Disclaimer: Los personajes son de Kubo y Yamamoto, MAPPA.
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Lilia nunca logró tener hijos en su juventud y como no estaba casada se le imposibilitó adoptar, así que terminó resignándose y se enfocó en su carrera, sin embargo, por cosas de la vida encontró un amante más joven con un esperma tan fructífero que la dejó embarazada a sus cuarenta y dos años. Fue sorpresivo y riesgoso, pero siguió adelante y tuvo un bebé al que llamó Víctor.
Los primeros años se dedicó enteramente a su hijo, disfrutando lo que antes nunca pudo, pero el tiempo no siguió pasando sin que se diera cuenta de que Víctor necesitaba un padre y ella a un compañero. Ya no estaba a la labor de involucrarse con hombres jóvenes así que empezó a fijarse en prospectos más… arrugados, y cuando conoció a Yakov parecería que se llevaron mal, pero ninguno de los dos pudo negar la chispa que se les encendió.
No obstante, esa chispa dentro de Yakov que en menos de cinco meses ya era el esposo de Lilia, refulgió con más fuerza cuando empezó a convivir con el precioso albino de siete años. Siempre tuvo un fetiche con los niños lindos como éste, pero era la primera vez que se le presentaba una oportunidad real.
— Ugh, uff… carajo. —el hombre de cincuenta años que ya tenía el pelo completamente cano se empujaba encima de su esposa, haciendo resbalar su barriga sudada sobre la espalda de ella mientras rechistaba porque el estímulo que recibía su polla no era tan placentero.
Lilia se había estado quejando del estrés que se le acumulaba y los dolores de cabeza que le daban sus alumnos en la academia, las entrevistas y próximos eventos, y en vez de liberarse con ayuda de su marido prefería tomarse un par de calmantes y quedar noqueada bocabajo en la cama, dejándole a Yakov un cuerpo inmóvil con una vagina seca y poco estrecha con la que el viejo no lograba desfogarse.
Con hastío sacó su sexo insatisfecho y se la metió de golpe en el esquelético culo a la mujer, la cual no reaccionó para nada ante sus furiosas arremetidas con las que la cama estaba a punto de romper la pared. Al ser un esfínter más ceñido Yakov se sintió más a gusto ahí, pero una vez que los músculos internos de Lilia se acostumbraron a su gran tamaño y se aflojaron dejaron de ser cooperativos, y la excitación inicial se desvaneció antes de poder correrse.
— Maldita sea.
Se detuvo separándose de su dormida esposa y quedó de rodillas en la cama, lanzándole de mala gana las sábanas por encima para cubrirla. Resopló al pensar que tendría que recurrir a su mano para poder eyacular y al menos disminuir la frustración, o tal vez… antes de que terminara de pensarlo la puerta de la habitación se abrió, dejando entrar la luz del pasillo que rodeó la figura menuda de Víctor.
— Papi Yakov, no puedo dormir. ¿Puedo quedarme con ustedes?
Yakov sonrió entre la penumbra y fue hacia el niño, así desnudo como estaba con su polla apuntando hacia delante y balanceándose bajo su barriga con cada paso que daba. Víctor no pudo dejar de mirarla, ni siquiera cuando el mayor lo tomó de la mano para llevarlo a la cama.
— De acuerdo, te haré un espacio justo aquí. —lo cargó dejándolo sentado junto a Lilia, muy seguro de que la prima ballerina no iba a mover un solo dedo en toda la noche.
Después de todo Yakov sí tuvo que usar su mano, pero para correrse vigorosamente en la boca del pequeño albino donde, a pesar de intentarlo, no pudo introducir más que la punta de su robusta polla que le supo feo a Víctor, pues dicho miembro había estado previamente dentro de las dos cuevas de su madre, y así el Feltsman expulsó su desabrida leche hasta que los huevos le quedaron secos como pasas.
Soltó tanto esperma dentro de esa dulce cavidad que Víctor no fue capaz de tragarlo todo y aun así amaneció con el estómago pesado y dolorido. A pesar de que a éste no le gustó el juego de su padrastro Yakov le hizo prometer que no le contaría nada a nadie, ni siquiera a su mamá, y el niño sabía muy bien que no era correcto romper una promesa.
Lilia pasaba mucho tiempo enseñando en su academia y viajando para hacer espectáculos, por lo que cuando el transporte traía a Víctor de la escuela quedaba a solas con Yakov que ya estaba retirado y vivía de su pensión, así que hubo muchas ocasiones más en las que jugaron juntos y la polla del viejo era siempre el juguete principal.
Una noche en particular, después de avanzar bastante en el contacto íntimo, ambos estuvieron desnudos en la cama de Víctor que, amordazado y con las manos amarradas, solo pudo expresar con sus anegados ojos horrorizados el terrible dolor que suponía tener que ir sentándose sobre el sexo erguido de Yakov y sentir que sus jóvenes caderas crujían al ser obligadas a ensancharse abruptamente para darle cabida a algo tan enorme.
Intentó más de una vez brincar y alejarse pero Yakov lo mantenía bien sujeto, empujándolo hacia abajo para que su culo infantil lo fuera tragando angustiosamente. Por más lubricante que hubiese usado el mayor para hacer espacio en el ano de Víctor y bañarse su miembro ansioso, resbalar adentro de este divino túnel prohibido seguía siendo demasiado complicado teniendo en cuenta el grosor tan impresionante que ostentaba su erección. Siete tortuosos centímetros de diámetro.
Finalmente las nalgas temblorosas del niño se asentaron en los testículos calientes de Yakov, el cual gruñó roncamente con un ojo entrecerrado por la sofocante asfixia que estaba experimentando su polla, intentando aguantar la llegada de su orgasmo.
— Ohh, precioso. Alguna vez sentirás lo mismo que me estás haciendo sentir ahora y entenderás por qué es tan irresistible. —le habló Yakov, con la excitación notándose rasposa en su voz mientras le peinaba uno de los largos mechones plateados que le llegaban más abajo de los hombros.
Fue lo último que llegó a escuchar Víctor antes de detener los gritos ahogados tras su mordaza con los que llamaba a su madre. Sus inconsolables lágrimas dejaron de regar su carita que expresaba toda la agonía y el dolor que debió soportar antes de caer desmayado, pero esto no impidió que Yakov recostara su cuerpo inerte para moverse sobre él y enterrarse continua y deliciosamente dentro de él, arrebatándole su inocencia pedazo por pedazo con cada profunda embestida con la que lo marcaba.
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— Víctor, ya despierta. Debes prepararte para el colegio. —ya peinada, vestida y maquillada Lilia entró en la habitación de su hijo, apremiándolo para que el bus escolar no lo dejara, pero el albino no estaba dispuesto a salir de debajo de sus cobijas donde se había enrollado como si fueran un escudo— ¿Víctor?
La mujer se acercó notando que el niño temblaba sudoroso con los ojos apretados, y al tocarle la frente lo sintió caliente.
— No te preocupes por él, yo lo cuidaré. No querrás retrasarte.
Yakov apareció en el marco de la puerta ofreciéndole la solución perfecta, así que ella aceptó dejando una corta caricia sobre la cabeza del menor sin cambiar su expresión sobria ya que no era una persona demostrativa, y se incorporó antes de que Víctor pudiera estirar su mano y retenerla. Se despidió de su marido luego de darle indicaciones de cómo atender el malestar de Víctor y cuando oyeron la puerta principal siendo cerrada el niño abrió sus bonitos ojos con dificultad, viendo borrosamente la mueca templada de Yakov.
— Recuerda que no debes decirle nada a tu madre, juraste por ella que mantendrías el secreto y si no cumples le pasará algo malo. No quieres que le ocurra nada, ¿verdad?
Yakov no lo estaba amenazando con herir a Lilia, sino que la mente manipulable de Víctor se creyó que si rompía la promesa algo sobrenatural dañaría a su mami, y eso era suficiente para mantenerlo en silencio.
La segunda vez que pasó Yakov hizo que se bañaran juntos. Al principio todo parecía normal y el adulto solo le lavó el pelo y lo enjabonó, pero cuando Víctor se dio vuelta su rostro dio de lleno con la polla de su padrastro que estaba completamente expuesta y elevada, con esas venas abultadas de sangre que le daban vida y la rodeaban como si fueran ornamentos. Con sus ojitos temerosos observó como Yakov se enjabonaba bien la erección.
— Agárrate del borde de la bañera.
Víctor se atrevió a negar débilmente con la cabeza, pero la mirada intimidante del mayor lo hizo obedecer quedando doblado y con el culo lo suficientemente en alto. La mano de Yakov se metió entre sus nalgas restregándole una buena cantidad de jabón hasta hacer espuma, y luego el pequeño oprimió sus párpados cuando el primer dedo también enjabonado se deslizó en su hoyito desprotegido, después otro más y finalmente un tercer y gordo dígito se tomaron su largo tiempo para dilatarlo bien y torturarlo con esta incómoda invasión anal.
— Ungh… —las yemas de Víctor se clavaron con más fuerza en la cerámica de la bañera cuando el viejo usó dos dedos de cada mano para estirar el borde de su entrada hacia lados opuestos, y así poder observar el hermoso color rosa intenso de sus paredes internas que se contraían despavoridas.
— Bien, esta vez debería costarme menos trabajo.
De solo oírlo los miedos de Víctor afloraron aún más afilados al recordar todo lo que sufrió la primera vez. Su culito dio un respingo cuando sintió el roce de la polla ajena, pero Yakov le contuvo las caderas para que se quedara en su sitio, levantándolas hasta que el niño quedó de puntitas para tener mejor acceso. La cabeza rojiza en forma de hongo entró y luego el grosor del tronco quedó atorado en el borde del delicado agujero, y mientras más empujaba Yakov más se acumulaba dolorosamente la piel que recubría su polla formando pliegues hasta que por fin empezó a introducirse, forzando el canal del menor a abrirse más para darle cobijo a ese monstruo duro como roca que hervía como el infierno.
— N- ngh… ¡ahhh! ¡Me duele! —el chiquillo sollozó sacudiéndose bajo el fiero agarre de Yakov, notando a la perfección con su ano la forma de cada vena apretándose para poder avanzar dentro de él— ¡Aaahh! ¡Papi Yakov, ya no… no más adentro o me romperé!
— Uhmm, dios… así, qué delicia. Claro que no te vas a romper.
Las lágrimas de Víctor se desprendían de sus pestañas claras, aterrizando dentro de la tina vacía. El potente sexo de Yakov terminó de instalarse en su interior, siseando de placer ante las calientes contracciones del menor y el ritmo apresurado en que las palpitaciones de su polla se combinaban con las de los músculos de Víctor. El vil intruso retrocedió lentamente para luego volver a penetrar, repitiendo la misma acción cada vez más rápido pero sin perder la cordura, mientras los ruidos grotescos del acto sexual se confundían con los gimoteos del niño que lloraba y lloraba, hipaba y gritaba cuando sentía que Yakov lo empalaba hasta un punto tan profundo dentro de él que le provocaba náuseas.
Incluso cuando sus manos perdieron fuerzas y se soltaron del borde de la bañera Yakov lo mantuvo bien agarrado para continuar frotándose entre su carne apretada, obteniendo a cambio vertiginosas sensaciones que le sacudían cada nervio hasta que las corrientes de placer terminaban de recorrer todo el camino y explotaban en su cerebro para sacarle un gemido gutural, a la vez que su polla se hinchó todavía más justo antes de disparar una bomba de esperma que roció las entrañas de Víctor por completo.
El pequeño no aguantó más y acabó vomitando en la tina. Las arcadas hacían que su cuerpo siguiera contrayéndose alrededor de Yakov, que gracias al sabroso estímulo continuó liberando descargas de semen en menor cantidad hasta quedar satisfecho. Echó la pelvis hacia atrás retirando su miembro flojo del resentido agujero, irritado y palpitante, que quedó tremendamente abierto en medio de las nalguitas del albino y que cada vez que se apretaba expulsaba chorros de esencia blanca entre la que se mezclaban finos hilitos carmesí, rodando por sus testículos lampiños hasta gotear en el suelo y ser arrastrada al desagüe.
Yakov lo limpió bien, le hizo una cura para evitar infecciones y le dio de tomar algo para el dolor para que no volviera a ponerse malo y que Lilia empezara a hacerse preguntas.
El viejo Feltsman no siempre lograba salirse con la suya, ya que de vez en cuando debía darle atención a su mujer. En una nueva mañana Víctor se asomó reticente a la sala de donde provenían los gemidos del matrimonio, era muy temprano y no tenía que ir al colegio porque estaba de vacaciones igual que su mamá, y por eso ahora ella estaba pasando más tiempo en casa con su hijo, protegiéndolo de Yakov sin darse cuenta.
Por encima del respaldo del sofá amplio el niño solo podía ver la media calva de su padrastro y las flacas piernas de Lilia alzadas a cada lado en el aire, recibiendo en medio las estocadas de Yakov que tardó un buen rato en venirse sin lograr un placer del todo gratificante. Para Víctor era difícil entender cómo su madre podía disfrutar de algo que a él lo lastimaba tanto, ni tampoco comprendía por qué si a ella le gustaba Yakov prefería hacerlo con él.
Una lágrima le rodó por la mejilla sin que lo notara y rápidamente regresó a su habitación antes de que los mayores lo descubrieran.
