueno en lo que hace, Jajaja- Se relame los labios con lascivia y me hierve la sangre ante lo que acaba de comentar. Nuevamente estoy celoso.

Me coloco de pie y le sujeto del cuello del haori notoriamente cabreado, le acerco hasta mi rostro pero cuando quiero abrir la boca no encuentro las palaras adecuadas.

-Es lo que es Choromatsu- Dictamina poniéndose serio de una vez por todas. Siento que mi rostro se descompone en una mueca torcida. Se que lo que dice es cierto, mierda, cómo no lo voy a saber, pero la verdad duele si te la dicen de forma tan cruda. Dudo unos segundos y Osomatsu aprovecha para eliminar la distancia que separa nuestros rostros.

Me besa con rapidez, rodeando mi cintura con uno de sus brazos para aumentar el contacto entre nuestros cuerpos. Quiero reclamar pero todo esto me toma por sorpresa. Osomatsu permanece durante todo este tiempo con sus ojos abiertos, clavados sobre los míos dejándome sin palabras. Antes se separarse mordisquea mi labio inferior y luego sonríe satisfecho separando su rostro, pero estrechando el contacto en mi cintura.

-Por lo menos sigues siendo un virgen – Comenta con gracia al ver mi rostro rojo a más no poder.

-¡¿…Qué?!- Logro decir cabreado. Cabreado y sonrojado.

Si tan sólo Osomatsu supiera que hace algunos años, en una época lejana yo me desvivía por sus ojos carmesí, y suspiraba en los continentes lejanos bajo los brazos de hombres que se asemejaban al jovial sujeto. Pero no, eso ya era historia. No tiene caso remembrar esos recuerdos del pasado.

Le empujo cabreado y me desaparezco por la puerta, ante la divertida mirada del mayor, y supongo que ante la expectante mirada de Todomatsu y Atsushi, quienes se han mantenido a ralla durante todo este episodio.

Escudriño entre las habitaciones del burdel, dejando que mi mente piense por sí sola. Aún recordaba la habitación que me habían dado al hacer la reservación anónima, así que no sería gran trabajo encontrarla.

Al final del pasillo, en un piso elevado. Analizo los delicados grabados de la puerta y me cuestiono si Osomatsu habrá tenido razón. mi mente piensa lo peor pero me reprimo por el acto. No, Karamatsu no haría algo así, conoce muy bien las normas. Bueno, pedí una habitación como persona anónima, quién sabe si alguien podrí haberse colado y ahora estaría…¿Estaría abusando de Karamatsu? ¿Él lo estaría disfrutando?

Indeciso me quedo unos segundos meditando antes de deslizar la puerta y acallar a mis fantasmas, desmentir al bicho de la duda que el mayor ha plantado y ver el cuerpo celestial de Kara.


Karamatsu

No se cuanto tiempo he dormido, pero una presión que arremete contra mi me hace revolverme en mi lugar e intentar abrir los ojos con un tímido gesto que me sienta demasiado raro. Me doy cuenta que una mano cubre mis ojos con firmeza, impidiéndome abrirlos y me desespero rápidamente. Instintivamente abro la boca para protestar, para lanzar un par de palabras al viento y dejar que todos se alerten por la presencia de un intruso en la casona, quizás si tengo suerte logre zafarme y propinarle un buen golpe antes de entregarlo. Mis pensamientos mueren en cuanto intento exhalar aire, pues unos labios finos aprisionan los propios, tan sedientos que me comen la boca, el aliento, los pensamientos, suspiros y sueños .

Las fuerzas me van abandonando y dejo caer los brazos a los lados sobre el tatami, pero fuera de estar preocupado resulta ser todo lo contrario. Reconozco ese aliento enrarecido a causa del sake que a estas alturas ya le ha nublado la razón, su tacto ahora es sobreprotector y me envuelve con esos brazos que fuera de ser fuertes como los míos, son más como el de un hombre de su porte: Tan acostumbrado a la vida de lujos, a los negocios en aguas lejanas, a llevar siempre el mejor entalle que el dinero pueda costear, a tener un porte imponente y sereno que derrite tanto a hombres como a mujeres a su paso.

Siento la necesidad de abrazarle, pero ha logrado llevar mis brazos hasta arriba de mi cabeza y ahora las sujeta con uno de sus manos. Por mi parte aprovecho el desliz para abrir los ojos y ver las orbes esmeralda titilando con fervor tras la luz de la luna que se cuela por la ventana, pues la vela que recordaba haber colocado ya parece haberse consumado.

Ahora no me atrevo a emitir sonido alguno, temeroso que de hacerlo todo resulte en una cruel ilusión y Choromatsu se desvanezca con el viento.

Él parece entender mis temores y desliza sus labios hasta uno de los oídos –Hey, I'm here. –No puedo verle pero el sonido de su voz me hace intuir que ha sonreído de esa manera tan única que sólo él sabe hacer- Did you miss me? – Puedo sentir como me besa con delicadeza junto a mi oreja, y yo por mi parte ya estoy muy sonrojado- It's been a while cutie, i really needed you out there – comenta con tranquilidad, pero yo solo puedo enfocarme en la deliciosa vibración de su voz.

Nunca entiendo bien todo lo que me dice Choromatsu, pero él es paciente y me ha enseñado algunas palabras del bello idioma de occidente que susurra palabras graciosas, que vibra con frescura por su garganta y me hace desear respirar su mismo aire, tan lejano e inalcanzable; me hace practicar sus palabras bonitas antes de caer en los brazos de Morfeo y practicar con Osomatsu, las chicas, conmigo mismo, ganándome el apodo de "Doloroso".

-Yo… Te extrañé- Murmuro cohibido, sintiéndome aún adormilado por el opio, pero totalmente consciente de cada caricia que me dedican sus fríos y delgados dedos que cada vez de tornan más calientes.

Siento la vista del mayor clavada sobre la mía, me desea con la mirada. Me pregunto si tanto como yo le estoy desenado en estos momentos. Se agacha un poco eliminando nuevamente la distancia que nos separa y me besa en los labios, esta vez con profundidad, un beso con cuerpo. De pronto temo no poder seguir el ritmo de Choromatsu y siento mi rostro húmedo ante un hilo de saliva que se ha escapado de nuestras bocas, ensuciando mi mejilla hasta gotear al piso.

Me gusta la sensación de tener al mayor sobre mí, tan distinto del resto de los hombres por los que debo abrirme de piernas y fingir deseo, tan irreal como estar flotando en una bola de cristal sin dirección fija. Sus estilizados dedos recorren mis hombros , haciendo caer al kimono de grullas y aprovecho este acto para deslizar mis brazos hasta su nuca, incorporándome levemente con el acto.

Ahora tengo el pecho al descubierto. Le obligo con una mirada suplicante a acompañarme. Se desabotona esas ropas de extranjero y sé que su visión está nublada imaginándose todo lo que vendrá, lo se porque yo estoy igual él.

Siento ganas de tocar su rostro, aquel rostro esculpido por los dioses y curtido por los años que no han pasado en vano. Una de mis manos viaja hasta la piel de porcelana del otro, pero antes de lograrlo es aprisionada por unos firmes dedos que se enredan con mis mios y unos suaves labios ahora rojos por la estimulación previa, besan la extensión de mis dedos y me hacen cuestionar si el cursi siempre suelo ser yo.

Ninguno de los dos dice nada, tan solo nos dedicamos una profunda mirada que conecta durante un tiempo indefinido. Siento deseos de estrecharlo contra mi pecho y no dejarle ir nunca, pero él parece tener otros planes. Finalmente se ha encargado de deshacerse completamente se la prenda que me separa de la desnudez total, y contrario a lo que suelen hacer los clientes, se dedica a observarme en silencio, haciendo que me coman los nervios, que mis palmas cosquilleen nerviosas sin saber dónde meterse, un montón de remolinos se instauran en la boca de mi estómago y temo que este momento se pierda en la fragilidad del cosmos.

Sucumbo a sus deseos. Ambos lo hacemos, y nos fundimos en uno, todo sucede en su tiempo justo. Nuestros pechos suben y bajan en un sonar único como cada uno de nuestros encuentros. Mis ojos, mis dedos, mi lengua y mi espíritu no resisten el poder recorrer su cuerpo y lo hacen a destajo. No estoy seguro de cuanto tiempo pasa, dejo de ser consciente del paso del tiempo y me dejo caer sobre su pecho una vez hemos terminado. Nos dedicamos una última mirada entre el aire enrarecido de la habitación antes de caer dormidos.

Tal vez nunca he sido una persona muy afortunada, pero en este momento siento que Choromatsu es mi pedacito de sol, uno que he atesorado celosamente de todo mal. Uno verde limón que encaja a la perfección con 2 trocitos más que componen a mi pequeño corazón. No puedo evitar sonreír satisfecho ante este último pensamiento, y me quedo un tiempo más vislumbrando su hermoso su rostro perlado por el sudor y más pálido de lo que parece bajo el manto platino de la luna. Miro en su dirección, sintiéndome momentáneamente afortunado, sintiendo que de esa forma puedo conectar con todos mis seres queridos y siento el arrullo de la brisa y unos suaves brazos acunarme hasta la inconsciencia.

continuará...


Intenté que la narrativa de karamatsu fuera tan cursi como él , y la de choro no tanto, no se si lo habré logrado.

Bueno, gracias por leer hasta aquí, saludos. ~