Advertisement: La última vez que revise los derechos de Naruto mi nombre no estaba en la lista. Lo único que medio poseo son mis OC's, y son algo mañosos para seguirme la corriente.


Capítulo 1
Necedad.


A la muerte de su padre le habían seguido un centenar de tareas que, ahora como Raikage, tenía la obligación de cumplir. Era la misión para la que se preparó toda su vida. Sabía bien el costo de su asenso, pero ahora las cosas habían sucedido y debía detener los remordimientos o dudas.

Había tomado desiciones difíciles, entre ellas enviar a su hermano a entrenar en un lugar seguro, a fin de que consiguiera domar bien a la bestia en su interior. Debía asegurarse de aumentar el poder de Kumogakure al máximo, dos jinchuriki estaban bajo su control, el dos y el ocho colas, ambos bien entrenados, dispuestos a defender su nación.

Estaba sentado en su escritorio, frente al montón de papeles y pergaminos extendidos, aunque sólo uno atraía atención. La primera vez que lo encontró pensó que se trataba de un error, pero la letra de su padre lo legitimaba tanto que le hacía molestar. El tercer Raikage le había hablado de matrimonio, si, desde hacía algunos años, pero nada para profundizar ni muy específicamente, alguna vez escucho decirle de una "candidata apropiada", y luego dijo "niña panda". Entonces no lo entendió bien, pero al parecer no era ninguna broma y toda la descripción que le hizo de ella tenía sentido.

Siempre había supuesto que se trataría de alguna mujer local, bastante agradable como para convivir con ella y suficientemente fuerte para no tener que estar siempre detrás. Probó varias opciones personales, sin queja alguna en el aspecto físico, pero esta era la primera que consideraba seriamente. Después de todo tenía la aprobación, y un acuerdo, de su difunto padre.

—¿Aún se encuentra en la misma ubicación?— preguntó.

—Si, Raikage-sama —. Su asistente, de pie a su derecha, esperaba su orden.

—Bien. Que se preparen para partir mañana —guardó el pergamino y se levantó. Él mismo debía ordenar algunas cosas para el viaje, sería un tramo corto y relativamente rápido, lo que sucedería al llegar era otra cosa. Eso lo vería conforme las cosas se desarrollaran con su futura "esposa".

—Mi esposa...—susurró. Puso una mueca y caminó con desgano. Debía guardar el beneficio de la duda, si quería terminar esto de la mejor forma posible.

Temprano por la mañana partió, acompañado por cuatro escoltas. Avanzando tan rápido como les era posible.


Dos años había pasado desde que desapareció de su aldea, renunció a ser ninja y se dedicó por completo a servir como camarera en una taberna que pertenecía a un viejo agradable, algo mañoso con las mujeres pero que nunca avanzaba más si éstas se negaban a sus atenciones. Servía las mesas, limpiaba cuando cerraban y abría al día siguiente temprano, eso si no encontraba a su jefe tirado dentro, dormido luego de una borrachera terrible. Cuando la suerte estaba a su lado, tenía la oportunidad de tomar un micrófono y cantar un poco para los clientes, eso siempre dejaba buenas propinas y agradecimientos, al final heredó algo más que el negro cabello de su madre. Las propinas eran importantes, sobre todo se es apasionado del juego de cartas, donde terminas perdiendo poco menos del sueldo de un mes.

Los días normales eran como ese. Despertaba, se ponía su uniforme, limpiaba el lugar, preparaba las mezclas y se paraba en la entrada junto a sus compañeros para recibir a los clientes. Horriblemente aburrido resultó el día. Aunque hacía menos calor del que acostumbraba, y eso la refrescaba un poco. Estaba terminando de limpiar una mesa cuando sintió la presencia de un hombre a su lado.

Un shinobi la había abordado y no parecía ser amistoso. Por la banda en su frente y el chaleco táctico color blanco supo que se trataba de un miembro de Kumogakure, una de las cinco grandes aldeas ninja.

—¿Puedo ayudarlo en algo? —preguntó.

—¿Arakawa Shizuka? —respondió con otra pregunta. Su ceño estaba fruncido, su piel oscura lo hacía ver terriblemente amenazador, aunque su cabello rojo le quitaba un poco de seriedad al estar peinado tan extravagante, un mechón puntiagudo se levantaba en su frente como un enorme cono de seguridad.

—Lo siento, se equivocó de persona. Pero si me la describe puedo ayudarlo a encontrar... —.

—Sabemos como luce. Igual que usted. Venga conmigo. Y por favor, no traté de salir, estamos preparados para retenerla de ser necesario. Sígame —dijo, y comenzó a caminar a una de las pequeñas habitaciones privadas que tenía el local, generalmente ella no las atendía, evitaba a la gente que se encerraba para beber, nunca terminaba en algo bueno.

Se lo pensó mucho antes de seguirlo. Pero hacer un intento de escapar podría terminar por lastimar a sus compañeros o dejando en desgracia a su jefe. Los ninjas de Kumogakure no eran populares por su amabilidad, eran más fuertes que sensatos.

—Al menos podrá decirme quién se supone que veremos... —.

—A Raikage—sama. Pase— indicó el camino con la mano, abrió la puerta para ella y la cerró después de entrar.

Cuando escuchó que el Raikage de Kumogakure quería verla sintió algo de preocupación, pero un poco de alivió también. Ese hombre gigante había sido amigo de su padre y la trató con amabilidad el día que había expresado su futuro deseo de convertirse en un grato animal. Esperaba ver los ojos oscuros mirándola fijamente, así como la expresión sería y calmada que aquel gigante le había mostrado en su niñez, pero se equivocó.

Todos eran shinobis, por lo que podía ver, las bandas que portaban tenían la misma forma que el hombre cabeza de cono, aunque llevaban uniformes diferentes todos se veían similares.

—Me dijeron que Raikage—sama estaría aquí, pero no puedo verlo. ¿Podrían decirme de qué se trata esto? —preguntó, mirando a cada uno de los presentes. En el medio de la habitación, y rodeado por los shinobis, se encontraba un hombre de piel oscura, cabello rubio y ojos negros, portaba una capa blanca y la estaba mirando fijamente, tratando de reconocer algo que no podía ver bien.

—Yo soy A, el Raikage de Kumogakure —.

El hombre se puso de pie, y pudo creerlo. Era tan alto como recordaba al viejo gigante, aunque a la edad que tenía entonces cualquier persona parecía demasiado grande.

—Tú debes ser Arakawa Shizuka —. Cruzó los brazos sobre el pecho y le miro inquisitivamente de pies a cabeza, tratando de encajar la idea que tenía sobre la mujer frente a él.

—¿Cómo es posible que usted sea el Raikage? ¿Qué le pasó al viejo Raikage?—. Le sostuvo la mirada sin miedo cuando sus ojos chocaron. Aunque por dentro estaba nerviosa, no esperaba que alguien como el shinobi más fuerte de una aldea pudiera estar al servicio de un mediocre hombre como su tío, por lo tanto, otra razón debía traerlos a buscarla en ese lugar. Definitivamente tendría un buen equipo de rastreo. Había dejado el país hace más de un año y medio, se movió constantemente hasta que encontró la taberna en Yagakure, una aldea neutral.

—Mi padre murió cuatro meses atrás. Estoy aquí buscando a la hija de Arakawa Hisame, ¿Eres tú? —. No pudo evitar sorprenderse de que la joven lo mirara como si el mundo acabara de cambiar ante sus ojos, probablemente todo el tiempo que pasó huyendo no pensó en las cosas que quedaban detrás.

—Lo fui, pero ahora soy sólo una camarera. Si necesita más sake puedo ayudarlo, si quiere algo de comer puedo traérselo, pero si está buscando fantasmas no podré hacer nada por usted— terminó, le dedicó una reverencia y emprendió la salida.

—No se ve como un fantasma. Mi padre me habló de usted— dijo muy serio. —La niña panda de Arakawa. Quiero que hablemos, estoy seguro de que podrá ayudarme con eso. Arakawa—san —miró a los cuatro ninjas a su alrededor y les dio orden de que salieran, la cual cumplieron de inmediato. Quedaron a solas y ella parecía bastante consternada. Ella era como su padre la describió para él. Una joven insolente con una mente despierta.

—Le dije, que esa mujer a quien busca es un fantasma. Pero... ¿Qué asuntos tendría usted con un fantasma como ella? El viejo Raikage no tenía deuda alguna con ella o su familia —.

—No, no había deudas. Pero no podía seguir ignorando el hecho de que mi prometida trabaja como camarera y finge no ser quien es —.

Silencio.

Shizuka no estaba segura de si seguía respirando o su corazón, al igual que a su madre, se le había detenido sin darse cuenta. ¿Había dicho la palabra que creyó escuchar? No tenía sentido. Jamás le habían hablado de algún compromiso, aunque eso explicaría las extrañas preguntas que el viejo gigante la había hecho aquel día en su casa. Pero no podía ser, su padre no podría ser tan miserable en vida como para comprometerla con semejante hombre y no avisarle. O tal vez si lo había sido, verdaderamente nunca pareció preocuparse mucho por su hija, así que podría ser una posibilidad.

—¿Está ebrio?— preguntó mirándolo como si el hombre se hubiera transformado en un ser de otro planeta.

—No—. Bajó los brazos y tomó un pergamino que portaba entre sus ropas, lo extendió hacía ella y lo sostuvo los tres minutos que tardó la mujer en tomarlo.

El pergamino tenía algo de familiar en él. Los colores de su clan. El plata y el azul. Lo extendió y leyó como si no pudiera entender el idioma en que fue escrito, algunas oraciones tuvo que repasarlas más de una vez porque pensó se había olvidado de cómo leer. Ese hombre no mentía, y ese pergamino, con la letra de su padre, tampoco. Era una carta para el viejo Raikage, su padre aceptaba las condiciones para el matrimonio arreglado y esperaba una unión provechosa para Shimogakure y Kumogakure con la unión de su única hija y heredera con el hijo del Raikage.

—Bien —enrolló el pergamino y lo extendió de regreso a él. —No podemos esperar que se tome enserio la palabra de un alcohólico. No sería inteligente hacerlo —.

—No, definitivamente. Pero su padre y el mío estaban bastante cuerdos cuando hicieron este acuerdo— guardó nuevamente el pergamino en su ropa.—No estoy aquí para llevarla por la fuerza, si es que usted desea quedarse aquí. Trato de cumplir con la voluntad que mi padre me heredó. Por alguna extraña y, probablemente, equivocada idea, él pensó que usted sería una candidata ideal para ser mi esposa. Si usted desea continuar y aceptar el matrimonio, vendrá conmigo a Kumogakure, ahí celebraremos la unión y permanecerá a mi lado, igualmente la apoyaré en su reclamo de las tierras en Arakawa, así como una alianza entre La Central de Shimogakure con mi aldea —dijo y comenzó a caminar hacía la puerta, se detuvo antes de salir y la miró por última vez. —Escucharé su respuesta en tres días. Cualquiera que ésta sea. Buenas noches —. Salió, dejando tras de si a Shizuka, que miraba hacía el frente y la nada al mismo tiempo.

Luego de un momento la puerta se abrió de nuevo, era Momo, una de sus compañeras.

—¿Estás bien? ¿Te hizo algo ese hombre? Osamu-san está furioso, pero no pudimos hacer nada contra esos ninjas. ¿Te lastimó?— tocó el brazo de la chica y logró que la mirara.

—Estoy bien, no me lastimó. Sólo me recordó algunas cosas —.


Habría sido un día normal, aburrido y monótono, pero seguro. Sin embargo, no lo fue. Se convirtió en un desastre y ahora no podía ver una forma de regresar hasta el día anterior, ya se había cumplido la mitad del plazo y no tenía una respuesta que dar aparte de una negativa total. No podía confiar en esos ninjas, si decía que "no" podrían tomárselo nada bien y atacar el lugar, llevarla a la fuerza y pasar de ser una esposa a convertirse en una rehén política, que a nadie le serviría, e inevitablemente después sería un cadáver de hielo.

—¡Eh, Shizuka! ¿Estás aquí? —el chico pasó una mano arriba y abajo delante de su rostro, tratando de hacerla regresar del trance.

—Si, no... ¿Qué?— miró a la mesa y vio el partido de póquer que tenían, recordó que estaba en su departamento, en la noche semanal que usaban para jugar, junto a sus compañeros, ajenos a todo lo que tenía en su vida anterior.

—Es tu turno, ve o retírate, si es que no puedes seguir con una aplastante derrota... —sonrió con malicia mientras tentaba a la joven.

—Takeru, eres tú quien no puede ver su aplastante final —bajó las cartas de su mano boca abajo. —Me retiro —. Se levantó de la mesa y comenzó a caminar hacía afuera. Inmediatamente Takeru tomó las cartas y la miró con ojos grandes.

—¡¿Qué diablos?! ¡Tenías póquer! ¡Oye! ¡Ey! —gritó —¡Si vas a salir tráenos algo de mochi! —.

—Algo de moshi, como si tuviera tiempo de pasteles... —pensó mientras caminaba directo a la tienda donde los preparaban, apenas dos casas después de su departamento. Pidió algunos y espero a que los envolvieran, ese lugar siempre olía delicioso y era agradable. La señora que atendía era una anciana con un toque para la cocina que envidiaba, nunca pudo cocinar decentemente algo que no fuera un conejo o una serpiente, pero eso se le daba bien, matar, despellejar y cocer al fuego, era fácil y sabroso. Ese local se sentía tan caluroso, como si el clima exterior no significara nada.

—Gracias —.

Tomó la caja cuidadosamente envuelta, sus compañeros comían más de lo que podían en el día de póquer. Por la mañana tendría que mover a muchos ebrios con dolor de estomago. Al salir de la tienda caminaba sin prestar atención a su rumbo, aún sentía el calor del local, como si nunca hubiera salido de él, como si el calor fuera en aumento.

Caliente.

Al levantar la mirada no pudo ver nada más que el fuego intenso que salía de las ventanas del edificio, su edificio. Tenía que ser un error, apenas se había ido de ahí hace un momento. Soltó la caja que cargaba y corrió a toda prisa, saltó a la ventana y entró en el ardiente edificio, no podía ver nada y el humo le calaba en la nariz. Se cubrió el rostro con su blusa y trató de llegar al piso de arriba, solo para asegurarse que todos escaparon, o habría forma de que alguien se atorara pues la parte trasera tenía una escalera de servicio, debieron salir por ahí.

Pero no fue así. No pudieron escapar porque no pudieron moverse. Ya estaban muertos para cuando el fuego se desató. Sus cuerpos estaban cubiertos por kunais en todas partes, sus expresiones de dolor se iban perdiendo por el negro calcinado que las llamas dejaban. No hubo nadie a quien salvar. De pie en la puerta pudo evitar una de las vigas caer, la madera llena de combustible se estaba consumiendo velozmente. Reaccionó y pudo moverse, corrió al armario que tenía junto a la entrada y tomó la pequeña bolsa azul que había traído con ella hacía dos veranos atrás. Le dolían los ojos y respirar era casi imposible. Apenas tuvo el paquete en sus manos salió de ahí lo más rápido que pudo. Pero no tanto como para no darse cuenta del kunai en la pared contraria. Estaba clavado en la pared, sobre una hoja de papel. Las letras eran claras, incluso entre el humo y el calor. "Señor de hielo", escrito en color rojo vibrante. Un mensaje directo.

Salió del edificio, la calle era un caos completo, personas iban y venían con baldes de agua esperando poder controlar el incendio. De pronto unos shinobis aparecieron, los hombres de Kumogakure, se pusieron al frente tres de ellos y juntos lanzaron un suiton mizurappa que en pocos minutos terminó con el fuego. Shizuka estaba de pie mirándolo todo, aferrada al bolso que tenía en los brazos. Giró su rostro y pudo verlo, A, de pie detrás de sus subordinados, no parecía prestarle la menor atención a ella sino que estaba enfocado al incendio que perdía fuerza poco a poco.

—Acepto— dijo, mirándolo fijamente, en un tono bajo apenas audible para él, que la miró y estuvo a punto de decir algo cuando ella interrumpió —Seré tu esposa. Y después reclamaremos Arakawa. Es lo que dijiste—. Su mirada estaba puesta en el hombre, a quien apenas le llegaba a la altura del hombro.

—Si— devolvió su mirada, sospechando en su mente que el incendio y su respuesta estarían inevitablemente relacionados.—Eso será parte de mi trabajo como tu esposo. Es un compromiso —.

Ninguno de los dos habló después de eso, regresaron su atención al edificio ennegrecido, al casero que lloraba frente a los escombros calcinados del trabajo de su vida, a los shinobis que ayudaban con lo que podían en la búsqueda de cuerpos. No volverían hablar hasta una semana después, de camino a Kumogakure.


N/A: En una reunión sumamente profunda con mi musa, y de pensarlo bastante, tomé la decisión de hacer un ramake de este fic. Aplicaré algunos cambios a los capítulos y trataré de medir la cantidad de palabras para que no resulten en lecturas enormes. Anna, espero que no te desencantes y quieras seguir leyendo.
¡Nos vemos!