Colorido

-¡Hoy tenemos con nosotros a la aclamada violinista Miyazono Kaori-san! Esta prodigiosa música se dio a conocer hace ya algo más de diez años… No solo es famosa en nuestro país, sino que también ha conseguido un gran reconocimiento en países de América y hasta de Europa. Miyazono-san, ¿qué tienes que decir a esto?

Kaori corrió a apagar la radio de la sala de música, roja como un tomate.

-¡Te dije que no quería escuchar la entrevista! Me puse muy nerviosa y no hago más que balbucear. ¡Qué vergüenza!

Kousei rompió a reír ante su actitud y se acercó a ella. A pesar de todo el tiempo que llevaba apareciendo en entrevistas en la radio, la chica seguía comportándose como si fuera la primera vez. Lo mismo sucedía con sus apariciones en periódicos y en revistas. Incluso en ocasiones cerraba la página web si se veía. A pesar de ello, Kousei sabía que cuando se quedaba sola releía aquellas entrevistas y bebía de todos los comentarios que le dedicaban.

El moreno la tomó de la mano, perdiéndose en sus ojos. Le dedicó una sonrisa que reflejaba todo el orgullo que sentía por ella. El sonrojo de Kaori aumentó debido a la intensidad de su mirada.

-Lo has conseguido –dijo él-. Has hecho que todo el mundo te recuerde.

Los ojos azules de la violinista brillaban con luz propia, delatando toda la ilusión que sentía y la emoción que le causaba haber conseguido tanta popularidad en tantos lugares diferentes. Le devolvió la sonrisa, incapaz de negar la felicidad que le producía haber conseguido entrar en tantos corazones.

Aunque en realidad, solo había uno en el que quería entrar.

Kaori se puso de puntillas para depositar un suave beso en los labios del chico. Kousei no tardó en reaccionar al suave contacto, sorprendido. Le rodeó la cintura con un brazo y la apretó contra sí.

Durante unos segundos, sus corazones latieron al unísono. Su sincronización fue tan perfecta como cuando tocaban juntos.

El pianista se separó de ella con suavidad, volviendo a perderse en sus ojos. Deseó que su rubor no fuera demasiado evidente, que no dejara ver todo el tiempo que llevaba esperando que aquello sucediera.

La risa cantarina de Kaori lo envolvió como un bálsamo. Era como la lluvia en verano, como el sol de abril, como la brisa que se cuela entre las ramas de los árboles en otoño. Sus ojos eran capaces de iluminarlo todo, de darle brillo a aquel triste mundo monocromático.

La chica dirigió la mirada hacia la ventana, para después asomarse por ella. Sin dejar de sonreír, miró al cielo, lleno de estrellas. Kousei se acercó hasta ella y sus ojos recorrieron el mismo cielo.

-¡Mira! –exclamó ella, emocionada, señalando al cielo-. ¡Una estrella fugaz! ¡Pide un deseo!

Kousei miró hacia donde le indicaba, pero no llegó a tiempo para ver el cometa desaparecer. Dirigió la mirada hacia ella, que seguía con los ojos cerrados. Fue entonces cuando se percató de lo triste que parecía. Se inclinó hacia ella, intentando escuchar mejor lo que susurraba, el deseo que le estaba pidiendo a la estrella.

-Por favor –le pareció entender-, que Kousei no se despierte. Que se quede aquí, conmigo.

Los ojos azules de Kousei se tiñeron de tristeza, al comprenderlo. Kaori abrió los ojos con lentitud y los clavó en los suyos, que se hundieron en lo más profundo de su alma. El chico negó varias veces con la cabeza, incapaz de aceptarlo.

El despertador sonó en aquel momento, despertándolo.

Pero Kousei se negó a abrir los ojos y volver a enfrentar la realidad. Escondió la cabeza en la almohada, intentando controlar las lágrimas que acudían a sus ojos.

Desde que Kaori se había ido, el mundo había vuelto a ser en blanco y negro. Una triste escala de grises.

Debía seguir tocando, debía practicar para ganar aquel concurso.

Y debía hacerlo por ella.

Pero la tristeza le impedía pintar con la música un cuadro que no reflejara todo el vacío que sentía.

Fue entonces cuando lo escuchó.

El volumen de la radio fue subiendo progresivamente, desde la casa de al lado.

Se levantó con pereza, al escuchar su nombre.

Se acercó hacia la ventana y vio la radio que pertenecía a Tsubaki, aunque ella no parecía estar por ningún sitio.

-¡Así es! En este gran concurso participará el ya conocido por todos Arima Kousei-kun. Sin duda todos tenemos muchas ganas de escucharlo tocando su pieza, ya que sin duda marcará su regreso definitivo. ¿Con qué nos sorprenderá en esta ocasión este aclamado y polémico pianista? ¡Quédense con nosotros y les recordaremos su peculiar carrera musical!

La radio continuó parloteando y contando su regreso a aquel mundo. Kousei se quedó inmóvil cuando escuchó la canción que había tocado como acompañamiento de Kaori.

Sus dedos comenzaron a moverse al ritmo de la música, inconscientemente.

Cerró los ojos, con pesar, y dos lágrimas rodaron por sus mejillas.

El mundo sin ella carecía de sentido.

Pero la haría seguir viviendo a través de la música.

Y aquel mundo gris, monocromático, volvería a llenarse de color y de luz.