Sakura estaba preparada. Estaba comprometida para casarse con el hombre
perfecto. Era rico, al parecer fenomenal, y médico. Entonces, en el Día de San
Valentín, recibió una canasta. Llena de juguetes indecentes.
Después de eso empezaron a llegar más cartas. Luego llamadas de teléfono. Y
su perfecto prometido ya no le estaba pareciendo tan perfecto.
Una noche, su admirador secreto entra en su casa después de una llamada
telefónica, y ahora, ella sólo le pertenece – solamente a él – en cuerpo y alma.
CAPÍTULO UNO
Había otra carta encima de su escritorio. Sintiendo que su corazón saltaba a
la vez que un calor se reunía en su bajo vientre. Echo un vistazo alrededor,
asegurándose de que nadie más la había visto. Más instintivo que otra cosa, ya
que ella era por lo general una de las primeras en llegar a la oficina.
Despacio, se seco sus manos, extendiendo una de ellas. ¿Seria un poema
esta vez? ¿Otro relato que la haría temblar y la llevaría casi al orgasmo?
¡No!.
Esta vez, no.
Esta vez sólo leyó, Pronto.
Santa Maria, que había querido decir.
Quien la llamaría tan tarde por la noche—quien dejaría estas pequeñas y
sucias historias, o los románticos poemas—iba a salir finalmente, y se iban a
encontrar. Cara a cara.
La primera carta había llegado casi cuatro meses atrás, el Día de San
Valentín, con una cesta llena de algunos pequeños artículos interesantes. Un par
de retazos de tela— como esposas—pero hecho de un material muy suave que
no causaría dolor. Una pluma. Una botella de crema de masaje.
Una tarrina de nata montada.
Y un imán.
El imán había leído
Tú.
Yo.
Esposas.
Nata montada.
¿Alguna pregunta?
Desde entonces, recibía unos sobres de un tieso marfil de un papel pesado
que parecía lino. La escritura estaba toda escrita a mano y le parecía familiar,
pero no lograba ubicarla. Interesante, ya que sus trazos eran muy elegantes,
sobre todo para un hombre.
Un mes después de que las cartas hubieran comenzado a llegar, siguieron
las llamadas telefónicas.
Ella frotó su mano izquierda nerviosamente contra sus pantalones, el anillo
en su dedo brillaba burlonamente.
Las cartas habían comenzado a llegar una semana después de que se
hubiera comprometido con Yue. Y cuando ella se lo contó, de mala gana,
sobre el hombre misterioso—quién rechazó dar su nombre cuando él la llamó—
él sólo había respondido—Ese hombre no esta en sus cabales.
Ella sospechó que las cartas habían comenzado debido a la oferta de
matrimonio. Y también sospechaba, que su admirador secreto tenía razón. Sólo
la lectura de su carta la había encendido más que las caricias de Yue. Caricias
tibias, solo eso.
Si sólo fueran sus cartas, pero con solo escuchar su voz, su sexo se
humedecía y le dolía, ¿Como seria tocarlo, y si él la tocaba? ¿Cómo seria?
Ella lo iba a averiguar.
Pero tal vez, debería de decírselo a Yue.
* * * * *
Un peliplateado prepotente, la observaba desde el otro lado de la mesa, mientras
empezaba a golpear con nerviosismo sus dedos sobre el mantel blanco. Él
levantó su vaso de cristal y bebió unos sorbos antes de colocarlo otra vez sobre
la mesa, y mirarla fijamente como si fuera un espécimen de laboratorio bajo un
microscopio.
Él estaba enfadado.
Y ella raramente veía a Yue Tsukishiro enfadado, pero el tic que palpitaba en
su barbilla era una demostración de que lo estaba. — ¿Por qué no has llamado a
la policía?— Preguntó él finalmente.
¿A la policía? ¿Por qué demonios debía de llamar a la policía? Este
pensamiento, debió de mostrarse en algún gesto de su cara, porque Yue se
inclinó hacia delante y dijo —Tienes a alguien acechándote, te ha enviado
amenazantes regalos y notas, te ha llamada a casa, y no has llamado a la policía,
eres una pequeña idiota. No pareces tú, Sakura.
Sus ojos se entrecerraron cuando ella dijo despacio, con cuidado —No soy
idiota. Él no quiere hacerme daño, Yue.
— ¿Esposas? ¿No crees que eso es una amenaza? — dijo Yue arrastrando
las palabras, sacudiendo su cabeza.
No. Ella pensaba que era emocionante.
Esposada a una cama, tal vez hasta con los ojos vendados, ¿mientras un
hombre recorría con sus manos todo su cuerpo? Mientras la follaba, dándole
palmaditas en su trasero…Sakura sintió sus pezones comprimirse, y por la seda
de su camisa, supo que Yue también podría verlo. Su sexo le dolió otra vez, y
empezó a rezumar su humedad. Podía sentir como su crema mojaba sus bragas,
y tenía la imagen del hombre misterio sentado a su lado, deslizando su mano a
lo largo de su muslo, arrastrando sus dedos hasta sus pliegues mojados,
acariciando su clítoris mientras continuaba una conversación.
—Sakura.
Ella sacudió su cabeza, y abrió sus nublados ojos para mirar fijamente la
cara de Yue. Su cara era inflexible y severa. Despacio, él se puso de pie,
bebiendo de un trago la bebida que había sobre la mesa. —Tengo que regresar a
la oficina, — dijo él quedamente, la rabia palpitaba en su voz. —Y creo que
debes saber lo que quieres en la vida. Si soy yo, entonces vas a irte a casa como
una niña buena, recogiendo todas las cartas y entregándoselas a la policía.
Él se acercó y bajó su cabeza para susurrar en su oído —Y por Dios, ten algo
de dignidad. Pareces estar listo para que te follen aquí mismo.
Su cara ardió mientras él se alejaba. Estaba segura de que todo el mundo la
contemplaba, pero cuando ella echó un vistazo alrededor, nadie parecía
mirarla. Esperó hasta que su respiración se calmara, luego se levantó, dejando
algo de propina sobre la mesa.
Yue era uno de los médicos más respetados del área, un cardiólogo que
trataba los problemas cardiacos con sus magnificas habilidades quirúrgicas y
con la ayuda de la medicina moderna.
Pero cuando este era entender el corazón humano, era el hombre más
obtuso.
