Debo ser la única persona o cosa viviente en todo Panem que detesta profundamente los Juegos del Hambre. Es la diversión preferida de todas las personas aquí en el Capitolio, pasan horas hablando de los vestuarios, haciendo especulaciones y apuestas, una vez que toda la masacre paso y tienen a su esperado vencedor, se pasan el resto del año hablando de acontecimientos en los tediosos juegos, hasta que empiezan nuevamente. Como cada año, desde que tengo memoria…
Discutir con mi padre para que deje atrás de una vez por todo este espectáculo televisivo resulta imposible, la primera vez que mencione mi verdadera opinión sobre Los juegos del Hambre me lanzo una mirada asesina y entendí el mensaje: Jamás volver a tocar el tema, y si es posible, no volver a discutir nada. Nunca.
Hoy es el día en que los tributos se pasean en carruajes con lujosos trajes por las calles del Capitolio, todos están fuera de sus casas o pegados al televisor, y como es la programación obligatoria para todo Panem no me queda otra opción que verlos, en especial siendo la hija del presidente, pero he llegado a un acuerdo con él, los veré, siempre y cuando respete que quiero hacerlo desde la comodidad de mi habitación, sola. La verdad es que suelo llorar cuando aparece algún niño pequeño, ¿Acaso soy la única capaz de darse cuenta de que esto es una brutalidad? A todos les encanta, y eso me da asco.
La televisión se enciende y escucho de fondo las presentaciones de los carruajes y de cada distrito, pero yo procuro distraerme mirando una mosca en la pared, porque cualquier cosa es mejor que ver como ponen "bonito al ganado" antes de la matanza. Decido levantar la vista justo para el momento en que están pasando al distrito 7, muy original, van vestidos de árboles, otra vez. Miro a la pantalla pero sin darle mucha importancia a lo que esta sucediendo hasta que escucho los gritos de asombro de lo que parecieron ser todas las personas al mismo tiempo, enfocaron rápidamente al distrito 12, salteándose los otros cuatro sin demasiado disimulo. Tuve que contener el aliento, odiaba todo esto, pero los tributos del distrito carbonero se veían increíbles… estaban ¿en llamas?. Camine a gatas por mi cama hasta ponerme casi frente de la pantalla, aquellos tributos se veían hermosos, parecían dioses del fuego. Se me hizo un nudo en el estomago al comprobar que la niña era muy pequeña, quizás 11 años, tal vez fuera una de sus primeras cosechas, me lamente mucho por la familia. En cuanto el muchacho, era uno de los jóvenes mas hermosos que había visto, pienso que las personas se ven mucho mas lindas sin todos los arreglos quirúrgicos y tatuajes exagerados que se hacen aquí, pero al igual que pasa con los Juegos, parece que soy la única que opina de esa manera.
Los tributos terminaron de pasar. Todos quedaron encantados con el distrito 12, y yo me puse feliz por la niña, si demostraba tener alguna habilidad, además de haber tenido un buen estilista, de seguro conseguiría muchos patrocinadores. Creo que le enviare algo mientras ella este en la arena.
Golpean a mi puerta.
-Adelante.
Una avox de pelo rojizo abre la puerta de mis aposentos, se me hace un nudo en el estomago. Jamás estoy cómoda en presencia de un avox, se que el castigo es bien merecido ya que han cometido un crimen imperdonable y han sido bondadosos en dejarlos vivir, pero aun así, me perturba, pienso que si son capaces de someter a una persona a tal tortura, quizás serian capaces de matar. No, aquí solo se mata en los Juegos del hambre y con eso ya es suficiente.
-Mi padre quiere verme, ¿Verdad?- recuerdo que no puede responderme y el nudo se tensa aun mas, quizás me haga vomitar.
La muchacha cierra la puerta y se va silenciosamente, claro, todo lo hacen en silencio. Espero a que me lleve una distancia prudencial, prefiero no volver a cruzarla, luego de un par de minutos comienzo mi caminata hasta el comedor principal donde seguramente están viendo la televisión de diez metros de alto. El recorrido me lleva unos cuantos minutos, esta mansión es gigante y jamás se siente como casa, las casas son acogedoras, ¿no es así? Al menos eso he escuchado decir.
-¡Querida Katniss!- me grita el estupido de Seneca Crane. Lo odio.
-¡Seneca!- intento devolverle el saludo con igual entusiasmo ya que mi padre me esta lanzando una de sus venenosas miradas que significan Katniss se amable, recuerda que los juegos te encantan.
-Estos juegos parece que serán interesantes, el 12 nos ha deslumbrado literalmente- se ríe de su propio chiste, el presidente eh.. digo papa, también festeja la "ocurrencia".
-Seguro serán uno de los mejores juegos- intento sonreír, pero creo que he logrado una mueca de asco. Me da igual.
Ambos hombres se levantan de la mesa, al parecer ya han terminado de comer el interminable banquete privado. La cena durante el desfile de los tributos suele ser como una especie de ritual morboso entre ellos dos.
-Es hora de ir a visitar a los tributos al centro de entrenamientos, ¿No te parece, mi cielo?- me trata con demasiada dulzura cuando estamos frente a las personas, casi como queriendo demostrar que nuestro vinculo padre-hija es perfecto. En realidad hace dos años que me di cuenta el olor a sangre que sale de su boca y prefiero demostrarle mi amor desde lejos. Lo más lejos posible, porque ese olor me descompone, aunque lo quiero, supongo.
-Claro papi- mi sonrisa vuelve a parecerse a una mueca de asco, decido que debo dejar de fingir felicidad.
-Ve a cambiarte, te veré en 30 minutos en la puerta para que nos lleven al Centro de Entrenamientos- me da un "dulce" beso en la frente y yo intento no moverme.
Hago una inclinación con la cabeza a forma de saludo para Seneca y me retiro rápidamente, casi corriendo, hasta mi habitación.
Están dando los resúmenes del desfile, pero decido apagar la tele porque la programación ya no es oficial y si puedo evitarlo, mejor. Me dirijo a mi armario y escojo un vestido rojo muy ajustado y unos tacos del mismo color, ¿Quiero sentirme en llamas yo también? Me miro al espejo y decido que es tonto ir vestida totalmente de rojo, así que cambio el vestido por uno igual de ajustado, pero en color blanco, con un lindo escote. Debo admitir que la costumbre que mas amo del Capitolio es la locura que sienten por la ropa, en realidad, creo que es lo único que comparto con la gente de aquí.
Elijo un maquillaje suave, ya que posiblemente los pobres tributos estén horrorizados de tanta gente con peinados extraños, tatuajes y pintura exagerada. Yo no tengo tatuajes, mi pelo es de su color natural y lo recojo en una trenza.
Camino casi corriendo por los pasillos ya que creo que se me ha hecho tarde.
-Su padre la espera en el aerodeslizador, apresúrese señorita.
El mismo agente de la paz que me habla también me ayuda a subirme al vehiculo preferido de papa.
-Estas hermosa querida.
-Gracias- le sonrío dulcemente. Mi sonrisa es sincera, pero se borra al ver que su comentario no lo ha sido, el Jefe de los Vigilantes sale de la cabina del piloto y se sienta a mi lado y descubro que lo odio más que hace media hora. El presidente sigue actuando.
Todos tributos nos reciben de manera cordial, mi padre me obliga a hablar con ellos a solas mientras él, Seneca y los mentores de los tributos discuten cosas "privadas" en una habitación aparte.
Evito prestarles atención a lo que me digan ya que cualquier vínculo que pueda crear, cualquier sonrisa que me saquen o cariño que puedan llegar a despertar en mi hará mas difícil verlos morir. Pese a mis intentos, entablo conversación con algunos o simplemente cuesta mucho no prestarles atención, por ejemplo Cato, un chico del distrito 2 habla todo el tiempo de cómo esta dispuesto a matarlos a todos en la cornucopia. Me doy cuenta que también lo odio a él. Los tributos del distrito 4 huelen a pescado y están muy nerviosos. La chica del distrito 8 se pone a llorar delante de mí, su compañero la rodea con el brazo y yo tengo el reflejo de agarrarle la mano, su piel es áspera y esta muy temblorosa, me siento aliviada cuando terminamos el encuentro con los chicos del 8. En el distrito 11 hay una niña pequeña que no había visto durante el desfile ya que se lo saltearon para enfocar a los chicos en llamas, me parte el corazón verla, aunque no parece ni por lejos asustada o desorientada, igualmente decido que será mi segunda prioridad para enviarle cosas en la arena.
-Muy bien, ahora nos tocan "Los chicos en llamas" y terminaremos por hoy, ¿Te encuentras cansada hija?
-Estoy perfecta.
-De acuerdo…- dice Seneca mientras busca entre unos papeles los nombres de los dos tributos del distrito 12- ellos son Primrose Everdeen y Peeta Mellark, su estilista ha sido Cinna y su mentor es… Haymitch- noto como intenta contener una risa al decir aquel nombre. Haymitch siempre esta borracho.
Miro únicamente al suelo mientras estamos todos reunidos ya que he visto a la niña dos segundos y casi se me cae una lágrima. Intento pensar en cualquier cosa menos en que seguramente la veré morir unas 20 veces gracias a las repeticiones diarias.
-Te dejare con mi hija Katniss… ¿Katniss?- tardo unos segundos en responder, estaba demasiado ida.
-Ho si claro, vayan a hablar en privado.
Me permito levantar por fin la vista, pero la pequeña no esta.
-¿A dónde se ha ido Primrose? No la he visto salir- en el fondo me alegra no tener que hablar con ella.
-La comida del Capitolio le ha sentado mal a Prim, se levanto hace un momento y ha ido a la enfermería junto con Effie.
La voz del muchacho es dulce y me tranquiliza, pero cuando lo observo su expresión es dura y tiene la mirada perdida en algún punto de la pared. Es hermoso, mas de lo que pensé que podría serlo, es una pena que vaya a morir.
-Es muy pequeña, haz lo posible por protegerla…- me detengo al darme cuenta que "protegerla" significaría que él moriría, no son temas que se deban tocar con los tributos.
Sorpresivamente, mi comentario no parece molestarle o dolerle, mas bien.. ¿Lo sorprende? Su expresión se suaviza y es aun mas hermoso. Creo que es perfecto, no lo creo, lo es.
-Podría protegerla mejor si estos juegos no existieran- aunque su expresión se ha suavizado sus palabras destilan odio. Soy la hija del presidente Snow, ¿Esperabas otra cosa Katniss?
-Los Juegos son una masacre que no debería existir- digo en voz tan baja que apenas puede oírme él. No se porque he dicho eso, pero se sorprende aun mas y me dedica una hermosa sonrisa, la cual respondo sin forzar nada. Hacia mucho no sonreía de esa manera, se siente bien.
-¿De verdad crees que..- pero su pregunta queda a mitad del camino porque en ese instante todos regresan y entiende que debe callarse.
-Bueno, espero que hayan tenido un grato momento, la mejor de las suertes para ti y tu compañera- cuando dicen estas palabras se que tengo que pararme, es momento de irnos.
Me despido de cada uno y le deseo suerte al muchacho de la linda sonrisa.
Salgo de la habitación y miro una ultima vez hacia atrás, Peeta me esta mirando fijamente, nuestras miradas se encuentran por un par de segundos, abre la boca con ademán de decirme algo, pero Seneca cierra la puerta. ¿Este hombre se esfuerza para que lo odie o que?
