PROLOGO

Japón había amanecido aquel día despejado, con una temperatura agradable que incitaba a la gente a salir fuera de sus casas para gozar de la jornada. Aquel motivo había sido el que había llevado al presidente de las empresas Suzuki a celebrar la inauguración del Raiden Spirit, el nuevo monorraíl, joya de la tecnología, que uniría Tokyo y Kyoto en un trayecto de una hora. Las dos capitales que antaño habían estado separadas por fatigosas jornadas de distancia, unidas en cuestión de minutos por la división de investigación y desarrollo de las empresas Suzuki.

El evento había estado precedido por juegos para los más pequeños y actuaciones musicales que tuvieron lugar delante de la enorme plaza que había delante de la estación. El edificio era una moderna construcción de cristal que reflejaba los rayos del sol cuyo techo caía desde el cielo hasta el asfalto describiendo una hipérbole. Delante de la majestuosa entrada adornada con bonitas fuentes, se había colocado una tarima donde el presidente Suzuki debía pronunciar el discurso inaugural.

En medio de la multitud que se había congregado en la plaza, niños corriendo arriba y abajo, jóvenes parejas tumbadas en los jardines y padres persiguiendo a sus hijos, se encontraba Conan Edogawa sentado en un banco de piedra devorando un helado de chocolate. Se aburría como una ostra.

-¡Madre mía! La cola para el lavabo era más larga que mi lista de casos resueltos.

- Querrás decir de MIS casos resueltos- pensó Conan.

-Este calor es agobiante- dijo Kogoro limpiándose el sudor de la frente con un pañuelo- que envidia me da Ran.

Ran Mouri, la hija de Kogoro y mejor amiga de Shinichi Kudo desde la infancia, se encontraba en aquellos momentos con su amiga Sonoko Suzuki a bordo del Anfitrite, el yate de lujo de la familia Suzuki a unas cuantas millas de Okinawa.

-¿Por qué no he podido ir con ella?- preguntó Conan con evidente frustración.

-Pasas todo el día pegado a ella, deja que descanse un poco. Te he comprado ese helado que me he ha costado un ojo de la cara, deberías agradecérmelo en vez de quejarte.

-Ni que hubieses tenido que pedir un préstamo para comprarlo- se burló el detective para sus adentros.

Además, Conan sabía el verdadero motivo por el que Kogoro había accedido a dejar a su hija ir de crucero a ella sola. A parte de haber sacado unas notas sobresalientes aquel curso, la vena hinchada en su puño cuando Kogoro estaba a punto de responderle con una negativa, le hizo cambiar de idea. Y es que Ran sabía ser muy convincente cuando quería. A Conan le habría venido muy bien una semana de descanso en el Pacífico tras intentar que un magnate megalómano arrasase con la ciudad de Beika gracias a un satélite en órbita alrededor de la Tierra. En vez de eso, tenía que quedarse haciendo de niñera de Kogoro Mouri, que sin el estricto control de su hija, se pasaba los días bebiendo y jugando al Mah-Jong con sus amigotes.

A través de un sistema de megafonía invisible, una voz femenina anunció la aparición en breves momentos del presidente Suzuki. La multitud se dirigió ordenadamente a la entrada de la estación donde, sobre la tarima, apareció un hombre corpulento y de aspecto bonachón. Tenía un bigote de morsa y unas pequeñas gafas circulares sobre su enorme nariz. Conan y Kogoro se encontraban en primera fila a petición personal del presidente.

-Muchas gracias a todos por venir- vociferó el presidente a través del micrófono- Este es un gran día para Japón. Desde hace siglos, nuestros antepasados han tenido que atravesar la Tokaido para viajar desde Tokyo a Kyoto. Un viaje de más de siete días lleno de peligros. Hoy, gracias al esfuerzo de todos, hemos conseguido quebrantar las barreras de la distancia y unir nuestras dos ciudades en un tiempo récord gracias a un medio de transporte seguro, limpio y lo mejor de todo. Barato.

Varias risas sonaron entre el público. El presidente Suzuki se disponía a entonar la parte final del discurso cuando un hombre se acercó por su espalda y le susurró unas palabras al oído. El rostro del presidente cambió radicalmente. Sus ojos se abrieron enormemente presa del pánico, boquiabierto debido a la sorpresa. Intento recomponerse como pudo y mientras pronunciaba un entrecortado sumimasen desapareció tras su subordinado con gesto nervioso.

Aunque algo intuía, Conan no sabía muy bien lo que estaba ocurriendo. La situación se agravó cuando un nuevo personaje se acercó a Kogoro y le susurró al oído.

-¿Tendría la bondad de acompañarme?- Conan reconoció enseguida el logotipo de las empresas Suzuki en el bolsillo de la camisa.

Kogoro asintió sin decir nada más y disimuladamente se escurrieron entre la multitud para entrar a través de una puerta de servicio en el interior de la estación.

-¿Qué ocurre?- preguntó Conan que empezaba a inquietarse.

-El presidente les informará de la situación. No se preocupe, todo irá bien.

Esas últimas palabras eran lo último que Conan deseaba oír.

El hombre les guió hasta una pequeña sala de reuniones situada en los pisos superiores de la estación. Al entrar, Conan se encontró con un panorama desolador. El presidente Suzuki, que lloraba como no había llorado jamás se acercó rápidamente a Kogoro y estrechó sus manos.

-¡Oh Mouri es terrible! Las chicas…las chicas…

-¿Qué ocurre con las chicas?- preguntó Kogoro desconcertado.

-Será mejor que te sientes Mouri. Esto no va a ser fácil.

Kogoro no había distinguido a la comitiva formada por el inspector Megure, Takagi y Sato. Los tres inspectores ni se molestaron en pedir a Conan que saliese de la habitación.

-¿Ha ocurrido algo con Sonoko y Ran?- preguntó el niño confirmando los peores temores de Kogoro.

El inspector Megure lanzó un amargo suspiro.

-Pon el video Takagi- ordenó su superior.

Con cierto reparo, Takagi pulso un par de botones en el ordenador portátil que había sobre la mesa y un video se reprodujo en pantalla. Dos minutos que hicieron que el corazón de Kogoro se aturase y su sangre se convirtiese en hielo. Dentro de una habitación oscura había dos chicas en traje de baño maniatadas y amordazadas. Una de ellas tenía el cabello castaño y corto mientras que la otra lo tenía largo, con un curioso flequillo incapaz de despeinarse. Ambas chicas estaban amordazadas y con los ojos tapados.

-¡Ran!- exclamó Kogoro descargando un fuerte golpe sobre la mesa de madera.

Conan no había reaccionado todavía, no podía, era incapaz.

-A las diez de la mañana recibimos este sobre en comisaría junto a una nota que decía que debíamos mostrárselo justo antes de terminar el discurso inaugural- comenzó el inspector- obviamente no esperamos tanto y vimos el video en comisaría. Por suerte distinguí a las dos chicas y nos pusimos manos a la obra inmediatamente. Sabemos que habían zarpado hacía una semana desde la bahía de Tokyo en el Anfititre ¿Me equivoco?

-No inspector. Las chicas habían decidido pasar una semana fuera en el yate cerca de las costas de Okinawa.

-Nos pusimos en contacto con los guardacostas- continuó la inspectora Sato- y nos dijeron que el Anfititre solicitaba un informe sobre el estado de la mar a cada hora. Desde hacía tres habían dejado de pedir dicho informe. Suponemos que hace tres horas el Anfititre fue secuestrado y sus tripulantes han sido convertidos en rehénes.

-¡Pues sigan su pista! Lleva un dispositivo GPS, podremos encontrar su ubicación en un segundo- exclamó el presidente aferrándose a una falsa esperanza.

-Desgraciadamente- intervino Takagi- los secuestradores han inutilizado el sistema, la señal del yate no aparece en ningún radar. Es como si se lo hubiese tragado el mar.

Sato le lanzó una mirada acusadora por la poca falta de tacto.

-¡Quien!- exclamó Mouri- ¿Quién puede haber hecho algo así? ¿Por qué ellas?

-Porque eran exactamente su objetivo, de lo contrario no habrían mandado el video directamente a comisaría. No se trata de una simple banda de piratas. Quieren algo y si no me equivoco lo sabremos dentro de poco- dijo el metódico Conan de siempre, recuperado de visión de la mujer que amaba en peligro de muerte.

Su predicción se cumplió a los pocos segundos cuando el teléfono de la sala de reuniones sonó como un cuervo anunciando un mal presagio. Todos se miraron y a continuación el presidente descolgó.

-¿Diga?- dijo con la voz temblorosa.

-Espero que les haya gustado mi video. No me gusta demasiado el guión y encuentro la actuación de las actrices bastante pésimas pero supongo que servirá para hacer llegar mi mensaje- contestó una voz cargada de soberbia.

-¡Que le ha hecho a mi hija!- exclamó furioso el presidente.

-Nada…por el momento. Aunque la otra chica logró partirle un brazo a uno de mis hombres.

Conan sonrió ligeramente.

-Como ya deben suponer he secuestrado el Anfitrite y a todos sus tripulantes. No ha habido bajas y me gustaría que siguiese así la situación. Eso claro está, si colaboran.

-¿Cuánto dinero quiere?

-¿Dinero? No es su dinero lo que quiero- contestó la voz al otro lado del teléfono- lo que quiero es su nuevo monorraíl.

-¿Para que?- preguntó Kogoro.

-Esos motivos son solo míos, señor Mouri. Por cierto su hija le manda recuerdos.

-Como le toques un solo pelo…

-Ah y tú debes ser el pequeño Conan, veo que no ha faltado a nadie al espectáculo. Como iba diciendo, retrasará la salida de su monorraíl hasta dentro de cuatro días. Tras la primera escala en Nagoya todo el vehículo ha de ser evacuado y después es cosa mía. Una tarea tan simple que podría llevarla a cabo incluso un mono borracho. Si cumplen su parte del trato liberaré a las chicas. Sino…hundiré el Anfititre con ellas dentro. Sería una lástima, es un hermoso yate.

-Si te encuentro juro que te mataré- amenazó Kogoro.

-Usted lo ha dicho, si me encuentra.

-Ya que usted conoce tan bien nuestros nombres podría darnos el suyo- le retó Conan.

-¿Y que clase de secuestrador sería? Si queréis llamarme de alguna forma, llamadme Nemo.

La comunicación se cortó. El presidente Suzuki se dejó caer sobre una silla que por poco se rompe a causa del fornido cuerpo del magnate.

-¿Tenemos su posición?- preguntó Kogoro rozando la histeria.

La policia había tenido la acertada idea de pinchar la línea de la sala de reuniones pero el secuestrador había vuelto loco al sistema de rastreo. Su localización pasaba por China, España, Brasil, incluso por los polos. Sato negó con la cabeza y fue el detective esta vez quien necesitó una silla.

-Maldita sea- maldijo Kogoro- no sabemos nada de ese tipo.

-Bueno sí sabemos algo. Que le gusta Julio Verne- dijo Takagi orgulloso de la conexión que había deducido.

-Se equivoca- dijo Conan de pie frente a la ventana panorámica, mirando hacía un horizonte simbólico donde debía encontrarse Ran, aterrada- por Nemo no se refería al capitán del Nautilus sino al significado original. Parece que esta seguro de que no vamos a encontrarle.

-¿Por qué lo dices?- preguntó Megure.

-Nemo, en latín, significa nadie- explicó Conan- cuatro días para encontrar a nadie.