Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenece.
1/25 --Números de capítulos respecto del total.
¡Hola a todos! Acá yo de nuevo con una nueva historia, y ¡Oh casualidad! otro ShikaIno :). La verdad es que cuando escribí Matices del sentir (donde puse algo de ShikaIno) me entusiasmé un poco con la pareja y quise intentarlo, haciendo un fic exclusívamente de ellos. De ahí salió Sentimientos Silentes, que de verdad me alegro haya gustado. Y ahora me volví adicta a la pareja, como suele pasarme con todo :P. Así que no paran de ocurrírseme ideas para hacer fics sobre esta pareja, no se si sean buenas o malas (eso lo dejo a criterio de ustedes) por eso escribí una segunda historia (Seis viernes de luna) y ahora esta. Realmente espero que les guste... ¡Ah! Para los que no saben yo actualizo todas las noches, sin excepción (si, ya se, disculpen el incidente del capítulo final de la historia anterior pero les prometo que no va a volver a pasar). Así que no los molesto más y los dejo leyendo. Desde ya gracias por leer y si tienen alguna duda, opinión, idea, comentario o crítica ya saben, no duden en hacérmelo saber. De verdad me importa su opinión. ¡Gracias a todos! ¡Nos vemos y besitos!
En el marco del dolor
I
"Claramente opuestos"
Caminaba con lentitud por las bulliciosas calles de Konoha, no iba a ningún lado. No tenía apuro ni destino fijo pues por suerte hoy era su día libre y no tenía demasiado que hacer, más que disfrutar de su libertad.
Acababa de salir del despacho de la Hokage. Había ido allí a dejar algunos papeles, nada importante sólo unos informes de la misión realizada el día anterior. Y en ese momento Tsunade le había dado la grata noticia, hoy sus servicios no eran requeridos. No había misiones ni entrenamientos. Hoy podría simplemente recostarse y contemplar las nubes. Algo que añoraba hacer demasiado y por culpa de su ajetreada vida no había tenido el tiempo ni la oportunidad de hacerlo. No había tenido un descanso en demasiado tiempo, ya había perdido la cuenta pero definitivamente su cuerpo lo resentía.
Y el día era ideal, definitivamente el clima acompañaba su estado de ánimo. No muy cálido ni frío, la temperatura era simplemente agradable. El cielo de un azul intenso maravillaba y sin embargo la presencia de pequeñas y espaciadas nubes blanquecinas hacían del cielo algo más dichoso de ver. Al menos para Shikamaru. Y es que aunque para algunos podría parecer trivial para el moreno era mucho más que simplemente mirar. Era su escape. Porque aunque su cuerpo no pudiera abandonar aquel agitado mundo al que estaba atado, al menos en aquellos efímeros instantes podía su mente liberarse completamente de preocupaciones. Podía al menos por momentos, ser libre y despreocupado. Podía ser lo él quisiera, sin rendirle cuentas a nadie.
Entonces una voz familiar lo sacó de sus cavilaciones y se vio forzado a levantar la mirada.
—¡Hola Shikamaru! —saludó el alegre muchacho frente a él. Shikamaru sonrió.
—Hola Chouji.
La verdad es que hacía demasiado que no lo veía, demasiado tiempo había pasado desde su último encuentro. Rara vez tenían oportunidad de hablar como lo estaban haciendo. Desde que Shikamaru se había hecho Jounin el equipo 10 prácticamente se había desintegrado y sólo en contadas ocasiones tenían la posibilidad de pasar el tiempo como solían hacerlo cuando tenían 12.
—¿Vas a una misión? —preguntó el Akimichi ya familiarizado con la agitada vida que su amigo llevaba. Y aunque le entristecía tener tan poco tiempo para compartir con él, estaba realmente orgulloso del Nara.
—No, hoy no tengo misiones —respondió en tono despreocupado—. ¿Tú Chouji?
—No —sonrió. Ambos lo sabían, no necesitaban decirlo y es que después de casi nueve años de amistad las palabras sobraban. Aún ahora, a sus 17 años de edad (Chouji ya tenía sus 18) ambos sabían a donde dirigirse sin siquiera mencionarlo.
Por lo que empezaron a caminar, conversando tranquilamente sobre misiones y entrenamientos. De vez en cuando algún que otro recuerdo de niñez escapaba al pasado y las anécdotas eran interminables. Tenía que admitirlo, realmente extrañaba a su amigo. Entonces al pasar por la tienda de flores Yamanaka recordó a Ino, la tercera integrante del equipo 10. La única kunoichi en su grupo y sin duda la más problemática. Las cosas con ella habían sido diferentes. Desde que la conoció supo que era una mujer problemática, ya desde la academia. Siempre diciéndole a todo mundo que hacer, siempre gritando. Le había quedado claro a Shikamaru que él no era del agrado de ella, no que le importara. Pero la muchacha siempre se había asegurado de fastidiarlo con lo que ella decía eran sus defectos, siempre diciéndole que jamás sería popular. No que a él le interesara tampoco. Y es que las prioridades de ambos siempre habían sido muy diferentes. A Ino sólo le había importado su imagen y lo que los demás pesaran de ella. Siempre queriendo ser el centro de atención; sobre todo de Sasuke (primero y luego Sai). En cambio él pretendía ser al mundo lo más invisible posible, no le interesaba el reconocimiento de otros. Se conformaba con las pequeñas cosas de la vida; sus amigos y contemplar las nubes. Y procuraba a toda costa evitar situaciones problemáticas. A diferencia de ella que nunca sabía lo que realmente quería, Shikamaru siempre había sido conciente de sus metas en la vida. En fin, siempre habían sido claramente opuestos.
Y sin embargo el destino los unió bajo un mismo equipo; el equipo 10. Con Asuma de sensei.
Shikamaru tenía que admitirlo, al principio había sido un constante sufrimiento permanecer junto a ella. Los primeros días de entrenamiento habían sido los peores y de lo único que se quejaba la rubia era de su infortunio en lo que refería a la selección de equipos. Inclusive aún recordaba algunas frases como "¿Por qué ella y yo no?" o "¿Qué hice yo para merecer un equipo como éste?" o inclusive "Sakura no merece estar en el equipo de Sasuke, yo sí". Obviamente tanto él como Chouji habían decido ignorarla.
Luego las cosas fueron cambiando, al menos ya no discutían tanto. Todo había mejorado "por así decirlo". Hasta que pasó aquello, Asuma murió y Shikamaru se sintió vacío. Los tres se sintieron devastados y ese dolor que sentían y odio mutuo hacia Hidan (asesino de su sensei) los unió bajo un mismo objetivo; la venganza.
Pero aún así, a pesar de todo lo que habían pasado, a pesar de que Shikamaru sabía que Ino de cierta forma lo apreciaba, nunca habían llegado a ser verdaderos amigos. No al menos como lo era con Chouji. Quizá se debiera a que ella era mujer; eso era lo que él se decía.
—Problemática —exclamó en voz alta sin notarlo, todas las mujeres lo eran. A pesar de su inteligencia y capacidad de comprensión jamás podría entenderlas. Chouji sonrió, sabía a que se refería su amigo.
—¿Vamos a ver si está en la tienda? —Shikamaru lo miró extrañado.
—¿Por qué haríamos algo tan problemático? —el Akimichi seguía sonriendo.
—Porque hace mucho que no estamos todos juntos —tenía que admitirlo, era verdad.
—Bien —asintió el moreno sabiendo que probablemente luego se arrepentiría.
Entonces ya decididos empezaron a caminar hacia el local, una vez en la puerta entraron para sentirse rápidamente invadidos por un agradable y fresco aroma floral.
Desde el mostrador una joven muchacha rubia sonreía e inmediatamente al reconocerlos corrió hacia ambos a abrazarlos.
—Ino —exclamó Chouji sofocado, la muchacha los estaba apretando con demasiadas fuerzas.
—Nos asfixias —repuso el moreno en tono monótono. Había olvidado esa característica de ella. Ino siempre había sido muy demostrativa en lo que respectaba a sus sentimientos. De hecho nunca pareció tener demasiado control sobre sus emociones (cosa que a veces resultaba muy peligrosa).
—¡Oh! —dijo ella risueña, riendo suavemente mientras lentamente se soltaba de ambos muchachos—. Es que hace mucho que no los veía. Sobre todo a ti —señaló refiriéndose al Nara. El muchacho simplemente se encogió de hombros.
—¿Estás ayudando en la tienda? —preguntó el Akimichi. La chica asintió levemente con la cabeza.
—Como mi papá está en una misión mi mamá necesitaba ayuda así que me pidió que me encargara de la tienda. Tengo entendido que tu papá —dijo refiriéndose al Akimichi— y el tuyo —mirando ahora a Shikamaru— también están en esa misión.
—Cierto, los tres solían ser un equipo —dijo Chouji. A Shikamaru la conversación simplemente le aburría.
—Por suerte regresan esta noche —admitió ella mientras volvía detrás del mostrador a regar algunas plantas—. No es nada divertido estar aquí, por más que me gusten las flores. En verdad preferiría estar haciendo cualquier otra cosa.
—Entiendo —dijo el joven robusto. El moreno seguía con la mirada perdida contemplando las distintas flores del lugar. Realmente daban al ambiente un aire alegre y festivo. Además de que el agradable aroma relajaba.
—¿Vamos Chouji? —dijo de pronto recordando hacia donde se dirigían. El Akimichi se giró a él y asintió.
—¿Ya se van? —preguntó decepcionada. Ambos asintieron levemente con la cabeza y la muchacha suspiró—. Bien ¡Adiós! —exclamó algo molesta. Simplemente estaba aburrida y ellos habían sido por un momento su única esperanza. La cual ahora se desvanecía.
—No te enfades Ino —dijo con voz suave Chouji, la rubia seguía con el seño fruncido.
—¡Adiós! —volvió a repetir sin dejar de arreglar un ramo de flores. Sin siquiera mirarlos. Ambos jóvenes se rindieron, sabían que sólo era uno de sus berrinches caprichosos. Sólo un enfado sin importancia, pronto lo olvidaría.
—¡Qué problemática! —exclamó, ambos volvieron a despedirse aunque ella una vez más los ignoró y se marcharon.
Una vez fuera de la tienda sintieron la suave brisa azotar sus rostros. Realmente era relajante, sentir el viento acariciarlos sin tener que preocuparse por nada en absoluto. Sin tener que pensar en misiones o batallas. Simplemente despreocupados, pudiendo ser quienes quisieran.
Empezaron a caminar a paso lento, sus pies los guiaban solos. Continuaron hablando y recordando sus días de Genin. Cuando solo tenían 12 y aún eran inocentes.
Pronto llegaron a aquel lugar, a aquella azotea donde todo había empezado. Irónica la vida que siempre nos regresa al inicio de todo. Y aquel lugar era su pequeño escondite.
Subieron las escaleras, no tenían apuro. No importaba a donde fueran siempre que pudieran disfrutar de ese momento.
Una vez allí se recostaron en la banca de madera que se ubicaba en el medio y ambos se dispusieron a contemplar el cielo. Tan vasto y silencioso, mientras que las nubes vagaban tan libres y apáticas. Era tan relajante, la sensación tan librante. Simplemente el más mundano de los placeres. Pronto todo desapareció, el mundo, los problemas, la aldea, los ruidos. Sintieron la tensión desaparecer en sus cuerpos y poco a poco cayeron ambos en un profundo sueño. Al cabo de unas horas Shikamaru despertó.
—¿Qué hora es? —se preguntó contemplando el inmenso cielo negro, salpicado de pequeños destellos de plata y una inmensa luna de bronce. Sin duda una noche estrellada—. ¿Chouji? —preguntó girándose hacia el muchacho que roncaba sonoramente y de vez en cuando murmuraba palabras inentendibles. Se dejó reposar un rato más y luego volvió a insistir. Esta vez el Akimichi respondió enseguida.
—Nos quedamos dormidos —el Nara asintió.
—Y seguramente ya debe ser tarde —opinó el moreno aún intentando salir de su estado de absoluta soñolencia. Sin duda la pereza se había adueñado de él. De pronto recordó nervioso a su madre—. Si no regreso mi mamá me gritará hasta lastimarme los oídos.
Chouji rió ante el comentario de su amigo pues conocía muy bien a la señora Nara y su particular carácter. Se podría decir que era tan mandona como Ino o inclusive más.
—Y yo tengo hambre —admitió Chouji sintiendo su estómago retorcerse en demanda de alimento. Shikamaru sonrió, ambos se pusieron de pié, bajaron la escalera y ya en la entrada de edificio se despidieron.
Así, cuando Chouji desapareció de vista emprendió su camino de regreso a casa. Aunque sabía que su mamá lo regañaría no se apresuró, no tenía motivación para llegar pronto.
Era notorio el cambio de temperatura, la agradable calidez de la tarde había desaparecido detrás del horizonte junto a un enrojecido sol y ahora el frío de la noche azotaba sin piedad contra la piel expuesta del Nara. Pronto empezó a tiritar, realmente empezaba a enfriar. Tanto que su aliento se estaba gasificando y formaba pequeñas nubes de vapor al salir entre sus labios. Pero no se detuvo.
Caminó unos minutos más, vagando por las ahora vacías calles de la aldea. Era increíble como aquel lugar de día podía ser tan ruidoso y de noche el más tranquilo de los rincones. Pronto el frío se hizo insoportable y decidió que lo mejor sería regresar. Después de todo no había nada interesante que hacer y vagar ya no le atraía tanto. No con aquellas condiciones climáticas.
—¿Mamá? ¿Papá? —preguntó mientras entreabría la puerta, extrañado de oír silencio. Se imaginaba que debido al regreso de su padre, su madre estaría gritándole a Shikaku que se bañara antes de comer. Pues siempre era así, él regresaba agotado y hambriento y aún así Yoshino lo obligaba a higienizarse antes de poder alimentarse. Lo cual era lógico pero aún así Shikamaru pensaba que los gritos eran realmente innecesarios.
Dio unos pasos más y tras encontrarse completamente en el interior cerró la puerta tras él, le puso llave como siempre lo hacía. Colgó su chaleco en un gancho junto a la puerta y continuó por el delgado pasillo que llevaba a la cocina, pasando por la escalera a la izquierda y la puerta del baño a la derecha. En la pared algunos cuadros familiares, unos en los que se veían los tres. Otros en los que estaban sólo sus padres y uno en el que se veía el quipo de su padre (Shikaku, Inoichi y Choza).
—¿Mamá? —volvió a preguntar, la cocina estaba tenuemente iluminada por apenas una de las luces encendidas. Entonces la notó, su madre se encontraba en una de las esquinas, junto a la heladera, hablando por teléfono— ¿Mamá?
Entonces ella se volteó a verlo y por su expresión supo que algo no andaba bien. Delgadas hebras de agua salada caían por sus mejillas, su mirada dolida.
—Shikamaru… —exclamó en un hilo de voz, sus delgados dedos aflojaron el agarre alrededor del teléfono y el tubo cayó al suelo colapsando inmediatamente. Haciéndose añicos al instante. Aún se oía una voz distante que llamaba el nombre de su madre: "¿Yoshino?" "¡¿Yoshino?!". Más Shikamaru no le hizo caso y corrió hacia la delgada figura de la mujer ahora arrodillada en el piso recogiendo nerviosamente los fragmentos del aparato destrozado. Sus manos temblaban.
—¡Mamá! ¿Qué pasó?
Sí, sabía que algo malo pasaba. No necesitaba ser un genio para saberlo. La señal era obvia, pues su madre nunca lloraba.
