Disclaimer: Osomatsu-san no me pertenecen, escribo esta historia por diversión, pasión o matar el tiempo, etc., etc.
No gano ningún valor monetario al escribir esta historia.
Panthera Tigris
Osomatsu arrugaba un poco el ceño en noción de confusión ante la gran caja de madera que se encontraba en la sala de estar de su mansión.
Vestía una camisa roja con un traje negro. La chaqueta la tenia sujeta de un brazo, estaba cansado después de un largo día de trabajo, muchas sorpresas (malas sorpresas) le cayeron mal ese día en particular. Y ahora que regresaba a su hogar. Oh, mira, otra sorpresa.
Estaba a punto de mandar a sus hombres que busquen respuestas cuando de pronto una mano cayó en su hombro.
-Acaba de llegar un regalo. – Le dijo calmadamente Choromatsu, su fiel asistente.
Choromatsu parecía un mayordomo a simple vista (los lentes, el traje, los guantes blancos), y quizás lo era en algunas ocasiones, organizando a los empleados, mandando a las sirvientas, encargado de inventarios, sueldos, papeleo, trámites, etc. No por nada era lo consideraban la mano derecha de Osomatsu.
-Te lo manda Ichimatsu. – Le tendió una carta.
Ichimatsu era el primo de la parte yakuza de la familia de Osomatsu, se llevaban bien en general pero a veces tenían sus roces.
"Osomatsu, el otro día fui a buscar un perro guardián en una tienda de mascotas que un contacto me pasó, y cuando vi esta criatura, no lo pensé dos veces antes de comprártelo para ti. Sé que te va a gustar. No te preocupes, me dijeron que está entrenado y no lastimara a nadie, pero sigue las condiciones que dejé adjunto a esta carta, o si no, sí, se devorara a todos ahí. Disfrútalo.
PD: Se ve mucho mejor si enciendes inciensos."
Al terminar de leer, Osomatsu no tuvo la paciencia para leer las condiciones del otro papel. Ordenó abrir la caja de madera.
Un par de empleados empezaron a quitar los clavos de un lado de la caja, apenas cayó, se alejaron un poco asustados.
Con un paso lento y cauteloso, un felino empezaba a asomarse fuera de la caja.
-Debí imaginármelo. – Comenzó Osomatsu con un tono de desagrado. – Si era de Ichimatsu, tenía que ser algo como esto.
El tigre no había salido del todo de su caja, quizás por miedo, propio o de los demás.
En la sala se hallaban algunos empleados, una sirvienta y Choromatsu. Estaban un poco nerviosos de una bestia suelta. Pero el jefe de la casa no se dejó intimidar. Se acercó con paso impotente hasta el felino y lo observó detenidamente.
-Oye, ¡Ten cuidado inútil! – Gritó Choromatsu, él era el único en la mansión que podía insultar al jefe sin recibir un escarmiento.
-No es un tigre adulto. – Contestó Osomatsu, quien se inclinó para verlo mejor. – Es joven, seguramente hace poco dejó de ser cachorro.
El tigre tenía el tamaño de un perro grande, pero teniendo en cuenta que competía con el león por el título del felino más grande, esto no duraría mucho.
-Es lo mismo… - Dijo el de verde con preocupación. Entonces se giró al empleado más cercano. – ¡Hey tú! Trae cadenas, ¡ahora!
-Espera un momento - Le paró la orden el de rojo. - Ichimatsu dijo que estaba entrenado si seguía las condiciones.
-¿Y cuáles son? – Preguntó un poco exaltado, definitivamente no le gustaba tener algo así suelto por la casa.
-No lo sé, aun no las leí. – Decía con una sonrisa el jefe de la mafia.
Antes de que Choromatsu se abalanzara hacia él, Osomatsu empezó a leer en voz alta el otro papel:
-Uno: El tigre de bengala se alimenta de carne roja en su mayoría, aunque también puede comer peces o aves para variar. Aprox. 50 KG por día. Además de darle agua fresca en abundancia. Dos: Se necesita un ambiente grande y cercado, preferentemente si tiene mucha vegetación o arboles, aunque no hay problema si vive en un lugar abierto. Tres: Es un animal solitario y debe dejarlo en tranquilidad, pero hay que hacerle compañía al menos una hora al día. Siga estas instrucciones y su tigre crecerá feliz.
-Un lugar cercado… - Dijo Choromatsu pensativo. - Solo se me ocurre el jardín trasero… Tiene muchos árboles…
-¿Entonces quieres conservarlo Choromatsu? – Preguntó sorpresivamente Osomatsu, que se levantaba y caminaba hacia las escaleras.
-¡Bueno, no! – Se sorprendió. - Yo pensé que…
-No estoy de humor para cuidar de este tipo de mascotas, es un gran regalo, pero quiero que hagas los arreglos para ver si podemos venderlo o soltarlo en algún lugar.
-De acuerdo. – Dijo un poco desanimado. Osomatsu había estado algo malhumorado y enojado por los acontecimientos recientes, creyó que esta clase de regalos de locos (cortesía de Ichimatsu) lo animaría un poco, pero no.
-Y llévenlo al jardín trasero, asegúrense que todas las entradas y salidas estén cerradas. – Ordenó a sus hombres.
Antes de retirarse del todo, le dio una último vistazo al joven tigre, que dócilmente se dejó cargar como un perro y era llevado fuera del lugar.
Durante los siguientes días, Osomatsu olvidó por completo al tigre. Tenía asuntos más importantes que arreglar. Fue hasta que una tarde recibió una llamada a su celular.
-Primo Osomatsu. – Se escuchó desde el otro lado. - ¿Cómo te va con el pequeño tigrecito? - Algo malo estaba pasando, Osomatsu lo sabía... Ichimatsu se oía feliz…
-Bien… Sí… Él está bien… - Dijo un poco incomodo al principio. - Ichimatsu, ¿en qué demonios pensabas cuando me regalaste eso? ¿Acaso viste Scarface?
-Pensé que te gustaría. ¿No te parece muy bello?
-Sí, el tigre es un animal majestuoso. – Dijo con una voz desinteresada.
-¿Tigre? – Preguntó confuso el de purpura. - ¿No leíste la Postdata de la carta?
-Sí, algo sobre los inciensos… Mira Ichimatsu, es mejor que te lo diga ahora, no creo poder hacerme cargo de…
-¿Seguiste las condiciones? – Endureció la voz el menor. – Más te vale que las hayas seguido o te cortaré los dedos de todas tus extremidades.
-¡Sí! Si seguí las condiciones, el tigre vive en mi jardín, y por eso el jardinero renunció. Gastamos una pequeña fortuna en darle carne de res y estoy seguro que Choromatsu ya mandó a alguien para hacerle compañía.
-Se supone que tienes que ser tú quien le haga compañía… - Se oía decepcionado. – Eres un idiota… Espera un momento. - Osomatsu apenas escuchaba unos murmullos cuando Ichimatsu regresó. – Aun no es tarde, ve ahora y háblale.
-¿Qué? – Preguntó Osomatsu.
-Que vayas a verlo y le converses, de lo que sea, al menos una hora y vuelve a hacerlo mañana.
-Espera, ¿es en serio?
-¡OSOMATSU, HAZLO O TE CORTARÉ EN MIL PEDAZOS! – Casi juraba que se le había roto un tímpano, pero apenas cortó la llamada, decidió hacerle caso. No solo porque sentía que era lo correcto, sino porque Ichimatsu era bueno en cumplir sus amenazas.
Apenas abrió la puerta hacia el jardín, no tuvo que alejarse mucho para encontrar al joven tigre con su cocinero, Chibita.
-¡Jefe! – Le llamó alegre.
El cocinero se encontraba con su uniforme blanco y abierto sentado en el borde de una de las esculturas que adornaban el jardín. A sus pies, descansaba el felino.
-Oh, Chibita, ¿así que tú eres quien le haces compañía?
-Si, Choromatsu me lo pidió, y debo decir que es un tigre bien portado.
-¿No te ha causado problemas? – Preguntó inclinándose para ver mejor.
-No, confieso que tenía un poco de miedo al principio, pero no ha hecho nada malo, trato de tenerlo satisfecho también. – Dijo riéndose, no solo le hacía compañía, también era el encargado de alimentarle.
-Está bien. – Se acomodó Osomatsu a un lado. - Puedes retirarte. Yo continúo.
Chibita asintió y se retiró.
Ahora a solas, el tigre y Osomatsu se miraron.
-De acuerdo… Hola… - Hubiera sido raro que el tigre hablara, pero por suerte no pasó. – Esto es estúpido… Todo por Ichimatsu…
Ante esta palabra, el tigre pareció mover la cabeza, había reaccionado a ese nombre.
-¿Conoces a Ichimatsu? – Más silencio. – Es mi primo, ¿sabes?, hijo del hermano de mi padre. Es un poco extraño, pero le gustan mucho los gatos, probablemente le caerías bien.
El tigre giró la cabeza para mirar hacia otro lado.
-Está bien, ignórame, de todas maneras no sé qué hablar contigo.
Después de unos momentos suspiró pesadamente.
-Lo que pasa es que… Todos piensan que debo hablar de lo que siento y eso, y yo no quiero hablar con nadie. Ni siquiera con Choromatsu…
El felino volvió a ver a Osomatsu.
-Choromatsu. Es quien tiene lentes, te agradará mucho. Es un poco estricto y mandón, pero es un gran amigo, te lo aseguro.
El de rojo se quedo mirando fijamente esos ojos profundos y azules del tigre, ¿los animales pueden tener esos ojos tan hipnóticos como personas?
Durante un poco más de una hora, Osomatsu siguió hablando con el tigre de sus conocidos, de su amiga de la infancia Totoko quien a veces lo visitaba, de su primo Ichimatsu y de su asistente Todomatsu, de sus hobbies, del trasero de algunas sirvientas, de sus caballos preferidos en las carreras…
No se dio cuenta lo mucho que disfrutó abrirse un poco sin presión o reniegos.
Choromatsu le habló un poco después del anochecer, Chibita apareció de nuevo con más bolsas de carne.
Osomatsu se despidió y prometió volver al día siguiente.
Un par de semanas después, durante la noche, Osomatsu regresaba a casa, tenía una cara larga y seria. Avisó que no cenaría, y se dirigió directamente a su habitación.
Estuvo en silencio unos pocos minutos, acostado boca abajo en su cama hasta que la puerta se abrió.
-Osomatsu. – Le llamó Choromatsu con un rostro preocupado. – Me acaban de informar lo que sucedió en la fábrica. Escucha…
-Vete Choromatsu, quiero estar solo. – Le dijo mientras aun seguía acurrucado entre sus almohadas.
-Todo mejorará, no te preocupes.
-Vete… - Su voz sonaba tan cansada y deprimida. Choromatsu estuvo a punto de retirarse hasta que… - Espera, tráeme a mi tigre.
El de lentes estuvo cerca de rechazar la orden, pero viendo como estaba su jefe y amigo, llamó a alguien para que cumpliera la orden.
Poco después, uno de los empleados más fornidos levantaba con total facilidad al joven tigre. Lo depositó con cuidado en el suelo y se retiró luego de hacerle una reverencia a su jefe.
El tigre, confundido por el lugar, se paseó por la estancia unos minutos hasta treparse y acomodarse en un sofá que Osomatsu tenía cerca de la ventana.
-Hola. – Le habló Osomatsu desde su cama, el tigre lo observaba con su semblante relajado. – Perdona que te haga traer, es que, realmente no tenía ganas de dejar este cuarto.
Osomatsu se sentó en el borde de la cama.
-Hoy… No fue un buen día para mi… Últimamente no hay buenos días, por poco se me olvidaba. – Dijo tratando de emular una sonrisa. – Espero que te hayan dado de comer, yo no tengo hambre…
Le costaba contenerse, el tiroteo de la fabrica habían muerto tantos de sus hombres. Todo por su culpa. Osomatsu sentía que no estaba hecho para este trabajo.
Quería echarse a llorar como un niñito, pero un orgullo interno no lo dejaba, tenía que ser fuerte, por su padre, por su familia, por todos.
Entonces algo le llegó la cabeza como un flechazo.
"Se ve mucho mejor si enciendes inciensos".
Algunas lágrimas trataban de escaparse de sus ojos, pero se las limpió con la manga de la camisa.
-Espérame aquí un rato. – Dijo antes de salir de la habitación y dirigirse a un lugar casi prohibido.
El estudio de su padre no es que estuviera prohibido, pero desde su trágica muerte, Osomatsu había estado evitándolo, prefería hacer sus papeleos y trabajos en su habitación o en la oficina del edificio administrativo.
Choromatsu aun mandaba a limpiar este lugar, incluso aunque nadie lo utilizara. Quizás esperaba que Osomatsu lo use algún día.
Se acercó a un mueble del esquinero y sacó unos inciensos de un cajón. Sonrió un poco en recuerdo de que su padre le gustaba poner estas cosas.
Regresó a su habitación y prendió una varilla.
Quizás el incienso no fue buena idea, apenas olió el sándalo, instantáneamente llegaron los recuerdos de él jugando en el estudio de su padre. Debajo del escritorio, con juguetes o sin ellos, le gustaba ese lugar de niño, Matsuzo le permitía estar ahí aun cuando trabajaba. Eran buenos recuerdos.
Volvió a recostarse en la cama, tentado de nuevo a llorar.
Miró a un costado al tigre, seguía en la misma posición. Se veía igual. Pero eso no evitaba que Osomatsu siguiera considerándolo un bello animal.
Luego de unos minutos, apagó las luces para descansar sus ojos cansados. No lloraría, pero necesitaba un poco de oscuridad.
Con la luz de la luna colándose por el gran ventanal, los ojos azules del tigre brillaban como un par de canicas en la noche sobre el sofá.
Osomatsu apenas podía ver la silueta del felino, pero confiaba que no le haría daño.
Cerró los ojos unos momentos para tratar de tranquilizarse del fantasma de los recuerdos.
Cuando los volvió a abrir se quedó petrificado y muy confundido.
En donde estaba el tigre, la silueta felina había desaparecido, y en su lugar, estaba una silueta humana.
Los ojos brillosos aun seguían ahí, idénticos como antes.
Osomatsu prendió la luz apresuradamente y lo vio:
Era un jovencito, no le daba más de catorce o quince años.
Estaba sentado con una pierna flexionada y la otra estirada, sus brazos descansaban tirados por atrás del sofá.
Cabello negro corto y ropaje oriental. Tenía puesto un chaleco de tela azulada y brillante… Un poco demasiado brillante. Dejaba al descubierto ese pecho sin pelo y esa piel tan frágil y blanca. Pantalones simples y con unas rayas tan características… Y estaba descalzo. Eso sí, tenia algunos collares de cuentas y unos brazaletes que le cubrían la mitad del antebrazo.
Osomatsu estuvo a punto de gritar, hasta que lo detuvieron esos ojos tan profundos y azules.
-¿Quién eres? – Preguntó con cautela Osomatsu.
-Me llamaban Karamatsu. – Le contestó el jovencito con una voz fina e inmadura. – Pero mi cuidador dijo que mi nuevo amo me daría un nuevo nombre.
-¿Y cuál es? – Preguntó aun hipnotizado por todo.
-No lo sé, aun no me has puesto un nombre.
Notas: Reki, ¿no te cansas de fusionar ideas? Ese es mi secreto, yo vivo fusionando ideas.
El que leyó "Petshop of horrors" ya sabe cómo va esto.
