Nunca me gustaron las reuniones de negocios, a decir verdad las repudiaba cada viernes por la noche donde todos los carroñeros lamían las botas de mi padre elogiándolo por cualquier estupidez que decía. Si, era verdad, siempre que estaba pasado de copas contaba un chiste en especial del que todo el mundo se miraba obligado a reir para congraciarse con él. ¿No me preguntaran cual es?, espero que no; es tan desagradable y aburrido como la vida que llevo ahora.

Ahora me miro al espejo y veo en cierta manera la imagen viva de mi padre; los mismos ojos grises, nuestro mentón fuerte, el cabello rubio como si varias fibras de plata nos cubrieran la cabeza. Lo desprecio, ahora que me doy cuenta de la mierda en la que estuve metido durante un par de años aprendí a hacerlo, mas no significa que no lo amo. Lucius Malfoy ha sido para mi un modelo a seguir desde siempre, imitando hasta su altanera forma de caminar, de observar, de mesurarme para hablar con terceras personas.

Suspiré hondo terminando de vestir mi saco negro, hacía juego con la camisa oscura que mi madre eligió para mi durante el acto luctuoso de los caídos en la guerra. ¡Qué ironía!, yo ayudando a la captura de un centenar de sangre sucias observando las mil maneras en que mi tía Bellatrix los torturaba hasta a la locura para terminar siendo… Uno de los ahí presentes que mostraban sus respetos. Aún puedo ver las caras de asco, desprecio, repudio de todos mis compañeros de colegio. ¡A quién quiero engañar!, no eran mas que títeres míos con los cuales me divertía, pues todos, absolutamente todos llegaron a verse obligados a hacer algo por mi. El orgulloso príncipe de Slytherin.

Abroché le hebilla de mi cinturón, alisaba la solapa de mi saco para llegar como siempre tan pulcro como mi padre a esa reunión que se me había convocado. Ladeaba mi cabeza un poco para observar mi perfil, pues mi progenitor siempre lo decía, "La imagen de un hombre siempre cuenta para el poder, y el poder, es lo que un Malfoy siempre consigue". ¡Menudo cabrón!, creo que debe de repetirse lo mismo en la celda fría y tenebrosa donde fue confinado, y a decir verdad esas ojeras, ese cabello tan enmarañado como el de la sangre sucia Granger distan mucho de lo que tanto presumía. Se lo merece por demostrarme que jamás sería el hombre fuerte que prometió al permitir que un pendejete mestizo lo utilizara de jerga para limpiar su mierda.

Tomé la varita que alguna vez Harry "Hijo de mierda" Potter me había quitado, pude recuperarla después, ya que el muy imbecil se tomó el atrevimiento de enviarla por lechuza. ¡Que considerado!, su lástima hipócritamente disfrazada casi me conmueve, ¿A ustedes no?.

Mi madre dice que le debemos respeto, y lo único que yo le debo son unos puños bien dados en el hocico. Salvó mi vida, lo sé, pero aún asi lo odio, ¡Ya ni hablar de su novia harapienta!, ¿Se la habrá tirado ya?, no lo sé, no tiene buenas tetas como para que un hombre se fije en ella, aunque muchos decían que pasó por todas las manos de los leones Gryffindor antes de asentar su relación con el cara rajada.

"Cada quién, con su cada cual". Otra frase del tan celebre dios caído Lucius Malfoy.

¡Otra vez las putas lágrimas!, ¿Acaso no puedo parar de hacer esto cada vez que me acuerdo del imbecil de mi padre?. Decidí sentarme un rato para mirar de nuevo al espejo contemplando mis ojos grises acuosos, derrotados, tristes, por primera vez en mucho tiempo estaba a solas conmigo. Creo que miento al decir que odio a Lucius, aún lo quiero y admiro con toda mi alma, supongo se debe al amor que le he profesado desde niño viéndolo como un héroe, como aquel que jamás me abandonaría y… Dudo mucho que pueda cuidarme desde Azkaban.

-Ya Basta—Sentencié quedamente, me obligaba a mi mismo a guardar la compostura pues un Malfoy jamás lloraba, ¿A quién quiero engañar?, estaba hecho un clon de Myrtle la llorona antes de intentar matar a Dumbledore.

Exhalé una gran cantidad de aire, cerraba mis ojos para concentrarme en las maneras versátiles de sonreír a mis invitados. Tenía que ser yo el que tomara el lugar de mi padre ante esas reuniones tan aburridas y cansadas, debía calcar de nueva cuenta el porte, el estilo tan sofisticado de Lucius Malfoy hasta la medula para conservar por lo menos, a nuestros clientes y proveedores que en algun momento mi padre consideró menos importantes.

A raíz de la guerra muchos de los asociados en las compañías Malfoy retiraron su capital para reducirlo al mínimo contando con que el ministerio y el departamento de impuestos mágicos nos dejó con menos del cuarenta por ciento de los bienes. Mi madre estaba deshecha, no podía continuar con su vida costosa después del embargo suscitado hace un par de días. Debo reconocer que mi padre fue muy hábil para conservarme una cuenta emergente en caso de ser aprendido por los aurores.

Como menor de edad no podían tocarme, aunque para las leyes mágicas yo era un adulto hecho y derecho que colaboró con los planes del señor tenebroso. Potter retiró los cargos contra mi madre y contra mí, también con otros camaradas con los que inicié el nuevo orden de Mortífagos. Se lo agradecí en su momento, y ahora no me apetece pretender que todo ha cambiado para iniciar una amistad que terminaría en golpes.

-Se te va a hacer tarde—

-Ya voy Astoria, estoy terminando de arreglarme—

-Pues más te vale que estes listo pronto, a mi padre no le gusta esperar.

¡Menuda cabrona resulto ésta!, ¿Ordenarme que baje como si fuera su lacayo?, espero que de gracias a mi no tan agraciada posición social o de lo contrario la botaba como a muchas otras que hicieron el intento de seducirme.

-Estaré listo en un momento, aunque debo decir lo mismo de ti—Me giré observando sus curvas, me acerqué con lentitud para tomar su cintura y frotar mi cuerpo contra el suyo.

-Aunque me vuelve loco este encaje, debes usar el vestido que te compré, quiero que mi futuro suegro vea que un Malfoy siempre tendrá a su esposa como una reina, y no escatimará en gastos para que eso ocurra—Besé el dorso de su mano, eso siempre les encantaba, ser tratadas como verdaderas princesas de cuentos y ultrajadas en la intimidad como gatas en celo.

Mi prometida rubia desvió la mirada con algo de fastidio, pude notar rodar sus ojos y torcer sus labios al comprobar que su padre no pudiera darme su consentimiento para casarme con ella o peor aún, negarme cualquier posibilidad de capitalizar las empresas Malfoy despues de la maldita reputación que nos cargábamos. Los Greengrass tuvieron siempre en mente que el plan de Tom Riddle podía fallar con errores irreparables, fue por eso que Leonard; el padre de Astoria, siempre tuvo un par de cuentas aisladas en otros países para salvaguardar su futuro y el de sus hijas.

A diferencia de mi padre, Greengrass jamás confió en lo mas minimo en Voldemort y mucho menos le demostró tanta lealtad como él lo hacía.

Esperé no una hora, ni dos, ni tres, de hecho eran cinco horas para que mi rubia se encontrara totalmente arreglada, perfumada y engalanada con ese vestido color lima que acentuaba sus curvas.

Después de jugar un rato con mi varita –No piensen mal, hablo de la de madera—Observé claramente que bajaba las escaleras de la habitación de chicas ondeando la prenda que tan especialmente elegí para ella. Astoria tenía una escultural figura, era delgada sin llegar a escuálida como esas modelos de revista que tanto le gustaba leer, sus brazos tan blancos como la leche tocaban el pasa manos con tanta delicadeza como lo hacía mi madre en la mansión. Su cabello rubio estaba recogido en un bulto que dejaba escapar algunos rizos definidos delante de su rostro; pero lo que más me fascinaba, era ese rubor rosa pálido que acentuaba sus pómulos.

Pansy le ha mencionado mas de una vez que tiene una "perfecta estructura ósea". Aunque para mi tiene unas "Perfectas nalgas y apachurrables tetas". No me juzguen, soy hombre, no un aprendiz de modista. Me levante lo más educadamente posible evitando echar un vistazo a su prominente escote ofreciendo mi brazo para dirigirnos a la salida del colegio.

-No me gusta este vestido— En ese momento arqueé mi ceja sorprendido.

-Me veo gorda—

¡Vaya chiquilla tan vanidosa!

-¿Por qué todas las mujeres nunca están contentas con ellas mismas?, te ves muy bien, además nunca te he dicho nada cuando estamos…. Ya sabes..

-¡Draco!

-Perdón primor pero es la verdad, siempre que estamos en la cama no me canso de decirte lo hermosa que estas y…- Sostuve su cintura con ambas manos dirigiendo mi boca a su cuello. –Lo duro que me pones cuando me pides que azote éstas—Le di un apretón a sus nalgas sintiendo cómo se sobresaltaba

-Basta Draco nos pueden ver—Susurraba entre dientes tratando de apartarme con suavidad, sin embargo, su respiración la delataba, aquello siempre le fascinaba.

-No se si te he dicho que una de mis fantasías es que nos miren mientras lo hacemos—

-¡Deja tus jueguitos para otro día!—Se apartó bruscamente dejándome tan empalmado que mi erección se marcaba. – Por mucho que eso me encante, y lo sabes… Debemos estar a tiempo con mi padre o de lo contrario puedes irte despidiendo de nuestro compromiso—Ella se erguía, la muy cabrona disfrutaba teniéndome a pan y agua cuando se le antojaba, sin embargo, y con lo que ella no contaba, era que me había tirado a seis de sus siete amiguitas. Punto para Slytherin, ¡Yeah!.

-Está bien, está bien—Me resignaba soltando un bufido. –Pero me tendré que cobrar esto, además, yo elegi bien el vestido.

-¿A si?, ¿Por qué si se puede saber?

Me acerqué de nuevo tomando la cremallera de su espalda tocando con las yemas de mis dedos su escote trasero.

-Por que puedo quitarlo tan fácil como apartar un pergamino de un escritorio linda.

Astoria rodaba los ojos fastidiándose por el comentario, pero a los pocos segundos se ruborizaba a tal grado que podía oler su humedad femenina a esta distancia. Debe reconocer que esa clase de fantasías la colocaban en un punto exacto donde me pedía a gritos desnudarla; esa rubia, además de pertenecer a las mujeres mas finas de sangre pura que había conocido, era tan cachonda y fogosa como ninguna otra.

¡Perdonenme!, Soy un cabrón adicto al sexo.

Despues de calmar mi tormenta, o vulgarmente dicho, "apaciguarme", nos encaminamos a la salida para salir a la superficie. Los Slytherins eramos tan reservados que podría jurar que estos muros de tabique guardaban todos nuestros secretos, unos mas retorcidos que otros pero al final de cuentas secretos.

Nuestro andar era apresurado, los tacones de sus zapatos caros sonaban en el piso haciendo que los retratos voltearan de reojo para admirar nuestra belleza. Astoria y yo siempre nos hemos visto bien juntos a tal grado de salir en mas de diez revistas de sociales, y eso a ella le encantaba. Ser el absoluto centro de atención de cualquier cosa que tuviera ojos.

Subíamos las escaleras, nos encontrábamos con una que otra mirada curiosa cuchicheando sobre nosotros. Las hermanas Carrow nos saludaban en reverencia dirigiéndose a las mazmorras para seguramente terminar los deberes, esas gemelas eran todo un caso, pues aún recuerdo una fiesta clandestina donde me las tiré a ambas. Ese par eran tan sincronizadas que lograron hacer que eyaculara mas de tres veces… Sin querer echaba un vistazo a sus traseros caminando como robots a nuestros aposentos.

-¡Que les miras!

Atrapado, lo sé, ahora a salir del paso como todo buen Malfoy.

-Estás paranoica, creo que también te tiene nerviosa la entrevista con "Papi", pero descuida linda, he sido el líder de Slytherin desde siempre y se como tratar con aristócratas—Suspire—Es lo que Lucius hacía todo el tiempo, así que aprendí del mejor.

Ella me miraba, por primera vez se detenía en mis gestos, no obstante me molestaba un poco que me tratara como un pordiosero que debía mendingar su tiempo y el de su adorado Padre. Astoria estuvo conmigo durante mi depresión; justamente, cuando se lo llevaron a Azkaban dándole una condena de cincuenta años, sin embargo, jamás tocamos el tema desde entonces, su cuerpo desnudo me consolaba a la par de gemidos, gritos, mordidas, azotes, cualquier cosa que lograra distraerme de pensar en esa desgracia; era su forma especial de apoyarme. ¡Bienvenidos al nuevo milenio!, esa es la nueva forma de consolar.

-Esas dos llevan años deseando que te las folles, no me sorprendería tus miraditas, pero eso si Draco—Me apuntaba con su dedo índice. Advertencia, lo sé.

-Una vez casados, habrá "Cero Viejas" ¿Quedó claro?—Refunfuñaba. –No quiero ser la típica esposa que espera que su marido llegue del burdel pestilente a perfume barato.

Ya salió el peine, eso de "Cero viejas" me preocupaba, ¡Yo tan cabrón que soy!

-No por el engaño, eso puedo sobrellevarlo, simplemente no quiero que me toques apestoso a Channel numero cuatro.

-No existe Channel numero cuatro.

-Ese es el punto Draco—Sentenciaba. – Es un perfume falso que solo las golfas pueden costear.

-¿No crees que te estas pasando de la raya?, ¿Cómo te atreves a juzgarme sin conocerme?

-El caso es que te conozco Draco y se perfectamente que mis bragas no han sido las únicas con las que tus dientes han jugado, así que saltémonos la parte en la que no sabes de lo que hablo.

Ella lo sabía, tenía sus propias fuentes dedicadas a espiarme, más de alguna vez escuchaba a mi madre conversar con ciertas amigas suyas sobre las andanzas de mi padre en los clubs de burlesque mas prestigiados de todo Londres. Considero que ahora mi futura esposa hará lo mismo con migo no dejándome a sol ni a sombra.

Admito una cosa, no sabía si en realidad estaba enamorado de Astoria, no conocí el amor, jamás tuve un tórrido romance con nadie que no fuera ella, tan solo aventuras que pasaban por mis sábanas y que después salian de mi habitación al día siguiente.

Seguía con Astoria solo por la posición, nuestros padres convinieron nuestro matrimonio cuando aún eramos un par de espermatozoides en sus testículos. Grotesco, lo sé, pero es la realidad absoluta.

-Sigo insistiendo que estas demasiado paranoica, sin embargo, también debo decir lo mismo de ti querida esposa—La miraba fijamente. –Yo no me trago el cuento de que solo te vas con Nott a estudiar, y debo agregar—Tomaba su muñeca firmemente mirándola a los ojos con determinación, pues no permitiría que esta mujer tan frívola con buenas tetas, y por mas que las tuviera, me podría mangonear a su antojo convirtiéndome en un pusilánime.

- Debo agregar que no te gusta la clase de pociones cariño—Me acerqué a su oído para hablar bajo sin dejar la fuerza de mi agarre en su muñeca. –A mi, no me haces idiota.

-No se de qué hablas.

-¡Ay vamos!, saltémonos esa parte—Miraba a ambos lados percatándome que nadie me escuchara. –Tu y Nott han estado muy acaramelados estos días, pero descuida, no iré a matarlo querida por que a final de cuentas, no puedes por más que quisieras, casarte con él—Sonreí socarrón, ¡Cómo me encantaba ganar caray!, más ante esta chiquilla estúpida.

-Su fortuna quedó en cenizas a raíz de sus fraudes con los fondos escolares, así que yo también tengo la sartén por el mango, si quieres seguir viendo al traidor ese, por mí está bien, pero yo hago con mi vida y con mi pene lo que me plazca —La soltaba con furia, deseaba demostrarle que con Draco Malfoy nadie jugaba y sobre todo, nadie se imponía. Era y sería siempre el príncipe de las serpientes le gustara o no.

-Eres un …

-Calladita cariño, o podrías perder el estilo, estropearías tu maquillaje y eso a "Papi" no le gustará.

-Esta me la pagas Draco.

Observé su rostro enrojecido de ira, de rabia, no esperaba que yo estuviera enterado de sus enredos con mi amigo Theo pero ya lo sabía. Pansy como buena amiga llegaba a compartirme fotos de aquellos dos en la sala de menesteres, la lechucería, ¡Que vulgar!, la lechucería, ¿Se imaginan follar entre mierda de pájaro?-

-Puedo revocar mi maldito compromiso contigo Astoria—Chasqueaba los dedos frente a ella tan fuerte que la observe pestañear un tanto asustada. –Jódeme, y yo también, sé joder, tú no tienes forma de comprobarme nada ante "Papi", pero yo si, siempre estoy un paso delante de los traidores.

-Eres un asco Draco—Resoplaba entre dientes.

-Pues no lo parece cuando te hago gemir como una sirena del lago negro ¿Verdad?.

-¡Sueltame!

-No, y escuchame bien, iremos a Berlín a esa estúpida reunión y nos comportaremos como el marido y mujer que tanto quieren ver tus padres, o… Les diré a ambos que no solo tienen a una hija golfa, sino a otra… que no gusta de los hombres.

-¡No te atreverías!, Deja fuera a Daphne de todo esto.

Anotándome un triunfo bién merecido, sacaba a la verdadera serpiente que llevaba dentro. No me culpen, toda mi vida no he aprendido otra cosa mas que pisotear y sacar el mejor partido de cualquier situación girándola a mi favor, simplemente, mi padre me había enseñado que toda la vida era tan simétrica como un juego de ajedrez; si sabías mover tus piezas, hasta la reina contraria podría luchar en tu beneficio.

-Por cierto, ¿Tu hermana y Millicent ya formalizaron su noviazgo?, creo que la ultima vez que las vi estaban en los estantes del salón de pociones no precisamente buscando un bezoar.

-No Draco, por favor, tu sabes que papá la echaría a la calle si se enterara que es…

-¿Lesbiana?

-Callate por favor…

-Entonces papi no lo sabe todavía—Chasqueaba mi lengua.

A decir verdad no tenía problema alguno con la preferencia sexual de Daphne, poco me interesaba mientras no interfiriera con mis intereses personales. No me considero de la edad de piedra para satanizar ese tema a tal grado del temor y la ignorancia, sin embargo, y como bien decía mi padre, debo de usar todas las piezas a mi completo favor, nadie me amenazaba.

A ella le preocupaba que me fuera de la lengua, volteaba a ambos lados para asegurarse que nadie estuviera escuchando el tema relacionado con su hermana. Me miraba con odio, repulsión y yo a su vez le respondía con una de triunfo, tenía que imponerme a toda costa si deseaba ganar el dinero del viejo Greengrass, pues no me importaba el daño colateral que llegara a ocasionar con estos secretos.

Respire profundo, lento, mis ojos recorrían sus facciones finas y delicadas llenas de rabia; eso era una clara señal de mi victoria.

Senti la punta de una varita extraña tocando mi cuello –¡Qué fastidio!—Pensé para mi. Astoria abría los ojos como platos para mirar a la persona que estaba a punto de agredirme, en cambio yo estaba tranquilo, un tanto confiado de poder manejar la situación que esbocé una sonrisa burlona girando lentamente mi cuello. Era una mujer, mas no cualquiera que haya pasado alguna vez por mi "varita", sino una diferente y de la cual debo admitir, me gustaba burlarme hasta el cansancio.

Me llamó la atención su aroma, no supe como describirlo, tal vez algo de vainilla o una pizca de manzana silvestre. No era un perfume vulgar, pues en mi posición aprendes de marcas como si se tratara de una asignatura impuesta por generaciones. Aquella escencia emanaba de su piel levemente bronceada, las manos que sostenían la varita que apuntaba a mi cuello eran delicadas, finas, nunca puse atención, realmente la atención debida en ese detalle. Tal vez estaba tan ocupado denigrándola que no me detuve a apreciarlas como se debía.

Giraba mi cuerpo completamente, mi actitud seguía siendo la misma tan petulante y ególatra que me caracterizaba, me erguí orgulloso aún mirándola con desdén, como si no importara que hiciera un acto repentino de presencia.

Me sorprendí un poco, pues por esa vestimenta estaba claro que había abandonado cualquier indicio de mojigata para convertirse en todo un bombón. ¡Lo sé!, ¡Maldita putería la mia!, pero cualquier hombre reconocería la belleza cuando la ve, y más aún cuando esta tan cerca.

-Granger ¿Qué haces aquí?, ¡Este no es tu asunto!—Replicaba mi futura esposa, ¡Vaya que no le caía nada bien!

-Pues no lo parece Greengrass, creo que Malfoy te estaba haciendo daño ¿O me equivoco?, por que lo que yo vi no eran unas simples caricias ni besos de novios, eso se los puede decir cualquiera que venga bajando las escaleras como yo lo hice.

Hermione Granger, siempre a la defensa de los derechos de la mujer en todo momento, ¿Qué haríamos sin tan heroína sangre sucia?, o debo llamarla ¿Santa Granger?

No me quitaba la mirada de encima, sus ojos de color miel –Por que si los aprecié bien—estaban escudriñando mis verdaderas intenciones, sin embargo yo no cambiaba mi actitud. Desvié mi atención al hermoso vestido color borgoña que llevaba puesto, entallaba a la perfeccion sus caderas, se estrechaba en su cintura y a su vez abultaba un par de senos con un perfecto escote. ¡Que carajos te pasa Draco!, es solo la asquerosa sangre sucia de Granger, no una Miss Universo.

Aunque debo admitir, que se veía espectacular.

-No me estaba haciendo daño, solo discutíamos como cualquier pareja lo hace, ¿No es cierto Draco?

Yo no respondía, aún estaba mirando fijamente a Granger a los ojos como si se tratara de una guerra declarada a muerte. Y así lo había sido durante casi siete años seguidos, pero ahora que la miraba de frente me daba cuenta que sus amiguitos Cara rajada y la Zanahoria no estaban para defenderla. ¡Hora de aventura!, de pronto mi sangre se sintió con ganas de divertirse un poco.

-Que guapa estas Granger—Lanzaba el primer aguijón. – Casi pareces una persona normal con ese atuendo, ¿Es prestado?

Ella no me contestaba, desviaba su mirada para guardar su varita y sonreir denotando una extrema confianza en si misma.

-No denigres tu posición de mujer por este patán Greengrass, es un consejo, tómalo o déjalo- ¡Qué se habrá creído esta mujer!, ¿Ignorarme sin más ni más?, ¡Hola!, ¡Principe de las Serpientes a la vista!.

-Creo que utilizas mas el… calificativo—Replicaba yo. –Denigrarse, es besuquearse abiertamente con un pobretón que seguramente apesta a estiércol de campo, ser amiga de un huérfano y además… Tener padres ¿Cómo lo llaman para no sonar grosero?, ¡Oh si!, Ser hija de muggles—Ladeaba mi cabeza para observarla pero esta vez no existía ningún cabrón deje de molestia de su parte.

Granger rodaba los ojos, era su manera muy particular de exasperarse por esos comentarios de mi parte. A diferencia de Potter o la comadreja Weasley era mucho mas paciente, jamás bateaba las que le mandaba tan rápidamente, siempre buscaba la manera de sacarme la vuelta para no tener una discusión acalorada conmigo. Debo admitir que me hubiera encantado que en algun momento se molestara de verdad, que le hirieran mis palabras, sin embargo, jamás se inmutó por mis comentarios.

-No discutiré contigo Malfoy.

¡Ahí va otra vez!, "No discutiré contigo Malfoy", la frase tan hecha y tan trillada que hacía molestarme sobremanera. Hermione Granger era la única persona que lograba, en verdad obtenía un cabreo intenso de mi parte. ¡Esperen!, ¿Acabo de llamarla "Hermione" sin equivocarme en la pronunciación?, ¡Diganme que esto no es el apocalipsis!

-No importa la posición, la casa, o siquiera las diferencias sociales—Proseguía colocándose la varita en algo que parecía una bolsa extensible que hacía juego con su vestido entallado. –El maltrato a una mujer siempre será el mismo aún tratándose de personas con las que siquiera te lleves.—Argumentaba con seguridad

Esto se ponía mas emocionante, por primera vez sosteníamos una conversación de más de dos o tres palabras hirientes, creo que esa mujer ha cambiado mucho desde la guerra y ver morir a sus seres mas allegados. No crean, aún ese tema es tan complicado para mi como si se tratara de revivir los TIMOS. Mis ojos se abrían un poco más dejando la muñeca de Astoria para concentrarme en esa pequeña disputa.

-Y tu como éres la heroína te da derecho absoluto de entrometerte en discusiones que no te incumben, ¿Es eso?

-Le estabas haciendo daño Malfoy, y debes dar gracias que fui yo quien atestiguó eso, o de lo contrario estuvieras fuera del colegio—Ella respiraba. –Recuerda que estas condicionado.

Ahora si estaba realmente molesto. Detestaba a gran medida que me recordaran la platica serena que sostuve con miembros del Wizengamot y parte del profesorado de Hogwarts para que me dejaran regresar al colegio a terminar mis estudios en la magia. No pude creer que tuve que agachar la cabeza para convencerles que yo no fui siquiera autor intelectual de ningun asesinato y que tan solo, seguía las ordenes de ese imbécil mestizo por temor.

Granger sostenía su mirada, sus ojos color miel no se apartaban de su lugar echándome en cara la "caridad" que todos aquellos profesores habían tenido hacia a mi familia a pesar del daño ocasionado por mi padre. A pesar de no ser tan cercano a ella, la conocía lo suficiente para darme cuenta que jamás odiaba a nadie, a pesar de que en el fondo lo merecíamos. Me limité a observarla, sin desearlo recorrí visualmente su cabello rizado, definido, hidratado, tan largo que llegaba casi a media espalda, sus mechones castaños acentuaban muy bien su piel. Llevaba una gargantilla de oro, incluso podría asegurar que lucía mucho mejor que Astoria.

Hermione, a diferencia de Astoria… Era humana.

¡Pero que carajos estoy diciendo!, por su maldita culpa mi padre…. ¡Oh rayos Draco a quien quieres engañar!, ella no tuvo nada que ver con sus errores, solo fue perseguida por un maniático que nos tenía cautivos y amenazados.

Me acerqué a ella, mi rostro se endureció al recordar esos horribles pasajes, la forma en la que fui humillado ante todos para rogar una segunda oportunidad en este cuchitril llamado escuela, la captura vergonzosa de Lucius, la hipócrita intervención de Potter para que yo no fuera enjuiciado junto a él. Detestaba, odiaba y repudiaba la forma en que me miraba.

Odiaba su compasión, su lástima… Odiaba su… Ternura.

-Gracias por recordarme que sigo en esta escuela gracias a tu caridad, ¡Oh su gran majestad Sangre sucia!—

-Draco debemos irnos, se nos hace tarde…

-¡Tu Cállate y esperame afuera Astoria!—Levantaba la voz con demasiada furia, mi cuerpo temblaba de ira, mi respiración era agitada, tan solo me concentraba en ese par de ojos de miel que me miraban con misericordia.

Astoria sin pensarlo se encaminó rápidamente a la salida para no tener que ver esta faceta tan desagradable; no la culpaba, siempre que me ponía así era mejor alejarse. Mis ojos estaban puestos en Granger, pero ella no se movía, seguía clavando su mirada en mí como si se tratara de una valiente leona. Y eso era. Una orgullosa Leona Gryffindor defendiendo su casta.

-Yo no les debo nada Granger—Apretaba mi dientes. –Mucho menos a alguien tan inferior como tu, por que eso es lo que son—Mostraba con mis manos nuestro alrededor. – Un montón de oportunistas que ahora se regodean como ratas unidas, han vencido al enemigo y por eso se sienten intocables.

Ella me miraba, su tranquilidad me enfurecía, me descolocaba, me cabreaba de tal manera que mis manos sentían el impulso de dirigirse a su cuello para cortar su respiración, descargar toda la ira que llevaba dentro al notar el triunfo en sus ojos. Levantaba su mentón con orgullo, se atrevía a sonreir un poco sin tratar de burlarse, pues era esa clase de miradas para defender su punto de vista y anteponer su razón a toda costa.

-¿Qué se siente Malfoy?—

-¿De que hablas?—

-¿Qué se siente que los demás ahora seamos intocables para ti?—Se acercaba a mi presencia quedando frente a frente, casi labio a labio. – Ya no eres aquel rey que se mofaba de nuestra condición, ya no te queda nada, solo tu maldito orgullo caído, ¿Qué se siente que una asquerosa impura sea mas importante que tu?, ¿Qué se siente que una insufrible sabelotodo traga libros, mojigata, insípida como yo sea más valorada socialmente que tu?

Esas preguntas me dejaron callado, era cierto, la sangre sucia… tenía razón. Mi mirada se desvió por unos instantes, pues recordaba que después de aquellos sucesos dolorosos difícilmente podíamos entrar siquiera como espectadores en esos círculos selectos donde solíamos ser protagonistas.

No me apartaba la vista, apretaba sus labios levemente conteniendo unas evidentes ganas de llorar, de desahogarse, de reprochar cada año que yo la había humillado. ¡Qué mujer!, ahora veía lo que muchos notaban en ella. Debo admitir que era avasallante; su conversación, sus temas, su mirada, su timbre de voz tan mesurada. Granger tenía cualidades que bien podían encajar en cualquier sociedad, simplemente sería una de las predilectas de mi madre. Si fuera sangre limpia, claro está.

-Con la clase se nace Granger, y tu distas mucho siquiera de tener un gramo de estilo—Me separaba un poco para sonreír de manera socarrona. -¡Mírate!, por mas arreglada, ataviada de joyas que estés jamás podrás encajar en una sociedad sin que se burlen de tu condición, pues para todos los magos legitimos, a pesar de estar caídos como tu dices… Serás siempre una Sangre sucia.

No me miraba con odio, ni siquiera se inmutaba por mi comentario, sólo la escuchaba respirar profundo, tranquilizaba sus nervios como si estuviera acostumbrada a tratar con tipos como yo. Eso me molestaba.

-Mi interés, aunque lo dudes, no es "encajar" en una sociedad de magos legítimos Malfoy—Se acercaba a mi tan desafiante como siempre. –Mi interés … es… - Su expresión cambiaba, sus ojos se desviaban. -Olvídalo.

Sin mirarme siquiera se dirigía a la salida, sus tacones sonaban apresurados, giré mi mirada extrañado, totalmente desconcertado por el cambio tan drástico que había tomado en tan solo unos segundos. ¿Dije algo malo?, ¡Ok!, la estaba cabreando, pero así soy yo. No lo pensé y por instinto tome su muñeca, ejercí una leve presión en ella solo para detenerla.

-Suéltame Malfoy yo no soy Greengrass…

-Ya sé que no lo eres carajo—Me colocaba de nuevo al frente y para mi sorpresa, un par de ojos caramelo ahora estaban acuosos. La había hecho llorar, mas no entendí la razón si se supone que estaba ganándome la batalla con palabras. Me acerque un poco, temeroso que alguno de los de nuestra casa husmeara curioso aquella escena para después vomitarme… "Cae mas pronto un hablador que un cojo"

-¿Cuál es tu interés entonces Granger?—Mi voz era suave, incluso algo compasiva debo decir.

No me dirigía la mirada, sus orbes de miel se fijaban en el suelo como si en verdad le costaran trabajo escupir las palabras adecuadas, ¡Y vaya que esa mujer siempre las tenía!

-Es solo que no quiero que tengas problemas en el colegio.

OK, Ok, eso me sorprendió.

-Me imagino a tu madre y lo muy mal que la ha de estar pasando soportando burlas—Respiraba profundo mordiendo su labio para no llorar. –La entiendo, por que yo también las soporté durante mucho tiempo y no es nada agradable

-Mi… madre…- Alcancé a decir.

-¡Si, tu madre Malfoy!—Volvió a mirarme esta vez con reproche. –Gracias a ella Harry esta con vida y yo se lo debo de todo corazón y jamás terminaré de pagárselo—

Abrí mis ojos, mi respiración se detuvo por unos instantes recapitulando aquella confesión de su parte. Jamás pensé que Granger estuviese siquiera agradecida con nosotros por no delatar a su amigo delante del mestizo desnarizado. Pasé saliva con dificultad para esta vez escucharla con atención.

-Ella se preocupa por ti y no es justo que tu lo eches a perder por comportarte como un idiota con las mujeres—Respiraba profundo, pero sus palabras eran duras, tan directas y sin un deje de burla que lograron petrificarme. – No te tengo lástima Malfoy, por que yo también se mejor que nadie lo que es sentirse etiquetada y señalada por todos aquellos que se creen superiores.

-Granger…- Mis palabras no salían.

-Hermione, perdón por el retraso pero tenía que hacer la reservación.

La voz de un hombre nos distrajo por unos momentos, todo el ambiente algo calido que comenzaba a cernirse en la salida al patio principal se evaporaba y cortaba por ese individuo. Giré mi cabeza y pude observarlo claramente. Aquel era alto, incluso más de lo que yo era, su piel trigueña clara, mentón fuerte y ojos azules claro. Tenía el cabello lacio, casi el mismo timbre de voz que el idiota de Krum; sin embargo no era él.

-Lucca—Ella le contestaba con dulzura, ¿Eran novios acaso?, ¡Y a mi que carajos me importa!.

-Hola preciosa, perdón una vez más—El tipo se le acercaba y ella despegaba toda atención para concentrarla a él cambiando su actitud.

Observaba que tomaba su mano con tanta delicadeza, le besaba el dorso con tanta devoción que jamás recordé la última vez que hice eso con alguien. Me quedé pasmado, lo conocía, su padre solía tener el mismo rubro de empresas que el mío, pues ese recién llegado se trataba nada mas y nada menos que de Lucca Di MonteCarlo; uno de los mas ricos solteros que competía conmigo en cuanto a conquistas, dinero y fama. Carraspee un poco para que se percatara de mi presencia.

-Malfoy, no pensé encontrarte aquí también—Se acercaba para estrechar mi mano.

-Di MonteCarlo, ¡Qué agradable sorpresa!—Fingí una sonrisa, no me gustaba la competencia, aún cuando ésta se fijara en personas como Hermione Granger.

-Veo que mi novia y tu se conocen, ¿No son de diferentes casas?—Aquel mequetrefe hablaba pausado, como si nadie estuviera presionándolo , sin embargo Granger le sonreía con dulzura. Estaba confirmado, aquel par estaban liados.

-¿Granger es tu novia?, bueno amigo es que…

-¿No soy de su clase Malfoy?—Replicaba ella al instante

-No, no es eso.. es que…

-Lucca, debemos irnos o se nos hará tarde en el restaurante con tus padres—Ella le devolvía la mirada ignorándome olímpicamente. ¿Qué se cree esta sangre sucia?.

No podía creer lo que mis ojos ahora estaban viendo, simplemente, el mundo debía estar completamente loco para que un magnate y apuesto tío se fijara en ella. Me sentí incomodo, estábamos hablando un poco, o mejor dicho, teniendo una especie de conversación sin pelear cuando este imbecil llegó para cagarla. No era que Granger me importara siquiera, solo no me gustaba ser interrumpido por terceras personas.

-Un placer haberte visto de nuevo Malfoy, envía mis saludos a tu familia—Lo observe tomar de la mano a Granger para retirarse a la salida.

-Lo mismo digo MonteCarlo, espero algun dia aceptes una partida de ajedrez, yo también debo irme.

Estaba a punto de retirarme, por algun motivo mi incomodidad se hacía presente delante de aquellos dos. Necesitaba respirar aire fresco después de haber tenido una platica tan acalorada con Granger, y sobre todo, deseaba quitarme la maldita idea de su compasión, de las palabras tan penetrantes que lograron entrar en mi subconsciente para hacerlo dudar, incluso temía que en cualquier momento flaqueara.

-Malfoy—Granger acotaba. –Recuerda por favor lo que te dije

-Lo tendré en consideración—Respondía con cortesía y una amplia, amplia.. amplia sonrisa. –Enhorabuena, por los dos—Reverenciaba aunque en el fondo, esos dos… Me incomodaban.

Observé que salían del lugar, ella agachaba su mirada despues de su "recomendación" y de nuevo ponía toda su atención en aquel tipo. ¿Qué tenía el que no tuviera yo?, Ok, esta bién, lo acepto, el cabroncete está galán, muchas que conocí se atrevían a decirme que el solo mirarlo les provocaba humedad en las tangas. Casualmente decían eso despues que las despedía y me las encontraba otra vez de compras en la gran ciudad, supongo que era su manera sutil de vengarse de mi rechazo.

Desahogué un poco el nudo de mi corbata, aquella incomodidad me mataba, sin embargo era momento de ir con mi prometida para asistir a esa estúpida reunión a la que se nos había invitado, me acomodé los puños de la camisa cruzando la puerta principal y atravesar el patio donde algunas gárgolas parlantes se mofaban de algunos estudiantes. La media tarde estaba cayendo, el crepúsculo anunciaba un eminente final de ese dia que a decir verdad, era exactamente como el anterior, y el anterior a ese.

Con las manos en las bolsas fijaba mi vista a la salida, pero algo sucedió.

Mi vista comenzaba a nublarse, una jaqueca me atormentaba la sien por lo que tuve que detenerme a medio camino para reposar un rato.

-¿Qué carajos está pasando?

Mi boca se hacía agua, sentí que mi estomago se contraía como si me hubiese comido dos pasteles enteros junto a un barril lleno de jugo de calabaza. Las nauseas se hicieron presentes, el dolor en mi cabeza se agudizaba a cada segundo comenzando a sentir un sudor frío que invadía mi frente.

-No, no puede ser, no en este día.

Por más que repliqué, aquel síntoma seguía en ascenso tomando por completo mi cuerpo causando un dolor grave en el interior. Sin tener control sobre mi mismo caía de bruces al piso con la mirada fija en los adoquines húmedos del patio, tocaba mi frente notando que la sudoración se hacía más intensa, más fría. Comencé a asustarme en demasía, era momento de ir a la enfermería y no había tiempo que perder.

-Mi cabeza… Carajo, la reunión… Astoria- Cerraba mis ojos, apretaba mis párpados con mucha fuerza.

Al volver a abrirlos me di cuenta que no estaba solo, con dificultad pude enfocar a otra persona que se encontraba a tan solo unos pasos. Recargaba las palmas de mis manos en el helado piso para apoyarme e intentar incorporarme pero era inútil, aquel dolor se intensificaba a tal grado de no permitirme hacerlo.

-¡Agh!—De nuevo el dolor, pero ésta vez era diferente, como si hubiese sido provocado por un objeto. -¡Agh!.—Otra vez. –Ahhhgg—Otra vez.

Me tiré al piso, intenté gritar pero mi voz se negaba a salir en esos momentos. Esperaba que Astoria regresara al percatarse de mi retraso pero la muy perra seguramente estaba haciéndose la digna después de la discusión que tuvimos. Mis manos comenzaron a temblar, y de repente, sentí el sabor salado y óxido de un liquido caliente, ese mismo salía de mi propio cuerpo. Pasé mis dedos con dificultad por mis labios y me llevaba la sorpresa que estaban secos.

Pero aquella sensación en mis papilas gustativas distinguía perfectamente el sabor de la sangre.

-Que… está… pasándome… Rayos..—Me quedé completamente afónico, tan solo articulaba esas palabras intentando que alguien llegara a mi rescate para llevarme a la enfermería.

Concentré mi poca visibilidad en el individuo que se encontraba recostado a escasos metros de mi presencia. Noté su vestimenta que constaba de unos jeans deslavados, desgarrados, unos zapatos deportivos negros, una camisa tan simple que hasta Weasley usaría. ¡Por que carajos me acuerdo de la comadreja en un momento como este!... Supongo que no puedo parar de hacer alusión con ese tipo de cosas.

-¿Quién eres tú?... ¿Tu me estas haciendo esto?.. ¡Dime quien eres cabrón!

Aquel imbecil no se movía, estaba en la misma posición que yo retorciéndose de dolor, ¿Qué clase de puta magia era ésta?, y sobre todo… ¿Por qué me pasaba a mí?

Hice un esfuerzo para distinguir de quién se trataba, me lograba arrastrar no importando dañar mi camisa avanzando algunos centímetros. Mi respiración era agitada, me esforzaba para no tener un desmayo en pleno patio y provocar con esto que alguno se burlara por esa posición tan deplorable. Seguí avanzando hasta que por fin pude ver su rostro.

-¡Que carajos…

Mis ojos se abrían como platos, toda la sangre abandonaba mi cuerpo dejándome más pálido de lo normal, mis manos temblaban, mi corazón latía a una fuerza y ritmo impresionante. No podía creía lo que miraba, resultaba imposible que ese tipo zarrapastroso que se batía en el suelo tuviera ese rostro, esa cara, esas facciones, ese cabello.

-¿Quién… eres?, o ¿Qué… eres?

Pensé al principio que se trataba del producto de mi dolor interno, de este delirio que sentía carcomer mi estomago, del sudor frío que se acumulaba copiosamente en mi frente; pero no. Aquel individuo parecía tan real, tan palpable, tan cercano que no tuve mas remedio que aguantar el calvario hasta averiguar de quién se trataba.

-Agghh- Algo lo golpeaba.

-¡Agghh!—Mi estomago volvía a doler sobremanera.

Cuando aquel hombre fue agredido sentí exactamente lo mismo en el tiempo real, como si fuera una extensión mía que estaba sufriendo una terrible golpiza.

En ese instante, pude ver sus ojos hinchados, su cabeza se movía lentamente hacia mi dirección para contemplarme. Me estaba viendo a la cara. No supe que sentí en ese momento, pues ese rostro golpeado, esos cabellos ensangrentados y esas manos que se movían despacio y sin fuerza eran exactamente como los míos.

Se quedó mirándome exatrañado, como si el fantasma en este sitio fuera yo, ¿Cómo era eso posible?.

Aquel hombre…. Era exactamente igual a mi.

-¡Qué haces en el piso Draco!—

La voz de Astoria me devolvió completamente a la tierra concentrando toda mi atención en ella. Esperaba que también mirara la escena donde un clon mío yacía moribundo en el piso, por un instante, deseaba ayudarlo, pensaba que al llevarlo a la enfermería podría preguntarle varias cosas, comenzando por el parecido tan impresionante que teníamos. Como si fueramos… dos gotas de agua.

Pasé saliva con dificultad observando que Astoria sonaba sus tacones para acuclillarse frente a mi ayudándome a levantarme. Cerraba mis ojos con tanta fuerza dándome cuenta que el dolor en mi estomago y en mi cabeza había cesado, aquellos síntomas que me hicieron sufrir tan dolorosamente se evaporaban y por ende, tomaba una gran cantidad de aire llenándome los pulmones.

-Hay… que ayudarlo… debemos llevarlo a la enfermería—Continuaba reponiéndome, sin embargo ella se me quedaba mirando como si en verdad hubiese estado loco.

-¿A quién te refieres Draco?.

-A…

Señalé el piso, pero ese hombre idéntico a mi se había evaporado. Todo aquello fue producto de mi imaginación o lo equivalente a un mal sueño—Eso quiero pensar—

-No se de que va tu cabrón jueguito pero debemos irnos—Me replicaba la insensible y desgraciada de mi novia. ¡Esperen!, ¿Yo, llamándola insensible?, debo estar loco, muy loco después de todo esto.

Nos alejamos del pasillo y sin evitarlo eché un vistazo al lugar donde aquel rubio estaba tirado. No había nadie, absolutamente nadie.

¿Por qué tuve ese extraño pasaje?

No lo comprendí, sin embargo, aquella aparición me provocaba Miedo.