Una nueva historia de Zelda, en colaboración con una gran amiga mía de otro país llamada Eva. Tenía intenciones de una nueva historia para terminar la trilogía de "One Life" y "Lazos del destino" antes de empezar con futuros proyectos de mundos completamente diferentes. En esta historia igual, intentare hacerla lo más independiente de las otras y mencionar las cosas fundamentales que se necesitan saber de ellas para la comprensión de esta historia y su lectura individual.
Eva y yo hemos trabajado mucho, ella me ha dado muchas de las ideas que usare esta historia que estaría ubicada mínimamente con tres mil años de diferencia de Lazos del destino, donde desde ese momento no ha ocurrido ninguna rencarnación.
Espero disfruten de esta idea como nosotras de crear este nuevo universo.
The Legend of Zelda No me pertenece.
Once Again
Prologo
Hace unos mil años un hombre conocido como Rauru, logro encontrar en medio de los que hace millones de años se conocía como el desierto de Lanayru, una pequeña piedra de color morado con el nombre antiguo de cronolito. En ese entonces Rauru no sabía que su invento sería algo que más adelante, mejoraría la tecnología de la época actual, hasta tal punto que se volvería parte de nuestro día a día. Durante los siguientes años tanto Rauru como el resto de su equipo, investigaron las propiedades de los cronolitos, piedras misteriosas que pueden controlar tanto el tiempo como espacio, crear energía, mover maquinarias.
El invento de este hombre casual, es lo que ha llevado a la actualidad hasta los avances tecnológicos que tenemos.
Las piedras estaban en grandes cantidades por el desierto de Lanayru, pero con excavaciones en otras áreas cercanas, se pudieron recolectar más. Se descubrió que por todo Hyrule, los cronolitos habían estado esperando a que alguien los encontrara, que les regresaran a la vida, dando inicio a la nueva era en Hyrule.
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—Sin duda una historia aburrida—hablo un chico musculoso de cabellera roja, causando algunas risas indiscretas alrededor del aula.
La imagen parece expandirse mostrando una de las aulas de una academia de caballeros de Hyrule, ubicada en la región de atarea en las lejanías de la capital, una ciudad que como cuenta la leyenda, alguna vez estuvo en las nubes.
Pero todo eran cuentos de hadas.
En medio del aula llena de pupitres, un pizarrón enorme y un hombre de larga cabellera clara conocido como profesor Asteus, se desarrollaba la clase de historia.
Entre todos los estudiantes se encontraba un chico de cabellera rubia y ojos azules, tenía puesta una sudadera con capucha de color verde y pantalones de mezclilla, en medio de su cuello se veía un collar con un cronolito morado al final de este. Link, un chico bastante retraído que prefería pasar horas con máquinas que escuchar a Maltón una vez más.
No era el único, entre todos los estudiantes habían diversos artículos con cronolitos, desde collares, pulseras, anillos u otros objetos en el cuerpo.
Aunque Altárea no era tan famosa como la región de los Zora, Goron, Orni, Gerudo o la mismísima ciudadela, tenían cronolitos. Los cronolitos eran lo más importante del mercado, los cronolitos daban poder y no era de extrañar que la mayor cantidad de ellos estuviera en medio de la ciudadela.
Link había visto en videos en las redes, sobre los miembros del ejército real con ropa recubierta de cronolitos, no era para menos.
Los cronolitos eran el resultado de la ciencia y los inventores. Estos tenían propiedades misteriosas que imbuían energía pura a objetos desarrollados para cada tarea del hogar, trabajos o luchas. Armas que podían crear parálisis temporales, que disparaban rayos de energía o escudos que aparecían de la nada por la energía de estos.
También era de común conocimiento que los nobles de la ciudadela tenían en sus hogares máquinas de cronolitos, que ayudaban en funciones tan fáciles como lavar ropa automáticamente, robots que funcionaban a base de cronolitos e incluso limosinas que podían flotar en el aire debido a la suspensión de la gravedad que causaban estos.
Era como magia.
Pero no era magia.
La magia era un tema bastante sensible en Hyrule, si bien en otras naciones la magia aun es utilizada en manera muy leve, es prohibido totalmente en esta nación desde hace siglos. Por eso los cronolitos eran de gran ayuda, sin mano de científicos estos ni siquiera podrían funcionar.
Eran ciencia.
Link amaba la ciencia, le gustaba tirarse horas en su habitación para hacer funcionar objetos con los cronolitos que podía obtener. Gracias a eso había creado una tabla aerodeslizante con cronolitos de categoría "E" y mejorado el sistema de luz de su hogar.
Los cronolitos vienen en categorías.
Desde el mejor cronolito clase SS, que solamente mantiene la familia real, la categoría S para nobles, pasando a categoría A para la armada, en una decadencia hasta la categoría E que eran los más comunes entre ciudadanos de escasos recursos.
En su familia había logrado hacerse con unos cronolitos clase D como el que posee en su cuello, pero eran bastante difíciles en lugares tan alejados de la capital, tampoco eran tan accesibles monetariamente.
—Joven Maltón nuestra historia es importante de recordar, es gracias a nuestros pasados que vivimos en este presente tan maravilloso—habla Asteus con voz consoladora y calmada como de costumbre.
Un chico de pequeña estatura llamado Corvy y otro bastante alto con su nariz sobresaliente conocido como Vestro parecen seguir a Maltón como sus leales amigos.
Link intenta ignorar la charla de la clase, pasando rápidamente su vista a la tableta Sheikah en sus manos oculta entre sus libros. Las tabletas eran un regalo del monarca de Hyrule a la escuela de Altárea como muestra de caridad o alguna cosa del estilo, que para su suerte tenía cronolitos integrados para hacerla funcionar. En esta él miraba algunos diseños que había creado para mejorar el sistema de calefacción de su hogar.
—La historia es un montón de cuentos estúpidos, aun algunos idiotas creen sobre las diosas de Hyrule, rencarnaciones de un héroe verde y mundos alternos…la historia no tiene más que cuentos para niños llorones—señala este dándole una mirada despectiva.
Rueda los ojos sin darle importancia, el hecho de que su abuela le contara alguna de las leyendas que se pasaban entre personas adultas y que él las creyera de niño, siempre fue motivo de burla para Maltón.
A pesar de todo y aunque le gustaba llevar la contraria del chico musculoso, a esta edad como el resto de sus compañeros, no creían sobre ideas fantasiosas.
¿Una espada que repele el mal?
¿Qué sigue a continuación?
Una batuta que controla los vientos.
Si no puede ser creado por cronolitos, es muy probable que no exista y la mayoría de historiadores comenta sobre leyendas, que probablemente fueron creadas para motivar la fundación de Hyrule. En los tiempos antiguos tenían mucho respeto por deidades y seres superiores, en la actualidad, nadie creía en ellos y habían pasado muchos años de paz, como para retomar ideas de supersticiones.
El sonido de la campana hizo que la charla terminara, intento salir lo más rápidamente del salón, pero aun así Maltón se las arregló para al pasar por su lado empujarlo con fuerza contra la pared.
Con un bufido se ajustó sus gafas y se despidió vagamente del profesor Asteus, que pareció tranquilo.
Como siempre.
Era esos momentos donde extrañaba su anterior hogar, Ordon. Antes de que sus padres murieran, solían vivir todos juntos en Ordon, tenía buenos amigos e incluso la hija del alcalde Ilia, solía jugar con él por las tardes. Pero sus padres quienes eran científicos de la corona, habían muerto en medio de sus investigaciones, causando que el dinero que les dejaron, lo usaran para vivir en otro lugar más cómodo. Ordon no era tan grande como la región de los Zora o Gerudo, pero era bastante sustentable para tener muchos centros importantes de investigación y gran cantidad de cronolitos.
Aun hablaba vagamente con Ilia por las redes en las tabletas Sheikah, pero claramente solo eran conversaciones expo radicas y saludos en festividades.
Altárea no era una ciudad enorme en algunos términos, tenía un centro, algunas tiendas con tecnología no tan actualizada, sistema de caballeros que tenía una academia donde estaba y una vida bastante tranquila. La mayoría de productos que exportaban era vegetal, así que los pocos dispositivos con cronolitos son para dichas funciones.
La academia de caballeros es nueva, poco más de tres décadas como un proyecto de expansión social. Los caballeros en su mayoría quedaban en la ciudad para protegerla y eran vistos sin mucha importancia por los mismos ciudadanos, solamente como amistades o quienes tenían dos trabajos.
Link detuvo sus pasos entre los puestos del centro de la ciudad al ver una de las pocas (por no decir única) tienda que presentaba cronolitos. En esta había una pantalla de tamaño pequeño, donde mostraban noticias de la ciudadela. Miro de forma tranquila como se presentaba la armada que protegía la ciudadela, miembros de todas las razas de Hyrule, miembros de la antigua raza Sheikah y entre sus filas había una joven que destacaba por su poca altura.
Muchos creían que era irresponsable que la mismísima princesa de Hyrule, estuviera entre las filas como un caballero, pero era más que eso. La princesa era reconocida como una de las mejores guerreras de Hyrule a pesar de tener solamente 16 años, uno menos que él. Su habilidad con el florete era tremenda y también cuerpo a cuerpo, había visto vagos videos de ella derrumbando a oponentes mayores que su persona.
Para algunos era un horror, para otros una inspiración.
Miro detenidamente su larga cabellera rubia bailando con el aire, que parecía más un anuncio publicitario que algo esporádico, sus ojos azules llenos de dureza que debe tener un próximo gobernante y su mentón alzado en un mudo orgullo que presentan los nobles.
Vio a otros guerreros con mayor interés, desde enormes Goron, fuertes Orni a los Zora que siempre tenían algún guerrero destacable, las Gerudo siempre tan imponente y los Sheikah tan misteriosos.
Un ejército que intimidaba otras naciones y que protegía la nación con su vida.
Vio medianamente a la líder del ejército, una Sheikah llamada Impa, antes de seguir su camino.
Él no estaba interesado en el ejército, si tenía un sueño era ser un investigador o inventor como sus padres, trabajar o no trabajar en la ciudadela, era más bien un plus que esperaba cumplir, aunque trabajar entre otras razas también sería de gran desarrollo, sobre todo los Zora que tenían un mejor sistema fluvial que muchos otros.
Su casa estaba algo alejada del pueblo, fuera de los edificios con apariencia rural, en contra parte con los enormes edificios llenos de cronolitos de la ciudadela, su hogar incluso es más alejado. Hay una gran cantidad de terreno que su abuela compra después de la muerte de su padre, donde ella suele cultivar para vender en los mercados de la ciudad y para el auto mantenimiento de ellos mismos. Su abuela es una mujer de pequeña estatura pero un gran carácter como su madre, quien los ha sacado adelante todos estos años.
—Hermano—chilla una niña de doce años con cabellera rubia apenas lo ve llegar caminando por el sendero a casa.
Una pequeña casa con tres habitaciones, una sala de estar normal, una cocina algo pequeña y un porche delantero. El color celeste le recuerda a los ojos de su fallecida madre, que siempre parecía ver los cielos ante la idea de hacer máquinas para volar como los Orni.
Su padre solía decir que era una Orni nacida en el cuerpo de un Hyliano.
—Vamos apúrate que debemos ayudar a la abuela con la cosecha—dice tomando su mano y guiándolo a toda prisa detrás de la casa.
Suspira al pensar en las ideas para trabajar, que serán pospuestas hasta altas horas de la noche. En su lugar, deben detener juntos a su abuela, que a pesar de superar los setenta años, siente que es suficientemente fuerte para alzar dos enormes bolsas llenas de vegetales.
Al final es él quien termina cargando la mayoría de objetos pesados, al principio cuando era niño era bastante malo en lo que se refería a fuerza, siempre acostumbrado a jugar con cosas tecnológicas como sus padres, pero las necesidades cambian a las personas. No tiene el cuerpo musculoso de Maltón y no espera tenerlo, pero es lo suficientemente fuerte para poder cargar con cajas pesadas de verduras y un cuerpo en forma que le permite correr cuando es necesario en los trabajos de su hogar, sin cansarse tanto como cuando empezó.
—Vayan a casa yo terminare de recoger la cosecha—habla causando que su abuela lo trate de malagradecido por despreciar su ayuda, antes de que cambie de actitud pensando sobre una sopa para crear.
Suspira.
La granja no es tan grande, pero tiene buenas plantaciones, además de un gallinero al cual no se acerca (historia graciosa de niño que le ha enseñado que las gallinas son peligrosas) y que es el trabajo de su hermana menor Abril. También tienen tres cerdos de buen tamaño, una que está preñada, dos ovejas que dan buena lana, una cabra que solo parece comer y una yegua regalo del rancho Lon-Lon cuando cumplió quince.
Epona era una yegua magnifica, que los ayuda a trasportar los vegetales para las ventas en el pueblo, además que lo ayuda a despejarse. Para molestia de su abuela y algo de celos de Abril, la yegua parece solo permitirle a él montarla, así que es el designado en su cuidado.
La misma que parece estar en su corral alterada, bramando molesta y pataleando enojada.
Deja la cosecha en el suelo, caminando de forma tranquila hasta donde está el corral, saltando la baranda para intentar calmar a su temperamental amiga. Funciona momentáneamente, pero esta sigue relinchando a la derecha, que es donde termina parte de la propiedad e inicia el de la familia de Gruyo. Solo separados por un enorme rio que alimentaba ambos terrenos.
Se acerca para ver cuál es el motivo de la molestia de su yegua, esperando ver alguna serpiente o animal salvaje.
Pero no hay nada de eso.
Un cuerpo se allá al otro lado de la cerca, al lado del rio de Hylia, con ropas desgarradas como si fuera perseguido por animales salvajes, cabello sobre sus hombros de color castaño claro, rostro lleno de barro que impedía reconocer quien era la víctima y algunas heridas en su cuerpo.
Pestañea confundido, antes de abalanzarse para ayudar a el herido.
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Sin saber, que este es el inicio de la historia.
Que la persona entre sus brazos no es nada menos que la princesa Zelda, que está huyendo de un conflicto político que ha envuelto a Hyrule desde su interior. Que ambos son parte de una leyenda que nadie parece creer, que la magia prohibida pronto será pan de cada día y que le tocara a ambos rescatar al reino.
Una vez más.
Fin
La creación de este mundo no viene solo de mi mente, muchas ideas de películas (que Eva me ha sugerido) dan por inicio este universo. La idea se originó principalmente cuando en Breath of the Wild mencionan que los Sheikah y el clan Yiga (ya saben toda la trama de ellos) crearon las bestias sagradas, que eran jodidamente poderosas. No eran el héroe ni la diosa, era tecnología, lo cual me dejo pensando que con una buena guía, la tecnología en Hyrule podía crecer.
Esto crearía un universo algo futurista de los juegos que tanto hemos amado, lo cual daría inicio a una nueva leyenda de un héroe y una princesa.
Los personajes utilizados nuevamente como en mi anterior historia, serán sacado de los juegos de Zelda a excepción a muy pocos OC que podría utilizar de mi creación, pero que sinceramente no creo que sean fundamentales en esta historia.
Nota:
Por si no lo saben en mi perfil tengo un link de mi página en Facebook donde publico mis actualizaciones y donde chateo con los chicos sobre temas de anime, manga, juegos, libros, series…etc por si alguno quiere comunicarse conmigo o visitar un rato para conocerme mejor.
Sayonara sexys lectores.
