• Fandom: Axis Powers Hetalia.
• Titulo: Días comunes y casualidades.
• Claim: UK/US/UK
• Resumen: Prefería pensar que era una casualidad en un día normal, y a Alfred no le molestaba tampoco.
• Advertencias: Fluff -.-
• Notas: ¡Feliz Navidad a mi querida pettitdame de LJ! Porque le debía dos regalos, y aún le debo, porque ella es genial, la adoro y me ha levantado el animo cuando ando toda emo y asdaf ya saben, todas esas cursis y lindas que los amigos hacen por uno 8D
Los cuentos navideños, eran una de las especialidades de Arthur. Tristes, alegres, con moraleja o sin ella, era una de esas cosas que podía presumir (aunque no lo hacía) de hacer bien. En diciembre, el frío era un poco más palpable, y se podían ver todas las calles iluminadas con coloridas luces, muérdago y otras pequeñas cosas relacionadas con la fecha. Muy navideño, diría Alfred, con la voz de niño pequeño emocionado que tanto le caracterizaba.
Faltaban dos días para Navidad, y Arthur se encontraba en su casa mirando a toda su gente que corría en pequeños grupos, como hormigas, en las abarrotadas calles. Con regalos de un lado para otro, con luces y con adornos, algunos con abrigos y otros simplemente pasaban tomados de la mano, para bien o para mal, la gente parecía más inclinada a perdonarse y hacer las paces en esa fecha. Era como en San Valentín.
Él mismo, si bien no entendía del todo el concepto de "navidad" y eso que tenía una edad suficiente para entenderlo, disfrutaba la esencia que se creaba a su alrededor. Había pasado unos momentos con sus gobernantes, recibiendo las felicitaciones correspondientes y dándolas de regreso, pero para la hora que era —8:15 p.m.— ya estaba en su casa, esperando que la comida que había pedido al restaurante chino (porque era lo más rápido) llegase.
Alguien tocó la puerta, y Arthur supuso que debía ser el repartidor. Cuando abrió la puerta, Alfred estaba en la entrada, con un colorido traje de Santa Claus, barba y botas incluidas, el estadounidense lo miraba con una sonrisa infantil.
—Navidad es en dos días, idiota —dijo Arthur, con falso enojo.
—Ow, sólo por eso no te entregaré el regalo que había traído para ti, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte —dijo Alfred, con un tono pomposo, pero luego rió y le quito la seriedad al asunto—. ¿Y dónde está la emoción de verme?
Esa había sido una tradición desde hace un par de década, y durante los primeros cinco o siete años Arthur sí se había sorprendido, creyendo que de un momento a otro esas visitas terminarían tan rápidamente como habían empezado. Pero ahora, casi veinte años después, se había vuelto una pequeña rutina que esperaba no con sorpresa, pero si con un poquito de… ilusión, misma que negaría.
—Este año pedí comida china —informó Arthur, ignorando la pregunta-reclamación de Alfred. Engancharse a esa situación de forma dependiente era malo para él—. ¿Por qué no pones la mesa?
Alfred masculló su incomodidad, diciendo que era visita y debería tenerle más consideración, lo mismo de todos los años.
Cenaron comida china y bebieron té y coca-cola, vieron comedias británicas y películas de horro que Arthur tenía compradas para esas situaciones. Era 22 de diciembre, estaban tirados en la alfombra de la sala de Arthur con cubiertos con cobijas y los trastos donde habían comido por un lado, a fuera se oían villancicos y la risa de los niños, pero para Arthur bien podía ser otro día del año, uno común.
Porque no quería atar ese momento a Navidad, no quería justificar que hacían esas visitas sólo porque tenía que ser un día especial, prefería pensar que eran simples coincidencias, que Alfred estaba de paso y se le había ocurrido llegar, y a éste tampoco le incomodaba que Arthur decidiera tomarse las cosas de esa forma, después de todo, sólo eran ellos dos.
