Minifanfic Un mundo maravilloso.

Disclaimer: Todos los personajes son de Masami Kurumada, esto es sin ningun fin de lucro.

Capítulo único.

Género: Amistad / Humor.

Protagonistas: Kiki, todos los santos de oro, bronce y Saori.

En aquel día de verano tras concluir su entrenamiento matutino, el pequeño futuro santo de Aries estaba perezosamente reposando su cuerpo en las escalinatas del primer Templo, sintiendo el cálido sol de atardecer caer sobre su piel y pintando de un color anaranjado particular toda su figura mientras su mirada se mantenía firme en las nubes, provocándole soñando despierto sobre su futuro.

Fue entonces que el pequeño niño en sus divagaciones, se llevó una de sus manos hacia los bolsillos de su pantalón y ahí sintió un objeto pesado dentro de él. Al revisarse, la cámara de fotografía que le había regalado Athena la navidad pasada y que había recogido tras hacer la limpieza en su habitación, apareció entre sus dedos. Ansioso y con aire de travesura, se levantó de su descanso y decidió darles una sorpresa a todos los habitantes de aquel Santuario con aquel objeto en sus manos.

Pronto Kiki subió hasta el segundo Templo con alegría, ya que el primero donde se suponía estaba su maestro, se encontraba vacío pues este había ido a visitar a su amigo contiguo y sin anunciarse, se adentró indiscreto hasta los privados de Tauro donde no le fue sorpresa encontrar al alto dueño del Templo enseñándole a cocinar a su maestro Mu, quien no era muy diestro en la cocina, un rico y humeante asado con papas recién salido del horno.

Para su sorpresa, los santos siempre formales y gallardos con sus deslumbrantes armaduras de oro, ahora portaban mandiles floridos y disfrutaban de su éxito en la cocina por su platillo con singular alegría, por lo que el pequeño Kiki no dudo en hacer de ese momento su primera fotografía y sin que ninguno de los dos lo notara, tomo la primera de una serie de imágenes que se quedarían como recuerdo a través del tiempo.

Sonriente y tras lograr su travesura, Kiki entonces abandono Tauro y se dirigió a los siguientes Templos para continuar su travesía por el Santuario.

Pronto, en el interior del tercer Templo, a Kiki le sorprendió aquella gran sonrisa compartida de Kanon y Saga de Géminis entre sí, ya que ambos se molestaban uno al otro golpeándose con las almohadas de los sillones de su salón privado en una pelea entretenida por averiguar quién seguiría usando los controles de un videojuego al frente del televisor, pudiendo percibir en su cosmos un sentimiento de hermandad y paz, muy diferente al de años atrás. Sin dudarlo, busco el mejor lugar oculto entre las sombras para tomar su imagen y cuando los vio sonreír en aquella pelea, le dio clic a la cámara y salió del Templo hacia el cuarto de ellos.

Kiki entonces subió hasta Cáncer, pero tampoco hallo a nadie en su interior, por lo que, sin más, se pasó hasta el quinto de ellos.

Y cuando lo hizo, sonrió travieso al encontrar al caballero de Leo invitando a bailar una suave canción de jazz a la que él conocía como maestra de Seiya, que reposaba en uno de sus sillones del privado sin máscara y observando divertida a Aioria de pie, quien le extendía una mano caballerosamente. Ella le accedió tras unos segundos de duda y pronto comenzó a bailar al ritmo delicado de Leo, sujeta de su abrazo. Kiki sonrió pícaro cuando vio a la amazona hundida en el pecho de Aioria en aquel baile y tomó su foto, huyendo casi al instante al sexto Templo para continuar su labor.

En él, extrañamente tampoco había nadie, pero la incertidumbre no le duro mucho al pequeño ariano cuando encontró al caballero de Virgo disfrutando de un partido de ajedrez con Dohko en el séptimo Templo, mientras que Shiryu, que estaba de visita en el Santuario, abrazaba y susurraba al oído como era el juego de aquellos caballeros a una tímida Shunrei.

Kiki no había tenido mejor postal que esa, por lo que sonriente, tomó su foto sin ser visto y continúo su camino por los Templos.

Tras largos pasos, Kiki llegó al octavo Templo, donde no le fue difícil escuchar unas risas estruendosas saliendo de ese Templo como era costumbre ante el alegre santo de Escorpio.

En su interior, Milo, Camus y Hyoga, compartían una copa de vino tinto en su salón principal mientras el de Escorpio imitaba a un cantante de soul del televisor con júbilo, divirtiendo a ambos santos que estaban de visita en su Templo y sorprendiendo al pequeño lemuriano por la enorme sonrisa que pocas veces dejaba ver el santo de Acuario ante las imitaciones de su amigo alacrán.

Kiki no espero mucho y cuando pudo acomodarse discreto cerca de unas columnas, tomó la imagen perfecta del momento con su cámara y continuó con su recorrido.

Tras largos minutos de caminar, cuando Kiki llego a la siguiente casa de Sagitario, se encontró a Aioros y Shura disfrutando de una película de batallas griegas y compartiendo chistes y opiniones de los protagonistas sin preocupaciones de ningún tipo mientras se llevaban una cantidad vasta de palomitas a la boca, llenando sus cachetes de aquella botana. Y cuando Kiki vio a Sagitario con las mejillas a reventar de soda de la forma mas chistosa, tomo una foto más y partió a los últimos Templos.

Sin duda eran tiempo de paz y amistad.

Pronto los lugares por visitar comenzaron a terminarse y cuando el pequeño pelirrojo llego al duodécimo Templo, sus dudas se disiparon respecto al paradero del guardián de cuarto Templo, pues en el interior, encontró a Deathmask llevando un mandil, guantes y herramientas para la horticultura, ayudando sin mucha gana a su amigo Piscis, quien reía por como lucía su amigo con rostro de malvado con aquella vestimenta especial mientras este acicalaba sus rosas con esmero.

Y cuando Kiki creyó que todo aquel cúmulo de imágenes felices había acabado, llego hasta el Templo Papal, donde Shion acompañado de Seiya, Shun y hasta Ikki con Saori, disfrutaban de una copa de jugo refrescante platicando sobre cualquier trivialidad del Santuario e incluso de ellos mismos, aunque para el pequeño pelirrojo no pasó desapercibido como Athena y Seiya se tomaban de la mano a discreción bajo la mesa en un gesto tierno de amor. Sin pensarlo más, Kiki tomó su última fotografía con todos ellos y sonrió ante aquellos momentos que había tenido oportunidad de sellar en papel.

- ¡Hey Kiki! -gritó Seiya alzando una mano para que el menor se acercara al verlo cerca de la puerta del salón Papal, totalmente perdido en sus pensamientos y fotografias.

Kiki en cuanto escucho el llamado, guardo la cámara con las fotos en su bolsillo y no dudo en correr hasta ellos para unirse a la que parecía una divertida charla.

El pequeño estuvo con ellos un par de minutos escuchando sus anécdotas y logrando bromas con sus compañeros y tras un rato de su compañía, sigilosamente desapareció.

Con el trascurrir del tiempo, el atardecer naranja y bello de aquella tarde, se convirtió en un pálido azul y termino por extinguir la luz del día y cuando eso sucedió, el pequeño pelirrojo volvió al salón del Patriarca con una gran lámina de cartón en sus manos mientras los santos dorados y los de bronce llevaban a cabo una cena en su interior celebrando la reunión de todos aquel día.

Y cuando el pequeño santo de Aries penetró a aquel salón mientras la noche caía sobre el Santuario con sus más deslumbrantes estrellas, Kiki pudo sentir una calidez demasiado "extraña" y quizás "imposible" en algún tiempo pasado en el ambiente.

Los santos dorados y de bronce, así como ciertos acompañantes cercanos, se encontraban alrededor de una enorme mesa que tenía diversos platillos deliciosos en ellas sonriendo y conviviendo entre si, aunque la sorpresa mayor fue ver el asado de Aldebarán y su maestro sobre la mesa.

Al verlo entrar al salón, Seiya y Mu le llamaron de inmediato y el pequeño santo se sentó a su lado acompañado de su lamina en el sitio que le habían hecho ambos. De pronto, el inquieto niño en medio de la cena, jaló de la camisa al Pegaso y le susurró al oído algo trivial.

Pegaso sonrió ante lo dicho por el niño y al instante sujeto su copa, golpeando con una cuchara en ella hacia los demás para atraer su atención.

- ¡Caballeros, les pido un poco de su atención! -soltó el castaño con alegría, secundando al menor. - Kiki, el aprendiz de Aries quiere dirigir unas palabras a todos.

Ante lo dicho, los presentes abrieron sus ojos curiosos y dirigieron su mirada hacia el pequeño pelirrojo junto a Pegaso.

-Vamos pequeño, inspírate-grito Milo animandolo mientras se callaban las murmuraciones alrededor del comedor y Mu veía expectante a su pequeño alumno sin entender a qué iba todo aquello.

Kiki suspiro profundamente armándose de valor y se sonrojo mientras pasaba una mano a su nuca, dispuesto a hablar.

-Bueno…eh, yo…solo quiero decirles…-carraspeo el menor provocando una pausa larga llena de silencio y misterio.

- ¡Que…que ustedes son la mejor orden de todas las generaciones!

Al decir esto, varios se miraron entre sí totalmente desconcertados por el "ánimo del niño". Y Kiki, sin importarle nada más, continúo:

-Y que nada sería igual sin la paciencia de mi maestro… -el pequeño observo a Mu haciéndole parpadear desconcertado y continuo. -Y la calidez del señor Aldebarán, de la inteligencia de Saga, de las travesuras de Kanon- sonrió el aludido ante lo dicho- de la irritabilidad de Deathmask, del orgulloso Aioria, de la sabiduría de Shaka, de los consejos de Dohko, de la alegría de Milo, de la prudencia de Aioros, de la fuerza de Shura, de la determinación de Camus, de la estética de Dite y por último, del amor paternal del Patriarca.

El silencio se apodero de las miradas tristes y los rostros cómplices de aquellos nombrados por el pequeño.

-Y bueno…-suspiro el pelirrojo ariano -Y nada sería igual sin las locuras de Seiya igual que las de Hyoga, la belleza de Athena, la sensatez de Shiryu, la seriedad de Ikki, la timidez de Shun, el temor tonto que nos infunde Shaina, aunque realmente sea dulce -todos rieron ante la aludida- o que decir de las palabras sabias de Marín y su calma.

El pequeño santito entonces descubrió aquella lámina que había llevado hasta aquel salón y mostro pegadas en ella aquellas fotografías que resguardaban la mejor sonrisa, ocurrencia o vivencia de cada santo durante aquel día.

Al ver aquella lámina, todos dibujaron una hermosa sonrisa al ser captados en un momento inesperado por el pequeño niño aprendiz de Aries y se miraron entre ellos dentro de un silencio cálido que se había pronunciado tras lo dicho, entendiendo que sin duda eran nuevos tiempos de paz y bondad.

-Y nosotros queremos decirte que eres el mejor de todos los aprendices, Kiki- exclamó Seiya, agitando juguetón los cabellos pelirrojos del pequeño. -Gracias por esto.

- ¡Que maravilloso mundo es este, Santos de Athena! -finalizo Kiki zampándose a los brazos de su maestro ante las lágrimas que pronto correrían en sus mejillas ante su inocencia. - ¡Gracias por hacerlo posible y nunca rendirse!

-Santos, brindemos ahora…-objeto la pelilla del grupo alzando su copa conmovida por lo dicho. - ¡Salud por este mundo maravilloso!

Y así, esa noche, todos dijeron al unísono, con sus copas en manos:

-"Que mundo tan maravilloso".

Fin…

Redacción ( Saint Lu)

Gracias por leer.