Sevilla, 1966
Nuestra historia comienza con una casa, pero no una cualquiera. Podemos ver como las gentes que frecuentan la calle en la que se encuentra cruzan a la acera de enfrente para no tener que pasar cerca de ella. Definitivamente, esta casa no es normal y por tanto, no pueden serlo quienes en ella habitan. Echemos un vistazo a su interior, a ver que encontramos...
- Nos vamos señorita Sango - dice apresuradamente una muchacha con uniforme de criada y una venda en la cabeza.
- ¡Pero que dices! ¿os vais así, sin motivo alguno? - responde una joven de unos diecisiete años mientras que acomoda un mechón de pelo que se ha escapado de su coleta de pelo castaño.
- Los motivos bien los sabéis, nos vamos corriendo - replica un señor vestido de chófer y con la pierna rota.
- Pues con esa pierna poco vas a correr, pero bueno, si no queréis quedaros no os retengo más, adiós.
Mientras que el chofer y la criada se van, Sango se acerca a una anciana en silla de ruedas que se encuentra en la sala de estar de la hermosa mansión.
- Ya se han ido abuela Kaede, y corriendo además, no sé que motivos pueden tener para irse con el trato tan bueno que se les ha dado tantos años...
- Si que lo sabes, Sango. Estuviste a un tris de irte cuando se te cayó encima la estantería el mes pasado...
- ¡Pero no lo hice!
- Porque eres una santa – dice la anciana- o una imbécil- rectifica- o puede que las dos cosas... Le huyen a esta casa y a la mala suerte que parece que no sale de ella.
- No es la casa, son las gafas esas tan raras que usted usa- dice Sango señalando las lentes de la anciana.
- ¡Y tanto que son raras!, me las mandó tallar mi pobre hermana Kikyo con dos aguamarinas que encontró en una de sus excavaciones en Egipto, pero no digas tonterías, ¿Qué pueden hacer unas gafas? Anda, trae el desayuno.
- Está bien abuela – Sango va a por el desayuno y cuando regresa a la sala sigue con la discusión – Pero yo estoy convencida de que son las gafas, cuando usted se las coloca y mira así como sabe mirar...
- ¿Cómo? ¿Así?- y apenas termina de hablar, mira a Sango con las gafas y a la pobre muchacha se le cae en el pie la jarra de leche que estaba sujetando- ¡Lo has hecho adrede para convencerme!
- ¡Que no abuela! ¡Es que me he quemado!- dice Sango mientras se lleva la mano quemada a la boca – ¿No podría usted tirar esas gafas malditas y comprarse unas nuevas?
- De ninguna manera, yo no cambio nada. Y ahora llévame hasta la máquina de escribir, voy a poner un anuncio en el periódico para ver si encuentro un chofer y una señorita de compañía que vengan conmigo a pelearme con mis parientes por la herencia de mi pobre hermana...
- Si abuela, a ver a que pobres desgraciados les toca caer en la trampa...
- Exagerada...
Dejemos a la buena de Sango con su abuelita y trasladémonos a otros parajes, mas concretamente a un museo paleontológico, donde una jovencita se encuentra tranquilamente sin saber lo que le depara el futuro...
- ¡Kagome! Ten cuidado con ese animalito que tiene varios millones de años- le dice un anciano a una joven de pelo azabache que se encuentra limpiándole el polvo con un plumero a uno de los muchos dinosaurios del museo.
- ¡Tranquilo, abuelo! Sé que es el menor de ellos, por eso lo mimo- Contesta ella con sarcasmo mientras sigue con su trabajo.
- Voy a ver si hay noticias de la agencia de viajes, a ver si han decidido ya donde nos van a mandar de vacaciones- dice el anciano mientras se retira.
Justo cuando sale el abuelo, un joven de ojos azules como el cielo, se cuela por una ventana con un magnetofón y Kagome empieza a cantar para que el la grabe mientras baila alegremente entre los fósiles del museo:
Mi tatatatata tatarabuela,
Barría su caverna,
Barría su caverna,
Cantando una canción…
Uuuuuu, uuuuuuuuu.
Y mi tatatatata tatarabuelo,
Cogiéndola del pelo,
Cogiéndola del pelo,
Su amor le declaro…
Juji, juja,
Yo tengo un diplodocus,
Que acabo se cazar,
Juji, juja,
Si no le tienes miedo,
Te llevo a pasear.
No quiero diplodocus,
Ni quiero pasear,
Si quieres ser mi novio,
Has de hablar con mi papa,
Has de hablar con mi papa.
Mi tatatatata tatarabuela,
Metiéndose en la cueva,
Metiéndose en la cueva,
Un ojo le guiño.
Uuuuuu, uuuuuuuuu.
Y mi tatatatata tatarabuelo,
Mordiendo una manzana,
Mordiendo una manzana,
De nuevo le grito...
Juji, juja
Yo tengo un diplodocus,
Que acabo se cazar,
Juji, juja,
Si subes enseguida,
Nos vamos a casar.
Y mi tatarabuela,
Muy pronto se subió,
Y fueron muy felices,
Y este cuento se acabó.
Y este cuento se acabó.
Y este cuento se acabó.
Al acabar la canción se acerca al joven del magnetofón, Kouga, un buen amigo suyo que trabaja en la radio.
- ¡Estupenda! Ya verán mis jefes que tenía yo razón cuando presente esta prueba en la radio – dice señalando el aparato.
- ¿Tú crees?- pregunta Kagome sin mucha emoción.
- Ya lo creo, cuando escuchen esto tú saltas.
- ¿Qué?
- ¡Que saltas a la fama! Te lo digo yo, que entiendo de esto- le responde él emocionado.
- El que vas a saltar vas a ser tú, pero por la ventana como mi abuelo te vea aquí dentro.
- ¡Bah! Romeo hacía lo mismo y se hizo famoso - dice Kouga restándole importancia
- Pero el no acosaba a las muchachas con micrófonos- le recuerda Kagome.
- Porque Julieta no sabía cantar, pero tú... ¡ay! Mi tatatatata tatarabuela...
- Anda, vete ya que vamos abrir y como es el último día esto se va a llenar de gente.
- ¿El museo va a cerrar?
- Durante un mes, y me iré de vacaciones con mis abuelos- responde Kagome con satisfacción.
- ¿Treinta días sin verte?- pregunta Kouga con exagerado dramatismo.
- Adiós, gracias...- dice ella rodando los ojos.
- Pero es que yo te quiero- le dice a la muchacha mientras sujeta una de sus manos.
- No es ninguna novedad- responde ella mientras aparta sus manos- Anda, Romeo, vete y cuando salgas, quitas la escalera de la ventana.
- Adiós, Kagome...
El bueno (y pesado) de Kouga se va por la ventana y entra en el museo un grupo de alumnos de la universidad con su profesor, que empieza a darles una charla sobre el porqué de llevar a los estudiantes del último curso de Filosofía a un museo paleontológico...
- Yo no aguanto esto- dice un joven de pelo negro y ojos azules mientras se aparta del grupo.
- Te dije que no viniéramos, Miroku - le contesta un joven ojidorado mientras saca un cigarrillo del bolsillo interior de su chaqueta.
- Ya lo sé, Inuyasha, pero el profesor después dice que soy más romántico que estudioso- responde el otro con fingida indignación – Voy a llamar a la Universidad a ver si ya se han publicado las notas.
El joven Miroku se acerca a la recepción, donde se encuentra con Kagome, que está supliendo a su abuelo mientras éste sigue peleando con la agencia de viajes.
- Disculpe, ¿Puedo hablar?- le pregunta a Kagome educadamente.
- ¿Y qué está haciendo ahora, rebuznar?- pregunta ella divertida por la pregunta.
- Me refiero a si puedo hablar por teléfono- le responde él con una sonrisa.
- Claro, aquí lo tiene – y ella lo deja hablando por teléfono mientras va a ver que tal va todo dentro del museo.
- Kagome echa un vistazo y se encuentra con Inuyasha fumando su cigarrillo como si estuviera paseando por el parque tranquilamente.
- ¡Oiga! ¡Aquí no se puede fumar!- Le dice llegando a su altura.
- ¿Ah, no? ¿Y cómo es que puedo yo?- pregunta él con chulería.
- Pues, o porque es un maleducado, o porque no sabe leer- le dice señalando un cartel donde pone claramente que no se fuma.
- Y a los que fuman... ¿Qué les hacen?- pregunta alzando una ceja, como retándola.
- Esto – contesta Kagome al tiempo que le quita el cigarrillo y lo rompe antes que tirarlo e irse enfadada por donde había llegado.
- ¡Khé!- es la única respuesta de Inuyasha mientras saca otro cigarrillo una vez se ha ido ella.
En ese momento vuelve Miroku no muy contento.
- ¿Qué tal?- pregunta Inuyasha encendiendo el cigarrillo.
- Tres para Septiembre... Tú todas aprobadas con Sobresaliente, menudo veraneo vas a pegarte – contesta apesadumbrado.
- No sé, primero tengo que ponerme en desacuerdo con mi padre.
- Será de acuerdo - le corrige Miroku.
- No, mi padre y yo nos llevamos la contraria: no quería que estudiara, pues estudié; no quería que saliera de México, pues a España. ¿Sabes lo que pasa Miroku?
- Qué eres masoquista.
- No, lo que pasa es que mi padre es rico, y yo aspiro a hacerme por mi propio esfuerzo.
- Lo que yo decía, eres masoquista...
Mientras tanto, los abuelos de Kagome se encuentran discutiendo en su casa, que está conectada con el museo, sobre cierto asunto que les preocupa...
- Tienes que decírselo – dice la abuela.
- ¿Y por qué no se lo dices tú? – responde el abuelo a la defensiva.
- Las cosas de familia te tocan a ti.
- Vamos a echarlo a cara o cruz – dice el abuelo lanzando una moneda al aire.
- ¡He dicho que te toca a ti! – dice la abuela a la vez que atrapa la moneda en el aire.
- ¡Claro, y encima te quedas con la moneda!
- Abuelo, ¿querías verme? – pregunta Kagome llegando a la cocina.
- Si, querida. Verás, es que habíamos pedido tres plazas en una residencia de verano para pasar las vacaciones y...
- Y solo nos han concedido dos – termina la abuela en lugar del abuelo – Lo siento mucho cariño, vas a tener que quedarte aquí.
- No te preocupes abuela, no pasa nada...
- Si quieres puedes quedarte con alguna amiga, así no tienes que pasar la noche con todos esos animalitos del museo – le sugiere el abuelo.
- No te preocupes, no me dan miedo, ya me he acostumbrado a ellos. Bueno, de día, de noche me gustan menos – contesta ella con una sonrisa fingida en el rostro, después de todo, no quiere amargarles las vacaciones a sus abuelos, además, así puede buscar algún trabajillo de verano y ganar algún dinero, ya veremos como se dan las cosas.
A Inuyasha las cosas parecen irle bastante mejor, está con Miroku, en la fiesta de graduación de su Universidad, a la que han ido después de la visita al museo, y se lo están pasando bastante bien. Inuyasha, que canta divinamente, está haciendo alarde de sus cualidades ante las chicas mientras que el resto del sector masculino, con la excepción de Miroku que está divirtiéndose de lo lindo junto a su amigo, intenta matarlo con las miradas de envidia que le dirigen, pero, piensa Inuyasha, ¿qué culpa tiene él? Solo está cantando y bailando con las chicas, si el resto de los chicos no se animan a hacer lo mismo es su problema.
Sé que alguna vez tendré un amor
Sé que me dará su corazón
Una chica formal
Una chica formal
Aunque no sea fácil
Yo la tengo encontrar
Aunque no sea fácil
Yo la tengo encontrar
Sé que alguna vez me ara feliz
Sé que llegara cerca de mí
Aunque no sea rica
Me tendré que conformar
Aunque no sea rica
Me tendré que conformar
Quiero que tenga un aire inteligente
Que tenga clase y vista bien
Que se distinga siempre entre la gente
Y que no sea
Y que no sea
Y que no sea
Muy ye-ye
Sé que alguna vez llamara
Sé que alguna vez me escuchara
Una chica formal
Una chica formal
Aunque no sea fácil
La tendré que enamorar
Aunque no sea fácil
La tendré que enamorar
Una chica formal
Una chica formal
Quiero que tenga un aire inteligente
Que tenga clase y vista bien
Que se distinga siempre entre la gente
Sé que alguna vez llamara
Sé que alguna vez me escuchara
Una chica formal
Una chica formal
Aunque no sea fácil
La tendré que enamorar
Aunque no sea fácil
La tendré que enamorar
Aunque no sea fácil
Aunque no sea fácil
Sé que pronto a de quererme una chica formal
Y al terminar la canción, Miroku se acerca a él, riendo a carcajadas por la brillante actuación, para entregarle una carta que acaba de llegar para él.
- Creo que es de tu padre – le dice al entregársela. Inuyasha abre la carta y frunce el ceño - ¿Malas noticias? – pregunta Miroku.
- Catastróficas – responde Inuyasha con tales arrugas en el ceño que ni con cirugía estética podrán arreglarse si sigue frunciéndolo mucho tiempo – Quiere que me valla a pasar los tres meses a México con él.
- No es para tanto, no te puedes quejar, tú padre nada en oro, vas a pasar las vacaciones como un rey.
- Si lo miras así puede, pero tres meses de guerra con mi hermano Sesshomaru, sin condecoraciones... No, no merece la pena, pero me ha dado un ultimátum: o voy o bloqueo colectivo – y se queda pensándolo un momento – pues me quedo – contesta con una sonrisa de suficiencia mientras que Miroku lo mira con esa expresión de "eres un caso perdido"
Kagome, por su parte, no ha dejado que la idea de no ir de vacaciones la deprima. Ha encontrado un artículo en un periódico "vacaciones en Canarias a cambio de acompañar a una señora de edad", y ahora se dirige a la casa donde se supone que vive la ancianita a la que deberá acompañar si la contratan. Cuál es nuestra sorpresa al descubrir que no es otra sino la casa de Kaede, aquella de la que la criada y el chófer habían salido pitando esa misma mañana.
- Hola, buenos días, me llamo Kagome – le dice Kagome a la buena de Sango, que es quien le ha abierto la puerta – Es aquí donde... – dice enseñando el anuncio del periódico.
- Si, es aquí, pase, yo soy Sango – le responde Sango con una sonrisa mientras abre más la puerta para que pase.
- Bueno, ¿qué es lo que voy a tener que hacer? – le pregunta a Sango.
- Lo que dice el anuncio, acompañar a una señora, mi abuela.
- ¿Es que no puede andar sola? – la pregunta le salió a Kagome sin pensar y en seguida se ruborizó.
- No, está impedida
- ¿Y por qué no la acompaña usted? – otra vez preguntando sin pensar...
- Lo haré más adelante, cuando vuelva de un viaje que tengo que hacer – respondie Sango, no sabe porque le da explicaciones, pero hay algo en el desparpajo natural de Kagome que le da confianza – espere aquí un momento, voy a buscar a mi abuela.
Sango se va a por la abuela a la sala de estar, desde donde se puede ver la entradita perfectamente sin ser vista. Kaede ha tenido una buena primera impresión de Kagome.
- ¿Qué te parece? – pregunta a su nieta.
- Un poco descarada, pero es bastante simpática – le dice Sango mientras mira en dirección a Kagome con una sonrisa.
Abuela y nieta se quedan observando a Kagome, que ha decidido sentarse en el banquito de la entradita, que está frente a una ventana. La joven se agacha para colocarse el lacito de sus zapatos justo en el momento en el que la ventana se abre, librándose por los pelos de un buen porrazo. Sango y la abuela se miran, sorprendidas ante la buena suerte de la muchacha, pues están acostumbradas a que en esa dichosa casa nadie escape a las desgracias. En eso que llaman a la puerta y Sango va a abrir, pero la anciana se lo impide, para ver cual es la reacción de Kagome, quien se levanta y abre la puerta. Ahora, podemos ver como entra en la casa rápidamente, huyendo del vendaval del exterior, cierto muchacho de cabello negro y ojos dorados que a Kagome no le es del todo desconocido, aunque eso no es algo que ella tenga intención de admitir...
- Hola, ¿es aquí donde...? – pregunta Inuyasha mientras enseña el periódico despreocupadamente.
- Sí, es aquí, pero yo he llegado primero – le dice Kagome en un tono algo cortante.
- ¡Khé! ¿usted va a conducir un coche? – pregunta él alzando la ceja con incredulidad.
- No es un coche, es una señora – le dice ella malhumorada.
- Pues, que yo sepa, las señoras no se conducen – contesta el con sorna.
- Ésta sí, que ya me he enterado – le dice Kagome mientras regresa al banquito donde estaba sentada y él se sienta en el de enfrente.
- Oye, ¿No nos hemos visto antes? – le pregunta mirándola, mientras se levanta con intención de acercarse.
- No, yo no lo he visto a usted en mi vida y no me gusta que me tuteen los desconocidos- le dice ella mientras se levanta y avanza hasta ponerse frente a él en el centro de la entradita.
- Pero yo no soy un desconocido, soy un joven que ha venido por este anuncio – le dice él señalando el periódico.
- ¡Anda, si hay dos anuncios! – dice ella mirando el periódico – éste es el mío, dice señalando el que está encima del de él.
- Bueno, ¿Qué hay que hacer?
- A mí me han dicho que espere.
- Bien, pues sentémonos – dice él mientras ambos vuelven a sus respectivos bancos para sentarse. Justo cuando se sientan, se cae la lámpara delante de ellos, en el lugar donde hablaban apenas unos segundos antes.
La abuela Kaede y Sango, observan la escena desde la salita asombradas de la suerte de los muchachos.
- ¡Contrátalos ahora mismo, a los dos! – dice la anciana con entusiasmo.
- Vale abuela, pero mantenga usted sus gafas, las raras esas de los faraones, bien escondida, no vaya a ser que acabe con la suerte de ese par.
- Tonterías, ellos son de buena estrella, tienen chispa – Kaede parece fuera de sí de gozo- este viaje va a ser mejor de lo que pensaba.
No sabe bien la abuela Kaede como va a acabar el dichoso viajecito que está por comenzar...
Hola, soy María! Bueno, soy nueva en esto y no se muy bien como va, se agradecen los consejos!
Un saludo
