Yo luché contra este Fic en El Estruendo Tierra VII, del Foro ¡El Cometa de Sozin! Y ATLA no me pertenece. Menos mal XD
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- Tú, yo, y Appa. Somos todo lo que queda de este lugar – dijo Aang a Momo, que estaba sentado sobre su hombro, mientras contemplaba la silueta imponente del Templo Aire del Sur por la última vez. Tenemos que quedarnos juntos.
Sokka casi, casi sintió compasión por el joven Avatar. Casi. Pero estaba demasiado ocupado, devorando un melocotón lunar, para pensar en otra cosa que en rellenar su pobre estómago.
- Katara, Sokka – dijo Aang, acercándose. ¡Saluden al nuevo miembro de nuestra familia!
- ¿Cómo lo quieres llamar? – preguntó Katara, sonriendo.
De repente, el lémur saltó del hombro de Aang para robar el melocotón de Sokka, y ponerse a comerlo tan contento. Sokka se quedó con la boca abierta, sorprendido, mientras Aang y Katara estallaban en carcajadas.
"Ese sucio ladrón…" pensó Sokka, enfadado. "¡Ya verá cómo acabará en mi plato algún día! ¡Esto se pagará!"
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- Debe haber una manera de salir de aquí – declaró Katara, dispuesta a revisar cada rincón de la cámara donde el rey de Omashu les había hecho encerrar.
- ¡El sistema de ventilación! – exclamó de repente Aang, apuntando a un abertura circular en la pared.
- ¡Si crees que podemos pasar por ahí, eres más chiflado que ese rey! – repuso Sokka, algo irritado por la situación en la cual se encontraban.
- Nosotros no: ¡pero Momo sí que puede! – contestó el Avatar con una gran sonrisa.
Momo, sin embargo, estaba echado en una de las camas, con la barriga tan llena que parecía a punto de reventar. ¡Ya ni siquiera podía acabar la manzana que había conseguido llevarse!
- ¡Momo! – dijo Aang, acercándose al animal. ¡Necesito que encuentres a Appa y que nos hagas salir de aquí!
El lémur le miró con ojos redondos, y Sokka suspiró. Como de costumbre, Aang se dejaba cegar por su optimismo beato de monjito, elevado lejos de las realidades de ese triste mundo, y no realizaba que Momo era tan solo un animal, incapaz de concebir planes más allá de cómo rellenar su maldito estómago. "Bueno" pensó Sokka "quizás tengamos eso en común…"
Pero Aang siguió con su idea, y trató de empujar a Momo por la abertura, sin éxito. Viendo como el lémur quedaba atascado, Sokka suspiró otra vez. "Tú sigas engordando, amigo, que más tendré yo que comer en el futuro…"
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- ¡Estoy seguro que está ahí, Katara! ¡Por favor! ¡Mira otra vez! – suplicó Sokka.
- Sokka, ya he mirado, y te digo que no tienes ninguna verruga en el fondo de la garganta… - suspiró Katara, fastidiada.
- ¡Pero la puedo sentir! – protestó Sokka.
Viendo a Aang riéndose a su costa, Sokka echó humo por las orejas.
- ¡Y tú! ¿Qué fue esa idea estúpida de hacernos chupar ranas? ¡Ranas, Aang! ¿En serio? – bramó el joven de la Tribu Agua.
- ¡Pero la vieja curandera me dijo que…! – empezó Aang, tratando de defenderse.
- ¡Ya basta! – les cortó Katara, exasperada. Me gustó tan poco como tú el despertarme con una rana en la boca, Sokka. Pero los dos necesitábamos agua, y por lo menos el hecho de chupar algo sació nuestra sed. Pedí varias veces a Momo que nos trajera agua, pero no me entendía, el pobrecito…
Sokka mandó una mirada asesina al lémur. "Pobrecito, sí. ¡Vaya animal inútil! ¿Cuándo entenderán los demás que Momo está hecho de carne, y que la carne se come? ¡Maldita sea!"
~~~4~~~
Hacía dos días que volaban, buscando en vano a la Tribu Agua del Norte. Todo el mundo estaba agotado, incluido Appa, a juzgar por la manera en que flotaba a ni siquiera un metro del agua.
- No quiero quejarme, pero… ¿Podría Appa volar un poco más alto? – pidió Sokka, tras recibir una salpicadura en la cara por la enésima vez.
- ¡Tengo una idea! – dijo Aang, dándose la vuelta. ¿Por qué no subimos todos a tu espalda y tú nos llevas volando hasta el Polo Norte?
- Sería un placer – contestó Sokka, sarcástico. ¡Súbanse todos! ¡Sokka está listo para el despegue!
El joven de la Tribu Agua del Sur no se esperaba a que alguien realmente subiera a su espalda, y se sobresaltó cuando de repente sintió un peso entre sus omóplatos, antes de darse cuenta de que sólo se trataba de Momo. Sokka se dio la vuelta y agarró al lémur, bien decidido a estrangularle mientras nadie le estaba mirando, pero Katara giró la cabeza hacía él y el joven guerrero tuvo que fingir la más perfecta inocencia, yendo hasta acariciar el lomo del animalucho. "Sólo es una cuestión de tiempo, amigo… ¡Pero te juro que algún día acabarás en mi estómago!"
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Había sido un choque volver a Omashu y encontrar a la ciudad a manos de la Nación del Fuego. Por lo menos, y aunque Aang no había encontrado rastro del rey Bumi, el resto de la población había podido escapar gracias al plan del Gaang.
- Tenemos un problema – les dijo un ex-soldado de Omashu, acercándose. Acabamos de hacer un recuento.
- ¡Oh, no! – exclamó Katara con inquietud. ¿Falta a alguien?
- No… Más bien tenemos un extra.
El soldado apuntó en una dirección, donde Momo trataba de librarse del abrazo de un bebé. Un bebé de la Nación del Fuego, a juzgar por su vestimenta.
- ¡Momo! ¿De dónde sacaste a ese crio? ¡Ponlo donde lo encontraste! – ordenó Sokka, con una severidad fingida.
En realidad, casi se meaba encima del susto. ¿Qué iban a hacer con un bebé? ¡Además, de la Nación del Fuego! ¿Y si los soldados del Fuego se daban cuenta y creían que habían raptado al crio, o algo del estilo?
- ¡Sokka! – le regañó Katara, agachándose para coger a la criatura en brazos. ¡Ya ves que sólo es un bebé! ¡Y estamos a mitad de la noche! Cuidaremos de él hasta mañana, y le devolveremos a sus padres una vez de día. ¡Deben de estar preocupadísimos!
- ¡Eso digo! ¡Mejor se lo devolvemos ahora mismo! Podríamos mandarle volando por encima de las murallas, o algo… - propuso Sokka, arrancándole al niño.
Enseguida, un olor horrible asaltó su nariz. ¡Qué asco! ¿Eso era…?
- No seas ridículo, Sokka – dijo Katara, cruzándose de brazos con un aire divertido. Y ahora que lo tienes tú, ¿qué tal le cambias los pañales?
"Todo eso es culpa de Momo…" masculló Sokka, alejándose con el niño. "¡Algún día lo despellejaré!"
~~~6~~~
- ¿En qué estaba pensando? ¡No necesito a un nuevo bolso! – se quejó Sokka. ¿Por qué me dejaste comprar eso?
Dejando a su hermana correr detrás de los dos chicos que habían hablado de Estruendo Tierra VI, un torneo de Tierra Control subterráneo, para tratar de sonsacarles más informaciones, Sokka le extendió el bolso a Aang. Se sentía culpable por haber gastado tanto dinero en una cosa innecesaria, y sólo quería que el joven Avatar le tranquilice y le diga que se había merecido un pequeño placer de vez en cuando, por todo el duro labor que llevaba a cabo cada día. O que el bolso ponía de relieve el azul de sus ojos, aunque el bolso era verde, y no ponía de relieve a nada excepto su maldita adicción al shopping… ¡Oh, bueno! ¡Sólo quería que Aang le diga cualquier cosa para confortarle! Pero el Avatar se quedó mudo, y ni siquiera hizo un gesto para tomar la alforja. Sokka acabó tirándola al suelo, sintiéndose aún más culpable por haber cedido a la tentación.
Momo, sin embargo, aprovechó el movimiento para tirarse al bolso y ponerse cómodo dentro. "Oh, amigo, ¿acaso crees que voy a cargarte todo el día? ¡Sabes volar, maldita sea! Vaya animal más vago… Tienes suerte de ser la ración de emergencia, y que de momento no estoy particularmente hambriento, ni estamos perdidos sin alimentos en medio de la nada. ¡Pero ya verás algún día! ¡Que yo te espero!"
~~~7~~~
Sokka sólo deseaba una cosa: dormir. Dormir, dormir, ¡dormir! ¿No era demasiado pedir, verdad? Pero esta noche, todo se ligaba contra él para impedirle alcanzar el mundo maravilloso y algodonoso de los sueños. Primero, esa extraña máquina… cosa… lo que sea, les estaba persiguiendo, y ya les había obligado dos veces a huir. ¡Y además, Toph y Katara no paraban de pelearse! En serio, ¿existía alguna conspiración universal para Impedir-Que-Sokka-Duerma, o algo?
- Bueno. Quienquiera que esté persiguiéndonos, no hay manera que nos haya seguido hasta aquí – declaró, intento en acallar el sinfín de conversaciones. Ahora, ¿podría todo el mundo… SSSHHHHHH?
Con eso, se hundió con deleite en el calorcito de su saco de dormir, bien decidido a que nada o nadie consiguiera sacarle de ahí. Claro, no había contado con Momo, que saltó sobre su barriga y empezó a cotorrear.
- No, Momo… Shhhht – suspiró Sokka. Es hora de dormir.
"Y si continuas, acabarás asadito en mi boquita…" añadió para sí mismo. El lémur, lejos de prestarle atención, saltó de lleno en su cara. "¡Ya está! ¡Ahora lo deshueso!" Apoyándose en los codos para gritarle al animal, Sokka vio que Momo estaba al límite de la terraza natural donde se habían instalado para la noche, y que estaba emitiendo sonidos más agudos cada vez, agitándose mucho.
- Ooh, no me digas que… - se lamentó el joven guerrero de la Tribu Agua.
- ¡Es imposible! – exclamó Aang. ¿Cómo pudieron seguir nuestro rastro hasta aquí?
Sokka realizó que la noche iba a ser larga. Muy larga.
~~~8~~~
Sokka no se acordaba muy bien de cómo habían llegado en el desierto. ¿No estaban en el medio del océano, apenas un minuto antes? "Emmm…" pensó Sokka, tratando de concentrarse. "A ver si recuerdo…" Katara había querido tomar vacaciones en el Oasis de las Palmeras con Neblina. Sí: se acordaba perfectamente de los refrescos que habían tomado allá. ¡Y vaya cantinero, que cortaba las frutas con sus katanas! Quizás hubiera debido quedarse un poco, y convencer el tío de aprenderle algunos movimientos… Pero se habían encontrado con el profesor ese, el arqueólogo – ¿cuál era su nombre? Bueno, no importaba – y habían decidido que su próxima destinación sería la biblioteca. ¡Qué idea más idiota! ¿Quién tomaba vacaciones en una biblioteca, en serio?
Ah… ¿No había sido idea suya, verdad? Sus recuerdos eran muy confusos, pero… sí, definitivamente la propuesta había venido de él. Oh, bueno. Al fin y al cabo, no había sido tan mala decisión: claro, Appa había desaparecido, y Aang se había deprimido mucho, y le había gritado a Toph, y el arqueólogo estaría muerto a esas alturas, pero… ¡Habían conocido a un búho gigante! Y eso era genial, ¿a que sí? Quizás comía los hongos gigantes que crecían en ese desierto, y por eso se había puesto tan grande. Sokka hubiera querido preguntárselo, y lo hubiera hecho, si el pajarraco no había insultado a su inteligencia, no se había enfadado tanto con ellos, y no había decidido hundir la biblioteca. Que por ser tan grande, no era muy simpático el bicho, que digamos.
"Tengo la impresión que me estoy olvidando de algo importante…" musitó Sokka. ¡Ah, sí! ¡Y habían descubierto que un eclipse solar se produciría dentro de poco, dejando a la Nación del Fuego sin poder durante algunos minutos! ¡Eso era definitivamente importante! ¿Por eso estaban cruzando el desierto, verdad? Para avisar al rey en Ba Sing Se. Ya todo tenía mucho más sentido, y Sokka se sentía muy satisfecho de haber resuelto ese enigma. Por lo menos, sus cavilaciones le habían distraído de la sed devastadora que sentía. ¡Ay, cuanta sed tenía! ¿Cuándo era la última vez que había bebido? Su memoria era borrosa, pero seguro que haría mucho tiempo. No tendría una sed tan atroz, de lo contrario. Espera… ¿No había bebido jugo de cactus, en cierto punto? Imposible de estar seguro. Lo único que le parecía evidente era que todavía tenía sed, ¡y mucha!
- ¿Queda agua todavía? – preguntó Toph, adelantándose.
- Eso es todo lo que queda – contestó Katara, sacando al agua de su odre. Todo el mundo puede beber un poco.
Momo, sediento también, saltó en la bola de agua para refrescarse, haciéndola explotar y salpicar la arena.
- ¡Momo, nooooo! – se desesperó Sokka. ¡Nos mataste a todos!
- No, no lo hizo – suspiró Katara, harta por algún motivo.
"¿Por qué será? Meh, no trates de entender a las chicas" se dijo Sokka, aliviado de ver como su hermana sacaba al agua de la arena con su Agua Control.
- Sokka, déjame ver las cosas que sacaste de la biblioteca – pidió Katara, sentándose a su lado.
- ¿Qué? ¡Yo no robé a nada! ¿Quién te dijo eso? – se defendió el joven guerrero, aferrándose a los rollos que llevaba en su alforja.
Tras ver a Momo saltar de detrás de su hermana, la respuesta quedó clara.
- ¡Fuiste tú! ¡Tú me denunciaste!
- Sokka, estaba allí – contestó Katara con otro suspiro.
Sin esperar a su respuesta, cogió los rollos y se alejó con ellos. Sokka, quedándose solo con el lémur, se dio cuenta del vacío doloroso de su estómago. Hacía tanto tiempo que no había comido… Y Momo estaba tan cerca, y parecía tan apetitoso… Pero Sokka estaba muy cansado, y no tenía ni la energía de extender el brazo. "Oh, bueno, me lo comeré mañana" se dijo antes de dormirse.
~~~9~~~
El día había empezado muy mal. Sokka había pasado más de una hora dibujando a Appa, una y otra vez, con el fin de transformar esos dibujos en avisos de búsqueda, que pegarían en cada rincón de Ba Sing Se. Momo no había parado de dar vueltas alrededor de él, curioso, y Sokka le había apartado más de una vez, temiendo que el lémur ponga su cola o su pata en la tinta fresca y haga manchas por todos lados. Al fin y al cabo, casi había acertado, pero Momo había optado por una manera mucho más directa: había volcado al tintero por encima de los dibujos. Ni uno se había salvado.
- ¡Nooooooo! ¡Ahora tengo que rehacerlo todo! - gimió Sokka, desalentado antes de empezar siquiera.
Sin embargo, después de limpiar el desastre y de pedirle a Toph que vigilara al lémur, había puesto manos a la obra de nuevo, convencido de la importancia de su misión. Claro está, eso sólo duró hasta el momento en que Katara y Aang habían vuelto, anunciando a todos que habían encontrado un impresor profesional, y que se habían burlado de sus intentos de dibujo. ¡No se daban cuenta de que, si sus anuncios no eran perfectos, era únicamente porque había tenido que darse prisa, después de la catástrofe causada por Momo! ¡No tenía nada que ver con sus dotes artísticos, claro que no!
Un poco más tarde, se encontraban pegando los anuncios de búsqueda por toda la ciudad, cuando Sokka propuso a Toph de tomarse un respiro y algo de beber en alguna parte. Sin embargo, ¡ningún negocio aceptaba de dejarles entrar con un animal!
- Dime, ¿no se suponía que Momo se quedaba con Aang? – preguntó Sokka con tono rencoroso, tras ser expulsado de la cuarta taberna.
- Parece que prefiere nuestra compañía – contestó Toph sonriendo, y acariciando al lémur sentado en su hombro.
"Ya. O quizás se queda con nosotros sólo para fastidiarme. ¡No me extrañaría para nada!" pensó Sokka, irritado. Dando la vuelta a una esquina, vio a un salón de té et se dijo que probaría su suerte allí por la última vez. Pero si les echaban también, ataría a Momo en la calle, ¡y no le importaría un bledo lo que podría decir Toph!
Por suerte, no fue necesaria tal medida, porque el gerente del salón adoraba a los animales, y poseía incluso varios lagatos. Fue con un deleite no disimulado que Sokka se instaló (por fin) a una mesa.
- Aaah… ¡Da gusto sentarse! ¿A que sí, Toph? – hizo, soltando un suspiro mientras estiraba las piernas.
Pero la pausa duró poco, por desgracia. Momo encontró manera de provocar una pelear con los lagatos, los cuales empezaron a perseguirle por todo el negocio, saltando sobre las mesas y derribando a las bebidas, o incluso a algunos clientes. Pronto todo se convirtió en el caos más absoluto, y el gerente sólo consiguió restablecer el orden cuando atrapó al lémur en pleno vuelo. Viendo la mirada que les lanzaba el tío, Sokka decidió que ya era tiempo de irse, y empujó a Toph hasta la salida.
- ¡Joder, Momo! ¿Qué te pasa hoy? ¿Lo haces a propósito, o qué? – se enojó el joven guerrero, una vez afuera.
Toph pareció a punto de decir algo, pero no tuvo tiempo de hacerlo, ya que de pronto se oyeron ruidos de lucha y la voz muy reconocible de una Katara enfurecida. Sokka no se lo pensó dos veces y corrió en dirección de los sonidos, por si acaso su hermana necesitara su ayuda. Lo que no se esperaba, era encontrarla atacando a Jet con picos de hielo. A partir de ese momento, todo pasó muy rápido.
Sólo fue al día siguiente, sobre la isla donde el Gaang se había refugiado tras escapar al complejo subterráneo del Lago Laogai, gracias al sacrificio de Jet y a la ayuda inesperada de Appa, que Sokka se dio cuenta de la tragedia que había ocurrido. Eso fue la gota que colmó el vaso, el último clavo en su ataúd. Ya sabía que no se hubiera tenido que levantar el día anterior, pues sólo había sido una larga sucesión de infortunas para él. Pero eso era demasiado. ¡Juste en el momento en que hubiera necesitado algo de consuelo! El joven guerrero cayó de rodillas, con el alma a los pies. Pero una idea le atravesó la mente cuando vio a Momo pasar delante de él, dando saltitos. Sokka no pudo evitarlo: atrapó al lémur por la piel del cogote y le sostuvo a altura de sus ojos, mientras una sonrisa demente se dibujaba lentamente en sus labios.
- ¿No lo ves, Momo? Appa es un animal útil. Es verdad que huele bastante mal, que babea y que pierde sus pelos por paquetes, pero por lo menos puede transportarnos, e incluso nos puede socorrer cuando nos encontramos en apuros. ¡Nos salvó hoy! Tú, por otra parte, no sirves a nada sino a atraer problemas. ¡Ni siquiera te atreviste a seguirnos bajo el lago, so cobarde! Por lo tanto, si tenía que elegir entre vosotros dos, no lo dudaría mucho. Y, aunque lo sienta mucho, tengo que anunciarte una cosa: … - Sokka respiró hondo, porque lo que tenía que decir era difícil. - …mi reserva de cecina de foca se ha acabado. Traté de hacerla durar, desde el Polo Norte, pero… Todas las buenas cosas tienen un final, ¿sabes?
Al joven se le escapó una risita desencantada, y agarró más fuerte al lémur, ya que éste intentaba escapar.
- Hoy es tu día de gloria, Momo. Te prometo que tu sacrificio no será en vano.
Con su mano libre, Sokka cogió el machete que tenía atado en la espalda, para acercarlo poquito a poco de Momo, mientras el animal se ponía a soltar grititos y a agitarse con frenesí.
- ¡Sokka! ¿Qué haces? – le llamó de repente Aang, con tono alegre. ¿No quieres mimar un poco a Appa, tú también? Después de tanto tiempo buscándole, ¡seguro que tú también le echaste de menos!
- Ya voy… - suspiró el adolescente, colocando a su machete de vuelta en su sitio. ¡Pero yo que tú tendría cuidado, Momo! ¡Que no estás a salvo todavía!
Viendo la manera en que el lémur agitaba las orejas e inclinaba la cabeza a un lado, como intrigado, Sokka dudó de que hubiera entendido una sola palabra.
~~~10~~~
Sokka estaba harto. Desde que había comprado a Hawky, el halcón no paraba de pelearse con el lémur, y él tenía que separar a los dos animales, ganándose picotazos y mordidas gratuitas. ¿Alguien para agradecerle su intervención? ¡No, señor! ¡Al contrario, todos le echaban la culpa a él y al pobre halcón! Pues ya verían: ¡que la próxima vez, dejaría a Momo hacerse descuartizar por Hawky! ¡Que ni siquiera sabía por qué tomaba la molestia de salvar a ese estúpido animal, cuando era él quien se empeñaba en atacar a su depredador natural! ¡Había que ser tonto!
- ¡Aleja tu maldito pájaro de Momo! – gritó Aang, enfurecido tras ver el lémur sangrando de una herida en la oreja y otra en la cola.
- ¡Hawky no hizo nada sino defenderse! ¡Fue Momo quien atacó! – respondió Sokka, tratando de calmar a una ave histérica.
Hawky también estaba herido, pero ¿a quién le importaba? ¡A nadie, desde luego! Sokka se sentó un poco más lejos, tratando de curar como podía al pobre halcón, mientras oía a Aang quejándose y a Katara apiadándose de Momo al otro lado del campamento. Claro, su hermana había elegido su bando. ¿Y dónde estaba Toph? ¿Otra vez preparando una estafa en la ciudad? ¡Nunca estaba cuando se la necesitaba! Sokka bufó, molesto, y apoyó su pañuelo con demasiada fuerza en una herida. Con un gañido de protesta, Hawky alargó el cuello y le dio un picotazo en la mano.
- ¡Ay! ¡Venga, Hawky, no seas así! Hago lo que puedo, ¿sabes? No soy curandero profe…sional – empezó Sokka con tono lastimero, interrumpiéndose cuando vio una sombra alargándose delante de él.
El joven guerrero se dio la vuelta para encontrarse con su hermana, que le miraba con los puños en las caderas.
- ¿Qué? ¿Tú también vas a reprocharme haber comprado a Hawky? – hizo Sokka con tono agresivo.
- Podría – contestó Katara, alzando una ceja. Después de todo, sólo era otra despensa inútil.
- ¡Hawky no es inútil! ¡Puede llevar mensajes! ¿Dime cuando Momo hizo algo útil para nosotros? ¡Nunca! – se enfadó Sokka. ¡Deberíamos habérnoslo comido hace mucho tiempo, por lo menos hubiera servido de algo!
- ¡Sokka! – le cortó Katara con tono de reproche, sentándose a su lado. Lo importante no es de saber si Momo es útil o no. Momo es el único sobreviviente del Templo Aire del Sur. Es todo lo que queda a Aang de su pueblo. Y sobre todo, Momo es nuestro amigo.
- El vuestro, quizás… - masculló Sokka, frotando un rasguño que empezaba a escocerle en el brazo. Pero a mí no me considera como un amigo para nada. ¡Hace todo lo que puede para amargarme la vida!
Katara abrió ojos como platos.
- ¿De veras piensas eso? – preguntó, asombrada. Sokka, ¡si Momo te quiere muchísimo! ¡Juega contigo porque se siente a gusto en tu presencia! ¿Cómo puedes pensar que lo que hace es para molestarte?
- Es la impresión que me da, eso es todo – gruñó Sokka sin mirarle a su hermana, sintiéndose algo culpable.
Katara suspiró, y extendió el brazo.
- Venga, déjame mirar a las heridas de tu pájaro – propuso la curandera. Y después miraré las tuyas.
- ¿H-harías eso? – balbuceó Sokka, sorprendido.
- ¡Claro que sí! Que haya curado a Momo no significa que esté de una parte o de otra. No dejaré a nadie sufriendo mientras puedo ayudar – explicó Katara, con semblante ofendido.
Sokka le entregó a Hawky, que se había quedado quieto en su regazo, dejándose acariciar. Katara hizo desaparecer sus heridas con tan solo rozarlas, y el ave apenas se inmutó, tan solo levantando la cabeza con curiosidad, intrigada por el cambio de manos. Sokka sonrió agradecido, y dejó su hermana ocuparse de sus brazos.
- Mira – dijo Katara cuando hubo acabado. Sé por qué estás tan obsesionado con esa idea de ser útil a nuestro grupo. Y te lo repito: no importa que no tengas control sobre ningún elemento. Tienes otras cualidades. Sabes manejar varias armas, tienes un gran sentido de la planificación, buenas ideas y diviertes a todo el mundo con tu humor. Pero incluso sin eso, te querríamos de todos modos, porque eres un gran amigo, y el mejor de los hermanos. No hay nadie quien pueda pensar de otra manera. Ni siquiera Momo. ¿Vale?
Sokka sólo pudo asentir con la cabeza, demasiado emocionado para hablar. Pero más tarde, viendo a Momo y Hawky pelearse de nuevo, no pudo evitar sentirse cabreado. "Momo tiene que haber tendencias suicidas para atacar a un halcón una y otra vez. No veo por qué no darle el gusto y dejar que Hawky lo devore. ¡Así, alguien podrá por fin aprovechar toda esa carne que estuvimos desperdiciando desde el principio!"
Y, acompañando sus palabras por gestos, Sokka se levantó de todos modos para separar a los dos animales. Lo lógico.
~~~EPILOGO~~~
Sokka se sentía muy cansado, y aún más deprimido. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en un pilar, y su mirada se posó alrededor de él. ¡Qué sitio tan increíble! El Templo Aire del Oeste… Enteramente construido al revés. Costaba un poco acostumbrarse a ver a todo en sentido contrario, y a Sokka todavía le daba vértigo cuando se acercaba demasiado del borde, pero los demás parecían entusiasmados por el lugar. Teo, Haru, y el Duque habían ido directamente a explorar, Aang se había escapado con su planeador, y Katara y Toph estaban visitando también para decidir dónde iban a dormir e instalar ya sus cosas. Normalmente, Sokka hubiera ido con ellas, pero ya no tenía ganas de fingir. Los otros se esperaban de él que esté siempre de buen humor y tenga ideas para decidir qué iban a hacer a continuación. Pero Sokka no estaba de buen humor, ni tampoco creía que sus ideas fuesen las mejores.
Su plan había fallado. No, peor: había fracasado de la peor de las maneras. Sokka ni siquiera había sido capaz de explicarlo claramente a toda la gente que había aceptado ayudar, y su padre había tenido que intervenir y hacerlo por él. Sokka ya se había sentido humillado y avergonzado, pero eso no era nada en comparación con el resto. Tenían ocho minutos para vencer al Señor del Fuego, Sokka había insistido una y otra vez sobre la importancia de ese detalle. No tenían tiempo que perder. A pesar de saberlo, Sokka se había dejado distraer por Azula cuando ésa había empezado a hablar de Sukki. Por su culpa, el tiempo se había agotado antes de que Aang pueda encontrar a Ozai y derrotarle. Su padre había sido herido. Y todos los adultos se habían sacrificado, dispuestos a sufrir la prisión y las torturas de la Nación del Fuego para permitir a los jóvenes escapar. Sokka no se merecía salvarse con los otros: ya no era un niño, y además era el único responsable de la derrota. Pero sabía que contaban con él para motivar a Aang, y que siga adelante en vez de declararse vencido. Contaban con él para encontrar una nueva manera de parar al Señor del Fuego antes de la cometa. Por eso, Sokka había aceptado seguirles al Templo Aire del Oeste, mientras otros sufrían por culpa de sus errores.
Pero de momento, Sokka no tenía ninguna idea genial que proponer, ni se sentía ánimos para motivar a los demás. ¿Cómo podía inspirarles confianza en el futuro, cuando el mismo no tenía ninguna? Sokka escondió la cara en las manos, sintiendo ganas de llorar. De repente, oyó un ruido y se enderezó enseguida, secándose los ojos con el dorso de la mano, y esperando que nadie le haya visto. Pero sólo era Momo, que le miraba con la cabeza inclinada para un lado.
- Ah, Momo – suspiró Sokka. Ahora no tengo ganas de vérmelas contigo. Vete, por favor.
Sorprendentemente, el lémur obedeció. Se fue en dos saltos, y Sokka esbozó una sonrisa triste, a la vez aliviado y desesperado de encontrarse solo de nuevo. Hubiera querido que su padre fuese aquí, para confortarle y decirle lo que tenía que hacer. Pero su padre no estaba, y Sokka ni siquiera sabía si seguía vivo. Sintiendo otra vez sus ojos llenarse de lágrimas, Sokka agachó la cabeza y se mordió el labio inferior para acallar su llanto. Otro ruido atrajo su atención, y el joven de la Tribu del Agua levantó la vista para ver al lémur depositando frutas delante de él.
- Venga, Momo, que ahora no es el momento – protestó Sokka con voz lastimera, sorbándose los mocos. ¿Qué te dije? ¡Déjame en paz!
Pero el mamífero, en vez de obedecer, esta vez saltó sobre su hombro y se puso a frotar su nariz en el cuello del joven, haciéndole cosquillas.
- ¡Momo! ¿Qué haces? – exclamó Sokka, llorando y riendo a la vez.
Y entonces, Momo hizo algo que sorprendió muchísimo al joven guerrero: con un ruidito que Sokka sólo pudo cualificar de inquieto, el lémur se puso a lamer sus lágrimas con una gran dulzura. Sokka se quedó petrificado, con los ojos muy abiertos. ¿Acaso estaba Momo… consolándole? El lémur hizo otro ruidito, mirándole a los ojos antes de frotar su nariz contra la de Sokka, agitando las orejas. Sokka sintió una sonrisa estirar los rincones de su boca, y cogió al animal en brazos, sintiendo consuelo al abrazar el cuerpito caliente y dulce. El lémur se quedó muy tranquilo, acurrucándose contra él y ronroneando casi. "Katara tenía razón" pensó el joven, relajándose poco a poco. "Momo sí que es mi amigo."
