Disclaimer: Los Pinguinos de Madagascar no me pertenecen, sino que a Tom McGrath y a Eric Darrel. Supongo que eso es bueno, porque si me pertenecieran... muajajajjajajaja XD
Advertencia: Por si no lo habían notado, este fic es YAOI (chicoXchico). Si esto no es de tu agrado, te pediré amablemente que no leas la historia. ¡Gracias!
Capitulo 1: El niño y el científico
─¿Kowalski?
No hubo respuesta. Private se tocó la punta de las aletas, frente a la puerta del laboratorio, en medio de la noche, en el cuartel de los pinguinos. Ahora estaba un poco preocupado. ¿Por qué no respondía? ¿Se habría dormido? ¿O... tal vez... le había pasado algo?
─¿Kowalski?─volvió a preguntar, un poco más alto
Otra vez nada. Recordó que su compañero le había ordenado no abrir la puerta del laboratorio, sin ninguna excusa. Pero no respondía, y él comenzaba a preocuparse más y más.
─Kowalski, si no respondes en tres, abriré la puerta─le advirtió Private, posando su aleta en el pestillo de la puerta─. 3... 2... ¡1!
Abrió. Esperaba encontrarse con el peor de los escenarios, pero en su lugar se encontró con el pinguino más alto dormido profundamente en el suelo, abrazando un tubo de ensayo. Private soltó una pequeña risita al verlo, y se acercó para mirarlo mejor. Tenía que admitirlo, Kowalski se veía realmente dulce dormido.
Se veía tan pacífico, tan relajado, que Private ni siquiera lo despertó, sino que se dio media vuelta para salir de allí, luego de darle una última mirada.
─Dulces sueños, Kowalski-susurró de forma casi inaudible, mientras sonreía con ternura
Pero al parecer, su compañero tenía el oído super-desarrollado, porque pudo oírlo murmurar:
─Dulces sueños, Private.
Private se quedó quieto donde estaba, como si acabara de pisar una mina que explotaría al mínimo movimiento. Kowalski, por su parte, se levantó con un poco de dificultad y los ojos entrecerrados, soñoliento.
─¿Qué... qué ocurre, Private?─preguntó luego de unos segundos, en los cuales el menor continuaba estático y silencioso.
─Eh... eh..─Private dudó unos segundos más, pero se dio media vuelta y formó una cálida sonrisa─. Nada, Kowalski, sólo quería saber... si estabas... bueno, tú sabes, si estabas bien.
Kowalski alzó una ceja, escéptico. Private lo notó, por lo que puso ojitos tiernos, pero sutilemente, para que el más alto no se diera cuenta de que quería convencerlo. Funcionó, o eso creyó él.
─Bueno, pues aquí estoy─murmuró Kowalski, bastante bajo para no despertar a los demás─. Y estoy bien... por cierto, ¿qué haces despierto a estas horas?
─No, no estaba despierto─contestó Private, sin pensarlo. Kowalski enarcó sus cejas y el niño se corrigió─. Quiero decir, me desperté hace unos minutos, y como no te vi en tu litera, decidí venir a buscarte... espero no molestarte...
─¿Molestarme?─cuestionó el científico, caminando fuera del laboratorio mientras pasaba su mano por el hombro del niño─. ¡Claro que no! Incluso, te agradezco, porque prefiero mi litera a el suelo del laboratorio, aunque son igual de frías, y efectivamente no me sorprende, quiero decir, están hechas de lo mismo, a veces pienso que necesitamos algo más suave y cómodo, por que realmente, mi espalda ya no puede más, esa litera es tan...
Pero Private ya no lo escuchaba, estaba a cientos de miles de años luz de allí. Sólo lo observaba, embelesado, siguiendo el ritmo de su respiración, la vocalización de sus palabras, el sonido aterciopelado y varonil de su voz...
No, ya no podía negarlo. Ni siquiera a sí mismo. Ese pinguino lo tenía hechizado, mágicamente unido a un sentimiento que cobraba fuerzas en momentos como aquel. Su mano sobre su hombro, apretándolo contra su cuerpo inconscientemente. Y él, en un prado de verde césped, bonitas flores y lunacornios voladores...
─Private... Private... ¡PRIVATE!─exclamó Kowalski, con un tono de voz moderado, al notar que el joven lo miraba fijamente con una expresión... extraña. El niño parpadeó varias veces, antes de bajar la vista avergonzado─. ¿Te encuentras bien?
─Eeehh... ¡sí, sí!─respondió atropelladamente Private, apartándose de él con el rostro rojo de vergüenza─. Es hora de dormir, ¿no? Mejor me voy a la cama, ¡hasta mañana!
Antes de que terminara de decir aquello, ya había corrido hasta su litera, trepado la escalera y tirado con la vista a la pared. Kowalski se quedó allí, parado y en silencio unos momentos. Negó con la cabeza mientras se dirigía a su propia litera.
Se recostó, apoyando suavemente su cabeza en la almohada, y suspiró con la vista en el techo. ¿Qué ocurría con Private? Se estaba comportando muy extraño desde hacía varios días. Cada vez que miraba al niño, lo sorprendía con la vista fija en él. El chico se sonrojaba enseguida y apartaba la vista, apenado.
Pero no eran miradas cualquiera... eran... ¿extrañas? No se le ocurrían más palabras para describirlo. No eran miradas normales, sino que parecían palabras disfrazadas. Era como si Private se muriera (literalmente) por decirle algo, pero que no se atreviera por alguna razón. ¿Qué sería ese "algo"? ¿Porqué no se lo diría? ¿Porqué estaba tan ansioso por saberlo? Negó con la cabeza, suspirando con exasperación.
Sería mejor pensar en eso a la mañana siguiente, cuando luego de descansar, tuviera las ideas aún más claras.
Sin embargo, al otro día, sus ideas seguían igual de confusas. O tal vez, aún más. La marcha militar lo despertó con un sobresalto, y escuchó claramente a Skipper bajar de un salto de su litera, completamente despierto. ¿Sería que su capitán dormía o vivía despierto?
─Muy bien, señores, ya amaneció─anunció Skipper, como si nadie lo hubiera notado antes─. ¡Arriba todos, les diré algo interesante!
Los tres subordinados se levantaron rápidamente, acercándose a su capitán con avidez. Se reunieron alrededor de la mesa donde solían desayunar.
─Bien, muchachos─comenzó el líder, con sus aletas en su espalda en una pose habitual─. Su comportamiento y desempeño en los últimos días ha sido excelente. Por lo tanto, he decidido darles el día libre.
─¿Día libre, Skipper?─cuestionó Kowalski, alzando una ceja─. ¿Estás seguro? Tenemos muchas misiones en la agenda...
─¡Relajate, Kowalski!─le aconsejó Skipper, sonriendo alegremente─. Eso puede esperar, soldado. Por hoy: disfruta.
─¿Y tú qué harás, Skippah?─preguntó tímidamente Private, levantando apenas la vista─. Quiero decir, si puedes decirnos...
─Claro que puedo, joven Private─asintió Skipper, dirigiendo su atención al más joven─. Ayer Marlene me pidió que fuera a su habitad en cuanto pudiera, no me dijo por que, pero supongo que es confidencial.
─¿Vas'a ir?─murmuró Rico, frunciendo un poco el ceño. Skipper le dedicó una mirada altanera, lo que sorprendió a Kowalski pero no a Private.
─Claro que iré, Rico─respondió el capitán, sonriendo de lado─. ¿Por qué no iría?
Rico sólo soltó un gruñido incomprensible y se alejó de ellos, tomó a su muñeca Perky y se sentó con ella en un rincón, peinándola con una mirada sombría. Skipper parecía algo satisfecho.
─Entonces, muchachos, ya me voy─avisó, dirigiendo su mirada a los otros dos pinguinos─. Son libres de hacer lo que quieran. Cualquier cosa menos destruir el zoológico con alguna bomba y/o invento o mirar ininterrumpidamente episodios de los Lunacornios, ¿entendido, soldados?
─Sí, señor─contestaron Kowalski y Private, ambos haciendo el saludo militar. Rico se encogió de hombros sin darle importancia.
Skipper asintió sólo una vez más y salió del cuartel rápidamente. Se formó un pequeño silencio incómodo. Private se acercó a Rico con su característico bamboleo. El pinguino del Mohawk levantó la vista y lo observó con una mirada triste.
Kowalki se dedicó a mirarlos atentamente, curioso por las miradas que se dirigían. Private se sentó al lado de Rico y apoyó su cabeza en el hombro del otro, negando con la cabeza.
─No te preocupes, Rico─susurró Private, tomando el rostro de su compañero y besando su frente en un gesto maternal─. No sufras más, sabes que él no sabe que te hace daño...
─¡Duele!─exclamó Rico, desviando la vista con tristeza
─Lo sé, Rico, lo sé─asintió el niño, ahora abrazándolo contra su pecho como una madre lo haría─. Sabes que lo sé muy bien. Por experiencia propia.
Kowalski no pudo evitar una expresión de extrema confusión, pues no entendía de qué demonios hablaban sus compañeros. Parecía que hablaban de algún mal de amor, pero lo que lo sorprendía (y confundía aún más) era el hecho de que con tanta "ternura" Rico no se sintiera asqueado.
De repente, Rico se separó de Private y rápidamente se secó una lagrima rebelde con su aleta. Private suspiró, resignado.
─Traeré helado─murmuró─. Te traeré uno, Rico.
El experto en armas asintió, con una pequeñísima sonrisa en el rostro. Private le devolvió una sonrisa comprensiva y se levantó. Pasó por delante de Kowalski, y se detuvo un instante.
─¿Quieres acompañarme?─le preguntó, aunque sonó más bien como un pedido
Kowalski volvió su vista a Rico. Éste no le devolvió la mirada, sino que se había quedado cabizbajo y parecía temblar ligeramente. "Tal vez necesite estar solo", pensó, por lo que asintió hacia Private y los dos salieron del cuartel.
Era un domingo bastante soleado, por lo que a ambos les pareció extraño encontrarse con que el zoológico estaba cerrado. Sin embargo, aquello les permitió recorrer el lugar con total libertad, ya que la única vigilancia que tenían era a Alice y ella dormía plácidamente en su oficina.
Kowalski casi no se aguantaba las ganas de preguntar, pero creía que sería imprudente hacerlo debido a la expresión seria que llevaba Private en el rostro.
─Ehm... ¿qué le ocurre a Rico?─preguntó finalmente, decidiendo ser directo y no irse por las ramas
Notó como el muchacho se tensaba, miraba en todas direcciones como señal de nerviosismo y se frotaba las aletas con preocupación.
─No... n-no puedo decírtelo, Kowalski─susurró Private, aún nervioso
─¿Por qué?─cuestionó el científico, un poco molesto ante aquella negativa─. ¿Es algo muy personal?
─Pues sí─asintió el niño, sin siquiera mirarlo─. Creo que deberías preguntarle a Rico antes... aunque no creo que te lo diga...
─¿Por qué no?─insistió Kowalski, ahora sintiéndose extraño por no saber lo que le ocurría a uno de sus mejores amigos
─Es que... le da mucha vergüenza hablar de sus sentimientos─explicó Private, encogiendo sus hombros─. Ya sabes, es alérgico a esas cosas, pero bueno... pensó que yo sería la mejor persona para escucharlo y aconsejarlo. Y, modestia aparte, creo que lo soy.
Kowalski asintió aunque Private no lo estaba mirando. Sabía que ese muchacho era un experto con respecto a los sentimientos, mientras que él apenas sabía la definición que daba el diccionario para la palabra "amor".
─Está bien─aceptó el más alto, después de un rato, y a los dos ya se les habían olvidado los helados─. No puedes contarme sobre Rico, pero sí puedes contarme sobre ti.
Otra vez. Tenso, viendo hacia todas direcciones, frotando sus aletas. Nervioso.
─¿S-sobre mí?
─Ajá. Le dijiste que también sufrías. ¿Quién te hace sufrir, Private?
El niño ya no le prestaba atención al camino que transitaba, por lo que no fue extraño que tropezara con una roca y cayera de pico al piso.
─¡¿Estás bien?!─se alarmó Kowalski, ayudándolo a levantarse.
─¿Eh?─preguntó Private, algo confundido por el golpe─. ¡Ah, sí, sí!
─¿Te duele?
─Sólo un poquis.
Private erizó sus plumas y se sacudió, quitándose el polvo. Luego de eso, continuó caminando como si nada. Kowalski sonrió de lado: el niño quería escapar. No le iba a ser tan fácil.
─¿Quién te hace sufrir, Private?─repitió, insistente
─N-nadie─respondió el muchacho, viendo hacia otro lado─. No sé de que hablas...
─Private─murmuró Kowalski, seriamente y parándose frente al más bajito, quien tuvo que detenerse─. No te hagas el inocente conmigo. Responde.
─Es que...─susurró Private, bajando la vista con el fin de no mantener contacto visual con su acompañante─... es que no querrás saberlo...
─Si no quisiera saberlo, ¿crees que te lo preguntaría?─razonó el más alto, poniendo los ojos en blanco con exasperación. Luego, insistió─. Responde.
─No.
─¿Qué?
─No. No responderé.
Kowalski abrió los ojos como platos. ¿No? ¿Por qué no? Eran amigos, el niño sabía que podía contarle cualquier cosa. Entonces, ¿POR QUÉ NO?
─¿Por qué?─masculló, posando su aleta en el puente de su pico como signo de impaciencia.
Private se encogió de hombros, para luego responder con simpleza:
─Por que no.
El niño continuó caminando, recordando los helados y apresurándose hacia el carrito. El científico lo observó alejarse, ahora más perdido que la famosa aguja en aquel pajar.
¡Hola! Si están leyendo esto, ¡muchas gracias! Este es mi segundo FanFic y mi primer FanFic de los Pinguinos de Madagascar. Es yaoi (ya lo había dicho antes, pero lo repito XD), y creo que ya se dieron cuenta de cual es la pareja principal, ¿no? (Si no te diste cuenta, te golpeo en la cabeza con Mort ;D) Sí, es un Kovate... y habrá un poquito de Skico.
En fin, si les gustó, ¡dejen un review! Si no les gustó... ¡dejen un review! Yo siempre respondo reviews,y ahora no será la excepción. Así que ya sabes, soldado, deja un review, ¡es una orden! XD
Bueno, nos vemos (o leemos X3).
_-*-_-*-_Love Is Toxic, Baby._-*-_-*-_
