Hola, no suelo escribir en este tema, digamos que soy nueva en el tema de X-
Men, suelo escribir sobre Harry Potter. Aunque me ha quedado algo tristón,
a lo largo lo intentare hacer más divertido.
Por favor, dejadme reviws diciendo lo que pensáis. Me interesa vuestra opinión. Ahhh... los nombres los he sacado de la nueva serie de TVE, "Paco y Veva" es que me sonaban bien.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Un ultimo grito de agonía y cerró los ojos.
Así terminaban dos meses de sufrimiento y preocupación... claro esta que para el tío Alfredo y para los doctores. A ellos no les preocupaba mucho la muerte del viejo.
"Qué malas personas", pensareis, pero hay que tener en cuenta que tío Alfredo nunca fue un santo. Siempre estaba allí cuando se le necesitaba... estar, estaba... pero puteando.
Se tuvieron que trasladar a la vieja mansión de Granada cuando Mario García y su esposa Carmen, murieron en ese trágico accidente de coche. Tío Alfredo los acogió, pero sin el cariño y el amor que espera en un hogar nuevo... en una familia rota. Ellos solo tenían 11 y 9 años.
Los niños tuvieron, desde el principio, que aprender a cuidarse solos. Las institutrices eran unas estiradas repipis y con el tío no se podía contar. Así que cuando aparecieron "esas-cosas", solo pudieron hacer lo de siempre. Hacer de tripas corazón y tirar pa´ alante.
Todo fue muy rápido. Le enterraron al día siguiente en el mausoleo de la familia, lo único malo fue el velatorio. Mucha gente de la alta sociedad se presentaban ante ellos y con sus mejores sonrisas falsas les daban el pésame. Hipócritas. Al acabar el entierro, se apareció el abogado del tío, Jesús Mariñas.
- Lamento mucho la muerte de vuestro tío abuelo...
- Bueno, al fin alguien que lo dice sintiéndolo de verdad.- Jesús se volvió para mirar al joven. Tenía ya dieciséis años, pelo rubio y ojos azules. La piel del joven era morena y tenía el cuerpo atlético y bien desarrollado.
- Querrás decir que lo sentirá su cartera- suspirando, el abogado se volvió a su derecha, para ver sentada a una joven de catorce años, pelo negro, largo y rizado, que liso, fácilmente la llegaba a la cintura. De ojos negros, delgada y como su hermano, piel morena, pero eso solo era por el tiempo que pasaba esquiando en Sierra Nevada- ya que su cliente principal no le estará sacando los trapos sucios.
- Mejor pasare a leer el testamento.- Estos dos le ponían nervioso, mucho se quejaban de su tío, pero ambos eran clavaditos a él, el chico en el aspecto y la niña en sus inteligentes salidas.
"Yo, Alfredo García Serrano dejo a mis sobrinos toda mi fortuna. En ello, claro esta, incluyo, las casas, el dinero, las empresas, acciones, etc..."
- Vamos bien- susurro la chica.
"A cambió, solo pido, que acaben sus estudios en los lugares que abajo impongo, y con los tutores que yo he elegido. Supongo que a ninguno de mis sobrinos les importara separarse".
- ¿Eso es todo?- el chico rompió el silencio a la vez que un rayo iluminaba la sala.
- Eso es todo. Solo os que da firmar.
Los dos jóvenes se miraron sin romper el silencio. Tras tantos años de estar solos, habían aprendido a leerse la cara y los ojos.
Cansado, él se puso de pies e hizo un brusco movimiento con la mano.
Todo se paro.
Se acercó a la chica, que solo pudo ponerse de pies y con toda su rabia acumulada, estrellar un jarrón en la pared.
- ¿Qué hacemos?
- Supongo que lo de siempre. ¿Con quién te toca ir?- El chico se acercó a la hoja de papel que tenía Jesús cogida en la mano y leyó por encima:
- Un tal Charles Xavier.
- No me suena.
- Ni a mí.- Con un movimiento de cabeza, la chica comprendió que su hermano quería que se sentara para descongelar la sala. Y así lo hizo.
- Bueno, chicos, firmar.
Primero lo hizo el joven, que con una buena caligrafía puso "Francisco Javier García Pérez", la chica cogió el boli que su hermano había dejado caer, y con una mejor caligrafía, firmó "Genoveva García Pérez".
Pasaron la tarde haciendo maletas y recogiendo sus cosas. Y cuando el sol salió ambos se despidieron.
- Adiós Veva.
- Adeu Paco.
Por favor, dejadme reviws diciendo lo que pensáis. Me interesa vuestra opinión. Ahhh... los nombres los he sacado de la nueva serie de TVE, "Paco y Veva" es que me sonaban bien.
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Un ultimo grito de agonía y cerró los ojos.
Así terminaban dos meses de sufrimiento y preocupación... claro esta que para el tío Alfredo y para los doctores. A ellos no les preocupaba mucho la muerte del viejo.
"Qué malas personas", pensareis, pero hay que tener en cuenta que tío Alfredo nunca fue un santo. Siempre estaba allí cuando se le necesitaba... estar, estaba... pero puteando.
Se tuvieron que trasladar a la vieja mansión de Granada cuando Mario García y su esposa Carmen, murieron en ese trágico accidente de coche. Tío Alfredo los acogió, pero sin el cariño y el amor que espera en un hogar nuevo... en una familia rota. Ellos solo tenían 11 y 9 años.
Los niños tuvieron, desde el principio, que aprender a cuidarse solos. Las institutrices eran unas estiradas repipis y con el tío no se podía contar. Así que cuando aparecieron "esas-cosas", solo pudieron hacer lo de siempre. Hacer de tripas corazón y tirar pa´ alante.
Todo fue muy rápido. Le enterraron al día siguiente en el mausoleo de la familia, lo único malo fue el velatorio. Mucha gente de la alta sociedad se presentaban ante ellos y con sus mejores sonrisas falsas les daban el pésame. Hipócritas. Al acabar el entierro, se apareció el abogado del tío, Jesús Mariñas.
- Lamento mucho la muerte de vuestro tío abuelo...
- Bueno, al fin alguien que lo dice sintiéndolo de verdad.- Jesús se volvió para mirar al joven. Tenía ya dieciséis años, pelo rubio y ojos azules. La piel del joven era morena y tenía el cuerpo atlético y bien desarrollado.
- Querrás decir que lo sentirá su cartera- suspirando, el abogado se volvió a su derecha, para ver sentada a una joven de catorce años, pelo negro, largo y rizado, que liso, fácilmente la llegaba a la cintura. De ojos negros, delgada y como su hermano, piel morena, pero eso solo era por el tiempo que pasaba esquiando en Sierra Nevada- ya que su cliente principal no le estará sacando los trapos sucios.
- Mejor pasare a leer el testamento.- Estos dos le ponían nervioso, mucho se quejaban de su tío, pero ambos eran clavaditos a él, el chico en el aspecto y la niña en sus inteligentes salidas.
"Yo, Alfredo García Serrano dejo a mis sobrinos toda mi fortuna. En ello, claro esta, incluyo, las casas, el dinero, las empresas, acciones, etc..."
- Vamos bien- susurro la chica.
"A cambió, solo pido, que acaben sus estudios en los lugares que abajo impongo, y con los tutores que yo he elegido. Supongo que a ninguno de mis sobrinos les importara separarse".
- ¿Eso es todo?- el chico rompió el silencio a la vez que un rayo iluminaba la sala.
- Eso es todo. Solo os que da firmar.
Los dos jóvenes se miraron sin romper el silencio. Tras tantos años de estar solos, habían aprendido a leerse la cara y los ojos.
Cansado, él se puso de pies e hizo un brusco movimiento con la mano.
Todo se paro.
Se acercó a la chica, que solo pudo ponerse de pies y con toda su rabia acumulada, estrellar un jarrón en la pared.
- ¿Qué hacemos?
- Supongo que lo de siempre. ¿Con quién te toca ir?- El chico se acercó a la hoja de papel que tenía Jesús cogida en la mano y leyó por encima:
- Un tal Charles Xavier.
- No me suena.
- Ni a mí.- Con un movimiento de cabeza, la chica comprendió que su hermano quería que se sentara para descongelar la sala. Y así lo hizo.
- Bueno, chicos, firmar.
Primero lo hizo el joven, que con una buena caligrafía puso "Francisco Javier García Pérez", la chica cogió el boli que su hermano había dejado caer, y con una mejor caligrafía, firmó "Genoveva García Pérez".
Pasaron la tarde haciendo maletas y recogiendo sus cosas. Y cuando el sol salió ambos se despidieron.
- Adiós Veva.
- Adeu Paco.
