The last dance topped with sadness

Capítulo 1. D is for dangerous.

D is for delightful.

And try and keep your trousers on.

A Tetsuro Kuroo no le hacía ninguna gracia. Podía haberse quedado sin piso por culpa del idiota de Kenma, pero eso aún podía soportarlo; bien sabía él que las cosas no duraban para siempre y que, tarde o temprano, la relación terminaría. Lo que le molestaba, más que el haber roto, era el hecho no haber encontrado ningún piso barato para él solo, como cuando había encontrado uno muy barato para vivir con Kenma. No le había quedado nada más que compartir un piso con alguien a quien no conocía.

Las cosas habían pasado más o menos así: Kuroo se había graduado hacía ya más de ocho meses. Sin que se lo propusieran, la universidad que había elegido no quedaba muy lejos de Nekoma. Kenma seguía en la preparatoria, en el último año y Kuroo había entrado a psicología; como eran amigos desde hacía ya mucho tiempo, Kenma Kozume le propuso que vivieran juntos. Lo hizo en una cafetería, un martes por la tarde. Había bajado su Nintendo DS y había clavado los ojos en el excapitán del equipo y entonces le comentó —porque no podía decirse de otra forma— que llevaba tiempo sintiéndose como enamorado de él. Kuroo, atragantándose con el sándwich que había pedido, le preguntó si podía repetir aquello. Kenma lo hizo, le dijo que podían irse a vivir juntos y salir, como pareja. Tetsuro no podía creer ni una sola palabra de lo que el otro le decía. Nunca en su vida se había esperado que el rubio le declarara aquellos sentimientos y que tuviera tanta iniciativa como para iniciar una relación; además, Kenma básicamente esperaba a que el otro no tuviera ninguna replica o eso parecía. Kuroo se disculpó y le dijo que tenía que ir a mear, para que la cosa sonara más natural y no como que estaba más nervioso que el enano de Karasuno antes de un partido. Una vez en el baño, con la poca estabilidad que le quedaba en la cabeza, telefoneó a Akaashi encontrándose con que Bokuto le cogía la llamada. Como estaba preparado para soltarle todo de sopetón a Akaashi, cuando Bokuto le respondió con un "venga, hombre, que se les notaba, enhorabuena" casi se fue para atrás. ¿Que se les notaba? ¡No me hagas reír! Al darse cuenta del interlocutor, tuvo que explicarle con sencillez qué inseguridades lo asaltaban. Que eran mejores amigos desde hace años, que no sabía cómo se sentía, es decir, que él no sentía que correspondiera a los sentimientos de Kenma de manera adecuada. Que no sabría qué o cuándo hacer esto y lo otro y que en realidad, se sentiría como un barco sin rumbo. Bokuto le dijo que no se preocupara, que seguro todo iba a estar bien, pero él no podía fiarse de ese consejo, porque para Bokuto todo siempre iba a estar bien. Al final, Akaashi sí se puso en la línea y como si no le importase, comentó que si no salían bien las cosas, ellos dos tenían confianza suficiente como para seguir siendo amigos.

Y justo había sido de esa manera: Kuroo acabó accediendo. Buscó un piso rentable y cerca de ambas escuelas; los padres de Kenma estuvieron de acuerdo, sin saber que ellos dos formaban una pareja. A ambos les quedaba igual de lejos, pero tenían un despertador que no solía fallar —que se quedó Kuroo— y una buena disciplina. Al principio, Kenma actuaba como siempre, por lo que el otro decidió no preocuparse de más. Comían tres veces al día, se lavaban los dientes, fregaban los platos, tendían la cama. Una vez a la semana, Kuroo, barría, limpiaba y hacía la colada. Los deberes y los exámenes los pasaban sin por menores, porque la casa era tranquila y ninguno de los dos hacía mucho ruido. De vez en cuando, eso sí, Kenma se quedaba muy cerca de Kuroo y le sujetaba la mano, mientras le respondía mensajes a Hinata, según lo que el otro podía ver. La relación fue progresando poco a poco, hasta que al tercer mes de vivir juntos se pudieron besar y tocar. A Kuroo le maravillaba aquello, puesto que su mejor amigo siempre había sido bastante reservado y nunca pensó que fuera a tener alguna clase de libido por alguien. Kenma sabía que Tetsuro era bisexual, pero él nunca se declaró de alguna manera. Tampoco era que importara mucho. Pero cuando lograron besarse, Kuroo decidió que no tenían química. Que era excitante, sí, lo era, pero no sentía chispas ni nada por el estilo. Tan sólo estaba bien. No era consciente si Kozume lo sabía, pero a él le molestaba un poco haberse dado cuenta de ello. Incluso así, pudo acostarse con él, hacerle mimos y todo. No se detuvo, aunque aquello le sabía mal. No obstante, un buen día, previos a la navidad, Kenma le soltó que sabía que a él le seguía gustando ese cuatro ojos y luego, agregó que también se había enamorado de alguien más. Y sí, a Kuroo le gustaba alguien más, pero como sabía que no pasaría nada, no había hablado del asunto en mucho tiempo. Lo otro no se lo esperaba, es decir, ¿Kenma fijándose en alguien? Sin embargo, le dijo que estaba bien, que separarse para él no era ningún problema. Decidieron que dejarían de vivir juntos, y perdiendo en un piedra, papel o tijeras, fue el más alto quien acabó por tomar sus cosas y marcharse. A veces así son las cosas, pensó mientras empacaba el despertador.

Hacía unos días, había hallado un lugar cerca de su universidad. Era un piso compartido, lo cual no entraba exactamente en sus planes, pero el precio entraba más que bien en su presupuesto. Así que le envió mails al residente de ahí y en nochebuena cargó todo lo que tenía y se mudó. En el camino, mientras veía nevar, recordó cómo a Kenma se le habían aguado un poco los ojos al verlo marcharse, pero en ese mismo momento habían quedado de verse la próxima semana, para comer un helado en año nuevo, en la heladería que les quedaba cerca de donde habían estado viviendo. Las cosas estaban bien entre ellos dos, la relación nunca se habían encendido, por lo que nunca se apagó. Kuroo se preguntó quién era la nueva persona en la cabeza de su amigo, pero decidió no indagar demasiado, para no sentirse herido. También analizó la posibilidad de ir a hacerles una visita a Akaashi y a Bokuto, pero desistió, pensando en que harían demasiadas preguntas —Bokuto— y él, por el momento, no tenía mucho ánimo para responder.

El señor de la inmobiliaria, que le ayudó a llevar sus cosas, cobró sus honorarios tan pronto le dejó a Kuroo todas las cajas frente al nuevo departamento. Había sido un alivio que le ayudara porque, pese a no llevar tantas cosas, el edificio de departamentos tipo hormiguero era alto y le había tocado en la planta once. Al menos hay ascensor, se dijo, pensando en lo desgastante que era subir todas esas escaleras incluso a su edad. Luego, sintiéndose más positivo, vio que era un lugar agradable, con buena iluminación y sin frío; las paredes tenían un color crema bastante cálido. El piso del pasillo estaba pulcro y el número de la puerta era visible; el portero le había saludado de buena gana cuando le dijo que ahora viviría ahí. Debajo del número había un sitio para la placa en donde decía el nombre del habitante, pero estaba vacío. Tetsuro tocó el timbre, rezando porque no fuera un imbécil con quien le tocaba vivir, recriminándose una y otra vez que había debido preguntar el nombre del chico antes de presentarse como un tonto sin siquiera saber eso. No obstante, y para su mala o buena fortuna, la puerta no se abrió en un minuto luego de oír el timbre sonar. Lo volvió a intentar, obteniendo el mismo resultado. Buscó su celular, pues en un mail que había recibido le mandaban el número del residente. Puesto que le urgía mudarse, le dijo que llevaría sus cosas y se conocerían. Como al fin y al cabo el contrato del lugar estaba a nombre del otro, él sólo tenía que llevar su mitad de renta. Había sido un proceso rápido. En la universidad había visto el anuncio y como era parte de la institución, supo que no sería ningún delincuente jugándole una broma. Aun así, le parecía hilarante ser tan idiota como para no preguntar el nombre y tan sólo dejarse caer ahí como un irresponsable. Justo cuando encontró el teléfono y se disponía a marcarlo, escuchó unos pasos y al elevador cerrarse.

—Oye, tú debes ser Tetsuro Kuroo, ¿verdad? ¿Acaso no jugabas voleibol? He escuchado tu nombre.

Kuroo alzó la mirada. El joven tenía un castaño cabello perfecto, una piel sin imperfecciones y era, según sus suposiciones, casi de su tamaño. Tenía las piernas ligeramente separadas y había puesto su mano izquierda en su cadera, mientras sujetaba algo en la derecha. La barbilla del muchacho se inclinaba hacia adelante, dejando ver su rostro a la luz de las lámparas del edificio. Parecía, pensó Kuroo, un tipo bastante altanero. Se reincorporó y comprobó que eran casi la misma estatura, sólo que el otro era un poco más angosto de hombros. Una vez que el castaño estuvo cerca, Kuroo pudo ver que tenía los ojos rojos e hinchados. Rezó porque no fuera alguna clase de drogadicto que necesitaba compañero de piso para poder solventar su vicio. Deshizo de esa idea de inmediato, quizá sólo tenía los ojos irritados, no había porque ser prejuiciosos. Viéndolo con más detenimiento, comprobó que no era ninguna clase de drogadicto, o al menos no de drogas fuertes. Parecía más bien haber estado llorando, sí, seguro que era eso.

—Sí, jugaba. ¿Tú también… Umh?

—No te dije mi nombre antes: es Tooru. Perdona que no estuviera, pero fui a cambiar la placa. Mira.

Tooru mostró la placa. Tenía escrito con una caligrafía muy pulcra su apellido, una línea diagonal y luego un Oikawa. Entonces acomodó el nombre. Tooru Oikawa. Claro, sí. Le sonaba. Una vez habló con el capitán de Karasuno de un jugador con ese nombre, un cabronazo según Daichi. Habían perdido una vez contra él, lo que tenía inquietos a los de primer año. Sí, se acordaba de eso. No se había encontrado antes con él, pero de nombre, sí que lo conocía.

—Mucho gusto —respondió. En realidad tenía mucho que preguntar o qué decir, después de todo, iban a estar viviendo juntos. A Tooru parecía no importarle, porque pasó por un lado de las cajas y colgó el letrero—. Oye, ¿qué tal si…?

— ¿Se ve mono, no? Estuve viviendo con un amigo por un tiempo, pero se fue. Tuve que modificar la placa, aunque pensé que regresaría antes de que llegaras. Era una sorpresa de bienvenida. En fin, pasa, pasa, te enseñaré dónde es tu cuarto.

Oikawa no había dejado de sonreír durante ese tiempo. Su sonrisa era, a toda costa, cordial y fingida. Lo notó porque no subía hasta sus ojos, que le mantenían fija la mirada. Kuroo reflexionó sobre ello al empezar a cargar sus cajas adentro, una vez la puerta se abrió. Pudiera ser que el otro hubiera tenido un mal día y él, en día festivo, llegara a incordiar a casa. Luego se puso a vagar en el sentimiento de que sus padres estaban de viaje, por lo que tendría que pasar la navidad con su nuevo compañero, incluso sin conocerse. Le supo mal haberse precipitado a las cosas, bien pudo haberse ido al iniciar el año, pero no. Ahí estaba, molestado el día de ese hombre que no dejaba de sonreír y que buena fama no tenía, al menos no cuando aún estaban en la preparatoria. Cargó con dos cajas y lo siguió. Oikawa viajó desde el recibidor a la pequeña cocina comedor, en dónde había trastes sin lavar y una mesa con dos sillas de diferente tipo; a la derecha de la misma se encontraba un sofá cama y una mesita pequeña, donde había bastantes latas de cerveza vacías, que en la leve percepción de Kuroo, apestaban. El pasillo era estrecho, éste se extendía desde el recibidor. Justo al fondo, había una puerta y en ambos lados de la misma, dos puertas más. La casa no era muy grande pero tampoco tan pequeña.

—La puerta de en medio es el baño —Oikawa la abrió y dejó ver una tina donde Kuroo concluyó, no cabía de manera cómoda. La regadera, el inodoro, el lavamanos y una toalla tirada a un lado del cesto de ropa sucia, o suponía que para eso lo usaban. No veía por ninguna parte el papel de baño o el cesto de papeles para el baño. Omitió ese asunto. El inquilino había cerrado la puerta y luego se giró hacia él—. La puerta de la derecha es tuya, mi habitación es esta, la de la izquierda. Siéntete libre de ir y venir por toda la casa. Ahora, pásate, porque quiero ayudarte con tus cosas.

Abrió la puerta del cuarto, metió a Kuroo dentro y él salió. Kuroo vio la cama individual en medio de la habitación y pegada a la pared, y un clóset que no tenía las puertas que parecía un poco empolvado. Algo era algo, pensó. Había una mesa y una silla, que bien se podrían usar de escritorio. Él llevaba sábanas, ropa, zapatos, y otras cosas que se había hecho, como libros, CD, etc., y por supuesto, el despertador que era de tanta ayuda para él, pues siempre había tenido mañanas difíciles. Dejó las cajas a un lado de la cama, luego vio como Oikawa entraba con más cajas y fue a ayudar. No eran más de seis cajas, así que luego de un último viaje, pudo estarse en paz en el cuarto, con Oikawa, que sólo lo miraba de arriba abajo.

—Bueno, quizá deba ordenar…

—¿Te ayudo?

—No, gracias. Estoy bien. ¿No saldrás? ¿Con tus padres, novia, o algo…?

Oikawa dudó unos momentos. Su sonrisa tembló por segundos, pero luego recobró la compostura, cruzándose de brazos.

—Hace poco tenía planes para hoy, pero se han deshecho. Voy a quedarme, así que si no te importa, te ayudaré.

—Uh —Kuroo pensó un momento sobre eso. Luego, cavilando un par de cosas, creyó que era una buena oportunidad para conocer al otro—. ¿Qué te parece si pongo las sábanas y después hago lo demás? Estamos de vacaciones; a fin de cuentas, no es urgente. Además es navidad, bueno, ya casi. Mis padres están de viaje y me apetece comer algo, lo que sea mientras que esté caliente. ¿A ti no?

—Pues la verdad es que sí.

—Entonces… Voy a hacer la cama y después de eso vamos a la tienda de veinticuatro horas, ¿vale?

—Seguro.

Oikawa se fue de la habitación, seguramente a ponerse un suéter o algo, pensó Kuroo. Desde que lo vio lo asoció con la clase de niños bonitos que a las chicas les gusta tanto. La clase de tío atractivo que siempre sonríe para ti y te hace sentir como que la primavera ya llegó, incluso aunque estés enfriándote por la nieve. Esa impresión le había dado Tooru Oikawa. Recordaba las palabras de Daichi y de lo que había dicho el enano sobre ese primer partido que habían tenido con ellos, justo antes de la interhigh. No sabía muy bien cómo relacionar esa cara amable y ensayada con ese hombre tan calculador que le habían descrito. Es más, hasta parecía doloroso mirarlo sin una sonrisa, porque daba la sensación de que debías corresponderle. En fin, Kuroo no iba a romperse la cabeza con eso, no era su estilo pensar tanto tiempo en lo mismo. Ya vería qué hacer para cenar y qué hacer para conversar con el otro. A fin de cuentas, le había dejado vivir ahí, con él, mudándose en pleno día festivo. No tenía por qué ser justo como lo describían los de Karasuno. Hasta podría ser buena persona. Sólo había que ser positivos, claro. Muy positivos.

La verdad, Kuroo tan sólo quería ser mimado por una chica, por Kenma o por Kei Tsukishima. Pero a esas alturas del partido, hasta Buda sonaba más probable para el trabajo que aquellas tres posibilidades.

Una vez con la cama más acomodada, recorrió todas sus cajas para dejarlas del lado del escritorio, haciendo que no se viera tan desordenado el asunto. Buscó en una de sus cajas y sacó un suéter que era muy útil para esas fechas. Tocó los bolsillos de su pantalón, sopesando llevar la cartera y el móvil. Luego, abrió la puerta y fue en busca de su nuevo compañero de piso. Lo encontró en la cocina, tomando un vaso de agua. El castaño lo miró, alzó las cejas y sonrió. Kuroo esperó a que terminara de beber. Como había sospechado, se había puesto un abrigo que se veía grueso y pesado a leguas. Quizá se viera pesado porque Oikawa lucía delgado y frágil, razón más por la que le resultaba extraño pensar en él como un cabronazo. Afuera estaba nevando, sí, pero él no tenía tanto frío. Además la casa tenía calefactor y no era necesario estar tan abrigados. Lo dejó ser, estaba cansado.

—¿Vamos? —Preguntó al tiempo que depositó su vaso usado.

—Sí.

Ambos salieron del departamento. Tooru cerró la puerta con llave, diciéndole al otro que pasado mañana irían a sacarle una copia para que él pudiera ir y venir a placer, porque la otra, al parecer, se había perdido. Casi al tiempo de acabar de decir aquello se rió y confesó que quizá el inquilino anterior se la había llevado. Subieron al elevador, zanjando el asunto. Mientras escuchaban esa cancioncilla tenue que daba el altavoz, Oikawa fue balanceándose de un lado a otro, como si estuviera solo y fuera un chiquillo. Parecía feliz. Una vez las puertas se abrieron, recorrieron la zona de entrada del edificio, despidieron al portero que alegaba irse temprano por las fechas y salieron a la calle nevada. Eran las seis de la tarde y la nieve no paraba desde mediodía. No sabían a cuántos grados estaban; no pudieron hacer nada más que meter más sus manos a sus bolsillos del pantalón. Oikawa tenía una bufanda, así que la subió más. Kuroo apenas podía verle los ojos entre su flequillo largo y su bufanda roja. Caminaban lento y congelándose, hasta que pudieron arribar al konbini. Como Tooru estaba temblando y parecía que se movía como un robot, el más alto fue rápido a darle una ojeada a tienda, para ver qué encontraba.

—Oye, hay pastel de fresas, ¿está bien llevar alguno? No es de pastelería, pero tampoco se ve malo, ¿qué opinas?

Oikawa fue para ver el pastel y luego dijo que estaba bien. Después tomaron dos paquetes de seis latas de cerveza cada uno. Escogieron dos marcas distintas según su preferencia, y las llevaron en una canastilla que habían conseguido en un pasillo. La tienda estaba desierta, así que podían tardar lo que quisieran escogiendo sin interrupciones.

—¿No deberíamos pedir pollo estilo Kentucky?

—¿Pollo…? ¡Ah! ¿Te apetece? ¿Lo llevan hasta el domicilio?

—Bueno, de eso no sé. Pero es muy tradicional y yo nunca lo he comido. Iwa-chan siempre quería comer…

Oikawa dejó de mirar a Kuroo. Es decir, sus ojos estaban dirigidos a él, pero su mirada se había vaciado por completo. Al ver el trance del otro y sin deseos de preguntar quién diablos era ese tal Iwa-chan, buscó en su teléfono celular el número del pollo frito que frecuentaba con Bokuto y Akaashi, encontrándose que hasta las ocho de la noche podían llevárselos hasta casa. Kuroo pidió una cubeta de pollo y algo de puré de papa; tuvo que preguntarle la dirección a Oikawa, que entre risas sin explicación se la dijo. Él no era muy fan de eso, pero podía comerse cualquier cosa mientras estuviera caliente. Había sido un día duro y lo mejor era el alcohol, la comida y el postre. Y ya lo tenían todo. Se dirigió a las cajas y notó que Tooru lo seguía, más atento; le comentó que el pollo no tardaría demasiado. Oikawa se disculpó repetidas veces por quedarse en las nubes y pagó la cerveza y el pastel. Kuroo dijo que él pagaría el pollo.


—A ti te da mucho frío, ¿eh?

—Sí, así parece. Antes, en el instituto, casi siempre podía llevarlo bien. Hacía mucho ejercicio, ya sabes, comía mucho. Pero este semestre no he hecho nada de nada, porque tuve que entrar como ayudante de un profesor dado que justo al iniciar el semestre me quedé sin dinero, así que me conseguí esa beca y me quedé sin tiempo. Es muy duro comer poco y no estar en movimiento. Pero si no lo hiciera de esta manera, subiría de peso.

—¿A qué profesor ayudaste?

—No creo que lo conozcas. Es del departamento de administración. Me trajo como un perro todo el semestre. De aquí a allá, de allá para acá, revisando tareas, exámenes. Haciéndome ir a sus clases como asesor…

—¿Qué estudias?

—Ciencias políticas, ¿y tú?

—Suena genial. Vaya… Estoy en psicología.

—Oh, ya veo. Estas al otro lado del campus, muy lejos. La biblioteca te queda lejos también, eh… aun así has visto mi anuncio de departamentos. ¿Vas seguido a estudiar ahí?

—Pues sí. A veces me quedaba a estudiar con amigos, aunque no mucho tiempo porque Kenma acababa por llamarme para saber dónde estaba. Él aún está en preparatoria y aunque tiene que preparar sus exámenes para la universidad, parece bastante relajado. Es increíble, siempre aprueba los exámenes sin el menor esfuerzo.

—Ya veo. ¿Es tu mejor amigo?

—Sí, tenemos años conociéndonos. Lo metí a esto del voleibol.

—Sí, Iwa-chan y yo también pasamos por algo parecido. Es mi mejor amigo, ¿sabes?

Kuroo no dijo nada, apenas le dio tiempo de recordar que había escuchado ese nombre en el konbini. No se molestó en seguir la plática porque el pollo llegó en ese momento. Se sacó la cartera del pantalón y fue hasta la puerta, para pagar y luego regresar con la cubeta. Mientras esperaban, se habían tomado ya dos latas de cerveza. El pollo llegó media hora después de pedirlo y aún estaba bastante caliente. Comenzaron a comer en silencio. Oikawa parecía disfrutarlo de una manera amena. Tomaba una pieza, la mordisqueaba y luego bebía de su lata. Kuroo se dedicó a comer sólo el pollo y luego a seguir bebiendo. La plática comenzó a ser más fluida, quizá porque ya tenían el estómago lleno, o porque el alcohol ya había hecho efecto. Hablaron sobre voleibol. En qué posición jugabas, por qué ya no juegas ahora. Habría que entrar al equipo de la universidad. También sobre sus carreras, lo difíciles que eran a veces y lo mucho que les apasionaban. A Kuroo desde siempre le había fascinado leer y a Oikawa siempre le había interesado saber muchas cosas, así que se sentían cómodos con su elección, pese a ser estudiantes de primer año. Hablaron un poco sobre sus familias, sobre su popularidad del instituto, sobre el pollo frito y sobre que un poco de ramen para el año nuevo no sonaba nada mal.

Así se fueron tres latas de cerveza más, por parte de cada uno. Oikawa se veía radiante, justo como al inicio. Arrastraba un poco las palabras, pero cuando se había levantado al baño, parecía ir bastante en línea recta; Kuroo tenía poca resistencia al alcohol, ya se caído dos veces de la silla y con cada comentario que hacía el otro se reía, a veces muy fuerte y a veces sólo con una risa misteriosa, mientras que Tooru podía beber como un marino y tendría que ser una cantidad realmente exagerada para que en su cuerpo tuviera efecto. A Oikawa, la risa del otro le pareció en un principio bastante tétrica. Es decir, Kuroo tenía ese aspecto de ser alguien peligroso, pero ya pasado un rato no era más que un recuerdo, porque en realidad resultaba bastante divertido. Como todavía les quedaba una lata a ambos, cuando la iban a abrir, Tooru fue por el pastel, que habían puesto en el refrigerador. Al menos un espacio para la última cerveza, pensó. No lo partieron por rebanadas; con simpleza, Kuroo había decidido llevar su tenedor hacia el pastel y comenzar a comérselo así. Tooru estuvo de acuerdo, porque los únicos platos que quedaban limpios ya se habían ensuciado con el pollo. Y de hecho, antes de haber llevado el pastel, había tenido que lavar los tenedores. Una vez que el pequeño pastel de fresas había desaparecido, ambos se sintieron como que habían comido demasiado. No obstante, bebieron la última cerveza, sin decir nada.


—Oye, Tetsu-chan, ya es navidad.

—¿Eh? ¿En serio? Creo que necesito vomitar.

Oikawa empezó a reírse. Ya no había más latas de cerveza llenas. Se levantó, aun entre risas y extendió sus brazos frente a Kuroo. El mentado lo miró entre perplejo y abrumado. El cabello le caía sobre un ojo, así que no se podía ver bien cómo era el conjunto de su expresión. Era el cabello más negro que hubiera visto Tooru en toda su vida, más que el de Iwaizumi. Le gustaba. Era muy liso, tanto que parecía que el otro se ponía mucha laca para peinárselo, o al menos spray; fijándose bien, no parecía llevar ni una cosa ni otra, por lo que concluyó que era un peinado rebelde, pero natural. Pensó que si Kuroo se bañara todo su cabello se caería y ya no parecería tan mal tipo, quizá incluso luciera como alguien sin atractivo alguno. Seguía con los brazos abiertos pero el otro no parecía entender nada de nada. Toco su cabeza con suavidad y le dijo que se levantara y el excapitán de Nekoma obedeció, vacilante. Una vez de pie, atrapado entre la silla y Oikawa, sintió cómo unos brazos lo rodeaban. Ah, un abrazo. Escuchó cómo le susurraban un "bienvenido y feliz navidad". El aliento cálido del muchacho le había acariciado la oreja, haciendo que su corazón palpitara un poco más rápido. Kuroo lo sujetó también, devolviéndole el abrazo. Era casi de su tamaño. Ambos hombres, de más de un metro con ochenta, sujetándose de esa manera… le hacían imaginar una idea bastante tosca a Oikawa, pero no lo soltó, porque sentía como el otro iba quedándose demasiado sereno y podía caerse.

—Necesito vomitar —repitió.

—Pues ve al baño, Tetsu-chan.

—Creo que ya no puedo moverme.

—Entonces vamos al baño.

A Tetsuro Kuroo no era que le importara demasiado el respeto. Tampoco le interesaba demasiado el hecho de tener que vomitar en la primera noche que llegaba ahí, aunque se sintiera como un miserable. La verdad, tenía ganas de emborracharse desde hacía ya tiempo, pero Kenma no bebía en absoluto y las fiestas de la universidad eran arriesgar demasiado, porque al regreso, tendría que conducir o tomar algún taxi, o confiar en amigos que tampoco iban en condiciones. Así que en esas fiestas, no pasaba de una copa y tampoco se iba de inmediato, esperaba a sentirse sobrio de nuevo. No tenía muchas oportunidades, de manera que ponerse un poco mal esa noche no le dio un gran peso moral. Lo que sí pensó con detenimiento era por qué Oikawa lo estaba llamando de esa manera tan cariñosa. No era mayor que él, creía que tenían la misma edad, por los comentarios que habían intercambiado hacia algunos minutos, así que tampoco quería que usara honoríficos; no obstante le parecía raro. También los usaba así con ese tal Iwa-chan. Mientras pensaba acerca de ello, Oikawa ya había abierto la puerta del baño. Una vez en el baño, se planteó llamarle Tooru, quizá con eso podrían ganar confianza. Había sido depositado justo enfrente del retrete, le habían levantado la tapa y ahora podía devolver con todo gusto. Pero ya no tenía tantas ganas de regresar el pollo de hace un rato. Ahora quería saber por qué le llamaba Tetsu-chan, pese a tener unas horas de conocerse. O por qué le llamaba Iwa-chan a Iwa-chan. Y quién era ese, además, como para dejar como tarado al castaño, porque se notaba que Oikawa estaba prendido de él… porque había dicho era su mejor amigo, ¿verdad? Debe ser la persona que vivió con él antes, pensó.

—¿Quién es Iwa-chan, Tooru?

El nombre le sonó demasiado agradable, así que se dijo que estaba bien llamarlo así. Entendía por qué el castaño se empeñaba en decirlo de esa manera. Oikawa había abierto los ojos al escuchar su nombre de pila. No muchos le llamaban así, ni siquiera Iwa-chan. Luego pensó en que Kuroo debía estar dándole vueltas, aunque no se explicó por qué no lo había sacado al tema mientras charlaban y bebían. Él hubiera contestado, claro.

—Es mi mejor amigo, lo dije hace rato.

—Él vivía aquí, ¿verdad?

—Sí, se fue hace cinco días.

—Entonces por eso tenías los ojos hinchados hace rato, ¿no? Habías llorado y fuiste a cambiar la placa para distraerte. Kenma solía hacer eso. Lloraba y luego salía, porque decía que ni siquiera los videojuegos lo distraían. Era muy grave cuando ya estaba así. Yo le hice algo alguna vez y se fue a comprar tazas de porcelana para el té.

Oikawa había bajado la cabeza. Kuroo no acababa de comprender la situación, pero había hilado ideas según lo que había visto las horas que llevaba con él. No imaginó estar en lo cierto, así que lo dijo por ningún lado y sin miramientos. Mientras no recibía respuesta, se acordó de Kenma cuando descubrió que había quedado con Tsukishima y lo había besado. Esa tarde había recibido un golpe por parte de Tsukki y una mirada fría de Kenma. Pero lo habían solucionado, porque los sentimientos de Kuroo no eran correspondidos y el té que compraba era muy bueno como para no beberlo en esas tazas finas. Se preguntó por qué había besado a Tsukishima si ya sabía que éste no tenía ningún interés en él. Sonrió un poco, pensando en que no se podía evitar; a él en serio le gustaba y tenía el deseo de hacerle todo tipo de cosas.

—¿Eran tazas bonitas? —preguntó al fin Oikawa, quebrando el hilo de pensamientos dolorosos a los que se dirigía Tetsuro.

—Bueno, sí. El té es té y no sabía diferente, pero uno se sentía elegante tomándoselo ahí.

—Ah.

Kuroo había estado mirando la cara de Oikawa, que se había alzado, mostrando una sonrisa. No la distinguía bien. Creía que lloraba o al menos eso quiso pensar, porque el ambiente se había ido a ese lado. La luz estaba apagada y tampoco tenía tanta fuerza como para poder levantarse y prenderla para memorizar la expresión de Tooru. Quería ver si lucía tan afligido como su respuesta. No obstante, sintió cómo la mano del castaño le acarició la cabeza, luego la nuca y al final, la espalda. Quizá esperando a que vomitara o algo, pero no podía evitar pensar en que tenía una mirada demasiado atormentada y entonces, quiso besarlo. Porque a Kuroo le gustaban las caras llorosas, enfadadas, o emocionadas. A Tetsuro Kuroo le gustaba ver las emociones reflejadas en las expresiones faciales, como en aquella ocasión en que provocó a Tsukishima.

Kuroo pensó sobre ello durante un corto tiempo, mirando el agua del váter. Su tipo de hombres eran más bien callados, amables trasparentes y honestos, como Tsukki. No le gustaban demasiado los tipos guaperas que iban por ahí sonriéndole a todo el mundo y tomándose una confianza descomunal en poco tiempo. De hecho, los tipos así, le fastidiaban un poco. Tooru no había hecho nada mal hasta ahora, sin embargo le molestaba un poco esa expresión tan abatida que había puesto después de preguntarle por sus planes navideños… Y no por haberla puesto, sino porque esa expresión había durado segundos y luego se había recompuesto, mirándolo contento. Es decir, ¿qué era? ¿Un masoquista? No lo entendía bien, pero tampoco sentía desagrado por él. En efecto, se dijo, aunque sea una excepción a mi tipo, quiero besarlo. Necesito besarlo. Y es más que nada porque, cuando uno rompe con alguien o te rechazan, cualquiera es bueno. Cualquiera sirve.

No perdió tiempo. Se sujetó de la taza de baño y chocó sus labios con el otro. Lo hizo violento y sin tocarlo porque siempre podían decirle que las cosas no eran así. El problema es que, Tooru lo recibió con gusto, pensando en un sinfín de cosas que no había hecho en cinco días por culpa del imbécil ese. Sujetó a Kuroo del cuello y movió un poco sus labios. Kuroo sintió cómo el estómago borboteaba de alegría, cosa que nunca sintió con Kenma y tampoco con Kei, aunque con el chico de las gafas las cosas habían sido diferentes; el miedo al rechazo no había dejado que lo gozara, además de que su inconsciencia lo había llevado al fracaso. El contacto se acabó cuanto Tetsuro empujó a Tooru para devolver hasta su alma.


A Tooru Oikawa no lo habían botado como a Kuroo. Había sido, en efecto, mucho más dramático, como todo lo que lo envolvía a él. Pero básicamente se reducía a un "estás saliendo con alguien que me interesa". Lo habían dejado de la noche a la mañana, y en un descuido de inconsciencia, había hablado con la gente de la biblioteca y le habían dejado pegar su anuncio en el tablero de los anuncios de departamento o libros usados a la venta. Había pescado a alguien rápido, así que se sentía afortunado. Había pasado todo el día llorando luego de que Hajime Iwaizumi hubiera cruzado la puerta para marcharse, llevándose todas sus cosas. Se había llevado hasta el despertador, como Kuroo. Se sentía abatido, solo, sin dónde ir. Necesitaba pagar la renta en seis días y no tenía todo el dinero. Tampoco quiso comer. Se sintió miserable, más de lo que ya lo era cuando su mejor amigo estaba ahí. Pero fue a pegar el anuncio para luego encerrarse a tomar cerveza tras cerveza. Por más que lo intentó, no logró embriagarse. No comió más que cereal dos veces y mientras lo hizo, pensó en qué haría si lo sacaban del departamento. No tenía idea de a dónde ir. Quizá la madre de Tobio, a quien conoció en la secundaria, le dejaría quedarse con ellos unos días. Aunque tampoco era que Tobio fuera a querer. Podría irse con alguna de sus exnovias o cualquier amigo. Tenía el número de muchas personas, pero se sentía mal de hacerlo, no quería ser una carga para nadie. Estaba muriéndose de frío y soledad e incluso estaba por recurrir al compañero de clase de farmacología —a quien conocía gracias a Iwaizumi— que seguro tendría algo bueno que lo hiciera dejar de pensar. Al final, justo antes de recurrir a comprimidos, Kuroo mandó un mail y Oikawa pensó que era un ángel salvador. Las cosas habían pasado tan rápido que concluyó que el otro también estaba huyendo. Se había cobijado en el sofá de la estancia con una cobija ligera, agradeciendo el aire acondicionado; de lo contario, quizá ya tendría hipertermia. La cabeza le dolía. Había salido por otro paquete de cervezas. Ya no recordaba bien cuándo era que llegaba el compañero de piso, por lo que se dijo que al día siguiente iría a cambiar la placa. Así lo había hecho. Y cuando volvió, Tetsuro Kuroo estaba frente a él, con toda su solemnidad. Con esa cara de desgracia y fastidio, con esa ropa abrigadora y su cabello peinado con un propósito bastante inusual, según él. Parecía estar de mal humor, al menos un poco. Le sonrió y al final, entre esto y lo otro, estaba comiendo pollo frito con su nuevo compañero. No estaba nada mal. El frío le calaba hasta los huesos, pero la comida caía como el más celestial banquete. Tenía demasiada hambre, pero no tenía ganas de comer solo. Imaginó que algunas cosas ya debían de haberse pasado de la fecha de caducidad, incluso aunque siguieran en el frigorífico. La leche, por ejemplo. No importaba, ahora tendría con qué distraerse. Después de no conseguir embriagarse, de nuevo, vio como Tetsuro estaba ya muy borracho.

Y se habían besado.

Se revolvió en la cama con intranquilidad. Era cierto que Kuroo era un tipo demasiado atractivo y le gustaba. Desde que lo vio sintió esa atracción, sin embargo había un abismo entre la atracción y el hecho de que se hubieran besado apenas unas horas de conocerse. No era la primera vez que le sucedía a Oikawa, de hecho era un maestro de acostones de buenas a primeras y de esos que nunca más en la vida te los vuelves a encontrar (porque decides no llamarles nunca). Así era él y le gustaba, porque de la variedad nacía la belleza de la vida. Pero Kuroo era su maldito compañero de piso y lo vería en unos minutos. Agradecía a todas las deidades que cuando lo fue a acostar el pelinegro ya iba más dormido que qué cosa. Había escuchado cómo roncaba desde su habitación. Iwaizumi también roncaba, aunque mucho menos que Kuroo. Kuroo había dejado de roncar después de una hora, no sabía por qué. Quizá cuando su sueño era más profundo, los ronquidos cesaban.

Pronto, sin dejar de darle vueltas a qué haría si el otro se acordaba y se formaba un ambiente incómodo incluso después de haberse conocido hacía poco, empezó a oler tocino. Se enfundó con una cobija sobre el pijama, pasó a orinar al baño y se acercó temeroso a la cocina. Kuroo estaba dándole la espalda, pues estaba haciendo algo en la estufa. No quería saludar, de hecho sólo quería morirse. ¿Cómo había podido corresponderle el beso? Era un poco estúpido, eso ya lo sabía, pero también tenía que ponerse límites. No podía ligarse a cualquier cosa con piernas, ya se lo habían dicho. Luego acabaría pescando una enfermedad de esas donde se te gangrenan las partes, le habían comentado en un club nocturno que frecuentaba.

—No te quedes ahí parado, Tooru. Lava unos platos para servir la comida… Porque ya me di cuenta de que no hay platos limpios.

La voz había sonado clara, como una orden. No sonaba molesto. Oikawa se acercó y se puso a fregar dos platos, sin siquiera dirigirle la mirada. Kuroo tampoco se había molestado en voltear, porque de lo contrario, se dijo, se le iban a quemar los panqueques o el tocino.

—¿Qué rayos has estado haciendo este tiempo? —dijo, siguiendo con su cocina. Oikawa levantó la mirada, para verlo y sonreírle, como excusándose. Tetsuro volteó a verlo, pero sólo rápidamente, para luego concentrarse en la comida—. No hay platos, tampoco había ibuprofeno. La leche ya estaba mala y todas tus latas de cerveza están haciendo que todo el apartamento apeste. Sé que no debería decirlo, digo, acabo de llegar… Pero ya sabes, es un poco… Lo siento, mi cabeza no se siente bien.

—Hoy deberíamos limpiar. Bueno, yo limpio y tu acomodas tus cosas, ¿qué te parece, Tetsu—chan?

—Uh, vale. Tengo algo de resaca.

—Puedo conseguir medicamento.

—No, hace un momento ya fui yo. Espero que te gusten los panqueques con tocino, porque con esto amanecí de ganas. Lo siento, no te pregunté. Pensé que estarías dormido.

Oikawa se preguntó cuándo había ido al konbini, si él se había pasado gran parte de la noche despierto. Luego, cuando limpió los platos y se los pasó a Kuroo, se dio cuenta de que el único que parecía incómodo era él, así que pasó de largo. Seguro que ni siquiera recordaba que se habían besado; a fin de cuentas, estaba muy borracho. Sonrió, diciéndole que podía preparar leche con chocolate, dado que se fijó que había un litro nuevo de leche. Kuroo le dijo que estaba bien. Sirvieron los platos con el pan y el tocino y se sentaron a comer, bebiéndose de a poco, la leche caliente sabor a cocoa. A Kuroo le encantaba la leche de esa manera así que desayunó con mucho agrado, intentando dejar de pensar en que a Oikawa algo le pasaba y preguntárselo iba a ser muy descortés.

—Lamento lo de ayer —dijo, de pronto—. Soy bastante malo bebiendo. Quizá es porque no lo hago a menudo, pero bueno… Lo necesitaba. Es un alivio.

—¿Tú crees? Creo que fue genial. El pollo estaba bueno, ¿no?

—Sí. Por cierto, lamento lo que pasó en el baño. No era mi intención pero el instinto me ganó.

Oikawa enroscó los dedos de los pies, nervioso. Cerró los ojos, sonriendo y negando, como restándole importancia.

—A todos nos pasa que a veces tenemos que vomitar, así que está bien.

—No, hombre, eso no. El beso. Joder, que me da vergüenza. Lamento mucho besarte sin tu consentimiento, es la primera vez que me pasa.

—Ah, uh, no pasa nada.

—¿Tú no serás gay, verdad?

—No, no soy gay, Tetsu-chan.

A Tooru casi le da un ataque de nervios esa mirada penetrante. Kuroo era demasiado directo. A diferencia de Iwaizumi, pensó, que regularmente le daba vueltas a las cosas, excepto cuando ya está muy jodido el asunto. No, Tetsuro se iba de lengua, parecía que no le importaba si estaba bien o no lo que decía, lo decía con simpleza, como si le hablara del clima. No parecía tener pelos en la lengua, fuera algo positivo o no. Vaya, pensó. Menudo nuevo compañero de piso. Además, su voz sonaba grave y agresiva, aunque su expresión fuera tranquila y amable. Sintió un poco de temor.

—Mira, Tooru, a mí no es que me vayan los tíos. También me gustan las tetas, ¿sabes? Son preciosas. Pero está bien, nunca lo he intentado así de buenas a primeras, esto de tener un compañero de... de aliviar tensiones. Con Kenma no lo hacía mucho porque, tú sabes, él siempre estaba jugando con algo y yo quedaba en segundo plano. Pero a mí no me importa, está bien si tú quieres. Daré lo mejor de mí. Llevémonos bien.

La oferta era tentadora, los panqueques estaban tan bien hechos que le daban ganas de llorar. ¿Desde cuándo no tenía un desayuno así de bueno? Pasó de la última frase de Kuroo, acordándose de su vasto conocimiento acerca de los signos zodiacales. Tomó leche y luego lo soltó.

—Oye, Tetsu-chan, ¿cuándo es tu cumpleaños?

—En noviembre.

—Un escorpio. Menuda suerte. Y un escorpio a toda regla.

—No me irás a decir que te crees todo eso de los horóscopos.

—¿Alguna vez has leído de eso? Hay que mirarte tan sólo un poco para deducirlo. Ayer debías estar cansado, porque hoy pareces renovado y diferente.

—¿Tú crees?

—Sí, creo que sí. Mira, como sea. Hoy vamos a limpiar esta casa, ¿vale?

—Seguro que sí.

Tetsuro era así. Seco, directo, a lo que iba. No se andaba con rodeos. Si bien era alguien paciente, él tendía a decir las cosas sin importarle si se estaba pasando de la raya, pero solía escuchar las historias de los demás como vinieran, incluso si eso significaba ponerle atención a cosas que no valían la pena. Oikawa era más bien alguien que se insinuaba siendo sensual, o la clase de persona que te enredan con sus juegos de palabras. Era duro, más que Tetsuro, pero nunca mostraba ese lado a las personas con las que sólo se divertía.

Pero él notaba algo en Kuroo. Algo que le decía que si seguía ahí jugueteando, iba a acabar perdiendo. Sonrió con sorna, con el sentimiento de en serio sentirse sarcástico con su propia vida. Él siempre ganaba. Era como con Tobio, tenía que dejar de ser el Oikawa que era amigo de todo el mundo. O como con Iwa-han, pero Iwa-chan era otro asunto. Tooru pensó en que quizá debía tener cuidado y no bajar la guardia o tal vez bajar por completo la guardia y confiar en ese hombre. Mientras limpiaba en navidad, pensó en ello sin llegar a una conclusión. Tampoco la necesitaba.


Año nuevo pasó sin muchos problemas. Esta vez, Kuroo no se había puesto borracho para la media noche y habían salido en búsqueda del templo más cercano para ir a ofrecer sus oraciones. Oikawa había regresado a la normalidad: comía, no tomaba cerveza diario, hacía su cama, se bañaba, hablaba con su nuevo compañero, jugaban al uno en las noches, hablaban de los partidos más emocionantes que habían jugado o habían visto. Hasta habían quedado en ir a jugar cuando la nieve se fuera. Tooru habló sobre su título de ser el mejor de los armadores y Kuroo presumió de lo bueno que era bloqueando. Se habían emocionado con ello.

Kuroo era, lejos de lo que esperaba, una persona diferente al resto de personas que conocía. Era directo, sincero, honorable. Tenía una voz preciosa —al menos así le parecía a él— y tenía buenos modales. Sabía hacer más comida que él. Se duchaba diario, siempre tenía ordenada la casa, a excepción de su cuarto, que lucía como si una bomba hubiera estallado. Era bueno haciendo la colada. Tenía una espalda varonil. Su actitud en general era demasiado viril. Cualquiera caería por ese tipo si pasaba más de una semana cerca de él. Claro que tenía sus cosas malas, como dejarse la ropa interior en la bañera, equivocarse de cepillo de dientes en ocasiones, enfadarse por cualquier tontería y tirar las cosas que había cerca cuando estaba gruñón.

Oikawa, a los ojos de Kuroo, era un tipo sensual. Atractivo, cara bonita. Engañoso, como un gato. Poco sincero en ocasiones y evasivo. Amable, tanto como una madre. Veía la parte buena de las personas y se fiaba de ellas casi al instante o así parecía. Era bromista, le agradaba a la gente y los chicos querían ser genial como él. Su cara siempre estaba pulcra, sus uñas siempre estaban mordisqueadas. A Kuroo le sorprendió encontrarse con que era el tipo de hombre que tenía problemas de ansiedad, él otro había disimulado muy bien cuando le preguntó acerca de ello. Parecía tan confiado de sí mismo que no se le hubiera ocurrido pensar en que él tendría esa clase de problemas. Tooru era bueno en todo, o en casi todo, pensó el moreno. Tenía una caligrafía muy bonita, texteaba un montón de e-mails al día y doblaba la ropa limpia con mucha simetría.

Las cosas fueron sucediendo, día tras día, sin que nada se interpusiera de camino. Como estaban de vacaciones, pudieron disfrutar tiempo de calidad. Ninguno de los dos salía a ningún lado. Al poco tiempo, Oikawa había recibido un mensaje de Iwaizumi, diciéndole que las cosas estaban bien y que luego irían por algo para comer. Kenma también hablaba por mensajes con Kuroo. Así pues, el humor de ambos había llegado a un estado ecuánime, así que no podían quejarse de nada. Tooru sabía que quizá las cosas con Iwaizumi no fueran muy bien, pero había pedido disculpas por mensaje, diciéndole que si quería regresar sería bienvenido. Conocía muy bien al otro como para saber que no sucedería, que cuando Iwaizumi se había dado cuenta de que tenía una vida sexual demasiado activa le pareció asqueroso. Más porque se le había confesado (en realidad lo había besado por impulso e Iwaizumi había pensado en que no quería convertirse en uno más de los ligues de Oikawa) y luego Iwa-chan le había escupido frases bastante hirientes.

Oikawa estaba bañándose temprano, porque le solía dar frío en la noche, así que antes de mediodía, se duchaba. Había dejado a Kuroo lavando los trastes del desayuno, así que estaba pensando en toda esa porquería sentimental mientras se daba un baño. Cundo salió, se paseó en ropa interior hasta la cocina, en búsqueda de un dulce de leche que recientemente había comprado. Aprovechó el calor de la ducha para ir por él y luego regresar a terminar de vestirse. No obstante, cuando llegó a la cocina, sintió como Tetsuro estaba en el sofá de la sala de estar. Escuchó cómo se levantó y luego, con velocidad, se metió el último dulce de leche a la boca y se lo tragó. Tetsuro había estado rondándole con anterioridad, así que pensó que se lo arrebataría. Entonces, Oikawa miró los ojos de Kuroo. Había algo en aquella mirada que le hizo quedarse quieto. En bóxers, con agua escurriéndole, sintiendo el sabor dulzón del dulce en toda su boca. Kuroo llevaba el pijama puesto, todavía. El más bajo no podía quitarle la mirada de encima. Se sentía encadenado. Como cuando te descubren en la escena del crimen y de la impresión dejas de poder moverte. Así se sentía. La cabeza se le había vaciado. El abdomen lo sentía contraerse al compás de su respiración. Sentía el deseo crecer de poco en poco en su vientre. No sabía cómo era que sucedía eso. Kuroo solamente estaba mirándolo. Era casi como cuando se besaron en navidad, el impulso de irse sobre el otro estaba dominándolo. Los segundos se derretían tan rápido como una paleta de hielo en pleno verano, en la playa. Oikawa ni siquiera podía imaginar hacer algo, estaba demasiado abrumado. La intensidad de la mirada del moreno le hacía sentirse inútil. Había algo asfixiante en ella. Sintió un poco de lástima por ese tal Kenma.

Tetsuro, sin romper ese intercambio de miradas, avanzó hacia el castaño. Lo tomó por los hombros y le dio un beso casto. Oikawa entonces despertó del trance, recuperando la compostura y cerrando los ojos. Pasó sus manos por el cuello de Kuroo, porque creyó que sería un beso largo y calmado, sin embargo, cuando pasó los brazos por el cuello de del más alto, éste abrió la boca y succionó sus labios, sintiendo cómo el otro empezaba a seguirle el juego. Si había algo de lo que podía jactarse Tooru Oikawa era que, cada una de las personas a las que había besado en su vida había hecho una buena crítica a la habilidad que tenía con la lengua. Estaba casi orgulloso de ello. Así que sujetó el labio de Kuroo y luego introdujo su lengua, de buenas a primeras. Al inicio, no hubo reacción. Pero luego Tetsuro sacó su lengua e invadió la cavidad ajena. Tooru había perdido a los pocos segundos y sin siquiera haber declarado guerra. El más alto deslizó sus manos hacia el torso del castaño, paseándose de un lado para otro. Tocó sus nalgas, atrayéndolo hacia sí.

—Oye, Tooru, sofá o cama.

—Cama.

Entonces, ambos fueron hacia la cama de Kuroo mientras seguían besándose. Una vez dentro, esquivando algunas cajas que seguían en el piso, Oikawa fue lanzado sin ningún cuidado hacia el colchón, con las sábanas aun por ningún lado, puesto que Tetsuro no había hecho la cama aún… pese a ser más del medio día. Oikawa se acomodó en la cama y esperó a que el otro se acercara. Por un momento, lo vio muy claro, aquella mirada que no sabía si era de desprecio o de dudas. Estuvo a punto de levantarse cuando sintió cómo una mano más grande que la suya lo hundía contra las sábanas. Quiso quejarse, porque había dolido bastante y estaba seguro que los dedos que habían apretado contra él se habían marcado, pero su boca fue invadida y su cuerpo fijado a la cama, dado que el otro se había subido sobre él y se había instalado contra sus caderas. Tooru se preguntó si debía hacer algo, pero luego sintió cómo sus manos eran apresadas sobre su cabeza mientras tanteaban su cuerpo. Deseó no haber correspondido ese beso, no estar correspondiendo el de ahora. Sin embargo, no abandonó el juego: movió las caderas. Kuroo se movió un poco y chupó su cuello, haciendo un sonido húmedo. Eso va a dejarme una marca, joder. Se revolvió debajo y soltó sus manos, dado que Tetsuro ya estaba ocupado haciendo otra cosa. La incomodad estaba instalándose sobre él, hasta que sintió cómo acariciaban sus genitales con suavidad. Preguntándose cómo era que alguien que había estado siendo así de tosco podía frenarse de esa manera, abrió los ojos. Se encontró con Tetsuro Kuroo cubierto con un rubor muy tenue que miraba con mucha atención su cara. Sus ojos se habían encontrado en cuanto los había abierto y lo sintió de nuevo: esa oleada de deseo que se fue a instalar en su parte baja, acabó por erguir su polla. Kuroo desvió la mirada hacia las caderas del otro, sorprendiéndose de lo que acababa de pasar. Sonrió casi con malicia y se lanzó a besarlo de nuevo. Se colocó en cuatro sobre el castaño y comenzó a rozarse con él. Tooru había dejado de pensar y estaba moviendo las caderas también. Hasta que escuchó la voz rasposa y excitada de Tetsuro.

—Así que esto era lo que escondías bajo esa sonrisa amable, Tooru. Un cuerpo de puta madre y una cooperación rápida.

Tooru se detuvo. Frunció el ceño, sintiéndose herido según analizaba sus palabras. Recordó a Iwaizumi dejándolo. Detuvo el movimiento de caderas y con fuerza empujó al más alto, dando un vuelco sobre la cama, quedando Tooru ahora sobre el moreno.

—No seas imbécil, Tetsu-chan.

Su cara se había deformado en una mueca llena de coraje. Kuroo le devolvió una sonrisa simplona y luego se encogió de hombros para luego decirle: —Mira, no me importa. Lo siento, no era dicho con mala intención. Me gustas, Tooru. Eres muy sexy. ¿No podemos continuar?

Oikawa lo vio desde arriba, con un poco de enfado. Kuroo le sonrió, como disculpándose por lo desatinado que había parecido su comentario; él, pese a entender que Oikawa era un hombre con deseos fugaces y voluntad franqueable, decidió que no le importaba. Tampoco era que fuera el amor de su vida, así que estaba bien. Tetsuro levantó su mano y tocó la mejilla de Tooru, levantándose hasta él para besarlo un poco y luego abrazarlo, intentando conseguir que el castaño se pusiera en ánimo de continuar. Dados los mimos que estaba recibiendo, no le quedó más que relajarse un poco. Ya estaba ahí, en eso, con la excitación desbordándosele. Siempre podía disfrutarlo y luego olvidarlo. Se abrazó al más alto y lo olió: su reciente sudor y el tenue aroma de su desodorante, el cual le parecía muy agresivo y viril. Sentía cómo se le había calentado todo el cuerpo, desde la punta de sus dedos del pie, hasta, incluso siendo un poco exagerado, el cabello. No sabía si por el comentario hiriente o porque en serio necesitaba follar. Se sentía electrizante. Demasiado suave de pronto y luego opresivo, como si hubiera algo muy denso sobre él. Empezó a gemir quedamente mientras se movía él sobre Kuroo, y aunque no podía sentirlo en ese momento, estaba a punto de eyacular. La lengua de Kuroo no era especialmente buena, al menos no como la de Iwaizumi (a su punto de ver e imaginar), pero podía llegar muy dentro de su boca y parecía restarle importancia al hecho de que a veces tocaban sus dientes. Cuando a Oikawa le cansaba tener la boca abierta por tanto tiempo, la cerraba y repartía besos suaves, moviendo sus labios con una sincronización que le dio miedo. Nunca nadie se había acoplado tan rápido a un ritmo que había puesto él.

Al ver la oportunidad, Kuroo lo hizo girar sobre la cama, dejándolo nuevamente abajo. Con los brazos alrededor del cuello de Kuroo, y las piernas enroscándose en las caderas del mismo, sintió que se venía. Dejó de moverse, sintiendo cómo se mojaba por dentro de los calzoncillos. Kuroo siguió frotándose haciendo que Oikawa tuviera un orgasmo muy sensible, intentando no dejar que su voz sonara demasiado. Tetsuro terminó tiempo después, mientras lo miraba a los ojos.

La cara que pone cuando se viene, pensó Tooru, es muy erótica. Estaba seguro de que Tetsuro no lo había visto a él porque se había entretenido mordisqueando su clavícula cuando eso había pasado, pero a él también le habían dicho que ponía una buena cara cuando eyaculaba. Nunca se había visto, sin embargo no dudaba de ello. En ese momento, luego de que la respiración del excapitán de Nekoma se había hecho más tranquila, sin haber dejado de mirarse, se quitó de encima. Oikawa pensó que se iría, pero sólo se acostó a su lado. No sabía qué decirle… Decir algo como bueno, venga, hombre, no es para tanto, vayamos a comprarnos una pizza, que ya me empezó a dar hambre no sonaba razonable. Lo cierto era que sí tenía hambre. Tetsuro, por otro lado, mirando el techo y sin siquiera saber si debía moverse o no, quiso alcanzar la mano de Oikawa. Cuando la tomó, el otro volteó. Oikawa recordó que le había dicho que le gustaba. Él estaba bastante acostumbrado a escuchar eso mientras follaba con alguien.

—Umh, ¿lo… lo siento? —pronunció en un tono de voz bajito. Oikawa apenas lo escuchó. Pudo sentir cómo se sonrojaba. ¿Por qué Kuroo no simplemente se levantaba y pedía una pizza? Joder. Tooru parpadeó avergonzado mientras le devolvía la mirada.

—Sólo olvídalo. Ya sé que soy un poco…

—Joder, es que quiero tener sexo contigo, Tooru.

—¿Te estás disculpando por eso? Eres un idiota.

—Mira, me gustas, ya te lo dije. Y lo siento, ya vamos a entrar a clases y ahora tienes un chupetón. Y por lo que dije, si te hace sentir mejor, lo siento. Yo sólo pretendía hacerte saber que eres muy sensual, que puedes hacer cualquier tipo de cosa porque eso me dijo tu mirada. Joder, es que me miraste tan… ¡Tienes toda la culpa!

—¡Pero fíjate en lo que dices, Tetsu-chan! —Oikawa había oído sus palabras con atención, apenas creyéndose todo aquello. Pero ya no se sentía enfadado. Kuroo lucía muy contento y seguro que no le había querido decir que era un cualquiera, lo malinterpretó. Porque Kuroo no era grosero, y tenía consciencia de eso—. ¡Tú fuiste el que se lanzó sobre mí! ¿Y cómo que un chupetón? No juegues, es tú culpa. Maldita sea. Ya no tengo ropa interior limpia, apenas iba a llevar a lavar y ahora estos bóxers están sucios y tú sólo puedes decir que quieres follarme y…

—¿Tú no quieres?

Oikawa no respondió a ello. La mirada que había puesto Tetsuro había hecho que se empalmara de nuevo, así que se levantó pronto de la cama y, apuntándole con la mano derecha, le dijo que se iba a bañar de nuevo, que pidiera algo de comer. Kuroo sonrió, diciéndole que sí.


Yo! Las ansias por subirlo me ganaron. Voy a dejar esto por aquí, esperando que a alguien le interese y siga leyendo, porque va para largo (pero no súper largo, ya no puedo mantener el ritmo de escritura por mucho tiempo). ¡Denle una oportunidad!

Tengo la cabeza muy vacía acerca de qué debería escribir aquí… Bueno, en los siguientes capítulos, me iré armando de valor e imaginación para hablar de más cosas. Como vamos empezando, aún no sé bien qué decir…

Agradecimientos eternos por ayudarme en básicamente todo a NalleCifer (¡voy a comprarte una tienda de calcetines!).

Kiharu.